martes, 4 de febrero de 2020

Comentario de textos diciembre 2019


La verdad es que ahora mismo ando a) algo confundido; b) algo disperso y c) bastante desganado. Imagino que es normal y que se trata de un proceso de readaptación que no tiene mayor trascendencia, bueno, más que imaginarlo debería decir que lo espero, que espero que sea así.

Pero el caso es que ahora tengo que volver a tomar decisiones sobre qué hacer en el futuro cercano e incluso en el futuro algo más lejano (sin excesos temporales, pero si con un poco de perspectiva). Laboralmente me debato entre algunas opciones que creo que tengo, o a las que puedo optar sin acabar de ver ninguna de ellas especialmente clara; desde el punto de vista de este blog me debato entre hacer una entrada que abarque las lecturas de diciembre del año pasado y de este enero con la intención de ponerme al día, que ya estamos a tres de enero y para cuando acabe de escribir y publique estaremos a dios sabe que día, e incluso de algún día cumplir esa promesa de hablar de cosas que no sean libros y entre hacer dos entradas separadas para, por lo menos, cumplir mi promesa de escribir una vez al mes. Decisiones, decisiones…

Lo del trabajo, pues ya veremos; lo de la entrada pues también, a medida que esto avance, aunque la decisión estará tomada antes de escribir el título así que ya sabréis lo que ha pasado. El titulo será un spoiler en toda regla, diría que incluso más que un spoiler es como titular una novela “el asesino es el mayordomo” (siempre y cuando el asesino sea el mayordomo, si al final el asesino es otro o ni siquiera hay mayordomo pues el spoiler pasa a ser una broma).

En fin, para darme una oportunidad de acabar, empezare a escribir sobre los libros y me abstendré de comentar el debate sobre el color más feo y su parecido con el color tradicional de la ropa de “falsa caza” tan usada por los defensores de esta nuestra España (loquita de corazón y dura como la caña, que decía aquella). Como ando sin acceso a internet – aquí en casa – y como tengo una memoria algo deficiente (o alternativa, para ser políticamente correcto que al parecer ya no existen las deficiencias, ni los deficientes) pues no so puedo confirmar el pantone exacto (que una búsqueda en internet os podrá confirmar sin problemas. Venga, va, os ahorro la búsqueda: se trata del 448 C) y solo comentare que es muy parecido a lo que antes se llamaba “verde oliva” pero que cuando quisieron ponerle este nombre – a petición de las autoridades australianas que fueron las que hicieron una encuesta para elegirlo con intención de usarlo en las cajetillas de cigarrillos para que fueran menos tentadoras – se encontraron con una fuerte oposición del sector olivarero australiano (que si, que parece que lo hay y que es un lobby importante) y tuvieron que desistir de esta denominación. En fin, que parece que aquel poema/canción, con su correspondiente modificación a “galeses del sur, aceituneros altivos” puede usarse en todo el mundo. Mira tú, quien nos lo iba a decir. En cualquier caso, desbarro de nuevo, así, que, ya si eso, hablamos de los aceituneros australianos otro día.

Lindsay Hutton (el tipo de persona que me gustaría ser a mí de mayor) no pudo acercarse al aniversario del Wurlitzer así que no nos vimos, pero ahora, a la vuelta, me encontré con un par de regalos que había dejado. El primero de ellos, Scarfolk Annual 1979, es una mezcla entre comic, fanzine y revistilla universitaria literaria excesivamente bien editada. No tengo claro de si se trata de un clásico escoces o más bien de la revisión de un clásico escoces de la época, dado que la edición es de 2019, pero desde luego tiene ese sabor a chorrada universitaria (o incluso preuniversitaria) que, por lo menos a mí, pues me lleva a los primeros ochenta y porque no decirlo me hace recordar La Perla de Lab-UAM con más dibujitos o a un Makoki con menos dibujitos. El caso es que es un librillo ideal para tener en el cuarto de baño para echarse unas risas sin complicaciones que afortunadamente esta en inglés y no directamente en escoces. Es decir, que puede leerse.


El otro regalo que Lindsay había dejado era Vambo, una novela claramente auto editada por un escoces de Glasgow que supongo, sin ningún dato adicional salvo una foto en la que parece tener una edad similar y esta con una copa de Martini, amigo de Lindsay o cuando menos conocido, al que el mismo (el autor, digo) define, o se define, en la contraportada como el “most dangerous Rock & Roll autor of his generation”.  A ver, se deja leer (afortunadamente tampoco está en escoces, o en fonético) e incluso en algún momento tiene gracia, pero no pasas de ser un divertimento al que le falta bastante trabajo para poder ser considerada una novela (probablemente esto es lo que le habrán dicho los editores antes de decidirse por la autoedición). Yo la he leído con cariño y la guardare igualmente con el mismo cariño, pero ni, aunque fuera fácil de encontrar se la recomendaría a nadie.


De mi última visita a mi librería de referencia capitalina salí con Los errantes, una novela de la última premio nobel (bueno, no el ultimo que ese fue otro no exento de polémica y que casi creo recordar que no hay) no porque me apeteciera especialmente sino por aquello de mantenerme al día y poder hablar con propiedad frente a posibles intensos locales (ya sabéis el tipo, los que siempre llevan un libro de Murakami – del que no mola – o un cuadernillo para tomar copiosas notas sobre la realidad o dios sabe sobre que) que seguro que están devorando esta novela de una polaca con premio nobel. Si, la cursiva en novela esta puesta a propósito ya que no estoy muy seguro de que se pueda clasificar como tal a esta serie de “pedazos” (o en el lenguaje de la contraportada “historias incompletas, cuentos oníricos subsumidos en un libérrimo cuaderno de viaje hecho de excursos, apuntes, narraciones y recuerdos”. Entenderéis porque apetecer, apetecer pues no apetecía leerlo).

El caso es que pese a el poco interés que despierta inicialmente luego está lleno de datos, o informaciones, curiosas como la aclaración sobre cómo se produciría la resurrección de la carne (con que cuerpo nos encontraremos para toda la eternidad, aquellos que creáis en este tipo de cosas en lugar de abrazar el pastafarismo,o cualquier otra creencia estúpida con tal de renciar a la fe de vuestros mayores, digamos por ejemplo, el tierra planismo que parece ser una cosa) y que al parecer es con “nuestra apariencia física, a la edad de Cristo”. Vamos, que de resucitar lo haremos como estábamos a los treinta y tres años. No sería la que yo hubiera elegido, pero, no, tampoco se bien cuál hubiera elegido. Tampoco aclara esto si es solo la edad física o también nuestra edad mental, nuestros recuerdos o nuestro ánimo, también serían el de esa edad para toda la eternidad (donde, por cierto, calculo que no pasa nada, así que en realidad no envejeceremos ni nos haremos más sabios). Creo que es un debate interesante y que no está muy bien resuelto – puede que lo este, teológicamente, pero que yo no tenga ni idea, ya que de teología también ando flojillo siendo algo que forma parte de mi incultura enciclopédica – y que sobretodo deja en el aire a todos los que mueran antes de esta edad, como se recuperan estos para la eternidad ¿con su ultimo físico, o con aquel que misteriosamente tendrían a los treinta y tres de haber seguido viviendo, o ya descompuestos? Además, esto me hace tener la duda de si esto de la resurrección de la carne es como la imagen residual que cada uno tiene en Matrix (la película, la primera que las demás no merece la pena ni mencionarlas) aunque imagino que no ya que en la película hay una cierta tendencia a ser más joven y molón (aunque de todo hay en el código fuente, o en la viña del señor).

También otras curiosidades más actuales, que al parecer explican – en caso de ser ciertas, que yo siempre supongo que todo lo que leo es verdad y esto no tiene por qué ser necesariamente verdad, ni necesariamente cierto – como el origen de la denominación de Pogo para el baile punk por excelencia: “mañana toca Sabbat. Jasidiés imberbes bailan el pogo en un bulevar al ritmo de una alegre música sudamericana de moda. ‘Bailar’ no es la palabra adecuada. Se trata mas bien de pegar saltos salvajes y extáticos, girar sobre el propio eje, sin moverse del sitio, los cuerpos rebotando unos contra otros”. Una descripción casi correcta de un pogo en, digamos, México (aunque no sé si tan siquiera en México puede asignarse música sudamericana a los punks) y por lo de no moverse del sitio ya que el pogo moderno tiende provocar desplazamientos, casi tectónicos.

Incluso incluye curiosidades más dudosas, como “en una ciudad del Lejano Oriente se suele señalar los restaurantes vegetarianos con una esvástica roja, el ancestral signo del Sol y la fuerza vital”. Digo dudosa, en parte por esa referencia a una ciudad sin identificar y también por aquello de unir el vegetarianismo con la fuerza vital. No parece muy creíble, aunque si es cierto que es posible ya que la esvástica es un símbolo con significados anteriores al que tenemos asociado en occidente (el nazismo). Tanto es así que en Japón en utilizaba tradicionalmente en los mapas para representar la ubicación, o disposición (que no recuerdo bien), de los templos y que tras un debate bastante acalorado sobre si debía de eliminarse la esvástica en los planos que van a preparar para los próximos juegos olímpicos para no ofender a los occidentales, han decidido que las mantendrán ya que para ellos el significado es otro y no ven la necesidad de occidentalizar sus grafías solamente porque les hayan robado la simbología y la hayan utilizado para una de las peores causas posibles. Faltaría más que al que han robado tuviera que sentirse culpable, aunque el debate está servido e imagino que en un par de meses – cuando las olimpiadas, o juegos olímpicos estén más cerca – este debate se trasladara a todas nuestras televisiones y medios de prensa, y se soltaran todo tipo de barbaridades. Ante esto, solamente diré que “recuerden, aquí les hemos informado antes”.

De la librería Méndez (que antes no he citado por nombre, ni por dirección: la calle mayor) también me lleve Los hambrientos y los saciados en la esperanza de que fuera un divertimento sencillo sin pretensiones, pero con reflexiones interesantes sobre la inmigración (que me parece un término extravagantemente partidista en su uso para describir el movimiento de personas, la migración, ya que denota claramente la perspectiva desde la que se habla, eliminado toda posible neutralidad en la conversación. Se habla mucho de los problemas de la inmigración, pero nada de los problemas de la emigración y, no sé, pero para mí que también los hay, igual que hay causas, los verdaderos problemas). La verdad es que es entretenida, se deja leer razonablemente, pero le falta el punto necesario de reflexión para pasar de ser un divertimento a una novela. Ya, ya sé que es raro que diga esto y luego me queje de las novelas espesas, solo reflexión, pero como siempre e incluso citando a mi horóscopo pues lo importante es el equilibrio (del que yo carezco completamente).

Lo que me ha resultado más curioso, ya que la novela pasa en la actualidad, es la afirmación que hace de que unos disparos contra manifestantes hechos ahora son “Que yo sepa, han sido los primeros disparos en directo en la televisión alemana”. Puede que sea cierto, no soy un experto en televisión alemana y tampoco lo soy en los juegos olímpicos, pero creo recordar que la resolución de aquel incidente en los juegos olímpicos de Múnich – sí, he decidido hacerme el irlandés y decir incidente para una doble matanza – fue televisado en su segunda mitad y algún que otro disparo en directo se vio.

Esperando la navidad y con una cuasi certeza de que al menos un libro caería por tan señaladas fechas decidí retomar la lectura de La capital, libro que había empezado en mi anterior visita – cuando estar en Madrid era para mí estar de visita – pero que no había terminado y con el que no me había apetecido cargar en el avión hasta Nueva Zelanda. He de reconocer que pese a que es un libro entretenido no he conseguido acabármelo ya que por algún motivo no me ha acabado de interesar la historia, o no lo suficiente para continuarla (igual no es culpa de la historia si no de la larga pausa que le impuse al libro). Lo que si me ha interesado mucho es algunas curiosidades lingüísticas como “¿Por qué se decía sudar como un cerdo? Como hijo de granjero sabía, claro, que los cerdos no sudan, no pueden transpirar por la piel. De niño empleo una vez ese giro. ¿Por qué? Porque se dice. Su padre le había reprendido. Los cerdos no sudan. Y no hay que hacer todo lo que hacen los demás; si otros dicen estupideces, tú no tienes que decirlas también”. Ya veis, esto de la estupidez de comportarse como los demás es como lo del pecar católico, no solo se hace de obra, sino también de pensamiento y de palabra, y seguramente también de omisión (aunque esto último supongo que será el empeñarse en distinguirse de los demás a toda costa, esa individualidad que parece ser la gran virtud de estos tiempos en los que hay que ser diferente a toda costa pero que al final solo hace que todos los diferentes sean iguales, como le paso a ese hípster que denuncio a una revista porque habían usado una foto suya – tan seguro estaba de su estilo único – pero que resulto ser de otro hípster).

Pero volviendo al tema de sudar como un cerdo, ¿Qué, por qué se dice? “porque mucha gente tiene un problema con la sangre. Antes, cuando hacían la matanza en casa, veían cuanto sangraban los cerdos, y entonces llamaban sudor a la sangre”. Mira tú, y yo pensando que era porque te hacían trabajar como un cerdo y sudabas (cosa que no tenía sentido ya que los cerdos, trabajar, pues tampoco trabajan mucho)

O esa otra del loco “que se dio muerte por haber sentido un amor inmortal” dando lugar a otro oxímoron de esos, e incluso esa de que “el termino alemán Lager significa en alemán almacén, pero, entre otros significados, tiene también el de campo de concentración”, además del más conocido – en inglés y puede que en alemán también – de un tipo de cerveza. Ya ves tú, lo que se aprende.

El caso es que, pese a que le doy credibilidad a estas teorías, la afirmación que luego hace de que “vivió tranquilamente como consejero de la Dirección General de Seguridad, DGS, la policía secreta española” pues me hace dudar ya que estoy casi seguro de que la DGS no es, ni era, la policía secreta española. Poco secreta seria si tenía su sede en la plaza mayor, ¿no?, vamos ya sería poca secreta con una sede oficial.

Efectivamente mis previsiones de un libro por navidad se cumplieron y recibí Como desees, regalo que cumple el criterio básico de un regalo de navidad (o de cualquier regalo): el de ser algo que te apetece tener pero que no estás seguro de querer comprarte. Obviamente cualquier cosa relacionada con Goldman, más aún con Morgenstern, pues me apetece y quiero tenerla (sin fanatismos o paparruchas de coleccionista, no nos equivoquemos para otras navidades o fiestas) pero este libro en concreto me parecía que iba a ser insulso, todo iba a ser bueno y apenas si habría algún cotilleo divertido. Eso era lo que hacía que no me apeteciera comprarlo, eso y el oportunismo del actor convertido en coautor (vamos autor firmante con negro reconocido, que puede que entonces sea solo mulato). Es entretenido ya que habla del resto de los actores y del rodaje, pero le falta ese punto necesario de maldad para que merezca la pena. Con todo me ha recordado una frase de la película que uso poco (o nada) pero que pienso empezar a usar y con la que acabo esta entrada: 


“¡Divertíos asaltando el castillo!”



Lecturas

Scarflok Annual 1979 – Varios autores (creo)
Vambo – William Ritchie
Los errantes – Olga Tocarzuk
Los hambrientos y los saciados – Timur Vermes
La Capital – Robert Menasse (sin terminar)
Como desees – Gary Elwes con Joe Layden