domingo, 19 de marzo de 2023

Comentario de textos - febrero 2023

Aquí estoy de nuevo, casi a punto de ponerme al día con mis comentarios de textos y aunque este mes que me queda atrasado, también ha tenido bastantes lecturas, me siento optimista y antes de ponerme con los comentarios voy a contaros una historia, o un par de ellas enlazadas que me han sucedido recientemente que seguramente no interesen nada a nadie, pero… que me apetece contar antes de que caigan en el olvido de esa memoria de la que carezco.

El caso es que estaba un día cualquiera trabajando, creo que más bien dedicado “a mis cosas” que con un trabajo concreto, cuando me contacta por una red social una amiga, o mejor debería decir conocida (ya que nunca hemos quedado a tomar una cerveza y la última vez que la vi, creo que fue con su novio y bueno, ahora tras algunas conversaciones más, parece que tiene un niño de diez años por lo que se no con aquel novio: así que amigos, amigos, pues es posible que no seamos, pero conocidos, eso sí) y me comenta que igual tiene un trabajo en el que podemos colaborar, que si me llama y me cuenta.

Nos cruzamos un par de correos y al final pues hablamos por teléfono y me ofrece un trabajo de consultor como "perito de parte" para un "pleito internacional". A mí, como soy como soy, ya solo con eso pues me tenía ganado por mi vena vanidosa profesional, pero, obviamente, le pregunto algunos detalles básicos sobre de que va el trabajo (no puedo contar mucho ya que todo era, e igual es, más o menos confidencial) y, hay es cuando ya no me queda ninguna duda: el trabajo es… en el Titicaca… si ya hubiera dicho que si solo por el tema profesional, el niño que todos llevamos dentro tenía que decir claramente que si: el Titicaca, que niño no ha soñado con conocer el Titicaca, que niño, o adulto,  puede pronunciar el nombre de ese lago sin que le venga a la cara una sonrisa, quien no tienen marcada su infancia por ese nombre, quien no haría un trabajo en el Titicaca, que tipo de persona puede resistirse a escribir un informe serio y muy profesional ("de perito de parte para un pleito internacional") sobre el lago Titicaca.

Evidentemente yo no y antes de comentar condiciones o de que iba el trabajo realmente le dije que por supuesto, que encantado de trabajar para cualquier cosa relacionada con el Titacaca y que daría lo mejor de mi tanto para convencer a los que nos iban a contratar de que éramos los mejores para ese trabajo y, que no se lo prometía, pero que intentaría con todas mis fuerzas, no sonreír como un chaval cada vez que pronunciara al nombre del lago para darle seriedad a nuestra propuesta.

El caso es que quedamos en que me mandaría la información necesaria para “evaluar” el problema y las razones que podía tener la parte que nos contrataba en "su reclamación", que era, ni más ni menos, que contra la República del Perú (la cosa no hacía más que mejorar ya que, cuantas veces tiene uno la posibilidad de informar en contra de todo un estado con la idea de tener una reunión lo antes posible con la parte contratante (que obviamente en mi cabeza era la segunda parte de la primera parte de la parte contratante, u otra parte variable, ya metido en pleno humor infantil).

El único problema es que se trataba de mucha información (más de 200 gigas) que me mandaría por medios electrónicos, algo que normalmente más que un problema es una ventaja ya que basta con darle al botón de descargar y ya la tienes toda disponible, pero que podía ser un problema si no me la enviaba antes de las once de la mañana ya que yo me marchaba a Piles, donde la infraestructura tecnológica es imprevisible. 

Acordamos que por supuesto me la mandaría antes de esa hora, que no me preocupara, que era una cosa urgente ya que teníamos que tener la reunión lo antes posible con la tercera parte de la primera parte para que decidieran.

Por supuesto no me la mando a tiempo y me marche a Piles sin haber descargado la información, pero con la confianza ciega de un chaval de ocho años que sabe que cualquier cosa relacionada con el Titicaca le dará una gran alegría. 

Tuve suerte y la infraestructura informática de Piles funciono, conseguí descargar los ficheros, estudiar el problema y enviar un informe con “mi visión” del asunto que obviamente no era totalmente clara a favor de mis posibles empleadores.

A lo largo del fin de semana pues hablamos un par de veces – telefónicamente y en monólogos de los que yo me marco por correo electrónico – y ella organizo una reunión telemática con la segunda parte de la tercera parte contratante para el lunes.

Esto que me dio algo más de trabajo durante el fin de semana para preparar “mi presentación de venta de lo bueno que soy” (algo fácil dado mi nivel de vanidad) y de porque nosotros (no es plural mayestático, sino que el trabajo, además de mi parte “técnica” pues incluía muchos otros aspectos legales y económicos para lo que había un equipo importante que es el que coordinaría mi amiga), pero sobre todo yo concretamente como experto, éramos la mejor opción posible.

Para mí lo más difícil de iniciar una presentación sobre mí mismo, sobre lo adecuado que soy para un trabajo es por dónde empezar, más cuando el trabajo es en un lugar del que no se nada (como es el caso de Perú) ya que todos los sitios tienen sus particularidades y normalmente lo que busca el “local” que te contrata es que estés familiarizado con esas particularidades (es verdad que, como le explique una vez a mi hermano al que querían contratar unos árabes, a veces el desconocer todo es algo muy vendible ya que puedes explicar que sabes tan poco que ni siquiera tienes una idea preconcebida, o dicho menos finamente prejuicios, que al parece son malos) Pero es mas normal que todo el mundo piense que él es único y mucha gente que su país o su lago es el único del mundo  (Cierto en el caso del Titicaca) y nada de lo que se ha hecho en otras partes es aplicable como solución a sus problemas únicos pero mi opinión es, en general, la contraria: los problemas son muy similares en todas partes y las particularidades, siendo importantes, suelen tener un carácter marginal. El Titicaca "técnicamente" tiene los mismos condicionantes y los mismos problemas que el resto de los lagos del mundo, al menos a priori.

No podía empezar mi presentación, comenzando con el Titicaca ya que entendía perfectamente que mi inevitable sonrisa al pronunciar Titicaca pudiera ser mal interpretada ya que, supongo, que no tiene tanta gracia si conoces el lago desde pequeño (mira que lo dudo, pero puede que los niños peruanos no sean tan escatológicos - en el sentido normal, en el de caca, culo, pedo, pis - como los que tenemos antepasados recientes valencianos). 

No, empezar en el Titicaca estaba descartado y no me venía nada más sobre Perú a la cabeza… nada de nada. hasta que me di cuenta de que la presentación sería un lunes y, esa tontería cronológica podía salvarme ya que si la presentación era un lunes eso significaba sin lugar a dudas que "ayer fue domingo" era una buena forma de empezar a decir lo que sabia de Peru (aparte de ciertos conocimientos sobre el Pisco-Sour, que para mi esta mas asociado a Chile porque es donde pase un mes probando algunas variedades locales) e  incluso, en modo Hernandez y Fernandez, podía asegurar que no tuvo por qué ser ayer y que simplemente “Fue domingo en las claras orejas de mi burro / de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)” era un principio valido, si encima la reunión fuera a la once en España podría haber seguido “…mas hoy son las once en mi experiencia personal…” que haría muy buena introducción para contar mi experiencia profesional.

Para tranquilidad de todos os diré que al final no mencione en mi “Speech de ventas” al grande Don Cesar Vallejo, básicamente porque me parecía claramente excesivo y también porque si conocían a Vallejo (al que supongo obligatorio en el Perú) e incluso el poema, esa continuación de “… experiencia de un solo ojo…” pues igual me quitaba méritos por tuerto, si les daba por entenderla literalmente.

El caso es que la reunión fue bien, con unas gentes muy amables, pero con nombres algo complejos de pronunciar fuera de un culebrón (algo que obviamente no comente en ningún momento) y yo pronuncie muy pocas veces, casi ninguna creo, Titicaca lo que fue un mérito por mi parte y me permitió mantener un aspecto profesional durante toda la reunión. Tanto que le comentaron a mi amiga – los que la conocían – que muy bien, que muy interesante y que lo veían muy probable.

Con todo, paso una primera semana sin noticias y a la segunda semana mi amiga me comento que estaban entre nosotros y otra empresa, que sabríamos algo en breve.

Casualidades de la vida, durante esa semana me contacto otro conocido (este sí, solamente conocido) para ver si estaría en disposición para “reciclar” a su personal en temas de calidad de las aguas, tratamiento y esas cosillas en las que uno se ha especializado y de las que se supone su empresa es “puntera” y que casualmente eran el tipo de cosas sobre las que yo tendría que informar en Perú.

Los más avispados ya sospechareis donde se mezclan estas dos historias, si, efectivamente resulta que la empresa especializada que presentaba el otro grupo de empresas para evaluar el tema del Titicaca era justamente la que me acababa de pedir a mi “ayuda” para formar a su personal.

Aquí uno podría pensar que, aparte de por presumir (que siempre es un motivo) he contado estas historias porque “el bien triunfa”, porque los peruanos han elegido a la mejor empresa técnica para el Titicaca y porque me siento muy contento de ir a visitar el Titicaca, sonreír al pronunciarlo y comprobar de primera mano si a ellos, a los peruanos, les hace tanta gracia el nombre como a cualquier niño con antepasados valencianos. 

Bueno, pues, aunque no entrare a valorar si han elegido a la mejor empresa o no, puedo decir que de momento no visitare el Titicaca, ni resolveré estas dudas que me corroen, pero que es posible que acepte el formar a los técnicos de la empresa elegida por los peruanos, así que no sé porque cuento esto, ni si tiene una moraleja o no.

Llegados a este punto, para completar la historia y entender en su verdadera magnitud lo que la petición de formación de parte de esa empresa significa para mí (que es mayor que el tema del Titicaca) debería contaros (lo había empezado a hacer pero lo he borrado, ya que me estaba quedando muy largo y poco claro) que no se trata de una empresa cualquiera sino de una empresa familiar cuya fama le viene en parte heredada por el padre de quien ahora la dirige y que nuestras familias – seguramente ignorado por el solicitante – tienen una historia de, diría odios y rencillas si no fuera porque mi padre era poco dado a estos menesteres (entre sus frases favoritas estaban “el que se enfada tiene dos trabajos: enfadarse y desenfadarse” y “dos no pueden si uno no quiere”) aunque creo (realmente lo sé) que este caso era precisamente la excepción a su regla y que en la relación entre ambos progenitores había rencor e incluso odio, un odio acérrimo que, en mi caso, ha sido heredado por múltiples razones; pero, ya, si eso, os cuento este pequeño Puerto Hurraco personal otro día, si es que la relación avanza; ahora pasemos a las lecturas de este mes.

Mi primera lectura fue recomendada, sacada de una caja que acababa de llegar y que todavía no habían clasificado y entregada en mano, no con reverencia, pero si con obligatoriedad de lectura, por el hermano mayor de los Méndez, así que no pude renunciar a llevarme El ancho mundo, aunque tenía el vago recuerdo de que ya había leído cosas del autor y no me había convencido especialmente. 

Aunque no estoy seguro, estoy lo suficientemente convencido, de que esta novela viene a ser una continuación de otra de las que he leído, esa en la que hay unos que estafan a los antiguos combatientes franceses, bueno, a sus familias y a ayuntamientos, con la venta de monumentos póstumos.  En esta una rama de los estafadores, asentados en Beirut fabricando jabones, tiene varios hijos lo que permite al autor enviarlos a Paris, Saigón o que sigan en Beirut y así contar pate de la guerra de Indochina (preludio, precuela que dirían los lectores de comic, de la guerra de Vietnam). Es larga, lo que para estar en Piles es una virtud, y dejarse se deja leer, pero poco más. Alguna frase certera: “El problema de Lenoir (bueno, uno de sus problemas, porque tenía muchos) era que decía lo pensaba con mucha facilidad y, lo que era aún peor, siempre acabada creyéndose lo que había dicho”, algo, especialmente la segunda parte que me parece cada vez le pasa a más gente, que dice una chorrada sin pensar y, sencillamente, va y se la cree.

Con todo, mi frase favorita del libro está en la parte final de los agradecimientos y se corresponde a una cita de H.G. Wells sobre cómo crear personajes para una novela: “Tomas un rasgo de esta persona, oro de aquella, coges algo prestado de un amigo de toda la vida, o de alguien a quien apenas has visto en el andén de una estación mientras esperas el tren. A veces, incluso aprovechas una frase o una idea de la crónica de sucesos del periódico. Así es como se escribe una novela, No hay otra forma.” que supongo cierta y que explica porque, aunque te veas parcialmente relejado en un personaje de algún escritor al que conoces sabes que no eres tu ni por asomo, como mucho un pequeño trozo de ti ha quedado en el personaje y también aclaran que si la mejor frase de un libro es una cita pues ya te haces una idea.

En enero, Helena, Álvaro y Alicia se fueron a pasar unos días a Londres por alguna de estas fiestas nuevas de los colegios (la semana blanca, creo o cualquier otra) con la idea de que Alicia visitara algunos lugares incomprensibles de esta mitomanía que tiene ahora por ciertos “músicos” cuyos nombres y cualidades soy incapaz de retener pero que, por lo que me ha obligado a oír de ellos justifican plenamente el uso anterior de comillas. 

Aunque de ninguna forma se incluía una librería entre ellos (los lugares de culto a visitar, entre los que al parecer había una cabina telefónica dentro de un local de comida rápida, o algo parecido) algunas librerías visitaron e incluso desde una me preguntaron si ya tenía un libro (que lo tenía) y en la misma, o en otra vete a saber, compraron Girl A que yo aproveche para llévame a Piles. 

Si hace poco había leído una novela con una premisa rara, un club de chicas supervivientes de matanzas tipo películas de terror, en esta también, los personajes son los supervivientes de una matanza (por eso el título y el nombre de otros personajes, como si fueran pruebas o especímenes del delito).

Es verdad que yo cada vez me siento mas identificado con ese personaje que “Sometimes he has returned home in the early morning, his mind crawling with hatred for the human race, and he had contemplated packing a bag and driving to the loneliest place he could think of – Ben Armine, perhaps, or Snowdonia – and spending the rest of his days as an hermit. (or, he reasoned, as the local eccentric; that way he could maintain access to hot meals, and a pub).” Y más leyendo esto en Piles en invierno donde uno solo puede plantearse si preferiría ser un ermitaño o el loco local, cada cosa, cada uno de estos papeles tiene sus ventajas pero creo que yo me decido más por el ermitaño y cada vez más.

Sin embargo, de momento, no voy elegir entre ninguno de los dos papeles y de momento tendré que mantener mi diccionario de términos temporales para clientes que es similar al de otro personaje de la novela “’ongoing’ was a Word from Devlin’s Temporal Dictionary for Clients, alongside ‘shortly’ and ‘as soon as possible’”. Pero no se cuanto lo mantendré, seguramente este entre varios de esos términos que son imposibles de ordenador en relaciona con la duración temporal que implican.

Tal vez una de las cosas más sorprendentes es que en el libro aparezca una mención a un cuadro de Sorolla, que por aquello de ser extranjera la autora cita por su nombre completo: Joaquin Sorolla y Bastida, ya sabes, la falta de confianza que no tenemos ningún valenciano con Sorolla y que si la autora conociera Piles, en invierno, habría estado tentada de sustituir por Ben Armine como el lugar más solitario de la tierra.

Si bien no sé cuántas librerías visitaron en Londres se ha ciencia cierta que compraron un dos por uno en novelas y que la otra que compraron fue How to Kill your family, que tiene un título mucho más prometedor de lo que luego resulta ser ya que realmente la protagonista no acaba matando a su familia (Ni mucho menos explicando como hacerlo, o como hacerlo bien ya que empieza con ella en la cárcel), sino que acaba matando – de a pocos – a los miembros de la familia de su padre biológico que arruino la vida de su madre por no reconocer la paternidad, así que el tema es bastante distinto. Además, ninguna de las muertes tiene nada especial y, así, en general, la historia pues se vuelve bastante trivial.

En mi visita del mes a mi librería de referencia (ya sabéis la Librería Méndez de la calle Mayor, por la que alguno habéis pasado por la puerta sin entrar, algo que no es exactamente para presumir y que creo que quita medio punto, como los acentos, razón por la cual yo, si no fuera por el corrector de Word estaría en menos varios millones) me compre Bajo la dura luz que es otra novela de otra trilogía de esa editorial a la que le estoy dando una serie de oportunidades tras un primer éxito pero que me está decepcionado últimamente. La verdad es que no es ni buena ni mala, en cierta medida como esa frase que he marcado que esta bien pero que tampoco tiene nada relevante “Un tipo te necesita, tú le echas una mano y luego ya no te necesita tanto, mon ami, porque le has ayudado demasiado, y entonces te manda a la mierda”.


Como no todo van a ser trilogías, supongo que solo tres de cada varias, pues Muerte en abril es la cuarta de la serie mensual (no por publicarla cada mes, sino por jugar con el título) a la que estoy aficionado por ser escocesa. Se trata de una novela correcta en la que sorprende al principio la presencia de bombas en Glasgow, la duda sobre la posible autoría, o presencia del IRA, en escocia y ese padre e hijo que comparten el secreto de su homosexualidad respectiva (aunque esto igual es un spoiler innecesario, tampoco afecta a la novela). Ya digo correcta pero desgraciadamente poco más, mantiene el tipo, pero no lo mejora, como tampoco la empeora pues creo que seguiré leyendo esta serie por lo menos hasta principios del verano.

Reyes vagabundos era una elección yo diría que inevitable ya que es una novela sobre la creación de una ficticia banda de rock en los ochenta, concepto que a mí siempre me ha interesado, supongo por confirmar que ni mis sueños ni mis decepciones han sido tan excepcionales. Mi primera sorpresa es que existiera, aunque solo fuera para algunos ingleses el concepto de “marcando un Wilbur”, no tanto por lo que significa el mismo “alguien que se toma sus insignificantes sufrimientos demasiado en serio” ni porque el termino venga, al parecer, de los nombres “del poeta William Butler Yeats” sino porque casualmente – por un tema sin ninguna relación que, ya, si eso, os cuento otro día – en aquella época en la que yo quería ser músico y tenía mi banda, firmaba “mis canciones” con ese nombre. Sabiendo esto ahora creo que no era el nombre más aplicable para mí, que la verdad es que mis sufrimientos, si es que los tengo, procuro tomármelos poco en serio.

Al principio pensaba que la novela estaba bastante bien traducida y que incluso había conseguido que no se perdieran chistes que podían ser difíciles de traducir como “te hacen la pelota para que les votes, y luego cuando llegan al gobierno, te la quitan y juegan ellos” y habría seguido pensándolo si no hubiera sido porque en un momento ponen una versión bilingüe de una canción y… alguien capaz de traducir Hank Williams por Cohen pues eso… juzgad vosotros la traducción:


Pese a ello tiene aciertos excelentes sobre como percibimos la música en nuestra juventud y los cambios en en la percepción de la misma con el tiempo, por no decir la edad: “La música había cambiado, que es lo que mejor se le da. Hay muchas bandas ahora con más talento y ganas que el pack completo de los supuestos grandes. ¿el punk rebosaba energía? Hmmm. Escucha bien. Energía rebosabas tú y eso era lo que oías: los disturbios dentro de tu cabeza.” Creo que es inevitable para todos, la única música buena, la mejor, es la que oías con 14 años, que es cuanto todo tenía esa energía.

También coincido plenamente en la duración máxima de una canción ya que “Tres minutos es muchísimo tiempo para que alguien se limite a escuchar. Incluso en los matrimonios, uno no escucha a su pareja de forma ininterrumpida durante tres minutos. Si fuera así, habría muchos más divorcios.”; o en su opinión sobre la juventud: “En mi experiencia, los jóvenes pueden ser muy conservadores y fáciles de desconcertar, mucho menos tolerantes que los mayores.”, y no lo digo solo porque ahora haya jóvenes muy conservadores sino básicamente por lo conservadores que eran la mayoría de mis contemporáneos, especialmente esos que ahora reivindican una época en la que no solo no participaron sino que mantenían alejada de su vida en la medida de los posible; o en la excepcionalidad de algunas personas “La mayoría de nosotros, de jóvenes, jugábamos en una liga superior a la de alguien. Raro esta jugar en una ligar superior a la de todos.”, yo tuve la suerte de conocer a alguien que no es que estuviera en una liga superior, es que practicaba un deporte completamente distinto al de los demás, alguien que se perdió en su cabeza precisamente porque, pese a tener un tamaño similar, era completamente diferente a la ese Robbie donde “Hay mucho espacio en el coco de Robbie. Es vasto. Gigantesco. Lanzas un boomerang y te tarda en volver. Tiene que haber eco y todo.”

También lo mejor es que mezcla reflexiones serias que todo el mundo puede entender con alguna referencia que a alguno le costara pillar o que no les hará la gracia que realmente tiene: “Yo ni sabía que hubiera mods en Belfast en los años ochenta; por aquel entonces no era muy sensato pasearse por allí con una diana estampada en la espalda.”

Como última lectura del mes, desde que han aumentado las traducciones de japoneses casi todos los mese acabo leyendo una japonesa, pues me leí Intimidades que es una novela extraña sobre una traductora en una corte penal internacional (nada que ver con la del Perú, la de la novela es de crímenes de guerra) en la que a la hora de hablar del abogado de un criminal de guerra no puede nada más que sorprenderse de cómo es esto posible (si, ser abogado de alguien que sabes culpable de grandes atrocidades, de crímenes contra la humanidad. Entiendo, intelectualmente, que todo el mundo tiene derecho a un abogado, pero no puedo entender que alguien pueda defender algunas cosas) ya que “:.. habida cuenta de su presunto conocimiento de los crímenes con que se le imputaban, entonces era un hombre fuera de lo corriente, ya fuera por su coraje considerable o porque estaba sujeto a una disonancia cognitiva.” Yo no tengo duda, es una disonancia cognitiva, ya digo: lo entiendo intelectualmente pero nunca podría ser ese abogado defensor. No se, igual eso es lo que notaron los peruanos, que tenía mis dudas sobre que tuvieran razón en su reclamación y que, al final, algo de eso se me acabaría escapando ya que había cosas de las que mi potencial defendido era plenamente culpable y en ellas no le iba a poder defender, no necesariamente por una discapacidad cognitiva sino porque me seria imposible.

En cualquier caso, aunque durante un rato he pensado que no lo conseguiría,  he conseguido ponerme al día de mis lecturas, para seguramente el próximo mes volver a desfasarme, o no, ¿Quién los sabe? Eso si, con mi compañía o sin ella ¡Divertíos asaltando el castillo!

  

Lecturas

El ancho Mundo - Pierre Lemaitre

Girl A - Abigail Dean

How to kill your family - Bella Mackie

Bajo la dura luz - Daniel Woodrell

Muerte en Abril - Alan Parks

Reyes Vagabundos - Joseph O'Connor

Intimidades - Katie Kitamura

sábado, 11 de marzo de 2023

Comentario (atrasado) de textos - Diciembre 2022

Ya casi estamos a mediados de marzo y compruebo que tengo una pequeña montañita de lecturas por comentar, atrasadas desde diciembre. La verdad es que no estoy seguro de que el término “pequeña” ni siquiera seguido del “montañita” hagan justicia a lo que tengo atrasado ya que se trata de once, si: once libros. Es verdad que muchos de ellos son cortos, pero… once libros en un mes no está nada mal. Tampoco es que sea para presumir si consideramos que durante el mes de diciembre pues pase bastantes días solo, aislado, pero con obreros trabajando, en Piles.

En fin, pues eso que me gustaría comentar que parece que las obras de Piles ya están “acabadas”, aunque todavía les queda un poco a los obreros (espero que ya este puesto el suelo y las puertas del piso de arriba, pero no me atrevo a llamar al obrero para confirmar si esa esperanza es real o vana; igual la semana que viene si no me informa mi sobrino que parece que, al final, será el primero en ver la obra acabada y que espero que de alguna opinión; será por tener esperanzas de algo) y luego viene casi la peor parte ya que todavia queda pintar (que igual lo subcontratamos), colocar la cocina de arriba y lo peor de todo: comprar muebles, lámparas y esas cosas de decoración (por supuesto también queda recibir la opinión del resto de los miembros de la familia, incluso para estos temas, pero, bueno, eso no quiero no pensarlo).

También por supuesto me gustaría hablar de la majadería esa de los herederos de Roald Dahl, algo sinceramente incomprensible y que cada vez que lo pienso me recuerda lo estúpidos que nos estamos volviendo (no, no a nivel individual sino a nivel colectivo, aunque igual o primero también, pero son cosas de la edad). No tengo palabras para una estupidez como esta y, desgraciadamente, para otras que suceden como la de ese hospital americano en el que les parecía que el hielo tenia mal sabor (un sabor como a cloro) así que se les ocurrió la genial idea de instalar un sistema de filtración para eliminar el sabor (a cloro, repito) y bueno… pues han muerto tres personas simplemente porque el agua supiera “mejor” ya que el sistema de filtración pues, eso, que eliminaba el cloro. Creo que después de la cagada de Flint donde decidieron que, para ahorrar en lugar de seguir comprando agua tratada a Detroit, pues se hacían ellos una toma directa, mucho más barata (que Detroit les cobraba por tratarla y darles garantías de calidad) y tan ricamente. Una idea genial, salvo por el pequeño detalle de que esa agua no era adecuada para el tipo de conducciones que tenían con lo que consiguieron contaminar toda la red de agua y, si no recuerdo mal, aquello acabo con más de una docena de muertos. En fin, cada uno a lo suyo; yo voy a empezar a comentar mis lecturas que, ya, si eso, pues hablamos de estupidez otro día.

Aunque no tengo muy claro el orden de lecturas, se me mezclan las visitas a Piles con los dias en Madrid creo que mi primera lectura sobre Los cerros de la muerte, la primera novela (como no, una trilogía) de Offutt, un autor del que había leído un libro de cuentos por recomendación explicita de mis libreros de referencia (digo explicita ya que entiendo que las cosas que están a la vista son recomendaciones implícitas pero esta me la recomendaron desde el suelo de la librería) y otra novela que estaba había buscado expresamente en mi librería de referencia (ya sabéis, la Librería Méndez en la calle mayor, donde os esperan con alegría – bueno, con la alegría de los libreros que tampoco es así como mucha, para que engañarnos) para sguir completando la colección de esta autor a seguir.

Es verdad que esta (y la otra del mismo autor que he leído este mes: Los Hijos de Shifty) me ha apasionado menos que el descubrimiento, pero esto, más que culpa de la novela, es seguramente culpa mía por intentar leerme toda la obra de un tirón (bueno, o de varios, pero de una forma excesivamente seguida). El caso es que las dos están bien pero como son los mismos personajes, el mismo lugar y casi el mismo momento temporal empiezo a sospechar (A falta de leer la tercera de la trilogía) que seguramente habría sido mejor un libro más largo, más encajado, que tres novelas separadas, pero, bueno, es una opinión sin mucho, o ningún, fundamento.

En la primera la frase “Mick recitaba el juramento a la bandera y el padrenuestro. Todos los niños se lo aprendían: ‘Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’, un mensaje rotundo y generosos que se olvidaba de incluir un marco temporal. En las montañas era más conveniente perdonar a los ofensores después de matarlos.” describe en gran medida en tono de las relaciones entre estas buenas gentes de los Apalaches.

En la segunda, en la que ya conocemos las relaciones históricas entre personajes (esas pequeñas rencillas que dan tanta vida y sabor local a las zonas rurales y, sobretodo, tanto trabajo a los forenses y otras fuerzas de seguridad locales), pues le toca el turno a la reinterpretación local de una frase que todos utilizamos con un significa distinto: “Dormí como un bebe. Me pase la noche llorando y me cague en la cama” que pienso utilizar como réplica en cuanto alguien me cuente la primera frase, eso suponiendo que para entonces no me haya olvidado completamente de ella, que es la opción más probable ya que mi memoria pues eso… que no sé dónde anda, no me acuerdo.

Que un libro incluya en su contraportada el termino biografía es algo que, como ya sabéis, me suele echar para atrás peor en este caso cogí El olvido que seremos porque a continuación estaba el termino novelada, lo que compensaba lo de biografía (al fin y al cabo, eso significa que todo puede ser igual de mentira que si fuera ficción) y también porque era colombiano el autor y puesto que era la biografía novelada de un padre por su hijo pues decidí darle una oportunidad. La verdad es que no me arrepiento, ya que me ha gustado mucho su visión de la educación: “No es que a uno le enseñen a vengarse (pues nacemos con sentimientos vengativos), sino que le enseñan a no vengarse. No es que a uno le enseñen a ser bueno, sino que le enseñan a no ser malo. Nunca me he sentido bueno, pero si me he dado cuenta de que muchas veces, gracias a la benéfica influencia de mi papá, he podido ser un malo que no ejerce, un cobarde que se sobrepone con esfuerzo a su cobardía y un avaro que domina su avaricia. Y lo que es más importante, si hay algo de felicidad en mi vida, si tengo alguna madurez, si casi siempre me comporto de una manera decente y más o menos soy normal, si no soy un antisocial y he soportado atentados y penas y todavía sigo siendo pacifico, creo que fue simplemente porque mi papá me quiso tal y como era, un atado amorfo de sentimientos buenos y malos, y me mostro el camino para sacar de esa mala índole humana que quizá todos compartimos, la mejor parte. Y aunque muchas veces no lo consiga, es por el recuerdo de él que casi siempre intento ser menos malo de lo que mis naturales inclinaciones me indican”. Ya, ya sé que al leer esto de que no soy un antisocial algunos habréis puesto vuestra mejor sonrisa irónica pensando interiormente un “lo que hay que oír” y puede que otros hayáis pensado, efectivamente al leer lo de un atado amorfo; en ninguna de las dos cosas os quitare la razón y tampoco se la quitare al autor al reflexionar que todo se debe a ese cariño, a ese querer de mi padre (bajo ningún concepto de mi papa, pese a los dos años que he vivido en Colombia eso de papa, como que no).

Como curiosidad en la novela – entiendo que también en la vida real – una de las hermanas del protagonista se va de casada a Estados Unidos y, casualidad de las casualidades, se va a Morgan-town que es justo el primer pueblo que visite yo en Estados Unidos en aquel primer verano de experiencias americanas, aunque yo nunca pienso en el con ese guion intermedio que el autor le coloca.

También, incluso ahora que recuerdo Morgantown y otros recuerdos que se agolpan en mi cabeza, coincido mucho con su visión de la felicidad y la nostalgia: “Fueron años de dicha, digo, pero la felicidad esta hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace común sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, o dulzón y en ultimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.” que, en mi caso y justo en relación con ese año, es más la tristeza lo que me trae el recuerdo que ningún tipo de nostalgia pero entiendo lo que quiere decir aunque solo lo pueda aplicar a otros años. En cualquier caso, rechazo la nostalgia, por dañina además de por dulzona que, sin ser pre diabético, tengo que cuidarme.

En mi primer viaje a Piles, para el seguimiento de las obras, pienso que me lleve Babysitter, novela que esperaba me gustara bastante ya que, pese a reconocer el nombre de la autora desde siempre, no había leído nada hasta hacia poco, que había leído una novela suya sobre la ley del silencio y los soplones que me había parecido muy buena. Esta no me ha parecido tan buena como la anterior, pero, como ya dije antes, probablemente se deba más a mí que a la autora o puede que incluso se deba a que esta es una historia un poco más convencional que no permite un planteamiento tan interesante como la otra. Vete a saber.

El caso es que en un dialogo explica porque uno no debe nunca sonreír cuando le hacen una foto: “porque la fotografía te sobrevivirá y parecerás una panoli de campeonato sonriendo cuando estés muerta”. Algo que no puedo compartir y que de hecho si me acuerdo de esta frase cuando me estén haciendo una foto seguro que me arranca una sonrisa el recuerdo.

También, aunque de esto no estoy seguro, he aprendido que “Viernes Santo, El único día que no se da la comunión en la Iglesia católica romana. No hay comunión el Viernes Santo porque no puede haber consagración porque no puede haber consagración de la hostia en Viernes Santo. No hay consagración de la hostia en Viernes Santo porque a Jesucristo lo clavaron en la cruz, todavía no se ha alzado del sepulcro no lo han llevado inerte a darle sepultura para esperar su resurrección el Domingo de Pascua:” No sé, no acabo de ver clara la explicación y, la verdad, desconozco completamente si es un hecho cierto o una extravagancia de la autora, pero es un dato curioso, uno de esos “misterios de la Iglesia”. En fin, buena, pero sin mucho empaque.

Compasión por el diablo, la cogí solamente porque era de la misma editorial que edita a Offutt y como ya me habían descubierto a un excelente autor pues pensé que se merecían otra oportunidad (es de agradecer que las editoriales editen a autores poco famosos y yo, como lector, pues siendo que es mi deber apoyar este tipo de cosas). Es una novela curiosa que pese a que no engancha – todo es un poco excesivamente de película típica, sin nada relevante – tiene algunas cosas curiosas como que los aviones que llevaban al personal militar tenían que se fumigados ya que “Era necesario fumigar el avión para matar a cualquier insecto norteamericano susceptible de alterar el equilibrio ecológico de Vietnam”, algo que es muy razonable ya que bombardear todo el país con Napalm o Agente Naranja no provoca el mismo desequilibrio ecológico. Vivir para ver, o leer.

Por supuesto tiene frases algo mas bélicas como esa de que “El sexto sentido no es más que los otros cinco sentidos detectando una amenaza”, que igual es más genérica que bélica; o sea otra mucho más concreta de “La frase que compendiaba las dos maneras de afrontar la vida y la muerte en Vietnam era: ‘No es la bala que lleva tu nombre la que tienes que evitar, sino la que dice ‘a quien pueda interesar.’” Pues eso, seguiremos mirando, comprando, cosas de esta editorial, por lo menos de momento.

Como todavía me quedaba algún libro de mi viaje a NYC pues me lleve uno a Piles, concretamente Trinity Trinity Trinity que desde ya os confieso que es una de esas demencias, en este caso demencia intelectual, típica de los japoneses. A ratos es verdaderamente ininteligible y no tienes muy claro de que están hablando, o, ya puestos, quien está hablando, aunque lo que si te queda claro es que hay que ser muy japonés para tomarse una “Chicken-Teriyaki-and- avocado pizza” o una “corn-and-potato pizza” como hacen los protagonistas en diferentes momentos.

Una de esas cosas curiosas de las que uno se entera es que los juegos olímpicos de 1936 en Berlín, estuvieron a punto de celebrarse en Barcelona y que “Spain boycotted the Berlin Olympics, and even planned to host their own independent games in defiance of the Nazis. But he Spanish Civil War aborted this plans as well.” verdaderamente soprendente, o al menos para mí que no tengo ni idea de los juegos olímpicos, mucho menos de su historia.

Pero es que las causalidades no se quedan aquí: “After that, Spain, under the Franco dictatorship, tried again, putting forth Madrid this time as host city. But it lost to Germany once more, as those were what became the Munich Olympics.”

Después de leer esto uno casi se alegra de que al final Barcelona tuviera unos juegos olímpicos y no perdiera la candidatura frente a Alemania: la primera vez, Berlín, dio lugar a una Guerra mundial (o puede que incluso a una guerra civil) y la segunda, pues eso, a los atentados de Múnich… normal que la tercera se la dieran a España para evitar, no sé, ¿una invasión alienígena? Pesa a Cobi, a la Caballee, al Freddy Mercury, al arquero que fallo y a todas esas otras cosillas pues uno casi, que se alegra, la otra opción (que se la volvieran a dar a Alemania) pues parece peor, a priori.

Tras esta inquietante lectura decidí acabar con mi reserva de libros de NYC que ya estaba reducida a una primera novela de una serie de un autor clásico donde los haya, pero poco traducido en español, y empecé The Deep Blue Good-By. ¿Qué decir de ella? Pues que es la primera de una serie ¿de Pulp? del autor con un personaje (Travis McGee) que no es exactamente un detective privado sino más bien un arregla-entuertos de amiguetes que considerando que esta es de 1964 pues es precursor de muchos autores y protagonistas del género. Así que un clásico en cuyas páginas el protagonista reflexiona sobre cómo le ven los demás y como se ve el mismo: “I have been told that when I have been aroused in violent directions I can look like something from an unused corner of hell, but I wouldn’t know about that. My mirror consistently reflects that folksy image of the young project engineer who flung the bridge across the river in spite of over whelming odds, up to and including the poisoned arrow in his heroic shoulder.” Que es exactamente lo que me sucede a mí, y creo en general a todos los que somos hieráticos, que además de hieráticos pues somos unos incomprendidos en nuestro hieratismo. Nada más que decir, su señoría, McGee y yo somos hieráticos piense lo que piense, o experimenten lo que experimenten los demás sobre nuestras expresiones ya que “la expresión está en el ojo que mira.”

Desde la Línea fue la aportación de mi amiga Maria de la O, en la última reunión de nuestro secreto club de intercambio de lecturas y cotilleos del sector del agua, por lo que primero confesare que yo jamás me la hubiera comprado y por ser completamente sincero: no me la habría comprado porque la portada es básicamente una copia de una portada que ya había visto en más de un libro y, eso ya es una muy mala señal. Igual no tanto del autor (que al fin y al cabo no suele elegir la portada) sino de la editorial, pero creo que eso es incluso peor: si los que se han leído el libro, a los que les ha gustado lo suficiente como para publicarlo, no consiguen encontrar una imagen que refleje el contenido de una forma única pues… apaga y vámonos. Ya, ya sé que siempre se dice que “no hay que juzgar un libro por su portada” pero esta frase yo siempre la he entendido como una metáfora para otras cosas, no precisamente para un libro (o un disco) que obviamente juzgas por su portada, o por lo menos los que somos capaces de cambiar de opinión, de juicio, es algo que podemos hacer tanto con los libros como con el resto de cosas del mundo (incluyendo aquí a las personas).

El caso es que, mirando rápidamente el libro, con sus renglones sin acabar como si fuera poesía en verso libre, mis expectativas no mejoraban y solo podía pensar en aquella frase de mi hermano Rafa sobre lo vagos que son los poetas, que son incapaces de acabar una línea.

Con todo, empecé su lectura con interés y, la verdad, es que se deja leer bien, aunque a ratos uno se pregunta ¿Por qué, para qué, por qué no lo deja ese trabajo en la fábrica que tan alienante es?  El caso es que no hay forma de responder a esas preguntas de una forma, ni medianamente, políticamente correcta por lo que me ahorro mi explicación. Dicho todo esto, reconoceré que el libro está bien, aunque no haya en el nada que me haya sorprendido lo suficiente como para recordarlo. Lo mejor es que nuestro club de intercambio funciona ya que, ese era su objetivo, el de leer cosas que normalmente el otro no leería, supongo que los modernos lo llamarían finamente “salir de la zona de confort” (algo que para una persona a la que le gusta leer en un sofá y de forma confortable pues es difícil).

Las historias de Amor Towles en general me parecen divertidas ya que se basan en situaciones peculiares (desde aquel noble ruso exiliado en un hotel de lujo del propio Moscú, a la otra sobre un trio amoroso-vital) y esta, La Autopista Lincoln, no es una excepción e incluye un viaje iniciático a través cruzando todo estados unidos que, por supuesto, empieza en dirección contraria a la que quieren sus protagonistas y desde, ni más ni menos que Morgen (que obviamente es un nombre inventado de ciudad pero que para mí es significativo y pues ya me predispone a favor de la lectura).

Sin llegar a ser desquiciado el viaje de los protagonistas es divertido y sus actitudes vitales entretenidas y peculiares, con frases ingeniosas como “Dicen que el Señor contesta a todas las oraciones, solo que a veces contesta que no” que me parece impecable; grandes dotes detectivescas como “Ah, pensé al ver la esquina de un libro que asomaba entre los pliegues de las sabanas, ¿Cómo no me habré dado cuenta? El pobre hombre padece la adicción más peligrosa que existe.” Adicción que, entre otras muchas, ya también padezco (o disfruto, más bien, como con todas mis adicciones, que tener adicciones para sufrir es un poco de retrasados); fobias compartidas como la del color amarillo, aunque por motivos diferentes ya que ellos creen que “es el color de los cobardes” y en mi caso proviene de un trauma de juventud, que, ya, si eso, os cuento otro día.

Por supuesto también tiene su dosis de informaciones curiosas – aparte de la obvia de la existencia de esta autovía, que no es la 66 que todos conocemos, y que empieza en la calle 42 con Broadway, punto que iré a visitar a ver si tiene una placa como la del kilómetro cero – esta esa de que, durante la guerra fría, en estados unidos se hacían simulacros de ataque nuclear, que incluían, entre 54 ciudades, a NYC y “Solo en la ciudad de Nueva York caerían tres bombas imaginarias, una de las cuales impactaría imaginariamente en el cruce d ela 57 con la Quinta Avenida, justo delante de Tiffany’s, nada más y nada menos”, y aunque sus simulados efectos pueden valorarse como escasos y poco representativos: “Como parte de la prueba, cuando sonara la sirena de alarma se suspenderían todas las actividades normales durante diez minutos en las cincuenta y cuatro ciudades” hay que tener en cuenta que diez minutos sin actividad son muchos minutos.

Con todo, mi parte favorita es su capacidad de compresión del comportamiento ajeno que se ve en ese “De modo que yo no podía reprocharle que me echase parte de la culpa. Eso es lo que suelen hacer las personas cuando están nerviosas. Señalan con el dedo. Señalan con el dedo al que tienen más cerca y, dada nuestra forma de relacionarnos, casi siempre es un amigo y no un enemigo.”

Tras la lectura de Personas decentes, pese a que ya tenía la sospecha en el momento de comprarla he revisado si había leído algo del autor y cuál había sido mi opinión, momento en que este blog ha demostrado su utilidad. SI, había leído una – por recomendación de varias personas – y no, no me había gustado, me había parecido todo un folletín cubano. Obviamente como soy como soy y ya tengo yo bastantes prejuicios no leí lo que había escrito antes de ponerme con esta lectura, ni con ninguna, que yo, como todo el mundo sabe, soy muy influenciable, aunque solo sea influenciable por mi opinión.

El caso es que sí que es otro folletín cubano y de exiliados cubanos que si bien no tiene demasiado interés (para mi) deja frases graciosas, aunque poco más como “Ya se sabe que la fe mueve montañas. ¿Y el dinero? Pues parece que puede desplazar cordilleras, pensó Conde.”; o “Y por eso en la isla la gente decía que lo importante era tener FE: familiar en el extranjero”, que pues eso, no están mal como gracieta, pero, ya digo, poco más.

La gran intriga para mi es que están comiendo cuando toman “típicos catauros de yagua de palma real cargado de yucas y malangas hervidas, rociadas con su mojo de ajo y naranjas agrias…”, menos mal que también había cerdo asado que si no podía tratarse de un festín vegetariano o de uno más propio de Indiana Jones en un templo perdido. Ni idea.

La última lectura por comentar, que no fue la última del mes (que fue la segunda de Offutt de la que ya he hablado) fue Los matones del Ala, novela de bandas de esa misma editorial a la que le estoy dando oportunidades, que esta vez es parte (como no) de una trilogía, esta vez de los pantanos ya que pues pasa en Louissiana (aunque no estoy claro si llegan a situar los pantanos – y en estados unidos hay más de una zona de pantanos – como también tienen un pasado francés pues me he decantado por ubicarla mentalmente allí y no, en digamos, Florida).

Se deja leer, pero tampoco aporta mucho a lo que viene siendo el género (sí, siempre hay un género que encasquetarle a una novela) en el que lo más divertido es el contraste entre algunas descripciones de personajes.

Por una parte, tenemos al del pantano “Aquel flacucho repugnante se había criado a base de comida basura y, a juzgar por sus dientes verdosos, no le hacían mucha gracia los dentistas. Su piel tenía un tono amarillento, sus ojos eran verdes como los de una mosca de la mierda y su cerebro debía ser lo bastante raro como para desatar una guerra de pujas póstuma entre científicos. Por lo general, parecía estar mal de la azotea, loco como un ganso patinando sobre hielo, inmaculadamente extraño y sin mancha de normalidad en su expediente:” vamos, un tipo encantador con un bonito color de ojos.

Por otra parte, tenemos al que no es del pantano, si no de la ciudad y que “Era el típico panoli que se paseaba por la calle Séptima a plena luz del día y hacia que los atracadores levantasen la vista y exclamasen: ‘¡Bingo!’”

Buenas descripciones a las que el resto de la historia no hace la justicia ni aprovecha como debería. Con todo, aunque ya con más dudas, seguiremos dándole una oportunidad a esta editorial.

En fin, pues eso… en breve, antes de que acabe el mes, escribo lo de febrero y ya estaré al día, seguramente para volver a ir con retraso en breve pero así es la vida… vosotros pues, eso, ¡Divertíos asaltando el castillo!.

 

Lecturas

Los cerros de la muerte - Chris Offutt

El olvido que seremos - Héctor Faciolince

Babysitter - Joyce Carol Oates

Compasión por el diablo - Kent Anderson

Trinity Trinity Trinity - Erika Kobayashi

The deep blue good-by - John D. MacDonald

Desde la linea - Joseph Ponthus

La autopista Lincoln - Amor Towles

Personas decentes - Leonardo Padura

Los matones del Ala - Daniel Woodrell

Los hijos de Shifty - Chris Offutt


domingo, 5 de marzo de 2023

Comentario (atrasado) de textos – Noviembre 2022

Pues aquí estoy, empezando a escribir estos comentarios atrasados prácticamente nada más “colgar” los comentarios de enero. ¿Por qué, por qué tan rápido?

Pues como siempre hay varios motivos: el primero es que debería ponerme a trabajar pero no me apetece nada, el par de cosas razonablemente urgentes que tengo que hacer no me apetecen nada y, creo, que el hecho de seguir en el ordenador en esta tarde de domingo, en lugar de, por ejemplo, tirarme a ver la televisión parece como más digno y como que no estoy retrasando lo que de verdad tengo que hacer, sino haciendo otra cosa que también tengo que hacer; el segundo es que últimamente pienso mucho en que no me he puesto al día con mis lecturas y eso me crea cierta tensión mental que debo resolver; y el tercero diría que comprobado lo que leí en noviembre también es poco y con escasos comentarios (básicamente, salvo el clásico de la serie, ninguna me ha gustado como para tener buenos comentarios) lo que creo que me permitirá terminar este comentario esta misma tarde y así igual llego al final de febrero con un solo mes de retraso que este fin de semana me vuelvo a ir a Piles a ver si, por fin, han conseguido acabar las obras de la casa por lo que ya sé que no podre escribir en el último fin de semana de febrero. Así que, sin más dilación, sin preliminares ni nada me pongo a ello.

Como viaje a NYC en octubre todavía básicamente mis lecturas de este mes se corresponden con compras de ese viaje, hechas en mis dos librerías de referencia de NYC: Kinokuniya y McNally Jackson que tras la pérdida de alguna otra en los últimos años y las inquietantes noticias sobre Barnes&Noble y su terrible política empresarial hacia los empleados que han hecho que deje de visitarla salvo por hacer fondo de armario son más que librerías de referencia las únicas dos que visito (el Strand que durante algunos años me gustó mucho y era visita obligada, paso una fase en la que me agobiaba demasiado – que justo coincidió con graves problemas de saneamiento que hacían imposible visitar la planta baja por el insoportable olor – y, pese a que ha sido reformada, seguramente como consecuencia de alguna normativa de seguridad que obliga a unos espacios mínimos de paso entre expositores, todavía no me he acostumbrado a revisitar).

Lady Joker Volume One (aunque creo que no existe un volumen dos, ni otro, por lo que el subtítulo parece innecesario) se supone que es una novela de culto entre las novelas negras de Japón que, como curiosidad, está escrita por una mujer (lo aclaro no por ser revelador sino solo porque dudo que se pueda averiguar por el nombre del autor, salvo que uno sepa de nombres japoneses) y en principio está basada en un caso real (esto para mí siempre es una mala señal ya que yo prefiero que todo sea mentira, me resulta más creíble). Aunque la edición que yo tengo solo tiene unas 570 páginas, que ya son muchas para una novela negra que teóricamente es solo la primera parte de algo, la letra que tiene me hace sospechar que, con una letra normal, digamos legible, podría fácilmente alcanzar más de mil páginas lo que ya parece una barbaridad. Me gustaría poder aclararos si hay un volumen dos, pero no puedo ya que no he conseguido acabármela y tras pasar la frontera de la mitad del libro – sin que me enganchara la historia – me vi obligado a abandonarla: prácticamente no había pasado nada en la primera mitad y no parecía que las cosas fueran a cambiar en el resto del libro. Sencillamente ha sido una decepción que, extrañamente, creo que se debe a que es una novela muy europea, muy poco japonesa. No sé cómo explicarlo, pero… el caso es que no he podido con ella y queda como un abandono.

Por su parte sobre A ballet of lepers. A novel and stories he de decir que la novela pues no es más que un cuento largo y que ni ella ni las historias cortas tienen demasiado interés, o por lo menos a mi no me han conseguido interesar. No sé, puede que sea autobiográfica o no, no lo tengo claro pero la relación del protagonista con su abuelo (en la novela principal y en alguno de los cuentos) al que no conoce pero que acoge en su casa de Montreal donde se crea una relación completamente enfermiza no me ha acabado de interesar lo más mínimo y dicho simplemente me ha parecido una chorrada. Otro fracaso de mis compras y lecturas de este mes.

Life Ceremony es una colección de cuentos, algunos de los cuales (casi todos) son verdaderamente japoneses, en el sentido en el que se plantean premisas que realmente serian casi un tabú aquí, en occidente, como el planteamiento de comerse a los muertos para celebrar su vida (no de forma optativa sino como algo obligatorio en las ceremonias) o el hecho de usar huesos y pieles humanas (de muertos) para confeccionar moda o artículos de decoración y uso común. La verdad es que pese a la extrañeza de las premisas resultan, algunos de los cuentos del libro bastante interesante y se lee bastante bien (aunque he de confesar que yo lo leí en un viaje a Granada y parte mientras cenaba lo que resultaba un poco más inquietante de lo aconsejable, pero si no lo leéis comiendo puede que incluso mejore).

Como este año celebramos mi cumpleaños con cierto retraso el libro que me regalo mi hermano, Nueva York no es Norteamérica, paso a las lecturas de noviembre, algo que obviamente carece de importancia y que solo menciono para dejar claro el origen de esta lectura que se haya bastante lejos de las lecturas que yo suelo seleccionar: al fin y al cabo, son unos artículos inéditos de Ford Madox Ford (que entiendo es su nombre de verdad y no un homenaje a Bond James Bond). Es una lectura interesante sobre todo para un enamorado de NYC como yo, que comparto estas sabias palabras del autor sobre NYC: “Cambia con tanta velocidad que en ningún momento se puede decir: ‘esta es mi Nueva York’. Y sin embargo, la Nueva York de cada uno pertenece.”

También creo que la relación de NYC con el resto de estados unidos sigue siendo la misma ahora que en 1927 (cuando se escribieron los artículos) pero igual más exacerbada ahora que entonces “Aquí tenemos a Nueva York rodeada por los habitantes de todos los estados de la Unión, que la detestan con tal antipatía que, comparado con ella, el odio del parisino medio hacia Berlín se quedan en nada”, NYC está cada vez más lejos del resto de los estados unidos y creo que el odio hacia ella, dentro de los estados unidos, por la parte de la población que no se siente fascinada por ella también ha crecido. Pero, que sabré yo, salvo que mi NYC es ciertamente una isla separada del resto de los estados unidos (salvo alguna pequeña excepción adicional como partes de Chicago o Boston).

El caso es que el libro no solo habla de NYC sino que deja alguna reflexión interesante sobre el periodismo, que suscribo, “inevitablemente los periódicos presentan una imagen distorsionada de la vida sencillamente porque lo que cuentan tiene que ser más interesante que la vida.” E incluso aporta alguna información que uno debería saber pero que había olvidado como que Yahoos es una palabra inventada pero no por una empresa de informática, sino por Johnathan Swift en Los viajes de Gulliver para designar a unos brutos con forma humana, algo que obviamente hace considerar el nombre del buscador de una forma algo mas irónica.

Mi última lectura de este mes de noviembre, comprada por internet, fue la última (en ese momento, que ya hay otra que tengo que pedir) entrega de la serie de Charlie Parker: The nameless ones. Que decir de una nueva novela de hace el numero diecinueve de una serie, con los mismos protagonistas y con básicamente la misma temática básica y simple de “el bien contra el mal”. ¿qué es más de lo mismo pero diferente? Pues sí, eso: otro Connolly esta vez con un nivel más que aceptable pero igual ya solo para fans de la serie en el que uno puede leer cosas clásicas como “Mrs Bondarchuck had always believed that Moses, in returning from Mount Sinai, had neglected to bring with him a final Tablet, the one containing all the fine print, possibly because his arms were already full”; cosas sorprendentes, pero no menos ciertas, como decidir que un secuestrador es poco probable que haga daño a su víctima si el periódico que escoge para el video de reivindicación es un periódico liberal como The Guardian.

Para mi incluso que uno de los protagonistas este leyendo “el último mohicano” en un tren, por recomendación de otro (el leer el libro, no el hacerlo en un tren) es un detalle que me emociona un poco ya que este era uno de los libros que mi padre siempre nos decía que teníamos que leernos pese a que todos en casa sospechamos que el mismo no se lo había leído y que posiblemente había leído un tebeo o visto una película pero, leerse, leerse el libro creo que todos lo dudamos y pese a sus recomendaciones creo que tampoco lo hemos leído todos los hermanos.

Mira tú que buen timing que he conseguido acabar este comentario antes de que se acabe el domingo quedándome tiempo para prepararme la cena y aprovechar las horas finales para intentar atontarme con alguna serie de televisión (o de una plataforma comercial) antes de irme a la cama a leer un rato.

Aunque seguramente no publique esto hasta mañana (que publicar dos el mismo día me parece excesivo), me siento contento ya que ahora solo tengo un retraso de un mes (aunque al comprobar la pila de libros y los títulos leídos ese mes de diciembre, va a ser una entrada larga) por lo que igual se me vuelve a acumular el retraso en desearos ¡Divertíos asaltando el castillo!

Nota final: aunque al final acabe de escribir esto casi el mismo día que la entrada anterior, al final no la he publicado hasta mucho, mucho después como algún lector puede haber notado... ¿porque? pues ni idea.. supongo que por cientos de pequeñas cosas que me han quitado tiempo...en fin... de buenas intenciones esta el infierno lleno.

 

Lecturas

Lady Joker. Volume One - Kaoru Takamura

A ballet of lepers. A novel and stories - Leonard Cohen

Life ceremony - Sayaka Murata

The nameless ones - John Connolly

Nueva York no es norteamerica - Ford Madox Ford