Este mes también empiezo tarde, muy tarde, a escribir este
blog. Parece que empieza a convertirse en una de esas costumbres que todos
tenemos pero que nos negamos a reconocer de lo poco que nos gustan y que a
falta de reconocimiento no conseguimos corregir (ya sabes el primer paso de
lo-que-sea anónimos es reconocer que lo eres y luego, pues luego ya verás cómo
lo solucionas si es que tiene solución y si te apetece solucionarlo).
Pese a la inseguridad que puede que mostrara en mi post
anterior y aunque todavía no es una opinión definitiva, de momento me veo en la
obligación de confirmaros que Auckland es una ciudad muy bonita, una ciudad en
la que apetece vivir (a buen entendedor pocas palabras bastan). No es que
Auckland haya cambiado entre mi anterior post y este – podría ser, todo es
posible, especialmente en una ciudad que todavía está en construcción – ni tampoco
es que revisando mis recuerdos del viaje la ciudad haya mejorado. No, sencillamente es que “that was then, this is now” como
cantaban The Mosquitos.
Por supuesto, dependiendo de los resultados de mi aceptación
médica, mi opinión sobre la ciudad y el país pueden cambiar dramáticamente en
fechas próximas. Igualmente puede que según avance, si es que avanza, mi
conocimiento de la ciudad cambie mi librería de referencia de Auckland
(actualmente Time Out en Mount Eden) por alguna otra pero de
momento y pese a algunas decepciones relacionadas con las recomendaciones de mi
librera indie mantendré esta
referencia (solo en competencia con Unity
Books, ya que Whitcoulls, la
tercera librería que conseguí localizar, no es competencia pese a que alguna
vez fue parte de la cadena Borders, que tenían su punto). Pero divago, ya, si
eso, hablamos de las librerías de Auckland, o de la ciudad, otro día; que ha
sido un mes de muchas lecturas.
Para la “primera pata”
de mi viaje de vuelta había cogido Baby,
que mi librera indie me recomendó
mucho y que, por supuesto, la portada y la contraportada ponían por las nubes,
que si una mezcla entre Patricia Highsmith y telerrealidad, que humor negro
inteligente pero que tenía, y tiene, una portada de un rosa tan rosa que no
auguraba nada bueno.
Sera por esas cosas que pasan en los aviones pero el caso es
que no estoy completamente seguro de habérmelo acabado, no tengo ninguna marca
de ninguna frase o reflexión interesante y el recuerdo que tengo es de una
aburrida historia, no descabellada (que sería bueno), sino simplemente vacía de
interés, excepto el de ciertas inseguridades sexuales de las protagonistas.
Es posible que no me lo acabara ya que en la escala en Dubai
encontré Greeks bearing gifts, otra
novela de la serie Gunther de Kerr. Como podéis comprender entre una
novela que no había conseguido acabarme, o tal vez si, en unas diecisiete horas
de vuelo y una nueva entrega de una de las mejores series de novela negra
actuales, la primera no tenía ninguna oportunidad de ser retomada para las
próximas horas.
La primera virtud de esta novela, aunque cualquier otra
novela salvo una en español habría servido igual, fue la aislarme de mis
compatriotas que se comportaban como “muy
españoles y mucho españoles” en el aeropuerto de Dubai, reencuentro
cultural para el que no estaba preparado tras diez días entre personas
civilizadas que saben cosas tan sencillas como respetar una cola de espera, o
leer cuál es su zona de embarque, o no hablarse a gritos como si estuvieran
solos en el mundo, vamos, esas pequeñas cosas que parece que los “muy y mucho” españoles no conseguimos,
no ya dominar, si no tan solo practicar.
En esta novela nuestro conocido Gunther (que vive en Grecia bajo otro nombre) sufre un infarto,
algo que no le asusta y no solo porque el pobre ya ha pasado muchas, demasiadas
cosas, como para asustarse por algo así, sino porque “But straightaway I knew what needed to be done: I lurched into the
café, ordered a large brandy, and lit a cigarette but not before snapping off
the filter to smoke it plain and get my breath. The old remedies are usually
the best.” Esto es lo que yo llamo tener las ideas claras (sobre cuáles son
los mejores remedios), estar preparado (llevar siempre tabaco), ser detallista
(lo de quitarle el filtro) e incluso tener suerte (que haya un café cerca en el
que tomarse una copa). Yo, para cabreo de mis familiares y conocidos, soy de la
misma opinión y en las escasas ocasiones en que me he visto en una situación
similar siempre he adoptado el mismo e infalible remedio.
Seguro que
los expertos médicos tienen otra opinión pero “But take my advice, if you’re looking for truth, don’t ask an expert
on anything. What you’ll get is an opinion, which is something very
different….. The only people who will always say they’re telling you the truth
are priests and witnesses in court, which gives you a pretty good idea of what
truth is worth”.
La verdad es que como todas las novelas de Kerr esta está
llena de frases que merece la pena leer como su descripción de los criminales,
que más que grandes mentes criminales lo que les pasa es que “They lack imagination, that’s all. Crimes are committed when men take an idea that seems like a good idea
and then can’t think of enough good reasons why it might not be a good idea”. Algo, la falta de reflexión
o imaginación, no es un defecto exclusivo de los criminales sino que demasiada
gente no se para a pensar en las cosas antes de lanzarse a hacerlas.
Sin ser la mejor novela de la serie, ni de Kerr (no, sobrino, antes de que me lo
preguntes: no, no sabría decir cuál es la mejor) no deja en mal lugar a esta
serie, ya clásica, como clásica es este Song
from under the floorboard de Magazine:
Para mi magazine es un grupo con una fama inmerecida, un
grupo que tiene mucha más fama que canciones buenas y es posible que sea un
poco injusto con ellos si afirmo que me gusta me gusta más la versión de Los Nikis que posiblemente no sea mejor
pero que para que ha ocupado más horas de mi adolescencia (posiblemente por mi “relación”
con Los Nikis, de la que ya hablaremos
otro día). Aquí os dejos su versión, La canción
de la suciedad, para que vosotros mismos juzguéis:
En cualquier caso, igual que Magazine tiene canciones buenas y malas, no todas las reflexiones
de Kerr son buenas, o pueden darse
por buenas, ya que parece difícil lo que él ve fácil: “It was easy to imagine Aristotle and Archimedes drinking ice-cold
martinis there in search for the final clear simplicity of an alcoholic
aphorism after a day of philosophical debate” no solo por los pequeños detalles
de la posible falta de hielo, de ginebra o de vermut para hacer un buen
Martini, si no también por la inviabilidad temporal de encontrar a los dos sentados
a una mesa (que sean griegos y antiguos no los hace necesariamente coetáneos, y
creo – no lo he comprobado – que no lo son, como tampoco son filósofos los dos,
o no estrictamente).
Prácticamente nada más volver de Nueva Zelanda me marche
para Piles para cotillear e informar a parte de mi familia de cómo había ido mi
viaje y para darle a Alicia algunas pequeñas chorradas que le había comprado
(además de una bolsa que me regalaron en una tienda de artículos para turistas
que tenía forma de camiseta, supuestamente de rugby y con los colores de la
segunda equitación de los All-Blacks)
y también para disfrutar de un poco de tranquilidad, para reflexionar un poco,
para darme un par de paseos y chapuzones en el mediterráneo, tomarme el
tradicional arroz al horno en Rosario y
Federico (que no se llama así pero yo lo sigo llamando así para que no
podáis encontrarlo fácilmente, que tampoco se trata de que se llene).
Ya situado en Piles, decidí empezar por un librito corto, TinderBox, que tiene su punto, su punto
cultureta como no podía ser menos al ser otra recomendación de mi librera indie. Va sobre un tipo, o tipa
que el género no es importante para la historia, que está intentando escribir
una versión/variación de Farenheit 451
y que empieza con su propia explicación del título de la de Bradbury: “I know what temperatura books burn at. Half
Price”. Es un libro entretenido que comenta muchas curiosidades que yo
desconocía (pero que seguro que son conocidas por todos los filólogos o los
aficionados a Bradbury) como que lo
escribió usando una máquina de escribir alquilada (Por medias horas), es decir,
en gran medida, contrarreloj o contra costes podría decirse. Si tardaba mucho
pues le sería menos rentable pero tenía la ventaja de que ya había escrito un
cuento parecido “The fireman”.
También resulta curioso que ahora mismo existan ya más de
42.000 libros digitalizados y en dominio público que pueden leerse
gratuitamente como parte del proyecto
Gutemberg ya que sus derechos de autor ya son públicos – lo que en cierta
medida va contra la premisa literal de necesitar memorizarlos del original de
Bradbury – entre estos libros todavía no este esté. Curioso.
The Lazy Boys es
una novela ambientada en una pequeña población de Nueva Zelanda y protagonizada
por un pequeño grupo de estudiantes con problemas, o tonteos, con las drogas y
el alcohol. Vamos lo típico de los estudiantes en cualquier parte del mundo,
nada nuevo por mucho que pase en las antípodas. Aunque no tengo una capacidad
clara, por la falta de referentes culturales de neozelandeses me imagino que en
cierta medida debe de ser una especie de versión local de Historias del Kronen, o un intento de relocalizar Less than Zero. Lamentablemente para mi
ha tenido el mismo interés que la primera (aclaro que escaso) y bastante menos
que la segunda que cuando la lei si me gusto bastante (en una relectura
posterior eh de reconocer que ya no me gustó tanto y que o la novela o yo no habíamos
envejecido bien). Pese a que esta si podría ser una novela que retratara a los
neozelandeses y que, por lo tanto, podría haberme recomendado mi librera indie he de decir que no estaba
entre las que me recomendó y que la escogí yo solo en mi visita a Unity Books (una librería, más bien una
cadena en plan Casa del libro, que en principio no tenía buena pinta –
demasiado generalista – pero en la que había cosas interesantes y a la que seguramente
de otra oportunidad, sobre todo por proximidad geográfica al centro de Auckland).
Ya que estamos hablando de problemas de alcoholismo o de
drogas, más que del uso recreativo de estas sustancias, os dejo este tema de M.O.T.O., Gonna get drunk tonight, del que si no oyes la letra parece que se
refiere al uso recreativo pero que realmente va de un tipo que bebe solo, lo
cual para mí es el principio, o la prueba, de los problemas con el alcohol
(para mi hay una gran diferencia en el motivo por el que se bebe, en cómo se
bebe y como decían aquellos “más vale ser
borracho conocido que alcohólico anónimo”).
Una novela, Red
Herring, que se anuncia combinando una huelga en los muelles de Auckland con
un detective privado excomunista obviamente atrae la atención de casi cualquier
lector, o por lo menos a mí. La historia, que está bien, tiene para mí el
problema de estar referida a hechos y personajes sobre los que no tengo ni
idea, de hecho no tengo ni idea de cuáles son las implicaciones de ser un
excomunista en la Nueva Zelanda de los primeros años cincuenta como para
reconocer o tener idea de las distintas facciones políticas de ese momento en
ese país. Si bien los personajes no dejan demasiada huella y no están demasiado
logrados la verdad es que el libro está lleno de cosas interesantes, que yo en
mi incultura enciclopédica desconocía como que a las tropas neozelandesas
(varias decenas de miles) de la segunda guerra mundial los llamaran los “40.000 ladrones” por razones que en
palabras del propio autor son evidentes y plenamente justificadas, algo que
uno, yo, no esperaba de los neozelandeses.
En un nivel algo más personal me gusta mucho que a los trabajadores
de los muelles (a los estibadores) los llamen familiarmente wharfies, que me parece una palabra
realmente graciosa y que además encaja muy bien con uno de nuestros bares; o
que aparezca la letra de una canción que las brigadas internacionales le
dedicaban al Rio Jarama (que por supuesto yo desconocía).
Con todo lo que más me ha sorprendido – puede que alguna vez
lo supiera – es leer que el IRA
realmente le declaro la guerra a Gran Bretaña (al parecer el 15 de enero de
1939 y por carta a Lord Halifax), algo que obviamente, para mi, marca una gran diferencia
entre el IRA y digamos la ETA o Terra Lliure, que, hasta donde yo sé, nunca han declarado la guerra
“formalmente” al estado español.
Pero ya digo que es algo que no se (lo de las posibles
declaraciones de guerra) y es el tipo de olvido que no es achacable a mi pequeños
incidentes cerebrales ya que cuando escuche a The Cheeks cantar eso de “everybody
knows the answers to your problems, but they can resolve them” no conseguí
acordarme del original de The Modernettes
y durante muchos años,hasta que he vuelto a oir el disco original en la colección
de Álvaro la he considerado como una gran canción de The Cheeks. Aquí os dejo la versión de Confidential de The Modernettes:
Y aquí, solo a titulo comparativo la version de The Cheeks:
En cualquier caso, ya que estamos, confesare que a la hora
de buscar esta version he tenido bastantes problemas ya que mi dañado cerebro
se habia empeñado en que era de The Figgs
y claro me resultaba imposible encontrarla y eso que en gran medida no se
parecen nada las dos bandas, o si, como se podéis comprobar en este Bad Luck Sammie.
En Piles también aproveche para leerme dos comics del “autor
de comics neozelandes” Ant Sang que fue el único autor local que el dueño de la
única tienda de comics de Auckland consiguió recomendarme y que le compre a
Alvaro: The Dharma Punks y Helen and the Go-Go Ninjas. El primero
parece que es “el clásico” del comic
neozelandes igual que Peter Jackson es el director de cine neozelandes,
mientras que el segundo era la novedad editorial y acababa de salir. Como habréis
notado he utilizado la palabra comic para describirlos, en lugar de usar
teberos que es la palabra que yo prefiero, básicamente porque los dos son lo
suficientemente espesos como para no poder clasificarlos como tebeos. Tal vez al
segundo, que tiene colorines y una historia fantasiosa, si podría aplicársele la
clasificación del tebeo pero al primero, en blanco y negro y con misteriosas
reflexiones de sus protagonistas solo puede clasificarse como comic y desde mi
punto de vista en su acepción despectiva.
También y como es tradicional decidí llevarme Piles un libro
de cuentos por si tenia que dejarlo a mitad allí y como todavía me quedaba uno
de mi última compra en la que todavía es mi librería de referencia de la
capital, la librería Méndez de la calle Mayor, pues me lleve Denuncia Inmediata, que como (casi)
todos los libros de cuentos es bastante poco coherente en la calidad de los
mismos. En este caso a mí los cuentos me han parecido en general flojillos y
rebuscados, sin especial brillantez. De hecho de todo el libro solamente me ha
parecido interesante el retrato de “Tomasina
tuvo que abandonar la idea de conocer a alguien con quien pasar la vida. En
lugar de ello, debía dar a luz a alguien que se pasara la vida entera con ella:”
ya que conozco a más de una persona que parece que esta es la decisión que a
tomado, incluso recurriendo a la inseminación artificial en algunos casos. No,
no es que yo tenga nada en contra de la maternidad (bueno, sí pero eso daría para
un debate excesivo) pero sinceramente en algunos casos creo que debería someterse
a las futuras madres a algunas pruebas de competencia mental ya que sus razones
para ser madres son, desde mi punto de vista, cuando menos dudosas e incluso
preocupantes, como la de Tomasina.
Siguiendo con las tradiciones obviamente me quede corto de
lecturas en Piles y no me quedo más remedio que coger un libro que lleva
rondando por allí varios años y que siempre he conseguido evitar: El bufón, que dicho sencillamente me
dio la razón en lo innecesario de su lectura. Si bien la idea de convertir a un
bufon en el protagonista de una novela, permitiendo que el mismo haga bromas
continuamente sobre los asuntos del reino y sus intrigas, puede resultar
tentadora en principio para ejecutarla bien se requiere mucha, mucha, mucha mas
pericia que la que demuestra el autor resultando al final una torpe parodia
llena de bromas infantiles y casi de instituto.
Durante este mes he tenido varias teleconferencias, via
Skype cual hipster o moderno (aunque con poco acierto dado mi carácter más bien
ludita), con distintas oficinas de la empresa que me ha ofrecido trabajo en
Nueva Zelanda. En un momento dado parecía que los de Wellington estaban muy
interesados (luego en palabras de mi contacto principal los de Auckland habían “stomped the foot on the floor”, lo que vendría
a ser “dar un puñetazo en la mesa” habían
reclamado su derecho preferente sobre mí; lo que obviamente ha aumentado mi
vanidad que ya se podía considerar peligrosamente obesa) por lo que leer una
novela que pasara en Wellington, en lugar de en Auckland o en el campo, me apetecía
y justo una de mis compras, The
invisible Rider, pasaba allí, en la ventosa ciudad de Wellington y con un
protagonista que en algunos aspectos se parecía un poco a mí, en el sentido de
que “Some things in Philip’s life caused him great anguish. He was aware of the disparity between the size
of the thing and the felling it aroused” aunque el consigue razcionalizarlo porque
“he was also someone who knew the
universe to be an interconnected place: moon to the waves and rhythms of the world;
house paint to the toxic red bloom in the bay” algo que yo no estoy tan
seguro de hacer.
También me
ha encantado su visión de internet: “Like
the supermarket, the internet has a way of stunning those who come without
written notes to guide them. They get stuck in an aisle, eyes blinking under
the fluorescent lights, grabbing products they don’t need, intentions forgotten”
ya que yo también me pierdo a veces en la red, e incluso en los supermercados,
totalmente ajeno a mi intención original de búsqueda. Estoy seguro de
que a vosotros también os pasa, no intentéis negarlo que no cuela.
Por último y para terminar el mes, que no mis compras
neozelandesas, he leido The Sound of her
voice, una novela policiaca situada en un Auckland actual, pero en lo que
llaman North Shore que yo todavía no he tenido tiempo de conocer, y escrita al
parecer por un verdadero detective de la policía de Auckland pero con seudónimo.
Se trata de una novela de crímenes más o menos convencional, escrita de una
forma competente pero no excepcional con una historia que se va complicando y
que hace una buena lectura para el verano.
Aunque en este post he intentado ser más positivo respecto a
mis posibilidades de abandonar este país, la verdad es que de momento me
conformare con mi tradicional viaje a NYC, que espero que sea en breve, a la
espera de que el departamento de inmigración de Nueva Zelanda me confirme si mi
estado de salud física es adecuado para que me faciliten un visado (afortunadamente
no comprueban el estado mental, o solamente lo comprueban si ha dado lugar a
antecedentes penales. Si a mí también me sorprendió enterarme de que todavía existen
los certificados de antecedentes penales y que incluso se usan para cosas).
Si me rechazaran por mi salud me deprimiría bastante ya que
saber que mientras que un país probablemente un continente entero (ya que
Australia debe tener normas parecidas) considera mi salud insuficiente para
trabajar aquí todavía se espera que trabaje al menos quince años más y cada vez
en condiciones de menor aprecio a la profesionalidad y/o a la experiencia que
dan los años, con menos trabajo, peor pagado y de pero calidad e interés. En
fin, ya veremos. Pero divago, ya, si eso, hablamos de trabajo y de la edad otro
día.
Lecturas:
Baby –
Annalesse Jochems
Greeks
bearing gifts – Philip Kerr
Tinderbox –
Megan Dunn
The Lazy
Boys – Carl Shuker
Red Herring
– Jonothan Cullinane
The Dharma
Punks – Ant Sang
Helen and
the Go-Go Ninjas – Ant Sang y Michael Bennett
Denuncia Imediata
– Jeffrey Eugenides
El Bufón –
Christopher Moore
The
invisble rider – Kirsten McDougall
The Sound
of her voice – Nathan Blackwell