Cincuenta años, si. Cincuenta. Hoy cumplo cincuenta años, más
si uno es de esas personas que creen que uno existe desde el acto de la concepción.
En mi caso, incluso un poco más, ya que al parecer yo tenía que haber nacido un
par de semanas antes (testaruda como un Reig pese a ser Carriedo) decidió que
ella no daría a luz hasta que no volviera su médico de vacaciones. La leyenda
familiar cuenta que cuando el medico volvió de vacaciones llamo a mi madre y le
pregunto “¿Qué, que tal el parto, que ha sido, niño, niña?” y mi madre le respondió
tranquilamente “de momento, nada, estaba esperando a que volvieras”. El médico
no daba crédito por lo que tras unos cuantos improperios dirigidos a la santa de mi (futura) madre, como le
gusta decir a mi amigo Nacho Zarandieta (aka “Nacho El Gordo”) se vistió y se marchó
a ejercer de docto doctor y traerme al mundo, con un retraso que parece que aún
no he recuperado.
¿Cincuenta? No parece mucho. Lo sé, lo sé. Desde luego no es
un record en la familia considerando que mi abuela aún sigue viva (aunque en su
caso, estoy seguro, es solo por molestar) aunque casi está por encima de la
media familiar, o no demasiado lejos. No, no somos muy longevos en mi familia (afirmación
que hago sin comprobar ningún dato, ya que la realidad está sobrevalorada); me
gusta pensar que en mi familia, lo pasamos bien mientras vivimos pero no
conseguimos que nos dure mucho. Al menos yo no tengo ninguna imagen de un
viejecito adorable (o no adorable) en mi familia; no, no tengo abuelos, ni tíos,
de Heidi. Esta figura no forma parte de la tradición familiar… en casa somos más
del pitufo gruñón, del viejo verde y cosas similares que del abuelo adorable o
de la abuela encantadora y cocinera. Si tuviéramos que hacer caso a aquel tan
citado escritor supongo que nuestra familia es distinta de las demás por mucho
que todos y a la vez seamos muy parecidos a todas las familias felices.
No, cincuenta no parecen muchos y sin embargo estoy convencido
de que cuando mi padre tenía la edad que yo tengo ahora (esto es, en algún momento
de los primeros ochenta – es algo que me apetece calcular e imaginarme: como
era yo cuando mi padre tenía la edad que tengo yo ahora; es algo que creo que
puede dar para un par de post interesantes o divertidos) ni siquiera el habría apostado
que llegaría vivo y en pleno (o parcial) uso de mis facultades mentales a esta
edad. Si tenemos en cuenta que mi padre
siempre ha sido el optimista de la familia creo que nadie hubiera cubierto una
apuesta como esta, seguramente ni yo mismo me habría atrevido a apostar a que aquí
seguiría a los cincuenta años.
Es verdad que no sigo muy entero – ya ando con achaques- es
verdad que partes importantes de mí,
como mis mejores amigos o mis amores de verdad no han sobrevivido a estos años
(on sobrevivido en la lejanía de mi); y es
verdad, esto es lo más triste, que, en
cierta medida, he hecho trampa estos últimos
años en los que he vivido a rebufo y
solo parcialmente paralizado, en gran parte, por el miedo a no llegar hasta aquí.
Aunque no tuviera claro donde fuera aquí o porque quería llegar hasta aquí.
Sean muchos o pocos… aquí estamos y posiblemente sea el
momento de volver a empezar. De empezar con más ganas.
A algunas personas ya
solo puedo echarlas de menos bien porque no han conseguido llegar hasta aquí o
porque han llegado hasta otro sitio, muy lejos de donde yo me encuentro ahora; es
verdad que mi guía Fragile de NYC está
llena de lugares que han dejado de existir (por lo que es necesario revisarla) y que ahora soy el mayor en casi
todas las reuniones de trabajo a las que asisto; es verdad que no entiendo gran
parte del mundo que me rodea y que a cada rato me vuelvo más ludita (en el
sentido habitual pero equivocado del termino) y me gustaría retirarme a vivir
lejos “como un noble arruinado entre las ruinas de mi propia inteligencia” (que
decía aquel).
Otras siguen aquí, siguen soportándome y, pese a mi oposición,
siguen dándome muestras de cariño que me hacen sentir especial. Estas son las
que ahora mismo me importan, esta es la vida que ahora voy a vivir.
Aviador Dro ya no son aquel grupo que vi con quince años,
que repartían bebidas lácteas de colores en el Rock Ola (diría que en el Marquee,
pero esto no puedo jurarlo); ahora serán el grupo al que veré esta noche para
celebrar mi cincuenta cumpleaños, razonablemente sobrio, en un escenario y con una
compañía diferente.
Sera distinto, pero será mejor porque “Here I am” que cantaba aquel.
PS: espero que Dro toquen “La única solución es la venganza”
y que la cantemos a coro si nos vemos; si no, que nos veamos otro día y si no
nos vemos que sea por falta de luz.