Pues un año más ya se han terminado las navidades y aunque
no han sido de las mejores pues tampoco han sido de las peores, igual que todo
el año: ha tenido sus cosas buenas y malas, incluyendo sobresaltos y cosas que
podían haber acabado peor pero bueno, es lo que hay. Desde el punto de vista de
las lecturas también ha habido de todo, al fin y al cabo este año he leído
ciento once libros (podían haber sido ciento doce, pero el ultimo del año lo he
alargado hasta enero porque me apetecía dejar las lecturas en ese número tan
poco redondo pero elegante, digamos). Entre lo mejor del año (aunque igual en
alguna otra entrega me extiendo mas) pues esta, entre mis autores preferidos,
la de Penny (la de las multitudes) y entre los desconocidos pues, posiblemente,
la de Shriver metiéndose con el fitness (con la obsesión por); la de Svensson, que merece un lugar
destacado por no ser de ficción y sorprendentemente, aunque puede por que sean
de las más recientes, las dos elegidas para Alvaro en NYC.
En otro orden de cosas la verdad es que este inicio de año
me ha traído recuerdos de mi infancia, concretamente de los últimos años que
vivimos en la calle Viriato, por razones de cierta repetición: recuerdo
acompañar a mi padre a comprar estanterías (básicamente unos rieles que se
atornillaban a las paredes, y que tenían ranuras para montar en ellos, a la
altura que uno quisiera, unas escuadras que sujetaban las baldas) y, también de
montar estos por toda la casa, pero especialmente en el pasillo que era el
único sitio en el que quedaba espacio libre. En mi recuerdo era una actividad
que llevábamos a cabo “los hombres”
de la casa y que estaba siempre acompañada por las protestas continuas de mi
madre que decía insistentemente, cada vez más enfadada, “Esto tiene que acabar, los libros van a echarnos de casa.”, pero
no falta de razona ya que había zonas del pasillo en las que había que pasar de
lado y con mucho cuidado. Recuerdo esto como hechos recurrentes, en mis
recuerdos esta operación de montar estanterías era algo que sucedía, yo diría,
cada año y que no tenía visos de solucionarse, ni seguramente posibilidad de
continuar ya que empezaban a no queda paredes en la casa en la que montar mas
estanterías. Todo parecía indicar que era una situación sin salida… pero sorprendentemente
fue el futbol, concretamente el mundial de 1974 que gano Alemania un verano que
pasamos toda la familia en Mallorca, el que termino con estas disputas
periódicas. ¿Cómo, os preguntaréis, o no? Pues fácil, mi madre (mis padres)
pues quedo embarazada, todo parece indicar que celebrando la victoria de
Alemania en la colonia alemanda que era (y seguramente siga siendo) Mallorca
por lo que ya no eran solo los libros los que “iban a echarnos de casa” sino que ahora se planteaba la mudanza ya
que otro miembro de la familiar, al parecer, requería más espacio: al fin y al
cabo, los hermanos ya compartíamos habitaciones (una los chicos y otra las
chicas) y cuando nació mi tercera hermana pues estuvo decidido el tema y nos
mudamos a la que sería “la casa familiar” en Nicasio Gallego. La verdad es que,
aunque la casa era más grande, pues ganar, ganar espacio los hermanos no
ganamos y seguimos compartiendo habitación los chicos y las chicas, pero, por
lo menos, los libros consiguieron una habitación para ellos solos en la que mi
padre monto su biblioteca y un despacho para trabajar y los demás pues más
baños, más cocina, más salón y esas cosas. Pues eso, que por si no queda claro
este inicio de año he tenido que comprar nuevas estanterías para reubicar mis
libros y casi seguro que este hecho es el que me haya traído estos recuerdos de
mi infancia, con los que aburriros en este inicio del año, así que, tras esta
digresión, si bien podría pasar a las lecturas del mes que son bastantes os
contare un misterio, una inquietud, que me ha surgido.
En casa de mis padres – en Viriato 52 – pues había una
bandeja para dejar las cartas que con, con ciertos daños, aún conservo, esta:
El caso es que siempre había pensado que se la habían regalado
el año que mis padres compraron la casa, o después, con ocasión de algún evento en el que solo participo mi padre, pero hoy la he mirado con calma y he
visto que el sello dice “IV centenario de la muerte de Carlos I” y como tenía
el teléfono a mano pues he mirado la fecha a la que correspondía este evento (que yo de historia, lo justo o un poco menos) y
se trata de 1958 (el cuarto centenario, digo). Y esto me ha confundido ya que
mis padres no se conocían en esa fecha y dudo mucho que mi padre ya tuviera la
casa de Viriato en esas fechas. Otra cosa más que no encaja en la historia
familiar
Diciembre empezó con un viaje a Piles, viaje un poco
obligado para comprobar si después de las tormentas de octubre todo estaba bien
pero que había ido aplazando ya que las noticias eran que no había pasado nada
en toda “la contorná”, pero la verdad
es que yo prefiero Piles fuera de temporada (también me gusta en temporada)
pero el mar está más bonito en los meses fríos (bueno, lo que allí se considera
frio que, ya te digo que no) y mi primera lectura era Freedomland que me apetecía bastante ya que había leído otra novela
del autor que me había parecido muy buena e incluso la historia prometía: una
mujer blanca llega a emergencias ensangrentada diciendo que un hombre negro le
ha robado el coche violentamente, algo que tampoco sería gran cosa pero es que
la mujer cuenta que en el asiento de atrás estaba durmiendo su hijo pequeño. Claro
esto, complica la historia pasando de ser un robo a un secuestro o, incluso, a
un posible asesinato de un niño blanco por un hombre negro. SI esta historia
podía dar juego, con las tensiones raciales que conlleva, la verdad es que a mí
me ha decepcionado y me ha parecido totalmente falta de ritmo.
Como cosas buenas esta la explicación obvia de porque nadie
debería/podria creer en el terraplanismo
ya que basta con ver llegar a una mujer (hombre, animal o cosa) en la lejanía
para saber que la tierra es curva ya que “…
appearing headfirst, like the mast of a sailing ship sounding the curve of the
earth…”
Además, este consejo sobre educación me parece impecable, y
no solo para tratar con niños sino casi con cualquier persona que intenta
imponer su voluntad (que es una característica básica de los niños y de muchos
adultos): “I have found out, as a parent,
that the best way to, curtail a child’s negative behavior, a child’s action, is
to withhold the reaction”; si, muchas veces la mejor reacción es no
reaccionar, así de sencillo.
Como ya había pasado por mi librería de referencia (si, lo
vuelvo a decir que, aunque les va bien, pues siempre puede ir mejor y
agradecerán vuestras visitas: Méndez en la calle mayor, de Madrid para aquellos
desorientados) pues también me lleve a Piles la última de Rivas (autor que más
o menos me gusta, o eso creo recordar): Detrás
del cielo, que al parecer está escrita originalmente en gallego, pero
traducida por el mismo autor, algo que en principio pues parece extraño
combinado la reivindicación lingüística con el negocio.
Se supone, según fajilla y contraportada, que es una novela
negra e incluso el propio autor pone una cita que explica la diferencia entre
novela negra y novela policial (la segunda intenta explicar un crimen y la
primera explicar la sociedad con el apoyo de un crimen) con la que estoy de
acuerdo pero que en este caso hace que no sea policiaca ni realmente negra (no
hay un crimen claro) y sea simplemente una novela de la Galicia rural con sus
toques de contrabando de drogas y prostitución mezcladas con chanchullos
inmobiliarios. Un poco típica y flojilla desde mi punto de vista, aunque
contiene un dato interesante y plausible como el de “que por el diámetro medio, en un litro cabrían 122.200 gotas”
Personalmente me resulta confusa esta afirmación del
protagonista, que entiendo que intenta reflejar una mentalidad católica del
suicidio (obviando el significado de las palabras, como esas personas, por no
añadir calificativos, que en una discusión te dicen “no seas tiquismiquis, eso es solo una cuestión semántica”, como si
esto, la semántica, el significado de las cosas, fuera un asunto menor): “Y entonces me pregunto si había pensado
alguna vez en el suicidio. Y yo le dije la verdad. En quitarme la vida, sí.
Algunas veces. Pero en el suicido, nunca.”
Con la que podría estar de acuerdo en el sentido de haber pensado en
la muerte, en la propia muerte, pero nunca en el suicidio.
Como ya habréis deducido por otras compras, una novela
titulada El rio pues es, para mí, de
compra obligada (aunque empiezo a pensar que hay una clara profusión de títulos
con temas hidráulicos, hídricos y similares que me preocupa ya que casi me
siento espiado en mis compras) incluso aunque no tenga buena pinta, como en este
caso, en el que se recogen una seria de historias cuya conexión entre ellas, se
supone que, es que la protagonista pasea por las orillas del rio Lela (un
afluente del Támesis, en las barriadas de Londres) aunque a veces recuerda
otros ríos, pero que perfectamente y con más sentido podrían haber sido
fotografías de las que habla más que de los ríos en sí mismos.
La única buena frase relacionada con los ríos es esa de que
los ríos marcan siempre una frontera y que generalmente definen, en una parte, “Un territorio condenado a un estado de
decadencia y semiolvido como el que genera todo rio en alguna parte o tolera en
sus riberas, alimentándolo aunque sea en perjuicio propio, cosa que el Lea,
manso y quieto, parduzco e impasible, no hacía.”, cualidad no exclusiva de
los ríos sino de todas las obras lineales, como vías de tren o incluso la calle
Bravo Murillo, por poner un ejemplo.
Y hablando de calles, aunque es verdad que el lado salvaje
de Bravo Murillo ya no es lo que era, o no lo es en su totalidad, cuando yo era
pequeño había zonas en las que “La ciudad
parecía el decorado de una película de catástrofes que no llego a rodarse por
culpa del vandalismo de los extras.”
Otro apunte hídrico interesante es esta posibilidad de
planteamiento de la reconstrucción para parte de las zonas arrasadas en
valencia (y Albacete, que no nos olvidemos de Letur) “en muchos lugares se hablaba de poblaciones arrasadas cuyos
habitantes, una vez pasadas las inundaciones, habían decidido colectivamente
trasladar el pueblo a una mayor distancia del rio, en vez de volver a
levantarlo en su antiguo emplazamiento.”, que pese a que podria ser algo a
plantearse, dudo que ni se plantee.
Y por último una curiosidad sobre el lujo y, digamos, el
reciclaje: “La porcelana de ceniza ósea
era valiosa y reputada por su particular dureza y por su tono blanco con
reflejos de madreperla. Se decía que tenía el lustre y la dureza de los sanos y
recios dientes de una muchacha.”, que te hace mirar la porcelana buena con otros ojos.
Ya de vuelta en Madrid, tras haber dejado algunos libros sin
leer en Piles para futuras visitas, decidí intercalar lecturas de NYC y de
Méndez, empezando por Bunny, novela
que tenia una premisa que la hacia prometedora: una universitaria normal decide
“inflitrarse” en un grupo de
estudiantes pijas (que se llaman una a otras Bunny) en parte para entenderlas y en parte para sabotearlas pero
que desbarra cuando las bunny parece
que tienen un culto en el que son capaces de crear hombres, a partir de
conejos, que las adoran pero que no están completos (casi seguro que esto es
una metáfora de algo pero… vete a saber) y ella empieza a integrase en el
grupo.
Flojilla y un poco cargante, aunque como no puede ser menos
salvo este dialogo “Why do you lie so
much? And about the weirdest things? My mother always
asked me. I don’t know, I always said. But I did know. It was very simple. Because
it was a better story.”, con el que podria, en cierta medida, sentirme
identificado.
A resguardo, es
una novela sobre americanos de clase alta que se reúnen en una casa de campo preocupados
por el ascenso (la posibilidad en ese momento) de que Trump gane las elecciones y que se inicia con la posibilidad de
preguntarle a Siri como podrían
asesinarles pare dar lugar a que una de ellas decide emigrar a una villa que se
va a comprar, así como quien no quiere la cosa, en Venecia por un valor de
cerca de un millón de dólares inicialmente pero que ir aumentando poco a poco
cuando le van sumando el jardín y un vestíbulo de “¿doce por doce?”. Algo que me lleva a recordar – como me pasa
muchas veces e insisto cada vez que doy una clase – la importancia de que todas
las medidas tengan unidades ya que, si bien doce por doce tiene cierto sentido
en inglés, utilizando como medida el pie, que da un vestíbulo de unos 16 metros
cuadrados (posible para un Palazzo veneciano) no es comprensible en el sistema
métrico donde sería, considerando que habla de metros, un vestíbulo de 144
metros cuadrados. Así que ya veis: ninguna medida tiene sentido si no se
indican las unidades de medida, y esto es una nota para el traductor, nota que
amplio a que tampoco tendría sentido decir de 3,96 x 3,96 metros, o cosa
similar, a la vez que le felicito por haberme descubierto el concepto de chischisbeo (que os dejo como deberes,
si os apetece saber que es)
También me han llamado la atención, por una parte, como
hicieron (al parecer, que no lo he comprobado) el reparto de representantes por
estados en los estados unidos que se hizo cuando la esclavitud estaba bastante
en auge (¿se puede decir así, o es demasiado incorrecto políticamente?) y claro
tenían el problema de a cuanto equivalía un esclavo, a cuantos votos de un
blanco, y al final parece que se decidieron por tres quintos de persona y de ahí
el reparto de representantes por estado; y por otra parte el detalle de la
superstición de los trece comensales que, si bien está claro que viene de la
ultima cena y que en su versión más dramática no es que de mala suerte, sino
sencillamente que uno de los comensales morirá, no queda claro cuál será el
elegido para morir, si el que se siente primero, el que se levante primero o el
más joven, o cualquier otro factor. (venga, otro deber para los curiosos).
Ya, ya sé que estáis pensando que podría no poneros deberes
y contaros las cosas directamente pero como dice una de los personajes estoy
casi seguro de que pensáis que “cuando
más viejo me hago menos convencido estoy de que mentir sea siempre malo”
por lo que, aunque os lo cuente puede que no me creáis.
Por ultimo un consejo de la vida animal aplicable al trato
con muchas personas “No prestarle
atención, fingir que no estaba allí, era la forma canina de mostrar aceptación.
A menudo Bruce deseaba que los humanos se comportaran más como canes.”,
que, si bien es un buen consejo hacia mí, que no me importa ser ignorado o
invisible, creo que no lo es tanto hacia otras personas que tienen tendencia a
enfadarse mortalmente cuando se sienten ignoradas.
A table for two,
es una recopilación de relatos (varios relatos en Nueva York y una novela corta
en Los Angeles) que sospecho le han publicado al autor tras el éxito de sus
novelas anteriores y no, no quiero decir con esto que sean malos relatos y que
solo se lo hayan publicado por esto, solo quiero constatar que antes no se los
habían publicado. No, son buenos relatos y con frases (o ideas) interesantes
como este motivo, si fuera cierto o no valiera cualquier aproximación, para
apreciar un poco más una religión porque “How can you not respect a faith that
requires you to carry a compass?”; o ese consejo maternal que podría estar,
seguro que esta, en cualquier libro de “cómo hacer amigos de como ligar” o en
cualquier lema motivacional: “my mother
told me it was more important to be interested than interesting.”, o ese
otro que contradice lo que mucha gente te aconseja para casi cualquier tarea: “Yep. In Indiana, a young
girl had good reason to suspect that lists were the foot soldiers of tyranny –
crafted for the sole purpose of bridling the unbridled. A quashing,
squashing, squelching of the humans spirits by means of itemization.”, que
sin ser una chica de Indiana creo que suscribo plenamente o, por lo menos,
parcialmente.
Si estas
son buenas, esta es mejor:“The
personality of a man always poses the biggest obstacle to his own education,
thought Charlie. He’s either too proud, too stubborn, or too timid to submit to
the process of discovery. Many of life’s lessons come through trial and
tribulation, and the cost of those lessons shouldn’t be taken lightly. But a at
least half of what a man hasn’t learned in his lifetime he could have learned
with ease. This is one of the insights that comes with age – when one
understand the nature of discovery but no longer has the time to submit to its
splendors. Thus we are doomed to end our days in an ignorance largely of our
own making.”
Pero mi
favorita, aunque yo sea el único que no esté completamente de acuerdo con su
aplicación en mi caso, es: “But when a
man is paid to provide his opinions and he’s had some success in doing so, he
is bound to become a little insufferable.” (o igual todos estais en
desacuerdo, en mi caso, por ese “little”).
Mi novela japonesa de este mes (no, no es una obligación y
probablemente tampoco sea algo que pueda garantizar) ha sido Earthlings, que
pese a ser una novela sobre dos primos pequeños (algo que en principio no es
bueno) pues acaba siendo interesante ya que ninguno de ellos es del todo normal
(ambos acaban convencidos de que son extraterrestres abandonados en la tierra y
de que las personas son solo piezas en una maquinaria destinada a la reproducción)
o nadie les hace sentir normales, y para ella “From my family’s perspective I was worthless, so it was presumptuous
of me to try to do anything positive. It took all my efforts just to
remain at my zero level without being a minus.”
El caso es que un verano se escapan para tener relaciones sexuales,
pero los pillan y se monta un escándalo en la familia pese a que de ella abusa
sexualmente un tío suyo lo que lleva a ella a reflexionar sobre esta hipocresía
(más habitual de lo que parece): “It was
ludicrous. Grown-ups used children to satisfy their sexual
desires, yet the idea of children having sex of their own volition sent them
into a total fit. It was laughable. They themselves were just society’s tools,
after all! But my womb was still mine. My body would belong to me alone until
grown- ups killed me.” Entre otras curiosidades pues ella, ya mayor,
se apunta a una página de matrimonios persona sin sexo, ni niños, ni nada
(concepto que al parecer existe, al menos en Japón) y se casa siendo feliz por
un tiempo con este acuerdo y Bueno, luego pues pasan más cosas.
Society of lies podría
ser mejor novela de lo que es, o de lo que promete ser y a mí, pese a que me ha
entretenido se me ha quedado corta y falta de algo más espectacular. Es la
historia de una universitaria que acude a una reunión de antiguos alumnos y
atender a la graduación de su hermana menor pero justo antes de la graduación su
hermana muere un accidente que, obviamente, su hermana no considera tal y
empieza investigar la vida de su hermana. Esto le acaba llevando por una parte
a sociedades secretas dentro de la universidad y a ciertos paralelismos con su
propia experiencia universitaria. No es que este mal, está bien pero no tiene
casi nada especial y tampoco grandes frases, aunque tenga esta que es un lema excelente:
“education means choice, and choice means
freedom.”
También, aunque dudo que sea una idea muy compartida, los que
para algunos temas somos algo pesimistas, o igual debería decir aquellos que
tenemos cierto miedo al porvenir igual encontramos explicación para nuestra
falta de verbalización del cariño en ese “I
want to tell her I love her, but it’s not something we say often. It feels so
final, like we’re expecting something bad to happen:”, que igual se nos ha
contagiado mientras crecíamos.
A Coronado le
pasa lo mismo que a la recopilación de cuentos de Towles, que si no fuera un autor de éxito (y, todo sea dicho, uno
de mis escritores favoritos) pues no se los habrian publicado y yo no la habría
comprado. La principal diferencia es que aquí el cuento principal es realmente
una corta obra de teatro que el autor desarrolla (a partir de un cuento que también
se incluye) con, prácticamente, el único fin de que su hermano, actor de escaso
éxito y perspectivas, pueda representar uno de los papeles principales. Vamos
que eso, un trabajo de buena voluntad fraternal. Si bien los cuentos están
razonablemente bien, especialmente en el que se basa la obra de teatro, la obra
resulta claramente deficiente desde mi punto de vista lo que hace que el trabo
fraternal pues no haya lanzado la carrera actoral de su hermano, pero, oye, él
lo intento, pero el teatro no es su medio. Si lo son los principios, el del cuento de base es “Your father picks you up from prison in a stolen Dodge Neon with an
eight ball in the glove compartment and a hooker named Mandy in the backseat. Two
minutes into the ride, the prison still hanging tilted in the rearview Mandy
tells you that she only hooks part-time. The resto of the time she does light
secretarial for an independent video chain and tends a bar two Sundays a month
at the local VFW. But she feels her calling – her true calling in life – is to
write.” Y con esto ya tenemos a todos los personajes que necesita la
historia, que se complicara como no puede ser menos con un ex presidiario, su
padre, como mínimo, ladrón y una prostituta que quiere ser escritora. ¿Qué podría
salir mal? Esto sirve tanto para un cuento o para un buen chiste.
Como sobrevivir a tu
propio asesinato, es una novela entretenida en la que la típica tía
solterona británica muy rica muere asesinada y deja la herencia a quien
resuelva el asesinato. Por supuesto la tía tenía sus particularidades, entre
otras la de ser algo más que supersticiosa y haber vivido casi toda su vida obsesionada
con una lectura del futuro – y de su asesinato – que le hicieron de joven junto
a dos de sus mejores amigas. Una novela entretenida para una tarde lluvia o un día
en la playa, pero poco más.
Bournville ha
sido mi última lectura del año (bueno, un poco forzada ya que ralentice la
lectura del ultimo para que me llegara hasta el año nuevo) y se trata de una
novela tipo saga familiar, de esas de varias generaciones, que abraca desde
finales del XIX hasta casi hoy en día, centrada en el pueblo de Gran Bretaña
que da nombre al libro. en un pueblo de gran Bretaña. obviamente el que da nombre
al libro. La curiosidad del libro es que este pueblo es que es uno de esos
pueblos que se desarrollan no ya alrededor de una industria, sino promovidos y
desarrollados por la propia industria para alojar a sus trabajadores, en este
caso a los de la fábrica de chocolate de la familia Cadbury, así que podría decir que lo que más me ha gustado del
libro es la relación con el mundo del chocolate, aunque en este caso se trate
de chocolate ingles que, como yo desconocía, a primeros de los ochenta desato
una guerra del chocolate puesto que como
dice le explica el gerente de exportaciones de la empresa al nuevo
delegado de ventas para los países escandinavos cuando le pregunta porque no le
dan la gestión de toda Europa “La CEE –
dijo en un tono muy dramático – no considera el chocolate de Cadbury (ni ningún
chocolate inglés, ya puestos) como chocolate… tiene demasiada grasa vegetal y
poca manteca de cacao” y no, no era una cuestión de gustos sino que la
Comunidad Europea debe de guiarse por una normas “Y en lo que respecta al chocolate, por lo visto los ingleses no cumplen
los estándares.”
Sobre los gustos del chocolate y el exceso de grasas no
derivadas del cacao, que daban (y dan) su sabor característico al chocolate
ingles explica que “… se habían introducido
en el chocolate ingles por culpa del racionamiento de la guerra, con lo que
llego a la conclusión de que lo que les gustaba a los ingleses de su chocolate
era que «les sabia a guerra»”. Algo con lo que yo puedo
solidarizarme completamente porque para mí el sabor del chocolate de mi
infancia es el del chocolate quinta clase
de Chocolates Chiquilín (el que fabricaba mi familia) que en lugar de cacao
pues tenía algarrobas, aunque he de reconocer que el chocolate que todavía me
obsesiona es un chocolate de menta que probé en mi primer viaje a Inglaterra y
que no he vuelto a saborear en la vida. A veces sueño con él y sigo buscando
ese sabor, esa experiencia, en cada chocolate de menta que pruebo (sin éxito de
momento).
Sorprendente es enterarse de que “No había pubs en el propio Bournville. No formaban parte de la filosofía
con la que se había construido el pueblo. Al fin y al cabo, casi un siglo antes
la familia Cadbury había concebido la idea de que beber chocolate era una
alternativa al alcohol. Toda la empresa estaba fundada sobre un criterio de moderación.
Y cuando se cedió la propiedad de Bournville a la Fundación del Pueblo de
Bournville en 1900, en la escritura de cesión se indicó expresamente que «se suprimiría por completo la venta, distribución
o consuno de cualquier bebida alcohólica».”
No, no seré yo quien diga que posiblemente esta es la razón del declive de
Bournivlle y del cese de su existencia para convertirse en el parque temático
Cadbury World, ya que creo que vosotros habréis llegado a la misma conclusión (sin
duda).
En cualquier caso, tal vez mi frase favorita no está
relacionada (directamente) con el chocolate sino con la respuesta a una
propuesta inglesa de solución de los problemas diplomáticos del chocolate a la
que los franceses responden “Bueno,
claro, eso está muy bien en la práctica. ¿Pero cómo va a funcional en teoría?”
que resume perfectamente no solo la actitud de algunas instituciones políticas sino
la de algunos personajes (si, los mismos que dicen, eso de es solo una cuestión
semántica para zanjar una discusión sobre lo que significa algo). No sé cuánto
de lo que se cuenta es cierto, pero sé que es una gran verdad que “nunca se es demasiado mayor para no comer
chocolate” (digan lo que digan los médicos).
Pues hasta aquí hemos leído, y comentado, y aunque podría
terminar con la verdad anterior pues, por tradición, termino con mi clásico “Divertíos
asaltando el castillo”.
Lecturas
Freedomland
- Richard Price
Detrás del
cielo - Manuel Rivas
El río - Esther Kinsky
Bunny -
Mona Awad
A resguardo
- David Leavitt
Table for
two - Towles Amor
Earthlings
- Sayaka Murata
Society of
lies - Lauren Ling Brown
Coronado - Dennis Lehane
Como sobrevivir a tu propio asesinato - Kristen Perrin
Bournville - Jonathan Coe