domingo, 26 de febrero de 2017

La Gran Huelga (1986)

Hace algunos meses, cuando surgió la oportunidad de donar parte de mi librería a los ancianitos de Castilla León, empecé a escribir una revisión de los libros que había decidido conservar que podría servir como una lista de mis novelas favoritas (vale, no serviría para eso de ninguna forma pero como alguien me había pedido una lista de mis novelas favoritas y el estado actual de mi memoria me impedía hacerlo, pues tendría que valer).

Escribí lo que se suponía sería una primera parte, llegando con un gran esfuerzo hasta la letra G, no entera pero lo suficiente para hablar del gran Goldman, William; y también tome algunas notas  para poder seguir sin tener que volver a desmontar toda la librería (tarea que no resulta previsible que vuelva a llevar a cabo en muchos años). Por supuesto y gracias a Bermejo también tenía una lista de los libros donados a los ancianitos de Castilla y León  y que seguramente también mereciera algún comentario.

Esta continuación, o continuaciones,  están todavía a la espera pero no os preocupéis, no es hoy cuando voy a continuarla. No, no va  a ser hoy el día que os aburra con esto. Ya, si eso, seguiré otro día con la revisión de mi librería y de la de los ancianitos.

Precisamente por aquellos fechas, un poco después y puede que impulsado por el orden alfabético de mis libros, y en gran medida por tener de nuevo un tocadiscos, decidí ponerme a oír metódicamente la colección de discos de Álvaro (que más o menos esta ordenada alfabéticamente) ya que además de apetecerme oír discos que no había oído en mucho tiempo, discos que yo no tengo porque en su día no tenía dinero para comprármelos y cuando tuve el dinero pues ya tenía otras cosas en la cabeza, me apetecía volver a oír esos discos que yo nunca me hubiera comprado e incluso muchos que ni siquiera había oído nunca.

Mi idea era combinar la escucha de estos discos con la revisión de mi librería en próximas entradas del blog, ya que pensaba que podía quedar más divertido hablar de discos y de libros a la vez, e incluso, quien sabe, tal vez hasta incluir algún video (si soy capaz) para entretener y capturar algún lector despistado, o por lo menos para cabrear a mi hermano mayor al que la música (salvo contadas cosas de las que seguro que no hay video) le pone sumamente nervioso y que como todos los que tenéis hermanos mayores sabéis es una de las pocas obligaciones de los hermanos menores: cabrear y poner nerviosos a los hermanos mayores (a los nuestros y a los ajenos).

Claro que existía un grave problema de coordinación ya que no solo Álvaro ha conseguido una colección de discos (perdón: una discografía, que Álvaro no es coleccionista de discos, ni mucho menos supersticioso ya que eso da mala suerte. Lo de ser supersticioso, no lo de coleccionar discos, digo) que daría envidia a más de un buen coleccionista (o a casi cualquier aficionado; a mí me la da) si no que yo ya había escrito sobre mi librería, llegando hasta la G, antes de “ponerme” en serio a escuchar los discos de Álvaro (digo en serio porque ya iba por la D, en discos, cuando se me ocurrió la idea y pensé en ir tomando notas para esas entradas del blog, por lo que de esas letras ni siquiera recuerdo lo que he escuchado y tendré que volver a empezar cuando acabe). Así que, no, hoy tampoco voy a ponerme a escribir sobre discos, por lo que tampoco me voy a poner a escribir sobre ambas cosas.

¿Qué por qué os cuento sobre que no voy a escribir, en lugar de ponerme a escribir sobre algo? Una gran pregunta, incluso diría “me encanta que me hagas esta pregunta” que decían antes en todas las entrevistas (junto con aquello de “este marco incomparable” para referirse a casi cualquier sitio, incluida Murcia) y cuya variación “una pregunta muy interesante” es la forma actual y estándar de empezar a responder a cualquier pregunta en casi todos los seminarios y congresos justo antes de empezar a no responder a lo que te han preguntado por parte de todos los que han leído libros sobre “cómo comunicar de una manera efectiva” o de cosas similares comprados en las tiendas de los aeropuertos y estaciones de alta velocidad.

Supongo que la respuesta es que nunca tengo claro cómo empezar a contar algo, de hecho la mayor parte de las veces que me siento a escribir este blog ni siquiera tengo claro que historia es la que quiero contar ¿Cómo para saber dónde empieza una historia y termina otra? y supongo que en gran medida es por ello por lo que escribo menos de lo que a mí me apetecería (ya que estamos diré que otro problema al que casi siempre me tengo que enfrentar es ese de que – casi – ninguna historia nos pertenece completamente y aunque tu tengas ganas de contarla pues puede que otros de los protagonistas no tengan interés porque se cuente la historia, o una parte de esa historia).

En cualquier caso, oyendo los discos de Álvaro llegue hasta unos que pensaba que me haría mucha ilusión oír, estaba convencido que todavía me gustarían lo mismo que me gustaron en su día y  que, en cierta medida, han sido parte de la banda sonora de una época de mi vida pero que no había vuelto a oír desde entonces (con entonces me refiero a 1985-86), es decir canciones que probablemente no había oído en los últimos treinta años pero de las que tenía un buen recuerdo, o bastantes buenos recuerdos.

Algunos de estos recuerdos ya los comente en otra entrada de este blog, hace varios años, cuando hable del concierto por el que se terminaron los conciertos de la Escuela (la de Caminos, Canales y Puertos, digo) ya que hablo del disco del primer disco de  Kortatu (bueno, venga para los puristas y porque en este primer disco no está mi tema favorito del grupo, Mierda de ciudad, aclarare que hablo del primer LP, que técnicamente no fue su primer disco ya que antes sacaron “El disco de los cuatro”, que era un disco compartido con otras tres bandas incluso más reivindicativas).

Al oír ahora este primer disco – y otros dos de Kortatu que tiene Álvaro – me sorprende lo malos que eran, posiblemente no como músicos que en eso me niego a entrar, si no lo malos que eran musicalmente (ahora habiendo oído los originales de casi todas las canciones que entonces me sorprendieron, me doy cuenta de que no aportaban nada especialmente). Si los hubiera oído tan solo unos pocos años después (como he oído a sus grupos continuación tipo Negu Gorriak) me habrían parecido una autentica basura y no me habrían interesado lo mas mínimo; cosas de la edad supongo, aunque como Mierda de ciudad no está en estos discos pues me queda el consuelo de que tal vez esta versión si supere al original (por lo menos en mi recuerdo; aunque estoy seguro de que no).

También, aunque esto ya me lo parecía entonces, me resulta muy sorprendente la indiferencia que sus pretensiones políticas tenían en nosotros (parte de la juventud de aquellos años ochenta) y en cómo nos resultaba completamente indiferente que cantaran en euskera o que incluso cantaran a la fuga de dos presos etarras (si, de eso va Sarri, Sarri) para nosotros era música divertida que te hacia saltar (el Ska tiene esta característica, incluso cuando no es especialmente bueno) y buscar otra cerveza para seguir la fiesta ya que sin cerveza no hay fiesta. Nos lo tomábamos con la misma indiferencia con la que nos tomábamos a Gabinete cantando “Como perdimos Berlin” difrazados de Nazis o a Glutamato cantando cualquier barbaridad. Tan cansados estábamos de las reivindicaciones políticas de nuestros hermanos mayores que nos eran indiferentes las de nuestros hermanos pequeños, o de nuestros coetáneos más atrasados (o retrasado). A nosotros solo nos importaba la música y las letras de amor y paz.

El caso es que oír este disco me hizo acordarme de aquel concierto una vez más y también, porque hacía poco, relativamente, me habían pasado unas fotos, de la “Gran Huelga” de los estudiantes de ingeniería: la huelga por la ley de atribuciones.

Así de combativos éramos todos en aquellos años: Kortatu celebraba la fuga de dos presos etarras y reivindicaba el euskera y el independentismo vasco, mientras que los ingenieros de España se levantaban en huelga frente a la injusticia de perder atribuciones profesionales para cedérselas a los arquitectos, digo a los diseñadores de interiores, y mientras tanto los miembros de Culturales alquilábamos tres Land-Rover para irnos a recorrer Galicia mientras durara la huelga de nuestros compañeros o nos durara el dinero que habíamos ganado vendiendo varias veces (por lo menos tres según las fuentes más fidedignas) el aforo del salón de actos de Caminos a los reivindicativos punkis.

Si, cada colectivo tenía sus prioridades muy claras en aquellos días por lo que justo cuando se iniciaba la huelga de atribuciones y con la verja de caminos todavía sin arreglar (salvo por un poco de cinta americana para intentar disimular que estaba completamente destrozada) los intrépidos ingenieros del futuro nos embarcábamos rumbo a Galicia y sin intención de volver hasta que no se resolvieran los problema que dejábamos atrás.

En principio – por aquello de no parecer esquiroles, por lo de abandonar la huelga, y por no parecer capitalistas en ciernes, por lo de ir a gastarnos los dineros ganados con el sudor de los músicos – decidimos disfrazar aquella escapada como un viaje de estudios (de hecho conseguimos que diferentes organismos nos ofrecieran alojamiento, e incluso alguna empresa una comida digna, por ser los ingenieros del futuro). Además tras lo de la rotura de la verja de la escuela y de otras zonas de la misma nos vimos obligados a plantear el viaje como una actuación urgente, lo que hizo que no todos pudiéramos abandonar Madrid en el mismo momento y nos valió para dejar una representación de culturales en los actos huelguistas en los que era necesaria nuestra presencia y puede que incluso les encargáramos que se enfrentaran a la (justa) ira del cuerpo docente de la Escuela.

Aquí podéis ver al primer contingente de Culturales preparándose para la huida, entre los que los más avispados, o los mejor informados podréis reconocer a algunos directores generales de constructoras responsables de la construcción de las principales infraestructuras de esa España nuestra, claro que también podéis ver a algún infiltrado que no conseguiría terminar la carrera y a algunos que no hemos llegado a nada especial y que por lo tanto seguimos siendo unos irresponsables (y no, no me refiero al campeón de Tango de España, al que algunos habréis reconocido. Que ser campeón de Tango es un logro más importante de lo que, en un principio, os pueda parecer).


Como ya os he dicho se trataba de un viaje que no tenía fecha de vuelta ya que nuestra idea era mantenernos lejos de Madrid, de la escuela, hasta que hubiera acabado la huelga, se nos hubiera acabado el dinero y/o la dirección de la escuela se hubiera olvidado de nosotros y de los pequeños incidentes que habían ocurrido en la escuela.

En cuanto acabara la huelga tendríamos que volver corriendo – bueno, a la velocidad que los Land-Rover permitían con todos dentro; que no era tanta – ya que en ese momento se renovarían las clases y lo que podía ser peor los exámenes, así que todas las mañanas llamábamos a los compañeros y compañeras (si, por increíble que parezca había dos o tres compañeras) que habíamos dejado de reten en Madrid para que nos informaran si se había acabo la huelga o no. Si no se había acabado, era el momento de decidir el siguiente destino del día, hacer una cuantas llamadas para intentar que algún estamento oficial nos diría alojamiento a todos o a los que pudiera acoger dejándoles claro que éramos los ingenieros del futuro en viaje de prácticas. Si eso fallaba era el momento de tirar de amigos y conocidos de la zona que nos dejaran parte de su salón, de sus casas de vacaciones o de lo que fuera para que por lo menos algunos pudieran dormir fuera del Land-Rover ya que tampoco se trataba de gastar el dinero que tantos esfuerzos y disgustos nos había costado ganar en algo tan poco productivo como alojamiento. Aunque no os lo creáis, ya que el 86 no fue un año muy seco en Galicia, la verdad es que nosotros teníamos mucha sed casi todo el día, por no hablar de las noches y necesitábamos ese dinero por meras razones de supervivencia y para poder seguir bailando los temas de Kortatu, e incluso de vez en cuando, a mas altas horas de la noche, algún tema de Esplendor Geométrico (si, concretamente Necrosis en la Poya, que no es un tema fácil de bailar sin apoyo químico o sin una cantidad ingente de alcohol) como puede verse en la figura 2.


La verdad es que me gustaría deciros donde estuvimos pero, por cosas de la edad, tengo recuerdos bastante difusos de aquel viaje, y ya me supone un esfuerzo aseguraros que la Comunidad Autónoma que visitamos primero fue Galicia. Me suena que dormimos en la Comandancia de Marina de Marin, casi seguro que visitamos Santiago y juraría que estuvimos en la Isla de La Toja recorriendo edificios medio abandonados en los que algunos futuros ingenieros se dieron al robo de objetos, o a la recuperación de objetos abandonados según sus propias palabras, que luego había que encajar en los ya bastante llenos Land-Rover, y por supuesto estuvimos en Vigo donde nos detuvo durante un rato la Guardia Civil, a altas hora de la noche o puede que fuera a primera horas del día, para dejarnos marchar cuando conseguimos convencerles de que ya nos íbamos a “la cama” (sin aclararles que nos referíamos a un bar que había en un pueblo cercano, o que por lo menos así nos habían jurado los expertos en Siniestro Total de la zona).

Si no fuera por esas cosas de la edad podría contaros muchas más cosas ya que por algún motivo hace unos años tuvimos una reunión post-viaje (puede que fuera para celebrar que finalmente se había cumplido el plazo de prescripción de todos, o de gran parte, de los delitos que hubiéramos podido cometer durante aquellos días) y estoy casi seguro de que los que tenían tendencia a estar serenos (casualmente diría que fueron los que no llegaron a ser ingenieros y aquellos otros que nunca llegaron a ejercer de ingenieros; si no de gestores y cosas así) nos ilustraron a los demás con anécdotas y comportamientos, cuando menos, confusos de aquel viaje protagonizadas por aquellos que si conseguimos convertirnos en los ingenieros del futuro (ya del pasado). Pero igual no les preste la debida atención a sus anécdotas, porque al fin y al cabo el pasado no me interesa demasiado, o tal vez porque, como ingeniero, soy muy corporativista y pensaba: vete tú a saber que hay de verdad en todas estas anécdotas que cuentan estos no ingenieros y cuanto hay ficción, que los gestores son muy aficionados a las ficciones ajenas y ya me diréis cuáles de esos os parecen personas fiables.


Tampoco puedo aclararos cuanto duro aquel viaje, ya que por una parte hay pocos registros de la Gran Huelga (seguramente silenciada por los poderes facticos del momento o por los decoradores de interiores) y por otra porque yo abandone aquel viaje a la primera ocasión que surgió, mucho antes de que se acabara el viajes.

Si, abandone aquel viaje con mentiras de todo tipo – creo que llegue a matar a algún familiar razonablemente cercano – y me subí en el primer tren a Madrid que pude encontrar en cuanto nos acercamos a una estación de ferrocarril a recoger a parte del grupo que se había quedado a vigilar el desarrollo de la Gran Huelga ya que por muy divertido que estuviera siendo el viaje yo tenía que volver a Madrid, tenía que volver con urgencia para abrazar a Lourdes, para volver a besarla, porque desde la primera vez que la bese, o que ella me beso, o que nos besamos, en la nochevieja de 1985 en las escaleras de la calle Lérida, eso era lo único que de verdad me importaba y me hacía feliz. Malditas canciones pop que han formado mi carácter. Debería haber oído más Rock radical vasco o más Ska, o más Punk, o más cualquier otra cosa, pero entonces ya era tarde, yo ya la echaba de menos. Afortunadamente, añado; y aun la echo de menos aunque ya no haya a donde volver.


viernes, 10 de febrero de 2017

Comentario de textos - Enero 2017

Como novato en esto de escribir me sigue resultando muy curioso cómo la gente interpreta lo que escribo y encuentra cosas entre líneas que no tengo ninguna conciencia de haber dicho. Ya, ya sé que no debería resultarme curioso, si al fin y al cabo esto mismo pasa  prácticamente con cualquier conversación, como no iba a suceder algo parecido, pero ampliado, en este monologo que es lo de escribir y más aún lo de que te lean sin poder ver las caras que ponen al hacerlo (excepción hecha de mi hermana L a la que obligo a leer esto que escribo delante mío para contabilizar sus risas… que cada vez son más escasas, todo sea dicho).

En cualquier caso cuando escribía mi último comentario de textos no estaba tan agobiado como algunos lectores han interpretado, aunque si es cierto que este es el primer mes en los últimos ene años en el que por fin tenía el suficiente trabajo para justificar el sueldo que me pago y claro después de tanto tiempo perdiendo el tiempo uno no sabe cómo va a reaccionar, uno (por lo menos uno como yo) siempre tiene dudas de su capacidad y de no ser lo suficientemente listo, lo suficientemente competente, lo suficientemente llámalo-x para estar seguro de que puede enfrentarse a lo que le viene por delante. Ya, ya sé que muchas veces transmito esa odiosa seguridad de ser el más listo, el más competente y el mas llámalo-x del mundo pero también es verdad que es una opinión compartida que no lo soy, de hecho creo que es una opinión generalizada que todos son más listos, más competentes, mas llámalo-x que yo y que si ellos estuvieran en mi lugar todo funcionaria mejor porque ellos saben cómo hacerlo todo mucho mejor, más competentemente, mas llámalo-x que lo que yo lo hago. Pero no me lo tomo como algo personal ya que creo que piensan eso de forma generalizada sobre todo el mundo, aunque la realidad parezca empeñarse en no darles la razón.

En fin, el caso es que sí que he tenido trabajo este mes y como además era un trabajo que no era de mis favoritos pues, sin llegar a estar agobiado ni preocupado, y como hace años que no trabajo en serio (desde mi derrame y el principio de la crisis) pues no tenía mis capacidades demasiado claras y me faltaba un poco de esa seguridad que da la práctica cotidiana de una actividad (vamos, lo mismo que me pasa con eso de ligar). Pero todo ha ido bastante mejor de lo que esperaba, no había perdido tantas facultades y prácticamente me ha dado tiempo a realizar un trabajo decente (no, excelente que yo no soy de esos) e incluso a perder algo de tiempo con otros asuntos que tampoco podían esperar, a procrastinar y a ver algunas series de televisión (en verdad de Netflix, más que de televisión, ya que desde las navidades soy poseedor de un cacharrin que no sé cómo se llama y tengo en préstamo una Tablet, o como se llame).

Lo que he hecho poco, supongo que en parte porque ya había avisado y no quería quedar mal y en gran parte porque se empezaban a agotar mis reservas de libros ha sido leer, sobretodo en la parte final de enero y en el principio de febrero (como se verá más claro el próximo mes) y aunque no estrictamente relacionado retrasarme con este blog y con mi otro proyecto de escritura (ese famoso libro técnico que no acaba de avanzar. Bueno realmente yo he avanzado mucho en una mitad: la que he subcontratado a Leticia, aunque ni ella ni yo hemos avanzado casi nada con nuestras mitades). Pero algo hemos leído y aunque sea más tarde de lo habitual vamos con esos comentarios de textos.

Aunque podría haber empezado el año leyendo el par de libros que me han regalado por navidad la verdad es que lo empecé leyendo Eileen, o tal vez es que ya lo estaba leyendo en diciembre y aun no me lo había acabado. Vete tu a saber, mi memoria no llega a tanto y mis notas (que tomo en una libretilla, tipo Moleskine, del Maceratta Musei que me regalo hace tiempo mi hermana Maite) no lo aclaran. Ni siquiera mis notas me aclaran si me gusto la novela o no, lo que conociéndome quiere decir que no me gusto especialmente aunque tuviera cosas lo suficientemente buenas como para apuntarlas. Entre ellas esta esa aversión que una de las protagonistas siente (y que yo comparto totalmente) por los perfumes que, con mucho acierto, le hace clasificar a las personas que los llevan como “These highly scented people are not to be trusted. They are predators. They are like the dogs who roll around in one another’s feces. It’s very disturbing”. Tambien tiene esa diferenciación entre hombres y mujeres en función de su capacidad de aguante: que le lleva a decir “A grown woman is like a coyote – she can get by on very Little. Men are more like house cats. Leave them alone for too long and they’ll die of sadness” Incluso tiene esa parte de chorrada cultural que siempre resulta divertida que en este caso es el moto de Pall-Mall, en el que pese a ser la marca que fumaba mi madre durante muchos años (antes de pasarse al tabaco light) yo nunca me había fijado pero que dice “Per aspera ad astra” que (supongo) puede traducirse como “por el sendero áspero, a las estrellas” o incluso mas libremente como “a través del esfuerzo, el triunfo” que obviamente refleja perfectamente la iniciación en este rito de fumar que al principio cuesta pero que si persistes es verdaderamente satisfactorio. Además gracias a la Wikipedia parece que esta frase, que me ha encantado, inspiro un pasaje de la Regla de San Benito (algo que pese a mi nombre, gracias a mi cultura enciclopédica, ni sabía que existía ).

Supongo que si pese a estas cosas no tengo un recuerdo claro de la novela es que no debió de gustarme mucho, o tal vez es que simplemente que mi memoria, mi capacidad de retener cosas nuevas especialmente, cada día está peor. No sé qué habrá sido.

Aunque se trata de un libro de cuentos, que por lo tanto puedes dejarlo y retomarlo con facilidad (creo que los libros de cuentos no deben de leerse seguidos, si no por trozos e incluso si son lo suficientemente cortos uno debe de leerlos en el baño, o por lo menos tener siempre uno ,o más de uno, en el baño) como ya lo tenía empezado pues seguí con Make something Up. Stories you Can’t Unread que en cierta medida me ha servido para reconciliarme con el autor que en sus últimas novelas flojeaba bastante. La verdad es que tiene historias bastante graciosas: en una se pone de moda entre la juventud lobotomizarse; en otra uno se ha creído eso de que la risa cura todas las enfermedades y va a visitar a su padre enfermo de cáncer para contarle chistes  a ver si se cura; en otro tres de los más listos de la clase hartos de que los más fuertes de la clase abusen de ellos deciden repetir curso las veces necesarias para ser los más fuertes de la misma y que no abusen de ellos; en otra se descubre que prácticamente todos los pacientes de una clínica que tiene un método para curar la homosexualidad son jóvenes heterosexuales que están engañando a sus padres para que una vez curados les regalen lo que quieran y en el que uno de los que si son homosexuales ante la pregunta de si no le da miedo ir al infierno por ser homosexual responde tranquilamente y con más razón que un santo (que digo que un santo, con más razón que el propio San Benito): “My idea of Hell would be going to Heaven and being forced to pretend I’m like you for the rest of eternity”. Pues eso, historias divertidas y bien contadas (por lo  menos algunas de ellas).

Creo que es sabido por casi todo el mundo que conoce mis gustos sobre libros que salvo contadas excepciones (contadas incluso con los dedos de la mano izquierda de un dinamitero jubilado y zurdo) no soy especialmente partidario de las biografías ni en general de las historias basadas en casos reales, que yo prefiero que todo sea inventado, que la historia sea falsa, así que me sentí bastante sorprendido cuando por navidad me regalaron dos biografías. Ni con mucho es el peor regalo que me ha hecho mi familia, que un año, vete tú a saber si por olvido de mi cumpleaños o por que otra razón solo me regalo una manzana y ni siquiera me la regalaron envuelta, ni estaba recubierta de caramelo ni nada. No, una manzana, tal cual, cogida imagino del frutero de casa directamente. Un año, que no olvido aunque no recuerde, ese fue todo mi regalo de cumpleaños: una manzana. Así que supongo que han debido de mejorar mucho nuestras relaciones familiares en estos años ya que además de los libros tuve otros regalos y ¿Qué, si se trataba de biografías?. Detalles, nimiedades, “odds and ends” que solía cantar el ya premio nobel con The Band.

Cash, man in black es, obviamente,  la autobiografía de Johnny Cash que podríamos decir es un artista total y extravagantemente reivindicado dentro de un estilo totalmente vilipendiado por todo aquel que quiera ser no ya hípster, sí no incluso simplemente moderno. Desde hace unos cuantos años es un más que un artista es casi un icono de la contracultura y a mi, la verdad es que me cuesta mucho, pero mucho entender esta reivindicación o esta conversión en icono de alguien cuyo mayor logro conocido (aparte de casarse con June Carter) es ser fotogénico, empeñarse en vestir de negro (color que empezó a vestir porque empezó a cantar en iglesias y era un color apropiado para la iglesia), haber grabado un disco, o dos, en una prisión, o dos, (ni siquiera por ser el primero en hacerlo) y ser un anfetaminico conocido, reconocido y convicto por ello. Supongo que si no hubiera sido tan aficionado a las pastillas o tan fotogénico no sería reivindicado si no que seguiría siendo un excelente cantante (en un estilo por otra parte completamente odiado por casi todos los que lo reivindican a Cash) pero con unas ideas cercanas a un Reagan y me temo que por el lado de Bush (quiero decir incluso más a la derecha que Reagan). En cualquier caso la lectura resulta un poco pesada ya que esta autobiografía está escrita una vez rehabilitado de las drogas y estando en comunión con Dios (por gracia y empeño de la Carter family) por lo que todas las historias están filtradas por esta conversión y rehabilitación.

La otra biografía, también autobiografía, es la de Oliver Sacks: En movimiento. Leídas así juntas resulta curioso que los dos fueran adictos a las anfetaminas, incluso resulta ligeramente preocupante que mi familia decida regalarme libros de personajes declaradamente drogadictos y encima con la misma adicción. Prefiero pensar que existen otras razones que esta de la adicción para seleccionar estos dos regalos pero por si acaso, por si alguien tiene dudas, volveré a aclarar que “no, no soy ni he sido nunca aficionado a las anfetaminas y la verdad es que dudo que me aficione en el futuro”. Si bien es verdad que he probado una cierta diversidad de drogas, con cierta variedad añadiría, nunca he sido adicto a ninguna sustancia ilegal (sí, soy adicto al tabaco, a la cerveza, al chocolate y en algunas temporadas al ron e incluso durante un breve periodo a los Moscow Mule) pero por ser sincero el tema de las adicciones si es un tema que me interesa, no así el de los adictos que en general me parecen aburridos, monotemáticos incluso. Pero volviendo al libro… he de reconocer que me he aburrido mucho y que más que una autobiografía casi ha parecido un aburrido currículo, un currículo contado con poca gracia (diría que le falta toda la gracia que aporta en las historias clínicas que le han dado fama). Tanto es así que reconoceré que no me lo he acabado, así que igual luego mejora mucho y el problema es solo que me he quedado antes dormido antes de que llegue lo interesante. Para mí lo único gracioso no proviene de Oliver, si no de su hermano y, por extraño que parezca, son sus últimas palabras desde la cama del hospital: “me voy fuera a  fumar”. Eso es irse con estilo, casi como aquellas de otro Dylan de “dieciocho whiskys, creo que es todo un récord” (que pese a que parece que no son ciertas yo siempre he dicho mal rebajando su supuesto récords en el último whisky, supongo que sabiendo que seguro que se lo dejo sin beber. No porque me parezcan muchos, que ya he demostrado en un par de ocasiones que no son tantos, sí no porque me suena mejor diecisiete. No sé porque.)


En fin, como ya avisaba he leído poco y este mes – ya estamos a día diez y solo he conseguido dejar un libro a mitad – probablemente no mejore mi media (por cierto el penúltimo de mi maleta neoyorquina lo que me obligara a visitar una o mis dos librerías de referencia en breve y con el frío que hace estos días imagino será la librería Mendaz de la calle mayor, ya que subir hasta la librería Fuenfría de Cercedilla parece algo difícil de conseguir). En cualquier caso, no adelantemos acontecimientos, igual me lleno de anfetaminas en honor a mi familia y me pongo a leer a toda velocidad lo que queda de mes… o a escribir… o a leer…. o a ambas cosas… que los anfetaminicos somos así, de aquesta manera y a la vez de aquella otra.


Eileen - Ottessa Moshfegh
Make Something Up. Stories You Can't Unread - Chuck Palahniuk
Cash. Man in Black - Johnny Cash
En movimiento. Una vida - Oliver Sacks