Treinta y uno de diciembre y por fin me siento a escribir
sobre mis lecturas del mes de noviembre; como tardare más de un día en terminar
esta entrada y, obviamente, mañana no será un día operativo (la única
“operación” que realizare será la de meter las sobras de lasaña en el horno en
algún momento del día) y luego hasta que no consiga una conexión a internet
(ahora mismo en casa no tengo) pues esto no verá la luz hasta el año que viene
y creo que batiré mi propio record de tardanza.
El año que viene espero hacerlo
mejor – no en el sentido de tardar más, todavía más; sino en el contrario: en
el de escribir más a menudo y sobre más cosas que solamente libros; ya sabéis,
la idea inicial de recopilar recuerdos y cosas de ese estilo. Digamos, por
decir, que ese es uno de mis propósitos de año nuevo (aunque realmente no lo
es, que yo eso de los propósitos lo veo un despropósito) junto con organizar un
poco mi vida (no, no es que este desorganizada pero ahora mismo está en un momento
extravagante, en el que vuelvo a tener que decidir qué hacer, así con el futuro
me refiero).
En cualquier caso, acabo de tomar la decisión que más que
propósitos para el año nuevo voy a tomar un propósito para lo que queda de año.
Uno sencillo e incluso alcanzable: acabar es escribir esta entrada antes de que
acabe el año, de hecho, antes de que empiecen las celebraciones, los
preparativos e incluso las pre celebraciones. Parece un propósito modesto, pero
por algo hay que empezar. Así que a la tarea de comentar las lecturas de este
mes.
Mi primera lectura del mes fue The Memory Police, novela de una japonesa que no conocía pese a que
según la contraportada es una de las autoras más conocidas en Japón y que
encontré en la librería de Auckland que no he conseguido que me gustara.
Obviamente con mis problemas de memoria el titulo ya llamo mi atención y aunque
la premisa se me antojaba un poco incomprensible: en una isla de Japón van
desapareciendo cosas, categorías enteras en plan las rosas, y no solo desaparecen
las cosas sino incluso los recuerdos de las mismas y por supuesto pues hay una
especie de grupo disidente que mantiene algunos recuerdos vivos, e incluso
algunos objetos que se supone que han dejado de existir, así como la policía de
los recuerdos que da título al libro.
Se trata de una premisa tan absurda que solo puedo pensar
que se trate de una de esas metáforas que yo, en mi simpleza, no acabo de
captar verdaderamente y que leídas literalmente resultan, pues eso, absurdas.
Es verdad que como indica el protagonista, a veces, incluso cuando has perdido
el recuerdo de algo, cuando ya no recuerdas, queda la sensación del recuerdo:
“my memories don´t fell as
though they´ve been pulled up by the root. Even if they faced, something
remains. Like tiny seeds that might germinate again if the rain falls. And even
if a memory disappears completely, the heart retains something. A slight tremor
or pain, some bit of joy, a tear”.
A mí esto me pasa con los libros de los que apenas recuerdo
nada, pero de los que, si me queda esa sensación de alegría, ese sentimiento de
si me gustaron, incluso de si me emocionaron o me parecieron una autentica
bazofia. Ese sentimiento sigue allí pese a que yo sea incapaz de recordar nada
del libro en cuestión incluso cuando empiezo a volvérmelo a leer es posible que
no tenga ningún recuerdo hasta la mitad el libro, o incluso hasta las últimas
páginas del libro, momento en el que de repente recuerdo todo del libro. Algo
que no tiene ningún mérito ya que no recuerdo la primera lectura si no esta
segunda, o tercera lectura, y es algo similar a mis recuerdos de infancia que
no los recuerdo hasta que no veo una foto o una de las antiguas películas de
súper 8 y de repente me digo, anda mira si me acuerdo de eso, sin saber si
realmente recuerdo lo que paso o haber visto la fotografía, o la película,
antes. Con todo me gusta pensar que los recuerdos están en alguna parte esperan
solamente a esa lluvia para germinar de nuevo, pero creo que solo quiero pensar
eso porque es una frase bonita con obvias reminiscencias de esa otra de Blade Runner (ya sabéis cual).
Aunque todavía no está lista para ver la luz ya he tenido el
placer de leer un primer (o segundo) borrador de la nueva novela de mi hermano
Rafa (como buen hermano prefiero llamarle Rafa que sé que no le gusta nada,
para eso están los hermanos) y cuando me pregunto que me había parecido me
habría gustado contestarle ese “I
couldn´t posible say” que le contesta uno de los personajes, un ávido
lector, a un escritor cuya escritura le gusta. Me gustaría haberle explicado que “If you read
a novel to the end, then it´s over. A will never want to do something as
wasteful as that. I´d rather keep it here with me, safe and sound,
forever” que me parece una frase muy elegante, pero he de decir que yo me
termine la novela de Rafa y de momento me ha gustado bastante, aunque, ya, si
eso, reservaremos los comentarios para la versión final o para otra lectura
posterior.
Aunque no sea relevante no puede evitar mencionar una
curiosidad que he aprendido sobre la vocales en Japonés, que si bien son las
mismas que en español por algún extraño motivo que no alcanza a comprender su
orden natural es diferente al nuestro; algo que he descubierto gracias a las
pruebas de escritura que lleva cabo la protagonista del libro: “To warm up my fingers, I tried writing a, i,
u, e, o. Then, taking care to match the size of the characters to the lines on
the paper, I continued with ka, ki, ku, ke, ko”. Inquietante, cuando menos.
Ni el título, ni la portada de First Cosmic Velocity dejan ninguna duda sobre el tema general del
libro: la carrera espacial rusa, si bien no muestran la premisa básica del
libro que es la de la existencia de una conspiración global en la carrera
espacial mediante el uso de gemelos para mandarlos al espacio: mandan a uno y
luego cuando la nave se destruye en la reentrada pues sacan al otro gemelo (o
al doble de la perra Laika) para
apuntarse un logro respecto a la exploración espacial. Una parte del libro – la
de quien es más héroe, si el que va al espacio o en que se queda en tierra – me
recuerda inevitablemente (aunque con un poco más pobremente) a aquella historia
que contaba Goldman sobre Un puente muy lejano y como la gente percibía que los
mas valientes eran los que cruzaban el rió en la primera barca sospechando que
los alemanes estaban al otro lado del puente dispuestos a ametrallarles – y los
ametrallaban a todos – pero se olvidaban del valor de los que iban en la
segunda (y sucesivas) barcas y me no es que sospecharan que al otro lado estaban
los alemanes, no, para ellos no era una sospecha, era una certeza – lo que
obviamente requiere más valor, rayano en la insensatez me atrevo a afirmar –
pero que sin embargo no son percibidos como los héroes y no son recordados. Los
héroes, para el imaginario colectivo, son los primeros, aunque requiera más
valor ser el segundo.
El libro me ha parecido flojillo, falto de desarrollo y de
personajes con personalidad si bien la descripción de la expresión de la abuela
(aplicable, en mi experiencia más a madres) es sencillamente indiscutible “He
recognized the expression from Grandmother, one he has always identified as
concern mixed with happiness at having something to be concerned about.” ¿Quién
no ha visto, no reconoce, esta expresión en su madre? Esa alegría por la
preocupación con un menor o mayor toque de preocupación real.
Creo que ya comenté que desde mi punto de vista una de las
razones por las que la trilogía de ciencia ficción de Cixin Liu ha tenido tanto éxito es porque se mete bastante con el
régimen comunista chino y algunas de sus estupideces como querer cambiar el
color de los semáforos para que el rojo represente avanzar. De lo que no estoy
seguro es de si comente que también tenia algún debate sobre so la teoría de la
relatividad era capitalista o comunista pero como este debate vuelve a
surgir en este libro aprovecho y os dejo esta reflexión:
“relativity
is both supremely individualistic and perfectly socialist. My perspective is
essential, but only to me. I do sometimes think that´s something Marx didn´t
understand. Community is a myth, a convenient, perhaps essential one, but what
community can there be if no two people see light the same way? So the idea of
community is what let us rationalize our selfishness as something noble, when
in fact we are stuck with our own internal logic. The math of logic is
universal. We´re all looking at the same numbers, but the equation is unique
for each of us”.
A mi esto razonamiento, más que para la teoría de la
relatividad me parece que sirve mejor para explicar porque en las elecciones
todos los partidos ganan mientras que todos sus adversarios siempre pierden:
los numero son los mismos pero la ecuación para interpretarlos es única para
cada uno. Algo verdaderamente sorprendente y un completo sinsentido aunque no
deja de sorprenderme el parecido fonético entre algunos números en ruso con los
nuestros como puede verse en esta cuenta atrás que se incluye en el libro, que
yo de ruso… entre poco y nada: “pyat,
chetirii, trii,dua, odin” (el parecido de dos y tres es sorprendente y no
pienso mencionar nada sobre ese Odín
que se desdobla como uno y dios mitológico, lo que no deja de ser sorprendente
que en una religión con muchos dioses haya uno que sea el uno).
Por último y dadas mis circunstancias personales he de
reconocer que en cierta gran medida coincido con esa otra excelente frase de “I now know that leaving one place is not
the same thing as returning to another”. Por segunda vez en un año he
abandonado un lugar, pero aún no se si he vuelto a otro, ya veremos cómo
discurre el inicio del año para averiguar si he vuelto a algún sitio o si he
llegado a uno nuevo.
A mitad de mes ya estaba decidida mi vuelta y finalmente me
marche de Auckland sin pasar The Women´s
Bookstore para despedirme o provererme de libros ya que confiaba que con Chances Are y con algún best-seller de
aeropuerto pues podría llegar a casa sin demasiado exceso de equipaje. A mi Richard Russo me gusta porque sus
novelas suelene tener un ritmo muy pausado en el que la acción, si es que la
hay, discurre bien lentamente o bajo la superficie de unas comunidades por lo
demás tranquilas y apacibles. Nada parece alterar el orden de unas vidas que
están completamente alteradas por algo que en parte solo se adivina. En esta la
acción, o el hecho, esta más visible ya que hay una perdida en el pasado de los
amigos sexagenarios que se reúnen de nuevo. Una perdida, una muerte cuyo
recuerdo es una sombra sobre todas las relaciones y sobre la visión del mundo
de cada uno de esos sexagenarios. Perdita que deja esta frase con la que
coincide plenamente, y que consider applicable en demasiadas ocasiones: “He will lose her, of course, because that´s
how these things worked. What you can afford to lose is
precisely what he world robs you of. How it knew what you needed the most, just
so it could deny you that very thing, was a question for philosophers.”
Además, uno de los personajes sufre una serie de micro
derrames cerebrales, algo que suponiendo bien documentado a Russo me permite
ponerle a mi condición un nombre propio de una deplorable agencia de detectives
de tebeo (que no de comic): “The initial
diagnosis is a TIA, what they call a ministroke. Apparently he´s been having
them for a while”. QUE si bien me tranquiliza ya que suena mejor sufrir una
TIA que un derrame, a la vez me intranquiliza ya que parece que no es un
episodio aislado y que se pueden tener asi en un pequeño grupo o durante cierto
tiempo.
El libro también deja una variación de esa frase que,
desgraciadamente, cualquier persona con empleados o con gente a su cargo (léase
hijos y similares) se ve obligada a decir, o al menos pensar, de vez en cuando y
que en distintas variaciones significa que solo hay una forma de hacer las
cosas la mía (ya sea en ese “a mi manera o carretera” o en ese “puedes hacerlas
como yo, o hacerlas mal” o su variación “hacerlas como yo, o hacerlas bien”) y
que en este caso se transforma en “You
always have a choice. You can do things his way, or you
can wish you had.” Que
es todavía más paternal que cualquiera de las anteriores.
Mis lecturas de avión se debían completar con la lectura de
un best-seller de aeropuerto y esta vez le tocó en suerte a Agent Running in The Field. Puede que
fuera el cansancio del viaje – al fin y al cabo, es casi un día de viaje – o
más probablemente fuera que LeCarre es de esos escritores a los que nunca he
conseguido cogerles el gusto y que solamente compro por aquello de intentarlo
(porque era uno de los autores favoritos de mi madre) pero el caso es que el libro
se ha quedado a mitad sin poder, ni querer, terminármelo en el último vuelo.
Algo que, ya digo, igual no es culpa suya, pero, como decía aquel, tampoco
puede ser la culpa mía.
Nada destacable en el libro, en su primera mitad, que
reseñar, ni una sola frase marcada en el mismo. Supongo que pese a ello seguiré
intentado que me guste LeCarre algún que otro dia pero, ya lo veo difícil.
De vuelta en casa, pese a tener por delante unos cuantos
días de pereza que teóricamente debía empezar a mezclar con visitas y retomar
el contacto con la gente (algo que de momento solo he hecho parcialmente excusándome
en las navidades y en la promesa de un nuevo año, como quien dice, a la vuelta
de la esquina) retome la lectura de The
Future is Female! que es un libro de cuentos de ciencia ficción escritos
por mujeres que llevaba leyendo intermitentemente desde el año pasado
(Intermitencia permitida por ser un libro de cuentos).
La verdad es que es un libro fascinante con 25 cuentos
variados en temática y sobre los que no sé si será políticamente correcto que
se ve la sensibilidad femenina en los
mismos o que no, que esta sensibilidad no se ve y que son indistinguibles de,
digamos, cuentos escritos por hombres. Así que por no meter mucho la pata en
este fin de año diré que ni lo uno ni lo otro, y las dos cosas al mismo tiempo
ya que se trata de veinticinco autores diferentes y por lo tanto de distintas
visiones y sensibilidades. Hasta aquí
puedo leer.
Terminado el libro mi hermana Helena me paso Una Odisea,
libro que al parecer le habían recomendado fervientemente mi hermano Rafa y, si
no lo entendí mal, incluso mi hermana Maite. Con solo mirarlo y leer el subtitulo
ese de “Un padre, un hijo, una epopeya”
que resultaba incluso malo para anunciar una película de serie Z resultaba
claro que iba a ser difícil de digerir y si no hubiera sido por las
recomendaciones no le habría dedicado más de cinco minutos. Desgraciadamente
para mí, por la recomendación, le he dedicado el tiempo necesario para leerlo o
más bien para ser torturado por la lectura de esto que, como tesis doctoral
moderna sobre la Odisea puede tener
un pase – dudosamente – pero que como libro resulta francamente insoportable,
al menos para, digamos, personas normales que ni se saben la Odisea de memoria
ni les ha creado un impacto vital.
Como curiosidad mencionar la etimología que cita el autor
para travel (al parecer dudosa, al
menos según mi hermano Rafa – posiblemente también para el propio autor - ya
que cuando la mencioné en una comida dio lugar a una pequeña discusión en la
que yo fui incapaz de citar la fuente de la que procedía esta información, pese
a que no hacia ni un par de días que había acabado el libro) y con la que, en
gran medida coincido.
“Hoy, al oír la palabra
pensamos en algo placentero, algo que hacemos en nuestro tiempo libre, el
nombre de una sección del periódico que solemos hojear los fines de desaman.
¿Cuál es su relación con trabajoso? Ocurre que travel es prima hermana (como
trabajo en castellano) de travail, que según un voluminoso diccionario – que mi
padre me compro hace casi cuarenta años, hallándome yo en vísperas de mi primer
viaje importante, de la periferia de Nueva York a la universidad de Virginia,
de norte a sur, del instituto a la facultad – es ‘esfuerzo doloroso o
laborioso’. El dolor, en efecto, se atisba, como un palimpsesto, insinuándose
tras las letras de travail, merced a la extraña etimología de la palabra:
procede, vía el inglés medieval y una reconfortante parada en el francés
antiguo, del latín medieval trepalium, ´instrumento de tortura´. Así, pues,
travel sugiere la dimensión emotiva del viaje: no sus accesorios materiales, ni
el tiempo que puede llevarnos, sino lo que experimentamos. Porque en los días
en que la palabra adquirió su forma y significado, travel implicaba, más que
ninguna otra cosa, penas, dificultades, esfuerzo, algo que casi todo el mundo
rechaza enérgicamente”.
Desde mi punto de vista los viajes, que parecen el nuevo
opio del pueblo o la nueva religión ya que a todo el mundo parece encantarle
viajar, que viajar es lo más, están completamente sobrevalorados y en muchos
casos se acercan más a un trabajo y cada vez más a una experiencia delirante en
la que uno es sometido voluntariamente a todo tipo de procedimientos absurdos
(a menos que uno viaje en business o
superior, que entonces como he podido comprobar gracias a las políticas de overbooking de las compañías aéreas y a
la acumulación de puntos, es otra historia) que solo son aceptables porque uno
quiere llegar al destino. Destino que para mí se basa simplemente en una ciudad
en la que uno puede vivir unos días mejor de lo que vive cotidianamente,
digamos a NYC. En ningún caso para ir a ver lugares más pobres que el de
origen, la discutible naturaleza que siempre sale mejor en fotografía que en la
realidad o por el mero placer del viaje. El viaje en si mismo, por mucho que
digan los hippies, no es para nada una actividad placentera ni mucho menos el
fin en si mismo.
Dicho esto, y terminadas los comentarios de mis lecturas a
tiempo – aún no ha terminado el año ni empezado los preparativos o las pre
celebraciones (que habrán terminado y empezado cuando publique esto) voy a
empezar a pensar en mi próxima visita a NYC, obviando el viaje, o puede incluso
que en ese viaje prometido (a mí mismo) a Japón.
Pues eso, feliz año, y ya, si eso, seguimos otro día.
Textos:
The Memory Police
– Yoko Ogawa
First
Cosmic Velocity –Zach Powers
Chances Are
– Richard Russo
Agent
Running in the field – John Le Carré
The future
is female! – Edited by Lisa Yaszek
Una Odisea
– Daniel Mendelsohn