martes, 5 de diciembre de 2017

Comentario de textos - Noviembre 2017

Tener una pila de libros por leer resulta verdaderamente tranquilizador permitiéndote elegir que leer desde la comodidad del salón de casa, si se te acaba un libro pues sencillamente escoges otro y, tras una pausa para permitir que los personajes del libro abandonen tu cerebro, empiezas a seguir las aventuras, o desventuras, de otros desconocidos a los que, posiblemente, si hay suerte, disfrutaras conociendo; o tal vez te resultaran odiosos, preocupantes o, si hay mala suerte, totalmente indiferentes.

Si yo fuera una persona previsora me podría ahorrar una de las cosas malas (si, todo tiene cosas malas si piensas el tiempo suficiente en ello) de tener una pila de libros en espera ya que me dedicaría a reponerla visitando mis librerías de referencia (ya sabéis cuales son y aunque ahora las dos sean prácticamente inaccesibles: la librería Méndez de la calle Mayor por la acumulación de gente propia del centro e incluso por eso de tener que circular, como peatón, en un solo sentido por algunas calles; la librería Fuenfría de Cercedilla porque sigue estando a una distancia inalcanzable para un peatón y posiblemente a punto de quedarse aislada por la nieve, cosa que a mí me tira para atrás pero que seguro que a vosotros, mas amantes de la naturaleza, os debería animar a visitarla, tomaros un caldito – quien dice caldito, dice vino – y disfrutar de esos marcos incomparables que seguro que hay por las proximidades). Como yo no soy previsor y no repongo los libros por leer a medida que voy leyendo de la pila,  he de enfrentarme a comprobar como esta va desciendo preocupantemente de tamaño, como van quedando cada vez menos opciones de lectura y sobretodo, más preocupante, como la pila de lecturas a comentar va aumentando significativamente, algo que al enfrentarme a contaros lo que he leído me preocupa ya que son demasiados libros, cosas,  a recordar – afortunadamente me compre en NYC unos marcadores de línea que me permiten marcar las cosas más interesante de cada libro sin necesidad de hace el psicópata escribiendo en otro cuaderno – pero que también debería preocuparos a vosotros, mis cualificados lectores, porque tal vez hay demasiadas cosas que comentar y me salga, inevitablemente, un comentario largo.

En fin, sea como sea, toca empezar y lo hago, no por elección personal, sí no porque suelo escribir en el orden en que las he leído, con Since we fell, la última novela de uno de mis autores favoritos: Dennis Lehane. Os seré sincero: miro el libro, leo lo que pone en la solapilla interior – la trama de la novela – ojeo algunas páginas al azar, incluso voy a los dos marcadores que he puesto y nada, no consigo recordar prácticamente nada de la historia y, sin embargo, me atrevo a afirmar que es una buena novela. ¿Por qué, os preguntareis? Pues sencillamente porque si recuerdo la sensación de entretenimiento, de interés, que sentía durante la lectura, las ganas de volver a retomar la lectura o de continuar con ella. Parece poco, pero para los que tenemos menos memoria que algunos peces es más que suficiente para arriesgarnos a decir que es una buena novela y que nos ha gustado. Así de valientes y osados somos los desmemoriados. Además, para completar mi memoria,  tengo mis dos marcadores que me permiten ofreceros una gran afirmación sobre el mundo en general y como ha cambiado: “the switch form a culture that made things of value to a culture that consume things of dubious merit. She’d grown up in the absence, in other people’s memory of a dream so fragile it had been doomed from the moment of conception. If there had ever been a social contract between the country and its citizens, it was long gone now, save the Hobbesian agreement that had been in play since our ancestors had first stumbled from caves in search of food: Once I get mine, you’re on your own”; y otra más personal que me apunto por si alguien me pregunta que es lo que no me gusta de mi mismo: “That I don’t like about myself is that sometimes I don’t really like myself”. Ambas la subscribe completamente aunque sobre la primera tengo algunas dudas al no tener muy claro quien es Hobbes  que sospecho, casi con seguridad, que no es el tigre de Calvin.

Después de leer a uno de mis autores favoritos parecía un buen momento para intentar leer un autor que no conocía pero que parece que es la estrella de este otoño-invierno, al menos en NYC, ya que en todas las librerías tenían como mínimo su nuevo libro (algo con tortugas en el título, es todo lo que recuerdo). Como más que hípster yo soy un cultureta de la vieja escuela obviamente no me compre ese libro que estaba en todas partes si no que espera a encontrar más títulos en otra librería y entre ellos me decidí por An abundance of Katherines. Igual el que le ha hecho famoso (ese de las tortugas, que creo haber visto también por estos lares) es estupendo pero la verdad es que de este lo mejor es el título, e incluso este solo es bueno si uno tenía una preciosa y encantadora amiga llamada Katherine que vivía en NYC y, no sé porque pero creo que no es el caso de mucha gente. Es una novela que me atrevo a clasificar de “pedorra”, una historieta de amores envuelta, o vestida, en un galimatías de matemáticas que obviamente el autor no ha comprendido, ni asimilado, ni nada de nada.


Después de esta decepción – previsible decepción, añadiría en mi desconfianza de todos los libros, o autores, que de repente aparecen llenando todas las estanterías de todos los sitios – me debatía entre una policía desconocida o volver a uno de mis autores clásicos. Tras unos momentos de duda, me decidí por The Silent Dead, una policiaca  japonesa, que siempre son exóticas y entretenidas. Sin ser nada excepcional, la verdad es que no decepciona, o no mucho. Me explico: si bien la historia central es un poco decepcionante, pese a que el primer avance hacia el descubrimiento del asesino este relacionado con la contaminación del agua, algo que a mí siempre me interesa, la verdad es que esta historia central es un poco plana. En cambio la descripción de las jerarquías de la policía japonesa, por ejemplo la naturalidad con la que se aceptan los ascensos por razones familiares  resulta curiosa, y el personaje de la investigadora resulta interesante. Mientras la leía veía en las noticias los avances sobre el juicio por violación múltiple de estos imbéciles que se autodenominan La Manada (tal vez lo único acertado que han hecho, ya que ciertamente son unos animales, aunque posiblemente fuera más adecuado que se hubieran denominado La Piara, dicho esto con mi mayor respeto hacia los cerdos, pero ya me entendéis) y en este libro también hay un juicio por violación. En este juicio la agredida, cuando los abogados defensores intentan poner en duda la violación, hace el siguiente razonamiento (la detective Sata de la que habla fue asesinada en acto de servicio, como no podía ser menos precisamente investigando esta violación): “The fact that I had no scratch marks does not mean that the sex was consensual. The man was holding a knife to my throat. His other hand was over my mouth. I ‘chose’ not to resist because I was afraid of being brutalized even more and of the knife cutting me. Submitting is not the same thing as consenting. Why don’t we apply your logic to Detective Sata? Detective Sata was prepared to put her life on the line to arrest that man. According to your reasoning, the fact she was ready to risk her life meant that she was happy to be killed – and that her murder was therefore consensual. You can’t seriously think that”. Aunque comprendo lo que quiere decir, y lo comparto, he de reconocer que creo que existe un grave problema lógico en este razonamiento, creo incluso que el razonamiento puede incluso usarse de la forma inversa sin demasiados problemas. Pese a esto creo que la idea del mismo es fundamental “someterse no es lo mismo que consentir”, a lo que yo añado que  ni siquiera consentir es suficiente, el consentimiento de una parte no exonera de su culpa en un acto.

Por supuesto que también coincido con la tesis general de la novela que la protagonista resume en “there is only one way to live your life: facing forward” y de hecho la pongo en práctica en cuanto me acabo este libro y abro la última novela de Connolly:  A Game of Ghosts (mi plan realmente era abrir la anterior que me acababa de comprar en NYC, todo contento de tener por delante dos novelas de Connolly, pero al volver a casa tuve que enfadarme con mi memoria ya que la anterior ya me la había leído. Desastre de memoria que tiene uno, o doble desastre ya que no ha sido el único libro que me he comprado en este viaje que ya me había leído y no recordaba, aunque dudaba). ¿Qué decir de Connolly? Pues que es como ciertos estilos musicales, si te gusta el power pop te gusta el power pop; por mucho que a un oyente al que no le guste el power pop y todas las canciones le parezcan iguales, si te gusta, te gusta y te parecerán muy diferentes.  En este libro en concreto creo que él quería acabar el ciclo de Charlie Parker, más de la mitad del libro parece dedicada a cerrar algunos temas abiertos con anterioridad, pero en algún momento la codicia (propia o de su editor) le lleva a no terminar de cerrar la serie dejando las puertas abiertas a continuaciones. Yo creo que ha sido un error y que era un buen momento para acabar con la serie, claro que es posible que yo este equivocado y que la próxima de la serie sea fascinante (yo la comprare, al menos una vez) o incluso que el motivo de no cerrar la serie no sea la codicia si no cualquier otra cosa. Ya veremos.

Antes hablaba de mi recelo hacia los libros o autores que aparecen de repente llenado todos los medios, otras veces ha hablado de mi recelo hacia los grandes adjetivos que autores que me gustan dedican a algunos libros (aunque casi siempre acabe picando y comprándolos) pero tengo más recelos… soy un tipo receloso que le vamos a hacer. En libros también recelo de las pegatinas que anuncian un libro como uno de los 100 mejores, o de los notables, según una publicación fiable, pero a mí no me suena su autor (algo que tiene más que ver con mi incultura enciclopédica que con la fama real del autor) incluso recelo más cuando la publicación es de reconocido prestigio, como The New York Times, y todavía más cuando en lugar de una pegatina esto está impreso en la portada.
Afortunadamente también soy una persona que se sobrepone a sus recelos y últimamente en casi todos los viajes acabo comprando por lo menos un libro desconocido (para mi) de la lista 100 Notable Books del New York Times Book Review, a la que, poco a poco, le estoy cogiendo cariño. Este año le ha tocado el turno a Black Water que me ha parecido un libro notable (como enuncia la lista). Con la ayuda de la contraportada os puedo decir que, al parecer, es un libro sobre espías pero escrito mirando al pasado (retrospectivamente, vamos) pese a que en sus propias palabras mira a varios pasados ya que “people talked about the past as if it was a thing, an object: the past, like the box pr the house or the three – as if it was solid and singular. But the past wasn’t an object with boundaries but something fluid and continuos, like a river. Nobody has one past.”; e incluso algunos hechos del pasado te hacen olvidar tu propio pasado:  “… it was hard sometimes to remember that early part, the happy past… what happened at the end of those five years was so overwhelming and calamitous that It collapsed time, concertinaed those years into no more than a few images. It made it seem as though that early, happy period for him has been no more than the prelude to the inevitable.” No se ha vosotros pero a mi si me ha pasado un par de veces y supongo que por eso, además de por razones médicas y por la falta de fotografías tras varios incendios, me cuesta tanto recordar algunos años incluso para contároslos, o contármelos a mí mismo.

Después de salir de este pasado de espías lo siguiente era pasarse a la ciencia ficción de Dark Matter, cuya mayor pega es que es más ficción que ciencia ya que la parte científica se vuelve ligeramente irracional con tanto viaje por los multiversos esos que se suponen que se crean cada vez que tomamos una decisión aunque por volver al libro anterior “Wasn’t that the problem, always, not making a choice – not knowing whether you had a choice or not?” lo cual obviamente complica la creación de los multiversos, al no saber que es exactamente una decisión o cuales son las opciones de elección. Pese a tener la base de una historia de amor simple, la verdad es que se lee estupendamente y resulta entretenida en su mayor parte.







Tras la ciencia ficción, un poquito de terror siempre viene bien así que mi siguiente elección fue Dark Debts, una historia bastante bien montada centrada en los exorcismos y otros fenómenos “para anormales” (como esta casualidad cósmica, que igual se os ha pasado desapercibida, de los títulos de dos palabras de mis últimas tres lecturas. Seguro que esto significa algo especial, o posiblemente tan solo que andaba cansado de títulos largos, o simple casualidad). Al parecer yo no he leído la versión original, de 1996, si no una revisión/reescritura de la versión original que la autora ha hecho para celebrar los veinte años de la novela, algo que es un poco extraño y que me deja con la duda de cómo sería la versión inicial. En cualquier caso lo que si tengo bastante claro es que parece tratarse de una respuesta católica a El exorcista, en la que en cierta medida se defiende la tesis de que si uno es poseído es porque ha hecho algo mal, que la posesión no tiene lugar en inocentes (o en familias inocentes) si no que uno se lo ha buscado por sus malas acciones. Con todo, para mí lo más chocante ha sido descubrir que la autora ha sido guionista de Cancion Triste de Hill Street, de Hechizo de luna y de muchas otras series que considero buenas o, por lo menos, sumamente divertidas (Hill Street la considero como genial, todo sea dicho) algo que se nota en alguno de los grandes problemas teológicos que una de las protagonistas se plantea como “I’d like to know what God has against famous musicians in small airplanes?” (Algo que estoy casi seguro que mi sobrina Nieves no puede no ya contestar, si no que me temo que ni siquiera puede entender por qué resulta necesario planteárselo, y me temo que no está sola en los que ignoran el porqué de esta pregunta básica).

La verdad es que ha sido un mes verdaderamente entretenido de lecturas - con escaso criterio o con variedad y con eclecticismo -  que ha merecido la pena pese a que ahora mi pila de libros por leer este preocupantemente disminuida. Y en camino de agotarse ya que me marcho a Piles a pasar este puente de diciembre.


Since we fell – Dennis Lehane
An abundance of Katherines – John Greene
The silent dead – Tetsuya Honda
A game of Ghosts – John Connolly
Black water – Louise Doughty
Dark Matter – Blake Crouch

Dark Debts – Karen Hall