domingo, 27 de noviembre de 2022

Comentario de textos - Septiembre 2022

Creo que he llegado a ese punto (de retraso en la escritura) en el que estoy a punto de plantearme si seguir o no con estos comentarios. Desde luego no he conseguido el objetivo inicial, que era usar el compromiso mensual de comentar libros para intentar habar de otras cosas sobre mi vida o sobre mi (en el caso de que no fueran lo mismo) sino que ahora estoy casi con tres meses de retraso en los comentarios. Vamos, un desastre.

Pero la verdad es que esta costumbre de comentar mis lecturas, aunque solo sea eso, me hace ilusión y el saber que alguien las lee de vez en cuando, aunque algunas lecturas se hagan bajo mi atenta vigilancia casi a la fuerza, pues hace bastante ilusión; por no hablar de algún mensaje recibido, casi de preocupación por mis retrasos, que ciertamente te alegra el día (o más de un día) me animan a seguir con esto pese a los retrasos y la no consecución del objetivo inicial… que algún día lo conseguiré (espero).

Así que, a la tarea, a ver si, por lo menos, me pongo al día antes de que acabe el año.

Este mes estoy casi seguro de que me dejo algunas lecturas que he hecho en Piles – me gustaría decir que en alguna visita para, por fin, contratar la obra, que, por fin está en marcha – pero no estoy seguro de que fueran en septiembre y, pese a mi costumbre de hacer fotos a los libros que leo en Piles (para acordarme de que los he leído) pues no las encuentro… así que nada os puede comentar de ellos (si es que han existido).

En cualquier caso, las lecturas que si tengo controladas (por estar aquí en casa) empiezan con Sinsonte, que es una novela e ciencia ficción (aunque sin ciencia, supongo que se engloba en este grupo por ser básicamente distopica) que pasa en Nueva York (siempre un buen escenario, familiar incluso). Como todas las novelas distopicas pues tiene su punto, siempre lo tiene imaginarse una exageración de ciertas conductas o hechos (en este caso una vida eterna para todos y una desaparición de la lectura) que conduce, irremediablemente, a una distopia en el que nada funciona como debería, pero… la verdad es que si has leído a K. Dick que convierte mundo inventados en mundos casi costumbristas (Rafa y yo a veces hablamos de él como del Galdós de la Ciencia Ficción, algo que se entiende mejor cuando lees su – creo – única novela que no es de ciencia ficción)  pues se casi todas se quedan un poco “cortas”.  Lo mejor de toda la novela es cuando habla de los ingenieros genéticos que han conseguido eliminar las enfermedades y la muerte: “Era, como se enorgullecían en decir los ingenieros genéticos, una mejora de la obra de Dios. Pero dado que ninguno creía en Dios, su autoelogio era poco sólido.” Es algo que me parece impecable, una alabanza con algo que no crees; casi como esa gente que compara cosas con cosas que desconocen “sonó, como una bomba” dice la vecina del quinto que no ha oído una bomba nunca salvo en la televisión o el cine.

Mi siguiente lectura, como todas las de este mes comprada en mi librería de referencia (que os repito para que no os confundáis: es la Librería Méndez en la calle Mayor, que a diferencia de la joyería que anunciaban insistentemente en la radio cuando era pequeño, si tiene puerta de calle) y en este caso recomendada por el menor de los hermanos Méndez (que ya sé que no lo son pero… como decía aquella camiseta “la realidad está sobrevalorada”) no sin cierta reticencia ya que le parecía demasiado larga para un lector como yo (ya ves tú lo que importa la realidad frente a la percepción que cada uno se hace de la misma) fue Las leyes de la ascensión. SI, efectivamente es una novela larga, demasiado largo (puede que mejorara una poco si se le aplicara el método Stephen King, que por increíble que parezca – viendo la extensión final de sus novelas – consiste en hacer varias revisiones y quitarle a la versión al menos un diez por ciento de su extensión en cada revisión) pero vamos, se deja leer y a, piense lo que piense el no-hermano Méndez, a mí las novelas largas me gustan bastante.

La novela trascurre en 2015 y aunque pasa en Paris (Francia, no Texas) pues aporta información curiosa (Sea o no verdad) como esa contradicción de que para entretener a los “acampados” del movimiento Occupy Wall Street (y según la autora consolidarlos con referencias comunes) decidieran proyectarles una película, eligiendo como primera película Los juegos del Hambre, mega producción hollywoodiense y que a una de las protagonistas la “Se indignó por el hecho de que un relato de ciencia ficción adquirieses un mayor poder de movilización que la observación banal de la realidad. A menos que fuera preciso estimular des modo unas imaginaciones arruinadas.” (por esa misma industria, añado yo).

Como es una novela larga pues tiene reflexiones curiosas como esa sobre la gente que alarga los cafés matinales quedándose ya que “Los que se quedan, como el, son los desafortunados a los que ningún deber llama. Los ociosos, que dirían los ociosos; los libres, que dirían los optimistas”, sensación que siempre he tenido en NYC, donde a todas horas hay gente tomando café sin ninguna prisa y yo los imaginaba ociosos y/o libre, pero ahora tengo mis dudas de que no sean los desafortunados.

O esa otra que, pese a ser real en algunas (demasiadas) mentes, es más propia de una distopia mental que dice “para una mujer, escribir minaba las posibilidades de emparejamiento, y para colmo la ponía en riesgo de quedar estéril, en virtud del vetusto postulado que asegura que la actividad cerebral debilita el órgano reproductivo” que es algo que creo que cada vez más creen muchos de mis contemporáneos obsesionados con la forma física (despreciando la forma mental) como si correr mucho o saltar muy alto les fuera a salvar de un problema futuro más fácilmente que saber pensar una solución.

También estoy, en gran parte, de acuerdo con la valoración de hace de como se trata la información ambiental actualmente ya que coincido en que “cuanto más se informa al individuo de la degradación de su entorno, menos proclive se muestra a preservarlo, considerándolo ya impuro. Su hipótesis va en contra de todas las campañas de concienciación actuales. Los ecologistas pondrían en el grito en el cielo” (algo que tampoco sería diferente de lo que hacen ahora, que ya ponen el grito en el cielo y mas allá, de forma continuada con escaso éxito).

En un tono más festivo me ha encantado ese “Lo único que me tranquiliza de la muerte es cuanto te meten en el ataúd”, que vale no suena muy bien, hasta que la nota al pie de página te aclara que la forma de denominar al ataúd es bière, término que en francés alude también a la cerveza y claro eso ya tiene más gracia, es más festivo como decía.

Normalmente cuando voy a una librería (o por lo menos a una de mis librerías de referencia) no voy buscando nada en concreto (es muy raro que me entere de que quiero una novela antes de verla físicamente) pero esta vez si iba con una idea clara: quería ver si me compraba alguna novela de un autor que me habían recomendado en la librería y que había visto que tenían más del mismo. Así que podría decirse que la compra de Noche Cerrada fue una compra planificada, una de las pocas que hago anualmente. Es decir, en gran medida es una de las pocas novelas sobre las que tenía expectativas concretas y eso pues es bueno y malo a la vez. He de decir que es una buena novela y que pienso seguir a este autor (si recomendara libros, pues lo recomendaría; como no recomiendo libros pues me he limitado a regalar el anterior libro de cuentos a alguien que pensaba que lo podría apreciar; que lo ha apreciado, lo que me ha hecho ilusión, he de reconocer).

En el libro de cuentos, que leí el mes pasado, ya se veía que era un tipo de contaba mucho con poco y contaba sobre personas (quiero creer) desgraciadamente muy reales de la América profunda actual. En este mantiene la línea y más que una novela es un cuento largo (sobre todo después del tocho francés que acababa de terminar) en la que retrata muy bien (para mi gusto) los personajes con excelentes frases como “El vendedor le ofreció unos guantes a muy buen precio, pero él los rechazo, no había utilizado guantes en su vida. Si un hombre no podía servirse de los dedos cuando hacia frio, ese hombre no valida un centavo.” Solo con eso ya sabes de qué tipo de persona se trata, igual que lo sabes de ese otro al que “Provocar a aquel chaval era pan comido. Su cerebro era una presa sin rio.” De momento, dos de dos a favor de Offutt… seguiremos leyendo.

Pero como no todo pueden ser éxitos, aciertos al elegir la lectura también me compre El baile del agua que no, no tenía buena pinta, pero ya sabéis mi debilidad por los títulos con referencias hídricas o hidráulicas. Efectivamente su lectura me ha aburrido bastante y salvo porque algunas cosas pasan cerca de Nueva Orleans, lugar que pensaba visitar en breve pues igual ni siquiera me lo habría acabado.

Supongo que la compra de El regreso del Soldado puede sorprender a algún lector de estos comentarios que tenga memoria suficiente y haya leído con interés ya que hace dos años compre otro libro de la autora que tuve que dejar a mitad. Eso si, a cualquiera que me conozca y que específicamente conozca mi ausencia de memoria sobre las cosas que he leído no le sorprenderá nada y podrá imaginarme perfectamente en la librería debatiéndome entre el hecho de que me sonara el nombre de la autora, que incluso recordara haber leído algo de ella pero que no tuviera ni idea de si me había parecido bueno, malo o indiferente.

Creo que todo el libro, que no es especialmente largo, solo tiene una frase que me haya despertado algo parecido a un levantamiento de cejas tipo Belushi, o una sonrisilla: “rece y leí la Biblia, pero no obtuve ninguna respuesta. No se nota lo poco que hay en la Biblia hasta que se acude a ella en busca de ayuda.” Pues sí, supongo que lo mismo, o menos, que en cualquier otro libro de extensión similar.

En fin, aquí lo dejo a a ver si poco a poco, consigo ponerme al día para intentar empezar el año con el mismo propósito del inicio: contar algo de mí, además de lo que leo. Mientras y a la espera de otros comentarios en breve (esta semana que empieza) pues ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Sinsonte – Walter Tevis

Las leyes de la ascensión – Celine Curiol

Noche Cerrada – Chris Offutt

El baile del agua – Ta-Nehisi Coates

El regreso del soldado – Rebecca West