sábado, 13 de julio de 2024

Comentario de textos Junio 2024

Hoy me he despertado con ganas de escuchar a Springsteen (dicho y hecho, por cierto) y no tengo claro si fue por una conversación que tuve el otro día sobre conciertos de estadio (conversación que surgió tras una reunión de trabajo y en la que resulto que de las cinco personas que estábamos reunidas, dos habían ido a ver a Luis Miguel e incluso uno había pagado quinientos euros por entrada, algo que me sorprendió mucho ya que era gente básicamente más joven que yo, como no podía ser de otra forma, ya que mayores que yo trabajando pues quedan pocos) o porque andaba yo pensando en que este mes se han cumplido un par de mis sueños de infancia / adolescencia y por lo tanto era inevitable recordar esa parte de The River de “Is a dream a lie if it don't come true? Or is it something worse?” que tantas veces he cantado (por llamar algo a lo que yo hago cuando creo que canto) pero que aquí tenéis en directo en fechas similares a cuando yo la vi en directo.

Pues si, como decía este mes he cumplido uno de esos sueños pequeños: he conseguido algo que siempre había pensado imposible, fuera del alcance de cualquier ser humano normal (o por lo menos normal según mi definición) y he conseguido terminarme una bolsa de zanahorias sin que ninguna se me pusiera mala (luego he intentado repetir con una segunda bolsa e, inevitablemente, he fracasado como debe ser). Pero es que también puedo considerar que se ha cumplido uno de mis grandes sueños de la adolescencia, ni más ni menos que un proyecto en el que participo salga en las páginas del New Musical Express (el NME, que para algunas era una institución que íbamos a adquirir, cuando podíamos, al quiosco de Alonso Martinez – uno de los pocos que lo vendía en el Madrid de los ochenta – para seguir las novedades musicales), que con la excusa de un festival pues saca al Wurlitzer en sus páginas (https://www.nme.com/features/music-features/mad-cool-2024-madrid-3767184) como sitio al que ir para escuchar musica.

Ya, ya os veo diciendo el primer sueño es una auténtica chorrada y que vosotros lo conseguís siempre que compráis zanahorias; y también es veo pensado que el segundo está muy lejos de la idea original del sueño (que, ni que decir tiene, seria haber salido como banda destacada y, porque los sueños lo permiten, en la portada o con un especial de varias páginas). Vale, puede, pero cada uno tiene sus sueños y ahora creo que el que me queda por cumplir es conseguir acabarme un boli bic (escribiendo, no habiendo garabatos, aunque me conformaría con conseguirlo de esa manera). En cualquier caso, volviendo a Bruce: “Now all the things that seemed so important, well mister they vanished tight into the air. Now I just act like I don’t remember…” 

Así, que, tras esta reflexión, pues al tema de los libros.

Empecé mis lecturas (ni que decir tiene que mercadas en la librería de referencia – no digo ya mía, porque espero que sea también la vuestra – Méndez de la calle mayor aunque este mes, por aquello de ser la feria del libro pues también compre algunas en su caseta y en la de otra editorial) con La revelación, que no es ni buena, ni mala pero que tiene cierto interés como parodia / crónica de la política americana actual (o reciente, debería decir).

Siempre se aprenden cosas como porque las elecciones son en un martes de noviembre, después del primer domingo: “resulta que los padres fundadores tenían una idea en mente: en noviembre, la cosecha del otoño ya se había recogido, pero el tiempo todavía era lo bastante bueno para viajar. Y como algunos tenían que desplazarse para participar, no podían hacerlo en lunes, porque la gente no iba a viajar en Sabbat, y tampoco podía ser el 1 de noviembre, porque es Todos los Santos, y así hasta llegar a esto.”

O incluso más curioso: “un apunte: la expresión «América primero» no es lo mismo que «sueño americano». Las ideas detrás de la primera frase se remontan a Thomas Jefferson y su relación con otros países. La frase del sueño se acuño en 1931 como critica a la riqueza individual y pretendía alentar a un regreso a la igualdad y a la riqueza del país por encima de la de los individuos. A los progresistas les parecía que era antidemocrático ser millonario. El significado de la expresión se metamorfoseo en la de cada de los cincuenta; el sueño americano paso a ser un símbolo y una visión del éxito y la prosperidad, y lo vendimos son solo internamente, sino por todo el mundo.” cuyo origen – casi comunista, o por lo menos, socialista – según la autora (matizo, aunque sospecho cierto) queda muy lejos de la visión actual del éxito por el individualismo que significa. ¡qué gran problema es este de la resignificación de los eslóganes o de las palabras, por no hablar de la aritmética de las puntuaciones de los exámenes donde se puede aprobar con cuatro y se puede llegar a sacar un 14 (todo eso sobre diez).

Solo puedo considerar que es aplicable (en este caso y en general) ese dialogo que suscribo plenamente: “Quizá esta gente es idiota. ¿Por qué nadie hace bien su puto trabajo? – Lo que quieres decir es por qué nadie hace su trabajo tal y como lo harías tú. – Es lo que he dicho.” que no deja de ser una versión larga del clásico “hay dos formas de hacer el trabajo: la mía y la equivocada.” Que desgraciadamente las paredes del Wurlitzer ya se saben de memoria y en la que lo único que no es cierto es que haya dos, desgraciadamente el segundo grupo incluye demasiadas variaciones, unas sutiles y otras, simplemente, descabelladas

El libro también me ha recordado que dentro de nada (en 2026) estados unidos cumplirá doscientos cincuenta años (desde la independencia) que, si bien es una cifra ridícula, he de reconocer que me acojona un poco ya que recuerdo cuando fue el bicentenario (que nos acabábamos de mudar a Nicasio) y me asusta pensar que ya han pasado cincuenta años de esos recuerdos. En fin, cosas que pasan; la alternativa habría sido peor.

Mi siguiente lectura fue La Colonia, una curiosa historia que pasa en una pequeña (mínima) isla de la costa irlandesa en la que coinciden por una parte un pintor inglés y un lingüista francés que quiere preservar el habla de la isla (por ser un irlandés puro, sin contaminación lingüística del inglés) sobre todo del inglés (el habla irlandés y parece que no contamina; ya sabéis, en general las actividades que a uno le interesan no contaminan tanto como las de los demás y así a algunos les parece normal que “la esfera de las vegas” consuma 28.000 Kwh pero les preocupa que otro – nunca el – no desenchufe un adaptador de móvil en su casa; pero no hablemos de cinismo que todos tenemos nuestras cosas y nos liamos).

El caso es que como dicen los habitantes de la isla, unos a favor del inglés y otros a favor del francés, pero todos preocupados porque “Dos (foráneos) es más de lo que podemos manejar”, aunque en el descargo de los aborígenes de esta isla, a diferencia de muchos otros que se quejan de los turistas, ellos no abandonan nunca su isla por lo que nunca son foráneos.

Entretenida pero un poco prototípica (con su artista local por descubrir al que luego traicionara el inglés y sus romances dobles) pero sin la gracia necesaria para llegar a ser buena.

Compre Sé mía por mi mala memoria ya que ya había leído otra novela del autor y no me había gustado (a punto de dejarla a medias que estuve, he comprobado en entradas anteriores) y si me hubiera acordado no la habría comprado. Esta también tuve la tentación de dejarla en varios momentos de la lectura pero, a diferencia de la anterior, cada vez que iba a dejarla aparecía una frase más o menos interesante como “Aunque también es cierto que los expertos en suicidio son, en su mayoría, personas que no han conseguido llevarlos a cabo.” que no puede más que recordarme a esa canción de GlutamatoYe-Ye, ya sabéis… y a la que podría cambiársele el nombre a “el experto”:

Por supuesto coincido plenamente con ese “en casi todos los sentidos, la medicina no es una ciencia ni un arte, sino una masonería gremial que se remonta a la magia negra y la nigromancia.”, más y más, cuantos más médicos visito; y por supuesto desde un agnosticismo total con ese refrán (sabiduría eterna, lo llama el autor) de “… es sabiduría eterna que dice que, si quieres hacer reír a Dios a carcajadas, solo tienes que contarle tus planes”

Aunque viendo como cada día me cuesta más seguir algunas de las historias que me cuentan adolescentes (y los que no lo son) también me encuentro preguntándome “¿Qué clase de persona podemos decir que somos si carecemos de la capacidad de hilvanar una narración personal coherente?”; si, mi vanidad me hace pensar – en contra de todo lo que escribo aquí y lo que cuento de viva voz – que tengo cierta coherencia. Cosas de la vanidad.

En cualquier caso, la mejor frase del libro parece ser una cita: “cuando un entrevistador le pregunto al poeta Philip Larkin: «¿Cree que podría haber sido más feliz en la vida?», este respondió «No, no sin ser otra persona». Así pues, por término medio, diría que he sido feliz.”, que suscribo plenamente ya que si, ser uno mismo es una limitación a la felicidad y a todos, alguna vez o en algunos casos nos gustaría ser otro (ese que usa los cuadernos que se compra o el que tiene las cosas ordenadas) pero ser otro no mejoraría nuestra felicidad ya que como decía K. Dick (parafraseando al vendedor de Total Recall) “¿Qué es lo que ha sido igual en todas sus vacaciones? Usted, no le gustaría tomarse unas vacaciones de sí mismo”,

Mi paseo anual por la feria del libro fue poco productivo en cuanto a compras de cosas “especiales” y solo me lleve Bastardo, que es una novela turca que el de la editorial pensó que era una buena idea intentar venderme como una versión turca de Menos que cero; algo que, a él, desconocedor de mi relación, cuando menos dudosa, con ese libro, le sonaba muy bien, pero que yo compre por la portada. Sinceramente no creo que tenga nada que ver, salvo que los personajes de ambos libros son niños ricos, pero son ricos de forma muy distinta y si con los personajes de Easton Ellis, yo me podía identificar en los ochenta, la verdad es que con estos – que son unos vividores bastante arrastrados – pues para nada.

La mayor curiosidad del libro – que tampoco tiene especial interés – es enterarme de que un tal Romain Gary gano dos veces el premio Goncourt, eso sí, la segunda con un seudónimo (Emile Ajar) y aunque creo que no he leído a ninguno de los dos me han gustado las dos últimas frases de su nota de suicido “Me lo he pasado muy bien, gracias. Hasta pronto.”, como el que se marcha a tiempo de una fiesta para no molestar.

Como contrapartida me sorprende (creo que no la ha pensado lo suficiente) una frase en concreto “He aquí la teoría de los maricas – dijo Cenk - ¡Decir que un homófobo es un homosexual encubierto es como decir que una nazi es un judío encubierto!”, que he de reconocer que por una parte me suena excesivamente antigua y en la que no veo la analogía, pero igual existe y tiene sentido aparte del obviamente homófobo.

Obviamente Como si fuera un rio era una novela a comprar (ya sabéis que yo pico en todos los títulos con referencias hídricas o hidráulicas u similares) pero aparte de esta referencia a la vida como un rio (que no puede ser mas obvia , por mucho que aquí se ponga en boca de un indio, americano, no de la india) es una novela bastante floja que podría clasificarse como “folletinesca” con su drama de romance maldito entre una cultivadora de melocotones (fuera del estado de Georgia, que es de donde deben de ser los melocotones; vamos la Murcia americana en este sentido y supongo que también en el de marco incomparable, por lo menos incomparablemente racista según tengo entendido) pero sin nada más, ni una frase lo suficientemente buena para destacarla.

A cambio mi otra compra en la caseta de los Méndez, Las Fieras, que es una novela con dos protagonistas femeninas en el país vasco de finales de los ochenta (obviamente una de ellas terrorista famosa de ETA) sin tener tampoco nada destacable y ser también bastante folletín (con sus romances trágicos) pues si me ha interesado un poco más. Sera porque es una historia, una época o unos protagonistas quiero decir, que me pueden resultar más cercanos y en los que incluso puedo ver a algunas personas reflejadas. Pero vamos, que tampoco fue un acierto.

Aunque la quería haber comprado en la feria, A Santa Compaña, estaba “agotada” en Méndez e incluso ese día en Tusquets lo que me lleno de alegría por motivos que aún no puedo revelar, pero me cabreo un poco ya que me apetecía leérmela ya que la primera de la serie me había gustado mucho. Esta nueva entrega me ha parecido un poco más floja que la primera, pero, con todo, de las mejores que he leído este mes.

Aparte de la curiosidad de que salen monjas clarisas – no las que tanto entretenimiento nos han dado estos meses desde Belorado y a las que he perdido la pista informativa sin saber el final, que seguramente habrían tenido alguna mención si el timing hubiera acompañado – resulta muy curioso que Gonzalo de Berceo acabe teniendo unos “zapatos de gamuza azul”, entiendo que como una referencia que casi seguro alguien ha tenido de indicarle al autor que, me temo, la desconoce.

La otra gran curiosidad, para mí que de Historia Sagrada se lo justo (quiero decir poco, aunque más que muchos, pero no los justo en un su sentido religioso que, supongo, debería ser mucho más) se recoge en ese párrafo “… una crucifixión de santa LIberata, patrona de las malcasadas. La Virgo fortis, como algunos la llaman en latín. Aunque en este cuadro la santa no estaba barbada, como parece en tantos, sentí una extraña turbación al verla crucificada como un cristo femenino…”

La mejor reflexión es aquella en la que, quien más quien menos, hemos caído alguna vez (algunos siempre) “Es muy difícil creerse las culpas, no dejarse ir en frases discordantes del tipo: «Yo me acuso de que la abadesa…, yo me acuso de que el sacristán…, yo me acuso de que sóror Matilde…». Yo me acuso, en fin, de que los demás tienen la culpa.”, comportamiento que, ya digo, para algunos, es algo continuo; los demás son los culpables de todo lo que me pasa.

Una buena segunda entrega pero que no llega a la primera, mas por las bondades de la primera que por las carencias de esta segunda.

Tras una nueva visita a la calle Mayor y obviamente, una vez mas, solo por el titulo, me compre La casa del ingeniero. Es una novela que para un lector normal es floja pero que, casi seguro, para los críticos y lectores más avezados sea muy interesante por su estructura en la que en la novela se habla de otra novela que habla de otra novela que debe de ser algo difícil pero que para mí es como si se tratara de la típica gracieta esa de “un acertijo dentro de un enigma dentro de (no recuerdo que ni me importa)”.

En cualquier caso, aunque ya no sea válido por ser de otra época, me proporciona otro motivo para estar en contra de los médicos (no es que necesite más, pero… siempre se agradece) en ese “Los médicos saben mucho. Van de casa en casa y se enteran de todo. En la mía, no ha entrado nunca un médico. Si tengo algo que ocultar o no, eso no le importa a nadie.”; conocimiento, de cotillera, que si puedo aceptar tenían antes los médicos y puede que incluso hoy los médicos rurales (si es que esto existe a día de hoy, que como urbanita no tengo ni idea de cómo funciona esa parte del mundo).

Si hay una parte que me ha recordado mucho por un parte a mi sobrina Alicia a la que veo muy capaz de hacer algo parecido, es “Una niña de nueve años «una perfecta dama», entrego su cuaderno de deberes, en el que figuraban varios ejercicios de sumas, con la resolución de una sola suma y el siguiente comentario: «Las demás se hacen de la misma manera» y por otra parte a mi examen del segundo parcial de Métodos (Métodos matemáticos y de las técnicas creo que se llamaba esa asignatura de segundo de Caminos) en el que solo tenía que sacar once puntos sobre treinta para compensar (había sacado veintinueve, sobre treinta, en el primero) y que era tan repetitivo que cuando “calcule” que ya tenía los once necesarios, con cierto margen de error, pues escribí algo así como “…aquí lo dejo… el resto es igual… me aburro y ya tengo los puntos necesarios”. Pues sí, si os estabais preguntando como acabo, pues saque los puntos suficientes, y tan ricamente: Métodos aprobado por parciales.

Tras esto empecé – atención al verbo – El evangelio según Yong Sheng, que podría parecer prometedora por tratar de evangelizadores cristianos en china a principios del siglo XX pero que tras varios atascos, incluso desmayos de aburrimiento, no he conseguido terminarme, dejándola definitivamente a la mitad tras doscientas páginas sin prácticamente interés. Lo único interesante de esas doscientas páginas es que “La calle HongWu, donde estaba su dormitorio, era una calle llana que, antes de la proclamación de la Republica, se llamaba LujiKang, «calleja de la concubina Lu», en honor a la concubina favorita del emperador Jiaquing, de la dinastía QuIng, que había vivido en ella. También la llamaban «calleja de la Joven Belleza».”, que, eso de la concubina, pues me parece un motivo tan bueno para nombrar una calle como otro cualquiera, e incluso mejor que muchos.

Llegados a este punto – a solo una lectura, relectura realmente , de terminar el post – y viendo que he clasificado varias, o muchas, de mis lecturas como flojas (o peor) debe volver a recordar que llevo algún tiempo a régimen por lo que es posible – quiero pensar que no – que esto ha influido, negativamente, en mis opiniones de este mes (y de los anteriores, tal vez) y que no todo es culpa de las novelas, y sus escritores respectivos, sino que parte es achacable a mi mal carácter por el régimen. Es bastante probable ya que estoy un poco (o un poco mas) insoportable últimamente, enfadica y gruñón como siempre, pero en versión extendida.

En cualquier caso, mi última lectura ha sido Pompeya que no solo es una relectura ya que la leí hace muchos años, sino que la he comprado para regalar a Zarandieta, un amigo al que han operado dos veces de la cadera (una inevitable y la segunda pues discutible si por mala praxis del médico o por la famosa negligencia de los pacientes), que ahora está en proceso de reconversión en ingeniero de aguas (transición que podemos dar por concluida y esperamos irreversible) al que al parecer le gustan las historias de Roma y al que tengo tendencia a regalarle libros por sus cumpleaños.

Si os preguntáis porque este libro en concreto, hacéis bien aunque, por lo contado, parece claro que va sobre un ingeniero de aguas en la antigua roma (en Pompeya, incluso) y es de los pocos Best-Sellers en los que la ingeniería y un ingeniería en concreto es el protagonista. En el que se dice que “Los senadores podrían soñar con imperios; los soldados, con conquistas; pero eran los ingenieros quienes tendían las calzadas y los acueductos, los que construían todo eso y proporcionaban a Roma su alcance universal.”

También se aportan curiosidades como “De una lavandería vecina, ante la que había varios recipientes para que la gente orinara en ellos, salía un hedor a orines (nada limpiaba mejor la ropa que la orina humana).”, que recomiendo como producto de limpieza, al menos solo; o como “Él prefería la regla de Varro, según la cual el número de invitados a una mesa no debía ser inferior al de las Gracias (tres) ni superar al de las Musas (nueve).”, que parece un buen consejo de protocolo.

Si bien resulta curioso que se diga que “Así ocurría en aquellos días en la bahía: los cocineros eran más famosos que las gentes a quienes alimentaban.”, algo que es muy moderno – la fama de los cocineros – y que uno no esperaría de Roma; resulta menos sorprendente que ya en aquel momento la obra civil fuera un pozo de corrupción a todos los niveles “Los acueductos siempre habían dado lugar a corruptelas: los agricultores se conectaban a la canalización principal cuando esta cruzaba sus tierras; los ciudadanos añadían una tubería aquí y otra allá y pagaban a los inspectores para que hicieran la vista gorda; los trabajos públicos se concedían a contratistas privados que presentaban facturas por obras nunca realizadas; los materiales se extraviaban.”, problemas que se mantienen a día de hoy; o como empiezan las mismas en los proyectos desde los políticos “La generosidad de Ampliato empezaba a incomodar al ingeniero. Primero, llegaban los regalos; luego los regalos se convertían en un préstamo; y por último, el préstamo en una deuda imposible de saldar” (Ampliato es el polito de turno) y como lo que era cierto para Roma lo sigue siendo hoy en día: “El ingeniero nunca había tenido nada que ver con todo aquello. No obstante, no resultaba fácil encontrar un hombre honrado en Roma; un hombre honrado era un estúpido.”

Por supuesto también hay curiosidades ingenieriles que a nadie importan (salvo a los ingenieros) como “… pero los acueductos, que debían mantener una inclinación equivalente al grosor de un dedo cada cien menos – mas, y el caudal resquebrajaría las paredes; menos, y el agua se estancaría – , estaban obligados a seguir las ondulaciones del terreno” o como “Cuatro regulares montones de grava estaban dispuestos alrededor de un muro circular de ladrillo, alto como la cintura de un hombre. Se trataba de un tanque de sedimentación. Sabía que al menos había una docena como aquel a lo largo del Augusta – uno cada cinco kilómetros, según la recomendación de Vitrubio –, lugares donde el agua era obligada a reducir su velocidad para recoger las impurezas que pudiera arrastrar una vez se hubieran depositado en el fondo.”, que para un converso reciente a la ingeniería de aguas deberían tener interés para conocer que (casi) todo ya estaba inventado y que el método más importante en ingeniería es el de Cauchy (si, ese, el de las aproximaciones sucesivas; eso es la ingeniería). Un libro que todo ingeniero de aguas debería leer, no digo mas.

Pues hasta aquí hemos llegado, así que sin nada más que añadir, pero con hambre y con el mal humor correspondiente a estar a régimen solo puedo deciros ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

La revelación - A.M. Homes

La colonia - Audrey Magee

Sé mía - Richard Ford

Bastardo - Hakan Günday

Como si fuera un rio - Shelley Read

Las fieras - Clara Usón

La Santa Compaña - Lorenzo G. Acebedo

La novela olvidada en la casa del ingeniero - Soledad Puértolas

El evangelio según Yong Sheng - Dai Sijie

Pompeya - Robert Harris

2 comentarios:

  1. ¡Buena pinta tiene esa Pompeya para otra ingeniera como yo! Si Zarandieta no nos oye, a lo mejor podrías pasármelo en préstamo antes de regalárselo... ¡ya va tocando otro intercambio de libros!

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