viernes, 30 de diciembre de 2022

Recapitulando lecturas de 2022

Ya, ya, yo también lo pienso… ¿Cómo que recapitulando lecturas cuando llevas ya casi un trimestre de retraso en los comentarios de textos y ninguna entrada de algún tema un poco más interesante? Si, parece un poco desfachatez, pero el caso es que ya es 30 de diciembre, como quien dice el ultimo día del año, y lo de ponerme al día antes de que acabe el año, con lo que me queda de comentar, pues no es que no resulte creíble… sencillamente es inviable.

Así que aprovecho este día que todos los medios dedican a producir listas varias para hacer mi propia lista (Por supuesto que no en formato lista, sino de la forma descabalada en que funciona mi cerebro) por lo menos de mis lecturas de este año.

Eso si, como no puede ser menos, antes de ponerme con mi lista os cuento una curiosidad de una de las ultimas listas de las que he tenido conocimiento. Realmente no es una lista, es más bien un registro de todos los proyectos que ha ejecutado el Canal de Isabel II; ya sabéis esa empresa que se supone que, con nuestros impuestos y tarifas, se dedica a financiar proyectos de abastecimiento, saneamiento y depuración de aguas; vamos teóricamente de forma exclusiva al ciclo integral del agua y también teóricamente solo en la comunidad de Madrid (aunque tenga algunas inversiones fuera de la comunidad e incluso, intentara, en su día, tener inversiones fuera de España).

El caso es que en el Canal hay un programa – una base de datos – con todas las inversiones que hace el Canal que por supuesto, aunque las paguemos entre todo no es de conocimiento público y su uso está restringido al personal del Canal (y, supongo que no a todo). Ya sabes, saber en qué se gasta el dinero un organismo público español no es algo que se incluya entre la información pública a la que puede acceder un español, salvo que tenga la paciencia de solicitarla mediante, por lo menos, media docena de impresos, varias compulsas de documentos y, no estoy seguro, pero es posible, pagar varias “pólizas de huérfanos”.  Para mi es muchísimo más sencillo encontrar información del funcionamiento de las obras públicas, en digamos, estados unidos, o del estado de la bahía de Chesapeake que averiguar cómo está el Manzanares o en que gasta el dinero el Canal. Pero, una vez más, divago.

El caso es que un conocido consulto el otro día esta base de datos que, pese a ser del Canal, parece que, por lo menos, permite ordenar las inversiones ejecutadas por orden de coste: es decir crear una lista de esas inversiones ordenada, a raíz de lo que nos hizo la siguiente pregunta ¿Cuál ha sido la obra más costosa del ejecutada por el Canal?

Aunque la pregunta no puede resolverse fácilmente con la consulta a la base de datos del Canal ya que estos costes no están “actualizados” y al corresponder a distintos años pues puede haber diferencias (no son lo mismo 30 millones de hace 20 años que 30 millones de hoy en día) la respuesta directa que da la base de datos es…. ¡redoble de tambores!: Las obras de los teatros del Canal, que como todos sabemos es algo que es vital para el ciclo integral del agua; pero es que ¿Cuál es la tercera en coste? ¡doble redoble!: El equipamiento de los teatros del Canal. Toma ya, la mayor obra ejecutada por el canal es ¡los teatros del Canal! Obra que incluso dividida ocupa dos puestos en un podio honorifico. Uno podría pensar que estos teatros – pagados entre todos los madrileños – deberían de ser gratuitos, o con un precio simbólico, para los madrileños; uno podría pensar eso, como podría pensar que realmente existen los Reyes Magos.

La gran duda que mi amigo no supo resolverme era cual era la obra/inversión que estaba en el segundo puesto lugar y yo no puedo ni quiero imaginármela ya que como les pasa a los deportistas olímpicos el que queda en segundo lugar es siempre el que se queda más triste de los tres finalistas (el primero obviamente es el más feliz por aquello de haber ganado, el tercero es muy feliz por haber conseguido podio pero el segundo, muchas veces, está decepcionado, con su felicidad empañada, por no haber sido el primero. Así son los deportistas a los que desde pequeño se les inculca que hacer trampas está justificado y que el fin justifica los medios).

Pero volviendo, o empezando, mi recapitulación del año: este año me he leído 92 libros que parecen muchísimos (casi dos cada semana) pero que teniendo en cuenta que he pasado varias temporadas largas en Piles, donde es normal que lea un libro al día, pues tampoco es tanto. De esos 92 pues me quedan por comentar – lo hare en breve, o en lo que yo considero breve -  las lecturas de los últimos tres meses que son 25 libros, que también parece mucho pero que realmente significa que he comentado mis lecturas del 75% de los meses y he comentado el 72% (y como diciembre puedo comentarlo en enero) pues tampoco voy tan mal una vez mirados los datos. Pero vamos, que como decía aquel y parece ser práctica habitual en la clasificación de mentiras: “There Are Three Kinds of Lies: Lies, Damned Lies, and Statistics” frente a la clasificación de personas que normalmente se dividen en solo dos grupos, “los que hacen esto/les gusta esto y los que no” , o un poco más complejas como esa de: “los que prestan libros y los que los devuelven” que básicamente me reafirma en la necesidad de que todo el mundo estudie “los conjuntos”, algo que desde aquí reivindico, una vez más, como absolutamente necesarios en la educación primaria y cuya ausencia se está cargando la capacidad del pensamiento lógico de las nuevas generaciones (si, ni más ni menos eso).

Dicho esto, siguiendo con eso de la recapitulación: este año mi hermano Rafa (ya, sé que no te mola nada lo de Rafa, pero… así somos los hermanos) saco novela que sin ser la OM (Obra Maestra) que todavía guarda dentro, que esperamos, y que llegara (aunque algunas suyas sean difícilmente superables y tengan nivel de OM) mantiene el nivel lo suficientemente alto para entrar en esta “lista de referencia” y cuyo título es El rio de cenizas (junio; quiero decir que eta en el comentario de Junio por si no recordáis mis opiniones)

MI gran descubrimiento de este año ha sido Chris Offutt – por recomendación del mayor de los falsos hermanos de mi librería de referencia: Librería Méndez en la calle Mayor) – y cuyo libro de relatos Lejos del Bosque (agosto; ya no repito lo que significa el mes entre paréntesis) me pareció excelente. De hecho no solo la comente sino que ya me he leído las otras tres novelas que ha publicado en español y que sin ser tan buenas son entretenidas, e incluso, aunque no la he recomendado, la he intercambiado como parte de un nuevo “programa de intercambio” que mantengo con una nueva amistad a la que llamaremos (por mantener la nomenclatura generada por mi tío Ricardo, aka Cabut y su anonimato): Maria de la O a la que también le ha gustado (que me intercambio en esa ocasión La buena gente del campo de Flannery O’Connor (mayo) que bien podría entrar en esta lista).

Mi otro gran descubrimiento, esta vez por casualidad, ha sido Ofensa Mortal (abril) de Louise Penny que siendo, teóricamente, una novela policiaca me ha encantado no por su trama que se adivina bastante pronto, sino por cómo trata temas como la educación, los prejuicios o la necesidad de proporcionar oportunidades justas a todas las personas, especialmente en cuanto a la posibilidad de cambiar sus comportamientos juveniles. Esta novela he tenido que comprarla dos veces ya que la primera copia la preste y, de momento, no me la han devuelto (si, yo pertenezco a la intersección de los dos tipos de personas ya señalados anteriormente en los que algunos dividen el mundo ignorando las reglas básicas de conjuntos) y quería volver a prestarla/regalarla. Como solo he leído esta novela de esta autora todavía no estoy seguro de si entrara en la categoría de autores favoritos o si se quedara en un caso excepcional dentro de sus obras. Espero averiguarlo a lo largo de este año, aunque tendrá que ser por otra casualidad ya que la posibilidad de que me acuerde de su nombre cuando vaya a comprar libros es baja, baja, incluso muy baja.

Aunque yo pienso que no soy un lector de géneros (algo que sospecho mis libreros de referencia ponen en duda ya que, creo, me tienen catalogado en un lector de policiacas) obviamente he leído algunas que solo deben clasificarse como de género y que me han parecido excelentes o, cuando menos muy buenas:

Project Hail Mary de Andy Weir (febrero) me ha parecido excelente en el género de Ciencia Ficción, con su gran parte de ciencia creíble y con ideas, desde la premisa básica, realmente entretenidas y sorprendentes.

La Joven que no podía leer de John Harding (abril) me ha parecido una buena novela de terror gótico, aunque su premisa es casi un género en sí mismo que yo definiría como terror o enigma en hospitales psiquiátricos.

Confesiones de Kanae MInato (agosto) es una buena novela que incluyo en otro género de mi invención al que llamare marcianadas japonesas ya que, creo, que solamente los japoneses con capaces de buscar premisas y detalles tan retorcidos – para mi mente occidental – como los de esta novela (y otras japonesas).

Aparte de los géneros, también soy un lector de series que, en cierta medida, son un género en sí mismo y entre las que este año he continuado leyendo y me han gustado (por lo que os recomiendo que las empecéis por el principio, aunque se puedan leer separadas):

1795 de Niklas Natt Och Dag (junio) que al parecer es un noble sueco (con un apellido – noche y día – que es excesivamente hippie incluso si no se tratara de un noble) que se ha marcado una trilogía bastante interesante de la que este es el último volumen (se supone), original (excepto por los títulos) y que deja detalles muy escabrosos dando una visión de una Suecia que para mí era impensable (igual es todo mentira por muy creíble que suene).

La calle de los espías de Mick  Herron (mayo) que es ya la cuarta de esa serie de espías chapuceros y marginados que conforman la Ciénaga, a los que por absurdos se les coge cariño.

Bobby March vivirá para siempre de Alan  Parks (febrero) que es la tercera de una serie de detectives en escocia que resulta bastante interesante y en la que si e ha currado el titulo ya que cada una es de un mes.

The nameless ones de John Connolly (noviembre) que es la ni-idea, pero lleva más una docena, de las novelas del detective Charlie Parker y sus colegas y enemigos. Una serie que empezó fantásticamente – la primera es excelente e impactante – luego se desvío excesivamente hacia lo sobrenatural, en algunas se enderezo aunque fuera a fuerza de meter nazis, y ahora igual les solamente para fans recalcitrantes entre los que me encuentro pero que si alguien llega aquí sin haberse enganchado pues puede pensar que es un truño; es algo que pasa con las series.

Sin ser una serie en sí, ya que es una novela totalmente independiente de otras series del autor, Ciudad en llamas  de Don  Winslow (mayo) es una buena novela y si fuera de cualquier otro autor diría que incluso es una novela muy buena pero es que para mí el listón de Winslow está demasiado alto y esta no llega a la altura de sus grandes novelas, aunque es mucho mejor que su última trilogía sobre drogas (que más que novelas parecen una mezcla de libros de historia contemporánea con la guía telefónica de la mafia de las drogas y la corrupción policial) que me decepcionaron mucho.

Novelas buenas, sin pretensiones, pero con las que pasas un rato muy entretenido (no, no os pongáis en plan autor y digáis: que mal suena eso, vaya forma de clasificarlas como malas. Nada más lejos de la realidad, me refiero a buenas novelas simplemente entretenidas) este año me ha sorprendido Tren Bala de Kotaro Isaka  (mayo) que pasa en un viaje en tren de varios asesinos con características particulares entre los que esta uno al que todo le sale mal y otro al que todo le sale bien, es tan entretenida que ya han hecho (incluso antes de que yo comprara el libro) una película. No me ha sorprendido La autopista Lincoln de Amor Towles (diciembre) pero lo que quiero decir es que no me ha sorprendido porque ya conocía al autor (ya había leído otras dos novelas suyas, una de las cuales tenía una premisa muy divertida: la de un noble ruso al que la revolución encarcela en un hotel de lujo) y me la esperaba divertida, que lo es, pero con algún toque ñoño, que lo tiene, pese a lo que es una novela muy entretenida de leer.

Creo que me dejo alguna que igual es interesante o, cuando menos, peculiar y que igual he puesto por las nubes en su comentario correspondiente, pero… así funciona mi memoria y esta es mi lista.

Mi propósito (uno de ellos) para el nuevo año es escribir más y de más cosas, pero, ya veremos; mi propósito para vosotros pues, el de siempre:

 ¡Divertíos asaltando el castillo!


PS: aunque no estoy seguro de si me sigue leyendo esta entrada esta, en parte, provocada por mi sobrino Rafita que creo recordar que el primer año me dijo que tenia que hacer una lista de los libros que me habían gustado en el año. Aunque el creo que no le hago caso y le ignoro, pues esta es la prueba de que no... o de que no del todo.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Comentario de textos - Septiembre 2022

Creo que he llegado a ese punto (de retraso en la escritura) en el que estoy a punto de plantearme si seguir o no con estos comentarios. Desde luego no he conseguido el objetivo inicial, que era usar el compromiso mensual de comentar libros para intentar habar de otras cosas sobre mi vida o sobre mi (en el caso de que no fueran lo mismo) sino que ahora estoy casi con tres meses de retraso en los comentarios. Vamos, un desastre.

Pero la verdad es que esta costumbre de comentar mis lecturas, aunque solo sea eso, me hace ilusión y el saber que alguien las lee de vez en cuando, aunque algunas lecturas se hagan bajo mi atenta vigilancia casi a la fuerza, pues hace bastante ilusión; por no hablar de algún mensaje recibido, casi de preocupación por mis retrasos, que ciertamente te alegra el día (o más de un día) me animan a seguir con esto pese a los retrasos y la no consecución del objetivo inicial… que algún día lo conseguiré (espero).

Así que, a la tarea, a ver si, por lo menos, me pongo al día antes de que acabe el año.

Este mes estoy casi seguro de que me dejo algunas lecturas que he hecho en Piles – me gustaría decir que en alguna visita para, por fin, contratar la obra, que, por fin está en marcha – pero no estoy seguro de que fueran en septiembre y, pese a mi costumbre de hacer fotos a los libros que leo en Piles (para acordarme de que los he leído) pues no las encuentro… así que nada os puede comentar de ellos (si es que han existido).

En cualquier caso, las lecturas que si tengo controladas (por estar aquí en casa) empiezan con Sinsonte, que es una novela e ciencia ficción (aunque sin ciencia, supongo que se engloba en este grupo por ser básicamente distopica) que pasa en Nueva York (siempre un buen escenario, familiar incluso). Como todas las novelas distopicas pues tiene su punto, siempre lo tiene imaginarse una exageración de ciertas conductas o hechos (en este caso una vida eterna para todos y una desaparición de la lectura) que conduce, irremediablemente, a una distopia en el que nada funciona como debería, pero… la verdad es que si has leído a K. Dick que convierte mundo inventados en mundos casi costumbristas (Rafa y yo a veces hablamos de él como del Galdós de la Ciencia Ficción, algo que se entiende mejor cuando lees su – creo – única novela que no es de ciencia ficción)  pues se casi todas se quedan un poco “cortas”.  Lo mejor de toda la novela es cuando habla de los ingenieros genéticos que han conseguido eliminar las enfermedades y la muerte: “Era, como se enorgullecían en decir los ingenieros genéticos, una mejora de la obra de Dios. Pero dado que ninguno creía en Dios, su autoelogio era poco sólido.” Es algo que me parece impecable, una alabanza con algo que no crees; casi como esa gente que compara cosas con cosas que desconocen “sonó, como una bomba” dice la vecina del quinto que no ha oído una bomba nunca salvo en la televisión o el cine.

Mi siguiente lectura, como todas las de este mes comprada en mi librería de referencia (que os repito para que no os confundáis: es la Librería Méndez en la calle Mayor, que a diferencia de la joyería que anunciaban insistentemente en la radio cuando era pequeño, si tiene puerta de calle) y en este caso recomendada por el menor de los hermanos Méndez (que ya sé que no lo son pero… como decía aquella camiseta “la realidad está sobrevalorada”) no sin cierta reticencia ya que le parecía demasiado larga para un lector como yo (ya ves tú lo que importa la realidad frente a la percepción que cada uno se hace de la misma) fue Las leyes de la ascensión. SI, efectivamente es una novela larga, demasiado largo (puede que mejorara una poco si se le aplicara el método Stephen King, que por increíble que parezca – viendo la extensión final de sus novelas – consiste en hacer varias revisiones y quitarle a la versión al menos un diez por ciento de su extensión en cada revisión) pero vamos, se deja leer y a, piense lo que piense el no-hermano Méndez, a mí las novelas largas me gustan bastante.

La novela trascurre en 2015 y aunque pasa en Paris (Francia, no Texas) pues aporta información curiosa (Sea o no verdad) como esa contradicción de que para entretener a los “acampados” del movimiento Occupy Wall Street (y según la autora consolidarlos con referencias comunes) decidieran proyectarles una película, eligiendo como primera película Los juegos del Hambre, mega producción hollywoodiense y que a una de las protagonistas la “Se indignó por el hecho de que un relato de ciencia ficción adquirieses un mayor poder de movilización que la observación banal de la realidad. A menos que fuera preciso estimular des modo unas imaginaciones arruinadas.” (por esa misma industria, añado yo).

Como es una novela larga pues tiene reflexiones curiosas como esa sobre la gente que alarga los cafés matinales quedándose ya que “Los que se quedan, como el, son los desafortunados a los que ningún deber llama. Los ociosos, que dirían los ociosos; los libres, que dirían los optimistas”, sensación que siempre he tenido en NYC, donde a todas horas hay gente tomando café sin ninguna prisa y yo los imaginaba ociosos y/o libre, pero ahora tengo mis dudas de que no sean los desafortunados.

O esa otra que, pese a ser real en algunas (demasiadas) mentes, es más propia de una distopia mental que dice “para una mujer, escribir minaba las posibilidades de emparejamiento, y para colmo la ponía en riesgo de quedar estéril, en virtud del vetusto postulado que asegura que la actividad cerebral debilita el órgano reproductivo” que es algo que creo que cada vez más creen muchos de mis contemporáneos obsesionados con la forma física (despreciando la forma mental) como si correr mucho o saltar muy alto les fuera a salvar de un problema futuro más fácilmente que saber pensar una solución.

También estoy, en gran parte, de acuerdo con la valoración de hace de como se trata la información ambiental actualmente ya que coincido en que “cuanto más se informa al individuo de la degradación de su entorno, menos proclive se muestra a preservarlo, considerándolo ya impuro. Su hipótesis va en contra de todas las campañas de concienciación actuales. Los ecologistas pondrían en el grito en el cielo” (algo que tampoco sería diferente de lo que hacen ahora, que ya ponen el grito en el cielo y mas allá, de forma continuada con escaso éxito).

En un tono más festivo me ha encantado ese “Lo único que me tranquiliza de la muerte es cuanto te meten en el ataúd”, que vale no suena muy bien, hasta que la nota al pie de página te aclara que la forma de denominar al ataúd es bière, término que en francés alude también a la cerveza y claro eso ya tiene más gracia, es más festivo como decía.

Normalmente cuando voy a una librería (o por lo menos a una de mis librerías de referencia) no voy buscando nada en concreto (es muy raro que me entere de que quiero una novela antes de verla físicamente) pero esta vez si iba con una idea clara: quería ver si me compraba alguna novela de un autor que me habían recomendado en la librería y que había visto que tenían más del mismo. Así que podría decirse que la compra de Noche Cerrada fue una compra planificada, una de las pocas que hago anualmente. Es decir, en gran medida es una de las pocas novelas sobre las que tenía expectativas concretas y eso pues es bueno y malo a la vez. He de decir que es una buena novela y que pienso seguir a este autor (si recomendara libros, pues lo recomendaría; como no recomiendo libros pues me he limitado a regalar el anterior libro de cuentos a alguien que pensaba que lo podría apreciar; que lo ha apreciado, lo que me ha hecho ilusión, he de reconocer).

En el libro de cuentos, que leí el mes pasado, ya se veía que era un tipo de contaba mucho con poco y contaba sobre personas (quiero creer) desgraciadamente muy reales de la América profunda actual. En este mantiene la línea y más que una novela es un cuento largo (sobre todo después del tocho francés que acababa de terminar) en la que retrata muy bien (para mi gusto) los personajes con excelentes frases como “El vendedor le ofreció unos guantes a muy buen precio, pero él los rechazo, no había utilizado guantes en su vida. Si un hombre no podía servirse de los dedos cuando hacia frio, ese hombre no valida un centavo.” Solo con eso ya sabes de qué tipo de persona se trata, igual que lo sabes de ese otro al que “Provocar a aquel chaval era pan comido. Su cerebro era una presa sin rio.” De momento, dos de dos a favor de Offutt… seguiremos leyendo.

Pero como no todo pueden ser éxitos, aciertos al elegir la lectura también me compre El baile del agua que no, no tenía buena pinta, pero ya sabéis mi debilidad por los títulos con referencias hídricas o hidráulicas. Efectivamente su lectura me ha aburrido bastante y salvo porque algunas cosas pasan cerca de Nueva Orleans, lugar que pensaba visitar en breve pues igual ni siquiera me lo habría acabado.

Supongo que la compra de El regreso del Soldado puede sorprender a algún lector de estos comentarios que tenga memoria suficiente y haya leído con interés ya que hace dos años compre otro libro de la autora que tuve que dejar a mitad. Eso si, a cualquiera que me conozca y que específicamente conozca mi ausencia de memoria sobre las cosas que he leído no le sorprenderá nada y podrá imaginarme perfectamente en la librería debatiéndome entre el hecho de que me sonara el nombre de la autora, que incluso recordara haber leído algo de ella pero que no tuviera ni idea de si me había parecido bueno, malo o indiferente.

Creo que todo el libro, que no es especialmente largo, solo tiene una frase que me haya despertado algo parecido a un levantamiento de cejas tipo Belushi, o una sonrisilla: “rece y leí la Biblia, pero no obtuve ninguna respuesta. No se nota lo poco que hay en la Biblia hasta que se acude a ella en busca de ayuda.” Pues sí, supongo que lo mismo, o menos, que en cualquier otro libro de extensión similar.

En fin, aquí lo dejo a a ver si poco a poco, consigo ponerme al día para intentar empezar el año con el mismo propósito del inicio: contar algo de mí, además de lo que leo. Mientras y a la espera de otros comentarios en breve (esta semana que empieza) pues ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Sinsonte – Walter Tevis

Las leyes de la ascensión – Celine Curiol

Noche Cerrada – Chris Offutt

El baile del agua – Ta-Nehisi Coates

El regreso del soldado – Rebecca West

miércoles, 19 de octubre de 2022

Comentario de textos - Agosto 2022

En fin, aquí estoy, a mediados de octubre (realmente mediados largos) sin haber empezado a escribir mis comentarios de las lecturas de… ¡Agosto!. Esto sí que es un retraso y no el retraso normal. Podría decir que es que he estado muy liado (que lo he estado, pero no tanto), sobre todo durante septiembre por lo que la escritura se retrasó hasta el aniversario del Wurlitzer y luego este ha enlazado con el viaje a NYC y a NOLA (esto, para los que no sois de siglas, es Nueva Orleans; Luisiana) y total que aquí estamos: un dia laborable, intentando avanzar en estos comentarios de textos, procrastinado del trabajo que debería estar haciendo (pero que no me apetece nada).

Además, como en agosto pase bastante tiempo en Piles, pues mi lista de lecturas de ese mes es, me atrevería a decir, excesiva, o por lo menos más larga de lo habitual.

Así que, aunque me gustaría contaros cosas de mi viaje (no porque haya sido especialmente divertido, sino porque ha sido especialmente extraño con visita a los servicios médicos americanos incluida) creo que aplazare estas historias para otro momento en el que tenga menos lio de trabajo (que lo de procrastinar está bien pero el trabajo al final hay que hacerlo) y me dedicare directamente, sin más preámbulo, a los comentarios de textos.

Colombian Psycho lo empecé en julio, así que para este mes solo debería contar la mitad del libro, pero no creo que no se pueden comentar medios libros (salvo en el caso de que los hayas dejado a mitad, o a menos de la mitad). Gracias al título no hace falta comentar que es de un escritor colombiano (podría no serlo que al fin y al cabo cualquiera puede poner el título que quiera sin necesidad de que haga referencia a uno mismo) pero eso de meter al propio autor como personaje de la propia novela pues que quieres que te diga, a mí me resulta muy sudamericano (si es que se puede decir sudamericano hoy en día).

Claro que ese de meter a los sudamericanos en un solo lote pues es raro ya que no es lo mismo un colombiano que un argentino, ni mucho menos la visión que un español tiene de un argentino que la que un colombiano tiene de un argentino y conforme al autor ni siquiera la que dos colombianos tienen de un argentino ya que para uno “Era argentino, señorita. Una persona educada y silenciosa.” Pero para otro “… y siguió hablando, era un tipo muy hablador, muy argentino en eso, le gustaba oírse…” Eso es lo que pasa con los genéricos que a veces son contradictorios.

En cualquier caso, hay que señalar que, aunque el libro está lleno de “localismos” que a veces hacen la lectura dificultosa resulta gracioso ver como el escritor se sorprende, en palabras de uno de sus personajes, por el uso del verbo “mensajeo” llegándose a preguntar si de verdad se dice así. Aquello de la viga y la paja me viene a la cabeza.

La verdad es que es una novela un poco pesada, pero de la que he adoptado esto de “Por cierto, ya no se dice calvo. Se dice «persona en situación de discapacidad capilar». O discapacitado capilar, más corto.” que me ha encantado; pero la mejor frase me parece esa de “uno empieza a hacerse viejo cuando el mapa de la memoria deja de coincidir con el de la ciudad del presente” que creo que no puede ser más cierto y confirmo que mi mapa ya no coincide en nada con el Madrid en el que vivo, ni siquiera con el NYC que visito.

Lejos del Bosque estaba en mi librería de referencia (ya sabéis la librería Méndez de la calle mayor) lo que podríamos llamar un poco “escondido, en una balda baja en uno de los lados de la librería y no en el centro, pero me llamo la atención y me lo recomendó al mayor de los (no hermanos. Se trata de un libro de cuentos sobre la américa rural actual que, la verdad, tiene su punto, aunque le faltan algunas frases de esas “certeras”. Tanto es así que en mi siguiente visita me compraría una novela de este autor que me parece merece la pena seguir, al menos de momento.

Hermanas es un buen thriller de esos de asesinatos extraños que vuelven a repetirse en el tiempo (creo que actualmente es una categoría en si misma) y que se deja leer pero que tampoco acaba de convencer o de dejar una huella especial (por lo menos no a mi). Aunque la mejor frase del libro suena bien creo que no es cierta “es peligroso actuar sin pensar, Martin, pero de qué sirve pensar sin actuar”. La primera parte es verdad, pero la segunda pues, como que no, de hecho, pensar sirve, entre otras cosas, para saber si se ha de actuar o no actuar, además de servir por sí mismo.

Con todo me encanta leer que alguien tiene referentes parecidos a los míos y que “cada vez que entraba en la consulta de un dentista, recordaba sin poder evitarlo cierta escena de Marathon man.”, aunque en mi caso, como pienso sin actuar, pues solo el pensamiento de ir al dentista ya que recuerda a Marathon man y me evita plantarme en la consulta ante un nazi torturador.

Por supuesto también me gusta leer cosas que me son completamente ajenas, como las de ese internado de señoritas de Enredo en Willow Gable (y su continuación Trimestre en Michaelmas en St Bride) que me resulta tan ajeno como la ciencia ficción. De esta novela me ha resultado sorprendente – aunque ya lo sospechaba por las amigas de mi infacia de residencias de monjas – la laxitud y la golfería que se practica en esas “instituciones dirigidas con mano de hierro” en las que se agudiza tanto el ingenio que al final se las saben todas y hacen de todo.

Aunque el libro no me ha interesado mucho, un poco repetitivo, me ha encantado leer una de mis frases habituales: “no creas nada de lo que oyes y créete solo la mitad de lo que ves”, creo que no puede haber mejor consejo contra la cotilleria (lo que ahora se llaman fake news) y en general para tener una buena visión, imparcial o plenamente parcial, del mundo.

Los abandonos, tiene una premisa básica que es la del hombre que edifica toda su vida sobre una mentira, o sobre un malentendido inicial, pero que al final de sus días decide confesar la verdad, o por lo menos contar una versión distinta a la versión oficial ya que el “Esta seguro de que no ha dicho nada que no sea verdad. No ha mentido. Pero no sabe lo que ha dicho. A lo mejor eso es lo que pasa cuando no se miente. No se sabe lo que se ha dicho. Solo los embusteros saben lo que han dicho.”

Se trata de un personaje bastante depresivo, o deprimido, que resulta triste cuando piensa que “sería más fácil, más sencillo, que nada le procurase placer en estos últimos días, si nada viniera a decirle lo que jamás volvería a sentir, y peor aún, lo que nunca había sentido antes en la vida. Todo lo que ahora le da placer solo le recuerda que en el pasado nada le daba placer y que pronto no sentirá nada en absoluto. No porque su vida pasada y otra gente le fallara de alguno modo. No es porque haya sufrido. Sino por la menguada calidad de su atención. Es posible que haya desperdiciado la vida.” Que pese al lio de tiempo verbales resulta, pues eso, lamentable, el no saber si es ahora o antes cuando no sentias placer por las cosas.

Como mi librería de referencia estaba cerrada – que todo el mundo tiene derecho a vacaciones, aunque a los demás nos incomode que no estén disponibles – mi vi obligado a acercarme a una cadena de librerías para mi abastecerme de cara a otra visita a Piles.

Hijo de esta tierra, parecía tener buena pinta, aunque uno pudiera sospechar que igual era demasiado partidista y que iba a retratar al protagonista como un inocente al que la vida se le complica por el color de su piel, pero… no, la verdad es que el protagonista es bastante tarado para merecer lo que le pasa independientemente del color de su piel (que sí, que sí, que es un factor en todo lo que le pasa, pero no el básico). De hecho, en sus propias palabras “Desde que tenía memoria, jamás se había sentido responsable ante nadie. En el momento en que una situación llegaba al punto de exigirle algo, se rebelaba. Así era como vivía; se pasaba los días tratando de sofocar o de satisfacer unos impulsos poderosos en un mundo al que temía.” Y claro esta no parece una buena manera de enfrentarse al mundo, ya seas blanco o afroamericano (por no poner negro) y en gran medida son sus propias reacciones (ya, ya, condicionadas por el entorno) las que le llevan a lo que le pasa.

Resulta divertida, o patética, la visión de los comunistas de esa época y de la persecución de los mismos y del rechazo social que conllevaba la misma: “Él no quería conocer a ningún comunista. Los comunistas no tenían dinero. Terminar en la cárcel por robar le parecía bien, pero ir a parar a la cárcel por tontear con rojos era una estupidez.”; aunque bastante más patético es leer cosas sobre los intereses del momento como “Le gustaba oír hablar de la manera en que Japón había conquistado China, de cómo Hitler estaba arrasando a los judíos, de cómo Mussolini estaba invadiendo España.” ¿de verdad, de verdad esta era la visión del contexto del momento en América? Sorprendente, verdad.

También me compre El anillo perdido, que es una de esas historias “detectivescas” sin mayor trascendencia ideales para un viaje o para un día en la playa pero que si no te la hubieras leído pues tampoco habría pasado nada. No es ni buena, ni mala… es correcta y poco más.

Y mi última compra traidora pues fue Utopia Avenue, que es una historia entretenida sobre la ascensión y caída de una banda de música en el Londres de los sesenta. Es graciosa a ratos, aunque se excede un poco en el meter a personajes famosos compartiendo escena con los protagonistas del libro. Además, tiene frases buenas, de algunas me gustaría decir que ya están superadas y que solo responden a un anacronismo cultural de la época como “el matrimonio es una cárcel financiada por los propios presos” pero creo que no puedo ya que conozco a gente que piensa esto; otras la voy a adoptar para describir a gente que conozco y a las que se les puede aplicar ese “es que vivís en el País de las Hadas. No, en una celda acolchada del País de las Hadas…”; y en otras, sencillamente me siento identificado, “Los eventos sociales con un campo de tiro con arco y un examen de menoría” y creo que todos lo estamos, aunque a algunos no se sientan tan incomodos en medio de un campo de tiro.

Con mi librería de referencia ya abierta (solo se tomaron una quincena de vacaciones) y yo de vuelta en Madrid pero de camino de nuevo a Piles me compre Lugar seguro que pese a su simpleza de argumento y a la escasa profundidad de sus personajes pues se deja leer e incluso tiene un concepto que realmente me gusta ya que es como se practicaba el cariño, el afecto, en mi familia “Que maravilla la risa compartida entre padre e hijo cuando este ya tiene edad para bromas adultas y la risa se convierte en otra forma de afecto. La risa entonces sustituye todos esos besos y abrazos que dejamos de darnos padres e hijos al crecer.” Si bien en mi casa esta risa estaba casi siempre asociada a la ironía o la burla de otros, y de nosotros mismos, pero… la risa es la forma de afecto que yo he conocido o que recuerdo ya que también coincido en ese “le explique cómo es la memoria perdida de un enfermo: no es un bosque donde un gran incendio avanza en un frente ancho y continuo abrasándolo todo, sino más bien como un pirómano borracho que con un lanzallamas se moviese entre los arboles sin un rumbo definido y dejando a los lados mucho terreno intacto que acabara quemando cuando su deambular le acerque por allí de nuevo” y puede que solo sea que no recuerdo otra forma de cariño o afecto que esas risas, esa ironía, ese sarcasmo, a veces…

Ya en Piles pues me quede sin lecturas – algo previsible contando el número de días que iba a estar y lo que me había llevado para leer ya que lo de ir a trabajar a piles pues no resulta creíble por el momento – y aproveche una visita a un supermercado para abastecerme de lecturas y me compre La Trama, novela recomendada en la portada por Stephen King (que ya sé que no quiere decir nada) pero era un supermercado y las opciones no eran tantas.

Es una lectura entretenida con una trama interesante, aunque pese a lo que los protagonistas de la novela y el autor pretenda, no es tan sorprendente ni tan especial. Más bien lo contrario casi, creo que es una trama clásica que está bien llevada. Lo que es insoportable es la traducción (o igual me estoy volviendo muy maniático de estas cosas) pero leer cosas como “El hombre evaluó la mano extendida de Jake y después, al parecer concluyendo que cumplía con su estándar de higiene, se la encajo.” ¿en serio, la evaluó, la encajo? Vale que se entiende, pero…

Me sorprendió mucho encontrar en el supermercado una novela japonesa, Confesiones, era algo que no me esperaba. Además, se trata de una novela que yo clasificaría como muy japonesa, demencialmente japonesa. Desde la trama: la hija de una profesora muere, supuestamente en un accidente, pero realmente asesinada por compañeros de clase, y ella decide retirarse de la docencia, pero antes planea su venganza. Hasta aquí normal, podría ser de cualquier sitio, pero el toque japonés es la forma de venganza elegida…. Desquiciante es decir poco; hasta algunas reflexiones como la del uso de los diarios: “Curiosamente, el cerebro intenta memorizar lo que más te importa, pero una vez que lo pones por escrito, te olvidas porque ya no necesitas retenerlo en la mente. Por lo tanto, escribe las cosas malas para olvidarlas y poder recordar solo las buenas.” Que tengo mis dudas funcione así en el mundo occidental en el que el escribir te ayuda a recordar (por lo menos a mi); y por supuesto curiosidades hasta en las notas al pie en las que uno descubre que “En Japón, el día de San Valentín las mujeres regalan bombones a los hombres y no solo a sus parejas, sino también a sus amigos, colegas o incluso familiares. Esta costumbre se originó en los años setenta, a través de diversas campañas comerciales con el fin de popularizar el chocolate.” Casi tan curioso como que el Kentucky Fied Chicken sea la comida favorita de navidad. Ya digo, totalmente japonesa.

Mi última lectura del mes (sí, he ido muy rápido con las lecturas pero lo de procrastinar tiene un límite) también es del supermercado y fue El libro de los Baltimore, que compre por el autor, una de las suyas me había gustado y la otra pues no tanto. Esta también esta entremedias, es correcta y se deja leer bien. La historia de dos ramas de una misma familia a las que les va de forma muy diferente en la vida, pero por razones que no son las que uno espera. Tiene cosas curiosas como esa explicación que le da uno a su mujer cuando esta le dice que la está engañando con otra (con Cassandra) a lo que la contesta: “Cuando estoy con Cassandra no te estoy engañando a ti. Estoy engañando a mi propia tristeza”, pues nada, todo aclarado, supongo.

También tiene varias reflexiones sobre la cultura actual, pasada y puede que futura que pueen ser discutibles pero que aquí os dejo:

Pasado: “¡La gente ya no quiere pensar, quiere que la guíen! Esta esclavizada de la mañana a la noche y cuando vuelve a casa se siente perdida: su amo y patrono, esa mano bienhechora que la alimenta, no está ahí para pegarle y conducirla. Afortunadamente, esta la televisión. El hombre la enciende, se prosterna y le entrega su destino. ¿Qué debo comer, Amo?, le pregunta a la televisión. ¡Lasaña congelada! Le ordena la publicidad…” y así sigue un rato despotricando de la televisión que, al menos a mí, tanta satisfacción me ha dado incluso cantado “la televisión es nutritiva”.

Presente: “Hubo una época en que las estrellas de Estados Unidos eran cosmonautas y científicos. Hoy en día, consideramos estrellas a personas que no hacen nada y que solo se dedican a hacerse fotos a sí mismas o al plato que tienen en enfrente”, con la que, será por edad, si coincido en su perniciosidad.

Futuro ¿?: “miraran los libros con la misma curiosidad con que nosotros miramos los jeroglíficos de los faraones. Le dirán: «Abuelo, ¿para que servían los libros?», y usted contestara: «Para soñar. O para talar árboles, ya no me acuerdo». Y entonces ya será demasiado tarde para despertarse: la estulticia de la humanidad habrá alcanzado su punto crítico y nos mataremos entre nosotros por culpa de la estupidez congénita”

En fin, no creo que llegue a tanto el futuro, pero por si acaso ¡Divertíos asaltado en castillo!


Lecturas

Colombian Psycho – Santiago Gamboa

Lejos del bosque – Chris Offutt

Hermanas – Bernard MIner

Los abandonados – Rusell Banks

Enredo en Willow Gables – Philip Larkin

Hijo de esta tierra – Richard Wright

El anillo perdido – Antonio Manzini

Utopia Avenue – David Mitchell

Lugar Seguro – Isaac Rosa

La Trama – Jean Hanff Korelitz

Confesiones – Kanae Minato

El libro de los Baltimore – Joel Dicker

domingo, 28 de agosto de 2022

Comentario de textos - Julio 2022

Mi plan para esta entrada era escribirla desde Piles, aprovechando que ya hemos (vale, no debería incluirme en el plural pero por no particularizar) empezado a acondicionar la parte de arriba y de hecho en esta última visita me he “mudado” unos días a la parte de arriba. 

En principio mi mudanza ha sido parcial, solo para dormir y trabajar, ya que de momento solo están utilizables las habitaciones y un baño, y bueno queda mucho trabajo por hacer, o por encargar hacer, o por encargar que encarguen que se haga (que todo depende del nivel se subcontratación que uno practique). De momento la separación de la parte de abajo es parcial y sigo bajando al olor de las tostadas del desayuno y pasando prácticamente todo el día abajo, ya que lo de trabajar en Piles, de momento es una quimera. Se esta demasiado bien, hay que aclimatarse a estar tan bien. Todo llegara, igual en el próximo viaje, o el próximo verano (que, esperemos, ya este todo listo arriba).

El caso es que, pese a los esfuerzos, basicamente de Álvaro y Helena, las cosas van muy despacio, en gran medida porque Piles es así y lo de trabajar como que no les va mucho pero también porque nuestra (aquí  igual si debería decir, mí y no este nuestra pero... por no particularizar) idea de cómo hacer la obra se ha demostrado inviable en Piles; inocente de mí, pensaba que la mejor solución era buscar una constructora que hiciera todos los trabajos a la vez, de forma coordinada. 

Así que estuvimos viendo a casi todas las que trabajan por la zona; cada vez que veíamos una furgoneta de obra, apuntábamos el teléfono, les llamábamos, les contábamos lo que queríamos y esperábamos que nos pasaran un presupuesto… esperábamos y seguimos esperando… y lo más parecido a un presupuesto que hemos conseguido es una cifra alzada, y yo diría inflada, para hacer no se sabe que, ya que los pocos que nos dieron una cifra quitaban unas cosas y no quedaba claro que hacían y que no.

Total, que un poco desesperados por la situación, y tras hacer una conexión de luz entre la parte de arriba y la de abajo (provisional pero que, pese a no tener nada de cinta americana, tiene riesgo de quedarse definitiva) Álvaro y Helena decidieron que por lo menos había que contactar con alguien que “limpiara” la casa y las escaleras, unos “profesionales” ya que el estado era “deprimente” e inutilizable y este era un primer paso para avanzar. Afortunadamente conocían a una empresa de Miramar, que no de Piles, para esta tarea, que además se veía capaz de eliminar las humedades que tenía y pintarla; vamos los trabajos mínimos para dejarla “presentable”, una lástima que no se me el nombre para hacerles publicidad ya que la han hemos un trabajo excelente., tanto que ya se podía pensar en empezar a poner alguna cama y casi usar la casa.

Entre medias el vecino nos oferto impermeabilizar la azotea que es uno de los puntos más importantes para evitar la reaparición de las humedades en la casa (o eso esperamos) pero lamentablemente y pese a sus promesas de ponerse a ello “cuanto antes” todavía estamos esperando a que se decida a ello; por su parte Álvaro - no solo por desesperación sino por aquello de avanzar - se dedicó a la demolición controlada del mobiliario que queríamos quitar (bueno de casi todo, ya que alguno le pareció inseguro demolerlo por razones ligeramente inexplicables).

La misma empresa de Piles nos recomendó a un fontanero que también de una forma “provisional” conecto el agua del piso de abajo con el de arriba y bueno… pues ya con la casa limpia, con luz y agua pues hemos (que quede claro, una vez más, que me incluyo en el plural sin motivo alguno) comprado unas camas y ya está “habitable”.

Es verdad que todavía queda mucho por hacer: arreglar el otro baño, añadir una nueva habitación, nivelar y reparar el suelo y el techo, poner luces y mobiliario (o llevar a cabo otras ideas que se nos han ocurrido; esta vez si con mi participación pero que prefiero no revelar en este momento), y poner una escalera que comunique ambas casas por dentro y … bueno, mas cosas… pero… ya a trocitos que lo de la obra completa no se lleva por allí.

Los contactos que la empresa de Miramar (maldita sea no recordar el nombre) nos han proporcionado, además del fontanero mencionado que va a cambiar el baño de sitio, un albañil que además de ayudar a cambiar el baño de sitio pues hará las habitaciones y puede que el techo o incluso el suelo. Encima resulta que la especialidad del albañil es hacer, instalar, escaleras que era el punto más delicado así que parece que todo avanza… más despacio de lo que queríamos y de una forma completamente distinta a la que teníamos planteado (en lugar de una sola empresa que lo hiciera todo con un precio global, vamos a tener a un grupúsculo de operarios que irán haciendo cosas poco a poco).

En cualquier caso, el tema es que la parte de arriba ya está utilizable y que yo tenía una zona de trabajo desde la que esperaba escribir esta entrada, pero, nada es nunca tan fácil…

Digo que, tenía (y tengo) una zona de trabajo, bueno, casi mejor una nave espacial de madera para trabajar, pero se me habían olvidado los problemas de los Reig (o igual solo de los Reig ingenieros) con las mesas de trabajo. La mesa de trabajo que tengo en casa, que era la que usaba mi padre y seguramente algún otro Reig antes que él, es más baja que una mesa de trabajo normal (no notablemente, pero si lo suficiente) lo que hace necesario ponerle unas “calzas” para poder poner una silla y que las piernas entren debajo de la mesa (mi padre se invento un extraño montaje, bastante ineficiente pero que cumple con su objetivo, combinando unas calzas de madera y unos posavasos de vidrio, o cristal seguramente, que en casa somos muy finos, para elevar la mesa; yo los mantengo).

Por supuesto el problema en Piles era justo el contrario porque para que tener dos veces el mismo si puedes variar. 

La zona de trabajo de Piles, que no es una mesa sino una especie de estantería grande que recorre tres pareces, tiene una altura excesiva para cualquier silla normal, o de oficina; si, incluso excesiva para la altura normal de las sillas regulables de oficina como pude comprobar visitando varias tiendas en las que vendían sillas e incluso páginas de internete (en las que afortunadamente he localizado una especie de silla taburete que tendría la altura suficiente pero que no estaba disponible, así, sobre la marcha). 

Así que mi puesto de trabajo resultaba (y resulta) tan incómodo como sentarse a una mesa de comedor en una silla bajita de niño y encima ya no hay guías telefónicas que valgan para la tarea de elevar al niño hasta la altura correcta.

Es verdad que esto podría parecer una excusa no excesivamente creíble (pero probar a trabajar sentados sobre una superficie que queda a más de treinta centímetros por encima de la posición de vuestros brazos) e insuficiente pero, en cualquier caso, no era el principal problema al que me enfrentaba para escribir esta entrada o trabajar en "mi espacio".

No, el principal problema, una vez más estaba asociado con mi memoria de pez y con el hecho de que mis primeras lecturas de julio se habían producido en Piles. 

Como tengo memoria de pez, utilizo unos book-darts (una cosa chulísima que os recomiendo) para marcar, mientras leo, las frases o ideas que me llaman la atención; luego, a final de mes, o cuando sea que me siento a escribir estos comentarios de textos, pues cojo los libros y releo las partes marcadas y así, con el título, la contraportada y estas marcas, pues parece que recuerdo algo de lo que he leído (creedme si os digo que sin estos dardos de los libros solo me queda una idea general insuficiente para comentarlos, justo la suficiente para criticarlos o alabarlos en genérico).

Obviamente como las primeras lecturas del mes habían sido en Piles y hace ya tiempo que decidí que no había ningún motivo para traer mis lecturas de vuelta a mi casa y que era mejor dejar los libros leídos en Piles en Piles, algo así como “lo que se lee en Piles, se queda en Piles”, algo que además permite que los demás los lean (si, por lo que sea, se quedan sin lectura - o previsoramente no han llevado ninguna, por no cargar innecesariamente - que es algo que está entre quedarse sin tabaco, o el todavía peor: tener tabaco pero quedarse sin fuego) y algo que igual algún día nos permite montar una “Little library” en el porche (que pese a ir contra el negocio editorial que da de comer, y de beber, a mi hermano, además de a mucha otra gente conocida, me parece una buena idea, de esas que te hacen sentir solidario sin ningún esfuerzo).

Como, pese a tener mala memoria (o ninguna. A quien quiero engañar), soy un tío previsor pues antes de irme de Piles fotografié “mis marcas” en los libros para escribir mi blog y como ya no me quedaba espacio para almacenar en el teléfono pues me las descargué en el ordenador. 

Así de previsor soy yo y podría haber escrito mi comentario de textos sin problemas, salvo por el pequeño detalle de mi memoria: no tenía ni idea de donde había archivado las fotos de “mis marcas” y pese a buscarlas por todos sitios era incapaz de encontrarlas. Hasta aquí el éxito de mis previsiones… y ya casi temía tener que decir que no me acordaba de nada y que aparte de los títulos (que previsoramente había copiado en un archivo) pues poco tendría que decir de mis lecturas de julio.

Obviamente tras volver de Piles, una vez sentado ante otra mesa de altura ya corregida, conseguí localizar las fotos de “mis marcas”, que quien lo diría estaban en su sitio, en le sitio obvio para estar, donde ya había mirado varias veces en Piles sin éxito.

Así que después de este rollo, que en parte justifica mi tardanza - tampoco especialmente elevada - pero si el que no este escrita desde Piles, pasemos a las lecturas antes de que se me acabe otro mes, que ya es día 28, y esta aventura de fotos y mesas ha retrasado notablemente mis planes.

Aunque antes de A orillas del mar, que sería el primer libro que leería en este viaje a Piles, había empezado uno de cuentos en Madrid (que deje en Madrid para terminármelo a la vuelta) empiezo por él ya que parece lo suyo para unas lecturas en Piles. Es un libro sobre la emigración (o inmigración o migración a secas, ya que la diferencia parece solo una cuestión de perspectiva), sobre el choque cultural  que el libro se supone quiere reflejar, que en algunas cosas es obvio como en ese “fue el mismo año de la caída de Granada y la expulsión de los musulmanes de al Ándalus” que para otros en la (re)conquista de Granada (otra vez la perspectiva) y en otras pues hay que leer con mas detalle.

Me ha divertido mucho la anécdota de porque los musulmanes tienen que rezar cinco veces al día por el mandato divino, mandato que al según su tradición, o así lo cuenta el autor, le dio a Rayab el profeta (curiosamente en presencia de Abraham, Moisés y Jesús, más curiosamente un 27 de Julio, y aun mas curioso que no se lo diera a Mahoma, que yo pensaba que era el profeta oficial, pero mira tu, parece que había mas): “recibió el mandamiento divino de que los musulmanes rezaran cincuenta veces al día. En el viaje de regreso, Moisés le aconsejo volver y regatear; llevaba bastante más tiempo en el ajo que el Profeta y creía que Dios se avendría a rebajar un poco esa cifra. Y así fue; el todopoderoso acabo dejándola en cinco rezos diarios.” Aunque todo el texto parece ser bastante próximo a la herejía (¿negociar con Dios, estar en el ajo?) yo lo doy por bueno, por una parte, por el que lo escribe y por otra porque es más o menos lo que paso con la recomendación de comer cinco raciones de frutas/verduras diarias (que es algo que procede de un estudio sobre la longevidad de los japoneses que asociaba esta al consumo de frutas/verduras pero como los japoneses comían muchas más – creo recordar que como diez raciones al día – y sea quien hizo el estudio le pareció que eso iba a ser excesivo y que no iba a ser aceptado en occidente decidieron rebajarla a cinco, así, porque si… supongo que porque parece que cinco es una cifra elevada pero viable para mandamientos, además de tener una rima fácil).

Divertida es también la reflexión sobre la historia del huevo de Colón (la de ponerlo de pie para evitar un motín que terminara con el viaje a las indias): “ya no recuerdo si la moraleja consistía en que si quieres comer un huevo primero tienes que cascarlo y, por tanto, si quieres llegar a Catay tienes que soportar incontables penalidades, o si solo se trataba de demostrar a los marineros que Colón era mucho más listo que ellos, y por tanto sabia mejor lo que se hacía”. Supongo que vistos los resultados, que para nada llegaron a las indias, pues supongo que es la primera, la del sufrimiento, aunque parece mucho mas creíble la segunda: la de creerse mas listo. 

Aunque a mí la que más me ha llamado la atención es un dialogo sobre Bartleby (si el escribiente de la historia de Melville - si, otra vez, si, el de Moby Dick - y del que no os explico mas ya que a modo de homenaje pues prefiero escribo tan solo un "preferiría no hacerlo". Venga, id a leer a otro sitio y a los clásicos) en el que uno pregunta si “¿no captaba algo familiar en él, algo que anhelaba, algo heroico?” A lo que el otro le contesta “Que va – respondió-. Me pareció un tipo peligrosos, capaz de comerte pequeños pero constantes actos de crueldad contra sí mismo y contra otros más débiles que él, un maltratador.” Aunque la conversación sigue buscando motivos para justificar a Bartleby el caso es que si, que  aunque nunca lo había pensado en estos términos precisos, Bartleby es un maltratador (además de un personaje, sencillamente, odioso; un abusón en toda regla) pese a la opinión que algunos tienen de que es un héroe, casi un antisistema.

Asesinato en el Jardín Botánico me lo compre – en la feria del libro, en la caseta de Méndez – sin ningún motivo concreto y solo puedo pensar que si lo cogí fue porque estaba allí y no entendía bien el orden. Me explico, el orden en las librerías es importante para los clientes habituales ya que uno no se dedica, en general, a mirar toda la librería, sino que ya sabe dónde coloca el librero las cosas que a uno le puede interesar ya sea por el autor, por el tipo, por la editorial. A veces te pierdes cosas o a veces has de salir de tu zona de confort y acercarte a zonas que no visitas habitualmente de la librería, pero, lo normal, es que te centres en las zonas que conoces que sabes que es donde esta, o debe estar, lo que buscas, lo que te interesa. Esto es un acuerdo tácito entre librero y lector, él debe mantener el orden y seleccionar las ubicaciones, al igual que lo que expone, pero igual esto solo es otra tara mía y al mundo en general no le importa. El caso es que seguramente en la librería Méndez no lo habría cogido y, aunque no está mal, no tiene especial interés y me cuesta pensar que hay toda una “mítica serie” con esta protagonista. Poco más que decir.

Como mi viaje a Piles era un viaje corto, básicamente de fin de semana, pues llevaba poca lectura por lo que me vi obligado a mirar las novelas que vendían en el supermercado (el estanco, aunque estaba abierto, todavía no había recibido las novedades editoriales, supongo, porque no tenía ni una mala novela) y claro un Connelly (Michael, no John) pues era una de las pocas opciones viables; o eso o me vería obligado a pedirle un libro a mi sobrina Alicia sobre amores, picores más bien, escritos para y por adolescentes que solo se comunican por mensajes, emoticonos, o memes). Connelly, aunque fuera un Michael, pues era mejor opción.

El caso es que Helena me hizo notar – tampoco era difícil darse cuenta, lo ponía en letras grandes en la contraportada – que el personaje principal de Más oscuro que la noche era el de una serie que había visto y que tenía su punto (aunque tarda en aparecer en la novela que empieza con otro personaje principal) así que ni tan mal.

Lo más llamativo del libro he de reconocer que es la traducción, creo que últimamente me estoy volviendo muy quisquilloso con este tema, pero de verdad es necesario traducir “Darkness on the edge of town” como “esta oscuro en el filo de la ciudad” (¿el filo de la ciudad, en serio?) Y porque traduce a Springsteen y no traduce “Straight Life” de un trompetista de jazz. En fin, ni idea pero me resulta desquiciante (bueno, realmente lo sé – en una se refiere al título y en otra a un verso de la canción – pero no me parece aplicable la diferencia)

Quitando esto, es un libro que se deja leer, supongo que adaptando la nomenclatura de mi hermano Rafa no llega a ser chopped, pero está muy lejos de un buen ibérico; tal vez en la zona del fuet.

Por destacar algo - además de la traducción - podría destacar la respuesta de Bosch (el prota de la serie mencionada)  a la pregunta de si él cree que el músico en cuestión “era un genio con la jeringa en el brazo… si todo genio (músico, artista, incluso detective) tiene un defecto así. La jeringa en el brazo” a la que solamente se puede responder con ese “yo creo que todo el mundo tiene un defecto fatal, tanto si es un genio como si no.”

Cuentos Sentimentales, era mi última compra de la feria del libro y lo compres solamente porque lo comparaban con Gógol, que me parecía mucha comparación (aunque es verdad que tampoco me he leído todo Gógol, por lo que igual no puedo juzgarlo bien). Como todo libro de cuentos pues es un poco inestable, aunque en casi todos ellos hay un punto en el que pasa de describir a algunos personajes o situaciones asumiendo que todo el mundo puede identificar de quien se habla. 

Esto a veces es porque el personaje es algo anodino “Hay personas, ¿saben?, cuya vida entera puedes contar en diez minutos, con todos sus detalles, desde el primer grito ininteligible hasta sus últimos días.” y otras, esto es mas gracioso, porque “Estaba en esa edad de transición en la que te pones a describirlo y el muy hijo de puta ya ha crecido para cuando se publique el libro, y así te haces una idea de cómo es Míshka Rundukóv. ¿Pero de donde le ha salido bigote si no tenía ni pelusa en el momento de describir los acontecimientos?”. En fin, lejos de Gógol que yo recuerdo, pero aceptable, una lectura entretenida.

Ya en Madrid me quede sin lectura justo en plena “ola de calor” (si, lo pongo entre comillas ya que en Madrid en verano siempre hace un calor asfixiante, pero es verdad que este año el calor llego antes – normalmente la peor semana es a finales de julio, primeros de agosto – y puede que haya hecho un poco más de calor de lo normal) y la verdad es no encontraba el momento de cruzar el descampado asfaltado que es la puerta del Sol para acudir a mi librería de referencia (la librería Méndez de la calle mayor, por si alguno todavía tiene dudas sobre cual debería ser su librería de referencia en la capital del reino). 

Así que, aprovechando un momento, en el que por compromisos laborales pasaba por la puerta de La casa del libro de Fuencarral aturdido por el calor (era después de comer, en plena hora de la siesta) pues decidí entrar para a) refrescarme antes de desplomarme deshidratado en plena calle Fuencarral (algo que parecía próximo a suceder y que debo evitar para no preocupar a familiares y amigos) y b) abastecerme con la sensación de cometer una infidelidad pero con la necesidad de tener algo que leer al llegar a casa (algo necesario, esta infidelidad, de lo que puedo culpar al cambio climático para liberarme de la culpa de mis actos, como hace casi todo el mundo).

Total, que me compre Nadie por delante que por la portada (no estaba yo como para leer contraportadas) pensaba que era la típica novela de filólogo, o poeta, en pandemia recuperando sus lecturas clásicas, haciendo una revisión de las mismas que parece es a lo que se han dedicado casi todos.

Que lejos de la realidad, que lejos de mis preferencias personales (que tampoco están muy cerca de las lecturas clásicas, todo hay que decirlo). 

No sé cómo describirla ¿una especie de revisión de un hazañas bélicas de nuestra juventud, pero sin detalles de tebeo infantil, o solo con detalles de detalle infantil? ¿algo subvencionado por el Ministerio de Defensa, antes llamado de la Guerra? Ni idea, pero no son mas que unos cuantos episodios de las recientes intervenciones militares del ejército español por el mundo, empezando por la isla de Perejil hasta Kabul a través de unos militares ficticios, o tal ves reales pero filtradas sus características mas militares, para promocionar la bondad de las mismas, que me costo leer y mas todavía digerir mentalmente. Pero, si me la acabe y no la tire a mitad considerando que esta exaltación del valor militar era casi pornográfica, debió de ser solamente por no tener que salir a comprar otra lectura hasta que pasara el calor africano (de las colonias africanas debería decir, o mejor de nuestros territorios en África para estar a juego con este patriotismo o militarismo que rezuma el libro). No sé, imagino que de todo hay que leer, pero…no, no la recomendaría a nadie.

Mi otra compra de infidelidad fue Aniquilación, que me parecía un título que podría ser excelente, aunque tanto el autor (que creo recordar como un auténtico pesado, aunque creo recordar que alguna novela suya me gusto) como la contraportada (que esta vez si leí en diagonal, gracias a que el aire acondicionado a tope de la tienda me había recuperado lo suficiente, no prometía nada bueno) me echaban para atrás. Pero, tampoco localizaba nada interesante y era lo suficientemente gorda que incluso dejándola a mitad me tendría un rato entretenido o aburrido pero, tu  ya me entiendes, por lo menos con lectura.

En fin, me gustaría poder decir que es una buena novela, pero, para ser sinceros, no lo sé. No he conseguido acabármela. Un poco antes de la página 400 decidí que ya había tenido bastante y que no hacia tanto calor, que podía volver a visitar la librería Méndez para reabastecerme y dejar de leer esta novela que no me estaba interesando en lo más mínimo.

Con todo, en esas 400 paginas, conseguir marcar dos buenas frases, pero solamente porque son frases fáciles de esas que siempre llaman la atención a los que hemos sido educados en la tradición católico-cristiana (una de las dos, seguramente; creo que yo en la primera pero tampoco me preguntéis por las diferencias que aun hace calor).

La primera frase es la típica sobre las señales divinas: “Si Dios existía realmente, como creía Cécile, podría haber más indicaciones sobre sus criterios, Dios era un mal comunicador, en un maco profesional no habría sido admisible tal grado de amateurismo”. Es verdad Dios es un mal comunicador, pero como decían en aquella peli “tiene un gran publicista” o igual lo es el mismo.

La segunda es un poco más profunda, o no tan superficial: “así que no, no soy cristiano; tengo incluso tendencia a pensar que comenzó con el cristianismo esta propensión a aceptar resignados el mundo actual, por insoportable que sea, a la espera de un salvador y un porvenir hipotético; el pecado original del cristianismo, a mi entender, es la esperanza.” Si, puede argumentarse que esta aceptación del mundo y el no preocuparse por cambiarlo es el pecado original, esa esperanza de que esto pasara, pero tampoco creo que pueda achacarse únicamente al cristianismo. Sospecho que es la marca de la casa de todas las religiones y creencias sectarias: “espera, ten esperanza que todo cambiara” en sustitución de un mucho más activo “cambia el mundo, o inténtalo, no esperes a otro mundo”.  No sé, no me apetece ponerme profundo, pero igual esta creencia en que total, hay otro mundo, pues hace que si este se va a la mierda pues tampoco sea para tanto. Al fin y al cabo: Nos queda la eternidad, que es mejor que el Planeta B, o mantener el planeta A por lo que por que preocuparse por el cambio climático o la extinción de la humanidad (que no del planeta, que se adaptara a lo que corresponda como ya ha hecho durante varias glaciaciones y otros eventos extremos) si tenemos al alcance de la mano la eternidad. No se, se me ocurre como explicación de cierto negacionismo pero no le deis mas vueltas y simplemente, pues eso, divertíos asaltando el castillo.

 

Lecturas

A orillas del mar – Abdulrazak Gurnah

Asesinato en el Jardín Botánico – J.M. Guelbenzu

Más oscuro que la noche – Michael Connelly

Cuentos sentimentales – Mijail Zoshchenko

Nadie por delante – Lorenzo Silva

Aniquilación – Michel Houllebecq

viernes, 29 de julio de 2022

Comentario de textos Junio 2022

Tentado estoy de volver a empezar comentando lo tarde que empiezo a escribir estas notas de mis lecturas, pero al final he decidido optar por la otra opción y considerar que como todavía no se ha acabado el mes siguiente pues, sencillamente, todavía voy a tiempo.

Así, si algún mes, consigo escribir estas notas antes del último fin de semana el mes pues en lugar de ir retrasado iré adelantado; al fin y al cabo, todo es una cuestión de perspectiva. O de lo que se llama lenguaje político: si algo no está bien hecho, eso no te obliga a hacerlo bien… le cambias el nombre y problema solucionado (más bien no, pero bueno, así parece que funcionan las cosas).

La verdad es que este mes el retraso tiene más delito ya que a primeros de mes mi hermano me hizo entrega – por persona interpuesta, por proxy o como lo queráis llamar – de su nueva novela ya editada: El rio de cenizas. Es decir que desde primeros de mes tengo una novela que comentar – o sobre la que corregir mi comentario anterior – sino que además en la dedicatoria me reta con un “te espero en tu blog” y yo, pues, como buen pacifista que soy, aquí he pasado el mes tan ricamente sin aceptar este reto de mi propio hermano. Pero si no lo he aceptado no es porque considere que esto puede acabar en tragedia griega, sino solamente porque otras cosas me han tenido entretenido, ocupado y sin las ganas necesarias para ponerme con la tarea de comentar mis lecturas.

Si en la primera lectura del borrador he de reconocer que no me gusto especialmente el libro, he de reconocer que el resultado final sí que me ha gustado y sin considerar, como señala la fajilla, que esta seria “su novela más emotiva” (que no se bien que quiere decir, o de si alguien en mi familia tiene la capacidad para ser emotivo, bueno, especialmente emotivo ya que es algo que no se nos da bien; la emotividad, digo) si me ha parecido una buena novela, no una obra maestra, pero si lo suficientemente buena para mantener mi recomendación de que salgáis a comprarla y a leerla.

Una de las cosas que me gusto poco del borrador era el tratamiento de la pandemia que hacía, que desde mi punto de vista rallaba el negacionísmo, eso si, a través del sentido del humor (que es mucho mejor forma de negarlo que la más habitual de la conspiración, o directamente conspiranoia) pero que no me acababa de convencer. También me parecía que le faltaba “un núcleo” casi diría una historia que contar, pese a existir un personaje principal no se acababa “de ver” bien que parte de su historia se quería contar.

Estas dos cosas están completamente cambiadas en esta versión (o eso me parece a mí) puede que por la aplicación del principio que el propio Rafa anuncia de “escribe un cuento sobre un árbol y, cuando lo termines, quita el árbol y veras que el relato tiene ahora más sentido y más misterio”; ahora sí parece existir una historia que contar (aunque como en toda buena novela se cuenta más de una historia) y supongo que cada lector sacara una lectura de la misma y puede que incluso alguno crea que la historia va sobre esa distinción que hace entre el carácter y el destino de las personas: “el que tiene destino avanza como una flecha lanzada hacia una diana, y está siempre en movimiento. El carácter es como lo que en la tele llaman una comedia de situación, como Cheers o Friends; un escenario en el que a cada personaje le vuelven a pasar las mismas cosas, lo que exige su carácter”. Vete tú a saber y sobretodo vete a saber qué tipo de persona somos cada uno de nosotros. NI idea, pero en mi experiencia seguramente muchos seremos justo del tipo contrario al que creemos ser.

Obviamente la novela tiene el sentido del humor de Rafa, especialmente con las cosas cotidianas y con la parodia de nuestros políticos y, en gran medida, de sus asesores y de todo el desatino que se llevó a cabo durante estos últimos años (que desgraciadamente, en gran medida sigue).

Aunque yo debía de haberme dado cuenta hace mucho (ya que incluso tengo una novela no publicada de Rafa en la que se cita) no fue hasta la lectura del borrador de esta que me di cuenta de que podía decir que el nombre de mi empresa se debe al efecto Mateo, a Mateo 13,12, que, ya, si eso, pues os dejo que lo busquéis vosotros y cambiar la versión de que solo pensaba trabajar 13 años e irle cambiando el nombre cada año en una cuenta descendente pero como dice uno de los personajes “Yo leo como una terrorista, indiscriminadamente, a mano armada y sin arrepentimiento” y, añado yo, sin asimilar mis actos.

Como no quiero estropearos esta lectura (y compra) obligatoria tampoco citare muchas frases o ideas excelentes de la novela, destacando solamente aquellas que a mí me parece que mi hermano todavía no ha acabado de asimilar como esa de “Un divorcio sin asesoría legal es como sacarse una muela sin dentista, en tu cocina y con ayuda de unas tenazas” o esa otra de que “entonces me convencí de que la cultura es siempre lo que saben los demás”. Dudo mucho que haya asimilado ninguna de estas dos afirmaciones.

En cualquier caso y sin tratarse de Dickens parafraseo a mi hermano y os recomiendo su lectura ya que “nadie que se siente en un sillón por la tarde a leer a Dickens puede ser desdichado. Al menos mientras está leyendo, si nadie le interrumpe…”

Tras la lectura (perdón, relectura o como se llame a leer una versión definitiva habiendo leído el borrador. Solo uno esta vez, que es menos de lo habitual) me acerque a la feria del libro ya que no tenía nada que leer y todavía no había llegado una de estas olas de calor.

Hacía muchos años que no me acercaba por la feria de libro ya que en los últimos años que había ido apenas si había editoriales, eran casi todas librerías, y la verdad es que todas tenían prácticamente lo mismo lo que la hacía bastante aburrida. Además, siempre elegía para ir el momento del mayor chaparrón que me hacía abandonarla a la carrera hacia el bar más cercano. Curiosamente este año no ha llovido, ni el día que yo estuve ni parece que ninguno de los demás (el cambio climático, supongo) y este año si había muchas editoriales.

Pero por supuesto también estaban mis amigos de la Librería Méndez, a los que, obviamente, me acerque para comprarles algunas novedades. Entre ellas la tercera – supuestamente ultima parte – de la trilogía del noble sueco ese “noche y día”: 1795, aunque vete a saber si será o no la última que últimamente ninguna palabra significa lo mismo que significaba antes.

A mí, las tres novelas de la trilogía me han gustado, me han proporcionado una visión de una Suecia histórica que no tenía ni idea de que existiera y que me ha sorprendido por su sordidez, por su pobreza e incluso por su perversidad en algunos aspectos. Si en la primera me aporto eso de “las leyes suntuarias” que en cierta medida les hacían parecer más pobres y estoicos en esta también se habla de algunas prohibiciones extrañas, como la del café y de cómo fue “recibida como tantos otros decretos de la misma índole: los ricos la ignoraron, los adictos la infringieron, los emprendedores la aprovecharon.”

También sorprende como en un país de una cierta liberalidad en la que el uso de “mosca española” (al parecer un potente afrodisiaco y casi un tipo de Viagra por lo que he entendido) es una cosa razonablemente normal todavía se mantenían tabúes sobre la homosexualidad, concretamente entre hombres de fe que lleva a uno de los personajes a comentar sobre una pareja homosexual que no se consolida por las creencias religiosas: “Si la fe de esos muchachos perdura sesenta años más, serán dos viejos solitarios con una muleta bajo el brazo en vez de un ser amado que los apoye.” Algo que produce una cierta tristeza, aunque no tanta como saber que esto también pasa en la España de 2022 y no solo en la Suecia de 1795.

Como curiosidad de mi prodigiosa, por nula, memoria os contare que ni dos semanas después de haber leído este libro estaba en una cena con una sueca, y la conversación giro hacia los libros e incluso hacia autores suecos. Pese a que prácticamente me acababa de leer este libro – y los dos anteriores – pues fui incapaz no ya de recordar el nombre del autor o del libro, sino que fui incapaz de acordarme que había leído, por lo menos, tres libros de un sueco mientras intentaba recordar a algún o alguna escritora sueca de novela negra (que es lo que está de moda y que seguro también he leído). Una vergüenza inolvidable, bueno, no justo eso, inolvidable, va a ser que no.

Entre las distintas editoriales que había este año me sorprendió encontrarme con una que básicamente tenia literatura rusa (o soviética, o de la Europa del Este, como quieras decirlo) y que tenía cierto aspecto a la editorial que edito a Rafa por primera vez ya que era una editorial familiar que un marido había montado para su mujer (o así me lo conto la susodicha, o eso le entendí yo). El caos es que ya que me había parado a mirar pues decidí comprarme algún libro de soviéticos modernos y me compré Los mejores años. Una crónica rusa que se sitúa en la década de los 90, con sus chanchullos, sus oligarcas y, bueno, lo que uno espera de esa época.

La verdad es que esperaba que fuera o más divertido o más incisivo o más algo, no sabría decir, pero es un poco flojo aunque me deja una frase excelente: “Al igual que los anillos en los árboles, los lomos de los libros daban mucha información sobre el pasado de quien vivía allí.” Y eso en el caso de que tenga libros que si alguien no tiene libros pues solo se aplica la frase de John Waters: “if you go home with somebody and they don’t have books, don´t fuck them.” Esta es una máxima que todos deberíamos tener ya que una simple mirada a la librería de alguien te da mucha información de esa persona y en algún caso – en la ausencia – la suficiente para saber que no es interesante y que las cosas no saldrán bien.

En fin, que decir de La Gran Serpiente. A ver la historia tiene su gracia ya que es la típica asesina profesional que esconde su condición bajo una tapadera de ama de casa convencional y un día pues se le empiezan a cruzar los cables y todo empieza a descontrolarse y prácticamente acaba matando hasta al apuntador y por motivos cada vez más absurdos u obsesivamente absurdos. Pero le falta un montón, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de historias – fundamentalmente películas – que parten de una premisa parecida, pero con mucha más gracia. No sé, puede que sea porque, al parecer, era su primera novela y se ha negado a corregirla para esta edición, pero… igual debería haberse replanteado la posibilidad de corregirla y actualizarla. No sé, solo había leído otro libro de este autor, que tampoco me convenció, así que no me atrevo a valorar si hubiera mejorado o no con una corrección y actualización.

Cuando en la feria del libro cogí Prometeo, lo hice pensando que resultaba curioso como casi todos los filólogos acaban volviendo a los mitos o las tragedias griegas para revisarlas y pensando que era una novela. Lo primero es cierto y supongo que la explicación es que pasan demasiados años estudiándolos y estudiando cada uno de sus detalles, lo segundo era sencillamente falso y el libro es una mezcolanza de artículos, obra de teatro. Vamos un guirigay.

Entre todo este guirigay pues alguna frase buena deja: “El pasado convertido en leyenda sire para justificar la mentira del presente”, algo que cada vez pasa mas con estas causas nacionalistas que rebrotan de forma incomprensible con interpretaciones completamente parciales del pasado.

También esa otra de Machad, a través de uno de sus personajes (Juan de Mairena) y que es el “Consejo que olvido Maquivaleo: procura que tu enemigo nunca tenga razón.”  Ya que si en algún momento, en alguna cosa mínima, tiene razón no dejara de recordártelo y de usarlo como la prueba de su verdad absoluto, o de que siempre tiene la verdad absoluta.

Y por supuesto esa es variación de la respuesta que dábamos cuando nos preguntaban ¿Qué quieres ser de mayor? a la que ahora, ya mayores, pero aun no tanto, podemos responder “Soy por edad un aspirante a viejo verde que vivió de joven las represiones clericales sobre el sexo propias de la dictadura franquista. Es inevitable que me inquieten las confusiones entre la libertad sexual, la mercantilización del cuerpo y las dinámicas liquidas de género.” A mí, concretamente además de las de genero me inquietan las de numero pero igual es porque las represiones que yo sufrí fueron tardo franquistas, o de la transición, y además siempre he sido más de ciencias En cualquier caso, olvidable.

Cuando les dije a “mis amigas” de la editorial soviética me respondieron muy dignas que no tenían solo soviéticos y como prueba de esto me recomendaron Tigerman, recomendación que acepté sin prácticamente ni mirar la contraportada salvo para confirmar que no, que no pasaba en ninguna ex república soviética. No, la historia transcurre en una isla que es una antigua colonia inglesa y que esta “condenada” a ser destruida por razones que no son especialmente relevantes.

Me ha parecido mejor novela que la otra soviética que me recomendaron (y mejor que otro libro de cuentos que también me recomendaron y que ya será comentado el mes que viene) y con algunas reflexiones que comparto como “De joven le había pasado algo parecido con una chica; espero y espero en vano el momento propicio para pedirle una cita y al final su amistad, que ambos decían querer conservar por encima de todo, se deterioró y se desvaneció porque el elemento esencial de la misma era esa pregunta, Con los deseos no consumados llega un momento en que había que hablar claro o dejarlos correr.”  (a quien no le ha pasado algo parecido, o quien no se ha escudado en una amistad para no dar el paso con una chica) o esa otra en cierta medida similar de “lo mejor que se podía hacer con la tristeza era vivirla mientras sucedían otras cosas, pues de lo contrario era fácil estancarse” que obviamente son más fáciles de decir que de hacer, son solamente eso buenas intenciones, pero buenas intenciones que uno debe de tener: la de vivir la vida pase lo que pase y no dejar que nada se estanque.

No me preguntéis porque, pero el caso es que uno de los personajes se acaba disfrazando (y actuando) como un superhéroe de película lo que lleva al autor a hacer una reflexión sobre los superhéroes, concretamente sobre Batman que yo nunca me había hecho: “Había tantos menajes como héroes. Para Superman, se trataba de la justicia y de los ideales. Era el Sueño Americano perfecto. El caso de Batman era completamente diferente. El menaje de Batman era que hay cosas que no se pueden hacer, por muy poderoso y malvado que uno sea. Para Batman no se trataba de castigar el crimen, ni siquiera de prevenirlo. Batman era un código viviente, un mensaje que decía que las acciones permisibles tienen un límite y que ese límite es absoluto. Sin embargo, lo que lo hacía absoluto no era Batman, sino lo que Batman representaba: la capacidad humana de decir no.”. La vedad es que siempre me había caído mal Batman, pero tras esta reflexión – que desconozco si es cierta – la verdad es que ahora me parece mucho más interesante. Sí, yo también soy un talibán y creo que hay un límite absoluto y que tenemos, cada uno, la capacidad de decir no. Eso es lo único necesario, ejercer nuestra capacidad de decir no ante lo que creemos que hay que decir no.

Y por supuesto en un momento del libro hay algo que describe perfectamente algo que supongo todos hemos sentido alguna vez “un ambiente parecido al tenso silencio que se crea entre el momento en que alguien dice una estupidez absoluta y otro rompe la primera botella.”

Pues eso, que aquí os dejo, en un momento muy distinto a ese y os dejo con la recomendación de siempre ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

El rio de Cenizas – Rafael Reig

1795 – Niklas Natt Och Dag

Los mejores años. Una crónica rusa – Norris Von Schirach

La gran serpiente – Pierre LeMaitre

Prometeo – Luis Garcia Montero

Tigerman – Nick Harkaway