miércoles, 12 de octubre de 2016

Comentario de textos - Septiembre 2016

Tengo la sensación de que ha sido un mes bastante raro y lo más curioso es que no tengo mucha idea de porque ha sido tan raro. Supongo, pero es solo un suponer que se ha debido a la tensión creada por varios asuntos relacionados con el Wurlitzer, al fin y al cabo estábamos metidos en unos cuantos temas que se debían de resolver durante este mes de Septiembre.

Por una parte teníamos en marcha una ampliación de aforo que nos había preparado un estudio de arquitectura, (digo lo de estudio por que es como a ellos les gusta denominarse pero para los demás es lo que viene siendo una pandilla de arquitectos. Y no, no añado el calificativo de negados al título de arquitectos, ya que – no solo como ingeniero, si no como ser humano que ha tratado con arquitectos – se, todos sabemos, que, salvo honrosas excepciones añadir este adjetivo no aporta nada ya que va implícito en el titulo), ampliación que después de realizar las obras propuestas por la caterva de negados, el técnico del ayuntamiento, con más razón que un santo, había considerado que no era aceptable, que era casi un “fraude de norma” y la había denegado.

Como consecuencia de esta negativa del ayuntamiento (que habíamos conseguido parar y que no fuera una negativa formal, si no provisional) habíamos preparado, nosotros esta vez, otra solución con un poco más de obra y el técnico tenía que venir a revisar, lo que obviamente creaba una cierta tensión. Si bien, como todos los que me conocéis sabéis, mi vanidad es tal que obviamente no debería preocuparme lo más mínimo que la solución fuera aceptada ya que yo había participado en definirla por lo que, por definición, tenía que estar bien, lo que si me preocupaba es que no cumplía con lo que decían las normas: no cumplía la norma ya que esta norma (escrita por arquitectos) no era interpretada por los arquitectos (ni los de la pandillita ni los del ayuntamiento) conforme a lo que pone si no a lo que al parecer querían haber puesto en la norma y que debido a su incapacidad habían escrito mal pero que afortunadamente todos ellos interpretaban igual de mal (aunque con variantes).

Por otra parte teníamos que resolver un asunto laboral, o por decirlo más claramente: un asunto de chantaje laboral en gran medida respaldado por la ley. Un asunto sobre el que la verdad es que todavía no me apetece extenderme pero que también era una importante fuente de tensión, más incluso que el de la licencia ya que en este caso las opciones no estaban tan claras y todas salvo una opción, una posibilidad remota (pese a ser la que se ajustaba a la realidad) eran malas y esta única opción no dependía de nosotros sí no de la posible interpretación de las posibles mentiras que determinadas personas pudieran contar (corrijo: de las mentiras que esas personas ya iban contando y que, para bien o para mal, incluso algunos conocidos, casi hasta amigos, se estaban creyendo a pies juntillas, e incluso iban repitiendo. No, no daré nombres porque ¿para qué? Ellos saben quiénes son, yo sé quiénes son algunos y los demás casi seguro que también).

El caso es que fue un principio de mes, con cierta tensión y con muy pocas lecturas ya que me faltaban las ganas de acercarme a mis librerías de referencia pese a que tras el verano no me quedaba nada que leer y no fue hasta que no a la vuelta de un viaje decidí pasarme por la librería del Circulo de Bellas Artes que casi me pillaba de camino desde Atocha a casa y me compre dos libros para saciar mi necesidad lectora.

La primera elección era bastante obvia ya que se trataba de Por la mañana me habré ido, cuyo autor ya conocía (incluso lo recordaba), policiaca y en la Irlanda del norte de los ochenta, que más se podía añadir. La novela es bastante buena y sin embargo no es tan buena, o a mí no me ha gustado tanto, como la anterior que leí de McKinty. ¿Por qué? Bueno, diría que en la primera la presencia del IRA, y de la violencia asociada, era algo más cotidiano con lo que los protagonistas convivían y sin embargo en esta el IRA esta en cierta medida más presente a través de distintos personajes lo que le quita esa cotidianeidad que le daba un cierto toque; y por otra parte hace un homenaje a esos casos de habitación cerrada de la literatura policiaca centrándose en exceso en la resolución de ese caso. Pero tal vez estos sean factores para que a algunos os guste más, os parezca más una novela policiaca o la disfrutéis ya que, sin duda, yo diría que es una buena novela y un autor a seguir (de momento, por lo menos). Eso sí, creo que la traducción debería estar un poco más trabajada porque si bien es cierto que la palabra que (posiblemente) usa en el original para describir una determinada zona de la ciudad, caracterizada “con sus hileras de casa grises, sus pilluelos callejeros, sus hogueras, sus coches quemados, sus incitantes dibujos de AK-47 en cada muro” pueda traducirse literalmente por urbanización, nadie en España entenderá esa zona como una urbanización si no como un suburbio, una barriada o algo similar. Pero vamos, que esto no pasa de ser una anécdota.

La segunda elección también respondía al mismo criterio de conocer al autor y de hacer una compra de supervivencia (algo muy distinto a una compra por placer como las que hago en mis librerías de referencia o en las librerías que me gustan que no es el caso de la del Circulo) ya que era la segunda parte de House of Cards: Jaque al Rey. Simplificando mucho podría decirse que es más de lo mismo, intrigas políticas en Inglaterra, con el mismo personaje central que la anterior pero que esta vez está decidido a derrocar la monarquía ya que ya ha llegado a ser primer ministro derrocando al anterior con sus intrigas. Lo más interesante es que esta vez cuenta con el apoyo de un personaje femenino especialista en la realización de encuestas de opinión lo que le permite explicar como en muchos casos las encuestas de opinión no intentan conocer la opinión si no formarla mediante la selección dela pregunta sobre la que se hace la encuesta o incluso el momento de realización de la misma. Que el autor es un buen observador de la realidad queda patente en muchas afirmaciones que hace a lo largo de la novela como cuanto explica el amor de algunos tipos de personas por el campo y su contenido animal: “los tipos nacidos y criados en bloques de hormigón y rodeados por farolas rotas y coches destrozados tendían a sentir cierta ingenua empatía con el campo y los seres que vivieran en él”. Me encanta lo de ingenua empatía. Es una buena novela pero yo he echado de menos las frases que en la anterior habrían cada capítulo y que eran ciertamente excelentes.

La verdad es que con solo estas dos novelas, me había plantado casi en el día veinte de septiembre y ya estaba pensando en un viaje que tenía que hacer a Nueva Orleans para un congreso y que me tenía un poco tenso. No solo por el hecho de ir solo y tener que pasarme todo el día hablando en ingles en distintas reuniones sí no que además tanto a la ida como a la vuelta tenía que hacer escala (lo que viene siendo hacer transbordo en otros medios de transporte como el metro) y cambiar de avión que es algo que me molesta bastante porque siempre creo que voy a perder la conexión (por mucho tiempo que tenga) y que me acabare quedando atrapado en el aeropuerto, completamente perdido y, ya digo: solo. Por supuesto que nunca me ha pasado nada parecido y siempre he hecho las conexiones de vuelos sin ningún problema,  pero es algo a lo que no consigo acostumbrarme a cambiar de avión y cada vez – con todas las malditas e inútiles medidas de seguridad – me crea más tensión.

Me habría gustado llegar al viaje con algún libro, ya que a diferencia de otros aeropuertos en el de Madrid no hay una buena librería (solo hay un puesto de venta de prensa con algún libro) en la que entretenerse un rato mirando libros para acabar comprándose uno bueno.

La selección estaba muy limitada, poco más que libros de autoayuda, de gestión de empresas o de comunicación, unos pocas novedades editoriales que uno tiene que estar muy desesperado para considerar interesante y algunos best-sellers. La decisión estaba clara y elegí El Murciélago, de un autor del que ya había leído alguna novela y no me había parecido ni bueno ni malo; normalito, entretenido para una lectura en un par de aviones. Como no tenía especiales esperanzas pues no me defraudo y cumplió su cometido con cierto acierto. Se trata de una historia entretenida en la que tal vez lo más curioso sea ese de ver a un escandinavo manejándose por Australia investigando uno o más crímenes. Como no me apetecía hacer el psicópata en el avión sacando mi cuaderno para escribir alguna frase o alguna idea del libro ahora me encuentro con el problema de que soy incapaz de localizar algunas cosas que me llamaron la atención (como el significado de los murciélagos para los aborígenes) así que poco puedo añadir salvo que no me ha dejado un recuerdo especial.

Como alguno habréis supuesto mi plan era pasear por Nueva Orleans – además de acudir a unas cuantas reuniones que tenía y que eran por las que me pagaban el viaje – buscando lo de siempre: librerías, tiendas de discos, tiendas de ropas, curiosidades; además de por supuesto tomarme unas cervecitas y disfrutar de la ciudad. Obviamente suponía que Nueva Orleans tendría buenas librerías por lo que no andaba preocupado por no tener nada que leer (salvo terminar el libro que había comprado en el aeropuerto); lamentablemente o no lo es o yo conseguí esquivarlas todas (esta es una habilidad que curiosamente tengo: la de esquivar cualquier cosa que esté buscando en una ciudad. Soy tan hábil que puedo recorrer veinte manzanas de NYC sin encontrar un StarBucks o similar).

Pese a que la feria y sus actividades sociales me tenían bastante entretenido por el día desde un ahora bastante temprana al segundo día ya andaba un poco desesperado por localizar una buena librería. El tercer día, domingo, estaba pensando en asaltar una Little Free Library y llevarme prestado uno o más libros sin dejar ninguno, como si fuera un atentico español (bueno, no del todo autentico porque para un auténtico español cogería todos los libros sin tener ninguna intención de leerlos – solo porque estaban allí – y yo quería leer alguno) pero me contuve pensando en que no era la mejor forma de participar en este proyecto (algo que tengo intención – ya veremos en que queda - hacer en Piles el próximo verano instalando mi pequeña librería gratuita).


Como no robe ninguno y tampoco encontré ninguna librería interesante acabe llegando al aeropuerto de Atlanta – para hacer transbordo hacia Madrid – sin nada que leer (una vez más) pero llegue confiado de que era un aeropuerto importante en el que seguro que había una buena librería o por lo menos un puesto de Hudson News bien equipado en el que abastecerme además de chucherías para el viaje (y para Alicia) de algún libro.

Así fue como acabe seleccionando The Drifter para leer durante el vuelo de vuelta a Madrid, en gran medida porque lo recomendaba Baldacci al que le sigo teniendo respeto como escritor de Thrillers, si bien cada vez le tengo menos como crítico y del que casi me empieza a parecer que añade una frase del tipo “lo mejor que has leído” a algunos libros solo para que los suyos parezcan mejores en comparación. A ver, el libro es entretenido (lo cual es muy bueno, o casi ideal para leer en un avión) pero la historia es demasiado previsible con eso de que el héroe vuelva para ayudar a la viuda de un amigo del ejército, que obviamente tiene un hijo, pero se encuentra con unos cuantos negocios cuando menos discutibles (por no hacer spoilers) y tiene que intervenir y solucionarlo todo pese a estar todo el mundo en su contra. En fin, la típica historia que da para poco más que un western de Sergio Leone. Pero si hasta hay un perro fiel a su antiguo dueño que acaba teniendo un papel significativo. Posiblemente tenga alguna cosa buena pero tampoco quería hace el psicópata tomando notas en el viaje de vuelta, aunque ahora mismo no recuerdo ninguna. Con todo se deja leer pero para mí no es una serie a seguir (si, se adivina que a poco éxito que tenga esto dará lugar a una serie).

Nada más volver y para terminar el mes lo único que quedaba era celebrar el aniversario, el décimo del Wurlitzer, y por si os lo estabais preguntando con todos los asuntos arreglados: con el aforo ampliado hasta un nivel que parece increíble y que esperamos por una parte esperamos no tener que usar pero por otra esperamos que nos sea necesario muchos días, sobre todo en muchos conciertos; y con el tema del chantaje zanjado y camino del olvido.

Escribo esto a día doce de octubre y he de confesar que de momento solo me he leído un libro este mes  por lo que parece que también será un mes tranquilo en cuanto a lecturas aunque ya veremos que en un par de días me marcho a NYC y McNally Jackson me estará esperando con novedades, clásicos y otros libros tentadores para el otoño invierno (o eso espero; eso y encontrar alguna librería nueva tentadora que sustituya a las que han ido cerrando estos años). Ya os contare, ahora solo decía esto por daros un poco de envidia.


Por la mañana me habré ido – Adrian McKinty
Jaque al Rey – Michael Dobbs
El Murciélago – Jo Nesbo

The Drifter – Nicholas Petrie