sábado, 6 de julio de 2019

Comentario de textos - Junio 2019


 Aquí estoy, pasando la tarde del primer domingo de Julio, después de haber visto los titulares del último discurso del 4 de Julio de Trump, si, ese en el que ha dicho que George Washington (creo recordar, en cualquier caso “los padres fundadores”) eran unos valientes que habían “tomado” al asalto los distintos aeropuertos del país (si, aeropuertos, como lo leéis) para luego decir que había sido un fallo del teleprompter, justo antes de afirmar que a él no le hace falta el teleprompter porque se “sabia el discurso perfectamente” (una mínima contradicción sin relevancia) e incluso después de observar en la distancia el giro a la derecha de esa España (loquita de corazón, que decía aquella) en la que algunos no se quitan las caretas ni para nadar (ya sabéis aquello de nadar y guardar la ropa) y especialmente ese Madrid, que ciertamente echo de menos, pero que me empieza a recordar en ciertas cosas a ese Madrid de la transición, repleto de fachas orgullosos de serlo (usaría un término políticamente correcto pero la verdad es que no sé cuál, en estos tiempos de tana sensibilidad es muy difícil explicar según qué cosas). Ese Madrid en el que desgraciadamente ahora la estupidez del Madrid Central se ha convertido en un tema de derechas e izquierdas por lo que casi te ves obligado a considerarlo una buena idea para seguir siendo un buen español cuyas ideas solamente se producen por oposición. Lo siento, pero por mucho que sean los fachas los que están en contra de Madrid central, he de unirme a ellos en esto, afortunadamente por razones bastante diferentes. Para mí siempre es tan o más importante el porqué de la decisión que la propia decisión, decidir hacer lo correcto por las razones equivocadas es un error que al final siempre acaba volviéndose en contra de uno (o más habitualmente, de todos).  Pero, ya, si eso, otro día, pues debatimos de urbanismo, de la permeabilidad de las ciudades, de la gentrificación o de la “turistificación” de la ciudad que tienen este tipo de decisiones.



De momento, este domingo ando escuchando una caja de discos que compre por internet a las buenas gentes de Cherry Red, con el poco sugerente titulo de: Electrical Language: Independent British Synth Pop 78-84. que ellos me han mandado a Madrid, que mi hermana ha pasado al ordenador y que yo me he descargado aquí en Nueva Zelanda. Todo un viaje para una caja de discos de música de sintetizadores de primeros de los ochenta. En fin, que sepáis que, aunque intentéis ocultar vuestro tono entre la revulsión y la extrañeza, deberíais bajar el volumen ya que casi os puedo oír desde aquí preguntándoos: 

¿que, por qué demonios me he comprado una caja de música de sintetizadores de los primeros ochenta? Casi seguro que es vuestra primera pregunta, pregunta que surge antes de haber pensado unos segundos en el contenido de la caja. Es verdad que a mí la música de sintetizadores – salvo algunas honrosas excepciones que, ya, si eso, comentamos otro día – nunca ha llegado a gustarme, pero es evidente, a poco que os parecéis a pensarlo que es música que forma parte de mi formación (o deformación musical). En gran medida es parte de la música a la que no teníamos acceso (como tampoco teníamos a la mayoría de la música que ahora reivindicamos) ya que no estamos hablando de música comercial, ya que si bien algún nombre es conocido en general se trata de música que solo algunos afortunados conocían en el Madrid de los ochenta, la música que solo los más modernos de entre los modernos oían, música que solo podías oír en los verdaderos antros de modernos (digamos, como ejemplo, El Hangar). Son canciones que en general he oído a altas horas de la madrugada, perjudicado, o favorecido, por la ingesta de diversas sustancias; canciones que como mucho he oído una sola vez (aunque algunas de ellas consiguieron hacerse un hueco en las cintas que Jacobo grababa robándole – temporalmente – los discos a su hermano Manu y las he oído cientos de veces) pero que de alguna forma se han quedado enredadas en mis neuronas junto con muchas otras cosas que o bien no puedo, no quiero o no debo recordar (como aquellas oyentes de Radio Verde y su merienda)

Pero, ya, si eso, recordaremos otro día, aunque después de leer, “What happens to you doesn’t belong to you, only half concerns you. It´s not yours. Not yours only” no sé hasta qué punto puedo, es mi derecho, recordar y contar según qué cosas ya que es cierto, casi nada de lo que me ha sucedido me pertenece a mí, o no solo a mí y eso es un pequeño problema, o no. Ya veremos.

En cualquier caso, andaba yo el otro día paseando por esta nada fascinante ciudad cuando en el escaparate de la sección de librería de los almacenes Farmer’s (si, no es coña, es así como se llama el equivalente a Galerías Preciados, cuya sección de librería es Whitcoulls que antes era parte de aquella cadena de librerías americanas que quebró llamada Border’s y que yo sinceramente no considero como una librería. Al Whitcoulls de Auckland, digo; que Borders si me parecía una librería curiosa) tenían lo que parecía una nueva novela de Thomas Harris, que no parecía relacionada con el bueno del doctor Lecter: Cari Mora, se llamaba y en la portada aparecía una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre (no, aunque dudo que os lo estéis preguntando, no, yo no reconocí a la Virgen directamente, o no la reconocí más allá de saber que era una Virgen, sin poder precisar cuál de todas ellas era).

Ya he dicho varias veces que, pese a que descubrí a Thomas primero, la verdad es que cada día prefiero más a “su hermano”, incluso teniendo en cuenta lo dicho sobre su última novela. A ver, que Thomas es un buen escritor y la creación de Lecter (en las dos primeras de la serie) debería de ser suficiente para darle siempre una oportunidad (sin olvidar Domingo Negro) y esta novela en concreto sería buena, no muy buena, si la hubiera escrito otro. No, no es que sea mala, no lo es; se deja leer y pasas un rato entretenido, pero… le falta algo, entre otras cosas… credibilidad a los personajes. En cierta medida son una caricatura, unos personajes de comic y eso hace que la novela se resienta fuertemente. Pero con todo, sigue siendo un Harris.

En Whitcoulls, parece que aquí es una tradición u obligación, tenían una lista de las según ellos mejores cien novelas, las cien novelas que tenías que leer, o cualquier cosa de ese estilo. Lo cual no dejo de sorprenderme ya que el total de libros a la venta duro que superara los trecientos por lo que cien destacados me parecían excesivas (no os resuelvo el porcentaje ya que en España es verano y así tenéis una actividad post escolar con la que entreteneros. De nada, un placer poder colaborar en vuestra educación matemática, o por lo menos en intentar corregir un poco ese analfabetismo numérico).

El caso es que como no me gusta comprar un libro solo, ni siquiera cuando solo he entrado por un libro concreto – estuve un rato mirando esa selección de títulos y al final, tras largas y tortuosas dudas, me decidí por comprar The HItchhicker´s Guide to the Galaxy. Obviamente para releerlo, pero también porque me parecía la mejor forma de recordar el número y de poder usarlo como comprobación del nivel de referencias comunes que tenía con mis compañeros de trabajo y con los aborígenes de la zona. Estaba casi seguro, sigo estándolo, de que podía utilizar esta referencia en una conversación casual para saber cuánta cultura tenemos en común, cuantas referencias culturales compartimos. Lamentablemente de nuevo fueron pocas y salvo una excepción de momento nadie ha cogido esta referencia en esta parte del planeta, limitado a la oficina. Y no, no voy a deciros cual es la referencia numérica ni cómo usarla ya que es obvia y como buenos lectores deberíais – incluso los no aficionados a la ciencia ficción – recordarla; si bien podéis olvidar el numero o confundirlo, como suelo hacer yo, con el de al lado, saber esta referencia es como saberse el principio o trozos de poemas o libros, es como… no sé, saberse la respuesta a la verdadera pregunta de la humanidad.
Aunque no sé si seréis capaces de oírla entera o de apreciarla, aquí os dejo una canción que acaba de sonar en ese recopilatorio y que obviamente no tiene nada que ver con lo que os he contado sobre el mismo, pero… que es bastante impresionante.



Después de esta pequeña traición comercial ya me tocaba volver a The Women´s Bookshop a seguir con mis estudios de género, es decir volver por volver y porque, al fin y al cabo, pues soy un tipo de costumbres y con una librería o dos que visitar tengo más que suficiente, para mí lo ideal es encontrar una librería en la que todos los libros que no están de canto son nuevos y tienen posibilidades de gustarme. De esta forma puedo elegir al azar o por cosas tan tontas como el titulo o la portada sin tener que mirar la contraportada que normalmente, como bien dice Rafa es algo que de lo poco que el autor no ha escrito y por lo tanto pues juzgarla por lo que pone es raro (vale, normalmente tampoco ha escrito el titulo ni ha elegido la portada, pero… si nos ponemos puntillosos no habría forma de elegir salvo comportarse como un hippie y ponerse a leer el libro por el principio en la propia librería. Eso sí que no).

Utilizando el criterio del título me decidí por Saltwater, ya que como sabéis cualquier libro con referencias hídricas o hidráulicas pues me tiene ganado como lector. Incluso cuando había mirado la contraportada y al parecer “exploraba las complejidades de las relaciones madre-hija…” me decidí a intentarlo, así de fácil soy yo.

El caso es que, aunque obviamente no me siento identificado con el personaje principal que es mucho más complejo y profundo (además de femenino) de lo que yo soy o seré, he de reconocer que si me (gustaría) reconocerme en algunas cosas y pensamientos:

“I spend days wondering what exactly I am doing in Donegal. I am so drawn to difficult things. I am always travelling far away from the people I love. I am constantly searching for something I cannot articulate, uprooting and disappearing based on an abstract feeling in the pit of my belly. What if it not the right thing to leave London? What if this is not the rights way to live? Perhaps it is better to want tangible things, like bodies and objects. Everything I want is invisible. Do invisible things have worth?”

He escrito “(gustaría)” ya que no estoy seguro de que las cosas que yo quiero sean invisibles, ni siquiera estoy seguro de que pueden ser esas cosas invisibles (me temo que seguramente se refiera a sentimientos o cosas de ese estilo) pero si es cierto que a veces tengo tendencias parecidas que me llevan a alejarme de todo, que de vez en cuando me llevan a decidir que “me debo marchar”. Eso, o simple cobardía de ahí el me gustaría.

En este sentido también me gusta mucho, y comparto, esta reflexión: “I have felt desperately lonely before, in the middle of a city holding hands with a lover. The kind of loneliness that grips your heart in its fist and squeezes until there is nothing left. I am very alone here in Ireland, but I am not particularly lonely. Here is a gentle isolation in remote places”. De hecho, si algo me conturba un poco de Auckland es que no es un lugar remoto, es solo un lugar turístico con demasiada gente.

En general es un buen libro, incluso para ser un libro de chicas con demasiadas referencias a los sentimientos, aunque esta sobre el color del amor no tiene desperdicio: “I think that if love was a color then it would be brown. It is the colour of rust and rot and decay, of avocados spoiled by the passing of time and of dirt and age and things that have been forgotten, It is the colour of tobacco and coffee, of soil and chocolate and whiskey; things that are delicious in a heavy, cloying way”.

Afortunadamente este tipo de cosas las compensa con esta cita musical que sencillamente no tiene desperdicio (el video, digo):



Mi siguiente selección, Bowlaway, se basó en el otro gran criterio: la portada, obviando una vez más el título y lo escrito en la contraportada y no funciono tan bien, de hecho no he conseguido terminármelo. Demasiada historia de personas perdidas, super especiales, demasiado, como decirlo, folletinesco y supercalifragilistico-espialidoso. Con todo y pese al escaso interés me encanto esta reflexión:  “We have all invented things that others have beat us to: walking upright, a certain sort of sandwich involving avocado and a onion roll, a minty sweet cocktail, ourselves, romantic love, human life” ya que creo que hay cosas que todos inventamos a nuestra manera aunque ya existieran con anterioridad. Su existencia anterior no tiene nada que ver con nosotros y con nuestra capacidad de invención.

También me gusta mucho esta frase: “the fact is he did not drink so very much in those days – more than most men, but less than many” cero que no se puede ser más Churchiliano, es tan británica que no estoy seguro de que pueda decirse en otro idioma, o que suene igual de bien.

Como uno no puede vivir solo de lecturas femeninas y como últimamente llueve bastante decidí acercarme a reponer lecturas por la librería que más cerca queda de mi casa y a la que poco a poco le voy cogiendo cariño, aunque no acaba de convencerme totalmente. No sé, tiene algo que no me acaba de gustar pero que no se verbalizar, puede que sea que es un poco como de segunda mano y a la vez un poco hípster pero con un toque de quiero y no puedo.

Tiene un desorden en el que se me hace difícil encontrar cosas con demasiadas secciones de cosas que no me interesan especialmente (siempre desconfió si hay una sección de libros de autoayuda) y me costó localizar Charlie Savage: No, no es que la conociera pero si conozco al autor (Roddy Doyle) al que tenia etiquetado como un autor de temas serios y profundos. Supongo que porque la primera novela suya que leí fue La mujer se chocaba con las puertas, que pese a lo divertido del título es una novela sobre la violencia de género y la otra que he leído, una especie de memoria de su infancia, también tenía un toque de esos serios. Así que ha sido todo un descubrimiento encontrar esta colección de articulillos – con un personaje en común – en los que despotrica con una ironía irlandesa que no tiene desperdicio un poco de todo. Desde la proliferación de expertos: “I don´t remember experts on the radio when I was a kid. There were just people who knew a bit more than the rest of us”, hasta la existencia de libros sobre cervezas “A book about beer! As far as I am concerned, that’s about as useful as a book about inhaling and exhaling – Breathing for dummies.” pasando por la pérdida de categorías de peso, en las que ahora la gente solo puede pasar directamente de delgada a obesa, sin matices intermedios.

Normal el sentido del humor, el gruñir del protagonista que es un hombre de mediana edad y “Ageing men are supposed to groan; as far as I know it´s in the job description. But my groaning days are probably over. The daughter is going to cure me or kill me” pero que obivamente antes de morir ira al pub local ya que “if I´m on my way to eternal damnation, I´ll need a pint before the trip”. Exacto, no se puede plantear major.

Mi última compra, Under the sea, tiene a una monja en la portada (entre otras cosas) lo que no deja de ser curioso y casi parece planeado, pero, los que me conocéis sabéis que es completamente fortuito y que seguramente ni recordara la portada del primer libro de este mes al comprar este.

Se trata de una recopilación de cuentos entre los que hay alguno bueno y alguno excepcionalmente malo. Ninguno totalmente brillante ni fantástico, pero en general con un nivel aceptable. Mi parte favorita es “Up to that point, if my life had been a novel, it would have been the sort of slow paced, middling, pseudo-literary meditation on bourgeois ego so over-represented in American Fiction… I wondered if tonight was the night my life finally changed genres”.

La verdad es que supongo que mi vida sería un género literario bastante aburrido en el que por cierto tampoco parece que vaya a cambiar nada en breve. ¿la vuestra, como la veis?


Lista de lecturas
Cari Mora – Thomas Harris
The Hitchhiker´s guide to the Galaxy – Douglas Adams
SaltWater – Jessica Andrews
Bowlaway – Elizabeth McCracken
Charlie Savage – Roddy Doyle
Under the sea – Mark Leidner