La verdad es que este mes se me ha complicado lo de escribir
sobre las lecturas del mes anterior (diciembre) y pese a que casi todos los
fines de semana, e incluso algún día entre semana, he pensado en sentarme a
escribir de estas lecturas para después, con tiempo, ponerme a escribir sobre
otras cosas.
De hecho, tenia, todavía tengo, en la cabeza una
recopilación de anécdotas de viaje que me apetece contar ya que, por algún
extraño motivo, quizás por una simple cuestión estadística, me han sucedido
algunas extravagancias divertidas en algunos de mis viajes. Curiosamente, la
última, la que disparo esta idea, fue hace poco en uno de mis últimos viajes a
Piles. No en el último que he hecho en coche conduciendo yo solo, tras algunos,
bastantes ya, años de no conducir (si excluimos las veces que he conducido por
el lado equivocado de la carretera en Nueva Zelanda) y en el que no sucedió
nada memorable salvo que, siguiendo a tradición familiar iniciada por mi
hermana Helena pues me pusieron una multa por exceso de velocidad (pequeño
exceso de velocidad) que solo comento para que acepte mejor mis burlas cada vez
que le llega una multa después de un viaje (incluso de un viaje corto a,
digamos, Cercedilla).
No, en este último viaje no sucedió nada especialmente
“extravagante” pero creo que fue en el anterior cuando cogí un taxi en la calle
Hortaleza para ir a la estación de Atocha y antes de llegar a la esquina el
taxista me pregunta “¿tiene mucha prisa?” y yo le contesto “no, no
especialmente, yo siempre voy con tiempo” (algo que todos los que me conocen es
cierta medida un poco falso, ya que yo normalmente no voy con tiempo… Voy con
mucho tiempo, a veces el suficiente para coger el avión o tren anterior al
mío). Total, que me el taxista me empieza a contar que además de taxista tiene un
servicio o de mensajería para un banco y que tiene que acercar unos papeles a
la calle Almagro, pero que no tarda nada: que es entrar y salir, que es un poco
de desvío pero que, por supuesto, parara el taxímetro. Le digo que sin problema
que, perfecto, que nos acercamos por Banco Caminos sin problema. El tío se
queda bastante sorprendido ya que él no ha mencionado el nombre del banco y me
dice que como conozco yo Banco Caminos. Total, que le cuento que lo conozco
desde hace muchos años, que de hecho es mi banco, y nos ponemos a hablar de la
gente de Banco Caminos que conocemos ambos, de ahora y de hace bastantes años.
El tío no da crédito y tenemos charla hasta que llegamos a Atocha y nos
despedimos como casi amigos de toda la vida. No es una gran historia, pero
tampoco es normal que un taxista te lleve a hacer un recado cuando lo coges.
Aunque por extraño que suene no es la primera vez que me pasa algo así. Pero,
como digo, ya, si eso, pues os contare otras aventuras más divertidas o
sorprendentes de mis viajes otro día que este mes, por aquello de haber estado
en Piles un puente, mi lista de lecturas es un poco más larga de lo habitual,
aunque como contrapartida, por haber dejado los libros en Piles y no poder
consultarlos, por tener solo unas notas y mi memoria (por llamarla de alguna
manera) mis recuerdos de los libros son más escasos y puede que el post no se
alargue tanto. A ello.
Por alguna extraña casualidad de la vida entre los libros
“expuestos” en mi librería de referencia había varios libros de escritores
africanos y por algún extraño motivo al final me encontré con que había elegido
a dos africanos entre mis lecturas para irme a Piles. El primero de ellos era
la nueva novela del último premio nobel, Crónicas
desde el país de la gente más feliz de la tierra. Como no había leído nada
de él y como se trataba de un premio nobel; de hecho, del primer premio nobel
africano. Algo de lo que me he enterado después ya que de repente me parecía
mucho tener para leer dos novelas de dos premios nobel africanos y me pregunte
cuantos habría. Una búsqueda en internet, me aclaro que de momento hay cuatro y
que cuando acabara estas lecturas pues ya me habría leído a todos los
escritores africanos que tienen un premio nobel. Pese a no saber que esta, y la
otra lectura, me situarían en un nivel cultural extraño, me convertiría en alguien que ha leído a todos los
escritores africanos con nobel, pues decidí darle una oportunidad, además
se supone que trataba de la corrupción en una Nigeria imaginaria y los libros
de corrupción siempre parecen ir a ser entretenidos.
La verdad es que a mí no me ha entretenido y sobre la base
de solo esta lectura me resulta incomprensible que le hayan dado un premio
nobel. Es verdad que esta novela es de después de que le dieran el premio e igual
ha empeorado mucho, pero yo me pensaría incluso en quitárselo.
Imagino que igual le dieron el premio nobel por usar
palabras como ordalía que, aunque te
suena su significado no lo tienes muy claro y que no sabrías bien usar en una
frase salvo que esta fuera sobre la inquisición española. Claro, cuando lees
que la “cultura familiar” de esa
Nigeria imaginaria (pero imagino que no tan imaginaria) todavía sigue
practicando cosas como “las viudas eran sometidas a ordalías espantosas para
demostrar que no habían estado involucradas en la muerte de sus esposos. En
algunas comunidades, después de lavar al muerto, la mujer padecía la tortura
medieval de la ordalía. La obligaban a beberse la porquería residual del lavado
ritual del cadáver, Si vomitaba, entonces era una asesina. Si retenía aquellas
aguas residuales en el estómago, bueno, una lástima. Tenía que encontrar la
manera de recuperarse de la náusea e incluso del envenenamiento”, todo eso
después y antes de otras cariñosas muestras de apoyo a la viuda pues piensas
que igual se hemos avanzado en España desde la inquisición, e igual otros,
pues, no tanto.
Hablando de palabras he de reconocer que me ha chocado ver
mucho la falta de imaginación para nombrar a los testículos del autor en esta
Nigeria imaginaria, o en el caso de que la palabra usado se corresponda con la
usada en la Nigeria real, la falta de una palabra propia para nombrar a los
testículos que se deduce de “primero te
quitas los pantalones, pero ya es demasiado tarde. ¿Ya tienes a las hormigas soldado
enredadas en los pelos de los blockos!”, donde blockos que está en cursiva suena demasiado parecido a la palabra
inglesa. No sé, son cosas que me extrañan.
La media luna de
arena es una novela que se anuncia a sí misma (o que el editor anuncia
desacertadamente) como “Noir
mediterraneo” creo que da mala espina a casi cualquiera y hace difícil
empezar a leerla con ganas, por lo menos a mí no me daba mucha confianza.
Afortunadamente no me cuesta nada reconocer que estaba equivocado y os
recomiendo que ignoréis ese término lamentable con el que se anuncia y le deis
una oportunidad. No os la recomiendo porque yo no recomiendo libros, pero es
una novela negra muy entretenida (y si, pasa en Italia, lo que supongo la
convierte en mediterránea) con frases que siempre he pesado y, afortunadamente,
comprobado en la vida real que son totalmente ciertas como “cuando se habla de repartir puñetazos no siempre s la complexión o la
forma física lo que decide quién gana, sino el nivel de cabreo, que se traduce
en la determinación de repartir leches a diestro y siniestro.” mientras que
en otros casos la comprobación de la realidad ha sido desafortunada ya que “la diferencia entre los pecados y las
buenas acciones es la siguiente: las buenas acciones antes o después acaban olvidándose,
pero los pecados tienen la cola muy larga”.
Otras frases simplemente suenan bien, aunque no quede
plenamente claro su significado “aquellos
ojos que no consiguen mantener la mirar y se apartan, la melancolía de quien ha
visto más vida de la que le habría gustado ver, pero ha vivido menos de lo que
habría sido justo” pero que, seguro que sirven, adaptadas, para mensajes de
tazas de desayuno o de poster de autoayuda y crecimiento personal.
También tiene frases plenamente desacertadas como “Pero, en
aquellos parajes, el elevarle la categoría profesional al interlocutor esta una
especie de respeto consolidado: así, el aparejador se convertía de inmediato en
ingeniero, al ingeniero se le promovía a arquitecto y el profesor era en al
acto doctor”. Pero ¿Qué majadería es esta? ¿Qué majadería es promover a un
ingeniero a arquitecto? A quien se le ocurre tamaña perversión de la realidad,
como para dejar de leer inmediatamente.
Después de un premio nobel y de una novela mediterránea, le
tocaba turno a mi segundo premio nobel del mes, al último premio nobel africano
y a su Paraíso, título que ya desde
la contraportada se ve que va a ser irónico porque va de las desventuras de un
joven de 12 años al que su padre da en prenda de pago a un comerciante. Dicho
así, parece que va a ser peor de lo que es, que contendrá mucha tristeza y que
será un verdadero dramón El caso es que no lo es, es una novela entretenida,
aunque es posible que yo no haya pillado
“la gran riqueza de matices en la complejidad de una sociedad africana en plena
mutación causada por la presencia de una cultura europea sobrevenida” y que
tras la lectura no estoy seguro de que aparezca en ningún momento la cultura
europea (más bien la cultura norafricana, contrapuesta a la del áfrica negra;
casi la cultura mediterránea ya que no hay que olvidar que parte de áfrica es
mediterránea) pero que sabré yo.
De hecho, cuando el protagonista se plantea traducir el
Corán se pregunta “¿es para adultos esta
religión? No sé qué es Dios ni recuerdo sus miles de nombres y sus millones de
promesas, pero sé que no puede ser ese gran tirano que adoráis” que más que
ir en contra de la cultura europea, contra la que podría ir ya que el Dios no
es mejor en ella, parece ir en contra de otra cultura como decía antes.
A mí me fascinan el mantenimiento de esas creencias – que no
digo que no sean ciertas – me manifiestan un pensamiento mágico fascinante como
“Al cabo de unos días, supieron que
estaban cerca del lago. La luz que tenían delante parecía más intensa y aun así
suave a causa del peso del agua que tenía debajo.” Ni más ni menos, el peso
del agua de debajo… en fin, no sabría ni por dónde empezar a debatir.
Cogí El poder del
perro (que no tiene nada que ver con la novela homónima de Winslow, Don; Don de nombre y de señal
de respeto) porque era del oeste y una película nueva en Netflix que no había
visto pero que por algún motivo (publicitario) me estaba recomendando cada vez
que veía cualquier serie. La leí con interés ya que es la historia de dos
hermanos que no pueden ser más distintos (de hecho, se presentan como tan
diferentes que llega a ser absurdo pensar que son hermanos) que trabajan su
propio rancho en el que viven juntos. En la vida de uno, el sensible y rechoncho,
conoce a una mujer que lleva a vivir a la hacienda y bueno, las cosas no van
como sería deseable. Nada especial hasta que lees el “postfacio” y resulta que se te ha escapado la homosexualidad
latente de uno de los personajes y que todo es una especie de sátira social
sobre los estereotipos de sexo. Toma ya, lo que descubres leyendo la parte
final que desde mi punto de vista resulta una interpretación torticera que solo
es explicable porque esta parte esta escrita por Annie Proulx que si escribió una
novela con temática gay entre vaqueros (Brokeback
mountain por si alguno paso en asilamiento sobre el 2005). ¿Qué porque me
leo el postfacio? Pues ni idea, pero gracias a ellos también me he enterado que
el autor estuvo en estudiando literatura inglesa en el Colby College de Waterville, Maine; algo que me ha hecho ilusión
porque es un sitio que conozco y en el que una vez dimos (Barcina y yo) una
“charla” a sus alumnos en calidad de turistas europeos y luego pasamos una
tarde fascinante leyendo los comentarios que los alumnos habían hecho de
nosotros.
Hay novelas de las que lo único que se puede decir es que
son novelas inglesas, Bajo la red es
una de estas. Se trata de una novela de personajes extravagantes, en las que
hay una relación de chico quiere a chica que quiere a chico que… ya sabéis,
pero con cierta afición al alcohol “para
entonces ya había ingerido suficiente alcohol como para sentirme desesperado
ante la perspectiva de tener que dejar de beber” pero con fuertes, a la par
que absurdos principios “me dijiste una
vez que era de mal gusto beber en un pub cuyo nombre no se conoce o entrar y no
beber.” que suscribo plenamente y espero que todos suscribáis ya que no
hacerlo es de muy mala educación (si, es de muy mala educación entrar en un bar
y no beber, inaceptable).
El personaje también tiene manías que me son muy conocidas
“Nunca me permitirá dormir durante el día. El sueño de día es un sopor maldito
del cual uno despierta desesperado.” Y “Pertenezco a esa clase de hombres que
prefieren caminar veinte minutos a esperar cinco en una parada de autobús y
cogerlo para un viaje de otros cinco” y que entiendo que igual no compartáis ya
que estas no son obligatorias, solo aconsejables.
La última novela que me había llevado a Piles desde mi
librería de referencia era Un lugar
desconocido, que es una extravagante novela japonesa en la que el
protagonista se entera, durante una reunión de negocios, de que acaba de morir
su mujer de un infarto. Se le hace extraño el lugar (una zona con muchas casas
de citas) y las circunstancias de la muerte y se pone a investigar para
terminar descubriendo algo que preferiría no haber sabido.
Es una novela curiosa en el sentido de como refleja las
relaciones sociales y algunas costumbres de un Japón post guerra mundial que
sigue, en gran medida, siendo tan exótico como el que más. Tengo que ir a
Japón, cualquier día de estos, aunque supongo que no descubriré nada especial y
puede que sea una decepción. Ya veremos.
Aunque solo estuve el puente, como no me apetecía trabajar,
leí lo suficiente para quedarme sin lectura y lo único que encontré que no me
hubiera leído fue Habla memoria, que
se supone es una biografía del escritor Nabokov.
Digo se supone ya que hay un par de capítulos sobre el linaje familiar que
superan en aburrimiento a los del Silmarillion
de Tolkien seguidos por otros capítulos sobre lepidópteros que terminan de
rematarte. No hay nada bueno que pueda decir de este libro de memorias, en el
que prácticamente no hay nada interesante y que se queda en unos primeros años
verdaderamente aburridos.
A la vuelta de Piles, otra visita a la librería Méndez (ya
sabéis, calle mayor de Madrid, donde ya están reincorporados ambos hermanos) y ya podía reponer mi pila de
lecturas para lo que restaba de mes. Todavía mucho pero no os asustéis, ya con
menos ritmo lector así que no debería faltar mucho para llegar al final de este
post.
Nosotras ya no
estaremos me tentó porque es de una escritora valenciana y trata sobre la
herencia de una casa familiar y el empecinamiento de la protagonista por quedársela,
empujada por sus recuerdos y nostalgias varias. Supongo que en parte esperaba
sentirme identificado, o relacionado por lo menos, con cuando “perdimos” (la familia) El Puig que ha
sido lo más parecido que hemos tenido a una casa familiar de vacaciones (la de
Cangas de Onís, en la que también pasamos muchas vacaciones – de más pequeños –
para mí no cuenta ya que se “perdió”
cuando éramos demasiado pequeños, al morir mi abuelo y aunque tengo muchos
recuerdos de esa casa, incluso de cangas, puede que muchos sean inventados y no
tuvo ningún impacto real); sabía que no me sentiría identificado con la casa de
Piles por muchas razones que no vienen al caso y, porque además no la hemos
perdido y seguimos manteniéndola los hermanos, e incluso ampliándola.
La he leído y la verdad es que no está mal, pero tampoco está
bien. Se deja leer, pero poco más. Por lo
menos a mí no ha conseguido envolverme, o implicarme en la historia ni siquiera
cuando aparece un Benito (un abuelo muerto) que es un nombre que es raro en
Valencia, tierra de Rafaeles y RIcardos. En cualquier caso, es vedad
que da gusto afirmaciones con las que uno está completamente de acuerdo como “Hacer lo que nos gusta no es garantía de
estar haciéndolo bien, por mucho que digan los coaches y los gurus del
mindfulness” que es algo que la gente parece haber olvidado hoy en día y
que creen que, si algo les gusta a ellos, pues ya está bien. Y nada más lejos
de la realidad, que te guste no es suficiente… igual que no es necesario, ni
suficiente, tener toda tu vida llena de actividades, siempre hay que dejar
espacio para el aburrimiento “Aun no sabe
la niña que de ese aburrimiento han de surgir las cosas más hermosas, que es en
la fertilidad del tiempo vació donde surgen las grandes ideas.” Que para mí
es otra gran verdad.
Vida de Gerard
Fulmard, tenía pinta de ser una novela tipo Mendoza, con un detective impropio
y disparatado (un auxiliar de vuelo en paro, vamos un azafato de toda la vida)
e incluso con ese toque de tener a todo tipo de personajes estrambóticos alrededor
(o al menos según la contraportada). La verdad es que al acabar de leerla pues
entiendes que Mendoza es Mendoza y que no es tan fácil de imitar, que no basta
con plantear las situaciones o los personajes, sino que hay que saber llevarlos.
La única frase que he marcado como graciosa es “Parece divertido, como si tan solo fuese una idea extraña, disparatada
pero graciosa, como si acabaran de proponerle un picnic en una estación depuradora
de aguas residuales, un fin de semana en un campo de tratamiento de aguas
cloacales.” Que a mí me hace gracia por varios motivos: el primero porque
recuerdo las caras de mi hermano Rafa una vez que camino a Piles le hice parar
para visitar una depuradora; el segundo porque picnic no, pero reuniones para
tomar café y palmeras de chocolate si he tenido en depuradoras; y el tercero
por esa expresión tan graciosa, y tan fuera de lugar de “campo de tratamiento de aguas cloacales” para la que no se ni por dónde
empezar a despellejar ¿por cloacales, o por campo? En fin, olvidable.
Con este libro ya estábamos verdaderamente próximos a la
navidad y por cosas de la vida (Alvaro cogió COVID de ese, pero como si fuera
una gripe de aquellas) estuve un par de días durmiendo en casa de mi hermana
mientras convertíamos mi casa en un Lazareto improvisado en el que encerramos
al enfermo, algo que además de currarle le sirvió para descansar como un
animalillo pasando el dia entre dormitar y ver series, o películas, de esas que
solo puedes ver en un estado de conciencia alterado (normalmente causado por fumar
porros como un animalillo).
El caso es que me lleve Miss
Marte a casa de mi hermana y mi sobrina Nieves vio que lo estaba leyendo y,
en fin, parece que no daba crédito a que yo pudiera estar leyendo eso. No, no
porque le pareciera mala, sino, me pareció entender entre sus explicaciones
confusas (es como una ametralladora hablando y sospecho que ni Martin Sheen aguantaría diez minutos
dentro de su cerebro) porque al parecer le parecía impropio para mi edad. Sí,
creo que le parecía increíble que pudiéramos leer el mismo libro (para ser
sincero a mí también, pero porque me parece improbable imaginarme a mi sobrina
leyendo). El caso es que lo leímos con resultados distintos: a ella parece que
le gustó mucho y a mí me parecía una novelilla sin ningún interés. Cosas de la
edad, supongo.
A mí me llamaron la atención dos frases del libro: la
primera es parte de un dialogo en el que uno comenta que le diagnosticaron que tenía
los dientes pequeños para sorpresa de alguien que no se imagina que esto se
tenga que diagnosticar, a lo que el diagnosticado le responde “Si, también a los enanos se les diagnostica
acondroplastia. Las cosas no basta con verlas, hay que saber de ellas.” frase,
que ahora sabiendo que mi sobrina ha leído me pregunto irónicamente si estará de
acuerdo con ella. Se me hace raro pensar que si, creo que para ella “lo de saber” como que no le interesa
mucho. Ojalá me equivoque.
La otra que me ha gustado mucho ha sido “Especial es la palabra más tramposa de todas. Especial durante la
primera hora es alguien diferente, guay, cool; especial, cuando lo eres
siempre, es alguien con síndrome de Down.” Que demuestra uno de esos usos divertidos
del lenguaje con el que también estoy muy de acuerdo pese a que creo que hay
gente que es especial siempre sin tener un síndrome diagnosticado, o no
necesariamente de Down. Algunos son especiales siempre, sencillamente porque
son tontos, en el sentido no diagnosticable normal.
En fin, pues eso que haber pasado una semana en Piles ha
hecho esto más largo de lo normal y no me ha dejado tiempo para ponerme a
comentar extrañas historias de viajes. Actividad que dejo para otro día, ahora
ya sabéis ¡Divertíos asaltando el castillo!
Lecturas
Crónicas desde el país de la gente mas feliz de la Tierra –
Wole Soyinka
La media luna de arena – Fausto Vitaliano
Paraíso - Abdulrazak Gurnah
El poder del perro – Thomas Savage
Bajo la red – Irish Murdoch
Un lugar desconocido – Seicho Matsumoto
Habla memoria – Valdimir Nabokov
Nosotras ya no estaremos – Lola Mascarell
Vida de Gerard Fulmard – Jean Echenoz
Mis Marte – Manuel Jabois