domingo, 26 de noviembre de 2023

Comentario de textos Agosto 2023

Como ya me han afeado varios conocidos lectores de estos comentarios: ya casi llevo cuatro meses de retraso con los mismos (hoy es 26 de noviembre y estoy empezando los comentarios de agosto).

No estoy seguro de tener ni una buena excusa para este retraso, ni una mala si he de ser sincero. Podría achacarlo a una punta de trabajo (que he tenido) pero también podría achacarlo a lo contrario (haber hecho algunos viajes a Piles, otro a NYC, haber visto varias series de televisión, o de no televisión). En fin, que un cumulo de circunstancias me han llevado a encontrarme con más de veinte libros que comentar con retraso. Tanto retraso llevo que me he quedado sin marcadores para mis trozos favoritos de los libros y, si bien esta no es la razón principal de estar aquí, todo suma.

Mi idea es ponerme al día antes de que acabe el año que, si no pues me veré obligado a “gastar” uno de mis buenos propósitos en esto, y tampoco es plan con la cantidad de “malas costumbres” que tengo que serían susceptibles de propósitos de año nuevo.

Esta vez no os contare ninguna chorrada de las que me inquietan (ya que algunas de ellas involucran a lectores de estas páginas y todavía no existe el distanciamiento suficiente para poder comentarlas sin herir sensibilidades; igual esto tardara en llegar), así que pasare directamente a los comentarios. Comentarios que además serán costos en mis aportaciones (aunque largos en las citas) ya que con el tiempo transcurrido mi memoria no permite recordar mucho de lo leído, solo las impresiones generales.

Evasión, es otro country-noir, esta vez sobre unos presos fugados y sus perseguidores que, a mí, no me ha convencido. A la mitad de sus personajes les pasa lo mismo que a su personaje central (Mopar es su nombre): “Mopar nunca ha sido tonto de verdad. Lo que sucede es que nunca ha dejado pasar una sola mala idea. Cuando se le mete alguna idea en la cabeza, le da vueltas hasta que la gota o se desintegra. Hay líos en los que acabas metido y otros en los que te metes tu solo. Mopar es aficionado a los segundos.” que me resulta extraña ya que yo hago algo parecido con las ideas que, casi siempre, se me atascan en la cabeza, pero creo que es una virtud ya que en las vueltas que le doy intento encontrar una solución al problema, acabando, a veces, con alguna idea no del todo mala; a la otra mitad lo que les pasa es que “uno siempre cree que no tiene ninguna opción, hasta que elige la equivocada.”  algo que a mi me parece más habitual en la gente, incluso cada día mas, ya que parece que la gente no piensa en sus opciones y acaba eligiendo una opción al azar que normalmente no es la mejor y si habitualmente la equivocada (como el cambiarse de cola en el supermercado, algo que, estadísticamente, nunca funciona).

La acción de la novela se sitúa en el estado de Colorado (un estado, que en mi cerebro, es extraño ya que tiene desde la pistas de nieve de Aspen hasta las zonas desérticas de parte del cañón del Colorado – que sí, que ya sé  que en la realidad el cañón (gran cañón, debería decir) del Colorado no está en colorado, pero así funciona mi cerebro) donde los personajes se plantean si deben construir una cárcel o una universidad y donde “Los del pueblo decidieron que no iban a vivir lo bastante como para ver el momento en que Colorado necesitara una universidad, mientras que la prisión era ya una urgencia.”, ya digo un sitio raro (que por cierto si tiene universidad).

El emisario es una de esas novelas distópicas, pero distópica japonesa, en un Japón aislado y “debilitado” en todos los sentidos, en el que las personas de más de cien años son las que siguen trabajando y sacando el país adelante y en el que “ya hace tiempo que los ancianos se quejan de que los jóvenes de hoy en día son unos inútiles. Dicen que quejarse en beneficioso para la salud. Asimismo, parece que el hecho de insultar a los jóvenes hace que les baje la presión sanguínea”. No, si ahora va a resultar que la estupidez de los adolescentes (y de los pre adolescentes) es una cosa buena. La verdad es que yo siempre he pensado que las medidas de casi todos los ministerios iban encaminadas en la dirección de hacer a los jóvenes más inútiles (cambiando clases de matemáticas por clases de deporte; me niego a llamarlo educación física) pero no se me había ocurrido pensar que fuera algo planeado para que mejorara la salud de los mayores. Mira tú, que igual tienen razón.

Por otra parte leer “No hay nada más terrible que una ley que todavía no se aplica porque, si quisieran meter a alguien en la cárcel, podrían arrestarlo de repente sin más por algo que todo el mundo infringe tan tranquilamente” me recordó mucho a hace unos veinticinco años (o más) cuando el ayuntamiento de Madrid decidió hacer cumplir la ley de horarios nocturnos y se dedicó a multar a todo el mundo con una ley que ya existía pero que nadie cumplía, así como a algunas otras ocasiones que se dan, se han dado, en este país tan nuestro.

Como en casi todas las novelas japonesas, de buenas editoriales, las notas a pie de página (del traductor) siempre proporcionan información muy interesante como que los martes son “de fuego”, los miércoles “de agua”, los jueves “de árbol” y los viernes “de oro” debido al primer kanji con el que se escriben (sí, yo también me he quedado con la duda de que pasa con los domingos y los lunes que el traductor no explica); o el nuevo debajo sobre el verde y el azul que antiguamente (hasta hace un milenio) no se distinguían en japonés (ambos eran ao) hasta que introdujeron la palabra midori para el verde , aunque algunas cosas verdes se sigan llamando ao (yo pensaba que todas las cosas, entre azul y verde, se llamaban midori, pero supongo que el traductor sabrá más de este que yo).

Aunque en principio, juzgando por la contraportada, El escupitajo es una novela que yo nunca me compraría (una madre contra la mafia por la muerte de sus dos hijos) la verdad es que su lectura me ha entretenido, convirtiéndose en una candidata posible para un intercambio en un futuro con Maria de la O.

La verdad es que tiene frases demoledoramente descriptivas del machismo (en este caso de una Italia de los 60) en que “Las mujeres eran el pasivo de las economías familiares, bocas que comen pero que no se ganan el pan, obligadas, incluso de niñas, a matrimonios pactados: o esposas de hombres, con el velo liso de la abuela y un convite de garbanzos tostados y vino de batea; o esposas de Dios, con la dota de trigo entregada a la hermana que se casa, la cual, miserable y desgraciada, no se saciara nunca a la mesa del Señor.” O donde “Era como las mujeres que tenían en su casa, deformadas por los embarazos, embrutecidas por amor, agradecidas de los cuernos que las libraban de otras fatigas, sordas a todo rumor que no fuese un llanto o un vaso roto.” Pero donde alguna se diferencia y “Doña Fina no era mujer de desaparecer en la tristeza del recuerdo y el dolor, y tampoco en la limpieza de la sacristía, y mucho menos de volver a casarse; no por el temor a nuevas habladurías, sino porque hubiera sido su tercer matrimonio y, como explicaba a sus hermanas, ya no habría podido acostumbrase al olor de otros pedos.”

Donde algunos jóvenes se metían en problemas precisamente porque sus madres querían evitárselos y “En la adolescencia le negaron la calle y las malas compañías que para la formación de un adulto superar con mucho el esfuerzo de cualquier educador”, tan necesarias, a veces, aunque sea por el ejemplo negativo; y donde (de forma general, no en casos particulares) y como en todas partes, “las desgracias no llegan por sorpresa. La vida no cambia de un momento a otro como si el instante anterior no hubiera existido. Esto sería una insana alternancia que arrastraría a las criaturas vivientes a la camisa de fuerza.” En los casos en los que llegan por sorpresa la verdad es que luego no suele existir alternancia, supongo que para evitar la locura de esos vaivenes.

Otra vuelta al country-noir es En el Sur de Indiana, donde se mezclan el machismo y el abuso de una forma intrínseca que puede resumirse en esa frase “A Connie la criaron en la idea de que protección y abuso eran cartas de una misma baraja.” o textos bíblicos del Éxodo y su “Si en una riña los contendientes golpean a una mujer embarazada y la hacen abortar, pero sin poner en peligro su vida, se les impondrá la multa que el marido de la mujer exija y que en justicia le corresponda” con los grandes remedios caseros, conocidos y desconocidos, “Sorbitos de ponche para cortar las mucosidades de un resfriado o de una bronquitis. Beicon para las picaduras de abeja hasta que el aguijón asomaba lo suficiente para sacarlo de la piel con unas pinzas. Zumo de tomate recién exprimido con caldo de pepinillos en vinagre y un chorrito de Everclear para aliviar la resaca.”

Donde además he podido leer una frase que define parte de mi vida amorosa: “No pasaba un dia en que no la echara de menos. Pero no quería volver al pasado. Haría exactamente lo mismo, aunque el resultado fuese idéntico.”

A diferencia de los libros anteriores (que provienen de mi librería de referencia, Méndez, en la calle mayor) mi siguiente lectura proviene de la librería pasajes a donde fui a ver si encontraba la última novela de Irving que me apetecía mucho leer ya que, como seguro ya os he contado, soy fan. Ya que estaba por allí pues me compre también Birnam Wood porque pasaba en Nueva Zelanda (olvidando que ya había leído otra novela de la autora, sin saber que era neozelandesa, y olvidando que no me había gustado). Pese a ser una novela “de enfrentamientos”, una banda de hippies (que ya sé que ahora no se llaman así, sino hípsters o vete tú a saber que) que vive “a legalmente” en una comuna enfrentada a “un malvado magnate americano” que quiere explotar las tierras en un proyecto que puede ser “mega destructivo” la verdad es que está bien y como acaba como acaba pues tiene su punto (si, mueren varios hippies que siempre está bien).

Una de las cosas que más curiosas me ha resultado – aunque ya la había comprobado in-situ es la prevalencia de lo físico frente a lo intelectual de esa cultura que resume muy bien uno de los protagonistas: “Tony was very proud to be well read, and had often rallied against the defensive anti-intellectualism that defined his country’s culture, but he had nevertheless recognized in himself, at times, a Deep desire to perform a kind of excessive rugged practicality in compensation for his bookishness, submitting himself to physical privations, testing his strength and his endurance well beyond that was called for, and devising circuitous home-made solutions to problems that could be solved much more easily, and often more cheaply, by paying someone else to fix them.” Motivo más que suficiente para abandonar ese país antes de convertirte en un deportista sufriente o en un vicioso del bricolaje. La verdad es que ahora que la releo toda la página no tiene desperdicio y refleja bastante bien la cultura neozelandesa: patriótica, nacionalista, prejuiciosa, y sacrificada en modo abuela “que no hace falta que enciendas la luz, ya me quedare ciega” que se traduce en una actitud pasivo agresiva, cuando menos, demencial.

Tambien aporta alguna reflexión interesante sobre la democracia y las minorías que podria ser aplciable en este pais: “Democracy isn´t about everyone voting the exact same way, it´s about whether you agree to do along with the outcome of the vote even if it turns out you’re in thre minority. That´s consensus.”; si, a veces la minoría ha de ceder y no imponerse como pasa por aquí.

O mas genéricas: “… nothing attracted more attention than somebody attempting to blend in. A far better form of camouflage was to choose a costume that conformed to some blatant stereotype and the to wear it openly, deliberately courting judgement and inviting bias, until general opinion has been fixed; after that, one could virtually do as one pleased, for while people were quick to form opinions, they were just as slow to change them, and – to rephrase the aphorism slightly - there were none so blind as those who has decided what it was what they saw.” Vamos, el tradicional “cría buena fama y échate a dormir, cría mala fama y échate a morir” pero expresado mas largamente.

Como no encontré la novela de Irving en Pasajes pues me acerqué a una librería, cuya única virtud es ser bastante más grande, casi tanto como una novela normal de Irving donde si la tenían y donde compré Mis días en la librería Morisaki por tener casi los dos extremos de tamaño de un libro y por completar la compra con una japonesa.

Se trata de una novela “iniciática” diría yo, en la que una joven se va a trabajar a la librería de su tío, en el barrio de Jimbocho en Tokio (que al parecer está lleno de librerías y que apunto para visitar algún día; el barrio digo, no la librería que entiendo es inventada) y de este contraste entre el anciano felizmente recluido entres sus libros y la sobrina insatisfecha pues surge ese descubrimiento de otra vida distintas para ambos y que como explica “no siempre es fácil entender lo que se quiere de la vida. De hecho, entenderlo lleva toda una vida.”

Por supuesto en un momento dado, debido a que una pareja acude a la librería y casi acaba peleándose (no de la misma forma ni por los mismos motivos por los que todas las parejas se pelean en un IKEA) el anciano afirma “una pareja en una librería va más allá de toda lógica”; algo que considero cierto ya que los tiempos de mirar no suelen darse de forma simultánea y al igual que en una exposición al final uno, o una, se aburre mientras que el otro, o la otra, pues sigue entusiasmado deambulando entre libros. No, ir juntos de librerías o a exposiciones no es una buena idea o requiere mucha más compenetración que otras actividades teóricamente más íntimas.

Con todo me quedo con esta parte que siempre he pensado de las chicas que me han gustado en mi vida “… era muy hermosa. No como para perder la cabeza, pero si como para atraer las miradas. Como una piedra recogida a la orilla del mar; no una piedra preciosa, pero si con un brillo propio.” Aunque yo siempre he perdido la cabeza…

En fin, pues un primer paso para conseguir el objetivo de ponerme al día. ¡Divertíos asaltando el castillo! que yo intentare volver en breve con septiembre.

 

Lecturas

Evasión - Benjamin Whitmer

El emisario - Yoko Tawada

El escupitajo - Marzia Sabella

En el sur de Indiana - Frank Bill

Birnam Wood - Eleanor Catton

Mis días en la librería Morisaki - Satoshi Yagisawa