Pues por fin este mes me he decidido a hacer algo que llevaba aplazando desde que a la vuelta de Nueva Zelanda descubrí que mi médico ya no trabajaba con mi aseguradora, vamos, desde que me enteré que ya no tenía médico que me realizara el seguimiento.
Tampoco es que fuera mucho tiempo, al fin y al cabo, había
visto a mi médico en septiembre de 2018, por que no llevaba sin medico ni seis
años, que puede parecer mucho, pero a) es un diez por ciento de mi edad, y un
diez por ciento pues no es una mala media para un control de calidad y b) había
estado sin ir a ningún medico los primeros cuarenta y siete años de mi vida,
bueno, posiblemente algo menos ya que sé que mis padres me llevaron al pediatra
alguna vez.
Nota al margen: La más conocida de mis visitas al pediatra,
la que siempre se recuerda en mi familia, tuvo lugar en Colombia, así que tenía
menos de tres años. La causa fue que mi madre decidió, se dio cuenta, de que yo
no tenía paladar (no que no saboreara las cosas, si no que no tenía paladar
“físicamente”, vamos que mi paladar en lugar de curvo como debía de ser, era
plano y estaba a la altura de mis dientes) lo que ocasiono una crisis familiar de proporciones enormes (creo que en
gran parte por no haberlo notado antes, aunque menos de tres años no era tanto
tiempo. Al fin y al cabo, yo me di cuenta – y fui el primero – de que mi
sobrina Alicia tiene un dedo con un nudillo “extraño”
y eso fue hace, tal vez, dos o tres años, cuando tenía diez u once). El caso es
que la crisis se resolvió muy favorablemente cuando el medico comprobó que sí, que yo
tenía un paladar normal, con su curva, a su altura, y todo eso. Lo único que había pasado,
como pudo comprobar el medico fácilmente, es que se me había quedado “pegada” una galleta al paladar y por
eso parecía plano. He de decir que este médico era un genio, aunque esta
historia no justifique este juicio de valor (es el único medico, que conozco, que receta Coca-Cola como parte de sus terapias).
Así que seis años para estar sin médico pues… no es nada, lo
mires como lo mires y podría hacer seguido posponiéndolo tranquilamente. Pero,
todo el mundo considera que, a mi edad y con mis “antecedentes” (bueno, “por un perro que mate, mataperros me
llamaron” que diría aquel; ¡anda que! que digo yo) la verdad es que parece una buena
idea tener un medico “de cabecera”
pero, si lo piensas bien, para lo que hace – poco más que charlar unos minutos
y, si tienes suerte y ese día se siente eficiente, pues te manda unos análisis
- tampoco parece especialmente interesante, o relevante.
La verdad es que la principal función del médico de cabecera
parece ser la de prohibirte cosas (prohibiciones que es necesario ignorar, bien
por incompatibles con cierta calidad de vida – como la de no comer chocolate,
bien por ir contra los principios de uno, como la de dejar de fumar, o bien por
completamente obvias, como todas las anteriores o incluso la de hacer deporte)
y decirte lo mal que lo estás haciendo, bien como principio vital o bien sobre
la base de una analítica y de unos valores estándar. El caso es que, para mí,
como decía aquel ex alto cargo de la OMS (calaro que no por estas declaraciones): la salud es una cosa biográfica, no
biológica. Yo no quiero la salud de Bolt o de Nadal, de que me sirve a mi
correr cien metros en menos de diez segundos, si todos sabemos que correr es de cobardes.
Por otra parte, viendo el estado físico y mental de muchos
deportistas, que con más de veinte años menos que yo, o ya están “inutilizados” para
su trabajo por incapacidad física, o tienen que dejar su trabajo porque no
aguantan la presión psicológica. Pues menudo ejemplo.
El caso es que mi nuevo médico me ha parecido un auténtico
imbécil, aparte de un vago redomado al que no le apetecía nada hacer su
trabajo, al que le parecía que yo era un completo desastre de salud por dejadez
(algo en lo que podría tener, ni niego ni afirmo, toda la razón, pero, al fin y al cabo, esa es mi
biografía. Ya me gustaría a mi ser un tío metódico y ordenado – la idea que todo
el mundo tiene de un ingeniero cuadriculado, casi anal – para poder usar todos
los cuadernos que me compro o para mantener mis cosas en orden; pero, ya
sabéis, básicamente soy un dejado y un desastre en según qué cosas).
En cualquier caso, volveré a verle para comentar los
análisis que, pese a que todo me ha dado bien o, bien dentro de mi concepto de
bien (mi médico está empeñado en detectarme un cáncer, ya sea de próstata o de
colon – opciones que creo que puedo desechar gracias a las ofertas de seguro de
American Express que apuestan muy fuerte a que, por lo menos antes de los 75,
no lo tendré – o al final, sabiendo que fumo, de pulmón). Tan empeñado estaba en buscarme un cancer que me mando una prueba de heces (para buscar sangre oculta, según me comento la enfermera) y varios indicadores
sanguíneos de tumores y otras cosas. Ya veremos pero que os advierto que por
extraño que parezca si te piden una muestra de heces – o al menos del tipo que
me pidieron a mí – al parecer no quieren que cojas una muestra de heces, sino
que es otra cosa (yo tuve que repetirla porque les había llevado heces tal y
como me pidieron y tal y como venía grabado en el bote de recogida de heces y no era eso).
Pero bueno, ya digo, parece que de momento (hasta que el medico vea los análisis y se le ocurra algo) todo bien salvo por un indicador que me pidió de reuma que… al parecer… pues tengo, o tengo elevado (el indicador, no el reuma) con lo cual (sin ser yo hipocondriaco ni nada parecido) pues ahora me ha creado un dolor de rodillas persistente. Aparte de eso, pues en proceso para solucionar un asuntillo al que nunca le había dado importancia, pese a que mi entorno si se la da (y el médico no digamos) pero, ya, si eso, hablamos de esto otro día, cuando este más claro que pasara con ello.
Ahora, sin divagar más, a las
lecturas del mes, todas ellas adquiridas por medios lícitos (no se me ocurriría
de otra manera) en mi (vuestra espero) librería de referencia que ya sabéis que
me gusta citarla para que la visitéis en la calle Mayor: la librería Méndez,
recordad y acudid a comprar que ha de seguir el negocio.
Lo que sabe la
señorita Kim, es una colección de cuentos de una autora coreana que empieza
siendo poco interesante (los primeros cuentos son malejos) pero que poco a poco
va mejorando y al final puedo decir que me ha gustado. Por una parte, me ha
sorprendido ver como un país tan lejano es tan similar a, digamos, nosotros, en
cosas como las relaciones de los progenitores (o de todos los adultos) con los
hijos adolescentes (o pre adolescentes sean o no hijos) ya que “Sé que criticar cada palabra que pronuncia
o cada acción que realiza una hija en plena adolescencia, más aún si es para
corregirla, es como iniciar una guerra sin fin.” Realmente, por lo que he
podido observar, la guerra ya está empezada y sigue en marcha hacia un
armisticio lejano, lo que empieza con cada critica (o comentario) es tan solo
una batalla, no la guerra en si, y como dice mi hermana Helena “hay
que elegir las batallas que uno quiere luchar.”
Pese a este (y otros) parecidos culturales también me ha
sorprendido recordar una diferencia cultural a la que tuve que someterme
prácticamente los cincuenta días que pase en Vietnam, pero vista desde el lado
contrario, “Quien se lo iba a imagina…
Una anciana como yo desayunando tostadas con mermelada después de que toda la
vida he tomado arroz y sopa caliente. Por eso digo que, cuanto más vieja, más
tienes que esforzarte por imitar a los jóvenes. Si no lo hubiera hecho, me
hubiera muerto sin probar esta delicia.” a lo que solo puedo añadir que la
anciana del cuento tuvo más suerte que yo, ya que mis casi cincuenta desayunos de
arroz y sopa caliente no me descubrieron ninguna delicia y si en los poblados
que visite hubiese existido otra opción de desayuno (digamos por ejemplo, continental) me habría ahorrado bastantes sinsabores y ayunos matinales (hay que ser muy preadolescente, o tener una enorme resaca, para plantearse siquiera desayunar arroz y sopa, o, mas normal por aquellos lares, ambas cosas juntas)..
También me ha resultado interesante algo que no he acabado
de entender y es como en un mismo párrafo la protagonista y su primo tienen “la misma edad”, de hecho, un poco antes
nos aclara que “nació dos meses después”
y sin embargo, al mitad del párrafo "las comparaciones cesaron cuando mu primo entro en el servicio militar y, al
finalizarlo, nos separaban dos años”. Digo que me ha interesado ya que es
posible que no sea ningún error ya que, el otro día, leí que la edad en corea
era un tema confuso ya que no cambiabas de edad con tu cumpleaños, si no con el
fin de año y otra curiosidad que no puedo recordar (además de que el primer año tenias cero años, algo que parece razonable) pero que hacia el tema mucho
más complejo, o puede que solo hable de la edad percibida (que no se si es un concepto, pero puede ya que cada vez hay conceptos mas raros)
Claro que también podría ser un error como el que hay en la página
de agradecimientos donde la autora “quisiera
agradecer también a la crítica de literatura Kim Mi-hyun el comentario que
acompaña a este libro” y en la edición española, pues, no se ha incluido. Vete a saber.
Aunque la leyenda coreana sobre el surco naso labial (algo
que no sabía ni que tuviera nombre) me ha gustado bastante “… los ángeles
enseñaban al feto todas las verdades del mundo mientras estaba en el vientre
materno, y después ponían el índice sobre sus labios para callarlo y para que
naciera sin recordar nada” pese a la inutilidad intrínseca de enseñar algo para
acto seguido hacer que se olvide (es como lo de la inutilidad de Indiana Jones
en la primera película, sencillamente habría ocurrido exactamente lo mismo –
los nazis habrían abierto el arca y habrían muerto todos – si Indiana no
hubiera existido), mi frase favorita del libro sigue siendo “Hay palabras que
son como una navaja que jamás pierde el filo.” ya que uno de mis defectos es
que hay frases que me han dicho que siempre, por mucho tiempo que pase, siguen
haciéndome daño, cortándome las venas u otras cosas.
Si los cuentos anteriores mejoraban poco a poco, a La novia grulla no le pasa esto y no
mejora, de hecho, creo que si he conseguido acabarla ha sido en gran medida por
un esfuerzo de voluntad y con la esperanza en que mejoraría y porque de vez en cuando
se colaba alguna idea buena entre mucha chorrada monótona.
Entre estas ideas está la de la lentitud en la forma de
vivir y como esta lleva, o puede llevar, a la felicidad: “quiero aprender la
lentitud de la naturaleza que ha desarrollado mi padre. Esto es una novedad
para mí. Es lo contrario del dramatismo que antes me producía la reconfortante
sensación de estar viva. Creo que por fin empiezo a entenderlo. Este modo de
vivir no significa ausencia de una trama o de vida. Lo que pasa es que la
narración se desarrolla tan despacio que no ves lo que sucede. Avanza, cambia y
crece a un ritmo tan lento que la mayoría de la gente pierde el interés. Pero
yo creo que lo tiene. Creo que es posible. Y creo que si existe semejante
felicidad es un fruto de crecimiento lento. Creo que la felicidad sostenida,
habitada, se parecería mucho, a simple vista, a la quietud.” Que si bien está
bien para la vida e incluso en algunos libros – probablemente fuera el objetivo
del autor – pero en este no lo consigue.
Por supuesto su versión del test de Turing, a la que llama
“el Test de la Patata", para diferenciar en una conversación a una máquina de
una persona me parece excelente y muy sencilla: “Se le pide a una la persona
con la que está hablando que diga «patata» si es un ser humano. Si no lo dice,
ya lo sabes.”, claro que no sirve como comprobación de la inteligencia y seria
fácilmente programable. El dialogo de ejemplo que pone como ejemplo de la aplicación en Tinder es
divertido y realista de los Chatbots actuales (creo, ya que yo no hablo con
máquinas y si ya me parece demencial eso de que una maquina te pregunte a ti,
si eres una máquina, y contestemos; no quiero imaginarme este escenario que, al parecer, empieza a darse en
el que los alumnos hacen sus trabajos con herramientas de IA, y en el que los
profesores usan herramientas de IA para cualificar a sus alumnos. Vamos, que al
final la educación se va a transformar en máquinas examinando a máquinas,
verdaderamente divertido o, tal vez, solo tal vez, estúpido).
Divertida también, aunque es una de esas cosas que no sabes
bien como encajan en la novela, las anécdotas sobre Belushi, su entierro
(sonando una canción de los Ventures por un chiste sobre una parodia de abejas)
y su tumba (que no es su tumba).
En una nota un poco más personal siento que mi relación con
mi trabajo es un poco como la relación de ese personaje, al que su padre enseño
a cuidar huertos, con su huerto ya que “…
el huerto, más allá de sí mismo, para mí, significa disfrutar de la sensación
de estar cerca de mi padre, de pensar en él cuándo está lejos, de tratar de
pensar más como él.” No, no creo que sea algo triste, por si os lo estabais
preguntando, aunque no sea lo más alegre del mundo.
Si ahora está de moda esto del Country noir, creo que Aflicción
podría clasificarse (veo que es de 1989 y que incluso hay una película del 97)
de un precursor de esta moda. Ya que pasa en una américa profunda (no del sur
si no de New Hampshire que parece más civilizado que el sur pero que es igual
de profundo). Concretamente pasa en uno de esos pueblos de los que desde el
principio el autor deja claro que “En los pueblos e ven ir y venir las crisis
de la gente, y se aprende a esperar a que se disipen por si solas: en su mayor
parte las persona no cambian, sobre todo vistas de cerca; simplemente se
vuelven más complejas.” A lo que yo añado que no suelen disiparse, que la
mayoría de las crisis en los pueblos – o en los entornos pequeños como el
barrio de Malasaña, o determinadas escenas musicales – las crisis siguen allí
de por vida, las rencillas no se olvidan ni se perdonan, no se disipan.
Una diferencia entre esta novela y otras de ese estilo es
que en lugar de pasar en un entorno natural lamentable esa pasa “En un país pobre y solitario, pero
innegablemente hermoso; a pesar de su esplendor, sin embargo, en esos pueblos y
ciudades hay una superabundancia de locura y desesperación. Anta privación y
tanta belleza natural se aúnan para producir en la vida de los habitantes más
tristeza y resentimiento de lo que un extraño es capaz de imaginar.” Algo
que entiendo que pasa en New Hampshire como en esta novela, pero seguro que
también, o esa sensación tuve, en Nueva Zelanda y en otros sitios “bellos”.
Una de las partes sorprendentes, por estar escrita en el 89,
es la referencia a Donald Trump al que se refiere (junto con Wade Whitehouse,
personaje inventado para el libro, creo) como “Primero se arruina, luego hace que los contribuyentes le paguen la
fianza y después aparece como el Capitán Capitalismo, como si se presentara a
la presidencia. El y ese Donald Trump. Cabrones que comen del pesebre público y
cuando se hacen ricos a costa de eso se vuelven republicanos.” Vamos, lo
mismo que nuestros banqueros y gurús económicos. Sin comentario, salvo el de la
fecha. Hay cosas que no cambian.
Creo que ya he contado otras veces – últimamente publica
bastante – que si veo una novela de Landero pues la compro, aunque últimamente me
decepcionen, o más que decepcionar debería decir que no me satisfagan como lo
hicieron algunas históricas suyas. Es una mezcla de tradición, de lejano
conocimiento de las circunstancias personales del autor y de agradecimiento por
aquellos primeros trabajos que tanta alegría me dieron., así que tenía que
leerme La ultima función.
Les Luthiers
cantaban aquello “de que decir que no se haya dicho, o que si se haya dicho” y en
este caso pues me acojo a esa máxima. Una novela corta y correcta pero poco más,
muy lejos del Landero fascinante pero que mantiene cosas buenas como esa descripción
de los matrimonios (o uniones) en las que “Sin
proponérselo, sin desearlo. Se acostumbraron a estar juntos, eso fue todo. O en
otras palabras: como dos náufragos en una balsa, fingieron tomar la libre decisión
de viajar juntos hacia no importa dónde.”
También me ha gustado, aunque me recuerda a la primera novela de mi
hermano, o mejor dicho a a mi hermano y sus amigos cuando todavía estaban en
esa fase en la que “… seguía leyendo y
buscando un estilo para cuando llegase la hora de ponerse a escribir.”,
fase que se dio, no porque lo diga yo, sí no porque el mismo lo ha reconocido
incluso públicamente en algunos de sus personajes.
Pues nada, de un clásico personal español a un clásico personal
americano, y a La invención del sonido,
que también me ha decepcionado en bastantes ocasiones pero que no puedo evitar
seguir comprando. Como en muchas de las novelas de Palhnuik, la historia que
cuenta tiene un cierto toque demencial y, algo más que improbable, más bien inverosímil
pero dentro de esa inverosimilitud los personajes son creíbles (sí que alguien
grabe un grito capaz de destruir las estructuras de los edificios es inverosímil,
pero la existencia de gente que se dedica a grabar gritos para películas y
otros medios de entretenimiento es plenamente creíble, vamos real diría yo, e interesante
en su marginalidad). Además, siempre deja reflexiones de mayor o menor interés
como ese “Las mujeres siempre confiaban en eso: en que salir con un narcisista
les diera algo de seguridad en sí mismas por osmosis. Nunca funcionaba.”
(aplicable a ambos sexos; en mi opinión); o esa otra sobre la vida social nocturna
“Cada noche tenía que decidir entre leer un clásico o ir a un evento de la
industria. En otras palabras: pasar su tiempo con gente inteligente muerta o
con idiotas vivos” Algo con lo que estoy de acuerdo salvo porque también,
leyendo en casa, puedes pasar la noche con gente inteligente viva (es verdad
que salir a un evento con idiotas muertos es mas difícil)
También, algo que pasa con muchos escritores que yo
considero buenos o que igual es del revés y cuando pasa me parecen mejores
escritores, aporta curiosidades interesantes (probablemente ficticias) como el
origen de la superstición de no pasar por debajo de una escalera “… en los viejos tiempos, nadie quería maldecir
a un árbol. Así pues, cuando se ahorcaba a alguien, la gente apoyaba una
escalera de mano contra una tapia y ataba una soga al peldaño superior. Al
condenado lo subían a una silla o lo sentaban a lomos de un caballo. Cuando se
derribaba la silla o el caballo salida corriendo, el nudo corredizo que quedaba
colgando bajo la escalera hacia su trabajo.” O (probablemente ciertas) como
que Agatha Christie cuando su carrera estaba en horas bajas desapareció
temporalmente y “todo el mundo pensó que había
sido un asesinato, muy probablemente a manos de su marido, que se quería divorciar
de ella para casarse con su secretaria.” cuando apareció viva pues se relanzo
espectacularmente su carrera, aunque no aclara que paso con su marido y la secretaria.
Mi siguiente lectura termina la trilogía que me deslumbro,
creo, el año pasado: La ley de los cerros y que es uno de esos ejemplos de country-noir: La ley de los cerros. Miro ahora las frases que he escogido y me da
la sensación de que algunas podrían ser (por decir algo) muy criticables desde
una perspectiva de género como: “Lo que me dijiste es que tu abuelo no te
enseño nada sobre las mujeres, salvo a ser amable, escucharlas y cargas cosas
pesadas.” pero que reflejan una realidad de pensamiento (iba a escribir otra época, pero ojalá pudiera hacerlo)
No se queda atrás esta sobre lo malo que fue ser adán en el principio
de los tiempos que es todo un resumen de historia bíblica: “Vivir solo, sin amigos, y tener que ponerle nombre a todo. Al final consiguió
una mujer y se metió en un lio por un asunto relacionado con la comida. Los desahuciaron.
Uno de los hijos mato al otro y huyó. Pienso en lo triste que tuvo que ser para
ellos, Expulsados del paraíso con un hijo asesino.”
Tampoco está mal este clásico del cinismo explicado: “Podías estar cagándote en la puta madre de
alguien, pero como se te cayera redondo ahí mismo, al momento dabas un
volantazo y, de buenas a primeras, resultaba que no habías conocido a nadie
mejor en toda tu vida, cualquiera diría que la acababa de diñar un apóstol.”
Que por incluir el cinismo de la muerte con el cagar me hace recordar a Kike Turmix, que en viva era vilmente famoso
(además de por otras cosas) principalmente por tirarse cuescos apestosos en público
sin ningún pudo, llegando a vaciar bares con el olor de sus cuescos, hecho que se comentaba pero que se olvidó en cuanto la diño,
quedando para el recuerdo solo su apostolado musical.
Aunque creo que en este mismo comentario he dado a entender
que yo no olvido (que las rencillas no se disipan y que hay frases que hacen daño toda la vida) he de reconocer que yo
procuro no cabrearme con nadie ya que “El
esfuerzo de tener que recordar con quien estabas cabreado no valía la pena.”
Contradicciones tenemos todos y hay que vivir con ellas: procuro no cabrearse
para no tener que recordarlo, pero, si lo recuerdo no lo perdono, ni lo olvido
(esto ultimo, por definición).
De mis dos últimas lecturas de este mes: Te di los ojos y
mirarte las tinieblas y Perro Negro solo puedo decir que no he conseguido
acabarme ninguna de las dos. Ambas me han parecido insoportables y
completamente prescindibles.
En fin, pues eso… que vuestros médicos no os prohíban lo básico:
¡Divertíos, asaltando el castillo!
Lecturas
Lo que sabe la señorita Kim - Cho Nam-joo
La novia grulla - CJ Hauser
Aflicción - Russel Banks
La ultima función - Luis Landero
La invención del sonido - Chuck Palahniuk
La ley de los cerros - Chris Offutt
Te di ojos y miraste las tinieblas - Irene Solá
Perro Negro - Miguel Ángel Oeste