martes, 9 de diciembre de 2014

Comentario de textos - Noviembre 2.014

Parade – Shuichi Yoshida
The Big Crowd – Kevin Baker
Mi educacion – Susan Choi
The Rage – Gene Kerrigan
Borderline – Lawrence Block
The Brother’s Cabal – Jonathan L. Howard

La verdad es que disponer de un stock de libros de reserva proporciona mucha tranquilidad espiritual y soluciona mucho – totalmente, diría –los dilemas de horarios o de elección de librería que visitar. Aunque podríamos decir que te aleja de las novedades (que en general tampoco me importan tanto) e inquieta, o inquietaba, a mis libreros de referencia (ya no les inquieta porque hace un par de años, tras varios meses de no visitarlos y a una preocupada pregunta suya ya les comente esta situación y ahora no les sorprende).

Gracias a la maleta de libros recopilada en NYC ahora disfruta de esta tranquilidad espiritual, en la que puedo escoger lo que leo del montón situado en mi salón. Una situación envidiable, que seguramente durara hasta finales de enero ya que aún quedan suficientes libros en esa pila, e incluso alguno de la última compra a domicilio procedente de la librería Fuenfria de Cercedilla (innecesario recordar que es esta debe de ser vuestra librería favorita. Si no lo es ya, mal vamos).

“after the first dead there is no other” es una frase que en distintas variaciones hemos oído / leído en muchísimas novelas de asesinos o de guerra. Al parecer la primera vez que matas es difícil pero luego uno, como que se habitúa a ello y se convierte en algo mucho menos preocupante (eso dicen, yo no puedo ni corroborarlo ni desmentirlo. Sin embargo en uno de los cuentos que completan Borderline la frase se utiliza en otro sentido completamente distinto con el que, lamentablemente, si que me encuentro familiarizado: “When one dead affects you completely, then the deaths that comes after it don’t have their full effect.”. Creo que todos tenemos una muerte de este tipo en nuestras vidas (ojala me equivoque y todavía no la hayáis tenido). Una muerte que hace que todas las demás, por importantes que sean, no nos lleguen a afectar como esta, una muerte que cambia nuestra concepción del dolor, de la perdida, una muerte que, sencillamente, cambia el rumbo de nuestras vidas, que nos afecta completamente. Yo la tuve, la tengo, pero no os la contare hoy ya que, como parece saber todo el mundo, aquí, hoy, hemos “venido a hablar de libros”. ¿Qué tengo que decir sobre Borderline y los cuentos  que la acompañan? Pues que hace justicia, plenamente, a su portada Pulp (he de reconocer que me gusta mucho esta colección: su selección y su edición; no sé porque aquí (en esta España mía, esta España nuestra) no se editan cosas tan bonitas), las historias de los personajes – tópicas donde las haya – están muy bien, con su ración de sexo, y crimen. Ya digo, Pulp en estado casi puro (bueno, lo que yo imagino como tal género que puede que no lo sea; al fin y al cabo que sabré yo de esto).

The Big Crowd es, según la contraportada, una novela sobre dos hermanos emigrantes a estados unidos, uno de los cuales asciende en la escala social desde su trabajo en los muelles hasta alcalde de Nueva York; mientras que el otro, que emigra después, empieza a descubrir sus trapos sucios. ¿no me digáis que no parece prometedora? ¿Corrupción, corrupción en NYC?  Obviamente, todos nos imaginamos el crecimiento de la mafia de estibadores, de servicios urbanos… uhhhmmm, prometedora… encima, rencillas entre hermanos, algo que, salvo para los hijos únicos, siempre le proporciona un valor añadido. Si, así es la vida e incluso los mitos…. después de la pareja inicial vienen los problemas entre hermanos, ya sabéis Caín y Abel, Thor y Loki… en fin, un clásico. Sin deciros que sea mala, os diré dos cosas: que es una de las causas principales de que haya leído poco este mes, de lo mucho que me ha costado leerla, y eso que no he conseguido acabármela (la he dejado de leer cuando ya solo quedaban ochenta páginas, vamos casi acabada pero… la vida es corta para esto). Curiosamente ahora (al buscar las portadas en internet) me doy cuenta de que ya había leído otro libro de este autor (Dreamland, sobre Coney Island) y me había pasado lo mismo, "mardita memoria".

Tan cansado me había dejado la novela anterior que decidí volver a leer en español, por si acaso parte de mi cansancio era por leer en inglés, y de los dos que estaban todavía en mi montón, me decidí por Mi educación, libro que me había suministrado Rafa desde la librería Fuenfría de Cercedilla (si, esa misma, ya sabéis: vuestra librería favorita).El libro empieza bien, con una alumna que llega a clase de un profesor de literatura que tiene fama de ser “casi el diablo”. Bueno, no es un mal principio, es un principio con posibilidades; pero… si, a veces hay un pero. Pero la novela se convierte en una historia de amor (lesbiano para más señas) que la verdad es que no lleva a ninguna parte interesante, por lo menos en las 280 páginas que yo he leído. Es verdad que esta novela tampoco la he acabado y puede que luego mejore. Lo dudo pero es posible, tal vez, si eso ya me lo contáis.


Tras estas dos decepciones, pues era hora de volver a territorio conocido –no mucho, por aquello de mi memoria – así que me decidí por darle una oportunidad a The Rage porque había leído otra novela del autor y mi había parecido sumamente correcta, o tal vez incluso excelente. Esta tan bien es una buena novela, una novela clásica en la Irlanda actual y urbana, con sus personajes de bajos fondos y sus trapicheos. Sé que es una buena novela ya que la mejor parte no es la historia que cuenta, la historia central, si no que la mejor parte es la de un personaje secundario, una monja. Si , una monja que le sirve para reflexionar sobre los abusos en la infancia (siendo ella la abusadora): “When you do something terrible, after a while – the daily routine, the people around you, the work, the worries – after a while all that takes over. So many layers of time settling on the memories – and the big things, even the awful things, they end up buried under all the other stuff. Sometimes it feels like it happened to someone else”. ¿Quién no se ha hecho trampa a si mismo mediante este olvido, quien no tiene maldades enterradas en su pasado entre tantas capas de cosas normales? ¿Vosotros no? Bueno, pues será cosa mía.

Aun confiando en vuestra palabra y que ninguno tengáis ninguna maldad enterrada en vuestro pasado me uno a la monja en recordaros: “When I was a child, the priests told us to recognize the dividing line between a venial sin and the mortal sin that put your soul in danger. Did you take pleasure in it? – That was the measure of things back then. Your instincts could lead you astray, but you were in real trouble if you take pleasure in it”. Puede que no sea exacto, ni preciso pero no me parece una mala distinción. Ya lo sabes, si disfrutas es que es mortal (a menos que tenga beicon, que entonces es normal. Todo es mejor con beicon).

Leer libros de buenos autores que conoces siempre es algo que gusta, pero he de reconocer que me gusta mucho mas leer autores que no conozco y aunque para eso vale cualquier librería la verdad es que comprar japoneses en Kinokinuya es una de mis actividades favoritas, y de  esta librería me traje Parade (ya solo me queda otra de japoneses).  Aunque no es una excelente novela, la verdad es que se lee bastante bien y los cuatro (o cinco) personajes centrales dan una (extravagante o normal, no lo sé) visión de los veinteañeros japoneses. No se trata de una novela demenciada en el sentido de las de Murakami (el de serie b, no el cultureta) si no que la mayoría de los personajes, aunque peculiares, son normales (razonablemente) e incluso comparto la sorpresa de uno de los protagonistas cuando reflexiona:



“So even though I’d done only things that would benefit me, whenever any of them – be it Koto, Ryosuke, MIrai or Satoru – have a problem, they always come to me for advice, like it’s the most natural thing in the world. Never once have I really been kind and considered the other person’s situation, but still they come to me, like Koto’s asking my advice this evening. Even so, perhaps through some twisted part of their personalities they view this detachment as consideration, and I find my stock, despite my unwillingness, rising in their eyes.
“Before I Knew it, my lack of genuine concern led them to treat me like some great elder brother figure. If they’re satisfied with selfish consideration like this, then how does the rest of the world treat them? The thought has me worried.”

No tanto porque me haya pasado a mí, que no, que a mí nadie me considera con un hermano mayor para pedirme consejo – debe ser que mi déficit de interés es excesivo – si no por aquello de ver a gente pidiendo consejo a otras personas de las que sabes que no les importa lo mas mínimo y te preguntas ¿de verdad, esta era su mejor opción? Y te quedas preocupado.

De las novelas de Cabal, bueno, vale, de las novelas de Howard, ya he hablado otras veces en este blog ya que es un autor que he descubierto casi a la vez que iniciaba este blog y ya llevo leídas tres de él, y del que además (extrañamente, diría) me acuerdo ya que tampoco es fácil olvidar libros en los que es protagonista es un nigromante.  Bueno, al menos para mí que no tengo ni idea de lo que leéis vosotros e igual solo leéis sobre este tema y podéis confundir fácilmente a los autores de libros con nigromantes. Pero divago, a lo que iba, The Brothers Cabal, tiene dos partes ya que hay dos hermanos y los dos salen en el libro (como sabiamente habréis adivinado por el título, aunque podrían haber sido más). Uno es un nigromante y el otro es… pues, ¿Qué diríais?... pues es un vampiro. Si, ni más ni menos que un vampiro, y si también hay hombres lobo en el libro, además de otros monstruos (no, no hay ningún Frankenstein) e incluso un grupo de mujeres aviadoras (iba a escribir lesbianas aviadoras pero de esto no estoy seguro, aunque se sospecha por la sorpresa del vampiro y su poco éxito entre ellas).La primera parte, la del hermano vampiro, es más flojilla de lo habitual (al fin y al cabo va sobre el hermano y ya sabéis que a nadie le interesan los hermanos) pero la segunda sube un poco el listón aunque sin llegar a la calidad de las anteriores de la serie. Con todo una lectura entretenida.

Hasta aquí las lecturas del mes y ahora antes de terminar os confesare que ahora leo tomando notas. No, no es que tome notas siempre, solo de vez en cuando; de vez en cuando apunto alguna frase (las que reproduzco aquí) apuntando la página y el título del libro para luego poder copiarla. Si, hago esto y lo hago en un cuadernillo especial que tengo en la mesa. Hasta aquí algo más o menos normal. Lo raro es que a veces se me olvida que he tomado notas de algún libro y me olvido de copiar alguna frase apasionante de las que he leído (a veces desecho alguna en la lectura de la agenda). Si, así son las cosas y esto me ha pasado hace poco con estas dos:

“Cuando estés a punto de sepultar a tu cuarta esposa bajo el suelo de la cocina, haz una pausa y prepara té”

“Las jovencitas sois como piedras, nada os conmueve. No se puede tener una relación con una piedra, yo por lo menos no puedo”.


Dos grandes frases que os dejo para vuestro disfrute y para que intentéis adivinar a que novela pertenecen, e incluso en la esperanza de que comentéis prometo una cena como premio al que acierte.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Comentario de textos - Septiembre y Octubre 2.014

Septiembre:
   1222 – Anne Holt
   Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump – Hans Herbert Grimm
   El teniente Sturm – Ernst Jünger
   La Chica de ojos verdes -  Edna O’Brien
   Galveston – Nic Pizzolatto
   Aguas Turbulentas – Ian Rankin
Octubre
   El meridiano de Greenwich – Jean Echenoz
   Popular Hits of the Showa Era – Ryu Murakami
   Revenge – Yoko Ogawa
   The Ginger man – J. P. Donleavy
   The Drop – Dennis Lehane
   Consumed – David Cronenberg
   Jon Connnolly – The infernals
   The last good kiss – James Crumley

Como en los cines de mi infancia (los cines Colon y Plaza de Cangas de Onís y el Espronceda de Madrid me vienen a la memoria) hoy toca programa doble: septiembre y octubre en un solo post, ya que no me dio tiempo a escribir el post de septiembre antes de llevar a cabo mi peregrinación anual, talibán que es uno para estas cosas, y ahora me enfrento a una pilita de libros que comentar y con pocos recuerdos de algunos (algo que, aunque no lo parezca, es bueno porque aportara brevedad a los comentarios).

Como seguro sospechabais, dado mi carácter, en la librería Méndez no compre un solo libro (el que comente en el último post) si no que salí de allí con otros tres, porque eso de comprar uno solo se me hace raro, muy raro y, para que negarlo, ir más de una vez al mes ya puede considerarse vicio ¿no? y tampoco es eso.

Inevitablemente Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump, en su título, hace que recuerdes las aventuras de aquel “valeroso Schwejk” con el que, además de ser un clásico, recuerdo haber pasado unos ratos excelentes y motivo (este último, no el de ser un clásico) por el que deberíais leerlo aunque igual no os hace gracia. La contraportada advierte de que es “una obra maestra de la literatura antibélica” y posiblemente lo sea, no digo yo que no. Eso si, donde Schwejk es antibélico por reducción al absurdo, creando las situaciones más absurdas imaginables solo por su literalidad a la hora de cumplir órdenes y por su Sancho-Panzismo (concepto que dudo que exista en términos formales, pero que espero que comprendáis) este es antibélico pretendiendo ser realista y crítico. Personalmente prefiero mil veces el absurdo del primero frente a ese supuesto realismo que no me acaba de convencer, con todo se lee bien y para un fumador siempre da gusto que recuerden la visión del tabaco que existía antes, antes de este mundo de sanidad (que no santidad) forzada, con frases como “ya sabe usted que un hombre sin tabaco es un hombre a medias”. Al fin y al cabo hasta hace unos pocos años (cada vez mas) los soldados debían llevar en su equipo de supervivencia un paquete de tabaco, ya que ofrecer un cigarrillo era considerado un acto de amistad que podría llevarse a cabo sin barreras idiomáticas. Supongo que hoy tendrán que llevar algo con Biobifidus o un poco de salvado de Quinoa para confraternizar, ya que ahora este sencillo gesto de ofrecer un pitillo puede, al parecer, ser considerado como una invitación al suicidio, y el hecho de fumarse un pitillo seguramente pueda ser visto como un acto de tortura. Pero divago, ya despotricare contra los anti fumadores otro día que hoy hemos venido a hablar de libros (no de mi libro, conste que para eso, si es que llega, queda mucho). Pues eso, que esta supuesta obra maestra a mí me ha aburrido un poco, puede que bastante, así que es posible que lo sea.

Como ya estaba con la primera guerra mundial pues seguí con ella y además del soldado me decidí por coger a un representante de mayor rango: El teniente Sturm. Un error: lo que la tropa no había conseguido desde luego no lo conseguirían los mandos, a menos que lo que pretendieran fuera conseguir que me aburriera. Si era así, igual alguien debería ascender de rango al soldado y yo creo que el teniente podría aspirar a general (en el caso de que esto sea más, que mi conocimiento del ejercito es algo menos que reducido).  No sé porque alguien podría querer leer este libro si no que tampoco sé porque alguien podría querer escribirlo.



Como no solo de guerra vive/lee el hombre, también cogí en la librería Méndez La Chica de los ojos verdes que no solo tenía una chica en el título, algo bueno, si no que además estaba escrito por una chica, algo incluso más prometedor. No solo sobre chicas, si no que sobre chicas irlandesas en Irlanda. Un tema que a cualquiera apasionaría, incluso aunque no se trate de chicas pelirrojas. En fin, poco más se podría pedir ¿no? Pues por aquello de pedir yo habría pedido que fuera divertido, con tradicionales personajes entrañables y dramáticos, o tal vez tan solo que no se espesara tanto en las disputas entre católicos y protestantes, pero ya sabéis lo que dicen: “contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar”.




Viajar por temas de trabajo a veces me gusta y otras me parece una autentica pérdida de tiempo, pero lo que es casi siempre constante es que me veo obligado a visitar las librerías de estaciones y aeropuertos ya que o se me olvida coger algo que leer o no tengo nada que coger. De forma general estas librerías tienen para mí un interés meramente sociológico, el de descubrir que es lo que realmente está leyendo el resto del mundo, y siempre me resulta difícil escoger algo apetecible que no sea una reedición en rustica (un paperback en el idioma del imperio, que uno sabe idiomas) de algún libro que no compre en su día porque no me tentó lo suficiente. Es raro que de verdad encuentre algo que me apetezca leer.

Así que cuando dando vueltas por la escasa librería de la estación de Atocha vi Galveston, una novela negra que recomendaba Lehane no deje que me asustara la banda que le habían puesto de que era la primera novela de un guionista de una serie de televisión y la compre. No, no es que tenga nada en contra de los guionistas de televisión, mucho menos contra la televisión en si (que considero nutritiva y visto lo visto creo que deberían reponer Estrenos TV y hacerla obligatoria en la educación secundaria), pero resulta evidente que cosas que funcionan en una serie de televisión no funcionan en una novela, igual que resulta evidente que cosas que funcionan perfectamente en las novelas no tienen cabida ni en la televisión ni en el cine. Este es uno de esos casos en los que me reafirmo ya que, pese a no tener una mala historia ni malos personajes, comete algunos excesos narrativos que solo podrían funcionar en una serie de televisión (creo que ni siquiera en película funcionarían). Si esto es lo mejor que ha leído Lehane en la última década, una de dos: o Lehane no lee novela negra, ni siquiera las suyas, o no tenemos los mismos gustos. Esto último me resultaría raro porque sí que me gustan sus novelas. En fin, es lo que tiene recomendar cosas o recomendar no leerlas… por eso yo no lo hago.

Otra vez sin nada que leer, con poco trabajo – corrijo, con trabajo pero sin ningunas ganas de hacerlo – y con la pereza de subir hasta Cercedilla a visitar la librería Fuenfria e incluso con la pereza de ir a comprar más libros (si, últimamente estoy batiendo records de pereza; bueno, no los estoy batiendo porque me da pereza) me puse a revisar la librería de Álvaro con la esperanza de encontrar algo que no hubiera leído.

Aunque no parecía una posibilidad muy viable, ya que además de no haberlo leído tenía que apetecerme, tuve suerte y había una novela de la madrina de la novela negra noruega: 1222. Ya sabéis como soy y no tenía ni idea de que existiera una madrina de la novela negra noruega, mucho menos de que esta madrina hubiera sido ministra de Justicia de Noruega; algo normal a menos que os diga que estoy casi seguro de que ya había leído otra novela suya y casi seguro que había leído lo mismo en la contraportada. Así somos algunos, que los cargos no nos impresionan y muchos datos no dejan huella en muestra memoria. Aparte de esta curiosidad y de recordar que para medir la intensidad del viento se utiliza la escala de Beaufort (algo que había sabido pero había olvidado y que pese a no tener demasiada utilidad me ha venido muy bien para un informe que estaba preparando) lo único que os puedo contar es que básicamente es Diez negritos pero ambientada en otro sitio (si, lo habéis adivinado: en noruega) y algo más floja (aunque la contraportada clasifique esto como una vuelta de tuerca).

Una vez al año, o algo más, recibo un correo electrónico que me hace conectar la impresora a toda velocidad, imprimir un documento adjunto y marcharme a mi casa a encerrarme concentrado en la lectura, ya que recibo un primer borrador de la nueva novela de mi hermano Rafa (perdón, quiero decir de Don Rafael Reig). Bueno, no siempre es un correo si no que a veces es una visita del autor y en lugar de una copia tengo que imprimir un par de ellas; pero eso sí, siempre es un gran día, un día esperado y apetecible que alegra los días siguientes.

De momento y para no daros más envidia de la necesaria solo os diré un par de cosas: se llama El malhumor, aunque esto sea eso que llaman un working title, y es… buena. Diría que es muy buena pero ya sabéis se trata de mi hermano, de mi hermano mayor para más señas, y obviamente un hermano menor no dirá estas cosas en público de su propio hermano.

No os diré nada mas de momento y me reservo mis opiniones para la lectura de la obra publicada cuando pueda recomendaros que vayáis a vuestra librería de referencia (o mejor aún hasta la librería Fuenfria de Cercedilla, donde el librero tarambana os hará una buena falsificación de la firma de Rafa y si vais de mi parte igual hasta os falsifica una dedicatoria) para haceros con una copia (o varias, que seguro tenéis amigos que leen y que mejor regalo que un buen libro) tan rápido como os lo permitan vuestras piernas y vuestros compromisos y actividades (tampoco se trata de que salgáis del baño sin lavaros las manos para comprarla; pero casi).

Con esta muy agradable lectura ya estaba a menos de una semana de que se acabara el mes y prácticamente a menos de diez días de marchar de peregrinación. Además estaba casi seguro que antes de la peregrinación vería a mi hermano, lo que normalmente equivale a una buena visita a una buena librería, ya que habíamos de celebrar su cumpleaños y por supuesto habría de someterme al preceptivo interrogatorio sobre su última novela. Estos eran motivos suficientes para que en lugar de visitar otra librería me conformara con rebuscar, una vez más y en vista del éxito anterior, en la librería de Álvaro.

Os confieso que si muchas veces elijo un libro solo por el título, solo por la portada o incluso por donde está colocado, hay otras veces que me niego a leer un autor porque no me gusta su nombre. Ya, cada loco con sus manías pero ese es el motivo por el que nunca me he comprado un libro de Andrea Camillieri (que no, que no es una chica) ni de Ian Rankin. Sencillamente no me parecen nombres de buenos autores. Afortunadamente Álvaro no tiene estas manías, o no tan acentuadas (aunque no tiene ninguno de Camillieri. No digo más, señor Juez), y en su librería estaba Aguas turbulentas (libro que, todo sea dicho, podría haberme comprado por su título, por aquello del agua. Otra manía). Digo afortunadamente ya que es una novela bastante entretenida que se lee muy bien, con sus curiosidades o extrañezas, como que la bebida normal de un inspector de policía escoces sea el Laproigh (o como se escriba que no me apetece buscarlo en internet, ni levantarme a mirar la etiqueta) whisky que, hasta donde yo sé, no sería habitual ni para gentes de posibles (aunque en escocia no será ni de importación); y con frases con las que puedes sentirte identificado como esa de “Había estado a punto de encontrar cobijo en la música, de convertir el problema  en una canción anestésica para su conciencia”. ¿Cuantas veces las canciones me habrán dado cobijo, cuantas habrán anestesiado mi conciencia?

En cualquier caso al final comimos con mi hermano para celebrar su cumpleaños y esto resolvía mis problemas de lectura durante algún tiempo. Algo que si bien podía ser innecesario ya que en muy pocos días no solo estaría de peregrinación si no que estaría comprando libros en mis librerías favoritas de mi ciudad favorita (Cercedilla no es una ciudad que lo sepáis, por eso no incluyo la librería Fuenfria) me ahorraría el tener que comprar cualquier novela en la tienda del aeropuerto de Barajas – Adolfo Suarez que visitaba por primera vez desde su cambio de nombre, todo sea dicho.

Le compre varios libros a Rafa, aunque no pensaba leerlos de momento (probablemente en varios meses ya que mal se tenía que poner para que no volviera con material para varios meses; para todo el invierno si todo iba bien) salvo uno para el avión de ida y este lo elegí por tamaño (entre los que compre) calculando la cada vez más interminable duración del vuelo y sus esperas pero considerando que viajábamos con Alicia que, por un motivo u otro, siempre proporciona cierta distracción y entretenimiento y considerando también que en los aviones se reduce mi capacidad de concentración.

El elegido fue El meridiano de Greenwich que, con poco menos de doscientas cincuenta páginas, pensaba yo que podría cubrir fácilmente unas cuatro o cinco horas de lectura entretenida, o en el peor de los casos de lectura sin más. Increíblemente y para desesperación de mi hermana Helena, que afirmara que me desespera y ponía caras de ello (aunque todos sabéis que yo soy hierático, lo que le quita credibilidad), no pude aguantar más de una hora leyendo, eso sí: una hora que se me hizo interminable y solo de manera intermitente. No es que me parezca malo, es que me parece peor, peor que casi cualquier cosa. Tan malo era que mi plan era dejarlo en NYC y no volver a verlo nunca más, no por hacer que sufriera el que lo encontrara si no por evitar que se comprara este libro una vez más. Un libro que es peor que estar sentado en un avión sin nada que leer, mucho peor, es un libro que jamás debería haberse editado, que jamás debería haberse impreso, e incluso que jamás debería haberse escrito. Pero seguro que tiene su público, me fijare si vuelvo a ir a La Bicicleta.

Llevo peregrinando a NYC desde 1.988 (realmente desde 1.989, ya que el primer año no fue una peregrinación) por lo que ya no hay muchas cosas que tenga que visitar, aunque aún me quedan muchas cosas por conocer y descubrir (incluso cosas que me apetecen pero que por algún motivo nunca he hecho) pero entre la cosas que tengo que hacer es visitar mis librerías, aunque cada vez queden menos de ellas: Partners&Crime cerró el año pasado y este ha cerrado St Marks e incluso Shakespeare & Company (aunque esta nunca ha sido de mis librerías favoritas) por lo que  la próxima visita habrá que dedicarse a buscar nuevas que repongan este vacío.

Si bien no tengo un orden – no soy tan psicópata -  para visitar mis librerías favoritas estos últimos años la primera suele ser Kinokinuya, que además de Japonesa es papelería lo que la hace sencillamente fascinante por lo que los primeros días en NYC acabo leyendo a autores japoneses (no es que en Kinokinuya no haya autores no japoneses, tienen de todo) y que mejor forma de empezar que por Murakami (ese no, el otro; el que me gusta a mi, el de la serie B) aunque este año no tuviera novela nueva aún me quedan algunas suyas por leer.

Ahora ya me queda una menos: Popular Hits of the Showa Era, novela que es un verdadero desfase, sencillamente alucinante: un grupo de “colgados” japoneses que se reúnen para unas extravagantes (es decir poco) sesiones de Karaoke acaba entrando en guerra con un grupo de mujeres divorciadas de mediana edad y … hasta aquí puedo leer (por que viene en la contraportada). También leo en la contraportada que hay película (algo que no me extraña nada, ya que la historia se presta a ello) que se llama Karaoke Terror, película de culto en Japón al parecer, aunque dudo que este doblada a ningún idioma que me permita verla. Posiblemente la novela sea mejor pero si veis la película en alguna parte ya me contáis y si os enteráis de cuál es la Showa era pues también.




No leo muchos cuentos, soy más de grandes tomos decimonónicos que de historias breves, pero si veo un libro de cuentos de terror japoneses pues obviamente lo comprare, mucho más si estoy de viaje ya que los cuentos te permiten leer por la noche sin el riesgo de quedarte enganchado a la historia hasta que se hace de día, algo que, parece que no, pero que no es aconsejable cuando andas de viaje. Revenge tiene once cuentos de terror (dark tales, que no es lo mismo pero que no se traducir mejor), que además de ser un numero raro de cuentos (diez, doce o incluso trece parece un número más apropiado) tienen una extraña ilación entre ellos enlazando parcialmente las historias a través de personajes secundarios, lugares o monentos. Un gran libro de cuentos, incluso diría un gran libro sin más y aunque algunas historias sean mejores, otras mas increíbles y otras, pues eso, otras, todas ellas da gusto leerlas.


Otra visita obligada en NYC es Rand McNally, donde la selección de libros y las recomendaciones del personal (no en directo, si no a través de las notas que ponen en los libros) suelen ser de mi agrado y en cuya parte de abajo además de una muy razonable sección de novela negra hay un baño de uso público (antes era gratuito pero ahora creo que cobran; eso sí: sigue limpio, según me dicen ya que yo no lo he visitado. Me vejiga aguanta un día entero sin requerir atención) que me permite estar mirando libros un poco más de tiempo sin que surjan los nervios de los acompañantes, o que sirve como una excusa excelente para visitarla (lo de ir a un baño limpio, es una de las pocas cosas que es difícil de encontrar en NYC) por no hablar de la dependienta que solían tener que era verdaderamente hermosa y encantadora (no, ya no está. Lo siento, como os digo, la ciudad está cambiando).

Si bien The Drop no es representativa de lo que suelo comprar en McNally, donde suelo comprar autores que no solo desconozco si no de los que nunca he oído hablar, se trata de una buena novela y eso sin ser una novela. Porque no es estrictamente una novela, si no que se trata de un cuento que han convertido en una película y del que el propio autor ha sacado una novela. Creo, aunque mi memoria es lamentable, que de hecho el cuento fue de lo primero que leí de Lehane y ya me pareció bueno. Ahora, excepto por sus recomendaciones me parece excepcional, y en este libro no se queda corto de reflexiones que yo firmaría: “It was like on that day in school when they taught personal responsibility, this entire fucking generation had banged in sick”; o la visión del catolicismo actual: “Cafeteria Catholicism did this. People wanting to be mostly Catholic, except for, you know, the hard parts” y por supuesto una cierta idea no de la felicidad si no de la perdida de la misma en la que, a veces, me siento reflejado: “Happiness made Marv anxious because he knew it didn’t last. But happiness destroyed was worth wrapping your arms around because it always hugged you back”. Y todo eso dentro de una buena historia, excelente.
Por supuesto y aunque no esté bien decirlo (por aquello de ser una institución capitalista, el símbolo del fin de las librerías independientes, según algunos) me sigue encantando Barnes & Noble, no solo porque su fondo de armario sea casi inagotable y puedas rellenar esas lagunas que todos tenemos (yo más, que lo sepáis; yo siempre mas) si no porque siempre tienen reediciones interesantes de esos clásicos que yo no conozco, de los que ni siquiera he oído hablar.

De esas reediciones saque The Ginger man que al parecer es un clásico de la picaresca de mediados de siglo (ni siquiera sabía que existía este concepto). La verdad es que a mí no me ha gustado demasiado  pero creo que se debe a mi desconocimiento tanto del idioma que hace que me pierda algunas bromas (sé que están hay pero mi ingles no llega a captarlas) y también de las relaciones de los ingleses ricos, o los americanos para el caso, con los irlandeses a los que esto les supone un grado de respeto que no acabo de captar. Lo dicho, no me ha gustado pero sospecho que por culpa mía: uno debe de conocer sus limitaciones, saltárselas de vez en cuando pero no sorprenderse si al saltárselas se pega una buena. Cosas que pasan.





Justo lo contrario me ha pasado con Consumed, novela que le he regalado a Álvaro aunque luego (en un gesto de mala educación) se la he quitado para leerla. Eso sí, sin querer ya que cogí todos los libros sin darme cuenta para traerlos a casa y me traje esta, por lo que la he leído antes de lo que me apetecía (para poder devolvérsela, aunque sea usada). Digo lo contrario porque en esta novela creo que no es que yo no comprenda las cosas (por idioma o    de por referencias) si no que es al escritor al que se le van las cosas de las manos y quiere contar una historia ciertamente por encima de sus posibilidades que acaba siendo sumamente confusa y de escaso interés. Aunque ciertamente puede que también sea culpa mía y me haya perdido algo básico de la historia del arte de los últimos siglos. No descarto ninguna opción pero me decanto por la segunda: culpa del autor.



Si Consumed me ha parecido una novela mala y pedante justo es decir que alguien podría considerar The infernals como una novela infantil y estúpida, un cuento de niños sin mayor interés. Y lo es, pero es verdaderamente divertida desde el principio hasta el final e incluyendo las notas a pie de página (que usa como Goldman, en modo Morgenstern, usa los paréntesis). Se trata de una segunda parte, de la continuación en personajes e idea de The Gates of Hell, por lo que hago mía la segunda nota a pie a página del libro y os reflexiono “And by the way, what kind of person are you, Reading the second part of a series before the first? I mean, really? Do you put your shoes before your socks, or put your pants before your underwear?”.

Pues eso, no hay más preguntas, Señor Juez.




PS: he de confesaros que no solo he leído segundas partes de una serie antes de la primera si no que últimamente tengo tendencia a comprar libros que ya he leído pero que me olvidado haber leído como The last good Kiss que también me he vuelto a comprar en NYC. En mi descargo diré que en este caso lo había leído en español y claro el titulo no era el mismo (en español se titulaba El ultimo buen beso, que obviamente no tiene nada que ver con el titulo original). Pero, sí, soy ese tipo de persona o peor.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Comentario de textos - Agosto 2014

El sueño de un hippie – Neil Young
Who I am – Pete Townshend
El hijo único – Anne Holt
El caso birdman – Mo Hayder
Yo fui Johnny Thunders – Carlos Zanón
Un soplo de aire fresco – Don Winslow
Tras la pista del espejo de Buda – Don Winslow
Cold, cold ground – Adrian McKinty
La muerte del padre – Karl Ove Knausgard
The Wastewater plant – Dodge Winston
The Wrath of Angels – John Connolly
Cuentos de la ballena azul – Jonathan Vidal

Si Agosto no te pilla preparado puede convertirse en un mes de lecturas extrañas: si te vas de vacaciones acabaras leyendo todo tipo de novelas en ediciones de bolsillo de las que venden en los quioscos de prensa o en el Carrefour (algo contra lo que no tengo nada en contra, que quede claro) porque seguro que no has sido previsor y no has cargado con libros suficientes para todas las vacaciones ( siempre acabas leyendo más de lo que pensabas, es inevitable),  si no te vas de vacaciones lo más probable es que el cierre de tu librería habitual te obligue a visitar sitios un poco menos agradables (La casa del libro, El corte inglés, la FNAC o incluso La Central) para abastecerte.
Ya, ya sé que ahora vosotros tenéis una solución a este problema (si os quedáis sin vacaciones, o si vuestras vacaciones os acercan a Madrid, que de todo hay en la viña del Señor) al contar con la Librería Fuenfria de Cercedilla que abre todo el verano (las otras tres estaciones, también; que lo sepáis, así que no tenéis excusa para no visitarla) y que además de lectura os proporciona una excusa para ir a visitar la sierra y que podáis “aprovechar” los días de verano y así os podáis sentir mejor por eso de ir al campo en lugar de estar en casa tranquilos que para vuestra mente judeocristiana es como mucho mejor que darse  a la pereza de estos días (solo Dios sabe porque).

Obviamente, por mi incapacidad para ir al campo (mucho menos en los meses de verano) yo opte por abastecerme en exceso y de extrañas lecturas en la librería Méndez de la calle mayor, por lo menos hasta que me marchara de vacaciones a Piles y me dedicara al apasionante mundo de las lecturas de quiosco y/o de grandes superficies,  de hecho pensaba abastecerme de una colección de novela negra que, a precios ridículos y a un ritmo de un libro cada dos días, El Pais (creo) anunciaba con sacar este verano. Un buen plan para releer (algo obligatorio en verano) e incluso, con mucha suerte, descubrir algún autor nuevo y con la ventaja añadida de no tener que transportar libros a la ida ni a la vuelta.
Abastecerse “en exceso” nunca es fácil, si simplemente abastecerme ya me cuesta lo mío y, como ya sabéis, acabo comprando los libros por los motivos más absurdos y sin ningún criterio discernible. Como para abastecerme en exceso, eso iba a resultar difícil.

Afortunadamente, no lo fue tanto gracias a la casualidad (o al posicionamiento de los libros estudiado por las mentes malignas de la mercadotecnia actual; que es otra posibilidad) ya que había dos libros que no me había comprado por separado nunca pero que al verlos juntos me pareció que igual podían tener su gracia, eso de leerlos como un pack: El sueño de un Hippie de Neil Young y Who I am de Pete Townshend.



¿Biografías, estáis murmurando? Pues sí, ya os digo que no habría comprado ninguno de los dos por separado (de hecho ya había visto ambos más veces y nunca me habían apetecido) pero los genios malignos de la mercadotecnia me obligaron. Si, lo reconozco, yo soy de ese tipo de persona que siempre acaba comprando las chorradas que colocan cerca de las cajas a la salida, o un producto más caro solo por no agacharme a coger el que esta de oferta en la balda del suelo. Pero ¿biografías, si tú despotricas siempre de las biografías? ¿Biografías? ¿Dos? En fin, otro triunfo de los genios malignos sobre la humanidad.


Pues sí, las compre y no solo las compre, si no que de hecho me reafirmo en que las biografías me parecen una mierda, salvo escasas pero honrosas excepciones. Estas no lo son. A ambas les pasa lo que a casi todas las biografías: les falta sinceridad y las partes más interesantes se quedan claramente fuera. Supongo que esto es casi inherente a la escritura autobiográfica y se debe a que aunque uno quiera ser sincero y contar las cosas que le han pasado, uno se siente limitado para contar cosas de otras personas, aunque sean verdad, y como norma general la vida de una persona es interesante pero por sus relaciones con otras personas. La vida no es solo un deporte de contacto, si no que es un deporte de grupo: a uno solo no le pasa nada especialmente interesante, las cosas interesantes siempre implican a más personas, y claro si no se quieren contar cosas de otras personas pues no se puede contar casi nada interesante.

Eso sí, a veces la visión tan parcial que uno tiene de las cosas, donde tiene uno la raya que separa la normalidad de lo raro, resulta sumamente educativa/curiosa. Así cuando Neil Young recuerda la actuación como equipo de seguridad de los Hell’s Angels en el concierto de Altamont parece encantado con la misma y comenta casi como un logro “solo hubo un homicidio durante el concierto”. Sí, es posible que con la cantidad de gente que había un solo homicidio fuera un logro del servicio de seguridad pero, no sé, parece que, cuando menos, es uno más de lo deseable. No sé, a mí un homicidio me parece un fracaso del servicio de seguridad, eso sin considerar que el homicidio lo llevo a cabo el propio servicio de seguridad. No sé, ya digo, la normalidad de cada uno es probablemente anormal para los demás: “No se puede tener todo. O eres roquero o no lo eres”.

En cualquier caso la lectura de ambas seguidas, especialmente teniendo en cuenta mi incapacidad para retener información, me ha resultado educativa ya que ambas están planteadas de forma totalmente diferente. La de Neil Young no es un libro como tal (como yo lo entiendo) siendo más bien la transcripción de pensamientos dictados directamente sin ninguna revisión (algo con lo que igual bromea una de las pocas veces que dice habla de un acto ilegal de otra persona, “¡No he dicho nada! ¿el micrófono estaba encendido?” o algo de lo que ni siquiera se ha preocupado), la de Pete Townshend si lo es y se ve un esfuerzo de escritura (suyo según todos los indicios), estando organizado y siguiendo una pauta normal.

Pete Townshend resulta creíble cuando admira a la gente que ha conocido a lo largo de su vida (también cuando odia a otros) e incluso hasta cuando no cuenta algo, como al hablar de los conciertos de Hendrix, lo hace con estilo: “Dudo un poco al describir lo extraordinario que era velo actuar, porque no quisiera que sus legiones de jóvenes fans sintieran lo que se han perdido. Todos nos hemos perdido algo. Yo me perdí a Parker, Ellington y Armstrong.”; Neil Young, no, probablemente porque no admira a nadie tanto como a si mismo e incluso aprovecha el libro para convencer de que es la única persona que sabe de sonido y que es incomprensible que su sistema de almacenamiento de sonido no triunfe y si lo hagan otros sistemas. Él es el centro del universo, no solo de su universo (que cada uno somos el centro del nuestro), si no el centro del todo el universo, a veces todo el universo. “un hippie con demasiado dinero es capaz de cualquier cosa”, dice el como algo bueno; vale, yo lo leo de otra forma.

Supongo que igual debería comentar que a mí siempre me ha caído mucho mejor Pete Townshend que Neil Young y que puede que esto influya en mi lectura, pero paso de comentarlo. Os aseguro de la de Townshend es mucho mejor libro (¡por lo menos es un libro!) sin ningún tipo de parcialidad ni de imparcialidad.

Lo que si comentare es que mi compra en exceso no fue tal, en un sentido estricto, ya que prácticamente había acabado estos libros a primeros de agosto y si no los he considerado de julio es solo porque me parecía que había leído mucho en julio.

Así que a primeros de agosto ya me encontraba sin reservas, con la librería Méndez cerrada,  con Cercedilla a la distancia habitual (o un poco más por eso del verano) y en Madrid. Ciertamente podía haber seguido con mi plan de comprar la colección de novela negra del verano pero, no sé porque, me parecía un plan adecuado solo para Piles.

Esta vez decidí darle una oportunidad a La Casa del libro y me pase por su nuevo edificio (si, ya lo sé: lo abrieron hace el número de años suficiente como para que lo de “nuevo” carezca de sentido pero, que queréis que os diga, para mi La Casa del Libro es la de la Gran Vía, esta pues como que solo es el nuevo edificio).

No me apetecía mucho, pero era necesario ya que no sabía cuándo se concretaría mi visita a Piles, no me apetecía mucho porque en estos sitios en los que están todas las novedades, sin criterio especial, me resulta muy difícil escoger un buen libro. Al fin y al cabo, para mí, la función del librero (tarambana o no) es la de seleccionar las cosas que merece la pena poner a disposición de sus clientes, realizar un filtrado inicial que les facilite la vida, conocer a sus clientes y por eso estaría dispuesto a pagar más por un libro (ya, ya sé que no se puede, que el precio es fijo).

Así que me fui a lo fácil, a la sección de novela negra y me decidí por comprar de chicas (perdón de autoras, o autores, femeninos) como criterio básico de selección. Como no podía ser menos había una autora escandinava que no conocía (creo), la padrina o la abuela (no recuerdo) de la novela negra sueca o noruega (tampoco recuerdo) de la que había varios. Cogí El Hijo Único, un asesinato en un orfanato con el culpable más probable uno de los niños. Esto dice la contraportada, así que hasta aquí no os estropeo nada. Hasta aquí no hay spoiler… el spoiler podría venir al deciros que me recuerda a Agatha Cristie ya que hay un momento en el que prácticamente todos los personajes tienen un motivo u otro para cometer el crimen y este se resuelve pues de aquella manera. Lo mejor de todo el libro es un dato que necesito comprobar “¡En la actualidad se cometen en Oslo más asesinatos que en las novelas negras! Por primera vez en la historia” ya que viendo la cantidad de novelas escandinavas que hay últimamente se me hace un poco raro, claro que puede que al ser la abuela (o la madrina)  de la novela negra escandinava esa actualidad no sea ahora y si sea cierto.

Una elección razonablemente fácil era El caso Birdman ya que es la primera de una serie de la que acababa de leerme la segunda  (El tratamiento)y no me había disgustado si bien tampoco me había encantado. A esta le pasa un poco lo mismo, es una novela correcta pero tramposa y no puedo explicaros mucho más sin hacer un spoiler de toda la historia y estropeárosla y tampoco es plan. Es una novela entretenida y que se lee bien así que igual os vale para rellenar unas horas.

Un título como Yo fui Johnny Thunders puede resultar tentador y siendo de un escritor español de prácticamente mi edad pues pensé que se merecía una oportunidad. Aunque tienen algunas frases buenas “Tiene la cabeza como los bolsillos de un mendigo: un montón de cosas que no sabe dónde las cogió, que significan, para que sirven” con las que me podría sentir identificado incluso con la que podría identificar a mucha gente que tiene la cabeza exactamente así, se trata de una oportunidad desperdiciada y sin llegar a ser una mala novela no es lo que me esperaba aunque tampoco tengo claro si esperaba algo en concreto.







Con esto conseguí entretenerme hasta que llego el día en que al final me marcharía para Piles para pasar unos diez días (eso pensaba yo) descansando, pasando algunos ratos leyendo en la playa, tomando unas cervecitas, leyendo un rato por la tarde y tomando otras cervecitas, incluso montando en bicicleta y sin hacer nada productivo, ya que han sido dos años de muy poco trabajo en los que ni siquiera me he encontrado con las fuerzas para hacer muchas de las cosas que tenía atrasadas precisamente para un momento como este. Además había encontrado la excusa perfecta para salir de Madrid ya que tenía una reunión en Murcia que justificara mi visita (aunque no necesitara una excusa).

Sin nada que leer se hacía necesaria otra visita de última hora, aunque fuera al nuevo edificio de La Casa del Libro. Esta vez sabía lo que iba a comprar ya que la vez anterior no había comprado la primera novela en español de una serie de Winslow (otro autor que me descubrió Rafa, aka el librero tarambana, y que esta entre mis favoritos e imprescindibles), Un soplo de aire fresco, ya que había pensado aplazar la compra para comprar la serie en ingles en mi peregrinación anual. Pero ahora era necesario. Solo diré que Winslow sigue siendo un imprescindible y que prácticamente nunca decepciona (bueno, puede que alguna no esté a la altura del resto pero aun así). En esta primera novela de la serie además recuerda un poco al Goldman de Brothers, por lo menos al principio cuando el protagonista está empezando a formarse en distintas artes de legalidad dudosa pero de manifiesta utilidad.



Llevarse un solo libro a un viaje como este no está bien ya que puede que te lo acabes antes de llegar y si no te lo acabas lo harás ese mismo día ya que es lo que tienen estos libros, que hacen que no tengas sueño suficiente para dormir hasta que no pasas la última página (en este caso, en el que además reproducen el primer capítulo del siguiente, solo hasta que acaba la historia porque si empiezas la siguiente antes de dormirte igual tienes un problema de insomnio y seguro que no hay librerías de guardia cerca). Extrañamente esta vez tuve suerte y localice la primera novela de McKinty (si, esta vez sí era el Mc adecuado y no como el mes pasado cuando intente comprarla por primera vez).  Extrañamente no habían traducido el título y en español también se titula Cold Cold Ground, algo que haría que mi hermana Helena no empezara a leérsela cuando la deje en Piles ya que pensaba que estaba en inglés. Así de raros somos en la familia. La verdad es que me gusto bastante pero me sigue gustando más la segunda, cero que porque en esta la violencia externa a la historia (el Ulster en los 80) está más presente y no tan asumida como en la segunda en la que solo proporciona un telón de fondo inquietante. Con todo, ya digo: buena.

Al final solo pude estar en Piles un par de días ya que tuve que volver para preparar una oferta para realizar otro proyecto, ya que con el poco trabajo que hay no podía desperdiciar la oportunidad. Hay que ganar algo de dinero para pagar tanto libro y otras cosas. Afortunadamente, el retorno fue provechoso y me han dado el trabajo así que ahora estoy proyectando la segunda ampliación de una estación depuradora que proyecto mi padre en los ochenta y para la que yo hice un proyecto de ampliación (que no gano) a finales de los noventa. No sé si es un record pero debe de estar cerca esto de trabajar tres veces en la misma depuradora, igual consigo batirlo en otra década.

Con mi vuelta a Madrid mi plan de comprar la serie de novela negra del verano fracaso y volvía a estar en la ciudad, otra vez sin lectura. Eso sí, para entonces la librería Méndez ya estaba operativa lo que facilitaba el tema adquisiciones notablemente, sin necesidad de visitar la sierra de Madrid (algo que me apetece hacer) o las grandes superficies (algo que no me apetece especialmente).

Aunque la librería Méndez estaba operativa decidí pasarme una vez más por la Casa del Libro (por el edificio nuevo) para comprar la que primera novela identificaban como la segunda parte de la serie de Winslow: Tras la pista del espejo de Buda, ya que la primera me había parecido excelente y, aunque no había leído el capítulo incluido en la primera, me apetecía seguir las peripecias del detective Neale. La localice, la compre sin prácticamente mirarla y me fui a casa a leerla. Cuando ya llevaba varios capítulos, en un breve descanso, decidí leer la solapilla interior. Increíble, ponía que era la tercera entrega de la serie. Me quede totalmente extrañado. Como podía ser tan desastre, ir a comprarme la segunda parte y comprarme la tercera; ya me vale, y encima veía casi una continuidad lógica entre ambas novelas. Ya me vale, a mi o… a los correctores de pruebas ya que pese a lo que decía la solapilla era la segunda y era de la que estaba el principio en el libro anterior. Es difícil elegir la errata más grave en un libro (por cierto que cada vez abundan más, debe de ser que con la crisis las editoriales han eliminado a los correctores) pero esta alcanza fácilmente el top-ten, sin problemas.

No es una mala novela pero es de las que no están a la altura de lo que uno espera (mucho de Winslow, aunque ya había tenía algunas decepciones con el anteriormente) y eso que está llena de frases realmente estupendas como “el café se le subió directamente a la cabeza, agarro su resaca y le soltó un par de bofetadas” o “la paranoia es como el cinturón de seguridad: es cuando no te lo pones cuando sufres el accidente” sin olvidar la que me parece una gran pregunta metafísica (para la que no tengo respuesta): “¿le habría gustado a Judas el vino de la ultima cena?”. Ya digo, una novela que si fuera de otro sería buena o muy buena pero que para Winslow pues se queda en normalita.

Liquidada esta deuda ya podía visitar la librería Méndez. Esta vez solo estaba el mayor de la hermanos (digo hermanos, aunque cada vez estoy más seguro de que no solo no son hermanos, si no de que ni siquiera son familia pero la realidad no es tan importante como la gente cree). Como siempre elegí mis libros tranquilamente y los lleve a la caja para pagar y fue entonces cuando el mayor me dijo “una gran elección, me han dicho que este libro es excelente”. Una frase normal pero que a mi me extraño ya que generalmente, pese a confiar en la opinión solapada de mis libreros, no suelo comentar con ellos lecturas y mucho menos suelen alabar las cosas que me llevo. Puede que porque normalmente no acierte con lo que hay que llevarse o puede que sea porque yo no transmita ganas de charlar o la necesidad de reafirmación de otros clientes pero es raro que hable con mis libreros de libros.

La única vez que recuerdo haber hablado con un librero porque el alabara los libros que compre fue en Maine (creo) en una librería de segunda mano a la que había ido con mi hermano Rafa. Rafa llevaba ya bastante tiempo viviendo allí y visitando al librero con cierta asiduidad, ya que al parecer era todo un personaje (el librero, digo. Rafa también pero eso ya lo sabéis) que incluso había estado en la guerra civil española y Rafa intentaba que le hablara comprándole las cosas más intelectuales que se le ocurrían a ver si entablaban conversación, pero el otro no soltaba prenda. Rafa compraba sus extrañezas y el librero se las cobraba prácticamente sin mediar palabra mientras Rafa se mordía la lengua para no iniciar la conversación. El caso es que yo escogí dos o tres libros, que por supuesto a Rafa le parecieron completamente fuera de lugar y sin ninguna relevancia para su plan de conocer más de librero y fuimos a pagar. A pagar, yo, mientras que Rafa tenía la esperanza de que igual el librero comentara algo de la compra infantil de su hermano menor y aunque fuera por esta ironía poder comentar con el librero.

El librero coge el primero de los libros que yo había elegido, lo mira, me mira… y dice (traduzco libremente) “excelente elección ¿le gusta a usted Mamet (creo que era)? No es habitual por aquí”; coge el segundo libro, lo mira, me mira y dice “ciertamente excelente. Definitivamente  ¿Usted no es de por aquí, no? No, no se ofenda, es solo que no suelo tener clientes que hagan tan buenas elecciones”. “No, soy español” le informo yo, ante la mirada atónita y alucinada de mi hermano. Así que el librero se traduce a sí mismo y dice en perfecto español “¿Español? Hombre, que curioso, yo estuve en España… en la guerra civil, en el bando de los republicanos…no se ven muchos españoles por aquí” y se pone a contarme parte de su vida y milagros. Afortunadamente, Rafa consigue salir de su estupor y se pone a conversar con el librero y a comentarle que soy su hermano, que el también es español y republicano. En fin, que más o menos, se cumplió el objetivo de Rafa de conocer a aquel librero aunque fuera por mi lamentable colaboración.

Si bien le hizo ilusión conseguir hablar con el librero, del que creo que luego se hizo amigo, no dada crédito a que le hubieran interesado mis selecciones más que las que el llevaba haciendo, así que la aventura le dejo con un poquito de resquemor. Resquemor que podríamos decir que empeoro cuando unos días después fuimos a visitar a Lidia (a New Hampshire, creo) y le conto lo acontecido con el librero (razón por la que yo la conozco) buscando su comprensión mediante el método de enseñarle el segundo libro, la mierda esa era como lo denominaba, que había comprado.

Lidia, tampoco lo conocía, le parecía que debía ser una porquería (es verdad que la portada parecía indicar que lo era) y me pidió que se lo dejara para ojearlo un poco en el baño antes de emitir un veredicto completo.

A las tres horas (o un poco menos), o igual cuando llamo Claudio (vete a saber, al fin y al cabo nosotros estábamos tomando unas copas), puesto que no volvía, decidimos ir a ver si le había pasado algo.

Llamamos a la puerta y le preguntamos si había algún problema. Ella, toda sorprendida y digna (pensaba que llevaba tan solo unos minutos, igual un poco más, pero nada excepcional),  nos dijo que “No, no pasa nada. Solo estaba ojeando esta mierda, ahora mismo salgo”.

Y salió, aunque aún tardo un poco.

Seguimos tomando alguna copa pero ella estaba un poco tensa, como distraída. Al poco, se despidió de nosotros y se retiró a sus aposentos diciendo que estaba muy cansada y que mañana tenía un día complicado. No volvimos a verla hasta la mañana siguiente cuando nos despertamos y ella ya estaba tomando café en la cocina, claramente sin haber dormido, pero ya en las últimas páginas del libro.
Todos (también estaba José Manuel, creo) la miramos sorprendidos, mientras leía las últimas páginas, dejaba el libro con cara de agotada y como toda explicación decía “pues no está mal esta mierda... pero tampoco es gran cosa”. Pues, vale.

Realmente Rafa no daba crédito. Primero se sentía traicionado por el librero y ahora por su casi-hermana y encima en su territorio (los libros) y por su hermano pequeño. No daba crédito pero no os diré si él se leyó el libro, la mierda esa, o no; de hecho tampoco os diré cuál era la mierda esa porque: divago, si eso, pues ya os lo cuento otro día.

El libro que el hermano mayor de los Méndez me decía que era buenísimo, que todo el mundo le había dicho que era una obra maestra, era La muerte del padre. Puedo confesaros que pensé en cogerlo por el título solamente, aunque cuando mire la contraportada en la que se decía que era la primera de seis de la biografía del autor estuve a punto de dejarlo ya que a) no me gustan las biografías y b) ¿seis tomos, de autobiografía? Tenía que ser broma, una broma pesada. Pese a todo, lo cogí ya que parece que este es mi mes dedicado a las biografías y no pienso sentirme obligado a leer los otros cinco tomos. Utilizare las mismas palabras que el autor usa para describir la lectura de un autor (Adorno) de esos obligatorios: “lo que me enriquecía cuando leía a Adorno no estaba en lo que leía, sino en la imagen que recibía de mí mismo cuando leía. Yo era una persona que leía a Adorno”. Pues eso, un libro ideal para ir a leer a La bicicleta, o similar, y para contar que se ha leído o mejor aún para dejarse ver leyéndolo. Un existo seguro pero dudo que yo lea las cinco partes siguientes.

Mientras leía este libro, ya casi a final de mes, en el blog que la agencia de protección ambiental americana (la USEPA) comentaban la edición de The Wastewater Plant, según ellos el primer libro ambientando en una depuradora. Una novela de terror con el subtítulo de “Where no one cares when you scream” lo que, como seguro comprenderéis,  provoco mi rauda a amazon.es ya que, por malo que fuera y parecía realmente malo, era necesario leerlo. La verdad es que lo que resulta más curioso del libro es que este escrito por un operador de planta no porque no esté muy bien escrito, que no lo está, sino porque hay algunas cosas que no resultan especialmente creíbles viniendo de alguien que se supone trabaja en una depuradora (aunque sutiles). En cualquier caso la típica novela de terror, tipo La cosa o similar, y que puede que quede mejor en una película; aunque no será la primera película filmada en una depuradora ya que, entre otras, gran parte de ese clásico de la serie B, o Z, que es El vengador toxico, esta filmada en una depuradora. De hecho en algún momento he sabido en cual en concreto, pero me he olvidado como me olvidare de este libro (excepto para conversaciones absurdas).

Aunque soy plenamente consciente de que amazon tiene una extraña política de envíos y de que yo tengo contratado un servicio por el que me cobran un tanto anual, independiente del número de envíos, aproveche para pedir la última novela de Connolly por aquello de ahorrar (aunque no me supusiera ningún ahorro). Es más, creía haber oído que Connolly había sacado no solo una novela si no que había sacado dos este año, por lo que comprobé las fechas de edición y pedí las dos últimas editadas. Dos Charlie Parker seguidos es algo que cualquier persona necesita, casi igual que verse una temporada de 24 toda ella seguida, ya que cuesta dejarlas y da pena que se acaben. Es verdad que The wrath of angels está lejos de lo excelente que es Todas las cosas muertas, la primera de la serie y que para mí está en el top-ten de comienzos de novelas (un día hare una selección de mis comienzos de novela favoritos) y que la historia de ángeles y demonios ya ha evolucionado hacia una saga sin final posible; con todo Connolly sigue teniéndolo y sus novelas siguen siendo verdaderamente entretenidas. Esta también, aunque la historia sea tan solo una excusa para algunas reflexiones interesantes, siendo mi favorita de esta novela: “previous generations wanted to be governed by men, who were smarter than they were, while today’s voters preferred to be led by those who were as dumb as themselves” y por supuesto para frases ingeniosas como “CSNY, Four way street, couldn’t be more mellow if Buddha himself was on backing vocals”, especialmente apropiada después de leer la biografía de Neil Young.

Con esta novela daba debería dar por acabado el mes pero uno de los últimos días apareció en la mesa de mi oficina Cuentos de la ballena azul y tuve que leérmelo por la curiosidad que siempre despiertan las cosas escritas por conocidos. Se trata de una recopilación de artículos sueltos que la verdad es que no tienen más interés del que podría tener este blog y (sí, soy vanidoso) mucha menos gracia que este blog. Jonathan es una buena persona y estoy convencido de que en su vida hay historias verdaderamente divertidas (al fin y al cabo ha sido músico y promotor musical durante muchos años) y sin embargo hasta cuanto puedes averiguar que la historia que cuenta podría ser realmente divertida, no tiene ninguna gracia contada por él. Eso sí, ahora que sé que ha sido fan de Jackson Browne (el de la sensacional y horterisima Stay, aunque tiene muchas otras canciones excelentes) tengo que buscarle una buena canción, babosa a ser posible, para ponérsela la próxima vez que coincida en el Wurlitzer con él, o la siguiente en que coincida en un concierto en el que vaya de punk-rocker profesional a ver cómo reacciona, si se pone a bailar, se hace el sueco o que.

Solo espero que no se me olvide ya que estas pequeñas alegrías son las que hacen la vida realmente divertida. En fin, que al final se me ha vuelto a ir la mano con las lecturas y con las historias pero ahora que tengo trabajo estoy leyendo menos así que el mes que viene seguramente mi comentario de textos sea corto (para compensar) aunque espero escribir más a menudo. Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día.



lunes, 18 de agosto de 2014

Inauguraciones

El otro día fui a la inauguración de una planta de tratamiento de aguas potables, la ETAP de Medina de Pomar (creía yo), en la que podría decirse que había colaborado, aunque también podría decirse que se trataba de una planta que había diseñado.


Como casi siempre ninguna de las dos cosas es más cierta que la otra: innegablemente había colaborado en el diseño del tratamiento casi hasta poder decir que yo había hecho el diseño, pero solo del proceso y equipamiento, que como es  la parte importante, la que hace que funcione, podría decirse que yo la había diseñado; pero ni yo firmaba el proyecto ni había realizado la totalidad del mismo así que no puedo decir que la hubiera diseñado completamente.

En cualquier caso pensaba que conocía bien la planta y que básicamente iría a disfrutar de verla construida, de los canapés y poco más. Ese era el plan: hacer acto de presencia, comprobar que todo estaba bien, saludar a los conocidos sonriendo tontamente a los políticos, tomar unos canapés y un par de cervezas, pero sin abusar ya que seguramente andarían las fuerzas vivas de la localidad (Aka la Guardia Civil) y puesto que además teníamos pensado volver a tiempo para tomar unas gambas en el chiringuito de la sierra (del que ya os ha hablado otras veces), e incluso pasar por Cercedilla y visitar la que debe de ser ya vuestra librería de referencia pero de la que creo que aún no os he hablado, o no o suficiente.

Yo tenía mis dudas respecto a las posibilidades reales de cumplir este horario, en primer lugar porque no tenía ni idea de donde quedaba Medina (yo trabajo sobre plano sin visitar, casi nunca, el sitio concreto) y sobre todo porque en mi experiencia – que se basaba en las muchas inauguraciones a las que mi padre me llevaba durante los primeros años ochenta, el primer Plan de Saneamiento Integral (PSIM) lo inauguramos juntos prácticamente entero, yo tomando refrescos y devorando los, entonces, tradicionales canapés perfectamente barnizados, y mi padre ejerciendo de presentador técnico de la planta - estas cosas podían alargarse mucho con discursos y presentaciones.

Seguramente, por la ausencia de mi padre como presentador técnico de las instalaciones, que cuando se ponía (y cuando no se ponía, también o incluso más) podía resultar excesivamente didáctico y cuasi eterno; más bien digamos que por la ausencia de un presentador técnico el acto se redujo a lo mínimo imprescindible y nos dio tiempo a cumplir el horario casi en su totalidad, tomándonos las preceptivas gambas pero sin llegar a visitar al librero tarambana, que seguramente andaría echándose la siesta o haciendo la siesta que nunca se sabe, y eso teniendo en cuenta que paramos en otra obra de camino (no por sentirnos como jubilados si no porque también era un proyecto nuestro y pillaba de camino hacia las gambas).

En cualquier caso, como decía, no esperaba que la planta me sorprendiera ya que, como decía, había participado en el diseño; no podían haber cambiado nada significativo sin informarme (pensaba). Y no, no habían cambiado nada significativo salvo que ahora la planta tenía “nombre”: ETAP DE CAMPOS GÓTICOS, ni más ni menos, para haberlo sabido.


Tampoco es que si lo hubiera sabido habría sacado mis (inexistentes) ropajes a lo Cure, ni que me hubiera cardado mi (inexistente) pelo, ni mucho menos me hubiera pintado la raya de (estos si, existentes) ojos. No, nada de eso; tan solo es que es un nombre mucho más elegante que con el que yo tenía archivado este trabajo y me daba pena no haberlo utilizado antes.

La verdad es que lo de las inauguraciones, por muy tonto que sea, me sigue haciendo ilusión  ya que pese a llevar más de veinticuatro años diseñando plantas de tratamiento casi nunca he estado invitado a las inauguraciones de las mismas, de hecho posiblemente en todos estos años es la segunda o tercera vez que iba a participar en la inauguración de algo que había diseñado yo. Inconvenientes de ser “un negro”, o más bien el ultimo eslabón de una cadena muy larga, el ultimo mono (bueno, el penúltimo ya que incluso por debajo de mi hay gente que hace una parte importante del trabajo), en la que pese a ser yo el que hago el trabajo de diseño normalmente es otro el que firma el proyecto, se lleva los laureles y es invitado a las inauguraciones. Es sabido que a los escritores, de autobiografías y otros, no les invitan a las presentaciones de los libros (bueno, a Rafa cuando realizo la autobiografía de Marilyn sí; pero aquello era distinto) sino que va el biografiado o el firmante, que obviamente cuenta lo mucho que le costó escribir el libro que le han escrito.

El caso es que esta vez, estaba invitado porque aún hay gente razonablemente honrada en este mundo, gente que no quiere apuntarse los trabajos de otras personas, aunque los asuma porque para eso les ha dado la confianza de hacerlos, gente que sabe que es lo que ha hecho y que es lo que han hecho otros y como repartir el mérito.

De hecho este es el único motivo por el que en todos estos años he acudido a dos o tres inauguraciones (todas en los últimos años): por Bermejo (José Ramón, para más señas, pero desordenado porque tampoco se trata de que salga esto en cualquier búsqueda) que me ha invitado a las inauguraciones de las plantas en las que he participado con él (también me ha invitado a visitar las obras durante la construcción, pero no siempre he ido a verlas ya que, como sabéis, a mí el campo no me tienta mucho y las obras que yo hago siempre están en el campo). Al resto de obras que se han construido con los proyectos que yo he firmado con, entre otros, los nombres de Atanasio, Luis, Antonio, Carlos, Santiago, e incluso algún Hipólito (no son necesarios los apellidos ya que ellos saben quiénes son y, ya digo, tampoco se trata de salir en cualquier búsqueda) pues no he sido invitado a verlas nunca y menos a la inauguración.

Además, para mi  es una obra especial, no solo por aquello de estar invitado en calidad de proyectista, si no que también me resulta especial por ser una planta de agua potable, ya que yo normalmente me dedico al agua residual, lo que viene siendo la mierda (motivo por el que cada vez que vais al baño contribuís a darme trabajo; queráis o no) y aunque puedan parecer lo mismo son temas muy diferentes. Las plantas de agua potable (llamadas estaciones de tratamiento de agua potable o ETAPs) son mucho más elegantes y limpias que las plantas de aguas residuales (llamadas estaciones depuradoras de aguas residuales, o EDARs; a las que ahora se les quiere cambiar el nombre a ERARs, queriendo significar estaciones regeneradoras de aguas residuales. Tiempos, nomenclatura y diseño).

De hecho creo que incluso mi hermano Rafa podría visitar una ETAP sin tener necesariamente que vomitar a los cinco minutos como le paso una vez, creo que en 1995, cuando en un viaje a Piles tuvimos que parar en la EDAR de Almansa ya que yo tenía que hacer el proyecto de remodelación y necesitaba visitarla. Aunque recuerdo que le ofrecí a Rafa dejarle en un bar y pasar a recogerle después de la visita le pareció una tontería y se empeñó en venir a la visita, creo que incluso le hacía algo de ilusión ya que era una planta que había diseñado y construido nuestro padre y si a mí no me daba asco ¿Por qué se lo iba a dar a él? ¿Es que pensaba que era una nenaza (sin connotaciones machistas, que conste)? De ninguna forma.

Así que nos, ambos, nos reunimos con el operario de la planta y empezamos, por aquello de empezar por el principio, por el pretratamiento, por las rejas que retienen lo más gordo: condones, resto de comida o animales, en fin, todo tipo de mierda; incluso en algunos casos, (no en este, afortunada o desgraciadamente) restos humanos e incluso cadáveres enteros.

Normalmente la visita a las rejas es algo rápido: ves cuantas hay, de qué tamaño, de que paso, como están funcionado y pasas a lo siguiente por lo que aunque sea un poco “sucio” no sueles estar el tiempo suficiente para que te de especial asco. Hay poco que ver (a menos que sepas mirar).

Sin embargo Rafa no tuvo suerte ya que en este caso no funcionaban bien, pero tampoco funcionaban tan mal como para que el operario nos lo dijera. Pero había algo raro en ellas, algo muy raro, que se notaba que el operario sabia pero no quería contar para ver si nos dábamos cuenta (los listos de los ingenieros).Él lo sabía, pero ninguno de los ingenieros que habían estado visitando la planta esos días, a los que él tenía que contarles la planta perdiendo el tiempo de su cigarrillo, de su café o de su merecido descanso, había comentado nada. Esas rejas eran su prueba para ver si sabíamos de que hablábamos, o si, como el suponía y ya había comprobado los días anteriores, los listos de los ingenieros no teníamos ni idea y solo sabíamos de papel, pero no de la realidad y por lo tanto no merecía la pena dedicarnos tiempo ni ser especialmente cordial. Si ni siquiera podíamos ver que las rejas funcionaban mal, es que no teníamos remedio.

Rafa tuvo mala suerte ya que yo me quede mirando atentamente las rejas durante, posiblemente, unos cinco minutos; unos minutos que a Rafa se le hicieron casi infinitos ya que él, en lugar de mirar la reja, estaba mirando la mierda que quedaba retenida en la reja intentando identificar las distintas cosas que quedaban atrapada en la misma. Un error que en poco más de cincuenta segundos ya le había revuelto el estómago hasta el límite del vomito.

El operario tuvo suerte ya que para evitar el vómito Rafa le ofreció un pitillo que por lo menos le permitiría aprovechar el tiempo de la visita para echarse un cigarrillo (en esa época, más civilizada, ofrecer tabaco era un símbolo universal de cordialidad).Increíblemente Rafa también me ofreció (mas probablemente me pidió que ofreciera, aunque no quiero levantar falsos testimonios) por lo que los tres nos pusimos a fumar.

Entonces yo tuve suerte y lo vi, lo vi claro: ya sabía que le pasaba a la reja e incluso sabia porque.

Se lo comente al operario que sorprendido, ya que yo era un joven ingeniero (comparado con los otros listos y mayores, senior creo que los llaman ahora, ingenieros que habían visitado la planta), dio por superada la prueba y cambio totalmente su actitud: ahora si nos enseñaría la planta encantado y comentaríamos los problemas de verdad, eso sí, cuando acabáramos de fumarnos el pitillo contemplando la reja para desgracia de Rafa.

En honor a la verdad diré que Rafa finalmente consiguió no vomitar aunque se disculpó de subir a ver los lechos bacterianos, la parte más interesante aunque con un grave problemas de moscas, larvas e insectos, disculpándose en general de visitar atentamente el resto de la planta mientras , creo, se hizo la firme promesa de no volver a visitar alguna depuradora en toda su vida salvo que le obligaran a punta de pistola y aun así, se lo pensaría.

Una vez visitada la planta, durante todo el viaje hasta Piles e incluso durante las siguientes horas de conversación con mis padres, Rafa no paraba de estar sorprendido, asqueado y horrorizado de los cuarenta minutos o más que  yo me había pasado mirando una reja llena de mierda así como del apestoso e insoportable olor, hedor creo que era la palabra que usaba para referirse al olor, que había tenido que soportar (estoicamente – si ni siquiera había vomitado) y de lo enfermo mental que era su hermano (algo que ya sospechaba) que recorrió el resto de la planta charlando amigablemente con el encargado.

Si bien durante el viaje hasta Piles no consiguió contar con mi comprensión ya que la planta estaba bastante limpia y olía bastante poco para lo esperable si encontró la comprensión de mi madre que se escandalizaba con las descripciones literarias de mi hermano (el escritor), pero no así la de mi padre que sí que recordaba la planta que había diseñado unos veinte años antes y que no creía que pudiera ser especialmente desagradable, ya que de hecho era una planta bastante elegante y limpia y que estaba encantado de que la hubiéramos visitado ambos: el ingeniero y el escritor.

Obviamente mi padre estaba más encantado de que la hubiera visitado el escritor (Rafa) que el ingeniero (yo) ya que para Rafa era la primera, visto lo visto juraba que sería además  la última, mientras que para mí era una más en lo que ahora era mi forma de ganarme la vida, aunque conmigo tuviera más posibilidades de comentar.

Al fin y al cabo yo había estado en mi primera depuradora (al menos la primera que recuerdo: la de Castellón de la Plana) si no me equivoco en el verano de  1979, a la tierna edad de trece años (eran otros tiempos), de camino desde un campamento de la OJE (si, de los fascistas. Era lo que había en esa época, no se podía elegir) a Játiva (Vale, Xátiva que es el que han elegido los socarrats) y desde entonces había visto muchas, ya que mi padre me solía llevar como acompañante/mascota/amuleto casi cada vez que tenía que ir a visitar una (creo que he visto todas las de la comunidad de Madrid) y muchas otras ya que ya llevaba más de cinco años haciendo proyectos de depuradoras (aunque esta era la primera iba a ampliar una que hubiera construido mi padre) pero para Rafa era la primera.

Normal que a mi hermano aquella reja le pareciera sucia – que no estaba muy limpia pero tampoco especialmente sucia (en alguna parte debo tener una foto pero no consigo encontrarla) – y normal que mi padre le diera más importancia a que mi hermano hubiera visto su primera depuradora; y ultima a juzgar por su reacción, salvo alguna que pudiera ver al fotocopiar algún plano durante el corto tiempo que trabajo conmigo.


Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día que hoy solo quería hablar de la inauguración de la ETAP de Campos Góticos (y de lo bonita que nos ha quedado; además parece que funciona por si os lo preguntabais).