sábado, 11 de mayo de 2024

Comentario de textos – marzo 2024

La verdad es que iba a empezar esta entrada (ya lo había hecho) contado mi periplo médico, del que algo avance en la última entrada, pero he me he dado cuenta de que llevo mucho retraso con esta entrada (e incluso con la siguiente) y tengo mis dudas de que mis cuitas medicas tengan algún interés salvo el de mostrar alguno de esos absurdos del mundo medico en el que un médico piensa que tu bulto de la espalda es “casi una minusvalía” y al siguiente medico (mas especialista) tienes que explicarle donde esta y de qué tamaño es ya que él no parece darse cuenta; o que durante casi doce años te hayan estado prohibiendo la cafeína y casi cualquier estimulante (lo que, extravagantemente, incluye tanto el regaliz como la tónica) para que un nuevo endocrino te diga que “eso no está nada claro, que no hay relación entre café y tensión” y que “un par de cafés al día, no son ningún problema”; o que si tienes un problema de azúcar que antes nadie había visto (si, es inevitable que si vas al médico te “encuentren” algo nuevo; es como era antes llevar un coche al mecánico, ibas porque tenías una rueda pinchada y te decían que lo que era preocupante era el ruido que hacia el carcomino flautico, que diría el excepcional Forges) lo que debes hacer es zamparte medio kilo de fruta diario porque claro la fruta no tiene azúcar; o que eres perfectamente apto para que te operen con una anestesia general (si, sorprendentemente lo soy) pero que como a el (al anestesista) no le viene especialmente bien el día que a elegido la doctora (justo después de la semana santa) pues que te vayas a ver a otro especialista (al endocrino para que te ponga a regimen ya que pese a ser apto así eres inoperable. Si, ya nada significa lo que significa: las notas son de 1 a 14 - el cero no existe - y se aprueba con un cuatro) solo para al final acabar operándote solo con anestesia local y con otro anestesista. En fin, todo bastante delirante pero demasiado cercano para aplicarle el humor necesario.

En cualquier caso, he decidido no entretenerme comentando los detalles de la profesión médica y de mis relaciones con ellos (ya, si eso, otro día hago un monográfico) y solamente informar a aquellos posibles lectores con los que no tengo un trato periódico que me han operado de un bulto que tenía en la espalda (ese que para algunos médicos era causa de incapacidad y para otros pues ilocalizable sin indicaciones precisas) y que todo ha ido estupendamente aunque me temo que es posible, probable, o incluso seguro que me quede una estupenda cicatriz en la espalda. 


Ahora, a la espera de que este lunes que quiten todos los puntos, grapas realmente, y que se me cure la incomodidad de tener un número elevado de ellas en la espalda (nada comparado a haber pasado una semana con una botella de drenaje colgada del costado) pues ando pensando en que historia inventarme para justificar, en el futuro, esta cicatriz, que como la han hecho tan recta no puedo atribuirla al ataque de un cocodrilo en una visita al saneamiento de Madrid o al de NYC y atribuirla a la clásica puñalada por la espalda pues no parece lo más acertado. Acepto ideas al respecto.

Y ya puestos a poner fotos impropias en esta entrada, para que valoréis vosotros mismos si merecía la pena quitarme el bulto, si es que se notaba o no, si podía servir como inspiración para el personaje de Alíen, pues os comparto una visa de perfil y otra de espaldas del bulto sacadas de una resonancia (que como había tiempo ya que al anestesista no le apetecía trabajar a la vuelta se semana santa) encargo mi cirujana (pero que no supo mirar ya que su ordenador no le dejaba descargar las imágenes).







Pues eso, que, en cualquier caso, en un par de días, el tema de mi bulto ya será un asunto completamente zanjado, incluso conociendo mi memoria en un par de meses ya no debería ni acordarme de este episodio, si no fuera por la única secuela es previsiblemente me quedara (salvedad hecha de la cicatriz) sera la de tener que seguir viendo al endocrino para que me prohíba todas las cosas que dan satisfacciones en esta vida. Así que (para no seguir retrasado) a por las lecturas, no de este mes, sino del anterior: de marzo.

Pues mis dos primeras lecturas son cortesía de mi amiga Maria de la O, con la que pude tomar un café a finales de febrero, con la que espero tomar otro en breve y mantener esta agradable actividad muchas más veces y que esta vez además de nuestro intercambio tradicional pues me dejo otro en préstamo: Xandru de un paisano asturiano (que sí, que yo soy de Cangas de Onís, igual que mi hermano es el mejor escritor asturiano para los periódicos locales, de allí, aunque un conocido mío – de familia de Cangas pero no nacido allí – me obligara una vez a enseñarle mi carnet de identidad para verificarlo, creo que porque le parecía fatal que yo lo fuera y el no).

Sobre esta primera lectura pues no sé si decir si me ha gustado o no; algo que para los más críticos será un claro indicador de que no me ha gustado pero que para los que me conocen pues sabrán que es algo que ya me ha pasado con muchos otros libros y que no significa nada especial. En este caso es la base de la historia – que es una especie de saga familiar o histórica, pero basada en la reencarnación de los personajes – lo que menos me ha gustado ya que me resulta confusa y desorientada.

Además, aunque sea una perogrullada, se nota que el escritor es “de letras” cuando escribe esta frase: “Pretender reconstruir el pasado a partir de los escasos testimonios y restos arqueológicos que nos han llegado equivale a calcular el tamaño de un iceberg a partir de la pequeña porción de hielo flotante que pasa ante nosotros: el naufragio está servido y con él, de propina, la hipotermia.” En fin, precisamente el tamaño de un iceberg es lo único que puede calcularse a partir de la parte que asoma, lo que no puede calcularse en la forma o hacia qué lado se extiende que probablemente sea la cusa de ese futuro naufragio, pero, el tamaño, el tamaño sí que se puede calcular.

También se nota, se le ve un poco el pelo, que su cultura musical contemporánea (entendiendo como contemporánea de los años setenta; que ya ves tú lo que tiene de contemporáneo: que la distancia temporal entre ahora y los setenta es como la que había entre los ochenta y los años treinta y nadie, en los ochenta, clarificaría de contemporánea la música de finales de los años 20) pues tampoco es muy convincente aunque se atreva a mencionar “… desde que oí por primera vez Ziggy Stardust, adquirí la convicción de que David Bowie era un dios. Si me hubiera criado en otro barrio, sin la presión de tener que robar o mendigar, a lo mejor no me hubieran sorprendido tanto aquellos guitarrazos desinhibidos, pero en mi ambiente la guitarra eléctrica era un instrumento que se tocaba casi con respeto y yo diría que, al revés, separando las cuerdas de la caja y haciendo que su vibración se apartara lo más posible del instrumento…”. Es verdad que Bowie tiene guitarrazos desinhibidos pero contemporáneo a sus arañas de marte pues estaba el inicio del punk donde dejabas de ser punk si se te ocurría tocar la guitarra de otra forma que no fuera rasgando todas las cuerdas hacia abajo; rasgar hacia arriba o evitar las cuerdas superiores ya se consideraba virtuosismo. Pero bueno, el seria de otro barrio o, más probablemente, de otra aldea (lejana y aislada).

Si este primer libro era con vuelta, ya que era de su hermana (creo que incluso recomendado por la hermana) el libro que me intercambio fue Apiste para codornices, una colección de cuentos de Saki que pese a este nombre de pluma y de ser birmano de nacimiento es uno de esos escritores del clásico humor inglés (si no lo conocéis pues pensad en Roald Dahl, que es mucho más que un escritor de cuentos infantiles, y si lo conocéis también, que siempre hace bien pensar en los cuentos de Dahl). Este libro, característico del autor, incluye unos dieciocho cuentos en poco más de ciento cincuenta paginas lo que hace que, ya puestos a decir analogías musicales – chorradas -  se pueda decir que Saki es, algo así, como los Ramones: todos los cuentos tienen una rapidez envidiable y todos (o casi todos) una idea excelente (como la del tipo que viaja para tatuarse con un artista muy famoso y al que luego no dejar salir del país porque está haciendo contrabando de arte) y hacen una lectura ideal para cualquier momento (ideal para tener en el cuarto de baño para las visitas que tengan un apretón) que siempre pueden dejarte una frase excelente como ese: “Desde luego, era deplorable que alguien tratase la verdad como un artículo temporal del que se hubiesen agotado ya disculpablemente todas las existencias” (frase que es buena pese a la deficiencia de la traducción ¿articulo temporal? ¿disculpablemente?, no sé, no se).

He de reconocer que no sabía que las últimas palabras de Saki fueron “Put that bloddy cigarette out!, que no las dijo por ninguna cruzada antitabaco (no era tan moderno y estoy convencido de que era fumador de puros o de pipa) sino porque estaba en una trinchera en plena guerra mundial, razón por la que fueron sus últimas palabras, ya que le voló la cabeza un francotirador alemán (que no era un francotirador muy bueno, ya que no acertó al que estaba fumando sino a Saki, que estaba al lado, pero cosas que pasan y algunos, las estadísticas seguro, dirán que fue otra víctima prematura del tabaco: que el tabaco le mato con tan solo 43 años).

Tras estas dos lecturas y habiendo visitado mi librería de referencia para abastecerme (el plan perfecto para cualquier día y hora: visita a Méndez a por libros y a El Riojano a por una palmera de chocolate, todo en la calle mayor y ambas con puerta de calle) empecé El Valle, he de reconocer que con Trevanian en la mente, por aquello de que era un thriller ambientado en los pirineos (ya, ya, es una referencia excesivamente culta pero así es uno, tiene estas extrañas asociaciones así que no os preocupéis si no la habéis captado).

Como novela, pues no está mal (nada que ver con Trevanian, eso que quede claro, si tan siquiera con algunas de las más flojas) pero no me parece un autor para recordar y buscar. Es posible que tenga una opinión sesgada porque hay un primer error demasiado pronto en el libro cuando el protagonista, que va a recorrer una amplia zona de los pirineos, “en una tienda de souvenirs y de deporte adquirió un mapa topográfico 1:25 y una brújula de senderismo...:”. En fin, con esa escala no necesitara un mapa si no la tradicional guía de los taxistas (antes de la llegada de los móviles) y probablemente varios tomos (algo incómodo para hacer senderismo, creo).

Tras este error cuando un poco más adelante proporciona una estadística que parecería prometedora, a la par que redonda, como “la producción mundial de cemento es de un metro cubico por habitante cada año” que merecería la pena recordar si no hubiera tenido el error anterior, pero a estas alturas uno tiene sus dudas y decide olvidar este dato inútil y ya ni meterse con Morrissey (el líder de los Smiths y el vegano mediático por excelencia) con ese “Con la edad, Morrissey se había vuelto un imbécil” que se queda corto por la imbecilidad y largo por el plazo (es más que un imbécil y en menos tiempo) hace recuperar a este lector la alegría por el libro.

Con todo he de reconocerle que, pese a que la historia es la típica de asesinatos cuasi rituales, deja un par de frases buenas como esa “Irene era un poco como esos jefes que afirman que quieren fomentar la participación, pero que imponen su punto de vista desde el principio de la reunión y luego demuestran cierta predilección por las intervenciones que lo avalan.” y que se consideran modernos y que hacen brainstorming (que consideran algo muy moderno, como, digamos, el kale); o esa otra que podría explicar, en parte, porque cierto tipo de ejecutivo joven tienen problemas para pensar adecuadamente ya que “Martin había leído en alguna parte que las corbatas eran nidos de microbios y también que comprimían en exceso las arterias del cuello, reduciendo por consiguiente el flujo de la sangre al cerebro.”

Pues con esto llegue hasta el inicio de la semana santa que a la luz de que mis problemas médicos no avanzaban decidí irme a Piles a leer y hacer mis cosas (o sea a hacer nada) y allí empecé La Luz de Norte, una novela cuya premisa solo puede ser fruto de un japonés: un arquitecto – tras la crisis – diseña y construye una casa que le llena de satisfacción y de reconocimiento pero, al cabo de un tiempo se entera de que la casa esta vacía, de que la pareja que se la encargo no vive allí… así que decide investigar que ha pasado y porque no viven en esa casa.

No solo es japonesa la premisa, sí no que también lo es la relación de las personas con el trabajo como la del padre que, siendo encofrador, en presas, consideraba que él era una parte importante del proceso de construcción, que él había construido la presa, se sentía como un héroe por participar en la construcción y consideraba que “Construir presas era conquistar la naturaleza… Una presa es como la mano de Dios: recoge y almacena cada gota de lluvia y nieve que cae en las montañas y la reparte generosamente entre todos nosotros.” aunque esto más que exclusivamente japonés es simplemente de otra época, de la época en la que no solo se podía, si no que había, que conquistar a la naturaleza (como si ya ni hubiera que hacerlo) y sentirse orgulloso y parte principal del trabajo que se hacia colectivamente.

Aunque no estoy muy de acuerdo con la respuesta (creo que es demasiado ilusoria) uno de los personajes se hace una pregunta que yo diría debemos hacernos todos de vez en cuando, cuando pensamos en otras personas de ámbitos diferentes, para probar eso de la empatía: “¿Qué clase de vida llevaría yo si hubiera crecido y nacido en aquel barrio? Sin duda una vida en la que habría podido conservar todo aquello de lo que no quería desprenderse, pero sin poder huir de las cosas que quería dejar atrás.”

Con todo, mi frase favorita de toda la novela, porque, aunque todo el mundo me vea de otra forma, yo soy un tipo sensiblero (aparte de hierático) e incluso a veces llorica (de interior, o por lo menos del interior de mis habitaciones privadas), es “las lágrimas tiene el poder de arrastrar hacia fuera toda clase de emociones.”, razón por la que ,a veces en la intimidad (como el que habla catalan) lloro de risa, de pena y por emociones estúpidas.

Hace poco, ya he hablado de ella un par de veces, descubrí a la escritora canadiense Louise Penny que se ha convertido en una de mis autoras favoritas (con Rozan y Larson, creo, aunque seguro que me olvido a alguna) así que fue ver su nueva novela, El reino de los ciegos, y cogerla para reservarla para un buen momento (Piles por ejemplo)

Realmente no sé si asunto de la traductora o de la novelista, pero leer una versión de una frase que en mi casa era casi un mantra (sin la referencia al resentimiento, ni al hermano) como “seguro que abrigaba algún resentimiento hacia un hermano que había nacido con estrella… mientras que él había nacido estrellado.” en un personaje de Canadá me reafirma en mi predilección por esta escritora, o por la traductora.

Pero no solo esa, sino “El desorden de los cajones contrastaba con la pulcritud de su escritorio. La vida de mucha gente era así: una habitación ordenada y un armario revuelto; una encimeras impecables y caos dentro de los armarios de la cocina.” Que me parece una descripción perfecta de la vida de mucha gente que conozco y sobre todo de sus cerebros, junto con esta que te puede sacar de dudas: “Por regla general, si tienes que mentir es que estas haciendo algo malo.” Para mí, de momento, entre mis escritoras favoritas, mis descubrimientos, de los últimos años.

Empiezo a pensar, agradezco incluso, que hay un boom de la literatura japonesa en España, o por lo menos que empieza a haber muchas más traducciones de clásicos y de no tan clásicos (en el sentido temporal) por lo que este mes he podido incluir a dos japoneses (además de un tercero que fue el que intercambie con Maria de la O) y mi siguiente lectura fue Nowaki. Se trata de una novela interesante pero más clásica en sus formas y en su planteamiento, en el que, según la que escribe la introducción, hay tres tipos de personalidades (personajes): “el socialista aboga por un cambio radical en el sistema político y económico de Japón; el joven disoluto busca confort material y experiencia sensual y los antepone a la actividad productiva; el joven angustiado abraza una versión nihilista sobria cuestionado la importancia de todo sistema moral de cara a un mundo sin esperanza.” Casi nada, ¿Cómo os quedáis? Pues eso, para que luego digan que yo soy más de novelas de crímenes o entretenimiento; que no, que también leo cosas de pensar o eso cree la de la introducción.

Es verdad que como yo no soy tan intenso como para hablar de estas cosas lo que he señalado ha sido las medidas de un tatami, cuya “superficie estándar en Tokio es de 1,76 x 0,88” lo que a) que es como 1,5 metros cuadrado y b) que parece que es variable; y también, que, al parecer, Banzai! no significa Victoria ni nada semejante (que era lo que yo siempre había pensado por las películas bélicas de mi infancia) si no que viene a ser un ¡Viva! y, literalmente, según la traductora, “diez mil años”, algo que tiene un extraño parecido con el brindis italiano de “cien años” que sale en el padrino (una de esas películas que prueban que no siempre es mejore el libro) y otras películas de mafiosos. Curioso, diría.

Otra frase con la que no consigo decidir si estoy de acuerdo o no es “Presentar a una mujer bella a un hombre solitario no puede considerarse un acto de buena voluntad. Muy al contrario, es un auténtico crimen.”, supongo que depende de las circunstancias específicas, pero es verdad que, en algunos casos, más de los deseables, es lo segundo.

Mi última lectura de este mes fue A cuerpo de Rey, una novela de detectives, diría canónica, en la que lo más sorprendente es que uno de los personajes de llama Alfred Xavier Quller (nombre que supongo que al autor le resulta sumamente exótico y de malvado malvadísimo, o no, que no hago spoilers).

Coincido plenamente (salvo por lo de estimulante, que cuando lo tienes que hacer año a año, deja de serlo) con su explicación de que “hacer obsequios supone uno de los enigmas más estimulantes de la era moderna. La mayoría de la gente no sabe cómo pedir lo que quiere; la mayoría ni siquiera sabe que es. Se pasan vidas enteras buscando, encontrando y luego dejando atrás lo que todo, desde los textos sagrados a la televisión, les han inculcado que querían. Unos quieren hijos, pero se dan cuenta, cuando ya es demasiado tarde, de que a menudo los hijos no los quieren a ellos. Hombres y mujeres buscan el amor, lo encuentran y luego despiertan una mañana para encontrarse con la cruda realidad de que se dejaron el frasco abierto y la preciada pasión se ha evaporado. Los monjes meditan sobre mantras consagrados con la esperanza de alcanzare la iluminación y luego caen en la cuenta de que la plena conciencia no cambia nada.”

Pero me gusta incluso mas esta de “El maestro demoniaco tenía los ojos oscuros fijos en mí. Sus palabras eran una especie de examen, aunque no alcanzaba a discernir de que asignatura.”, tal vez porque hace unas semanas estuve de profesor en un curso (20 horas en cinco días) en el que cada vez que preguntaba algo a algún alumno tenía una sensación de que no sabían ni de que asignatura les estaba preguntando (y eso era fácil ya que solo había una) y que igual pensaban en mi como “demoniaco” (quiero pensar que no ya que luego les hicieron que me evaluaran y la verdad es que salí bastante bien parado, con notable algo de promedio y con sobresaliente en algunos aspectos pero… vete a saber)

En fin, pues eso, hasta aquí mis penas (tratara con médicos) y mis alegrías (leer y tratar con otras personas) por lo menos hasta la semana que viene que intentare ponerme al día ya sin mis puntos y con los resultados de una biopsia de mi alien que la médico ha decidido hacer, o está obligada a hacer por protocolo y cuyos resultados no preocupan lo más mínimo. Son cosas de médicos y de protocolos, médicos que, lamentablemente, son muy distintos de aquel que le escribió a Churchill para una visita a estados unidos durante la ley seca una receta (un certificado medico, realmente) que tenia que tomarse como mínimo un tercio de botella de alcohol con cada comida.


En fin, como no creo que yo consiga algo así de ningún medico actual, que parecen mas centrados en las prohibiciones y las dietas que en mejorar la vida del paciente, pues ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

El ojo vago - Xandru Fernandez

Alpiste para codornices -  Saki

El Valle - Bernard Minier

La luz del norte - Hideo Yokoyama

El reino de los ciegos - Louise Penny

Nowaki - Natsume Soseki

A cuerpo de rey - Walter Mosley

domingo, 10 de marzo de 2024

Comentario de Textos - Febrero 2024

Pues por fin este mes me he decidido a hacer algo que llevaba aplazando desde que a la vuelta de Nueva Zelanda descubrí que mi médico ya no trabajaba con mi aseguradora, vamos, desde que me enteré que ya no tenía médico que me realizara el seguimiento.

Tampoco es que fuera mucho tiempo, al fin y al cabo, había visto a mi médico en septiembre de 2018, por que no llevaba sin medico ni seis años, que puede parecer mucho, pero a) es un diez por ciento de mi edad, y un diez por ciento pues no es una mala media para un control de calidad y b) había estado sin ir a ningún medico los primeros cuarenta y siete años de mi vida, bueno, posiblemente algo menos ya que sé que mis padres me llevaron al pediatra alguna vez.

Nota al margen: La más conocida de mis visitas al pediatra, la que siempre se recuerda en mi familia, tuvo lugar en Colombia, así que tenía menos de tres años. La causa fue que mi madre decidió, se dio cuenta, de que yo no tenía paladar (no que no saboreara las cosas, si no que no tenía paladar “físicamente”, vamos que mi paladar en lugar de curvo como debía de ser, era plano y estaba a la altura de mis dientes) lo que ocasiono una crisis familiar de proporciones enormes (creo que en gran parte por no haberlo notado antes, aunque menos de tres años no era tanto tiempo. Al fin y al cabo, yo me di cuenta – y fui el primero – de que mi sobrina Alicia tiene un dedo con un nudillo “extraño” y eso fue hace, tal vez, dos o tres años, cuando tenía diez u once). El caso es que la crisis se resolvió muy favorablemente cuando el medico comprobó que sí, que yo tenía un paladar normal, con su curva, a su altura, y todo eso. Lo único que había pasado, como pudo comprobar el medico fácilmente, es que se me había quedado “pegada” una galleta al paladar y por eso parecía plano. He de decir que este médico era un genio, aunque esta historia no justifique este juicio de valor (es el único medico, que conozco, que receta Coca-Cola como parte de sus terapias).

Así que seis años para estar sin médico pues… no es nada, lo mires como lo mires y podría hacer seguido posponiéndolo tranquilamente. Pero, todo el mundo considera que, a mi edad y con mis “antecedentes” (bueno, “por un perro que mate, mataperros me llamaron” que diría aquel; ¡anda que! que digo yo) la verdad es que parece una buena idea tener un medico “de cabecera” pero, si lo piensas bien, para lo que hace – poco más que charlar unos minutos y, si tienes suerte y ese día se siente eficiente, pues te manda unos análisis - tampoco parece especialmente interesante, o relevante. 

La verdad es que la principal función del médico de cabecera parece ser la de prohibirte cosas (prohibiciones que es necesario ignorar, bien por incompatibles con cierta calidad de vida – como la de no comer chocolate, bien por ir contra los principios de uno, como la de dejar de fumar, o bien por completamente obvias, como todas las anteriores o incluso la de hacer deporte) y decirte lo mal que lo estás haciendo, bien como principio vital o bien sobre la base de una analítica y de unos valores estándar. El caso es que, para mí, como decía aquel ex alto cargo de la OMS (calaro que no por estas declaraciones): la salud es una cosa biográfica, no biológica. Yo no quiero la salud de Bolt o de Nadal, de que me sirve a mi correr cien metros en menos de diez segundos, si todos sabemos que correr es de cobardes.

Por otra parte, viendo el estado físico y mental de muchos deportistas, que con más de veinte años menos que yo, o ya están “inutilizados” para su trabajo por incapacidad física, o tienen que dejar su trabajo porque no aguantan la presión psicológica. Pues menudo ejemplo.

El caso es que mi nuevo médico me ha parecido un auténtico imbécil, aparte de un vago redomado al que no le apetecía nada hacer su trabajo, al que le parecía que yo era un completo desastre de salud por dejadez (algo en lo que podría tener, ni niego ni afirmo, toda la razón, pero, al fin y al cabo, esa es mi biografía. Ya me gustaría a mi ser un tío metódico y ordenado – la idea que todo el mundo tiene de un ingeniero cuadriculado, casi anal – para poder usar todos los cuadernos que me compro o para mantener mis cosas en orden; pero, ya sabéis, básicamente soy un dejado y un desastre en según qué cosas).

En cualquier caso, volveré a verle para comentar los análisis que, pese a que todo me ha dado bien o, bien dentro de mi concepto de bien (mi médico está empeñado en detectarme un cáncer, ya sea de próstata o de colon – opciones que creo que puedo desechar gracias a las ofertas de seguro de American Express que apuestan muy fuerte a que, por lo menos antes de los 75, no lo tendré – o al final, sabiendo que fumo, de pulmón). Tan empeñado estaba en buscarme un cancer que me mando una prueba de heces (para buscar sangre oculta, según me comento la enfermera) y varios indicadores sanguíneos de tumores y otras cosas. Ya veremos pero que os advierto que por extraño que parezca si te piden una muestra de heces – o al menos del tipo que me pidieron a mí – al parecer no quieren que cojas una muestra de heces, sino que es otra cosa (yo tuve que repetirla porque les había llevado heces tal y como me pidieron y tal y como venía grabado en el bote de recogida de heces y no era eso).

Pero bueno, ya digo, parece que de momento (hasta que el medico vea los análisis y se le ocurra algo) todo bien salvo por un indicador que me pidió de reuma que… al parecer… pues tengo, o tengo elevado (el indicador, no el reuma) con lo cual (sin ser yo hipocondriaco ni nada parecido) pues ahora me ha creado un dolor de rodillas persistente. Aparte de eso, pues en proceso para solucionar un asuntillo al que nunca le había dado importancia, pese a que mi entorno si se la da (y el médico no digamos) pero, ya, si eso, hablamos de esto otro día, cuando este más claro que pasara con ello. 

Ahora, sin divagar más, a las lecturas del mes, todas ellas adquiridas por medios lícitos (no se me ocurriría de otra manera) en mi (vuestra espero) librería de referencia que ya sabéis que me gusta citarla para que la visitéis en la calle Mayor: la librería Méndez, recordad y acudid a comprar que ha de seguir el negocio.

Lo que sabe la señorita Kim, es una colección de cuentos de una autora coreana que empieza siendo poco interesante (los primeros cuentos son malejos) pero que poco a poco va mejorando y al final puedo decir que me ha gustado. Por una parte, me ha sorprendido ver como un país tan lejano es tan similar a, digamos, nosotros, en cosas como las relaciones de los progenitores (o de todos los adultos) con los hijos adolescentes (o pre adolescentes sean o no hijos) ya que “Sé que criticar cada palabra que pronuncia o cada acción que realiza una hija en plena adolescencia, más aún si es para corregirla, es como iniciar una guerra sin fin.” Realmente, por lo que he podido observar, la guerra ya está empezada y sigue en marcha hacia un armisticio lejano, lo que empieza con cada critica (o comentario) es tan solo una batalla, no la guerra en si, y como dice mi hermana Helena “hay que elegir las batallas que uno quiere luchar.”

Pese a este (y otros) parecidos culturales también me ha sorprendido recordar una diferencia cultural a la que tuve que someterme prácticamente los cincuenta días que pase en Vietnam, pero vista desde el lado contrario, “Quien se lo iba a imagina… Una anciana como yo desayunando tostadas con mermelada después de que toda la vida he tomado arroz y sopa caliente. Por eso digo que, cuanto más vieja, más tienes que esforzarte por imitar a los jóvenes. Si no lo hubiera hecho, me hubiera muerto sin probar esta delicia.” a lo que solo puedo añadir que la anciana del cuento tuvo más suerte que yo, ya que mis casi cincuenta desayunos de arroz y sopa caliente no me descubrieron ninguna delicia y si en los poblados que visite hubiese existido otra opción de desayuno (digamos por ejemplo, continental) me habría ahorrado bastantes sinsabores y ayunos matinales (hay que ser muy preadolescente, o tener una enorme resaca, para plantearse siquiera desayunar arroz y sopa, o, mas normal por aquellos lares, ambas cosas juntas)..

También me ha resultado interesante algo que no he acabado de entender y es como en un mismo párrafo la protagonista y su primo tienen “la misma edad”, de hecho, un poco antes nos aclara que “nació dos meses después” y sin embargo, al mitad del párrafo "las comparaciones cesaron cuando mu primo entro en el servicio militar y, al finalizarlo, nos separaban dos años”. Digo que me ha interesado ya que es posible que no sea ningún error ya que, el otro día, leí que la edad en corea era un tema confuso ya que no cambiabas de edad con tu cumpleaños, si no con el fin de año y otra curiosidad que no puedo recordar (además de que el primer año tenias cero años, algo que parece razonable) pero que hacia el tema mucho más complejo, o puede que solo hable de la edad percibida (que no se si es un concepto, pero puede ya que cada vez hay conceptos mas raros)

Claro que también podría ser un error como el que hay en la página de agradecimientos donde la autora “quisiera agradecer también a la crítica de literatura Kim Mi-hyun el comentario que acompaña a este libro” y en la edición española, pues, no se ha incluido. Vete a saber.

Aunque la leyenda coreana sobre el surco naso labial (algo que no sabía ni que tuviera nombre) me ha gustado bastante “… los ángeles enseñaban al feto todas las verdades del mundo mientras estaba en el vientre materno, y después ponían el índice sobre sus labios para callarlo y para que naciera sin recordar nada” pese a la inutilidad intrínseca de enseñar algo para acto seguido hacer que se olvide (es como lo de la inutilidad de Indiana Jones en la primera película, sencillamente habría ocurrido exactamente lo mismo – los nazis habrían abierto el arca y habrían muerto todos – si Indiana no hubiera existido), mi frase favorita del libro sigue siendo “Hay palabras que son como una navaja que jamás pierde el filo.” ya que uno de mis defectos es que hay frases que me han dicho que siempre, por mucho tiempo que pase, siguen haciéndome daño, cortándome las venas u otras cosas.

Si los cuentos anteriores mejoraban poco a poco, a La novia grulla no le pasa esto y no mejora, de hecho, creo que si he conseguido acabarla ha sido en gran medida por un esfuerzo de voluntad y con la esperanza en que mejoraría y porque de vez en cuando se colaba alguna idea buena entre mucha chorrada monótona.

Entre estas ideas está la de la lentitud en la forma de vivir y como esta lleva, o puede llevar, a la felicidad: “quiero aprender la lentitud de la naturaleza que ha desarrollado mi padre. Esto es una novedad para mí. Es lo contrario del dramatismo que antes me producía la reconfortante sensación de estar viva. Creo que por fin empiezo a entenderlo. Este modo de vivir no significa ausencia de una trama o de vida. Lo que pasa es que la narración se desarrolla tan despacio que no ves lo que sucede. Avanza, cambia y crece a un ritmo tan lento que la mayoría de la gente pierde el interés. Pero yo creo que lo tiene. Creo que es posible. Y creo que si existe semejante felicidad es un fruto de crecimiento lento. Creo que la felicidad sostenida, habitada, se parecería mucho, a simple vista, a la quietud.” Que si bien está bien para la vida e incluso en algunos libros – probablemente fuera el objetivo del autor – pero en este no lo consigue.

Por supuesto su versión del test de Turing, a la que llama “el Test de la Patata", para diferenciar en una conversación a una máquina de una persona me parece excelente y muy sencilla: “Se le pide a una la persona con la que está hablando que diga «patata» si es un ser humano. Si no lo dice, ya lo sabes.”, claro que no sirve como comprobación de la inteligencia y seria fácilmente programable. El dialogo de ejemplo que pone como ejemplo de la aplicación en Tinder es divertido y realista de los Chatbots actuales (creo, ya que yo no hablo con máquinas y si ya me parece demencial eso de que una maquina te pregunte a ti, si eres una máquina, y contestemos; no quiero imaginarme este escenario que, al parecer, empieza a darse en el que los alumnos hacen sus trabajos con herramientas de IA, y en el que los profesores usan herramientas de IA para cualificar a sus alumnos. Vamos, que al final la educación se va a transformar en máquinas examinando a máquinas, verdaderamente divertido o, tal vez, solo tal vez, estúpido).

Divertida también, aunque es una de esas cosas que no sabes bien como encajan en la novela, las anécdotas sobre Belushi, su entierro (sonando una canción de los Ventures por un chiste sobre una parodia de abejas) y su tumba (que no es su tumba).

En una nota un poco más personal siento que mi relación con mi trabajo es un poco como la relación de ese personaje, al que su padre enseño a cuidar huertos, con su huerto ya que “… el huerto, más allá de sí mismo, para mí, significa disfrutar de la sensación de estar cerca de mi padre, de pensar en él cuándo está lejos, de tratar de pensar más como él.” No, no creo que sea algo triste, por si os lo estabais preguntando, aunque no sea lo más alegre del mundo.

Si ahora está de moda esto del Country noir, creo que Aflicción podría clasificarse (veo que es de 1989 y que incluso hay una película del 97) de un precursor de esta moda. Ya que pasa en una américa profunda (no del sur si no de New Hampshire que parece más civilizado que el sur pero que es igual de profundo). Concretamente pasa en uno de esos pueblos de los que desde el principio el autor deja claro que “En los pueblos e ven ir y venir las crisis de la gente, y se aprende a esperar a que se disipen por si solas: en su mayor parte las persona no cambian, sobre todo vistas de cerca; simplemente se vuelven más complejas.” A lo que yo añado que no suelen disiparse, que la mayoría de las crisis en los pueblos – o en los entornos pequeños como el barrio de Malasaña, o determinadas escenas musicales – las crisis siguen allí de por vida, las rencillas no se olvidan ni se perdonan, no se disipan.

Una diferencia entre esta novela y otras de ese estilo es que en lugar de pasar en un entorno natural lamentable esa pasa “En un país pobre y solitario, pero innegablemente hermoso; a pesar de su esplendor, sin embargo, en esos pueblos y ciudades hay una superabundancia de locura y desesperación. Anta privación y tanta belleza natural se aúnan para producir en la vida de los habitantes más tristeza y resentimiento de lo que un extraño es capaz de imaginar.” Algo que entiendo que pasa en New Hampshire como en esta novela, pero seguro que también, o esa sensación tuve, en Nueva Zelanda y en otros sitios “bellos”.

Una de las partes sorprendentes, por estar escrita en el 89, es la referencia a Donald Trump al que se refiere (junto con Wade Whitehouse, personaje inventado para el libro, creo) como “Primero se arruina, luego hace que los contribuyentes le paguen la fianza y después aparece como el Capitán Capitalismo, como si se presentara a la presidencia. El y ese Donald Trump. Cabrones que comen del pesebre público y cuando se hacen ricos a costa de eso se vuelven republicanos.” Vamos, lo mismo que nuestros banqueros y gurús económicos. Sin comentario, salvo el de la fecha. Hay cosas que no cambian.

Creo que ya he contado otras veces – últimamente publica bastante – que si veo una novela de Landero pues la compro, aunque últimamente me decepcionen, o más que decepcionar debería decir que no me satisfagan como lo hicieron algunas históricas suyas. Es una mezcla de tradición, de lejano conocimiento de las circunstancias personales del autor y de agradecimiento por aquellos primeros trabajos que tanta alegría me dieron., así que tenía que leerme La ultima función.

Les Luthiers cantaban aquello “de que decir que no se haya dicho, o que si se haya dicho” y en este caso pues me acojo a esa máxima. Una novela corta y correcta pero poco más, muy lejos del Landero fascinante pero que mantiene cosas buenas como esa descripción de los matrimonios (o uniones) en las que “Sin proponérselo, sin desearlo. Se acostumbraron a estar juntos, eso fue todo. O en otras palabras: como dos náufragos en una balsa, fingieron tomar la libre decisión de viajar juntos hacia no importa dónde.”

También me ha gustado, aunque me recuerda a la primera novela de mi hermano, o mejor dicho a a mi hermano y sus amigos cuando todavía estaban en esa fase en la que “… seguía leyendo y buscando un estilo para cuando llegase la hora de ponerse a escribir.”, fase que se dio, no porque lo diga yo, sí no porque el mismo lo ha reconocido incluso públicamente en algunos de sus personajes.

Pues nada, de un clásico personal español a un clásico personal americano, y a La invención del sonido, que también me ha decepcionado en bastantes ocasiones pero que no puedo evitar seguir comprando. Como en muchas de las novelas de Palhnuik, la historia que cuenta tiene un cierto toque demencial y, algo más que improbable, más bien inverosímil pero dentro de esa inverosimilitud los personajes son creíbles (sí que alguien grabe un grito capaz de destruir las estructuras de los edificios es inverosímil, pero la existencia de gente que se dedica a grabar gritos para películas y otros medios de entretenimiento es plenamente creíble, vamos real diría yo, e interesante en su marginalidad). Además, siempre deja reflexiones de mayor o menor interés como ese “Las mujeres siempre confiaban en eso: en que salir con un narcisista les diera algo de seguridad en sí mismas por osmosis. Nunca funcionaba.” (aplicable a ambos sexos; en mi opinión); o esa otra sobre la vida social nocturna “Cada noche tenía que decidir entre leer un clásico o ir a un evento de la industria. En otras palabras: pasar su tiempo con gente inteligente muerta o con idiotas vivos” Algo con lo que estoy de acuerdo salvo porque también, leyendo en casa, puedes pasar la noche con gente inteligente viva (es verdad que salir a un evento con idiotas muertos es mas difícil)

También, algo que pasa con muchos escritores que yo considero buenos o que igual es del revés y cuando pasa me parecen mejores escritores, aporta curiosidades interesantes (probablemente ficticias) como el origen de la superstición de no pasar por debajo de una escalera “… en los viejos tiempos, nadie quería maldecir a un árbol. Así pues, cuando se ahorcaba a alguien, la gente apoyaba una escalera de mano contra una tapia y ataba una soga al peldaño superior. Al condenado lo subían a una silla o lo sentaban a lomos de un caballo. Cuando se derribaba la silla o el caballo salida corriendo, el nudo corredizo que quedaba colgando bajo la escalera hacia su trabajo.” O (probablemente ciertas) como que Agatha Christie cuando su carrera estaba en horas bajas desapareció temporalmente y “todo el mundo pensó que había sido un asesinato, muy probablemente a manos de su marido, que se quería divorciar de ella para casarse con su secretaria.” cuando apareció viva pues se relanzo espectacularmente su carrera, aunque no aclara que paso con su marido y la secretaria.

Mi siguiente lectura termina la trilogía que me deslumbro, creo, el año pasado: La ley de los cerros y que es uno de esos ejemplos de country-noir: La ley de los cerros. Miro ahora las frases que he escogido y me da la sensación de que algunas podrían ser (por decir algo) muy criticables desde una perspectiva de género como: “Lo que me dijiste es que tu abuelo no te enseño nada sobre las mujeres, salvo a ser amable, escucharlas y cargas cosas pesadas.” pero que reflejan una realidad de pensamiento (iba a escribir otra época, pero ojalá pudiera hacerlo)

No se queda atrás esta sobre lo malo que fue ser adán en el principio de los tiempos que es todo un resumen de historia bíblica: “Vivir solo, sin amigos, y tener que ponerle nombre a todo. Al final consiguió una mujer y se metió en un lio por un asunto relacionado con la comida. Los desahuciaron. Uno de los hijos mato al otro y huyó. Pienso en lo triste que tuvo que ser para ellos, Expulsados del paraíso con un hijo asesino.”

Tampoco está mal este clásico del cinismo explicado: “Podías estar cagándote en la puta madre de alguien, pero como se te cayera redondo ahí mismo, al momento dabas un volantazo y, de buenas a primeras, resultaba que no habías conocido a nadie mejor en toda tu vida, cualquiera diría que la acababa de diñar un apóstol.” Que por incluir el cinismo de la muerte con el cagar me hace recordar a Kike Turmix, que en viva era vilmente famoso (además de por otras cosas) principalmente por tirarse cuescos apestosos en público sin ningún pudo, llegando a vaciar bares con el olor de sus cuescos, hecho que se comentaba pero que se olvidó en cuanto la diño, quedando para el recuerdo solo su apostolado musical.

Aunque creo que en este mismo comentario he dado a entender que yo no olvido (que las rencillas no se disipan y que hay frases que hacen daño toda la vida) he de reconocer que yo procuro no cabrearme con nadie ya que “El esfuerzo de tener que recordar con quien estabas cabreado no valía la pena.” Contradicciones tenemos todos y hay que vivir con ellas: procuro no cabrearse para no tener que recordarlo, pero, si lo recuerdo no lo perdono, ni lo olvido (esto ultimo, por definición).

De mis dos últimas lecturas de este mes: Te di los ojos y mirarte las tinieblas y Perro Negro solo puedo decir que no he conseguido acabarme ninguna de las dos. Ambas me han parecido insoportables y completamente prescindibles.


En fin, pues eso… que vuestros médicos no os prohíban lo básico: ¡Divertíos, asaltando el castillo!

 

Lecturas

Lo que sabe la señorita Kim - Cho Nam-joo

La novia grulla - CJ Hauser

Aflicción - Russel Banks

La ultima función - Luis Landero

La invención del sonido - Chuck Palahniuk

La ley de los cerros - Chris Offutt

Te di ojos y miraste las tinieblas - Irene Solá

Perro Negro - Miguel Ángel Oeste


miércoles, 14 de febrero de 2024

Comentario de textos – enero 2023

Ahora que había conseguido ponerme al día de mis lecturas he tenido un enero de muchas lecturas – ya que me marche unos días a Piles, en gran medida para descansar de todo, o de nada, que no lo tengo claro, pero también porque habían surgido algunos problemas con una puerta y nuestros futuros nuevos vecinos – y ahora febrero se me plantea lleno de trabajo e incluso de la necesidad de estudiar ya que he ofertado un trabajo que tengo claro que ahora mismo no sabría hacer pero que puedo, y me apetece aprender (aunque soy como soy lo he ofertado con la esperanza de que no me lo adjudiquen; quiero aprender a hacerlo pero no sé si tengo el tiempo, las fuerzas o la edad para hacerlo. Ya veremos, si se da el caso). Vamos que o me pongo hoy a escribir o ya se me hará tarde y encima pues las lecturas son muchas.

Así que, aunque debería ponerme directamente con las lecturas, no puedo comentar la noticia más curiosa que he leído últimamente (o que recuerdo en este momento) y, como contrapunto mi mayor enfado de este mes (no, no es que tenga tantos enfados como para hacer un ranking mensual, de hecho, hacia bastante que no me enfadaba tanto por nada).

La noticia más curiosa es una de las primarias, republicanas y en colorado (creo), donde solo se presentaba una candidata y…. ha perdido. Ya, ya lo sé, yo pensé lo mismo cuando lo leí ¿Cómo puedes perder si eres el único candidato? Pues el caso es que, en estas elecciones, que son nominales, además de los candidatos (en este caso solo uno) hay otra opción que es “ninguno de los anteriores” y esta fue la opción ganadora con ¡más del 60% de los votos! No quiero ni imaginarme si aquí, en esta España en la que casi todo el mundo vota en contra del resto, se implementara una opción como esta, aunque resulta fácil de imaginar que se provocaría el colapso de la democracia. En fin, igual habría que probarlo, aunque fuera solo por curiosidad estadística.

En cuanto a mi mayor enfado, pues ya he cambiado de opinión y casi que paso de contarlo. Baste con decir que hace bueno, o malo, ese refrán de “de buenas intenciones está el infierno lleno”, sin hacer buena la siguiente parte de aquella canción sobre el mismo que decía “a falta de razones nos basta con querernos”. Pero por no ser críptico os diré que mis buenas intenciones han sido completamente malinterpretadas y me han sido devueltas casi en forma de infierno. Pero, bueno, digamos que son solo los nervios de algunos momentos y dejémoslo correr. Así que a las lecturas.

He de reconocer que hace ya mucho tiempo que Vargas Llosa – que en su día creo que fue un buen, muy buen, escritor – me decepciona y si sigo comprando sus libros es solo por ese cariño a sus primeras obras, o al recuerdo de su lectura en mi adolescencia, pero de su último libro Le dedico mi silencio, lo único bueno puedo señalar es la nota final en la que dice que escribirá un ensayo sobre Sartre (algo que, como no leo ensayos, no me afecta) y que “Sera lo último que escribiré.” Visto lo visto es una gran noticia, a menos que haga un Stephen King y siga diciendo que cada novela es la última que escribe, pero luego, cada año, saca una o dos. Confiemos en la palabra de Vargas Losa y esperemos no tener que volver a leer algo tan malo de alguien que fue tan bueno.





Mi siguiente lectura, La última colonia, casi hacia buena la novela de Vargas Llosa ya que, aunque por los pelos, la de Vargas Llosa puede considerarse una novela, pero esta… esta es una tesis doctoral publicada, y publicitada, como una novela sin ningún desparpajo. Es verdad que me podría haber ahorrado la compra si me hubiera fijado en que de las trescientas páginas que tiene las ultimas cien son cosas como notas al pie de página, bibliografía y cosas parecidas. Obviamente puede tener mucho interés para estudiosos del proceso colonial, pero… por el amor de dios no puede editarse como una novela. No he conseguido pasar de la página cien.






Es verdad que una crítica parecida la podría hacer de una parte de Illuminations.Stories (el último libro de mi viaje a NYC que me quedaba por leer, del que en enero solo me quedaba la mitad) ya que tiene un cuento (una story), de unas doscientas cincuenta páginas de cuatrocientas, que es una versión de la historia del comic. Pero, con la gran diferencia de que esta historia es parcialmente ficticia (o por lo menos lo es para un lector que no sepa mucho de ese mundo y sea incapaz de identificar a los retratados, que todos, supongo, tienen un nombre cambiado, igual Thunderman es SuperMan o igual no) lo que le quita todo el peso de la realidad (y las cien páginas de citas y notas) ; encima está llena de reflexiones y frases ingeniosas y bueno no es la única historia del libro.

Respecto a la parte de Thunderman pues recoge ese debate que parte de la sociedad conservadora y normalmente bíblica, tuvo (o tiene) sobre si los comics (o el rock o los videojuegos) incitan a la juventud a cometer las tropelías que muestra al que se responde que “... no more than the bible is encouraging its readership to massacre the innocents or have sex with their daughters or go crucifying people…” Creo que con eso queda dicho todo, señoría.

También, pese a que pueda resultar raro para los lectores serios que reniegan de los comics por su calidad, me encanta su comparación de los contenidos actuales de la televisión con los de algunas series de comics: “if we looked at what is happening on TV from any sort of editorial perspective, this was well beyond the point there he’d have called the writer in to have a serious discussion: this was irredeemable and utter narrative collapse. This was American reality become a crappy superhero comic book, in the last senseless issue before abrupt cancellation.” Claro, que esto hay que mirarlo con perspectiva ya que ese punto se alcanzó en la televisión hace muchos años y no solo parecen haber despedido al guionista sino haberle ascendido.

Sabiendo – dentro de lo poco que se de comics – que Allan Moore si participo en algunas series de superhéroes, donde seguramente tenia presiones para ciertas líneas argumentales, también tiene bastante gracia la afirmación: “If anybody at that Company had seriously wanted to cheat gravity, then they had only to put down the massive burden they were shouldering. Then they’d have kwon was flying was.” Un buen consejo que siendo el tipo raro que es igual siguió, ya que lo normal es no seguir los consejos propios.

También me gusta su crítica a las bibliotecas, o librerías que solo tienen autores “serios” y en las que “there’s no crime fiction, there’s no science fiction, nothing there by anyone who’s’ black or Asian. And for saying there were never more than one or two blokes in the Panacea Society, there’s nothing here by women. If you walked into a bookshop and this was their catalogue, you’d walk straight out again. I’ll probably get rid of them as a job lot and then have a flat-screen installed. That’s more me, if I’m truthful”.

Con todo, mi parte favorita es cuando un serafín (diría yo) está hablando de la creación y del creador  “I used to sit there in the corner with a bag of sweets and watch him done all the gene-editing and that. He’d swear and kick things when he made a typo, got his guanine mixed upon with his adenine, but I was only, what, three or four million, typical kid, so I just thought it was a laugh. I realized later that Dad was dyslexic, but back then, in the Precambrian… you have to understand it was a difficult time. We didn’t have the same awareness about learning difficulties, and so he was half-way through production on marsupials, before anything noticed anything was wrong.”  Me encanta este concepto de un dios disléxico, posiblemente la única explicación para el ornitorrinco y otros animales como el extinto pájaro Dodo. Brillante, casi tan brillante como ese: “Perhaps fascism was always weaponized nostalgia?” que completa al tradicional “la nostalgia ya no es lo que era”.

Ya digo, nada que ver con las dos anteriores.

El caso es que me había quedado sin nada que leer y las calles estaban atestadas de personas comprando o devolviendo regalos de navidad y reyes por lo que no podía acercarme a mi librería de referencia (si, repito, aunque seguro que ya la visitáis: Méndez en la calle mayor) pues aproveche para robarle a Alvaro el libro que le habían regalado por navidad, Holly, a la espera de que se despejaran las calles.

La verdad es que aparte de un libro biográfico sobre su forma de escribir, y tal vez algún cuento, creo que no había leído nada de Stephen King y esta, cuya portada “brilla en la oscuridad” y que parecía alejarse del clásico terror por el que es famoso pues no parecía mala opción (lo del brillo en la oscuridad si parecía mala opción).

Es una entretenida y muy correcta historia de detectives que tiene bastantes curiosidades, algo que siempre entretiene. La mayor curiosidad es que cite a Juan Ramon Jimenez, “Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.”, que me parece muy buena y casi una canción de Kiko Veneno.

Como curiosidad no se queda lejos el refrán sobre la depreciación de una fruta a la que tengo mucho aprecio: “Las naranjas son oro por la mañana y plomo por la noche”., que pese a ser un poco menos completa que la de nuestro plátano (de canarias, digo) la verdad es que me ha dolido más y me ha estropeado el postre invernal de varias cenas bajando mucho mi media de raciones de frutas y verduras (aunque he de decir que solo hasta que me olvide de la misma, algo que, espero, no tardara en suceder y vuelva a tomar naranjas de postre de la cena).

Por otra parte, me ha hecho tener que mirar Wikipedia para confirmar algo que había dicho (erróneamente) sobre la novela de título racista de Agatha Christie que sí, que inicialmente se llamaba Diez negritos (Ten Little NIggers) y que antes las protestas racistas primero cambio de diez indiecitos (Ten Little Indians), algo que seguía siendo igual de racista, aunque sobre otra raza y ya finalmente a ese título menos racista que tiene ahora. Así que mis disculpas no por el tema racista sino por haberos dado información falsa, que espero no hayáis usado.

En un momento de la novela parece que se hace apología de ser carnívoro (en contra de los vegetarianos) con ese “Me consta que uno siempre puede encontrar un texto sagrado en el que sustentar sus creencias, y esa gente encontró textos de sobra. En Romanos se dice que las personas débiles solo comen verdura. En el Deuteronomio, el Señor promete comeréis carne. En Corintios dice: comed todo lo que este a la venta en el mercado de carne.” pero luego (ojo spoiler) es más bien del canibalismo con ese otro: “El musculo y la medula ósea humanos curan la artritis y la ciática; el médico español Arnau de Villanova ya lo sabía en el siglo XIII. El papa Inocencio VIII comía los sesos en polvo de chicos jóvenes y bebía su sangre. En la Inglaterra medieval, la carne de los reclusos ahorcados se consideraba una exquisitez.”

Supongo que igual me decido a leer otra novela de Stephen King en cualquier momento, supongo que antigua ya que es de los que no piensa escribir nada mas (desde hace ya varias novelas).

Como era una buena novela pues me la termine antes de que las calles estuvieran lo suficientemente vacías como para poder cruzar la puerta del Sol y llegar a la librería Méndez a reponer existencias, así que me vi obligado a tomar prestada una novela que alguien compro como regalo de navidad y se dejó olvidada en el Wurlitzer (tengo dudas de si sería un regalo de navidad ya que el ticket de compra que estaba dentro de la novela era de mediados de noviembre y no sé, pero tanta previsión para luego dejársela olvidada, pues, como que no me encaja mucho): La Secta.

Curiosamente es de otro autor (autora en este caso) muy, muy famoso (venga famosa), pero del (vale, de la) que tampoco tengo conciencia de haber leído nada antes, pese a su fama, su nacionalidad (sueca) y su estilo (policiaco). Antes de nada, he de decir que es una especie de segunda parte, o secuela, por lo que cuando la juzgo como floja lo hago sin haber leído la primera y siendo consciente de que segundas partes nunca fueron buenas. Esta no es especialmente buena, correcta como mucho.

De toda la novela lo que más me ha inquietado ha sido la percepción de lo que es una ola de calor en Suecia, toda la novela pasa durante una y prácticamente en cada página se menciona este hecho, cuando en la primera página se nos da un dato verdaderamente importante: “El sol del verano le abrasa la cara. Deben de estar por lo menos a veintinueve grados en la calle.” ¿En serio, veintinueve grados y es una ola de calor insoportable? Uno no puede más que preguntarse ¿Cómo sobrevivían las suecas en la España del final del franquismo, principios de la transición? O ¿Por qué venían a este calor plenamente inaceptable para ellas? No sé, supongo que serían cosas del destape ese, o de puro masoquismo que los suecos, ya digo, son muy raros.

Como aprendiz de mago que fui durante un tiempo y al que, inevitablemente, le pedían de vez en cuando que hiciera juegos para niños, pensando que es la forma más sencilla de magia. Al fin y al cabo, mucha gente piensa que es más fácil engañar a un adulto que a un niño (como si la magia tratara de engañar al espectador) cuando realmente no es nada fácil, es mucho mas dificil, ya que no tienen ni idea de las leyes de la naturaleza “… los niños aun no conocen esas leyes. Para ellos el mundo es un vasto territorio inexplorado, y no hay ninguna razón para que no exista la magia.”, de hecho, en la mente infantil no hay ninguna razón para que alguien no vuele o para que los objetos cambien de sitio y de color. Sencillamente no les sorprende, como mucho le llama la atención, pero no les parece gran cosa.

A mi sin embargo hasta esta frase “Loke, su asistente, se encargaría de suturar la incisión en forma de I que ella había abierto en el cadáver” me llama la atención ya que no me queda claro si existen dos técnicas de autopsia o si es un problema de traducción o del auto corrector (yo solo conocía la incisión en forma de Y)

Como en muchas novelas más o menos modernas hay personajes con graves problemas mentales, en esta, entre otros, una inspectora obsesionada con la limpieza, aprensiva a cualquier tipo de suciedad o contaminación (como si se tratara de un cirujano con alergia a la sangre) pero con la que en un momento dado coincido plenamente: “¡Y pensar que había empresas que presumían de vender yogur con bacterias vivas! ¡Qué asco! Mina esperaba que todo lo que hubiera en su comida estuviera convenientemente muerto.” Ya te digo, mi comida también la quiero completamente muerta y por poco moderno que sea cocinada a ser posible.

En la contraportada de El operador de radio se puede leer “… una red de espías nazi activa en Nueva York durante los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial”. No se vosotros, pero yo, al leer esto (espías nazis, nueva york) pues ya tenía ganador para mis compras. Pues si sois como yo solo puedo daros un consejo: leer las frases enteras antes de comprar ya que realmente es la historia de un inmigrante alemán que realmente no tiene nada (salvo tangencialmente y sin ningún interés) con una trama de espías nazis y solo parte de ella pasa en nueva york.

Aunque no me ha gustado como novela (ha decepcionado mis expectativas) es verdad que me ha producido una sensación extraña saber que en el mismo año en Nueva York podían coexistir en el escaparate de una librería Mi Lucha y Las uvas de la ira (aunque una es anterior, pero no os diré cual ni tampoco cual vendió más copias en américa en 1939)

Igualmente, curioso, y un poco inquietante, es enterarse de que “Lindbergh pertenecía a un comité que se autodenominaba Estados Unidos Primero” y que no quería que estados unidos entrara en la guerra (en 1940). Curioso, ¿casual en nombre? Vete a saber.

En un momento dado se describe la sensación que el protagonista tuvo al llegar a la ciudad en términos que todos hemos sentido (o por lo menos las personas sensibles, que hay cada animalillo campestre que cree que NYC es feo) “Las fotos no le habían preparado para aquella visión, para la grandeza y majestuosidad de aquel lugar. Por fin comprendió para que servían los ojos.” Desde luego yo sentí algo parecido la primera vez, todavía siento algo muy parecido, y es algo sobre equiparable al día en que sales a la calle con tus primeras gafas graduadas que casi se me escapo un “hostias, que bonito es todo”; casi equivalente a ese así que para esto servían los ojos.

Todavía es pronto para saberlo, pero El movimiento del cuerpo a través del espacio puede que se haga, pese a su título, con el premio a la novela más divertida de este año, o al premio protagonista con el que más me identifico (algo que sería sorprendente teniendo en cuenta que con el personaje con el que digo identificarme es una ex deportista casada de más de sesenta años) o con el de autora favorita sobre temas de nutrición o de adicciones (yo no lo recordaba pero en 2014 ya me había leído otra novela de esta autora en la que tocaba temas parecidos), todo dependerá de las categorías finales, si es que las hay pero igual no son esas

En cualquier caso creo que ya queda claro que me ha parecido una gran novela pero añadiré que refrendo muchas de las opiniones que la autora (a través de sus personajes) pone en el libro, entre otras: “que mujer se moriría por follar con un hombre que se deseaba a si mismo”; “Nancee era víctima de una moda que, a la hora de ponerles nombres a los hijos, celebraba como signo de originalidad la incapacidad de escribir sin faltas de ortografía.”; “La gente va soltando jerga de moda y se cree moderna, pero no se puede ser moderno e imaginativo. Se puede estar fuera de onda y ser imaginativo, o bien ser moderno y conformista.”

He de reconocer que incluso – antes de que le diera el ataque de locura deportiva que sufre el marido de la protagonista – me siento identificado con este marido y su incredulidad cuando en un delirante juicio laboral por acoso lo acusan de violento y tras citar en su defensa la definición de violencia del diccionario le dicen “Bueno, esa es la definición del diccionario” con el fin de quitarle la razón dando a entender que esa es tan solo una opinión y el ya estalla respondiendo incrédulo a la vez que indefenso antes semejante respuesta “…pero la palabras tienen que significar algo en concreto, de lo contrario, es inútil emplear al lenguaje para comunicarse.” Increíble si no fuera porque yo también he oído como defensa ese equivalente de “eso es una cuestión semántica”. Menudo mundo, pues claro que es semántico, si es el significado, ¿Qué iba a ser?

El caso es que al fin en la novela pues hay casi dos sociedades (como ya sabéis yo prefiero decir que “hay 10 tipos, los que entienden el binario y los que no”, y lo seguiré repitiendo aunque solo me haga gracia a mi) o en palabras de la autora: “la humanidad quedaba dividida en campos mutuamente hostiles: los que saltaban de la cama y los que se iban a dormir a las tantas. La distinción no era solo cuestión de horario. Noctambulo era sinónimo de maldades, imaginación, rebelión, transgresión, anarquía y excesos, por no decir drogas, alcohol y sexo. El madrugador evocaba valores protestantes tradicionales como la obediencia, la laboriosidad, la disciplina y la frugalidad, pero también, a la visa de la alegría que les provocaba levantarse a saludar al nuevo día, la determinación militar e incluso fascista de mirar el lado bueno de las cosas.” Yo no tengo ninguna duda sobre en cual de esas mitades me clasifico, incluso cunado me levanto antes de que salga el sol o me acuesto temprano, que eso al fin y al cabo son detalles y como decía un nacido en Soria: “yo soy vasco, que los de Bilbao nacemos donde queremos”. ¿vosotros?

También, por la parte que me toca al ser clasificado, en ocasiones, de ermitaño receloso he de señalar que estoy de acuerdo con que estamos (obviamente quiero decir están) completamente incomprendidos, caracterizados con mezquinos sociales faltos de generosidad sentimental, cuando “… lo propio de los ermitaños recelosos era entregarse generosamente y por completo una vez caídas las imponentes barreras que tenían por costumbre levantar ante todos los demás.”

Por ultimo señalare que me encanta esa estadística (posiblemente falsa pero plausible y puede que tal vez escasa) de que “… la superficie de piel norteamericana estampada con hobbits, alambre de espino, códigos de barras, ojos, tigres, motivos tribales, escorpiones, calaveras o superhéroes equivale a la del estado de Pensilvania.”

En mi top ten desde primeros de año, y muy bien se tiene que dar para que no aguante en el mismo.

La niña de oro es una novela que se supone policiaca en la que se cometen unos crímenes contra albinos, que según el autor encima se dan en más (los albinos, no los crímenes) en ciertas zonas desfavorecidas lo que se supone sirve para añadir cierta carga social a la novela. Además, de repente aparecen referencias a una religión africana por supuesto excluida del entorno social (supongo que también para criticar algo cultura, probablemente el colonialismo) pero nada de todo esto cuaja y es uno de esos casos en los que si uno intenta hacer un spoiler pues no sabe que poner ya que toda la historia se resuelve, o no, no estoy seguro, sin dejar ninguna huella. Lo mejor, puede que incluso lo único bueno es una cita ajena, que si tiene su gracia: “En la facultad leyó a Bertrand Russell, eso de que el ateo simplemente cree en un dios menos que el cristiano. La diferencia entre ambos es cuantitativa, no cualitativa.”



Me he olvidado de mencionar que la novela anterior era argentinísima (con modismos casi ilegibles a ratos) y mi siguiente lectura (la única que me quedaba en Piles, donde estaba) pues también era Argentina: La llamada. Un retrato. SI la anterior era un desvarío disfrazado de novela policiaca sin mayor interés, esta era una historia de una presa de la dictadura (y de su entorno) que acaba exiliada en Madrid. Se cuentan torturas y cosas chungas como violaciones y sin embargo yo no consigo empatizar en ningún momento con la protagonista que desde el principio me acaba pareciendo la típica argentina pedorra, rica y que se cree lo siguiente a hermosa y que eso le permite cierta promiscuidad. A medida que avanzó en el libro cada vez me parece más odiosa la protagonista y casi entiendo a todos los argentinos exiliados que le hacen el vacío en Madrid. Es verdad que la tesis de “si sobreviviste es que colaboraste” por la que le hacen el vacío, a ella y a otros represaliados no es justa, ni veraz ya que como explica en Ronin (una película con excelentes persecuciones de coches y bastante buena) Robert de Niro a un chuleta irlandés que se cree preparado para resistir interrogatorios “nadie resiste indefinidamente” (el personaje de Robert de Niro  confiesa que después de torturarle durante un tiempo el acabo rindiéndose por un grasshooper, el coctel no el pequeño saltamontes). Olvidable (la novela, digo) aunque bueno siempre está bien tener más razones para “odiar” a las argentinas exiliadas o, ya que nos ponemos, a cualquier otro grupo de población.

Para la vuelta de Piles – a finales de mes – ya no me quedaba nada de lectura así que, como siempre voy con tiempo a la estación, pues pude comprarme Tres enigmas para la Organización, una novela de ese Eduardo Mendoza divertido y delirante, estilo casi Jose Luis Cuerda, que a veces aparece. Un divertimento verdaderamente divertido es todo lo que debería decir, pero… el caso es que entre los diálogos delirantes hay varios que suscribo. Como ejemplo ese protagonista al que le preguntan ¿Qué sabe hacer? Y responde “Bien, lo mío. Mal, lo que me manden:” que, en mayor o menor medida todos suscribimos (salvo, tal vez, el histórico, o cinematográfico, Cid del que decían aquello de “que buen vasallo si tuviera buen señor”).

En esa misma línea está la obtención de “… la recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una vulgaridad sin paliativos” que a ninguno nos gusta suscribir, pero a la que, en parte, no le faltaría razón si no fuera porque precisamente de eso va la vida, de aprender (como lo de los hippies y el camino, eso de que lo importante no es el destino, sino el viaje)

Pues eso, un mes con altibajos – como casi todos – que no debe quitarnos la idea de ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Le dedico mi silencio - Mario Vargas Llosa

La última colonia - Philippe Sands

Illuminations. Stories - Alan Moore

Holly - Stephen King

La Secta - Camilla Läckberg

El operador de radio - Ulla Lenze

El movimiento del cuerpo a través del espacio - Lionel Shriver

La Niña de Oro - Pablo Maurette

La llamada. Un retrato - Leila Guerreiro

Tres enigmas para la Organización - Eduardo Mendoza