lunes, 18 de agosto de 2014

Inauguraciones

El otro día fui a la inauguración de una planta de tratamiento de aguas potables, la ETAP de Medina de Pomar (creía yo), en la que podría decirse que había colaborado, aunque también podría decirse que se trataba de una planta que había diseñado.


Como casi siempre ninguna de las dos cosas es más cierta que la otra: innegablemente había colaborado en el diseño del tratamiento casi hasta poder decir que yo había hecho el diseño, pero solo del proceso y equipamiento, que como es  la parte importante, la que hace que funcione, podría decirse que yo la había diseñado; pero ni yo firmaba el proyecto ni había realizado la totalidad del mismo así que no puedo decir que la hubiera diseñado completamente.

En cualquier caso pensaba que conocía bien la planta y que básicamente iría a disfrutar de verla construida, de los canapés y poco más. Ese era el plan: hacer acto de presencia, comprobar que todo estaba bien, saludar a los conocidos sonriendo tontamente a los políticos, tomar unos canapés y un par de cervezas, pero sin abusar ya que seguramente andarían las fuerzas vivas de la localidad (Aka la Guardia Civil) y puesto que además teníamos pensado volver a tiempo para tomar unas gambas en el chiringuito de la sierra (del que ya os ha hablado otras veces), e incluso pasar por Cercedilla y visitar la que debe de ser ya vuestra librería de referencia pero de la que creo que aún no os he hablado, o no o suficiente.

Yo tenía mis dudas respecto a las posibilidades reales de cumplir este horario, en primer lugar porque no tenía ni idea de donde quedaba Medina (yo trabajo sobre plano sin visitar, casi nunca, el sitio concreto) y sobre todo porque en mi experiencia – que se basaba en las muchas inauguraciones a las que mi padre me llevaba durante los primeros años ochenta, el primer Plan de Saneamiento Integral (PSIM) lo inauguramos juntos prácticamente entero, yo tomando refrescos y devorando los, entonces, tradicionales canapés perfectamente barnizados, y mi padre ejerciendo de presentador técnico de la planta - estas cosas podían alargarse mucho con discursos y presentaciones.

Seguramente, por la ausencia de mi padre como presentador técnico de las instalaciones, que cuando se ponía (y cuando no se ponía, también o incluso más) podía resultar excesivamente didáctico y cuasi eterno; más bien digamos que por la ausencia de un presentador técnico el acto se redujo a lo mínimo imprescindible y nos dio tiempo a cumplir el horario casi en su totalidad, tomándonos las preceptivas gambas pero sin llegar a visitar al librero tarambana, que seguramente andaría echándose la siesta o haciendo la siesta que nunca se sabe, y eso teniendo en cuenta que paramos en otra obra de camino (no por sentirnos como jubilados si no porque también era un proyecto nuestro y pillaba de camino hacia las gambas).

En cualquier caso, como decía, no esperaba que la planta me sorprendiera ya que, como decía, había participado en el diseño; no podían haber cambiado nada significativo sin informarme (pensaba). Y no, no habían cambiado nada significativo salvo que ahora la planta tenía “nombre”: ETAP DE CAMPOS GÓTICOS, ni más ni menos, para haberlo sabido.


Tampoco es que si lo hubiera sabido habría sacado mis (inexistentes) ropajes a lo Cure, ni que me hubiera cardado mi (inexistente) pelo, ni mucho menos me hubiera pintado la raya de (estos si, existentes) ojos. No, nada de eso; tan solo es que es un nombre mucho más elegante que con el que yo tenía archivado este trabajo y me daba pena no haberlo utilizado antes.

La verdad es que lo de las inauguraciones, por muy tonto que sea, me sigue haciendo ilusión  ya que pese a llevar más de veinticuatro años diseñando plantas de tratamiento casi nunca he estado invitado a las inauguraciones de las mismas, de hecho posiblemente en todos estos años es la segunda o tercera vez que iba a participar en la inauguración de algo que había diseñado yo. Inconvenientes de ser “un negro”, o más bien el ultimo eslabón de una cadena muy larga, el ultimo mono (bueno, el penúltimo ya que incluso por debajo de mi hay gente que hace una parte importante del trabajo), en la que pese a ser yo el que hago el trabajo de diseño normalmente es otro el que firma el proyecto, se lleva los laureles y es invitado a las inauguraciones. Es sabido que a los escritores, de autobiografías y otros, no les invitan a las presentaciones de los libros (bueno, a Rafa cuando realizo la autobiografía de Marilyn sí; pero aquello era distinto) sino que va el biografiado o el firmante, que obviamente cuenta lo mucho que le costó escribir el libro que le han escrito.

El caso es que esta vez, estaba invitado porque aún hay gente razonablemente honrada en este mundo, gente que no quiere apuntarse los trabajos de otras personas, aunque los asuma porque para eso les ha dado la confianza de hacerlos, gente que sabe que es lo que ha hecho y que es lo que han hecho otros y como repartir el mérito.

De hecho este es el único motivo por el que en todos estos años he acudido a dos o tres inauguraciones (todas en los últimos años): por Bermejo (José Ramón, para más señas, pero desordenado porque tampoco se trata de que salga esto en cualquier búsqueda) que me ha invitado a las inauguraciones de las plantas en las que he participado con él (también me ha invitado a visitar las obras durante la construcción, pero no siempre he ido a verlas ya que, como sabéis, a mí el campo no me tienta mucho y las obras que yo hago siempre están en el campo). Al resto de obras que se han construido con los proyectos que yo he firmado con, entre otros, los nombres de Atanasio, Luis, Antonio, Carlos, Santiago, e incluso algún Hipólito (no son necesarios los apellidos ya que ellos saben quiénes son y, ya digo, tampoco se trata de salir en cualquier búsqueda) pues no he sido invitado a verlas nunca y menos a la inauguración.

Además, para mi  es una obra especial, no solo por aquello de estar invitado en calidad de proyectista, si no que también me resulta especial por ser una planta de agua potable, ya que yo normalmente me dedico al agua residual, lo que viene siendo la mierda (motivo por el que cada vez que vais al baño contribuís a darme trabajo; queráis o no) y aunque puedan parecer lo mismo son temas muy diferentes. Las plantas de agua potable (llamadas estaciones de tratamiento de agua potable o ETAPs) son mucho más elegantes y limpias que las plantas de aguas residuales (llamadas estaciones depuradoras de aguas residuales, o EDARs; a las que ahora se les quiere cambiar el nombre a ERARs, queriendo significar estaciones regeneradoras de aguas residuales. Tiempos, nomenclatura y diseño).

De hecho creo que incluso mi hermano Rafa podría visitar una ETAP sin tener necesariamente que vomitar a los cinco minutos como le paso una vez, creo que en 1995, cuando en un viaje a Piles tuvimos que parar en la EDAR de Almansa ya que yo tenía que hacer el proyecto de remodelación y necesitaba visitarla. Aunque recuerdo que le ofrecí a Rafa dejarle en un bar y pasar a recogerle después de la visita le pareció una tontería y se empeñó en venir a la visita, creo que incluso le hacía algo de ilusión ya que era una planta que había diseñado y construido nuestro padre y si a mí no me daba asco ¿Por qué se lo iba a dar a él? ¿Es que pensaba que era una nenaza (sin connotaciones machistas, que conste)? De ninguna forma.

Así que nos, ambos, nos reunimos con el operario de la planta y empezamos, por aquello de empezar por el principio, por el pretratamiento, por las rejas que retienen lo más gordo: condones, resto de comida o animales, en fin, todo tipo de mierda; incluso en algunos casos, (no en este, afortunada o desgraciadamente) restos humanos e incluso cadáveres enteros.

Normalmente la visita a las rejas es algo rápido: ves cuantas hay, de qué tamaño, de que paso, como están funcionado y pasas a lo siguiente por lo que aunque sea un poco “sucio” no sueles estar el tiempo suficiente para que te de especial asco. Hay poco que ver (a menos que sepas mirar).

Sin embargo Rafa no tuvo suerte ya que en este caso no funcionaban bien, pero tampoco funcionaban tan mal como para que el operario nos lo dijera. Pero había algo raro en ellas, algo muy raro, que se notaba que el operario sabia pero no quería contar para ver si nos dábamos cuenta (los listos de los ingenieros).Él lo sabía, pero ninguno de los ingenieros que habían estado visitando la planta esos días, a los que él tenía que contarles la planta perdiendo el tiempo de su cigarrillo, de su café o de su merecido descanso, había comentado nada. Esas rejas eran su prueba para ver si sabíamos de que hablábamos, o si, como el suponía y ya había comprobado los días anteriores, los listos de los ingenieros no teníamos ni idea y solo sabíamos de papel, pero no de la realidad y por lo tanto no merecía la pena dedicarnos tiempo ni ser especialmente cordial. Si ni siquiera podíamos ver que las rejas funcionaban mal, es que no teníamos remedio.

Rafa tuvo mala suerte ya que yo me quede mirando atentamente las rejas durante, posiblemente, unos cinco minutos; unos minutos que a Rafa se le hicieron casi infinitos ya que él, en lugar de mirar la reja, estaba mirando la mierda que quedaba retenida en la reja intentando identificar las distintas cosas que quedaban atrapada en la misma. Un error que en poco más de cincuenta segundos ya le había revuelto el estómago hasta el límite del vomito.

El operario tuvo suerte ya que para evitar el vómito Rafa le ofreció un pitillo que por lo menos le permitiría aprovechar el tiempo de la visita para echarse un cigarrillo (en esa época, más civilizada, ofrecer tabaco era un símbolo universal de cordialidad).Increíblemente Rafa también me ofreció (mas probablemente me pidió que ofreciera, aunque no quiero levantar falsos testimonios) por lo que los tres nos pusimos a fumar.

Entonces yo tuve suerte y lo vi, lo vi claro: ya sabía que le pasaba a la reja e incluso sabia porque.

Se lo comente al operario que sorprendido, ya que yo era un joven ingeniero (comparado con los otros listos y mayores, senior creo que los llaman ahora, ingenieros que habían visitado la planta), dio por superada la prueba y cambio totalmente su actitud: ahora si nos enseñaría la planta encantado y comentaríamos los problemas de verdad, eso sí, cuando acabáramos de fumarnos el pitillo contemplando la reja para desgracia de Rafa.

En honor a la verdad diré que Rafa finalmente consiguió no vomitar aunque se disculpó de subir a ver los lechos bacterianos, la parte más interesante aunque con un grave problemas de moscas, larvas e insectos, disculpándose en general de visitar atentamente el resto de la planta mientras , creo, se hizo la firme promesa de no volver a visitar alguna depuradora en toda su vida salvo que le obligaran a punta de pistola y aun así, se lo pensaría.

Una vez visitada la planta, durante todo el viaje hasta Piles e incluso durante las siguientes horas de conversación con mis padres, Rafa no paraba de estar sorprendido, asqueado y horrorizado de los cuarenta minutos o más que  yo me había pasado mirando una reja llena de mierda así como del apestoso e insoportable olor, hedor creo que era la palabra que usaba para referirse al olor, que había tenido que soportar (estoicamente – si ni siquiera había vomitado) y de lo enfermo mental que era su hermano (algo que ya sospechaba) que recorrió el resto de la planta charlando amigablemente con el encargado.

Si bien durante el viaje hasta Piles no consiguió contar con mi comprensión ya que la planta estaba bastante limpia y olía bastante poco para lo esperable si encontró la comprensión de mi madre que se escandalizaba con las descripciones literarias de mi hermano (el escritor), pero no así la de mi padre que sí que recordaba la planta que había diseñado unos veinte años antes y que no creía que pudiera ser especialmente desagradable, ya que de hecho era una planta bastante elegante y limpia y que estaba encantado de que la hubiéramos visitado ambos: el ingeniero y el escritor.

Obviamente mi padre estaba más encantado de que la hubiera visitado el escritor (Rafa) que el ingeniero (yo) ya que para Rafa era la primera, visto lo visto juraba que sería además  la última, mientras que para mí era una más en lo que ahora era mi forma de ganarme la vida, aunque conmigo tuviera más posibilidades de comentar.

Al fin y al cabo yo había estado en mi primera depuradora (al menos la primera que recuerdo: la de Castellón de la Plana) si no me equivoco en el verano de  1979, a la tierna edad de trece años (eran otros tiempos), de camino desde un campamento de la OJE (si, de los fascistas. Era lo que había en esa época, no se podía elegir) a Játiva (Vale, Xátiva que es el que han elegido los socarrats) y desde entonces había visto muchas, ya que mi padre me solía llevar como acompañante/mascota/amuleto casi cada vez que tenía que ir a visitar una (creo que he visto todas las de la comunidad de Madrid) y muchas otras ya que ya llevaba más de cinco años haciendo proyectos de depuradoras (aunque esta era la primera iba a ampliar una que hubiera construido mi padre) pero para Rafa era la primera.

Normal que a mi hermano aquella reja le pareciera sucia – que no estaba muy limpia pero tampoco especialmente sucia (en alguna parte debo tener una foto pero no consigo encontrarla) – y normal que mi padre le diera más importancia a que mi hermano hubiera visto su primera depuradora; y ultima a juzgar por su reacción, salvo alguna que pudiera ver al fotocopiar algún plano durante el corto tiempo que trabajo conmigo.


Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día que hoy solo quería hablar de la inauguración de la ETAP de Campos Góticos (y de lo bonita que nos ha quedado; además parece que funciona por si os lo preguntabais).

martes, 5 de agosto de 2014

Comentario de textos - Julio 2014

El huerfano – Adam Johnson
Ciudad Ocupada – David Peace
Superdolares – Luigi Carletti , Agente Kasper
Candido – Voltaire
Prayer – Philip Kerr
Bosque Frio – Partick McCabe
El tratamiento – Mo Hayder
Alguien dice tu nombre – Luis Garcia Montero
Elvis o la virtud – Frantz Delplanque
El don – Mai Jia

Lo sé, lo sé, a mí también me ha pasado.

Ciertamente, viendo la lista de libros de este mes parece claro que he debido de hacer trampas o bien se me ha ido de las manos lo de la lectura. Supongo que un poco de ambas cosas, pero eso si para ambas cosas tengo excusa (en general, que quede claro, puedo tener excusa para casi cualquier cosa, y si  no la tengo pues la busco y la encuentro).

Respecto a “hacer trampas” en la lista: yo diría que es muy probable que los dos primeros no los leyera este mes si no el mes anterior ya que a mediados-finales del mes pasado estaba prácticamente sin libros cuando con motivo de celebrar el cumpleaños de mi sobrino Rafa (el primero que celebramos con él, aunque ya supere holgadamente los veinte años, y no estuviera muy claro porque teníamos que reunirnos este año para celebrarlo; cosas de la vida) recibí un pedido casi a domicilio – en el restaurante que ahora nos acoge para este tipo de celebraciones familiares – procedente de la librería Fuenfria de Cercedilla (la que ya debe de ser vuestra librería favorita o por lo menos favorita de la sierra de Madrid) y transportado por mi hermano. Además a finales de Junio pase unos días en Piles (que sí, que significa hemorroides en Ingles pero que es un sitio muy agradable) por lo que posiblemente me leería un par de libros allí en esos cuatro días (si no alguno más).

Respecto a que “se me ha ido de las manos” solo puedo decir que aunque tengo algunos trabajos ando últimamente con pocas ganas de hacerlos, lo cual me obliga a ocuparme en otras tareas y puesto que la televisión cada día es peor – cuantas más cadenas menos interesante parece ser el contenido -  pues mi tiempo de lectura aumenta significativamente. SI a esto le sumamos que los días de verano son más largos pues eso, que hay muchas más horas de lectura. Por supuesto también está la explicación b y es que cada día soy menos sociable y más ermitaño lo que hace que disponga de mucho más tiempo que ocupar, todo el que antes dedicaba a actividades sociales (vamos, lo que viene siendo: a tomar copas).

La selección del “servicio casi a domicilio” es siempre algo más limitada que la selección de una librería – tampoco va a ir Rafa en el autobús con una maleta de cartón rellena de libros como si fuera un vendedor de postguerra con todo su muestrario a cuestas (aunque igual esta imagen le está tentando, que siempre ha sido rarito en cuanto a su imagen, bueno y en eso y en otros aspectos, y puede que su próxima visita la realice de esta guisa) –pero siempre es suficiente para abastecerme adecuadamente e incluso para que tenga que volver a cargar con algunos no seleccionados,  a veces simplemente por supervivencia propia (o los carga él o me toca cargar a mí con ellos) y otras (las menos) porque no pasan mis místicos criterios de selección (igual la próxima vez apunto los descartados por aquello de aclarar mi misticismo selector).

Entre los libros preseleccionados estaba Ciudad Ocupada, una selección arriesgada ya que es una “segunda” novela de una trilogía, pero entendible al ser una novela que pasa en Japón (que seguro que ya os he contado que para mí es el último destino exótico – mucho más que el África negra o similares – y que algún día visitare. Peso divago, si eso, ya os lo cuento otro día). Además, cosas de la suerte, yo ya me había leído la primera novela de la trilogía (Tokio Year Zero, o Tokio Año cero, para los que la hayáis leído traducida) de la que, obviamente, no recordaba nada, ni tan siquiera si me había gustado o no pero que dudo hubiera comentado con Rafa. Ya digo: arriesgado pero con suerte. ¿La novela, os preguntáis? Pues no está mal pero la verdad es que tiene un “tufillo” a taller de literatura (donde al parecer, me lo ha explicado Rafa que de esto sabe, no van con monos de mecánico ni con un lápiz en la oreja ajustando sonetos, pese a que esta imagen provenga del propio Rafa) mezclando distintos estilos de narración que si ahora os cuenta una parte este señor, que si luego esta señora, que si ahora ponemos un periódico, que si ahora metemos una poesía. En fin, que no está mal pero si yo fuera el profesor (o director del taller) las notas para sus padres no le garantizarían unas vacaciones sin deberes adicionales.


Elegí El Huerfano, fiándome de los comentarios de Rafa que había leído las primeras cincuenta páginas y le habían gustado. Además de esto, pues pasaba en Corea del Norte (en la mala) lo que siendo un país razonablemente desconocido y que ahora es uno de los “imperios del mal” pues siempre parece prometedor (la de Murakami sobre los coreanos que invaden una Isla de Japón que leí hace poco ya os la he comentado en otra entrada y bueno, los norcoreanos sí parecen bastante tarados). Bien, Rafa tenía razón y las primeras cincuenta páginas, incluso puede que las cien primeras, están bien y resultan entretenidas. Lamentablemente es como si en lugar de un buen filetón tienes que comerte a la fuerza  todo el lomo de una vaca, e incluso de una vaca tejana que como todos sabemos deben de ser mucho más grandes que una ternera gallega o que un buen buey irlandés (yo diría que como cinco veces cualquiera de ellos si se mantiene la relación entre las alitas de pollo del Texas BBQ de NYC y las alitas de un pollo normal). Pues eso, que acabas algo más que saturado y al final ya ni siquiera recuerdas el excelente sabor de los primeros trozos que comiste e incluso, dramatizando, puede empujarte al vegetarianismo (Dios no lo quiera ya que eso os dejara sin algunas opciones laborales como ser portero de discoteca, además de hacer vuestra vida, no solo las comidas, mucho más aburrida).


La verdad es que las historias “basadas en hechos reales” no me suelen interesar demasiado, salvo en el caso de Estrenos TV que sencillamente creo que son educativas y que la eliminación de este tipo de películas de la televisión ha tenido un efecto muy negativo en la formación de los jóvenes de hoy en día, pero las historias de falsificadores y de casi cualquier tipo de timador sí que me suelen interesar. Superdolares reunía ambas características ya que (se supone que) es la historia real de un agente de un cuerpo especial de la policía que investiga la existencia de una instalación de fabricación de dólares falsos pero perfectos, prácticamente auténticos al realizarse con la misma tecnología y los mismos materiales que los originales. Como dicen varios de los personajes “Same-same but different”. Si, podía ser interesante pero también había que tener en cuenta un par de cosas: el cuerpo al que (supuestamente) pertenece este agente especial es de los carabinieri italianos y la verdad es que, sin faltar a la policía italiana, pues, no es el típico cuerpo que acojona o que promete especialmente, aunque esto puede deberse al desconocimiento que yo tengo de los cuerpos especiales o tal vez al secretismo inherente de este tipo de cuerpos (al parecer uno de los cuerpos especiales más “duros” del mundo es la policía montada del Canadá, muy por encima del Mosad, los Navy-Seals o similares, que incluso tiene un tren especial para llevar todo su equipamiento a donde sea necesario); y encima el nombre en clave de este agente (que pese a ser secreto firma el libro) es Agente Kasper (si, como el fantasma risueño dela película pero con una K para darle un toque más agresivo, supongo). Pues eso, un par de cosillas pero de cosillas importantes ¿no?.


La verdad es que si todo fuese inventado el libro habría estado mucho mejor. Corrijo: si todo hubiese sido inventado por un buen autor de Thrillers hubiese estado mucho mejor. Puede que la realidad supere a la ficción en el sentido de que realmente suceden cosas que son muchos más increíbles que las que alguien pueda imaginar, cosas que si pusieras en una novela harían que esta fuera tachada de increíble (por mucho que todo fuera cierto) pero esas cosas hay que saber contarlas, hay que tener lo que unos llaman “ritmo dramático” y también lo que mi padre llamaba “calidad de página”, o cualquier otra cosa igualmente difícil de explicar (Si eso, otro día, os cuento lo que yo creo que mi padre entendía por “calidad de página”, que puede no tener nada que ver con lo que el entendía pero que es un criterio que yo también he adoptado y que resulta muy útil para valorar libros). El caso es que además de una historia, real o ficticia, hay que tener algo, algo más, que ciertamente ninguno de los dos autores tiene por lo que el libro se queda en un apunte de historia sin profundizar en la misma ni en sus personajes.

Uno de esos lugares comunes que a todo el mundo le gustan tanto y que no pueden evitar mencionar como su plan de verano es la relectura de los clásicos, aunque en la mayor parte de los casos más que relectura sería más correcto hablar de lectura ya que el hecho de conocer el título de un libro, el nombre del autor e incluso saber de qué va no hace que cuando te lo leas lo puedas llamar relectura. No, para ser relectura has de habértelo leído antes; si no, no vale como relectura.

En este sentido mi autor clásico en esta compra iba a ser Voltaire y la obra elegida: Cándido. ¿Sería una relectura de los clásicos? Pues, en el momento de la compra no conseguía decidirlo, ¿existía la posibilidad de que yo, con mi enciclopedia incultura, no hubiera leído a Voltaire; incluso de que no hubiera leído Cándido, en concreto? Difícil de creer. Estaba dispuesto a admitir que no lo hubiera leído en francés, algo que hubiera sido raro ya que mi francés se limita a tres o cuatro palabras sueltas, curiosamente casi todas relacionadas con el desayuno u otra comida; pero ¿que yo no hubiera leído a Voltaire, el Cándido de Voltaire? No resultaba creíble. Claro que podría ser, podría ser puesto que siendo el tipo de libro de “sentencias” yo no recordaba ni una sola de las que se reproducían en la contraportada, pero ni una sola de ellas; así que puede que no lo hubiera leído.


En cualquier caso, ya se tratara de una lectura o de una relectura de los clásicos, el hecho de que estuviera traducido por Carlos Pujol (algo a lo que mi hermano daba mucha importancia, pero que para mí no tenía mayor trascendencia, salvo la de que Carlos Pujol es, efectivamente, un escritor que parece genial) era un factor a favor de su adquisición para lectura (o relectura, ya veríamos) pero el factor decisivo es que tenía ilustraciones. Sí, no lo neguemos ¿quién puede resistirse a un libro ilustrado? Y ¿si el ilustrador es el que ilustro la mayoría de los libros de Roald Dahl (Quentin Blake se llama por si os lo estabais preguntando)? No había duda, desde luego con dibujitos no lo había leído. Así que ya podía decir que este verano releería (o leería) a los clásicos que como digo es un objetivo de cualquier “intelectual-hipster-llámalo-X” que se precie; no solo los releería, si no que los releería en una traducción envidiable (lo de los dibujitos no sería necesario mencionarlos, salvo a conocidos, ya que para algunas personas esto le resta seriedad a la relectura de los clásicos).

La verdad es que se trata de un libro muy divertido, pese a estar lleno de sentencias maximalistas,  como esa de “las desgracias particulares engendran el bien general; de modo que cuantas más desgraciadas particulares haya, mejor anda todo” que casi podría resumir la política del partido popular y su triunfalismo en estos años. Hasta más o menos la mitad del libro para mí era una lectura de los clásicos, por lo que mi plan no de relectura de los clásicos no se cumplía. Pero allí estaba, concretamente en la página 82, allí estaba ese grito y salvaje que conocía tan bien, que en tantas borracheras habíamos utilizado como cita clásica para demostrar nuestro nivel intelectual de cara a conquistar mujeres. Si, en ese simbólico número de página, que representa el mejor año (posiblemente y de momento) de mi vida y también una de las mejores cosechas de Rioja estaba mi cita favorita de Voltaire: “¡Comamos Jesuita, comamos Jesuita!”.

Si, se trataba de una relectura de los clásicos en toda regla (salvo, tal vez, por lo de los dibujitos). De hecho, ahora podía comprobarlo, no solo había leído Cándido con anterioridad, si no que había leído otros diez cuentos de Voltaire, en la misma excelente traducción de Pujol y en una colección sesuda con notas a pie de página. Ya podía quitarme la barba sin dejar de ser un hípster (no, no fue este el motivo por el que me la he quitado pero encaja tan bien con la historia que tenía que mencionarlo e incluso asociar ambos hechos).

Con esta relectura acabe los libros procedentes de la librería Fuenfria y decidí acercarme por la Casa del libro a ver si había alguna novela en ingles que me apeteciera, ya sabéis por aquello de no traicionar a mis librerías de referencia, tan pronto en el mes, o incluso por si había alguna novela no-novedad de algún autor que hubiera descubierto había poco gracias a las recomendaciones implícitas, la selección previa, de ambas librerías ya que ninguna de estas dos opciones (idioma extranjero o libro que no es novedad) me paree una traición a mis librerías ya que ellas me surten de novedades o de los clásicos reeditados.

Cuando era pequeño solía desear, e incluso lo decía en voz alta, un daño concreto, habitualmente la muerte, a alguna persona. ¿Quién no ha pensado, o le ha dicho a alguien, “ojala te mueras”, o cualquier otro mal sencillo como “ojala ardas en el infierno por toda la eternidad y un día”? No, ¿vosotros no? Anda mentirosillos, no, si tampoco os habréis reído nunca de las caídas de la gente. Vale, seguir engañándoos.

La verdad es que yo lo deje de hacer un día que pensé, o sentí, y si ahora va y se muere; así, tranquilamente, yo voy, le deseo la muerte y el tipo va y se muere. Joder, eso sería algo increíble y no digo algo increíble en un buen sentido (aunque posiblemente la muerte del tipo de personas a las que yo se la deseaba habría sido un bien para la humanidad); no, creo que si hubiera pasado habría sido increíblemente chungo, eso si habría sido un trauma insuperable, pensar que con desear cosas puedes hacer que pasen. Acojona. Bueno, pues eso, más o menos, pero a través de la oración, es lo que se supone que se plantea en Prayer de Kerr. La idea de la novela – sin ser un spoiler – es: ¿qué pasaría si de verdad el orar realmente funcionara?; si un grupo de personas, devotos cristianos o católicos,  se unieran para orar y pedir por la muerte de los enemigos de la religión y estos empezaran a morir en extrañas circunstancias ¿sería posible que esto hubiera sido por el poder de la oración?; ¿Que tipo de Dios te haría caso en algo así? La verdad es que supongo que tal y como va el mundo es posible pensar que casi cualquier Dios que existiera, al que la gente reza, podría ser de este tipo; o por citar a un personaje de la novela “sometimes I think God is just the devil pretending to be nice”.


La verdad es que Kerr, un escritor que me gusta hasta cunado el libro no le sale bien (si, a todo el mundo le pasa) y que me descubrió Rafa con aquella fascinante Una investigación filosófica, varios años antes de que se hiciera famoso con su serie de Gunther, resuelve la historia con credibilidad, me atrevería a decir con “calidad de página” (sea esto lo que sea). Si bien, con ese toque sobrenatural, no es una novela negra al uso (aunque hay novelas negras sobre “poderes sobrenaturales” que son ciertamente al uso, como las de Charlie Parker de Connolly que, dicho sea de paso, es una de mis series favoritas) tiene frases realmente negras y reflexiones apasionantes como: “I’m just saying that fooling yourself is what being human is all about, right? It’s the Price we pay for having the kind of brain that invents explanations for stuff. I believe in human gullibility and not much else” que a mí al menos me recuerda a aquella conocida cita de “solo creo que hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Del universo no estoy seguro” que creo recordar era de Einstein.

Antes de encontrar esta novela había localizado Bosque Frio, que había cogido sin dudar ya que pensaba que era del escritor de “Oigo Sirenas en la calle”, novela que había leído hace poco y me había gustado bastante, así completaba mi fondo bibliográfico y comprobaba si el que me hubiera gustado era casual o si realmente era un escritor a recordar. Un buen plan, salvo por el detalle de que no se trataba del mismo escritor. No, no lo eran: uno era McCabe y el otro McKinty; nada que ver, bueno al menos los dos son irlandeses y los dos son McAlgo. Tampoco es tan raro confundirlos ¿no?. Tampoco tienen nada que ver ya que si la de McKinty es una novela urbana esta es una novela rural con una complicada historia de la que no puedo contaros mucho sin hacer un spoiler, por lo que solo diré que el que puede ser a recordar es McKinty, no McCabe (aunque este tampoco está mal, pero un poco demasiado “retorcido” para mi gusto).



Normalmente con estos libros habría llegado a final de mes sin problema y sin embargo aún estábamos en la primera quincena de Julio. Ya había sido suministrado por la librería Fuenfria de Cercedilla (esa que cada vez os gusta más, no lo neguéis) e incluso ya había gastado el comodín de la novela extranjera.

Mal íbamos.

Resultaba casi imperiosa la visita a mi librería de referencia, la librería Méndez de la calle Mayor, antes de que se fueran de vacaciones ya que en estos meses veraniegos no hay planes de comidas familiares por lo que se resultaba poco creíble el suministro casi a domicilio desde la lejana (para mí que no piso el campo, no para vosotros que debéis visitarla con frecuencia) Cercedilla.

Mi primera elección fue El Tratamiento y antes de hablar de ella debería hacer dos correcciones a este texto: la primera es que os debo contar que Bosque Frio trata sobre abusos infantiles y la segunda que eso de que he dejado de desear que muera gente es mentira ya que sigo deseando que mueran todos aquellos que abusan de los demás, especialmente los que abusan de niños. Con conozco a ninguno (creo, que nunca se sabe) pero estoy convencido de que si lo conociera no solo desearía matarlo, es posible (solo posible, que quede claro) que podría ser algo más que deseo. Las dos aclaraciones las considero necesarias ya que ambas novelas tratan sobre pederastas y, ya digo, es algo que me molesta mucho. No, no me molesa que las novelas traten el tema, que es algo que creo bueno ya que resulta incomprensible e ininteligible pero desgraciadamente real, si no los pederastas en sí mismos (no solo ellos si no que también los maltratadores de su pareja y en general la gente que abusa de otra) e incluso la continuidad de comportamientos a los que suelen estar asociados y lo difícil que es romper ese circulo vicioso.

En cualquier caso, la novela se lee razonablemente bien, aunque es algo tramposa en algún planteamiento, pero lo que más me ha impactado es saber que existen asociaciones que defienden la pederastia y la pedofilia (legales, quiero decir). Sinceramente no lo entiendo. Aunque puede que haya casos, causas o motivos para revisar la edad de consentimiento (que no se cual es) desde luego el limite me parece necesario y sano y algunas cosas no creo que puedan ser ni planteables por una mente que no esté totalmente enferma.

Ya digo las dos me dejaron mal sabor de boca (por su tema), sabor que no estaba seguro de que me pudiera quitar Alguien dice tu nombre, ya que las novelas escritas por poetas no suelen ser especialmente buenas (zapatero a tus zapatos, que aunque te creas capaz de hacer zapatillas, no es lo tuyo) salvo honrosas excepciones, me viene a la cabeza Javier (Chavi) Azpeitia (aunque creo que no ha publicado poesía yo tengo un incunable que demuestra que es un gran poeta, además de gran escritor). Aunque no esperaba mucho creo que incluso recibí menos de lo que esperaba: una historia de amor en la Granada del franquismo y en el seno de una editorial que me ha dejado completamente indiferente, pero seguro que tiene su público. Para mi olvidable y olvidada.





Aunque no íbamos bien, había que seguir intentándolo y tal vez Elvis o la virtud podía ser la novela excelente y divertida de este mes ya que según la contraportada era “una lectura excelente si te gusta el rock y el humor negro”. A mí me gustan las dos cosas, creo, ya que en ese genérico del rock presenta un grave problema de definición que ya hace sospechosa esa frase. (¿rock? Pues depende de que rock ¿no?; como si solo hubiera uno o todo fuera lo mismo). Para empeorar las cosas es la segunda novela con el mismo personaje y yo no había leído la primera y viendo las referencias que el propio autor hace a esta novela posiblemente no la lea. Pero aquí no terminaban las señales de que podía ser una decepción, no, no lo he dicho pero el autor es francés; acabáramos. Esto no podía traer nada bueno, no podía terminar bien esta lectura, incluso había riesgo de no terminarla. En su descargo dire que es razonablemente entretenida, aunque rozando el absurdo en algunos momentos y que como el propio autor cita de otro autor “Vamos, que no se trata de dotar a un personaje de toda la parafernalia del rock ni hacer que cite letras de grupos punk para que el libro sea eso, rock”.


No, ciertamente no se trata de eso y creo que debería haberse aplicado el cuento, que se dice, porque creo que eso es mas o menos lo que ha hecho y con el resultado esperado.

Las novelas sobre criptógrafos, o sobre secretos (como encubrirlos, descubrirlos y su importancia) siempre me resultan interesantes. Si mi inteligencia hubiera sido mayor y si Caminos no hubiera estado mucho más cerca que la autónoma, que es donde me hubiera tocado estudiar de no escoger una carrera de la Politécnica, es posible que hubiera estudiado exactas (matemáticas dicho en fino) e incluso es probable que hubiera acabado enloquecido por la criptografía o alguna otra  rama de las matemáticas, igualmente criptica. En cierta medida Caminos me salvo de este tipo de locura, aunque hay de tantos tipos que obviamente no me ha salvado de la locura.

Obviamente El don, que trata de un criptógrafo chino, era una elección casi inevitable. La novela en si es entretenida a ratos y otros ratos es ligeramente insoportable y en general se acaba haciendo excesivamente larga (si, gana la parte insoportable). Como en mis últimos años de Caminos estuve trabajando en un sitio que se llamaba el LSI (Laboratorio de Sistemas Inteligentes) teóricamente haciendo temas de inteligencia artificial (la broma tradicional es que como no teníamos natural teníamos que intentar hacernos con algo artificial) pues me quedo con una descripción que hace de los problemas del desarrollo de la inteligencia artificial: “Después de todo, un ordenador no es lo mismo que un cerebro humano. Con las personas basta que un hombre y una mujer se acuesten juntos para crear un nuevo ejemplo de inteligencia humana. Puede haber fallos, claro, como cuando nace una persona con deficiencia mental. En muchos aspectos, la creación de inteligencia artificial podría compararse con la tarea de convertir a un deficiente mental en una persona de inteligencia elevada, algo sumamente difícil”.


Puesto que se acercaban las vacaciones confirme con la librería Méndez  de la calle Mayor que cerrarían hasta el 18 de agosto yo que requería comprar un par de libros más ya que aunque la librería Fuenfria de Cercedilla estará abierta todo el verano – no solo no tenéis excusa y debéis subir a tomar una cervecita, ver el campo y compraros unos libros si no que no me negareis que es un plan excelente– las probabilidades de que yo visite el campo son como las de que no llueva durante la feria del libro: ínfimas.


Pero, si eso, ya os cuento el mes que viene; aunque antes espero contaros otras cosas si consigo el tiempo y venzo la pereza.