sábado, 14 de septiembre de 2019

Comentario de Textos Agosto 2019


Tarde de sol, aquí en Acukland, después de una mañana que había empezado bien pero que se convirtió en lluvia cunado yo andaba como a una hora de casa, paseando. Afortunadamente, soy fumador así que aproveche para encenderme un pitillo, al abrigo de la lluvia en la calle ya que este en este país lo de fumar en un bar es prácticamente imposible. Incluso a veces hay hasta prohibiciones para fumar en la calle, eso sí, ahora van a hacer un referéndum para el uso recreativo del cannabis y sus derivados y todo parece que eso si estará permitido. Yo no lo acabo de ver claro (lo del uso recreativo, sanitario creo que lo llaman, o medicinal creo que es la verdadera tapadera) y sobre todo me parece que lo único divertido es fumárselo y también es para mi un acto social. ¿si no puedes fumar nada más que a escondidas, como vas a andar fumando porros sin problema? Es algo que sinceramente se me escapa. Ni idea de porque una cosa es ahora el mismísimo demonio y sin embargo la otra es una necesidad médica. Lo digo completamente en serio, son cosas que se me escapan, como lo de mi médico local recomendándome (en la primera visita) que me pasara a vapear y (en la segunda visita) que me pasara directamente a los chicles de nicotina a destajo (hasta me dio una receta para que me comprara unos trescientos chicles de nicotina). Me parece todo un poco increíble, pero, divago, ya, si eso, pues otro día nos ponemos a discutir sobre las ventajas o desventajas del tabaco, desde un aspecto holístico (que mola mas).

El caso es que una frase que me ha gustado mucho de la primera lectura de este mes ha sido:“I am pleased my father smoked; glad that there were some things he did purely for pleasure and only for himself”. Creo que resume bastante bien mi opinión general sobre el tabaco, aunque egoístamente solo considero aplicable a los que ya somos fumadores. Creo que los no fumadores deben de seguir siéndolo, buscarse sus propios vicios que por definición serán insanos, pero serán los suyos, los de sus tiempos, pero sin quitarnos los nuestros. Por cierto, que la frase en cuestión es de Greetings from Bury Park, título que se supone es un homenaje a Springsteen a través de la historia de un pakistaní que vive en Londres y que es un auténtico fanático de Bruce, o del Boss, como lo quieras llamar. Si bien la idea del libro parece interesante para alguien al que si le gusta Bruce, como es mi caso, la verdad es que la realización deja bastante que desear y el libro es bastante decepcionante. Para mí ni siquiera los capítulos tienen mucho sentido, ni especial correlación con lo que se cuenta en cada uno, ni por supuesto descubre nada de la verdadera fascinación que algunos hemos sentido por Bruce

Pero esto puede que no sea culpa del libro, que igual está bien para gente que no tenga ninguna relación anterior con Springsteen. Yo si la tengo, como creo que ya he contado en este blog en otra ocasión: desde el primer disco que descubrí suyo (debería de molar y decir que es el Darkness pero hemos venido a contar la verdad y obviamente fue The River) hasta que dejo a su mujer de toda la vida para irse, después casarse, con la toca-la-pandereta. A partir de ahí mi relación con Springsteen ha sido más floja y más intermitente e incluso algunas cosas suyas me parecen verdaderamente malas, otras suficientemente buenas (si fueran de otro) y algunas, escasas, excepcionales. Entre estas últimas están algunas de las historias que cuenta en ese show de Brooklyn en el que se desnuda y “recupera el contacto con el público” en un local pequeño. Una verdadera majadería conceptualmente, pero en el que cuenta como el héroe de la clase obrera no ha trabajado un solo día de toda su vida, o como el fanático de conducir por América, el que ya había escrito Born to Run, no tenía carnet de conducir ni sabía conducir, algo que su buen amigo Clarence Clemons descubriría en una carretera de América, en una gira, cuando le dijo que le tocaba conducir que él tenía que dormir un rato. Como el mismo dice: “así de bueno soy” (de buen farsante o fabulista, se entiende).

La principal razón que me decidió a comprar Out of the inferno es una frase de la portada: “In New Zealand, one degree of separation is an over statement”, ya que creo que define bien la escala de este país comparado con el mundo en el que son necesarios tres grados de separación, o puede que seis. Nunca me acuerdo, es una de esas cosas que se me acaban olvidando continuamente como el numero primo de Belfegor o la identidad de Euler (para los curiosos el primero es un 1 seguido de trece ceros seguidos de 666, otros trece ceros y un último uno; de forma que lo tiene todo, es un palíndromo, incluye el número de la bestia y varios 13 – en forma de secuencia de ceros –  mientras que la segunda pues mezcla, el numero e de Euler que es la suma de una serie infinita; el numero pi; y el irracional i dando lugar a una formula preciosa que dice que e elevado a pi veces i es igual a menos 1. Como para acordarse). Otra cosa a su favor es que se supone que es una novela de acción que pasa aquí en la ciudad de Auckland, lo que siempre parece una curiosidad. La verdad es que sin ser mala tampoco acaba de enganchar como debería hacerlo un best-seller, que es lo que se supone intenta ser. Como curiosidad contar que uno de los personajes considera que los blancos en nueva Zelanda son muy racistas porque “How many white Kiwis couldn´t tell the difference between a Polynesian and a Melanesian baffled him. It was one thing to say that all Asians looked the same, but to apply that measure to Pacific Islanders and indigenous people was insulting”. Toma viga en todo el ojo (al parecer, según explica luego, la diferencia está en el pelo. Que los sepáis).

En cualquier caso, la mejor frase del libro es una cita de Malcom X: “If you´re not careful, the newspapers will have you thing the people who are being oppressed and loving the people who are doing the oppressing”, que, como veis, tampoco es especialmente brillante.

Con todo, suficientemente entretenido para un viaje a Sydney, un viaje que la verdad es que tampoco necesitaba mucho más entretenimiento que el propio de un viaje que si bien salió a su hora acabo llegando con casi una hora de retraso a Sydney, con el avión dando vueltas en la ruta de aproximación a Sydney como si el comandante, capitán o lo que sea, estuviera completamente perjudicado por el uso de todo tipo de sustancias psicotrópicas. Pero es que además el taxista que me llevaba del aeropuerto a la ciudad se despisto un poco y acabamos estrellándonos contra otro coche. Afortunadamente este accidente tuvo lugar a escasas manzanas de donde me estaban esperando, con algo de desesperación por los retrasos, los chicos así que al final tuve que hacer parte del trayecto andando dejando al taxista con los restos de su coche en una esquina.

Es verdad que no es lo que podríamos llamar el mejor comienzo para un viaje, o para visitar una ciudad, pero tampoco es que fuera a condicionar mi opinión ya que después de un par de cervezas contando mis aventuras y desventuras pues ya estaba yo preparado para reconciliarme con la ciudad.
Desgraciadamente he de decir que la reconciliación fue imposible ya que Sydney es una ciudad extraña – en el caso de que sea una ciudad – es tan extraña que, pese a que había un súper maratón con setenta mil personas inscritas, un súper maratón como de broma – como una gran Sal Silvestre con gente disfrazada – los días anteriores la ciudad estaba prácticamente desierta y el día de la carrera tampoco se veía especial animación. Puede que sea porque los deportistas son gente discreta, como sabe cualquiera que haya estado cerca de un estadio o de una concentración deportiva, y que los deportistas llevan colores pocos llamativos que los hacen confundirse con el entorno urbano por lo que a veces es difícil distinguirlos de, digamos, una papelera o una farola.

En cualquier caso, incluso olvidando a las decenas de miles de deportistas, la ciudad parecía un desierto. Consultando guías para ver qué cosas, restaurantes o lo que fuera, recomendaban hacer en Sydney los locales o incluso algunos referentes culturales de esos del moderneo, mirando varias listas de las cinco, o las diez, mejores cosas que hacer en Sydney era inevitable no notar que había algo raro. En casi todas las listas al menos la mitad de las cosas que había que hacer en Sydney requerían… abandonar Sydney. Si, tal y como suena. Casi todo el mundo coincidía en que lo mejor era irse a otro sitio, normalmente a otro sitio cercano, que podría pasar por ser parte de la ciudad pero que obviamente no lo era. Sorprendente, cuando menos, como esa canción de Brian Leach… Everybody loves my girlfriend… but me…

Con todo, como dicen los buenos católicos, pues Dios aprieta, pero no ahoga y en Sydney hay un Kinokuniya, lo cual es suficiente para alegrar cualquier ciudad e incluso para alegrar mi corazón y mi estancia en cualquier ciudad. Como solo conozco el Kinokuniya de NYC pues este me pareció salvajemente grande, descomunal, incluso inabarcable y la verdad es que no lo disfrute todo lo que debería, un poco sobrepasado por la cantidad de cosas, libros y chorradas, que tenían. Creo que merece otra visita para intentar encontrar la sección de libros japoneses (exclusivamente japoneses) que aquí me pareció que estaba mezclado con la sección de literatura en general. Pero ya digo, estaba yo un poco sobrepasado por las dimensiones de esta maravilla de tienda.

Como no encontré a los japoneses separados, como a mí me gusta que estén, pues encontré Isle of Joy de Winslow, libro que según todos los que me acompañaban (casi incluso Alicia) ya me había comprado y por supuesto, leído. El caso, ahora lo puedo decir, es que la portada me sonaba mucho pero el resumen de la contraportada no me sonaba nada así que negué completamente que me lo hubiera leído y creo que hasta la página doscientos noventa, o así, de las menso de trescientas que tiene estaba convencido de que no me lo había leído. Ahora no estoy tan seguro de que no lo hubiera leído, pero, bueno, a partir de ahora ya estoy seguro de que lo he leído. Por lo menos hasta la próxima vez que lo vuelva a ver y me asalten las dudas. En cualquier caso, es un libro que no sufre con la relectura, así que sin problemas si lo vuelvo a comprar lo volveré a leer con gusto, aunque puede que esta vez no me sorprenda tanto el parecido de la historia con partes de la biografía de Marilyn Monroe. O si, quien sabe.


Alvaro y Helena habían decidido traerme libros en español, pero a mi todavía me quedaba por leer una de mis últimas compras en inglés, The Nickel Boys, así que antes de cambiarme de idioma decidí pues darle una oportunidad a esta historia que tenía toda la pinta de ser un topicazo sobre el maltrato y las desapariciones de jóvenes negros en una especie de campo de trabajo, reformatorio en los sesenta en el sur de estados unidos. En fin, pues exactamente lo esperable y realmente es una novela con todos los tópicos y sin ninguna sorpresa. Se deja leer, pero poco más y solo puedo pensar que es la típica novela que uno saca del cajón después de tener un gran éxito con otra novela (en este caso parece que hay una que se llama The Underground Railroad que es la que ha recibido reconocimiento de gente como Obama y le ha dado la fama para sacar esto del cajón, en el que podría haberse quedado tranquilamente).



El problema de los tres cuerpos es la primera parte de una trilogía de ciencia ficción de un autor chino que le regale a Alvaro por su cumpleaños y que todo el mundo decía que era excelente, por lo que reconoceré que me apetecía leerla e incluso me alegraba bastante que Alvaro la hubiera traído ya que parecía indicar que le había gustado y eso siempre es bueno. La verdad es que la historia tiene su punto, está escrita con gracia y si bien esto ya sería suficiente para convertirla en una buena novela creo que su éxito se debe más a algunas críticas que tiene a la revolución china que a estas virtudes. Curiosamente yo diría que son esas anécdotas en forma de crítica, de la revolución china como la de que se proponía cambiar las luces de los semáforos “de forma que no fuera el verde, sino el rojo de la Revolución, el que permitiera seguir avanzando” las cosas que le han dado más fama. Pero, conste que lo digo por decir, que a mí la verdad es que me ha gustado (esta primera parte).


Si el libro anterior me hizo ilusión que me lo trajeran, El Ultimo Barco también pero más que ilusión me dio miedo ya que son más de setecientas páginas, lo que llamaríamos un tremendo tocho. Tremendo especialmente para una novela policiaca. Una de dos, o el escritor es un genio para mantener una historia policiaca durante setecientas paginas o parte del misterio de la novela está en cómo no hay más muertos leyéndola en la cama. Algo que no necesita demasiada investigación ya que obviamente el peso del libro en una mala postura puede matarte sin demasiados problemas. Probablemente un buen golpe y tendrías una coartada perfecta. Por supuesto con setecientas paginas el libro pues tiene de todo, desde un inspector al que uno le puede coger cariño hasta el típico enfermo mental con grandes habilidades por supuesto pasando por varios personajes sospechosos (si hay hasta un fotógrafo inglés, de naturaleza eso sí) o por otros simplemente superfluos. Sin embargo y pese a que lo he leído he de reconocer que no tiene especial interés ya que no hay prácticamente nada más que una historia que se alarga y se alarga para acabar resolviéndose de una forma cuando menos ligeramente poco convincente. Para mí que le falta toda la parte fundamental, yo diría que sí ha aplicado el método Stephen King, lo ha hecho del revés y se ha quedado con lo que debería descartar como al parecer paso con el aeropuerto de Los Rodeos (para el que llevaron a un experto a elegir dónde ponerlo y dijo “en cualquier parte de la isla menos donde he marcado con una x” y obviamente allí que fueron a colocar el aeropuerto).

En fin, hasta aquí la puesta al día de lecturas con un retraso no tan considerable pero ya veremos el mes que viene. De momento en breve estaré por los madriles a tomar unas cervezas y celebrar el aniversario del Wurlitzer. Igual nos vemos.

Lecturas
Greetings from Bury Park – Sarfraz Manzoor
Out of the inferno – Ross Meurant
Isle of joy – Don Winslow
The Nickel boys – Colson Whitehead
El problema de los tres cuerpos – Cixin Liu
El Ultimo Barco – Domingo Villar

viernes, 6 de septiembre de 2019

Comentario de textos - Julio 2019


Ya, ya lo sé: es casi septiembre y aquí estoy todavía sin actualizar las lecturas de Julio. Demostrando una vez más mi incapacidad para cumplir con los plazos y obligaciones que yo mismo me impongo. Supongo que, como todos, soy demasiado permisivo conmigo mismo – aquello de la paja y la viga en los ojos – o tal vez es que pese a todo no considero esto una obligación y por lo tanto me permito retrasarla hasta que encuentro el momento adecuado, en el que me apetece, ponerme a escribir sobre mis lecturas. Añadiría sobre mis cosas, pero visto lo visto en las múltiples entradas anteriores añadir esto seria, probablemente, inexacto, ya que al final casi nunca hablo de otra cosa que no sean lecturas. En fin, es lo que hay. Lo intento, pero la verdad es que se hace difícil. Sobre todo, empezar, elegir una historia que contar y seguir con ella o coger una chorrada y a partir de ellas buscar una historia. Dejar que las cosas, la historia se vaya enredando ella misma, empezando por algo pequeño (digamos algo como que estoy timándome una bebida completamente rosa que mi sobrina compro en su visita a esta parte del mundo) y como tampoco es un color muy normal para alguien que no sea especialmente aficionado a los cocteles (e incluso siendo aficionado debería decir aficionada ya que extrañamente los cocteles de colores creo yo que sí que tienen ideología de género) intentar recordar otras bebidas razonablemente rosas, como digamos la sangría al final de una fiesta adolescente y a partir de ahí, yo que sé, empezar a hablar de fiestas adolescentes. O podría obviar lo del color y contaros que este mes he tenido la visita de mi hermana, Alvaro y obviamente (esto ya debería haber quedado claro) de mi sobrina Alicia. Incluso podría contaros que también – con la misma excusa – pues he aprovechado para visitar Sydney e incluso contaros que cada vez me siento más como un viejo enfurruñado ya que (sinceramente y que Susana me perdone) me ha parecido una ciudad lamentable, sin nada digno de mención (salvo la existencia de un Kinokuniya, que incluso es excesivo) y es que últimamente no me gusta nada o a todo le encuentro pegas y cada día me siento más ajeno al mundo que me rodea. No, no ajeno; más bien completamente indiferente. Pocas cosas consiguen despertar mi interés últimamente. Podría, partiendo de esto intentar reflexionar sobre cuando, o donde, he empezado a perder el interés en la mayoría de las cosas… en fin, podría hacer muchas cosas, pero, todos sabemos que al final me voy a limitar a comentar las lecturas y a prometer que otro día, ya, si eso, pues hablaremos de esas otras cosas.

Llevaba ya un tiempo viendo Milkman en las librerías de la zona (dicho así, parece que sean muchas, pero, ya sabéis que no) y nunca me había decidido a comprarlo por varias razones, básicamente que tenía aspecto de ser un poco truño, una especie de historieta de amor en la Irlanda de los conflictos. Supongo que al final me decidí a comprarlo por no encontrar nada con un aspecto mejor y por darle un voto de confianza a la escritora de la que ya había leído otro libro (ya comentado en este blog) y que me había gustado, o eso creo recordar. El caso es que la cotidianeidad de la violencia que en su anterior libro aportaba un punto de reflexión aquí al identificarla en una sola persona – ese milkman, que es un nombre en código genérico para un cargo, poco claro, del IRA – pues queda un poco difusa y pierde interés, o más que interés pierde ese estar en todas partes que tenía la violencia en la otra novela. Como curiosidad mencionare que en un momento dado en un refugio del IRA hay una serie de carteles de mujeres “inspirational, prototypal past and present wonderwomen” tan variada que incluye desde Marie Curie o Florence Nightingale hasta Dolly Parton y en medio de ellas a Mariana Pineda. Extraña y sobre todo variada selección de posters para un refugio de terroristas o de luchadores por la libertad o por ser más precisos de “renouncers”

Y así, con este escueto comentario de este primer libro, como quien no quiere la cosa resulta que ya ha pasado una semana y ya es septiembre (7 para más señas) por lo que lo de cumplir el plazo, ya casi, como que no va a ser posible.

Otro que tampoco tenía buena pinta era An American Marriage ya que, según la contraportada, se trata de la típica historia de joven-hombre-negro-con-prometedor-futuro-encarcerlado-injustamente y las tribulaciones para mantener su vida, su matrimonio y ya puestos su cordura (lo de típica obviamente no es lo que decía la contraportada que obviamente la clasificaba de extraordinaria, explosiva y cosas similares). El caso es que, pues es eso, le pongas los adjetivos que le pongas y para los cuales pues ya he dado mi opinión: típica y sin mayor interés. Lo más divertido una anécdota que se supone recuerda el protagonista de las navidades con su padre sacando figuras de las cajas de mierda navideña que toda familia acumula: “Daddy extracted Balthazar – the swarthy wise man – and stuffed the others back where they came from. What he planned for the six discarded white kings, I had no idea”. Digo divertido pero lo digo solo por no decir curioso ya que si de verdad no quería los reyes blancos – algo que puedo comprender perfectamente – ¿para qué volver a guardarlos en la caja, encima junto a Baltasar, para tener que volver a separarlos al año siguiente? Porque tal y como lo cuenta parece ese recuerdo de todas las navidades que todos tenemos, vamos, una especie de tradición.

Aunque por supuesto la frase que mas me ha llamado la atención es: “the large orange clock over the sewing machine announced that it has three thirty, a perfect right-angle o´clock.”. ¿En serio? ¿Las tres y media, un ángulo perfecto de 90 grados? No, hombre no (dejar de mirar vuestros relojes para comprobarlo), a las tres y media las agujas no forman un ángulo perfecto de noventa grados. De hecho, si lo forman a las tres y no hay nada que justifique la necesidad de añadir esa media hora extra para cargarse toda la geometría y el funcionamiento de un reloj. Ni siquiera suena especialmente mejor.

Supongo que a estas alturas se hace necesario (o no) soltar un pequeño micromachismo para explicar la compra de Disappearing Earth. Allá vamos, a ver… como lo digo… es tan raro ver una novela de crímenes (actual, no hablo de los clásicos) en la Women´s Bookstore y casi increíble ver una escrita por una mujer casi como encontrar un unicornio. Bueno, de hecho, es más fácil encontrar alguna representación de un unicornio en la librería de mujeres, ya que, bueno, eso, ya sabéis es una librería de mujeres. Sobre la novela en si pues me temo que es un unicornio de la única manera que existen los unicornios y, para entendernos, sería mejor describirla como un rinoceronte que, aunque sea realmente un unicornio pues no tiene el mismo cache. Al fin y al cabo, vivimos en el mundo de la imagen y un unicornio gordo y gris parece que no es unicornio pese a que por definición lo es, y encima existe. Bueno, que divago, y pese a no tener nada en contra de los rinocerontes, sí, estoy usando el termino despectivamente para decir que no es nada buena.

Otra que lamentablemente tampoco es nada buena es The Bad Seed. Igual debería decir que The Night Book, que es la primera de las dos novelas que vienen en este tomo es la que no es nada buena; de la segunda, Soon, pues no tengo opinión ya que la he empezado, pero no he conseguido acabármela pese a intentarlo varias noches, aun a riesgo de que se me callera el libro sobre la cabeza, ya que encima ambas novelas son largas. Según la contraportada ahora ambas son una serie televisiva pero por lo que yo he leído, más que serie yo hablaría de culebrón, de culebrones de esos en los que de repente alguien descubre que la hija que dio en adopción ha sido adoptada por unos amigos suyos (que por supuesto no saben nada de esa hija). En fin, un poco lamentable, pero como todo libro, o casi todo, pues tiene alguna cosa buena: “Natural means letting nature takes its course. And nature doesn´t care about healthy outcomes for all, only for the strongest. Nature says, if you´re vulnerable, you die”. Pues eso otra razón para estar bastante en contra de las cosas naturales y ya van no sé cuántas. Suficientes espero, pero me temo que no.

Tras estos últimos fracasos y como el tiempo no acompañaba – aquí es, era, invierno – pues me acerque a mi otra librería local, Unity Books, para re-abastecerme. La razon para compárame Call Him mine, es obvia o debería serlo con esa portada de narcotraficante con su monja en armas pese a lo amarillo de la misma. Pues como anuncia la portada es obviamente una historia centrada en los narcotraficantes mejicanos, algo que siempre tiene su punto (pese a estar un poco demasiado explotado últimamente) pero que lamentablemente no tiene la suficiente presencia como para enganchar y dejarte con esa sensación de un buen libro. Se deja leer, pero poco más. Ningún personaje acaba de aportar nada especial a la historia que por otra parte es la típica historia de unos periodistas de investigación que son asesinados por los narcos y nadie le importa.




La portada de A mistake más que la portada de un libro pues parece la de una cajetilla de tabaco. Pero a diferencia de lo que pasa con las cajetillas de tabaco, en las que las fotos se supone que representan los daños del tabaco, lo malo que es lo que hay dentro – si bien extrañamente casi todas las fotos de las cajetillas de tabaco están retocadas digitalmente, lo cual pues dice poco sobre la publicidad fiel e las mismas – pero sin especial relación (desde mi punto de vista) pues en este caso si tiene relación con el libro ya que va – en teoría – sobre un error médico en una operación. Digo en teoría porque realmente una de las tesis del libro (para mi) es como cosas que en principio podrían parecernos buenas pueden ser utilizadas, o tener resultados realmente desastrosos. Así, si bien, en principio la publicación de un listado de errores médicos e incluso la construcción de una métrica para medir como de bueno es un doctor parece una buena idea – obligando a los médicos a tener cierta responsabilidad sobre sus capacidades y métodos y permitiendo retirar a aquellos que pudieran no estar ejerciendo la profesión con la calidad suficiente – puede (y por lo tanto, lo hará) convertirse en otro factor de discriminación ya que los que puedan elegir – los ricos – elegirán a los doctores con las mejores puntuaciones (no, no es que no lo hagan ya, que soy consciente de que lo hacen) dejando a los médicos de mayor riesgo solamente para aquellos pacientes que no pueden pagar a los otros médicos, a los de los buenos resultados. En palabras de la autora: “There are simple problems, complicated problems, and complex problems. And then there´s just chaos”.

Por otra parte, como no sé nada de moda, pues me ha sorprendido mucho que exista un nombre para “the space between the rake of a shirt collar and the suit lapel” y más todavía que el nombre es esto sea “the credibility gap” (aunque no sé si esto es cierto o no, ninguna de las dos cosas, digo).

Todo puede ser, incluso que yo me compre dos libros con portadas amarillas en el mismo mes (de hecho, pese a que odio el color amarillo en general no preocupa nada más que para la ropa y puedo soportarlo en muchas otras cosas, que quede claro) pero mi última lectura, Gun Love, pues también tiene una portada de ese color, combinada con un morado desapacible. La verdad es que me lo compre por una frase de la primera pagina “She knew all the songs. So why would she get mesed and stirred up with this man” que me pareció muy realista, como pese a las cosas que sabemos, con los libros, películas, canciones, historias que hemos asimilado seguimos (unos más que otros) pues cayendo en los mismos engaños. No sé, son de esas preguntas que uno siempre se hace, como “even Hitler had a girfriend, so why can´t I?” o aquello de “¿escucho música pop porque estoy triste, o estoy triste porque escucho música pop?”. Grandes preguntas sin respuesta.

Por cierto, que el libro no intenta responder a esa primera pregunta ya que hay cosas que sencillamente no tiene respuesta y se limita a contar una historia interesante reformulando mejor algunas reflexiones que siempre me he hecho: “One day a scientist is going to hear everything the plants are saying. Just wait for the day when trees can tell us what it´s like to have their branches cut back. That day is coming soon. Then the world Is going to have a real shock”.

Imagino que especialmente ciertos veganos, vegetarianos o similares que descubrir que ahora mismo la única diferencia con los omnívoros/carnívoros que comemos de todo es que ellos solo se alimentan de seres de movilidad alternativa reducida (vamos, paralíticos que no pueden echar a correr por tener raíces) que es como normalmente planteo yo esta reflexión.

Y también incluye otras que no se me habían ocurrido pero que comparto, como está especialmente:“one of the things that are so troubling about old photographs is that you know what happened afterward. It´s as if you look at the photo and then zoom, just like a movie, you know what´s coming”. Probablemente la razón por la que no me gustan demasiado las fotografías antiguas, son pocas las historias que acaban bien.

En fin, pues aquí lo voy a dejar que según el calendario ya, casi mañana mismo, tengo que ponerme a escribir las lecturas de agosto que si no luego se me acumulan y es peor ya que voy atropellado y no es cuento nada de mi vida aquí en Aotearoa (que tampoco es que haya nada que contar y si lo hay pues ya os lo contare en vivo y en directo cuando pase – en breve – por los madriles.