domingo, 19 de mayo de 2024

Comentario de textos – abril 2024

Un par de semanas antes de mi intervención – en el periodo justo entre que el anestesista no le apetecía hacerla y cuando me llamo mi cirujana para decirme que si quería que me interviniera, casi ya mismo, que tenía hueco) volví a dar clases (había escrito ser profesor, pero luego me ha sonado excesivo y lo he corregido; si consigo que se repita el curso igual me vuelvo a adjudicar este título). Si, aunque hacía ya mucho tiempo que no daba clase a nadie, ni de nada (salvo mis charlas escritas cada vez que alguien me pregunta algo, en las que en lugar de contestar lo que me preguntan pues les cuento todo lo que me parece relevante, como un profesor o un anciano demente) me comprometí a dar clase durante una semana (cinco días), cuatro horas cada día (veinte horas para los que andéis perezosos) y me volví a enfrentar a intentar explicar un tema a un grupo de desconocidos (alumnos los llaman).

En este caso el tema era una parte, corta y práctica, de la Hidráulica: como hacer una línea Piezométrica de una estación depuradora, con ejemplos en Excel, que seguro que no os dice nada pero que es algo útil de saber si eres ingeniero de aguas.

Mis alumnos: siete técnicos superiores del Canal de Isabel II (CYII en corto), entre ellos: un profesor de hidráulica de una universidad (no diré que universidad por discreción); una chica que se apellidaba Osuna y que, efectivamente, era familia (lejana) de, posiblemente – como si fuera un anuncio de Carlsberg -  el mejor profesor de todos los que tuve en Caminos (excluyo al Compañero Fraile, aunque no tengo pruebas de que fuera familia del socialista al que le escribía Pablo Iglesias – el fundador del PSOE y no el otro – en una carta que tengo enmarcada en mi casa que también era un excelente profesor, casi al nivel de Osuna y también fumador, algo que  solo comento como anécdota pero… -que daba electrotecnia, una materia que sencillamente yo no he entendido nunca y que, me temo, ya no entenderé ni en esta vida ni en otra que tuviera); una chica que, tras acabar Caminos, había renunciado de forma increíble (con grandes dificultades administrativas, ya que le decían que lo que quería hacer era imposible, que nadie lo había hecho antes) a ser funcionara del ministerio de exteriores (donde tenía plaza de administrativa) para incorporarse a tareas algo más acordes a su nueva titulación; e incluso una que era bailarina profesional de danza española (con su carnet y todo).

El lugar: el aula de informática del propio CYII, en el fantástico parque que tienen encima del depósito de Santa Engracia, aula que, extravagantemente, no tenía ordenadores para los alumnos, solo uno para el profesor pero que no conseguimos hacer funcionar porque, pese a que había una clave apuntada en el propio ordenador esta no funcionaba y nadie se sabía la clave para arrancarlo (tardaron toda la semana en contactar con el departamento de informática y conseguir la supuesta clave que, he de reconocer, el ultimo día no me atreví a probar).

El desarrollo: pues entretenido y durante los tres primeros días conseguí mantener bastante bien su atención e incluso se les veía interesando, pero el jueves a mitad de la primera sesión, les perdí completamente y pese a que negaban que eso sucediera –afirmando categóricamente que seguían lo que les estaba contando – se veía claramente que ya no estaban mentalmente presentes en el curso. Puede que fuera el cansancio acumulado de tres días seguidos (casi llevábamos trece horas de clase y me pega a mí que eran supersticiosos) o puede que hiciera años que no tenían que estar concentrados entendiendo, aprendiendo, cosas durante tanto tiempo (al fin y al cabo, trabajan solo en jornada de mañana y como acertadamente me explico mi amigo Pedro – cuando trabajaba en otra institución similar con turno de mañana – “era por la mañana cuando el no trabajada, por la tarde es cuando no iba”) pero a partir de ese momento fue como si estuviera solo en el aula. Afortunadamente el viernes, que era todo práctica, les obligue a recuperar la concentración y acabamos en un buen

Los resultados: Sorprendentemente esta vez mis alumnos me han clasificado con cinco estrellas sobre cinco estrellas y al curso (pese a los evidentes problemas del aula) con más un notable alto (cuatro y medio sobre cinco). Todo un éxito de crítica y de público, ya que parece que ya hay apuntados para una repetición o igual dos. Si he usado el sorprendentemente al inicio de la frase, no es por humildad que ya se yo que soy un profesor excelente (hierático y paciente) sino porque en mi último curso en la Escuela de Organización Industrial los alumnos me puntuaron mucho menos (claro que a estos los había suspendido yo – si, a todos – antes de la evaluación y, otra cosa no, pero vengativos son todos los estudiantes, especialmente los de pago).

En general: La verdad es que una vez salvados los problemas de control de acceso – que no fueron pocos por varios provocados por los criterios variables según quien estuviera al mando del control de accesos – ha sido una experiencia muy agradable (si es que a mí lo de contar todo como si tuviera razón me gusta mucho, cosas de la vanidad) aunque he de reconocer que me sorprendió notablemente que mis alumnos, desde el primer día, se separaran por sexos, con los chicos a un lado del aula y las chicas al otro (siendo todos menos uno, al que, todo hay que decirlo, tenían un poco aislado, del mismo departamento). Hay cosas que parece que no cambian y las interacciones entre ambos bandos de la guerra de sexos eran pocas y escasas, pero, por ser justo, convivían con cordialidad, mejor que árabes e israelitas (o israelís, que ahora me entra la duda).

Aunque sobre este tema político/bélico de los árabes y los israelitas no voy a decir nada relevante (creo que ambos son unos enfermos mentales que mienten como bellacos, no solo al mundo sino a sí mismos) no puedo evitar recordar el Isarelites de  Desmond Dekker & the Aces, y solo por aquello de que creo que en el imaginario colectivo (por Malcom X y la Nación del Islam) todos pensamos que la población negra, se decanta por la fe musulmana esto no es del todo cierto ya que esta canción, de 1969, se escribió como apoyo explícito de los Rastafaris a las 12 tribus de Israel (claro que los rastafaris tenían, tienen, todo tipo de creencias extrañas en las que no tampoco entrare) y sigue siendo un tema excepcional.




En cualquier caso, esta revisión de mi trabajo como profesor me ha recordado que en mi última entrada se me olvido contaros que teníamos una porra sobre cuanto pesaría mi bulto de la espalda, o más bien cuanta pesaría la parte que me extirparan de la espalda. Es verdad que yo jugaba con algo de ventaja, no solo por ser el encargado de portar este bulto, sino, también, por mis dotes de profesor ya que en una ecografía inicial indicaban las dimensiones (medidas craneocaudal de 11 cm , transversal de 19 cm y anteroposterior de 6 cm) y se algo de geometría y densidades (que las medidas eran conocidas por otros participantes en la porra) por lo que tenía una estimación bastante decente de lo que pesaría el bulto. Aunque le conté a mi cirujana lo de la porra sobre el peso y le pedí que lo pesara solo me dio una idea aproximada: menos de medio kilo, un peso que es lo suficientemente aproximado a aquella famosa libra de carne de Shylock, aunque obviamente en mi caso este peso incluía la sangre, como para permitir esta referencia cultureta sobre mis cosas, justo antes de pasar a las lecturas de este mes, que ya va siendo hora.

La primera, McGlue, pues tenía buena pinta por aquello de que su protagonista es (según la contraportada) “un marinero rudo y canalla... en un estado de embriaguez intermitente… Es posible que haya matado a un hombre, y que ese hombre fuera si mejor amigo”. Pues ni tan mal, incluso prometía diversión con ese nihilista que también aparecía en la descripción de la contraportada. Claro que esta descripción también podía haberme hecho sospechar e incluso haberme recordado a aquello película de finales de los 90 con Rutger Hauer (el androide díscolo de Blade Runner) basada en un libro de Joseph Roth y que parecía prometedora (yo fui al cine a verla con interés) para ser un auténtico aburrimiento, francamente insoportable (aunque ganara en Venecia el León de Oro y otros cuantos premios más en otros festivales). Pues eso, este libro ha seguido, para mí, los mismos pasos que aquella película (que si estáis preguntándoos cual es, pues es La leyenda del Santo Bebedor, película que os aconsejo encarecidamente que no veáis), por muy culturetas que queráis aparentar, no merece la pena aburrirse tanto).

Mi siguiente lectura El futuro futuro, fue comentada acertadamente por mi sobrina de catorce años, Alicia, que nada más verla me dijo “eso parece un aburrimiento” y ciertamente acertó de pleno, eso es lo que es. Supongo que podrá leerse de formas intensas (ya no digo culturetas que no hay que abusar) y seguramente será una metáfora de los medios de comunicación, o de la desinformación o de alguna otra cosa pero que a mí me ha aburrido sobremanera y si la he terminado ha sido por los pelos. Eso sí, eso no quiere decir que, bajo ningún concepto, me vaya a fiar del criterio literario de mi sobrina predilecta ya que a ella – cosas de la edad – solo le interesan los romances y a ser posible con hombres lobo, vampiros, brujas pero que sucedan en la actualidad, preferentemente entre adolescentes y en el que todos sufran mucho y tengan muchos problemas. Esperemos que evolucione, aunque de momento tiene opiniones muy firmes sobre que solo lee en verano lo que hará que tarde más en descubrir cosas algo mejores, pero estoy seguro de que lo conseguirá pronto.


Tras estas dos decepciones, que no está mal para empezar un mes, pues decidí refugiarme en una novela japonesa corta (o un cuento largo que no se me la diferencia) y me leí Suzuran, la historia de una alfarera japonesa que, pues eso, no deja de ser un cuentecillo. Como siempre pues es curioso descubrir cosas de Japón, que en cierta medida lo igual al mundo occidental, aunque con alguna diferencia como eso de que “En Japón, las parejas casadas deben usar el mismo apellido. En la mayoría de los casos, la mujer toma el apellido del marido, pero en nuestro caso ha sido del revés.”, algo curioso que le da una cierta modernidad a esa sociedad frente a la nuestra en la que solo muy recientemente se puede elegir el apellido familiar.

En realidad, he de confesar que lo que más me ha sorprendido de este libro ha sido ese “Entona una vieja canción, Chocho; «Mariposa, mariposa, pósate sobre una hoja de colza. Si te cansas de es hoja, pósate sobre un cerezo»”, podría decir que, por la métrica, por el contenido, o por cualquier otra idiotez, pero para que mentir si todos basemos que lo que me ha sorprendido es que cierta palabra exista en japonés con otro significado cono el “chin-chin” nuestro allí y no precisamente por el hecho, sino por la palabra, signifique o no mariposa.

A Lorrie Moore le tengo mucho cariño desde la primera vez que leí un volumen de cuentos suyos, en los primeros ochenta y personalmente es una de mis cuentistas favoritas de esa época (y no lo digo como una cuestión de género, también está entre mis cuentistas favoritos, muy por encima de Carver y otros de ese momento), de hecho, hace algunos años le regale a mi hermana su Cuentos completo y es una de esos libros, o autora, que están en cartera para intercambiar con Maria de la O. Así que cuando vi Si este no es mi hogar, no tengo hogar (traducción que me parece un poco floja frente al título original I am Homeless If this Is Not My Home) no había ninguna duda sobre comprarlo y leerlo. Se lee bien, pero me ha resultado un poco decepcionante y me quedo con sus cuentos (sin ninguna duda, incluso a riesgo de que no hayan envejecido bien) y como dice una de mis frases favoritas del libro “La desilusión nunca me pillara desprevenida.”

En un momento del libro un personaje “había seguido un programa online de bienestar mental en el que una de cada tres preguntas pretendía de forma transparente tenderte una trampa. (1) A veces estoy triste y veo que caminar me ayuda. Sí. (2) Hablar con personas que me caen bien mejora mi estado de ánimo. Sí. (3) A veces puedo volar por la habitación, pero no se lo cuento a nadie.”, algo que así descrito parece increíble pero que me recodo mucho, mucho, a un examen psicotécnico que realice en la primera promoción de controlador de accesos (portero de garito) y en el que todas las preguntas eran básicamente de este estilo. Las preguntas, o las respuestas, eran tan obvias que resulto misterioso que alguien pudiera suspender un examen como ese. El caso es que bastante gente lo suspendió (afortunadamente supongo ya que había que ser verdaderamente necio para suspenderlo o tener graves problemas mentales, de intransigencia, y no es lo mejor para trabajar en un puesto sensible como es la puerta de un garito). Como curiosidad – sin querer aportar ninguna prueba concreta de los problemas mentales de un colectivo – os contare que de los muchos porteros que han hecho este examen para el Wurlitzer todos los vegetarianos (si, hemos tenido varios) lo han suspendido más de una vez y, añadiría, que son los únicos que lo han suspendido. Como decía aquel “no digo más”, cada uno que saque sus conclusiones basado en sus propios prejuicios.

Los alemanes, mi siguiente lectura del mes, recoge un hecho del que yo no tenía ni idea y es la llegada (en 1916) de dos barcos con seiscientos alemanes procedentes de Camerún que establecen una importante colonia alemana en Zaragoza, con sus propias fábricas y lo que es más sorprendente con su propio club de futbol, el Camerún Football Club que posteriormente se fusionaría con el otro club de la ciudad para dar lugar al Zaragoza. Claro que, para sorprendente el nombre del otro club de futbol: que no era el Zaragoza, ni el mañicos, ni algo de ese estilo, sino el Bilbao F.C. (si, parece que porque así se llamaba la calle en la que estaba el campo de futbol). Cosas locales que supongo alguna fricción crearía con los de Bilbao que en algún momento reclamarían el nombre (pero de esto no se habla en el libro).

Aparte de eta curiosidad – añadida a la curiosidad de todo el hecho de alemanes de Camerún en Zaragoza – me han gustado mucho un par de frases con las que identifico: “Gabi solo hablaba de vosotros para burlarse, como hacía con todo lo que le dolía” que creo que (burlarse del dolor, no de vosotros) es una actitud muy práctica; y cuando afirma que este mismo personaje no era “lo bastaste generoso para pasar de la caricatura a la simpatía.”, porque si hay que saber pasar de la caricatura – que esa muy bien – a la simpatía por el caricaturizado (por lo menos a veces), yo procure tener cierta simpatía con todos los comportamientos que caricaturizo, o eso me gusta creer (claro que también creo que soy hierático).

Además, he aprendido (a mi manera, esa de olvidarlo instantáneamente) como se dice que te jodan en hebrero que copio aquí en la confianza de ampliar el saber lingüístico de Alvaro (que el si lo recordara) y pueda sorprender a un par de conocidos judíos: “Lech tizdayen”, por si os interesa y queréis o tenéis oportunidad de usarlo, aunque tal y como están las cosas yo solo lo usaría en confianza.

Volviendo a los japoneses (que ya sabéis que me interesan y que un viaje que tengo pendiente) igual os sorprende saber que de los dos premios Nobel de literatura japoneses (tres si contamos a Ishiguro – y si no me equivoco – pero que para mí es ingles ya que se mudó a Inglaterra con seis años y, como dicen en mi pueblo “uno no es de donde nace, sino de donde pace”, algo que me niego a aplicarme a mí mismo que me defino como asturiano, pero es que además su novela más conocida es precisamente sobre el servicio doméstico británico) pues solo había leído a uno de ellos (si, a Oe, que aprovecho para decir que me apasiona) así que le tocaba el turno a Kawabata y su Dientes de León. Leído, a falta de leer más, he de decir que este cuento largo no me parece que justifique para nada un premio Nobel, pero lo digo desde la ignorancia y pese a que me encante su “Para mí no hay recuerdo de Ineko que me resulte fútil e insignificante, incluso cuando si lo pueda ser para otros. Porque a mí me llegara siempre como un menaje de amor. Cualquier anécdota ingenua de su infancia me llegara a los oídos como una canción de cuna. ¿no es un ejercicio de amor compartir recuerdos, no los más reveladores sino precisamente los más inanes?” que creo que es verdaderamente revelador, en cierta medida en amor consiste (entre otras muchas cosas) en querer conocer esas cosas pequeñas que han conformado a la persona amada, y viceversa: en dejar conocer esos pequeños recuerdos (los inanes que dice el Nobel, que todavía hay clases) a la persona amada (con esa idea – sin realizar – es con la que nació este blog y algún día, poco a poco, lo hare).

Curiosamente esta idea no está en contra de esa otra que también recoge de “No hay nadie que le cuente absolutamente todo a otra persona, ni siquiera a su ser amado. Eso no significa que este ocultando cosas.” Si, nos son excluyentes y creo que no tengo que explicároslo.

Por supuesto es un libro bastante japonés (aunque no del tipo japonés al que me refiero otras veces, el desquiciado) y refleja el machismo de la sociedad japonesa con ese “Quiero decir que moldees a tu esposa tu gusto. La mujer que se deja moldear es feliz. Un hombre que no sabe moldear a una mujer as gusto no es un hombre.”, que creo que podría haber firmado El Fary y también cuenta con una de esas máximas incomprensibles “Entrar en el mundo Buda es fácil. Entrar en el mundo de los demonios es difícil.” Que a saber que quiere decir exactamente pero que podría formar parte del estribillo de alguna canción de cualquier grupo moderno.

Tras alguna decepción, de la que todavía estoy recuperándome, he de decir que ya con el final de su trilogía, ese Ciudad en Ruinas, pues estoy prácticamente recuperado y vuelvo a pensar que es un gran escritor al que merece la pena seguir y que por lo menos yo voy volver a esperar sus novelas con interés. Es verdad que creo que no ha llegado al nivel, de ritmo sobre todo, de sus primeras obras pero empieza a estar cerca y frases como “Señoría, el letrado de la defensa acaba de contar literalmente el viejo chiste del niño que mata a sus padres y luego pide clemencia alegando que es huérfano”, que podría ser aplicable a la situación creada por Hamas pero mejor no entrar en esto; o esa otra de “Soy de una ciudad donde los tíos, cunado van a confesarse se acogen a la Quinta Enmienda. «Perdóneme, padre, porque he pecado. Y creo que conoce usted a mi abogado, el señor O’Neill»”, o que decir de esa otra de “Como reza la vieja fabula, para hacer una tortilla de jamón y queso, la gallina se implica y el cerdo se compromete.”, pues obviamente son una gozada de leer, más en una historia que se sostiene y en la que los personajes son creíbles.

En cualquier caso, la mejor de todas que creo imprescindible como consejo paternal, o fraternal o relacional, es “Voy a darte dinero suficiente para que hagas algo – añadió su padre – pero no el suficiente para que no hagas nada. Así que, ¿Qué te apetece hacer?”

Solo me queda añadir que parece que los de Boston tienen claro quién es el Atlético de Madrid en la liga de béisbol con ese diálogo en el que uno afirma “Ser católico y forofo de los Sox es cuestión de fe y sufrimiento. De mucho sufrimiento. Hay que ser muy masoquista para ambas cosas”, que ya sería suficiente, pero al que se añade la continuación de “Danny solo bromeaba a medias al decir lo de las cosas que importan en la vida, porque la lealtad es una de las cosas más importantes, y siendo de los Sox aprendes a ser leal a base de perder.” Una alegría ver a Winslow recuperado.

Para acabar el mes pues empecé Tengo algunas preguntas para usted, una de esas novelas de crímenes en las que el principal sospechoso, o el principal sospechoso de la protagonista que es una autora de podcast, pues parece tener los mismos motivos para ser el asesino que para no serlo. En cierta medida la típica técnica Agatha Christie en la que todos pueden se culpables o no serlo ninguno, o serlo uno que de repente aparece al final del todo, vamos, uno que solo pasaba por allí (como si estuviera en esa canción de Aute que tanto me gustaba de adolescente). Me atrevería a decir que no está mal y que si a mí no me ha gustado especialmente se debe fundamentalmente a dos factores: el primero ya lo he dicho y es que acababa de leer una muy buena novela y el segundo es que hacia la mitad del libro fue cuando me llamo mi cirujana ofreciendo fecha, y por decirlo en lenguaje torero estaba en capilla para mi operación por lo que realmente igual no soy muy objetivo con esta lectura pero, siendo Orteguiano, pues yo soy yo y mis circunstancias (no confundir con las circunstancias del tradicional chiste de Forges que eran una sueca – casi seguro – espectacular) pero no puedo decir que me haya gustado.

Eso sí, señalo un homenaje que quiero entender le hace a los Villacis con los que tengo trato (la doble A) con ese “Él, que solía aceptar retos como mezclar batido de chocolate, salsa picante, aliño ranchero y zumo de naranja en un vaso del comedor y bebérselo de un trago, había acabado teniendo un paladar exquisito.”, que es uno de esos misterios – junto con el de leer horas en el baño, o su incapacidad para irse a dormir aunque estén agotados – que no dejara de sorprenderme: como son capaces de comerse las combinaciones más deleznables de alimentos y, pese a ello, mantener un buen paladar, un paladar educado diría incluso.

Pero bueno, de estos y otros misterios hablaremos más otro día que va siendo hora de dejar esto y despedirme con el deseo del viejo Max, o de Max el milagroso: ¡Divertíos asaltando el castillo!

 PS: este jueves (23 de mayo) mi hermano Rafael (el de sangre, y no mi otro hermano Ricardo) presenta su ultima novela "Cualquier cosa pequeña" en la librería La Mistral (en el centro de Madrid). No se la hora (apostaría que a las siete de la tarde) y ni siquiera es seguro que pueda acudir (lo intentare fuertemente) pero... quien sabe, si vamos ambos es posible que coincidamos y nos veamos... y si no pues mi hermano si estará y le hará ilusión (o se enfadara porque me leáis a mi, aunque sean estas chorradas, que nunca se sabe entre hermanos)

Lecturas

McGlue - Ottessa Moshfegh

El futuro futuro - Adam Thirlwell

Suzuran - Aki Shimazaki

Si este no es mi hogar, no tengo un hogar - Lorrie Moore

Loa alemanes - Sergio del Molino

Dientes de león - Yasunari Kawabata

Ciudad en ruinas - Don Winslow

Tengo algunas preguntas para usted - Rebecca Makkai

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