sábado, 19 de octubre de 2019

Comentario de textos Septiembre 2019



Pues aquí ando otra tarde de domingo en Auckland, aquí ando otra vez tarde, o tarde sobre el calendario previsto ya que ha pasado más de medio mes desde el final de las lecturas de septiembre. Tener, como tener, la verdad es que no tengo ninguna excusa ya que no he estado haciendo nada interesante, ni realmente tampoco no interesante, que justifique el no haber escrito antes. Simple pereza; un poco de depresión post vacacional después de la vuelta de celebrar, entre otras cosas, el aniversario del Wurlitzer; que el tiempo no acompaña manteniéndose aquí una de esas primaveras largas (que empiezo a pensar dura todo el año) en la que tan pronto hace un día de sol como se pone a llover sin criterio y sin previsión de parar. Lo dicho, nada interesante realmente y sobre todo nada que justifique el retraso ya que ha habido tardes, de domingo y de otros días, en las que podía haberme puesto a escribir esta nota del blog, o incluso otra que no tuviera nada que ver con libros.

Pero ya no hay nada que hacer al respecto salvo, tal vez, ponerse de verdad a escribir antes de que se me haga tarde y tenga que volver a dejar la entrada sin acabar y entonces el calendario sí que se complicara ya que poca falta para que acabe de nuevo el mes. Así que a ello.

Alvaro y Helena me habían traído a Sídney dos tomos de la trilogía de ciencia ficción del chino de moda. Así que después de leer el primero, que me gusto, parecía un buen momento para leer la segunda parte El Bosque Oscuro antes de que me olvidara totalmente de la primera parte y en la esperanza de recordar esta segunda cuando fuera mi siguiente visita a Madrid de forma que pudiera leerme la tercera parte la trilogía que no me habían acercado. Yo imaginaba que no la habían acercado por razones de peso, de peso físico me refiero, pero ahora sé que no la acercaron porque probablemente ninguno de los dos ha conseguido empezar la tercera y puede que incluso, como me ha pasado a mí, ninguno de los dos (o tres en este caso) hayamos sido capaces de terminar la segunda. Yo sé que no he sido capaz y, tras trecientas paginas (de las casi seiscientas que tiene) finalmente decidí abandonarla a su suerte. No diré que sea una mala novela, pero es una novela tremendamente lenta y a veces es casi como estar viendo una película de cine iraní con una historia que ni avanza, ni retrocede y que parece centrarse en un plano fijo. De hecho, las partes más interesantes de la novela están en algunas notas al pie, de forma similar a como las únicas partes interesantes de las películas iraníes son los comentarios chorras de los intelectuales (y las intelectualas, supongo que debería decir) hacen a la salida del cine o en los bares de alrededor cuando analizan la película fotograma a fotograma, o comentando los espero que todavía existentes panfletos de los cines intelectuales. Así por ejemplo me he enterado de que el termino chino usado para designar a Al-Qaeda es el mismo que se utilizó para traducir Fundación en la serie de Asimov; que protón se escribe igual que un nombre de mujer en japonés, Tomoko; o que existe una influyente serie de novela de ciencia ficción japonesa de la que no tenía ni idea sobre guerras intergalácticas que si encuentro será el próximo regalo a Alvaro (si no se me olvida como se llama el tipo en cuestión). En fin, que entiendo perfectamente que no me trajeran el tercer tomo.

Tras la mitad de este tomo de ciencia ficción que mejor que un librito de poco más de cien páginas, State of the Union, con una visión humorística de algo tan cotidiano como el matrimonio, o mejor dicho de la crisis de un matrimonio. Es verdad que tanto la portada como la contraportada asustan un poco ya que parece que el libro va a tratar de las sesiones de la pareja en crisis con su consejero matrimonial, lo que puede ser bastante odioso o incluso porque no decirlo excesivamente argentino. Pero obviamente es un libro de Nick Hornby y realmente todo el libro pasa en la barra de un bar, junto antes de acudir a las diez sesiones de terapia de las que prácticamente nada se dice en todo el libro, así que todos los comentarios tienen lugar alrededor de unas copas en un pub y no en un sofá de terapeuta. Hay cosas verdaderamente geniales como la distinción entre si la pérdida del deseo se parece a equiparable a la perdida de las llaves a la pérdida de un bolígrafo, ya que las llaves a veces reaparecen, pero un bolígrafo perdido no aparece nunca. Así que ese matiz es importante, o puede serlo para entender cómo se siente uno. Peor la mejor, o la mejor relacionada con libros, es cuando ella comenta que el critica la estrechez de sus hábitos de lectura (limitados a la nueva novela negra, o criminal, escandinava) y él le dice “I´m just trying to encourage you to branch out. There can´t be that many Scandinavian women left to kill, surely?”

Creo que ya comenté el mes anterior que lo mejor de Sídney me pareció el Kinokuniya, obviamente sin despreciar el puente de la bahía o la ópera, pero, cada uno es como es, y a mí me da más alegría encontrar una librería excelente con una parte de chorradas incluso más excelente que ver un puente o un edificio, por singular que este pueda ser. Creo también haber comentado que era lo suficientemente grande como para sentirme un poco perdido, abrumado e incluso incapaz de encontrar la sección de japoneses que me había gustado mirar con calma (otro viaje será necesario) así que al final me acabe comprado básicamente libros clásicos como The Killer inside of me, y con los clásicos pues siempre tienes el riesgo de que igual son muy buenos, pero han sido superados por otras lecturas posteriores (o no, que algunos siguen siendo imbatibles). Esto es lo que pasa en este caso, con ese retrato de un psicópata asesino, ese viaje al interior de la mente criminal que se supone que es esta historia sobre un sheriff que cae en una de esas espirales de maldad. Supongo que en 1952, que es cuando está escrito, si aporte una visión extraña de la mente criminal o de los comportamientos de un psicópata pero la verdad es que leído ahora, tras cientos de novelas, películas y series sobre psicópatas asesinos pues la verdad es que se queda un poco corto. Un poco antiguo, tanto que el motivo de un padre para estar en contra de que su hijo fume cigarrillos puede parecernos extraño “Das had said I was getting to be a man, so he hoped I´d act like one and smoke cigars and not goa round with a coffin-nail in my mouth”

Otra aportación de Alvaro y Helena a mis lecturas de este mes fue Secretos imperfectos. Si, una de esas novelas escandinavas que hacen pensar que ya no puede quedar nadie vivo en esos países a la velocidad a la que matan a personas en la cantidad de novelas que hay escritas. Cualquiera diría que esas tierras escandinavas son incluso más inseguras que el neoyorkino lower east side de los años setenta, o que el Harlem de esa misma época para cualquier blanco que tuviera la osadía de visitarlo. Esta novela parece ser la primera de una serie – si, es otra característica actual bastante demostrativa de un cierto infantilismo, en cuanto un personaje funciona pues el escritor hace toda una serie de novelas como respondiendo a esa necesidad infantil de volver a ver todo el tiempo la misma película pero, como somos adultos, con algún pequeño cambio – de una serie en la que el investigador principal es un tipo súper-especial, o más bien especialito, que parece ser la nueva tendencia también en esto de las series, la de coger a un tipo egoísta y centrado en sí mismo para convertirlo, a través de su bondad o capacidad para algunos aspectos, en una gran persona con la que no solo da gusto trabajar si no que todo el mundo debería estar deseándolo pese a que básicamente sea un carbón con pintas. Supongo que como dice el propio autor “La verdad es que nadie cambia… lo que sucede es que vamos dando vueltas en torno a un mismo eje y a veces mostramos caras diferentes, pero en el fondo somos siempre los mismos”. En el caso de este tipo de personajes, pese a que ofrezcan otras caras, o facetas, diferentes no dejan de ser los mismos egocéntricos o egoístas o ego-todo de siempre. Y no estoy seguro de que esa bondad en cierta cosa les dé (o me la de a mí, que no, no negare que tengo algo de este tipo de personajes) derecho a comportarse como quieran. Pero, de mis defectos, ya, si eso, pues hablamos otro día, que hoy nos quedamos con esta reflexión sobre el deporte: “Sebastián siempre había considerado fascinante que todos los deportes premiaran las victorias con copas de oro de dimensiones absurdas. Era como si los deportistas tuvieran muy poca confianza en sí mismos y en el fondo fueran conscientes del absoluto sinsentido de la práctica deportiva. LA necesidad de negar esa verdad y reafirmar ante el mundo la importancia de su actividad provocaba un aumento galopante de los trofeos, tanto en lo referente a las dimensiones como al brillo.”

Mi última compra en Kinokuniya fue un clásico: ni más ni menos que Melville, pero tranquilos que no, no me compre Moby Dick para releerlo. No, me compre un libro de cuentos Billy Bud, Bartlety and other stories pero no por ninguno delos dos mencionados en la portada. No, el cuento que quería leer era Benito Cereno e imagino que todos pues tendréis claro el porqué de mi vanidoso interés. Si, hacía poco que me había enterado de la existencia de un cuento con mi nombre en el título y obviamente me apetecía leerlo, mera curiosidad. La verdad es que concretamente el Benito del cuento homónimo pues no es realmente un personaje positivo, pero vamos que tampoco lo son Bartlety ni en general el resto de los personajes de los cuentos. Si bien hay que reconocer que el personaje de Bartlety, por absurdo, resulta solamente desquiciante, aunque me temo que desgraciadamente cada día hay más gente que se comporta de una manera similar en el mundo laboral y sencillamente se quedan allí sin hacer lo que hay que hacer, pero tampoco empuñando la coletilla de "I would prefer not to” algo que por lo menos – en un cuento – les añade una especie de cariño (salvo cuando te toca lidiar con ellos que en ese caso, casi mejor que no digan nada). Y obviamente he de reconocer que no pude evitar sonreírme con la descripción de la primera visión del barco de Benito Cereno (que al parecer es de Chili, en lugar de Chile) lo describe como “entering a strange house with strange inmates in a strange land” que es una sensacion parecida a la que tuve yo al entrar en la oficina aquí en Nueva Zelanda y que todavía tengo cuando entro en algunos sitios de este país (incluso el pensar en muchos de ellos como presos).

Pues con estas lecturas ya me había llegado el tiempo de prepararme para el viaje de vuelta a casa, a celebrar el aniversario del Wurlitzer y por supuesto a enfrentarme a prácticamente un día de sala de espera, avión, sala de espera, avión para el que estaba poco preparado ya que solo me quedaba un libro por leer: Truants, del que no las tenía todas conmigo que me fuera a gustar ya que parecía uno de esos libros sobre gente que escribe libros y los estudiantes de libros (imagino que debería decir estudiantes de filología para que mi sobrino, el que parece que no lo será por mucho tiempo, no me proteste). Realmente espraba justo lo contrario que uno de los protagonistas del libro esparaba de un libro con el mismo titulo: “Or perhaps he’d thought the title sounded more like a novel about rebellion than the funny hybrid that it was”.Yo esperaba que fuera mas divertido que intensillo, pero la verdad es que ni lo uno ni lo otro.

Pese a todo, como siempre digo, raro es el libro del que no sacas algo. En este caso el concepto de the Loafting hour, que me gusta casi tanto como el de prepandrial y que en palabras del autor es “When caffeine is no longer a good investment but alcohol not yet a wise one. When anything you´re going to achieve that day has probably already happened and the only sensible thing to do is to sit around, shooting the shit and eating cake”.

Si bien coincido con la primera parte de la afirmación, la segunda no puedo compartirla como aficionado a la noche ya que lo la hora de pensar que ya se ha acabado el día es mucho más tarde y empieza incluso a ser ese momento en el que el alcohol ya no sirve y hay que ir pensando en ira tomarse un café o por lo menos ir a desayunar, pero no sé si era hora tiene nombre (aparte del obvio del coche-escoba).

Además de la identificación de esa hora el libro también tiene esta frase “You know when you are in a room, and music comes on – something good – and everyone changes? She was like that” que me ha encantado ya que he conocido a gente que era exactamente así, si bien, hoy, no voy a ponerme a dar nombres, ni seguramente haga falta ya que sabéis de quien hablo. Solo espero que vosotros conozcáis a gente asi, por lo menos a una persona que podáis describir así. No se me ocurre mejor deseo.

Afortunadamente para mí en el aeropuerto de Auckland había un Nuevo bestseller de Robert Harris, The second sleep, algo que me pareció muy extraño ya que precisamente hacia muy poco me había comprado otra novela suya que también estaba como novedad aquí en Auckland. Así que encontrar dos novelas nuevas del mismo autor se me hacía muy raro e incluso sabiendo que la última no me había terminado de encantar había que darle una oportunidad. Un bestseller de Harris es obviamente una lectura de avión, sea bueno o malo y totalmente necesario para mis viajes. ¿Qué decir? Pues que se deja leer, pero tampoco está a la altura de lo que esperaba de él, ni en la historia (que es de ciencia ficción, por decir algo) ni en la realización que parece apresurada o lo que es todavía peor… que parece que se esté muriendo y este sacando todo lo que tenía en el cajón para poder conseguir financiación para algún tratamiento mortalmente caro y previsiblemente incapacitante y mortal. 

Espero que no, espero que vuelva con alguna otra joya literaria en breve. De momento solo me queda la alegría de que extravagantemente haya elegido el nombre de Morgenstern para nombrar al sabio que más o menos nos librara en un futuro imaginario de extinguirnos como civilización.

En fin, se ha hecho tarde y ya casi anochece aquí en Auckland de la que soy consciente que no os estoy contando prácticamente nada, ni de Auckland ni de mi vida aquí, mis sentimientos (en caso de tenerlos) o en general de cómo me encuentro, pero es que tampoco quiero aburriros. Ya, si eso, pues comentamos otro día.

Lecturas
El Bosque Oscuro – Cixin Liu
State of the union. A marriage in ten parts -  Nick Hornby
The Killer inside me – Jim Thompson
Secretos imperfectos – Hjorth & Rosenfeldt
The Truants – Kate Weinberg
Billy Bud, Bartlety and other stories – Herman Melville
The second sleep – Robert Harris