domingo, 20 de febrero de 2022

Comentario de Textos enero 2022

Aquí estoy de nuevo, aprovechando esta tarde de sábado / mañana de domingo (no, no es que no sepa en que día vivo, ni si es por la tarde o por la mañana; es porque, aunque empiezo en la tarde del sábado igual se alarga la escritura y no lo termino hasta mañana), para escribir sobre mis lecturas (si, si, ya se, que llevo varias prometiendo escribir sobre otras cosas, pero… en fin, que “no me da la vida” que, al parecer dicen algunos grupos de jóvenes, y no tan jóvenes).

El caso es que ha sido un mes bastante interesante para mi vanidad ya que un par de personas con las que trabajo habitualmente, ellos en el papel de mis jefes y yo en el papel de experto (en mis cosas), me han pedido si querría darles cursos o charlas de formación. Es algo que en gran medida me ha sorprendido mucho ya que pese a que cada vez que me preguntaban algo yo les contaba “un rollo” de los míos, contestando a su pregunta, pero también comentando todo tipo de cuestiones colaterales, proporcionándoles opiniones discutibles (refiriéndome con ello a opiniones no aceptadas, o no pensadas, por algunos) y con sus toques de teoría y anécdotas que, seguramente, no venían al caso. Bueno, que os voy a contar; ya sabéis, esa forma mía de contar según qué cosas que es entre ordenado y disgregada, pero sobre todo verborreica por escrito y ellos jamás habían mostrado demasiado interés en entrar en el debate que siempre propone uno cuando explica algo. Vamos, que yo tenía mis dudas de que mis respuestas les parecieran ni tan siquiera adecuadas, pero, mira tú por donde, parece que sí que se lo parecían y que “les aclaraban” las cosas que preguntaba.  “… sorpresas te da la vida…” que cantaban aquellos y aquel otro (que sí, que la versión original no es la que yo canto imitando a la Orquesta Platería, eso lo sabemos todos), antes de añadir “…si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos...:”

Claro, de momento estoy bastante contento, henchido de vanidad (vamos, como siempre, que es algo que pese a mis inseguridades no me falta), básicamente porque todavía no he dado ni el curso que me han pedido que preparara (de momento solo he preparado el Syllabus que dicen los profesionales) y tampoco he dado mi charla (clase magistral, prefiero llamarla yo), aunque esta ya está preparada, y no solo en mi cabeza, a falta de pasarla a limpio (que es cuando suelen darse las cosas por preparadas) sino que incluso ya tengo la presentación (si, en PowerPoint, cual profesional).

Pues eso, que de momento todo bien… imagino que cuando de la clase magistral (este jueves, justo antes de marcharme para Piles a descansar un poco e incluso a ver si avanzamos con la contratación de la obra que necesita la casa nueva) andaré menos contento ya que mis jefas (en este caso ambas son chicas) habrán comprobado que igual no fue tan buena idea pedirme esta cosa a mí, y que si al final lo del curso sale adelante pues igual y les hacen una evaluación a los alumnos sobre el profesor (el que esto escribe) pues igual me vuelven a suspender todos como en mi última participación en la EOI. Ya os iré informando, si va bien… que, si va mal, pues me callare y lo dejare correr para ir a lamerme las heridas de mi vanidad.

Eso sí… ahora me toca preparar un curso y conociendo lo que me lleva a mi preparar este tipo de cosas pues… me temo que me he metido en un buen berenjenal del que ya veremos cómo salimos, pero desde luego leyendo algo menos y probablemente sin conseguir escribir de otras cosas que del curso… o no, ya veremos, no adelantemos acontecimientos que luego las cosas funcionan de formas muy raras, inescrutables que diría otros.

No todo han sido alegrías, sino que he recibido una mala noticia, pero, como todavía no está confirmada al cien por cien, pues de momento no os la comento ya que todas las decisiones son reversibles y puede que al final la noticia no se produzca o que, pese a mis reticencias iniciales, sea para bien.

Ya veremos, de momento solo puedo confirmar que este mes mis lecturas no me han llenado de satisfacción, sino más bien todo lo contrario. Este mes no he acertado con mis elecciones en mi librería de referencia de la capital del Reino (del de esta España nuestra, digo) y mi primera elección Que no te quiten la corona que, así en principio (sobre la base de la contraportada) no tenía mala pinta y podía incluso tener un toque sesentero con su protagonista de edad madura y problemas vitales por su alcoholismo y soledad , me ha resultado tan insoportable que la he tenido que dejar poco después de pasar el limite teórico de las cincuenta páginas. No sé, igual en algún momento le doy otra oportunidad a lo que parece una aburrida historia centrada, por algún extravagante motivo, pero sin ninguna gracia, en Cimino y Melville (ahí es nada, para que luego digan de intensidad).




Tras esta decepción (siempre resulta penoso abandonar un libro que uno ha escogido) volví a mi librería de referencia y cuando ya me estaba yendo el hermano menor me dijo “has visto la de LeCarre”, le dije que no, aunque la había visto de reojo y no me había tentado mucho. Por mucho que lo intento no consigo pillarle la gracia a LeCarre y la cotidianeidad de sus espías. En cualquier caso, al final cogí Proyecto Silverview, tanto por la recomendación como por esa nostalgia de leer autores que gustaban a mis padres pese a que ya sepa que no me gustan. Son cosas que no puedo evitar y menos en el caso de la gran novela postuma del autor, ya que con eso uno entiende que no habrá más (ya veremos que esto de las herencias de los escritores famosos es lo que tiene) y bueno, pues un último esfuerzo igual valía la pena.

Es más, de lo mismo, de lo de siempre. Está bien escrita, pero a mí no me ha despertado el interés. Eso sí, obviamente el homenaje a mi madre queda servido solo con leer esta frase: “ya estaban en la cocina ayudando a su madre….  …Ocupándose además de que su madre tuviera en todo momento un gin-tonic al alcance de la mano, porque no era que fuese alcohólica, pero juraba ser incapaz de cocinar sin tener preparado algo fuerte que beber.”  Algo que también pasaba en mi casa con mi madre, que siempre tenía un gin-tonic al alcance de la mano (además de otras botellas para echarle a la comida ya que para ella todos los platos requerían su poquito de coñac o de oporto o de cualquier otro licor) aunque en su caso no creo que toda la frase sea aplicable.

Creo que Escombros tiene una de las portadas más feas de los últimos tiempos y es casi un motivo para no comprarla ya que parece una mierda de novela juvenil pero la verdad es que a veces las portadas engañan y como era de un colombiano pues decidí darle una oportunidad pese a ese aspecto de mala novela juvenil. La verdad es que no es juvenil y tampoco diría que es mala, claro que tampoco diría que es buena o no juvenil., creo que esperaba más del personaje principal que al final no ha conseguido interesarme. Eso sí, me ha sorprendido mucho la información contenida en esta frase: “así que mi viacrucis no fue maíz trillado como el de Cristo que solo tuvo que subir un montículo, el Calvario, y con asistente, el Cirineo, un judío muy bello, esterilizado, que le ayudaba a cargar la cruz”. No sé, en mi imaginario personal y creo que en de todos está el de Cristo subiendo la cruz hasta el Gólgota él solo, sufriendo bajo su peso y con una corona de espinas, pero ¿ahora va y resulta que tenía un ayudante para llevar la cruz? Sorpresas te da la revisión de la historia sagradas porque si, parece que lo del Cirineo (San Simón de Cirene) es cierto, aunque no se sepa mucho de él, salvo que venia del campo. Ya ves tu, toda una imagen tradicional queda subvertida.


Cuando tenía en mis manos El señor Wilder y yo, tenía muchas dudas ya que el titulo me parecía curioso y con posibilidades de ser divertido (con Billy Wilder de coprotagonista, casi seguro sería divertido) pero el autor… el autor me producía muchas dudas… estaba casi seguro que no me gustaba., tenía la sensación de haber leído un par de novelas suyas que no me habían hecho ninguna, o poca, gracia. Lamentablemente mi memoria tenía sus dudas sobre el autor y al final decidí cogerlo. No es que fuera exactamente un error, pero vamos, que me podía haber ahorrado la lectura de este libro en el que, desde mi punto de vista, solo hay una historia razonablemente divertida: con Billy Wilder recorriendo granjas pro Francia para tomar queso Brie y llegando tarde a un rodaje. Pero ya digo, solo razonablemente divertida la mejor anécdota, el resto pues prescindible.




Los colores del adiós, mi última lectura de este mes, es tal vez la que más se salva entre las escogidas este mes y, creo, que es básicamente por ser un libro de cuentos, que al ser más dispersos pues siempre hay más posibilidades de que haya algo bueno en ellos. El caso es que si bien tengo la sensación de que me ha gustado no consigo recordar ninguno de los cuentos y mucho menos nada especial de ellos (no he marcado ni una sola frase) lo que, me parece a mí, no puede ser una buena noticia respecto a la calidad del libro. Pese a todo, tengo la sensación de que no me ha disgustado, pero, como digo, la verdad es que el listón estaba muy bajo este mes.

En fin, pues eso que voy a ver si voy preparando mi curso por si al final me lo contratan y vosotros pues ¡Divertíos asaltando el castillo!

 




Lecturas

Que no te quiten la corona – Yannick Haenel

Proyecto Silverview – John Le Carré

Escombros – Fernando Vallejo

El señor Wilder y yo – Jonathan Coe

Los colores del adiós – Bernhard Schlink













domingo, 6 de febrero de 2022

Comentario de Textos - Diciembre 2021

La verdad es que este mes se me ha complicado lo de escribir sobre las lecturas del mes anterior (diciembre) y pese a que casi todos los fines de semana, e incluso algún día entre semana, he pensado en sentarme a escribir de estas lecturas para después, con tiempo, ponerme a escribir sobre otras cosas.

De hecho, tenia, todavía tengo, en la cabeza una recopilación de anécdotas de viaje que me apetece contar ya que, por algún extraño motivo, quizás por una simple cuestión estadística, me han sucedido algunas extravagancias divertidas en algunos de mis viajes. Curiosamente, la última, la que disparo esta idea, fue hace poco en uno de mis últimos viajes a Piles. No en el último que he hecho en coche conduciendo yo solo, tras algunos, bastantes ya, años de no conducir (si excluimos las veces que he conducido por el lado equivocado de la carretera en Nueva Zelanda) y en el que no sucedió nada memorable salvo que, siguiendo a tradición familiar iniciada por mi hermana Helena pues me pusieron una multa por exceso de velocidad (pequeño exceso de velocidad) que solo comento para que acepte mejor mis burlas cada vez que le llega una multa después de un viaje (incluso de un viaje corto a, digamos, Cercedilla).

No, en este último viaje no sucedió nada especialmente “extravagante” pero creo que fue en el anterior cuando cogí un taxi en la calle Hortaleza para ir a la estación de Atocha y antes de llegar a la esquina el taxista me pregunta “¿tiene mucha prisa?” y yo le contesto “no, no especialmente, yo siempre voy con tiempo” (algo que todos los que me conocen es cierta medida un poco falso, ya que yo normalmente no voy con tiempo… Voy con mucho tiempo, a veces el suficiente para coger el avión o tren anterior al mío). Total, que me el taxista me empieza a contar que además de taxista tiene un servicio o de mensajería para un banco y que tiene que acercar unos papeles a la calle Almagro, pero que no tarda nada: que es entrar y salir, que es un poco de desvío pero que, por supuesto, parara el taxímetro. Le digo que sin problema que, perfecto, que nos acercamos por Banco Caminos sin problema. El tío se queda bastante sorprendido ya que él no ha mencionado el nombre del banco y me dice que como conozco yo Banco Caminos. Total, que le cuento que lo conozco desde hace muchos años, que de hecho es mi banco, y nos ponemos a hablar de la gente de Banco Caminos que conocemos ambos, de ahora y de hace bastantes años. El tío no da crédito y tenemos charla hasta que llegamos a Atocha y nos despedimos como casi amigos de toda la vida. No es una gran historia, pero tampoco es normal que un taxista te lleve a hacer un recado cuando lo coges. Aunque por extraño que suene no es la primera vez que me pasa algo así. Pero, como digo, ya, si eso, pues os contare otras aventuras más divertidas o sorprendentes de mis viajes otro día que este mes, por aquello de haber estado en Piles un puente, mi lista de lecturas es un poco más larga de lo habitual, aunque como contrapartida, por haber dejado los libros en Piles y no poder consultarlos, por tener solo unas notas y mi memoria (por llamarla de alguna manera) mis recuerdos de los libros son más escasos y puede que el post no se alargue tanto. A ello.

Por alguna extraña casualidad de la vida entre los libros “expuestos” en mi librería de referencia había varios libros de escritores africanos y por algún extraño motivo al final me encontré con que había elegido a dos africanos entre mis lecturas para irme a Piles. El primero de ellos era la nueva novela del último premio nobel, Crónicas desde el país de la gente más feliz de la tierra. Como no había leído nada de él y como se trataba de un premio nobel; de hecho, del primer premio nobel africano. Algo de lo que me he enterado después ya que de repente me parecía mucho tener para leer dos novelas de dos premios nobel africanos y me pregunte cuantos habría. Una búsqueda en internet, me aclaro que de momento hay cuatro y que cuando acabara estas lecturas pues ya me habría leído a todos los escritores africanos que tienen un premio nobel. Pese a no saber que esta, y la otra lectura, me situarían en un nivel cultural extraño, me convertiría en alguien que ha leído a todos los escritores africanos con nobel, pues decidí darle una oportunidad, además se supone que trataba de la corrupción en una Nigeria imaginaria y los libros de corrupción siempre parecen ir a ser entretenidos.

La verdad es que a mí no me ha entretenido y sobre la base de solo esta lectura me resulta incomprensible que le hayan dado un premio nobel. Es verdad que esta novela es de después de que le dieran el premio e igual ha empeorado mucho, pero yo me pensaría incluso en quitárselo.

Imagino que igual le dieron el premio nobel por usar palabras como ordalía que, aunque te suena su significado no lo tienes muy claro y que no sabrías bien usar en una frase salvo que esta fuera sobre la inquisición española. Claro, cuando lees que la “cultura familiar” de esa Nigeria imaginaria (pero imagino que no tan imaginaria) todavía sigue practicando cosas como “las viudas eran sometidas a ordalías espantosas para demostrar que no habían estado involucradas en la muerte de sus esposos. En algunas comunidades, después de lavar al muerto, la mujer padecía la tortura medieval de la ordalía. La obligaban a beberse la porquería residual del lavado ritual del cadáver, Si vomitaba, entonces era una asesina. Si retenía aquellas aguas residuales en el estómago, bueno, una lástima. Tenía que encontrar la manera de recuperarse de la náusea e incluso del envenenamiento”, todo eso después y antes de otras cariñosas muestras de apoyo a la viuda pues piensas que igual se hemos avanzado en España desde la inquisición, e igual otros, pues, no tanto.

Hablando de palabras he de reconocer que me ha chocado ver mucho la falta de imaginación para nombrar a los testículos del autor en esta Nigeria imaginaria, o en el caso de que la palabra usado se corresponda con la usada en la Nigeria real, la falta de una palabra propia para nombrar a los testículos que se deduce de “primero te quitas los pantalones, pero ya es demasiado tarde. ¿Ya tienes a las hormigas soldado enredadas en los pelos de los blockos!”, donde blockos que está en cursiva suena demasiado parecido a la palabra inglesa. No sé, son cosas que me extrañan.

La media luna de arena es una novela que se anuncia a sí misma (o que el editor anuncia desacertadamente) como “Noir mediterraneo” creo que da mala espina a casi cualquiera y hace difícil empezar a leerla con ganas, por lo menos a mí no me daba mucha confianza. Afortunadamente no me cuesta nada reconocer que estaba equivocado y os recomiendo que ignoréis ese término lamentable con el que se anuncia y le deis una oportunidad. No os la recomiendo porque yo no recomiendo libros, pero es una novela negra muy entretenida (y si, pasa en Italia, lo que supongo la convierte en mediterránea) con frases que siempre he pesado y, afortunadamente, comprobado en la vida real que son totalmente ciertas como “cuando se habla de repartir puñetazos no siempre s la complexión o la forma física lo que decide quién gana, sino el nivel de cabreo, que se traduce en la determinación de repartir leches a diestro y siniestro.” mientras que en otros casos la comprobación de la realidad ha sido desafortunada ya que “la diferencia entre los pecados y las buenas acciones es la siguiente: las buenas acciones antes o después acaban olvidándose, pero los pecados tienen la cola muy larga”.

Otras frases simplemente suenan bien, aunque no quede plenamente claro su significado “aquellos ojos que no consiguen mantener la mirar y se apartan, la melancolía de quien ha visto más vida de la que le habría gustado ver, pero ha vivido menos de lo que habría sido justo” pero que, seguro que sirven, adaptadas, para mensajes de tazas de desayuno o de poster de autoayuda y crecimiento personal.

 También tiene frases plenamente desacertadas como “Pero, en aquellos parajes, el elevarle la categoría profesional al interlocutor esta una especie de respeto consolidado: así, el aparejador se convertía de inmediato en ingeniero, al ingeniero se le promovía a arquitecto y el profesor era en al acto doctor”. Pero ¿Qué majadería es esta? ¿Qué majadería es promover a un ingeniero a arquitecto? A quien se le ocurre tamaña perversión de la realidad, como para dejar de leer inmediatamente.

Después de un premio nobel y de una novela mediterránea, le tocaba turno a mi segundo premio nobel del mes, al último premio nobel africano y a su Paraíso, título que ya desde la contraportada se ve que va a ser irónico porque va de las desventuras de un joven de 12 años al que su padre da en prenda de pago a un comerciante. Dicho así, parece que va a ser peor de lo que es, que contendrá mucha tristeza y que será un verdadero dramón El caso es que no lo es, es una novela entretenida, aunque es posible que yo no haya pillado “la gran riqueza de matices en la complejidad de una sociedad africana en plena mutación causada por la presencia de una cultura europea sobrevenida” y que tras la lectura no estoy seguro de que aparezca en ningún momento la cultura europea (más bien la cultura norafricana, contrapuesta a la del áfrica negra; casi la cultura mediterránea ya que no hay que olvidar que parte de áfrica es mediterránea) pero que sabré yo.

De hecho, cuando el protagonista se plantea traducir el Corán se pregunta “¿es para adultos esta religión? No sé qué es Dios ni recuerdo sus miles de nombres y sus millones de promesas, pero sé que no puede ser ese gran tirano que adoráis” que más que ir en contra de la cultura europea, contra la que podría ir ya que el Dios no es mejor en ella, parece ir en contra de otra cultura como decía antes.

A mí me fascinan el mantenimiento de esas creencias – que no digo que no sean ciertas – me manifiestan un pensamiento mágico fascinante como “Al cabo de unos días, supieron que estaban cerca del lago. La luz que tenían delante parecía más intensa y aun así suave a causa del peso del agua que tenía debajo.” Ni más ni menos, el peso del agua de debajo… en fin, no sabría ni por dónde empezar a debatir.

Cogí El poder del perro (que no tiene nada que ver con la novela homónima de Winslow, Don; Don de nombre y de señal de respeto) porque era del oeste y una película nueva en Netflix que no había visto pero que por algún motivo (publicitario) me estaba recomendando cada vez que veía cualquier serie. La leí con interés ya que es la historia de dos hermanos que no pueden ser más distintos (de hecho, se presentan como tan diferentes que llega a ser absurdo pensar que son hermanos) que trabajan su propio rancho en el que viven juntos. En la vida de uno, el sensible y rechoncho, conoce a una mujer que lleva a vivir a la hacienda y bueno, las cosas no van como sería deseable. Nada especial hasta que lees el “postfacio” y resulta que se te ha escapado la homosexualidad latente de uno de los personajes y que todo es una especie de sátira social sobre los estereotipos de sexo. Toma ya, lo que descubres leyendo la parte final que desde mi punto de vista resulta una interpretación torticera que solo es explicable porque esta parte esta escrita por Annie Proulx que si escribió una novela con temática gay entre vaqueros (Brokeback mountain por si alguno paso en asilamiento sobre el 2005). ¿Qué porque me leo el postfacio? Pues ni idea, pero gracias a ellos también me he enterado que el autor estuvo en estudiando literatura inglesa en el Colby College de Waterville, Maine; algo que me ha hecho ilusión porque es un sitio que conozco y en el que una vez dimos (Barcina y yo) una “charla” a sus alumnos en calidad de turistas europeos y luego pasamos una tarde fascinante leyendo los comentarios que los alumnos habían hecho de nosotros.

Hay novelas de las que lo único que se puede decir es que son novelas inglesas, Bajo la red es una de estas. Se trata de una novela de personajes extravagantes, en las que hay una relación de chico quiere a chica que quiere a chico que… ya sabéis, pero con cierta afición al alcohol “para entonces ya había ingerido suficiente alcohol como para sentirme desesperado ante la perspectiva de tener que dejar de beber” pero con fuertes, a la par que absurdos principios “me dijiste una vez que era de mal gusto beber en un pub cuyo nombre no se conoce o entrar y no beber.” que suscribo plenamente y espero que todos suscribáis ya que no hacerlo es de muy mala educación (si, es de muy mala educación entrar en un bar y no beber, inaceptable).

El personaje también tiene manías que me son muy conocidas “Nunca me permitirá dormir durante el día. El sueño de día es un sopor maldito del cual uno despierta desesperado.” Y “Pertenezco a esa clase de hombres que prefieren caminar veinte minutos a esperar cinco en una parada de autobús y cogerlo para un viaje de otros cinco” y que entiendo que igual no compartáis ya que estas no son obligatorias, solo aconsejables.

La última novela que me había llevado a Piles desde mi librería de referencia era Un lugar desconocido, que es una extravagante novela japonesa en la que el protagonista se entera, durante una reunión de negocios, de que acaba de morir su mujer de un infarto. Se le hace extraño el lugar (una zona con muchas casas de citas) y las circunstancias de la muerte y se pone a investigar para terminar descubriendo algo que preferiría no haber sabido.

Es una novela curiosa en el sentido de como refleja las relaciones sociales y algunas costumbres de un Japón post guerra mundial que sigue, en gran medida, siendo tan exótico como el que más. Tengo que ir a Japón, cualquier día de estos, aunque supongo que no descubriré nada especial y puede que sea una decepción. Ya veremos.




Aunque solo estuve el puente, como no me apetecía trabajar, leí lo suficiente para quedarme sin lectura y lo único que encontré que no me hubiera leído fue Habla memoria, que se supone es una biografía del escritor Nabokov. Digo se supone ya que hay un par de capítulos sobre el linaje familiar que superan en aburrimiento a los del Silmarillion de Tolkien seguidos por otros capítulos sobre lepidópteros que terminan de rematarte. No hay nada bueno que pueda decir de este libro de memorias, en el que prácticamente no hay nada interesante y que se queda en unos primeros años verdaderamente aburridos.

A la vuelta de Piles, otra visita a la librería Méndez (ya sabéis, calle mayor de Madrid, donde ya están reincorporados ambos hermanos) y ya podía reponer mi pila de lecturas para lo que restaba de mes. Todavía mucho pero no os asustéis, ya con menos ritmo lector así que no debería faltar mucho para llegar al final de este post.


Nosotras ya no estaremos me tentó porque es de una escritora valenciana y trata sobre la herencia de una casa familiar y el empecinamiento de la protagonista por quedársela, empujada por sus recuerdos y nostalgias varias. Supongo que en parte esperaba sentirme identificado, o relacionado por lo menos, con cuando “perdimos” (la familia) El Puig que ha sido lo más parecido que hemos tenido a una casa familiar de vacaciones (la de Cangas de Onís, en la que también pasamos muchas vacaciones – de más pequeños – para mí no cuenta ya que se “perdió” cuando éramos demasiado pequeños, al morir mi abuelo y aunque tengo muchos recuerdos de esa casa, incluso de cangas, puede que muchos sean inventados y no tuvo ningún impacto real); sabía que no me sentiría identificado con la casa de Piles por muchas razones que no vienen al caso y, porque además no la hemos perdido y seguimos manteniéndola los hermanos, e incluso ampliándola.

La he leído y la verdad es que no está mal, pero tampoco está bien.  Se deja leer, pero poco más. Por lo menos a mí no ha conseguido envolverme, o implicarme en la historia ni siquiera cuando aparece un Benito (un abuelo muerto) que es un nombre que es raro en Valencia, tierra de Rafaeles y RIcardos. En cualquier caso, es vedad que da gusto afirmaciones con las que uno está completamente de acuerdo como “Hacer lo que nos gusta no es garantía de estar haciéndolo bien, por mucho que digan los coaches y los gurus del mindfulness” que es algo que la gente parece haber olvidado hoy en día y que creen que, si algo les gusta a ellos, pues ya está bien. Y nada más lejos de la realidad, que te guste no es suficiente… igual que no es necesario, ni suficiente, tener toda tu vida llena de actividades, siempre hay que dejar espacio para el aburrimiento “Aun no sabe la niña que de ese aburrimiento han de surgir las cosas más hermosas, que es en la fertilidad del tiempo vació donde surgen las grandes ideas.” Que para mí es otra gran verdad.

Vida de Gerard Fulmard, tenía pinta de ser una novela tipo Mendoza, con un detective impropio y disparatado (un auxiliar de vuelo en paro, vamos un azafato de toda la vida) e incluso con ese toque de tener a todo tipo de personajes estrambóticos alrededor (o al menos según la contraportada). La verdad es que al acabar de leerla pues entiendes que Mendoza es Mendoza y que no es tan fácil de imitar, que no basta con plantear las situaciones o los personajes, sino que hay que saber llevarlos. La única frase que he marcado como graciosa es “Parece divertido, como si tan solo fuese una idea extraña, disparatada pero graciosa, como si acabaran de proponerle un picnic en una estación depuradora de aguas residuales, un fin de semana en un campo de tratamiento de aguas cloacales.” Que a mí me hace gracia por varios motivos: el primero porque recuerdo las caras de mi hermano Rafa una vez que camino a Piles le hice parar para visitar una depuradora; el segundo porque picnic no, pero reuniones para tomar café y palmeras de chocolate si he tenido en depuradoras; y el tercero por esa expresión tan graciosa, y tan fuera de lugar de “campo de tratamiento de aguas cloacales” para la que no se ni por dónde empezar a despellejar ¿por cloacales, o por campo? En fin, olvidable.

Con este libro ya estábamos verdaderamente próximos a la navidad y por cosas de la vida (Alvaro cogió COVID de ese, pero como si fuera una gripe de aquellas) estuve un par de días durmiendo en casa de mi hermana mientras convertíamos mi casa en un Lazareto improvisado en el que encerramos al enfermo, algo que además de currarle le sirvió para descansar como un animalillo pasando el dia entre dormitar y ver series, o películas, de esas que solo puedes ver en un estado de conciencia alterado (normalmente causado por fumar porros como un animalillo).

El caso es que me lleve Miss Marte a casa de mi hermana y mi sobrina Nieves vio que lo estaba leyendo y, en fin, parece que no daba crédito a que yo pudiera estar leyendo eso. No, no porque le pareciera mala, sino, me pareció entender entre sus explicaciones confusas (es como una ametralladora hablando y sospecho que ni Martin Sheen aguantaría diez minutos dentro de su cerebro) porque al parecer le parecía impropio para mi edad. Sí, creo que le parecía increíble que pudiéramos leer el mismo libro (para ser sincero a mí también, pero porque me parece improbable imaginarme a mi sobrina leyendo). El caso es que lo leímos con resultados distintos: a ella parece que le gustó mucho y a mí me parecía una novelilla sin ningún interés. Cosas de la edad, supongo.

A mí me llamaron la atención dos frases del libro: la primera es parte de un dialogo en el que uno comenta que le diagnosticaron que tenía los dientes pequeños para sorpresa de alguien que no se imagina que esto se tenga que diagnosticar, a lo que el diagnosticado le responde “Si, también a los enanos se les diagnostica acondroplastia. Las cosas no basta con verlas, hay que saber de ellas.” frase, que ahora sabiendo que mi sobrina ha leído me pregunto irónicamente si estará de acuerdo con ella. Se me hace raro pensar que si, creo que para ella “lo de saber” como que no le interesa mucho. Ojalá me equivoque.

La otra que me ha gustado mucho ha sido “Especial es la palabra más tramposa de todas. Especial durante la primera hora es alguien diferente, guay, cool; especial, cuando lo eres siempre, es alguien con síndrome de Down.” Que demuestra uno de esos usos divertidos del lenguaje con el que también estoy muy de acuerdo pese a que creo que hay gente que es especial siempre sin tener un síndrome diagnosticado, o no necesariamente de Down. Algunos son especiales siempre, sencillamente porque son tontos, en el sentido no diagnosticable normal.

En fin, pues eso que haber pasado una semana en Piles ha hecho esto más largo de lo normal y no me ha dejado tiempo para ponerme a comentar extrañas historias de viajes. Actividad que dejo para otro día, ahora ya sabéis ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Crónicas desde el país de la gente mas feliz de la Tierra – Wole Soyinka

La media luna de arena – Fausto Vitaliano

Paraíso - Abdulrazak Gurnah

El poder del perro – Thomas Savage

Bajo la red – Irish Murdoch

Un lugar desconocido – Seicho Matsumoto

Habla memoria – Valdimir Nabokov

Nosotras ya no estaremos – Lola Mascarell

Vida de Gerard Fulmard – Jean Echenoz

Mis Marte – Manuel Jabois