Creo que he llegado a ese punto (de retraso en la escritura) en el que estoy a punto de plantearme si seguir o no con estos comentarios. Desde luego no he conseguido el objetivo inicial, que era usar el compromiso mensual de comentar libros para intentar habar de otras cosas sobre mi vida o sobre mi (en el caso de que no fueran lo mismo) sino que ahora estoy casi con tres meses de retraso en los comentarios. Vamos, un desastre.
Pero la verdad es que esta costumbre de comentar mis
lecturas, aunque solo sea eso, me hace ilusión y el saber que alguien las lee
de vez en cuando, aunque algunas lecturas se hagan bajo mi atenta vigilancia
casi a la fuerza, pues hace bastante ilusión; por no hablar de algún mensaje
recibido, casi de preocupación por mis retrasos, que ciertamente te alegra el día
(o más de un día) me animan a seguir con esto pese a los retrasos y la no consecución
del objetivo inicial… que algún día lo conseguiré (espero).
Así que, a la tarea, a ver si, por lo menos, me pongo al día
antes de que acabe el año.
Este mes estoy casi seguro de que me dejo algunas lecturas
que he hecho en Piles – me gustaría decir que en alguna visita para, por fin,
contratar la obra, que, por fin está en marcha – pero no estoy seguro de que
fueran en septiembre y, pese a mi costumbre de hacer fotos a los libros que leo
en Piles (para acordarme de que los he leído) pues no las encuentro… así que
nada os puede comentar de ellos (si es que han existido).
En cualquier caso, las lecturas que si tengo controladas
(por estar aquí en casa) empiezan con Sinsonte,
que es una novela e ciencia ficción (aunque sin ciencia, supongo que se engloba
en este grupo por ser básicamente distopica) que pasa en Nueva York (siempre un
buen escenario, familiar incluso). Como todas las novelas distopicas pues tiene
su punto, siempre lo tiene imaginarse una exageración de ciertas conductas o hechos
(en este caso una vida eterna para todos y una desaparición de la lectura) que
conduce, irremediablemente, a una distopia en el que nada funciona como debería,
pero… la verdad es que si has leído a K.
Dick que convierte mundo inventados en mundos casi costumbristas (Rafa y yo
a veces hablamos de él como del Galdós de
la Ciencia Ficción, algo que se entiende mejor cuando lees su – creo – única novela
que no es de ciencia ficción) pues se
casi todas se quedan un poco “cortas”. Lo mejor de toda la novela es cuando habla de
los ingenieros genéticos que han conseguido eliminar las enfermedades y la
muerte: “Era, como se enorgullecían en
decir los ingenieros genéticos, una mejora de la obra de Dios. Pero dado que
ninguno creía en Dios, su autoelogio era poco sólido.” Es algo que me
parece impecable, una alabanza con algo que no crees; casi como esa gente que
compara cosas con cosas que desconocen “sonó, como una bomba” dice la vecina
del quinto que no ha oído una bomba nunca salvo en la televisión o el cine.
Mi siguiente lectura, como todas las de este mes comprada en
mi librería de referencia (que os repito para que no os confundáis: es la Librería
Méndez en la calle Mayor, que a diferencia de la joyería que anunciaban
insistentemente en la radio cuando era pequeño, si tiene puerta de calle) y en
este caso recomendada por el menor de los hermanos Méndez (que ya sé que no lo
son pero… como decía aquella camiseta “la
realidad está sobrevalorada”) no sin cierta reticencia ya que le parecía
demasiado larga para un lector como yo (ya ves tú lo que importa la realidad
frente a la percepción que cada uno se hace de la misma) fue Las leyes de la ascensión. SI,
efectivamente es una novela larga, demasiado largo (puede que mejorara una poco
si se le aplicara el método Stephen King, que por increíble que parezca –
viendo la extensión final de sus novelas – consiste en hacer varias revisiones
y quitarle a la versión al menos un diez por ciento de su extensión en cada revisión)
pero vamos, se deja leer y a, piense lo que piense el no-hermano Méndez, a mí
las novelas largas me gustan bastante.
La novela trascurre en 2015 y aunque pasa en Paris (Francia,
no Texas) pues aporta información curiosa (Sea o no verdad) como esa contradicción
de que para entretener a los “acampados”
del movimiento Occupy Wall Street (y según
la autora consolidarlos con referencias comunes) decidieran proyectarles una película,
eligiendo como primera película Los juegos del Hambre, mega producción
hollywoodiense y que a una de las protagonistas la “Se indignó por el hecho de que un relato de ciencia ficción
adquirieses un mayor poder de movilización que la observación banal de la
realidad. A menos que fuera preciso estimular des modo unas imaginaciones
arruinadas.” (por esa misma industria, añado yo).
Como es una novela larga pues tiene reflexiones curiosas
como esa sobre la gente que alarga los cafés matinales quedándose ya que “Los que se quedan, como el, son los
desafortunados a los que ningún deber llama. Los ociosos, que dirían los
ociosos; los libres, que dirían los optimistas”, sensación que siempre he
tenido en NYC, donde a todas horas hay gente tomando café sin ninguna prisa y
yo los imaginaba ociosos y/o libre, pero ahora tengo mis dudas de que no sean
los desafortunados.
O esa otra que, pese a ser real en algunas (demasiadas) mentes,
es más propia de una distopia mental que dice “para una mujer, escribir minaba las posibilidades de emparejamiento, y
para colmo la ponía en riesgo de quedar estéril, en virtud del vetusto
postulado que asegura que la actividad cerebral debilita el órgano reproductivo”
que es algo que creo que cada vez más creen muchos de mis contemporáneos obsesionados
con la forma física (despreciando la forma mental) como si correr mucho o
saltar muy alto les fuera a salvar de un problema futuro más fácilmente que
saber pensar una solución.
También estoy, en gran parte, de acuerdo con la valoración de
hace de como se trata la información ambiental actualmente ya que coincido en
que “cuanto más se informa al individuo
de la degradación de su entorno, menos proclive se muestra a preservarlo, considerándolo
ya impuro. Su hipótesis va en contra de todas las campañas de concienciación
actuales. Los ecologistas pondrían en el grito en el cielo” (algo que
tampoco sería diferente de lo que hacen ahora, que ya ponen el grito en el cielo
y mas allá, de forma continuada con escaso éxito).
En un tono más festivo me ha encantado ese “Lo único que me tranquiliza de la muerte es
cuanto te meten en el ataúd”, que vale no suena muy bien, hasta que la nota
al pie de página te aclara que la forma de denominar al ataúd es bière, término
que en francés alude también a la cerveza y claro eso ya tiene más gracia, es más
festivo como decía.
Normalmente cuando voy a una librería (o por lo menos a una
de mis librerías de referencia) no voy buscando nada en concreto (es muy raro
que me entere de que quiero una novela antes de verla físicamente) pero esta
vez si iba con una idea clara: quería ver si me compraba alguna novela de un
autor que me habían recomendado en la librería y que había visto que tenían más
del mismo. Así que podría decirse que la compra de Noche Cerrada fue una compra planificada, una de las pocas que hago
anualmente. Es decir, en gran medida es una de las pocas novelas sobre las que tenía
expectativas concretas y eso pues es bueno y malo a la vez. He de decir que es
una buena novela y que pienso seguir a este autor (si recomendara libros, pues
lo recomendaría; como no recomiendo libros pues me he limitado a regalar el
anterior libro de cuentos a alguien que pensaba que lo podría apreciar; que lo
ha apreciado, lo que me ha hecho ilusión, he de reconocer).
En el libro de cuentos, que leí el mes pasado, ya se veía que
era un tipo de contaba mucho con poco y contaba sobre personas (quiero creer)
desgraciadamente muy reales de la América profunda actual. En este mantiene la línea
y más que una novela es un cuento largo (sobre todo después del tocho francés que
acababa de terminar) en la que retrata muy bien (para mi gusto) los personajes
con excelentes frases como “El vendedor
le ofreció unos guantes a muy buen precio, pero él los rechazo, no había utilizado
guantes en su vida. Si un hombre no podía servirse de los dedos cuando hacia
frio, ese hombre no valida un centavo.” Solo con eso ya sabes de qué tipo
de persona se trata, igual que lo sabes de ese otro al que “Provocar a aquel chaval era pan comido. Su cerebro era una presa sin
rio.” De momento, dos de dos a favor de Offutt… seguiremos leyendo.
Pero como no todo pueden ser éxitos, aciertos al elegir la
lectura también me compre El baile del
agua que no, no tenía buena pinta, pero ya sabéis mi debilidad por los títulos
con referencias hídricas o hidráulicas. Efectivamente su lectura me ha aburrido
bastante y salvo porque algunas cosas pasan cerca de Nueva Orleans, lugar que
pensaba visitar en breve pues igual ni siquiera me lo habría acabado.
Supongo que la compra de El regreso del Soldado puede sorprender a algún lector de estos
comentarios que tenga memoria suficiente y haya leído con interés ya que hace
dos años compre otro libro de la autora que tuve que dejar a mitad. Eso si, a cualquiera
que me conozca y que específicamente conozca mi ausencia de memoria sobre las
cosas que he leído no le sorprenderá nada y podrá imaginarme perfectamente en
la librería debatiéndome entre el hecho de que me sonara el nombre de la
autora, que incluso recordara haber leído algo de ella pero que no tuviera ni
idea de si me había parecido bueno, malo o indiferente.
Creo que todo el libro, que no es especialmente largo, solo
tiene una frase que me haya despertado algo parecido a un levantamiento de
cejas tipo Belushi, o una sonrisilla:
“rece y leí la Biblia, pero no obtuve
ninguna respuesta. No se nota lo poco que hay en la Biblia hasta que se acude a
ella en busca de ayuda.” Pues sí, supongo que lo mismo, o menos, que en cualquier
otro libro de extensión similar.
En fin, aquí lo dejo a a ver si poco a poco, consigo ponerme
al día para intentar empezar el año con el mismo propósito del inicio: contar
algo de mí, además de lo que leo. Mientras y a la espera de otros comentarios
en breve (esta semana que empieza) pues ¡Divertíos asaltando el castillo!
Lecturas
Sinsonte – Walter Tevis
Las leyes de la ascensión – Celine Curiol
Noche Cerrada – Chris Offutt
El baile del agua – Ta-Nehisi Coates
El regreso del soldado – Rebecca West