Hoy he decidido que voy a jubilar una de mis cazadoras. Ya, ya se, que dicho así – sin contexto
– no parece algo que merezca ni un mínimo comentario por lo que supongo que me
toca explicar que yo no suelo jubilar,
tirar, ropa mí en general tampoco suelo tirar cosas.
En lugar de tirar cosa para renovar periódicamente mi
vestuario o mi decoración, más bien me dejo llevar por el método que podríamos denominar
“del bosque” en el que el ecosistema
se renueva, y la continuidad del bosque se mantiene, por los incendios periódicos
(bueno, en mi caso una combinación de incendios y mudanzas es lo que mantiene
mi ecosistema) ya que al no contar los arboles con depredadores naturales
(salvo en algunas zonas los castores) pues los arboles son prácticamente inmortales
y allí se quedan envejeciendo el
bosque. Esta teoría, la de los incendios como renovadores de los bosques, tiene
cierto merito científico pero conviene recordar que no es conveniente llevarla al
exceso en la práctica – dejando que el bosque se quede libremente sin control –
ya que puede dar lugar al denominado efecto Yellowstone (que debe su nombre a
aquella vez, a mediados de los ochenta, diría, en la que unos hippies consiguieron
convencer al servicio de parques naturales de estados unidos de aplicarla,
dejando que un incendio en el parque se descontrolara – ya lo controlaría la
naturaleza, era la teoría – y no solo casi se quedan sin parque natural si no
que estuvieron obligados a desalojar varias poblaciones vecinas.
En cualquier caso, ya toca deshacerme de esta cazadora que
igual lleva conmigo algo más de diez años, puede que incluso quince y ya ha
cumplido con creces su tarea de abrigarme en un par de continentes (podrían haber
sido tres si los cincuenta días que pase en Vietnam no hubieran coincidido con
la temporada de invierno en España, verano allí, y siendo yo algo más previsor
que Aznar – que se presentó en Argentina en pleno verano bien abrigadito con el
abrigo de alpaca que lucía al subirse al avión en el invierno Español – decidí dejarla
en casa). En cualquier caso me cuesta deshacerme de ella ya que tras este
tiempo ya la he adoptado como mi cazadora favorita y me encanta el aspecto de
trabajador de un campo petrolífero de Nebraska que me proporciona, pero… así es
la vida. A partir de mañana llevare mi nueva cazadora de cuero o una de mis cazadoras
no oficiales de ingeniero de obra, hasta que empiece definitivamente la
primavera (a la que parece que ya no le falta casi nada para llegar a los madriles).
(Nota: aquí debería ir una foto con mi cazadora pero...)
Pero a lo que íbamos… a las lecturas de este mes que como ya
os avance el mes pasado, por aquello del trabajo, han sido escasas (el trabajo
bien, por cierto; una vez superado el miedo escénico de volver a empezar a
trabajar en serio no se dio mal. De hecho ahora mismo estoy otra vez
empantanado con otro par de temas – además de con mi libro para el que no acabo
de encontrar el tiempo por aquello de volver a intentar ganar dinero).
Para que no parezcan tan pocas voy a considerar como que he leído
parte de The new Mammoth Book of Pulp
Fiction, si bien solo me he leído cuatro cuentos de los treinta y tres que
tiene. La verdad es que el titulo ya
habla por si mismo: se trata de cuentos,
o novelas cortas (vete tú a saber) típicas de crímenes, bajos fondos,
detectives y esas cosas… en general de lo que en el mundo musical seria la cara
b de un single de un grupo famoso pero en su edición japonesa o puede que
norcoreana. Hay desde Dashell Hammet a McDonald (uno de ellos, no recuerdo cual
– la portada dice que se trata de John D.) pasando por Jim Thompson y los
cuatro que he leído son muy correctos, aunque no impresionantes. Por si os estáis
preguntando porque no he leído más: he de confesar que me lo lleve a Piles
aprovechando que uno de los viajes me obligaba a estar temprano por la mañana
cerca de allí y decidí dejarlo para próximos viajes ya que tiene una letra
infernal para leer cómodamente (algo esperable ya que me costó poco menos de
seis dólares) pero que para los días que te quedas sin lectura en la playa
puede ser muy útil tenerlo por allí.
Un día de estos, probablemente en noviembre o diciembre, le dedicare
un post a Lindsay Hutton que es una de las pocas personas que consiguen
reconciliarme con el mundo y que más que hacerme pensar “yo de mayor quiero ser
como Lindsay”, me hacen pensar: “yo de mayor quiero ser Lindsay Hutton”, aunque
la verdad es que no me gustaría tener que esperar a ser mayor para ser como él:
me gustaría ser desde ya mismo tan buena persona como él. Estoy convencido de
que es una de las pocas personas del mundo que cuando viaja lleva más equipaje,
más suovenirs, en el viaje de ida que
en el de vuelta. Me atrevería a afirmar que tiene que pagar exceso de equipaje
cada vez que viene a Madrid y que vuelve con tan solo dos mudas sucias a su
escocia natal.
El caso es que en su último
viaje trajo The Shoe, para mí un
autor y un libro completamente desconocidos y que me atrevería a apostar que no
gustara a los aficionados a la lectura no aficionados a la música pop ya que para
que pudieran apreciarlo tendría que tener tantas notas a pie de página que parecería
una edición crítica de Catedra que les explicaran que canción es “Holidays in
the sun” y como, en qué contexto, los Sex
Pistols se refieren a Mallorca (majorca en isleño británico) y no, digamos
a la India, cuando cantan eso de “cheap
holidays in other’s people misery” (bueno, vale, probablemente tendrían que
explicarles, antes, a muchos lectores quienes son los Sex Pistols). A mi me ha parecido excelente y con
una de esas grandes reflexiones sobre la música que merecen la pena anotar y
repetir y que subscribo en su totalidad: “I
always fail to understand why it is that popular music – pop music, rock music,
call it what you will – is the only art form for which one’s appreciation is
expected to diminish as one grows older. I simply cannot understand it. And if
you know the answer, put it in a postcard and send it to that twerp”. O
en lugar de una postal – que hoy en día es difícil encontrar un buzón –
enviarme un comentario.
Pero no solo subscribo sus reflexiones musicales (algunas)
si no que tambien muchas otras ya que coincido plenamente en lo de “If you choose televisión as your information
supply then you limit your potential for understanding” aunque la actualizaría
para incluir tweeter, facebook y en general – por desgracia – gran parte de lo
que se ve en la red actualmente. Mira que algunos teníamos grandes esperanzas
en internet y en su capacidad de divulgar conocimientos pero obviamente vamos
en la dirección equivocada (o por ser más correctos: vamos en el sentido
equivocado, que puede que la dirección sea correcta).
Aunque seguro que nada más mirar la portada ya lo habéis adivinado
compre Only the dead know Burbank básicamente
por la portada y por el título ya que la historia que contaban en la
contraportada – una niña se despierta en una tumba para iniciar un viaje que la
llevara al cine de terror de Hollywood – me parecía entre poco y nada
interesante. No me atrevería a asegurar que el libro este mal ya que tiene
detalles curiosos como ese de practicar batiendo huevos para coger el ritmo de
mover la manivela de la cámara de cine de forma constante, ya que no he
conseguido acabármelo. Lo deje cuando la niña llega a Berlín y tiene sus
primeros éxitos en el cine de terror, así que me he perdido la que seguramente
sea la parte más divertida o interesante que imagino es su epopeya americana y pese
a dejarlo tan pronto he de reconocer que me ha divertido su descripciones sobre
el genio, más bien sobre la percepción del propio genio de algunos artistas y
su aceptación/negación:“he had been
called a genius, something all artists suspect of themselves at one time but
never bother denying until they hear it from a separate source”. Por
supuesto sin olvidar el destino reservado a muchos artistas, con no tanto
talento como ellos creen: “An artist will
starve on so sparse a diet as his own genius”.
Probablemente a algunos os gustara saber que llegados a este
punto ya solo me quedaba por leer un libro de los que llenaban mi maleta a la
vuelta de NYC por lo que para el próximo mes ya estaré volviendo a visitar mis librerías
de referencia, empezando casi seguro por la librería Méndez de la calle Mayor ya
que de momento todavía hace frio para subir hasta la librería Fuenfría de
Cercedilla (frio para mí, que estoy viejo y tras muchos años de ser atérmico a
esta edad me ha cogido el frio, pero no para vosotros que por aquello de no
haber sido nunca atérmicos estáis acostumbrados a estas temperaturas y que además
os gusta el campo. Así que vosotros empezar por ir a la librería Fuenfría de
Cercedilla que siempre agradecen las visitas y cuanto más os conozcan mejor os
recomendaran).
Pues eso, mi último libro en ingles de esta temporada ha
sido The Watchmaker of Filigree Street,
al que le tenía ganas en parte porque lo comparaban con los de Cabal y en parte
porque me gustaba el título y la idea general de atentados en la Inglaterra victoriana
vinculados en cierta forma a relojes de precisión. Me ha gustado pero mucho
menos de lo que esperaba, incluso en algún momento he estado a punto de dejar
de leerlo. Puede que ya estuviera saturado de leer en inglés o que el inglés de
este libro me resultara algo más difícil de lo habitual y que por eso estuviera
a veces tentado de dejarlo, pero también puede que le falte trama y personajes
ya que no me he acabado de implicar con ninguno de los personajes. Con todo
algunas descripciones de usos de otra época me han hecho sonreír: “She
seemed to acknowledge that while numbers were a necessary part of life, they
were, like French postcards, not suitable for a lady”.Y, que conste, que me
he sonreído no por el micro o macro machismo que una frase como esta puede
representar hoy en dia siendo lo mas natural en el contexto de la historia si
no por lo de las postales francesas para referirse a las fotos eróticas de la época.
Que a mí ni el micromachismo ni el macromachismo me arrancan una sonrisa, como
todos sabéis; si acaso una buena carcajada.
En cualquier caso la mejor frase de este libro y que he de
empezar a aplicar para cuando me piden dar una charla es la que pone el autor
en boca de un tal Gilbert (que según el es el Gilbert de los famosos Gilbert
& Sullivan): “The safest way to
success is to write according to the capacity of the stupiest member of the
audience”.
Procurare no olvidarla aunque tenerla en cuenta a veces te
obliga a bajar tanto el nivel que casi sería mejor ni escribir, ni dar charlas y
hacer como Trump y comunicarse solo por vía tweeter. Pero ya, si eso, hablamos
de Trump otro día.
The New
Mammoth Book of Pulp Fiction – Varios Autores
The Shoe –
Gordon Ledge
Only the
dead know Burbank – Bradford Tatum
The
Watchmaker of Filigree Street – Natasha Pulley