jueves, 28 de diciembre de 2023

Comentario de textos Noviembre 2023

Un día antes del día de los inocentes intento ponerme al día con mi último mes de lecturas atrasadas (demasiados “día” en esta frase, ¿no os parece?; casi los mismos que quedan hasta fin de año). El caso es que ni tan mal… ya han pasado dos de los principales eventos de las fiestas y de momento, la familia sigue contando con el mismo número de miembros que antes de estos eventos, algo que siempre está bien y que indica que la sangre no llego al rio en ningún momento (aunque hubiera sus más y sus menos durante el evento más multitudinario, la comida de navidad)

Para mis lecturas de noviembre no he contado con la ayuda de mi librería de referencia (ya sabéis, pero lo repito porque me apetece: la librería Méndez de la calle Mayor, que a diferencia de la radio famosa joyería relojería de la misma calle, si tiene puerta de calle. Si, también repito el chistecito pero es que tras una infancia de viajes en coche oyendo la radio es inevitable) pero si no he contado con su colaboración no ha sido por ninguna de esas traiciones que cometo escasas veces, sino solamente porque todavía tenía lecturas de NYC que además se complementaron con algunas otras lecturas que amigos me regalaron por mi cumpleaños (una cifra elevada – la de mis años, no la de las lecturas – pero no especialmente significativa por lo que no merece la pena ni mencionarla) e incluso una que había dejado sin leer en Piles, que si procedía de una medio traición que ya había cometido buscando la última novela de John Irving que quería leer en inglés.

En cualquier caso, dejémonos de tontunas y vayamos a lo que hemos venido, no “a hablar de mi libro” que decía aquel, ya que eso no existe sino a comentar “mis libros” que en mi vida no ha pasado nada lo suficientemente interesante para ponerme a contarlo y hoy no me siento con ganas de contar historietas de un pasado inventado por la falta de memoria que me caracteriza y porque lo inventado siempre es más divertido que la realidad.

La premisa de There's no such thing as an easy job es curiosa ya que son las historias laborales que le surgen a la protagonista tras solicitar en el servicio de empleo un trabajo pero que “it is close to her home, it requires very little thinking, and ideally, it involves sitting in a chair”. El servicio de empleo japonés no solo le consigue uno, sino que le ofrece cinco diferentes de forma consecutiva (un hurra por el servicio de empleo de Tokio, o a la vision del mismo que da la autora, que a saber la realidad) que da lugar a los cinco capítulos del libro y que son todos bastante demenciales: mirar cámaras de seguridad, grabar anuncios para un servicio de autobuses, escribir colecciones para publicidad… en fin... trabajos que curiosamente si bien no cumplen todos los criterios requeridos la protagonista realiza con diligencia y todos tienen “un algo oculto” que hace que las historias sean bastante divertidas.

Como casi todos los libros japoneses tiene curiosidades culturales propias como la existencia de una palabra especifica (yokozuki) para “As in the phrase ‘heta no yokosuki’, meaning a person who’s is passionate about something they show no particulate talent for.” Palabra para la que si bien no se me ocurre traducción al español si se me ocurren muchos conocidos a los que sería aplicable, incluso eliminando la parte de la pasión hay demasiados conocidos que quieren dedicarse a cosas para las que no tienen un talento especial. Pero, sobre músicos, actores, ya, si eso, halamos otro día y sin dar nombres.

En este además sale un centro cultural español, Far East Flamenco Center (curioso que nosotros seamos el este para los japoneses, y no solo el este, sino el lejano este; aunque como a la protagonista pues también me extraña un nombre tan grandilocuente para un centro español) en cuya publicidad, además del sol, bailar, la comida, el flamenco citan a Javier Bardem. No digo increíble, pero, desde luego si curioso.

Gran parte de los personajes del libro están envueltos en cierto aislamiento, o soledad, pero como dice la protagonista: “I tried not to think too much about it. Nobody’s life was untouched by loneliness; it was just a question of whether or not you were able to accept that loneliness for what it was. Put another way, everyone was lonely, and it was up to them whether they chose to bury that loneliness trough relationships with other people, and if so, of what sort of intensity and depth.” Vamos, que, dicho de otra forma, el que anda solo es porque así lo decide (en general).

Mr. Adam es una historia de ciencia ficción bajo el paraguas del terror nuclear de la guerra fría, donde una explosión nuclear pues deja a todos los hombres impotentes (salvo a Mr. Adam que en ese momento estaba en una mina de plomo trabajando y protegido frente a la radicación) por lo que la natalidad desciende hasta cero, lo que hace saltar todas las alarmas sobre el fin del mundo, algo que a un protagonista le hace decir que asociar el fin de la humanidad con el fin del mundo “It is as if an ant heap had been stamped down, and all the ants within cried that the world had come to an end.” Antropocéntrico a mas no poder, pero, también realista… al fin y al acabo el mundo para cada uno el mundo se acaba con su propia extinción, aunque los demás sigan tan tranquilos.

De hecho el estado de Mississippi desaparece completamente pero “… nobody really missed Mississippi… anyway Mississippi was the most backward of states. People felt that if any one of the forty-eight states had to be sacrificed, it was just as well that it happened to Mississippi.” Podemos sospechar que el autor no es de Mississippi o igual si, y precisamente por eso sabe que tampoco se perdería mucho (¿Cuál sería nuestro equivalente?, el mío creo que lo tengo claro, pero no quiero influenciaros comentándolo).

Aunque el autor lo aplica solo a los funcionarios yo amplio su identificación de cierto tipo de personas al sector privado ya que me he cruzado con varios Klutz de los que cita en mis breves pasos por empresas privadas (y por la vida en general): “I recognized Klutz as one of the public servants who has no equals. He has only superiors or inferiors. He keeps his nose nestled close under the coattails of those above, and his feet firmly planted on the heads of those underneath, and if he maintains this balance for thirty years he gets a pension and retires to Chevy Chase.” Y estoy seguro de que todos conocemos a más de un Klutz, funcionario para llegar a su pensión o en la empresa privada para ascender hasta el puesto siguiente. Hay demasiados igual que hay algunos que también encajan en este otro estereotipo “he had to much money to be a Communist, and not enough to be a capitalist, and besides he’s too lazy.”

Pero una de mis partes favoritas, sobretodo porque se encarga muy claro de dejar que no se debe a una resaca, es “It was one of those awakenings when you know something is wrong, and for a while you cannot figure what it is, and then you discover that it is yourself.” Que a todos nos ha pasado, sin resaca e incluso sin síntomas de enfermedad, así, simplemente por que sí.

De mis dos siguientes lecturas, My Annihilation y The Last Samuray, me temo que no puedo decir nada (salvo lo que dice el propio hecho de no poder decir nada) ya que solo tengo la sensación de que ambas me han parecido de un espesor infumable y la verdad es que no he retenido absolutamente nada de ellas, ni tan siquiera he conseguido destacar una sola frase o una sola idea que me parezca, me pareciera mientras las leía, ni medianamente interesante. Un fracaso de compra ambas.



When these mountains burn
, fue mi semi traición a mi librería de referencia, que realice por probar a leer un country-noir (appalachian noir para ser más precisos, según la contraportada) en versión original ya que creo que no he leído ninguno. Imagino que no ha sido una buena elección ya que no tiene un sonido especifico, ni grandes frases, ni en general nada especial quedándose en la típica historia del padre de un yonqui que ha de enfrentarse tanto a la adicción de su hijo como a los narcotraficantes e incluso a las autoridades. Se deja leer pero tampoco aporta nada.



Tras estas decepciones con mis compras me decidí por empezar con los regalos de mi cumpleaños, concretamente con The kind worth saving que es una novela policiaca curiosa desconocida para mi pese a ser un best seller del Sunday times y que, a mí, no me ha parecido fascinante. Correcta, sí; fascinante, no. De hecho, no he marcado ninguna de sus páginas, pero justo al abrirla ahora para recordar un poco, creo que el mismo la describe bien en boca de un personaje escritor: “My novels are basically wish fulfillment, and I was lucky enough to be able to craft a decent sentence. But, honestly, I have zero idea how this world actually works.”

Igual es necesario aclarar que esto es algo que comenta después de clasificar a los escritores en observadores e imaginativos, y clasificarse el mismo como imaginativo (con un toque de observación), según el en oposición, por ejemplo, a Updike que, siempre según él, se clasifica como “Incredible observation. Terrible imagination.” Lo de Updike pues podría, lo suyo no especialmente.

El libro anterior, no lo había comentado, me lo regalaron el amigo Bermejo y mi paisano de cangas (eso dice el, aunque el único de los dos que ha nacido en cangas soy yo) Bernaldo Garcia de Quirós, mientras que mis dos siguientes lecturas fueron regalo del pintor vecino Caamañez (para los amigos) de las cuales la primera que he leído fue Outline, que me recomendó como parte de una trilogía que le había parecido fenomenal. Lástima no poder decir lo mismo – por lo menos de la primera – ya que me he debido de perder algo, pero no ha conseguido despertar mi interés en ningún momento, llegando en alguno a parecerme un poco pesadilla. Pero, así son las cosas, igual en otro momento de mi vida me parece una novela sensacional y añado las otras dos partes de la trilogía a mi lista de lecturas. Ahora parece poco probable.




La otra novela que me regalo Caamañez también es parte de una serie de novelas policiacas (esta vez no es una trilogía, sino una serie como tal) protagonizadas por un club de ancianos jubilados que se dedican a investigar crímenes (normalmente ya archivados) y que responden al nombre de The Thursday Murder Club. Es una novela entretenida y sus personajes – con su toque de jubilados – pues tienen su gracia incluso cuando dicen las cosas propias de personas mayores que cualquiera de nuestras madres (o inlcuso muchos de nosotros) prodriamos suscrbir: “... it was a well known fact that there were no calories in home-made cakes”, algo que supongo que mi tanto mi médico de cabecera y mi nutricionista (si, tuve de esto durante un tiempo) suscribían implícitamente al decirme que nada de bollería industrial pero sin comentar nada sobre la bollería casera. No digo que no tengan razón, pero todos hemos leído Asterix y ya sabemos que “lo importante es no abusar de las salsas”.

Algunas puede que sean más controvertidas, pero yo las suscribo totalmente (salvo, obviamente, por el género): “If you know that a chemical engineer is, then you are a better woman than me. Don’t get me wrong, I Know what an engineer is and I know what Chemicasl are, but I can’t join the dots.”, dicho desde el cariño a todos los que se hacen llamar ingenieros quimicos. O como esa otra que, para mí no necesita comprobación maternal del tipo “como lo sabes si no lo has probado”: “At least I have discovered that online dating is not for me. You can have too much choice in this world. And when everyone has too much choice, it is also much harder to get chosen. And we all want to be chosen.” Una excelente razón, entre muchas otras, muy bien explicada, mucho mejor de lo que lo habría hecho yo mismo.

En fin, pues tras el maratón de estos últimos días – para ponerme al día – lo he conseguido y empezare el año sin tener que incluir entre mis propósitos el de ponerme al día ya que solo me queda este mes de diciembre sobre el que no debería empezar a escribir hasta que no haya terminado el mes y, como es obvio, el año pero que ya os puedo anticipar que sera largo ya que he pasado tiempo en piles y seran mas de diez libros que comentar.

Pues eso: Feliz salida y entrada de año y, ya sabéis, además de en nochevieja (o cualquier otro día):  ¡Divertíos asaltando el castillo!

 Lecturas

There's no such thing as an easy job - Kikuko Tsumura

Mr. Adam - Pat Frank

My Annhilation - Fuminori Nakamura

The Last Samurai - Helen DeWitt

When these mountains burn - David Joy

The kind worth saving - Peter Swanson

Outline - Rachel Cusk

The Thursday Murder Club - Richard Osman

jueves, 21 de diciembre de 2023

Comentario de textos – Octubre 2023

 Pues miro el calendario y veo que voy muy apretado para ponerme al día de mis lecturas de este año (ya es el día antes de la lotería de navidad y todavía me quedan dos meses de lecturas por comentar); pero yo soy consultor así que realmente me queda tiempo de sobra, incluso me sobraría para procrastinar pero como tampoco se trata de eso, de hacer las cosas solo por hacerlas pues voy a apartar los trabajos que tengo y ponerme a la tarea de comentar uno de los dos meses atrasados (diciembre no ira atrasado hasta enero, listillos). Vamos, que voy a procrastinar en serio de los temas laborales e incluso de la preparación de la felicitación de navidad. Ya digo, a procrastinar como un profesional.

Octubre es el mes en el que (si todo se conjura favorablemente) viajo una semana a NYC para visitar mis restaurantes, librerías y otros comercios que necesito visitar para tranquilizarme y seguir pensando que el mundo todavía es recuperable (aunque no del todo ya que ahora no visito los bares de noche que solíamos visitar; cosas de la edad, de la mía y de la de mi sobrina, que ambas influyen).

Pero antes de ir a NYC me leí El retrato de casada, uno de esos libros que resulta extraño que yo me compre ya que por una parte se supone que es, más o menos, histórico; y por otra parte era de una autora que de la que no me había gustado otra novela que había leído (cosa, que ni decir tiene, que solo me he dado cuenta al releer con calma la portada y comprobar in-situ mis lecturas anteriores. Ya sabéis como es mi memoria). La verdad es que pese a ser una novela histórica – quiera esto decir lo que quiera decir – es entretenida de leer y bastante sorprendente en la descripción de las relaciones matrimoniales del siglo XVI (según la contraportada) pero que, lamentablemente, algunos de los usos y costumbres que retrata es posible, incluso probable, que sigan vigentes en la actualidad y no solo en sitios lejanos de esos a los que a la gente le gusta turistear y que les parecen culturalmente fascinantes pese a que los usos de esas culturas les parezcan aborrecibles en el mundo actual pero “son tan auténticos”. Pero, divago, y no quiero meterme en este tipo de debates ahora mismo.

Entre esas tradiciones y creencias tal vez una con la que sí puedo coincidir (como una cuestión no ya de fe sino de planteamiento) es esa de que “…médicos y sacerdotes por igual le han grabado en la cabeza que el carácter de los hijos lo determinan los pensamientos de la madre en el momento de la concepción.”, ya que mi casa también se decía eso de “es que me hicieron con mucho cariño” que sin referirse a la madre de forma exclusiva si se refiere a la relación entre ambos perpetradores del acto que creo que si es relevante.

Hace unos cuantos años ya – antes de la pandemia –debieron modificar la normativa de ocupación de las tiendas (la cantidad de espacio libre para la circulación de los compradores) lo que a algunas tiendas (abarrotadas completamente) les ha quitado parte de su encanto que era precisamente la acumulación de cosas, mientras que ha hecho otras visitables por personas como yo. Este es el caso de The Strand, que pese a ser, desde siempre, una de las librerías más baratas de NYC (ya que básicamente se dedicaba a vender copias de libros que enviaban a lectores para reseñas o ediciones extravagantes de cosas sin derechos de autor) yo nunca visitaba con comodidad por la cantidad de mierda acumulada en la misma, y sobre todo porque había un baño que siempre estaba averiado y el olor a saneamiento era absolutamente insoportable incluso para mi que estoy acostumbrado a visitar obras de saneamiento y soy bastante insensible a dicho olor (que a veces me huele a dinero). Ahora parece que han arreglado sus problemas de saneamiento, han dejado mas espacio (y también se han dedicado a fabricar merchandising) por lo que en esta visita he pasado el tiempo suficiente para elegir algunos libros extravagantes.

El primero de ellos fue Science Fiktion, que es una serie de cuentos de esos interrelacionados de ciencia ficción alemana, concepto que no tenía ni idea de que existiera, pero que. Por extravagante, pues podía tener cierto interés y que he leído sin demasiado – casi ningún – interés. Tal vez, su interés sea meramente académico pero la verdad es que a mí la parodia de los dos bloques (este y oeste) en época de la guerra fría pues no me ha capturado en lo más mínimo, me ha costado acabármela y me ha dejado sin nada que aportar a este blog ni a mis recuerdos.

Yo creo que fue el mismo día que descubrimos que mi sucursal de McNally Jackson había cerrado, algo que no solo afecta a la compra de libros – algo que, por ejemplo, mi sobrina no sentiría demasiado – sino que tiene una gran influencia en la espera que podemos asumir para cenar en nuestro italiano favorito, que es una actividad a la que no se puede renunciar (aparte de sus pizzas mi sobrina no perdona sus zeppolinis de postre), el día que descubrimos una nueva librería con posibilidades de convertirse en una favorita de nuestras visitas (The Mysterious Bookshop, que nunca podrá quitarle a la ya cerrada Partners & Crime su status de librería de policíacas, novela negra y similares, favorita de toda la ciudad). Creo que fue ese mismo dia – o igual otro – en el que descubrimos (tras tantos años de visitar la ciudad) una calle por la que no habíamos pasado nunca y que era prácticamente una selva tropical de tantas floristerías y tiendas de todo tipo de plantas que tenían; también localizamos una tienda de billares – y accesorios de billar -  que podría sustituir a la que había en Broadway (y a la que nunca entramos porque no teníamos billar) pero que parecía demasiado formal para entrar a cotillear (tal vez en otra visita vuelva a aparecer y, ahora que tenemos un billar me dedica a entrar).

En cualquier caso, que divago, compramos varios libros en esta nueva librería y entre ellos creo que estaba una policiaca china: Bad Kids, que la verdad es que sin estar excesivamente bien se dejaba leer, aunque como dice una de los protagonistas esto de la lectura no es para tanto y nunca hay que caer en ninguna de las dos valoraciones siguientes:“He acts like he’s better than everyone else, but all he knows how to do is read books. Books aren’t that great; they’re just dead trees.”; vale que no es nada especial esto de leer, pero lo de los árboles muertos igual es excesivo. Claro que los protagonistas son unos chiquillos poco centrados en la vida a los que no se les ocurre mejor idea que chantajear a un asesino (solo ligeramente menos mala que la de amenazar con delatar a Bruce Wayne, aka Batman).




Como hay que variar de idioma y como me quedaba un libro de mi librería de referencia (ya sabéis, la Librería Méndez de la calle Mayor de Madrid) pues decidí leerme el que me quedaba: Venganza que probablemente podría haberme comprado en otra de mis librerías de referencia de NYC, Kinokinuya que me fascina (especialmente la zona de papelería del sotano). La verdad es que es otro de esos libros de cuentos enlazados que parecen ser la moda ahora y que pese a estar bien tampoco tiene nada especialmente relevante. Por lo menos, nada que haya marcado como relevante ya que ahora al cogerlo se ha abierto por la página de los últimos títulos de la editorial (Tusquets) y me ha saltado a la cara el número 1040 de la colección que podría estar escrito por un alter ego nazi de mi hermano ya que el autor es un tal Reich (o tal vez se trate de Fernando Pessoa. ¿quién sabe?)



Puestos a inventar y para mencionar otra librería – esta vez una cadena de librerías, pero de la que solo es obligatoria una de sus sucursales – pues creo que me compre Act of Oblivion del Harris que no es el del Silencio de los corderos, sino el que, además de novelas policiacas, escribe novelas sobre temas históricos variados (tiene varias sobre la antigua roma – en una de las cuales el protagonista en un ingeniero de saneamiento – varias sobre nazis, otra sobre Dreyfus… en fin, variadas) y que ahora escribía una sobre la persecución a los regicidas del rey Carlos I (de Inglaterra, vamos que debiera haber escrito Charles pero me ha dado por traducirlo) centrada en las personas de un suegro y su yerno que escapan a América ya que la amnistía (The act of oblivion del titulo) pues no les incluía ya que “The past Is to be forgotten. There’s to be an amnesty for all who took up arms against the late king – with one exception. All those regicides, who had direct involvement in the trial and execution of Charles Stuart are required to surrender themselves to judgement.” y como uno de ellos había firmado la orden de ejecución (con otros cincuenta y ocho) pues se pasaron 17 años persiguiéndolos con la idea no solo de matarles, en nombre de la corona, sino de descuartizarlos y hacer cosas con sus cadáveres que es mejor no repetir (lo dejo para los que leáis el libro porque es impresionante). No sé por qué, pero me da a mí que la amnistía catalana que tan conmocionado tiene a cierto sector de este país, no tendrá este tipo de condicionantes, aunque igual estaría bien… los seguidores quedan perdonados pero los instigadores... pues como que no. Pero este es otro debate que tampoco quiero tener, por lo menos ahora.

Curiosamente cuando ya llevan varios años huidos por tierras americanas uno de ellos tiene una morrilla que “He even recalled with fondness the stink of the Thames at low tide the sewage along the Strand” (ya, debería haber habría estado mejor comprar esta novela en the strand y con su baño averiado pero no se puede tener de todo); el caso es que echaba de menos el hedor de Londres y eso que aún estaba en 1660, mucho antes de ese verano de 1858 que se llegó a conocer como “the great stink” y que obligo a rehacer el saneamiento de todo Londres (curiosidad ingenieril que no puedo evitar mencionar de vez en cuando).

También resulta curioso enterrarse de que los indios – o algunas tribus indias, al menos – tenían la costumbre de incendiar todas las praderas cuando llegaba el otoño, con la idea de que se regeneraran, pero formando un interesante estropicio, que ahora cualquier grupo ecologista estaría en contra (o a favor, que nunca se sabe).

Black wings has my angel (que procede de una de esas colecciones que se encuentran en Strand) es, al parecer, una novela de culto de la novela negra, de la que yo, por supuesto, en mi incultura enciclopédica, no había oído hablar en la vida. Una vez leída es una novela como muchas otras sin mucho de especial que cuenta la típica historia de una pareja que se dedica al crimen (él se acaba de escapar de la cárcel; ella es semi-prostituta) y por supuesto están pensando, más que en traicionarse, en cuando les traicionara el otro (la otra, más bien) pero que pese a tener esta relación extraña tienen alguna reflexión buena sobre la vida en pareja: “there’s something so comical about that kind of possessiveness. Because you can’t own anybody by shielding them and bullying them and spying on them.  It’s just the other way ‘round.”




Aquí es necesario aclarar que el cierre de McNally- Jackson solo afecta a la que era – por ubicación – mi sucursal favorita y que no se debe a que les haya ido mal ya que han abierto otra pegada al Rockefeller, teniendo otra en la parte baja de Manhattan. Si bien, la del Rockefeller no la he visitado, este año si me he acercado a la de la zona del puerto (el año pasado no me acerque ya que la mia estaba abierta). He de decir que si bien su ubicación es mucho peor para mis planes habituales de cena, es una librería preciosa y bastante completa. Un gusto de librería que seguramente vuelva a visitar en mis próximas visitas (a menos que reabran la del Soho que seguirá siendo mi favorita, aunque solo sea en mi memoria) y en la que esta vez, entre otras cosas, me compre Small mercies, la última novela de Lehane que me apetecía mucho ya que es uno de esos autores de los que me ha gustado casi todo lo que he leído (algunas, tal vez, un poco menos).

De esta, si yo hiciera recomendaciones, solamente podría decir que es altamente recomendable y que me alegro de haberla leído en ingles ya que hay frases que posiblemente no me sonaran igual de bien en español como esa característica familiar que yo suscribo: “it’s a Coyne family trait-if you fell happiness, duck. Because the only thing that could possibly follow happiness is pain.” Pero, para mí, ese duck le da un toque especial a la frase que no quedaría igual con un “escondete” o “acojonate” ni con nada (creo).

Por otra parte, me siento personalmente retratado en algunos de sus personajes y en sus miedos e inseguridades como y casi siempre me pasa esto mismo “… they both smile goofily and wonder if they should try another kiss, he realizes that what scares him about her is what scares him about all intelligent women- that she’s smart enough to see, very quickly, how completely full of shit he is”

En mi próxima visita espero poder incluir estas nuevas, o recuperadas, librerías entre mis visitas casi obligatorias. Como esto tardara en suceder y como todavía me queda un mes que comentar antes de fin de año, pues me despido por hoy y como a mí no me tocara la lotería (por la imposibilidad física de no jugar ni un centavo este año) solo que queda desearos que sobreviváis a las navidades, suerte en los juegos de azar y ¡Divertíos asaltando el castillo!

  

Lecturas

El retrato de casada - Maggie O'Farrel

Science Fiktion - Franz Fühmann

Bad Kids - Zijin Chen

Venganza - Yoko Ogawa

Act of Oblivion - Robert Harris

Black wings has my angel - Elliott Chaze

Small mercies - Dennis Lehane

 

domingo, 10 de diciembre de 2023

Comentario de textos – Septiembre 2023

Pues esta es la primera vez que escribo estos comentarios desde Piles, a donde me he venido a pasar el Puente (de diciembre, lo que solo sirve para recordarme lo atrasado que voy con mis comentarios), asi que escribo en gran parte sin el apoyo físico de los libros que he leído (aunque algunos han sido leidos aquí en Piles).

La verdad es que a lo largo del año pasado – que estuve viniendo a “vigilar” la obra, más o menos cada dos meses – y una vez “acabada” la obra (las comillas son necesarias ya que el carpintero nos ha dejado cosas sin acabar por lo que la obra, pues, acabada, acabada no está y además pues siempre quedan cosas como pintar, decorar, amueblar, etc.) pues me he reconciliado con Piles (no, no me mal interpretéis: nunca he estado “peleado” con Piles pero, la verdad, es que no me resultaba ni cómoda ni interesante y siempre había sido partidario de su venta; no me interesaba tener como casa de vacaciones una especie de mausoleo dedicado a la memoria de mis padres en el que todas las cosas fueran inamovibles); además con la bajada de los precios de los trenes y de los coches de alquiler la verdad es que lo de venirse unos días, solamente a escuchar el mar, cada día me resulta más tentador y, aunque todavía soy incapaz de mantener un ritmo de trabajo aquí – cada vez estoy más cerca de hacer algo útil, aunque sea ponerme al día con mis comentarios). Vamos, que es muy probable que esto (lo de escribir desde la casa de la playa) se repita mas veces.

También es verdad que este no ha sido el mejor viaje a Piles, ya que al venir una avería en el túnel que une Chamartín con Atocha me tuvo esperando en Chamartín – que no está preparada para esperar más de un par de trenes – casi tres horas, al final llegue a Valencia diez minutos después de que hubieran cerrado el alquiler de coches por lo que tuve que quedarme a dormir en Valencia (algo que conseguí gracias a la inestimable colaboración de Alvaro ya que por una parte yo soy bastante incompetente en gestionar cosas y desde el tren – que tiene una cobertura de datos ínfima pues era una tarea casi imposible). Por si esto no fuera poco, a mitad de semana lleve a Valencia a mi hermana y mi sobrina – que también aprovecharon parte del puente para acercarse con la idea de avanzar en cosas de la casa, algo en lo que hemos hecho lo que hemos podido, pero igual no lo suficiente –y a mitad de camino el salpicadero se ilumino como si ya le tocara el encendido navideño. Afortunadamente todas las luces eran amarillas – ninguna roja, que un color más navideño, pero algo más preocupante – y parecían referirse a la presión de los neumáticos que, en principio, parecía estar bien, aunque como ya hemos pinchado tres veces en el último año en estos viajes pues creaba cierta incertidumbre en alguien obsesivo como yo (hay otro tipo de personas y recuerdo un viaje de Madrid a Vitoria, por un tema de trabajo, con mi jefe de Watson España al que el nada más salir de Madrid se le encendieron todas la luces del salpicadero y antes de cruzar la M-30 el coche se puso a hablar, diciéndole: Es urgente que me lleve al taller. Por favor, acérquese al taller más cercano. Y como no paraba de repetir esto yo le comenté si no deberíamos hacer algo al respecto o si no le molestaba que el coche le hablara y le diera órdenes. Su respuesta fue algo así como “no, te acostumbras a que hable, lo que es preocupante es cuando le contestas o incluso intentas razonar con él, diciéndole cosas como tranquilo, ya lo sé. El caso es que fuimos hasta Vitoria, tuvimos nuestra reunión y volvimos, por supuesto sin pasar por ningún taller y sin que el coche dejara de comentarnos la necesidad de llevarle al taller urgentemente. Ya digo, hay muchos tipos de personas), yo en cambio estoy un poco preocupado por mi viaje de mañana hasta Valencia para coger el tren de vuelta.

Pero, aunque el viaje ha tenido sus tropiezos (espero que ya mañana no tenga más, aunque viendo cómo está el tema de los trenes en Madrid – con varios descarrilamientos y averías en muy poco tiempo – pues no las tengo todas conmigo) el caso es que aquí, en Piles, se está estupendamente con solecito, libros, el billar, tareas que hacer, una temperatura ideal durante el día que baja lo suficiente al ponerse el sol como para encender la chimenea (tengo que comprar, por lo menos, un poco de ron, un vaso bajo y una mesita para apoyarlo mientras leo junto al fuego; o conseguir un par de perros enormes y a mi Lauren Bacall para completar la escena de mi cámara cenital, o para, por lo menos, imitar esa famosa foto) y sobre todo el mar para pasear hasta su orilla y fumarse un par de pitillos a primera hora, a última hora y casi a cualquier hora… pero... a lo que vamos…

A finales de agosto por fin me hice con The last chairlift (si, en ingles ya que no me apetecía esperar a que la tradujeran cuando, además prefiero leerla en inglés) la nueva novela de Irving un autor que para mí es mítico, del que (creo) he leído todo y del que antes podía decir que todo me había gustado todo. Esta novela ha roto el idilio de años; idilio que ya se estaba debilitando en sus últimas novelas, que, si bien, me habían gustado me iban gustando cada vez menos; no se si me explico, pero por decirlo claramente no he conseguido terminármela (y no porque tenga 891 paginas, que puede que no sea el libro más largo que he leído este año) sino, sencillamente porque la historia no me ha agarrado, los personajes – pese a tener parecidos con otros personaje suyos – no me han convencido y he echado de menos el tema del libro que es algo que siempre existía en los libros de Irving (supongo que es sobre la identidad sexual y las relaciones familiares pero… es demasiado difuso, poco concreto).

En cualquier caso, sigue siendo Irving y sigue teniendo ideas que me fascinan como ese tipo que siempre lleva un buen libro en la guantera del coche porque “If I drive off the road and I am lying upside down in a ditch, unable to move my legs or get out of the car, I want to have something good to read – an emergency novel.”, algo que si no supiera de mi mala memoria practicaría incluso en los coches que alquilo.

Personaje que claramente contrasta con otro, que sencillamente “I would rather have altitude sickness tan read anything. Oxygen deficiency is more interesting than writing – at least you fell something!” que al fin y al cabo de todo hay en la viña del señor: desde lectores empedernidos hasta iletrados voluntarios (si hasta hay veganos que lo son por no dañar a seres vivos, olvidando que las plantas también son seres vivos, es verdad que con movilidad reducida como se dice ahora, pero seres vivos que – según algunos vegetarianos – tienen sentimientos y van y aprecian, todas ellas, la música clásica y odian la música ruidosa. Sin comentarios).

Por supuesto tiene grandes observaciones con las que coincido, como “..the first death of someone dear to you – when it happens, the pace of everything changes…. When you lose someone, you’re aware of the earth’s motion; the world is always moving, always ahead of you. For the rest of your life, you know there are others deaths coming – one after another, yours included.” que, desafortunadamente, comparto desde hace muchos, demasiados, años.

Aunque solo es una curiosidad me ha sorprendido enterarme de que hasta 1977 no era obligatorio indicar el sexo en los pasaportes estadounidenses, imagino que es una de las muchas cosas que le lleva a hablar de los setenta ameicanos como si fueran los 80 espanoles donde “we were at liberty – we have liberty, we took liberties. We felt free to say and write whatever we imagined. We felt free to live the lives we chose. We didn’t see the pushback coming. We failed to imagine both the passive and aggressive forms the pushback would take.” Supongo que en eso también estamos empatados (con una década, o mas, de retraso) y que tampoco imaginábamos que después de aquella libertad de los ochenta, vinieran estos tiempos como si bailáramos, como civilización, con el típico manual de iniciación (ahora un pasito para adelante, y luego dos pasitos para atrás).

Por supuesto Irving se refiere a otras cosas más importantes como la prohibición del aborto incluso en los supuestos más extremos, el aumento de la desigualdad (con ricos que se declaran estoicos cuando tienen fortunas superiores al PIB de varios países, mientras que aumenta la pobreza global), a los tiroteos en masa sobre los que recuerda uno, que yo desconocía y que me ha sorprendido, en la escuela politécnica de Montreal donde un tipo mato – tras separarlas del resto – a 13 mujeres ya que “the killer had said he was «fighting feminism»; it bothered him that the women students were «going to be engineers»”, pues eso, a esas pequeñas cosas creo que se refiere Irving que demuestran que no todos tenemos los mismos motivos de enfado (mas lógico, si bien mas dificil, hubiera sido matar a los arquitectos que estuvieran intentando ser ingenieros que a las mujeres que lo iban a conseguir).

Con todo, una de las mejores frases se refiere a la irracionalidad del odio (ya sea por las mujeres, por los arquitectos, o por cualquier otra causa salvo tal vez el Brocoli) ya que: “I complained to the snowshoer that the hatred my mother and Molly had predicted from the dancing teammates didn’t sound logical to me. «then it’s definitely true – hatred isn’t logical», asi es el odio: irracional (salvo en casos como el del Brocoli y otros).

Ya, ya se lo que parece… pues igual ni tan mala es… bueno, pensad lo que queráis, pero yo no me la he acabado; si lo hacéis contadme el final (creo que solo me quedaban cien páginas).

Tras la decepción de un libro que había esperado para comprarme parecía el momento más oportuno para leer un libro que, probablemente, yo no hubiera pensado en comprarme, cuya procedencia fuera, digámoslo así, ajena a mis prejuicios para lo que me viene siempre estupendamente mi intercambio de libros con Maria de la O que en este caso fue Una vida de tres perros.

Una de las cosas más curiosas (para mi) de todo el libro es que uno de los protagonistas escribe cosas sobre su vida en algo que “... no era un diario, pero el 8 de abril de 1988, después del tiempo y de otros datos generales, escribió: mañana me caso con Abby.” Algo que inevitablemente me ha recordado uno de los enfados más grande de mi madre con mi padre cuando un día indeterminado, pero en los ochenta o noventa, ordenando papeles en casa encontramos la agenda de mi padre de 1962 en la que para el 1 de diciembre tenia anotado “casarme con Pili”, algo que puso frenética a mi madre cuando lo leyó. No porque apuntara la fecha de su boda, que ya le parecía extravagante que tuviera que apuntarla, como si se fuera a olvidar en plan profesor chiflado, sino por que apuntara con quien se casaba. Hasta ahí podíamos llegar, ¿es que otro día iba a casarse con otra? Mi madre no daba crédito y a mi padre en cambio le parecía de lo más normal, al fin y al cabo, solo había apuntado la información relevante (a mí ya me ha pasado más de una vez apuntar una reunión, pero no apuntar con quien y es un problema ya que no sabes quién puede aparecer, o a quien tienes que visitar – que es peor – y eso crea mucha tensión). Mi solidaridad plena con mi padre.

Por otra parte, últimamente leo en muchos libros frases sobre la cantidad de análisis que merecen las cosas y este no es una excepción: “Puede que no valga la pena vivir una vida exenta de análisis, pero la vida sobre analizada es un infierno. Hablamos de más.” que para mí mezcla dos conceptos ya que, obviamente ya lo he dicho (como si hiciera falta decírselo a cualquiera que me conozca), creo que las cosas hay que analizarlas (mucho) pero creo que el análisis es individual y que tampoco hay que comentar todo el análisis por lo que si efectivamente algunos (creo que no es mi caso como sabe cualquiera que me conozca) hablan demasiado y lo que es peor sobre los análisis que hacen, y lo que es mas irritante antes de plantearse alguna conclusión.

El libro en general me ha gustado bastante, aunque, por el tema del sobre análisis, uno siempre se queda inquieto con la lectura de los libros que le prestan, o intercambian, cuando estos han sido escogidos específicamente ya que tiene tendencia a preguntarse por qué y si a uno le quieren decir algo o no. Yo en general no quiero decir nada y creo que el resto del mundo tampoco, pero, siempre queda la duda. En cualquier caso, mi frase favorita es sobre la perdida de los seres queridos o de la conexión con los mismos que “No sería como caer al vacío sin red de seguridad, sería como caer al vacío con paracaídas, pero sin un planeta en el que aterrizar” que es mucho peor.

Tras esta lectura era obligada una visita a mi librería de referencia (ya sabéis: Méndez que siempre agradecen las visitas, las de todos) donde había dos (o más) libros distintos de la misma autora en la mesa de los libros prominentes, lo que siempre es un indicador. Aunque la fajilla de uno decía que esa era “su mejor novela hasta la fecha” pues yo me decante por uno anterior (teóricamente según la fajilla cogiendo uno pero) y me lleve El tiempo es un canalla ya que me apetecía mas leer una novela sobre San Francisco en los setenta y la Nueva York actual con músicos que una sobre el mundo digital y la perversa tecnología.

Ahora en esta visita a Piles me he leído la otra y creo que es peor que esta y eso que esta no es especialmente buena. A ver, es entretenida, tiene su punto ya que sale un poco de la escena punk de San Francisco (que nunca fue una gran escena ya que ser punk en la soleada california, incluso en San Francisco que, vale, es casi una ciudad – comparada con, digamos, Los Angeles, que no es más que una serie de autopistas – es mucho más difícil que serlo en una ciudad propiamente dicha). Además poco sale de la escena punk o de la propia filosofía, o forma de vida, por lo que perfectamente podrían haber sido otra cosa (digamos metaleros o hardcoretas) y lo único interesante en este sentido es enterarme de la existencia de los Mabuhay Gardens que al parecer era el garito de punk más famoso de San Francisco (igual el único ya que vuelve a salir en su siguiente novela, donde aprovecha para inventarse – creo yo – un gran nombre de grupo, que podría haber existido: The flying dildos)

La mejor frase, que recuerda a aquella famosa de Historias de Filadelfia sobre la fotogenia, es para mí: “Yo siempre estoy feliz – dijo Sasha -. Pero a veces se me olvida.” que por lo menos a mí me pasa, y cada vez tengo menos memoria lo que, bueno, pues eso.

Cuando estaba a punto de comprar (si, en Méndez, que lo repito porque la visitáis poco y no puedo permitirme que cierren: ya me han cerrado dos en NYC y también ha cerrado mi peluquería, algo que me afecta menos porque mi imagen no me preocupa pero que empieza a preocuparme ahora que los políticos ultraderechistas han decidido dedicarse a las locuras capitulares) Lecciones tenía la sensación de que ya había leído algo del autor y no me había gustado (creo que esta frase, o similar, ya la he usado más veces en estos comentarios) pero como mi memoria es la que es, pues no estaba seguro y decidí darle una oportunidad ya que me sonaba que la que había leído iba sobre robots o cosas así y esta pues parecía ir de una saga familiar, así que había una posibilidad de que no fuera el mismo autor (lo era, lo he mirado).

A ver, no es mala, pero… tampoco es buena. Como me acababa de decepcionar Irving y mi hermano Rafa me había dicho que acababa de releerse El mundo según Garp (novela mítica de Irving) pues en cierta medida, de forma inversa, creo muy valido que “Su ignorante yo de veintisiete años habría visto con desprecio a los preferidos de Roland de la actualidad”, algo que ya sabía porque siempre he defendido que la bondad/calidad de un libro depende tanto del libro como del lector, y si bien el libro no cambia con el tiempo el lector (como el proverbial rio en el que, al parecer en un sentido estricto, uno no puede bañarse dos veces) nunca es el mismo.

Igual que no son los mismos los políticos (en ninguna parte) ya que al fin y al cabo como al parecer decía algún político británico “Había desdeñado el intento de la izquierda radical de tomar el control del Partido Laborista. Lo importante era salir elegidos. «Primero hay que llegar al poder. ¡Luego, si es necesario, se vira a la izquierda!»; algo tan cierto como que antes “los camareros eran camareros de verdad, criados desde la cuna, no aspirantes a actores y estudiantes de posgrado” pero esto último igual es solo una cosa de la edad y de que la nostalgia ya no es lo que era.

También, pese a que yo le doy muchas vueltas a las cosas (soy un tipo racional, me gusta decir) es cierto que tengo que coincidir con su “¡Haz una elección, actúa! Esa es la lección. Qué pena no haber sabido el truco mucho tiempo atrás. Las buenas decisiones no llegaban tanto a través del cálculo racional como de arranques de buen humor. Pero lo mismo ocurría con algunas de sus peores decisiones.” ya que muchas de las decisiones, de las mejores que he tomado, han ido contra la lógica que, por ejemplo, decía que, claramente, abrir un bar no sería una decisión sabia ya que las cuentas no salían, pero mira, para eso sirve el buen humor; mientras que, algunas de las peores, pese a ser las lógicas se tomaron con mal humor – con una base de enfado - y pese a ser las decisiones acertadas no acabaron de salir todo lo bien que deberían haberlo hecho.

También me ha gustado bastante cómo se describe la generación de un machismo en pareja, entendido como una desigualdad, que es algo que en cierta medida surge sin que ninguna de las dos partes se dé cuenta hasta que es tarde “Jane apenas se dio cuenta de hasta qué punto iba volviéndose convencionalmente sumisa a los deseos de su marido. De una manera recíproca, él no era consciente de su actitud dominante, sus expectativas de que ella lo sirviera en casa. Quienes conocían bien a Jane observaban en algunas ocasiones un punto de aspereza, incluso de amargura, de desilusión en su forma de ser.” y que es algo sobre lo que las dos partes deben de estará vigilantes ya que luego, una vez que se ha producido, pues, ya es, casi siempre, irreversible y continuista.

Y por supuesto porque creo que es una de las cosas peor interpretadas pero más comentadas por todo el mundo (salto tal vez el efecto mariposa) me gusta mucho su versión del multiverso y saber que en el tema de los animales domésticos coincido con el genio meta paralitico (por decirlo de alguna forma) más conocido: “si creía eso [la existencia del multiverso] entonces debía creer en todas la religiones y cultos del mundo al mismo tiempo. En algún lugar oculto eran todos verdaderos. Como eran todos mentiras. Stephen Hawking dijo una vez: «Cuando oigo hablar del gato de Schrödinger echo mano a la pistola»

Pues acabo de volver a Madrid, esta vez sin ningún incidente reseñable, pero mientras venia en el tren, venia pensando que había "pubicado" esta entrada sin terminar, de una forma abrupta y sin tan siquiera despedirme. Esto me ha reconcomido hasta ahora, que efectivamente he comprobado que era así, aunque creo que nadie se ha dado cuenta (creo que esta sin visitas) por lo que aprovecho para terminar de una forma mas elegante con la despedida tradicional ¡Divertíos asaltando el castillo! (que me niego a adaptar pese a las fechas con un "portal").


Lecturas

The last chairlift - John Irving

Una vida de tres perros - Abigail Thomas

El tiempo es un canalla - Jennifer Egan

Lecciones - Ian McEwan

domingo, 26 de noviembre de 2023

Comentario de textos Agosto 2023

Como ya me han afeado varios conocidos lectores de estos comentarios: ya casi llevo cuatro meses de retraso con los mismos (hoy es 26 de noviembre y estoy empezando los comentarios de agosto).

No estoy seguro de tener ni una buena excusa para este retraso, ni una mala si he de ser sincero. Podría achacarlo a una punta de trabajo (que he tenido) pero también podría achacarlo a lo contrario (haber hecho algunos viajes a Piles, otro a NYC, haber visto varias series de televisión, o de no televisión). En fin, que un cumulo de circunstancias me han llevado a encontrarme con más de veinte libros que comentar con retraso. Tanto retraso llevo que me he quedado sin marcadores para mis trozos favoritos de los libros y, si bien esta no es la razón principal de estar aquí, todo suma.

Mi idea es ponerme al día antes de que acabe el año que, si no pues me veré obligado a “gastar” uno de mis buenos propósitos en esto, y tampoco es plan con la cantidad de “malas costumbres” que tengo que serían susceptibles de propósitos de año nuevo.

Esta vez no os contare ninguna chorrada de las que me inquietan (ya que algunas de ellas involucran a lectores de estas páginas y todavía no existe el distanciamiento suficiente para poder comentarlas sin herir sensibilidades; igual esto tardara en llegar), así que pasare directamente a los comentarios. Comentarios que además serán costos en mis aportaciones (aunque largos en las citas) ya que con el tiempo transcurrido mi memoria no permite recordar mucho de lo leído, solo las impresiones generales.

Evasión, es otro country-noir, esta vez sobre unos presos fugados y sus perseguidores que, a mí, no me ha convencido. A la mitad de sus personajes les pasa lo mismo que a su personaje central (Mopar es su nombre): “Mopar nunca ha sido tonto de verdad. Lo que sucede es que nunca ha dejado pasar una sola mala idea. Cuando se le mete alguna idea en la cabeza, le da vueltas hasta que la gota o se desintegra. Hay líos en los que acabas metido y otros en los que te metes tu solo. Mopar es aficionado a los segundos.” que me resulta extraña ya que yo hago algo parecido con las ideas que, casi siempre, se me atascan en la cabeza, pero creo que es una virtud ya que en las vueltas que le doy intento encontrar una solución al problema, acabando, a veces, con alguna idea no del todo mala; a la otra mitad lo que les pasa es que “uno siempre cree que no tiene ninguna opción, hasta que elige la equivocada.”  algo que a mi me parece más habitual en la gente, incluso cada día mas, ya que parece que la gente no piensa en sus opciones y acaba eligiendo una opción al azar que normalmente no es la mejor y si habitualmente la equivocada (como el cambiarse de cola en el supermercado, algo que, estadísticamente, nunca funciona).

La acción de la novela se sitúa en el estado de Colorado (un estado, que en mi cerebro, es extraño ya que tiene desde la pistas de nieve de Aspen hasta las zonas desérticas de parte del cañón del Colorado – que sí, que ya sé  que en la realidad el cañón (gran cañón, debería decir) del Colorado no está en colorado, pero así funciona mi cerebro) donde los personajes se plantean si deben construir una cárcel o una universidad y donde “Los del pueblo decidieron que no iban a vivir lo bastante como para ver el momento en que Colorado necesitara una universidad, mientras que la prisión era ya una urgencia.”, ya digo un sitio raro (que por cierto si tiene universidad).

El emisario es una de esas novelas distópicas, pero distópica japonesa, en un Japón aislado y “debilitado” en todos los sentidos, en el que las personas de más de cien años son las que siguen trabajando y sacando el país adelante y en el que “ya hace tiempo que los ancianos se quejan de que los jóvenes de hoy en día son unos inútiles. Dicen que quejarse en beneficioso para la salud. Asimismo, parece que el hecho de insultar a los jóvenes hace que les baje la presión sanguínea”. No, si ahora va a resultar que la estupidez de los adolescentes (y de los pre adolescentes) es una cosa buena. La verdad es que yo siempre he pensado que las medidas de casi todos los ministerios iban encaminadas en la dirección de hacer a los jóvenes más inútiles (cambiando clases de matemáticas por clases de deporte; me niego a llamarlo educación física) pero no se me había ocurrido pensar que fuera algo planeado para que mejorara la salud de los mayores. Mira tú, que igual tienen razón.

Por otra parte leer “No hay nada más terrible que una ley que todavía no se aplica porque, si quisieran meter a alguien en la cárcel, podrían arrestarlo de repente sin más por algo que todo el mundo infringe tan tranquilamente” me recordó mucho a hace unos veinticinco años (o más) cuando el ayuntamiento de Madrid decidió hacer cumplir la ley de horarios nocturnos y se dedicó a multar a todo el mundo con una ley que ya existía pero que nadie cumplía, así como a algunas otras ocasiones que se dan, se han dado, en este país tan nuestro.

Como en casi todas las novelas japonesas, de buenas editoriales, las notas a pie de página (del traductor) siempre proporcionan información muy interesante como que los martes son “de fuego”, los miércoles “de agua”, los jueves “de árbol” y los viernes “de oro” debido al primer kanji con el que se escriben (sí, yo también me he quedado con la duda de que pasa con los domingos y los lunes que el traductor no explica); o el nuevo debajo sobre el verde y el azul que antiguamente (hasta hace un milenio) no se distinguían en japonés (ambos eran ao) hasta que introdujeron la palabra midori para el verde , aunque algunas cosas verdes se sigan llamando ao (yo pensaba que todas las cosas, entre azul y verde, se llamaban midori, pero supongo que el traductor sabrá más de este que yo).

Aunque en principio, juzgando por la contraportada, El escupitajo es una novela que yo nunca me compraría (una madre contra la mafia por la muerte de sus dos hijos) la verdad es que su lectura me ha entretenido, convirtiéndose en una candidata posible para un intercambio en un futuro con Maria de la O.

La verdad es que tiene frases demoledoramente descriptivas del machismo (en este caso de una Italia de los 60) en que “Las mujeres eran el pasivo de las economías familiares, bocas que comen pero que no se ganan el pan, obligadas, incluso de niñas, a matrimonios pactados: o esposas de hombres, con el velo liso de la abuela y un convite de garbanzos tostados y vino de batea; o esposas de Dios, con la dota de trigo entregada a la hermana que se casa, la cual, miserable y desgraciada, no se saciara nunca a la mesa del Señor.” O donde “Era como las mujeres que tenían en su casa, deformadas por los embarazos, embrutecidas por amor, agradecidas de los cuernos que las libraban de otras fatigas, sordas a todo rumor que no fuese un llanto o un vaso roto.” Pero donde alguna se diferencia y “Doña Fina no era mujer de desaparecer en la tristeza del recuerdo y el dolor, y tampoco en la limpieza de la sacristía, y mucho menos de volver a casarse; no por el temor a nuevas habladurías, sino porque hubiera sido su tercer matrimonio y, como explicaba a sus hermanas, ya no habría podido acostumbrase al olor de otros pedos.”

Donde algunos jóvenes se metían en problemas precisamente porque sus madres querían evitárselos y “En la adolescencia le negaron la calle y las malas compañías que para la formación de un adulto superar con mucho el esfuerzo de cualquier educador”, tan necesarias, a veces, aunque sea por el ejemplo negativo; y donde (de forma general, no en casos particulares) y como en todas partes, “las desgracias no llegan por sorpresa. La vida no cambia de un momento a otro como si el instante anterior no hubiera existido. Esto sería una insana alternancia que arrastraría a las criaturas vivientes a la camisa de fuerza.” En los casos en los que llegan por sorpresa la verdad es que luego no suele existir alternancia, supongo que para evitar la locura de esos vaivenes.

Otra vuelta al country-noir es En el Sur de Indiana, donde se mezclan el machismo y el abuso de una forma intrínseca que puede resumirse en esa frase “A Connie la criaron en la idea de que protección y abuso eran cartas de una misma baraja.” o textos bíblicos del Éxodo y su “Si en una riña los contendientes golpean a una mujer embarazada y la hacen abortar, pero sin poner en peligro su vida, se les impondrá la multa que el marido de la mujer exija y que en justicia le corresponda” con los grandes remedios caseros, conocidos y desconocidos, “Sorbitos de ponche para cortar las mucosidades de un resfriado o de una bronquitis. Beicon para las picaduras de abeja hasta que el aguijón asomaba lo suficiente para sacarlo de la piel con unas pinzas. Zumo de tomate recién exprimido con caldo de pepinillos en vinagre y un chorrito de Everclear para aliviar la resaca.”

Donde además he podido leer una frase que define parte de mi vida amorosa: “No pasaba un dia en que no la echara de menos. Pero no quería volver al pasado. Haría exactamente lo mismo, aunque el resultado fuese idéntico.”

A diferencia de los libros anteriores (que provienen de mi librería de referencia, Méndez, en la calle mayor) mi siguiente lectura proviene de la librería pasajes a donde fui a ver si encontraba la última novela de Irving que me apetecía mucho leer ya que, como seguro ya os he contado, soy fan. Ya que estaba por allí pues me compre también Birnam Wood porque pasaba en Nueva Zelanda (olvidando que ya había leído otra novela de la autora, sin saber que era neozelandesa, y olvidando que no me había gustado). Pese a ser una novela “de enfrentamientos”, una banda de hippies (que ya sé que ahora no se llaman así, sino hípsters o vete tú a saber que) que vive “a legalmente” en una comuna enfrentada a “un malvado magnate americano” que quiere explotar las tierras en un proyecto que puede ser “mega destructivo” la verdad es que está bien y como acaba como acaba pues tiene su punto (si, mueren varios hippies que siempre está bien).

Una de las cosas que más curiosas me ha resultado – aunque ya la había comprobado in-situ es la prevalencia de lo físico frente a lo intelectual de esa cultura que resume muy bien uno de los protagonistas: “Tony was very proud to be well read, and had often rallied against the defensive anti-intellectualism that defined his country’s culture, but he had nevertheless recognized in himself, at times, a Deep desire to perform a kind of excessive rugged practicality in compensation for his bookishness, submitting himself to physical privations, testing his strength and his endurance well beyond that was called for, and devising circuitous home-made solutions to problems that could be solved much more easily, and often more cheaply, by paying someone else to fix them.” Motivo más que suficiente para abandonar ese país antes de convertirte en un deportista sufriente o en un vicioso del bricolaje. La verdad es que ahora que la releo toda la página no tiene desperdicio y refleja bastante bien la cultura neozelandesa: patriótica, nacionalista, prejuiciosa, y sacrificada en modo abuela “que no hace falta que enciendas la luz, ya me quedare ciega” que se traduce en una actitud pasivo agresiva, cuando menos, demencial.

Tambien aporta alguna reflexión interesante sobre la democracia y las minorías que podria ser aplciable en este pais: “Democracy isn´t about everyone voting the exact same way, it´s about whether you agree to do along with the outcome of the vote even if it turns out you’re in thre minority. That´s consensus.”; si, a veces la minoría ha de ceder y no imponerse como pasa por aquí.

O mas genéricas: “… nothing attracted more attention than somebody attempting to blend in. A far better form of camouflage was to choose a costume that conformed to some blatant stereotype and the to wear it openly, deliberately courting judgement and inviting bias, until general opinion has been fixed; after that, one could virtually do as one pleased, for while people were quick to form opinions, they were just as slow to change them, and – to rephrase the aphorism slightly - there were none so blind as those who has decided what it was what they saw.” Vamos, el tradicional “cría buena fama y échate a dormir, cría mala fama y échate a morir” pero expresado mas largamente.

Como no encontré la novela de Irving en Pasajes pues me acerqué a una librería, cuya única virtud es ser bastante más grande, casi tanto como una novela normal de Irving donde si la tenían y donde compré Mis días en la librería Morisaki por tener casi los dos extremos de tamaño de un libro y por completar la compra con una japonesa.

Se trata de una novela “iniciática” diría yo, en la que una joven se va a trabajar a la librería de su tío, en el barrio de Jimbocho en Tokio (que al parecer está lleno de librerías y que apunto para visitar algún día; el barrio digo, no la librería que entiendo es inventada) y de este contraste entre el anciano felizmente recluido entres sus libros y la sobrina insatisfecha pues surge ese descubrimiento de otra vida distintas para ambos y que como explica “no siempre es fácil entender lo que se quiere de la vida. De hecho, entenderlo lleva toda una vida.”

Por supuesto en un momento dado, debido a que una pareja acude a la librería y casi acaba peleándose (no de la misma forma ni por los mismos motivos por los que todas las parejas se pelean en un IKEA) el anciano afirma “una pareja en una librería va más allá de toda lógica”; algo que considero cierto ya que los tiempos de mirar no suelen darse de forma simultánea y al igual que en una exposición al final uno, o una, se aburre mientras que el otro, o la otra, pues sigue entusiasmado deambulando entre libros. No, ir juntos de librerías o a exposiciones no es una buena idea o requiere mucha más compenetración que otras actividades teóricamente más íntimas.

Con todo me quedo con esta parte que siempre he pensado de las chicas que me han gustado en mi vida “… era muy hermosa. No como para perder la cabeza, pero si como para atraer las miradas. Como una piedra recogida a la orilla del mar; no una piedra preciosa, pero si con un brillo propio.” Aunque yo siempre he perdido la cabeza…

En fin, pues un primer paso para conseguir el objetivo de ponerme al día. ¡Divertíos asaltando el castillo! que yo intentare volver en breve con septiembre.

 

Lecturas

Evasión - Benjamin Whitmer

El emisario - Yoko Tawada

El escupitajo - Marzia Sabella

En el sur de Indiana - Frank Bill

Birnam Wood - Eleanor Catton

Mis días en la librería Morisaki - Satoshi Yagisawa

jueves, 17 de agosto de 2023

Comentario de textos – Julio 2023

 Pues, aunque tengo algo de trabajo, aprovecho que es la mañana de la fiesta “de todas las vírgenes”, unos de los días del año en los que más fiestas hay en España y, por tanto, en los que menos se trabaja para intentar ponerme al día con mis lecturas antes de volver a acumular retrasos inexplicables.

El trabajo que tengo ahora mismo básicamente no tiene un plazo concreto – lo que para alguien como yo acostumbrado a trabajar solo lo necesario pues es un problema, ya que resulta muy difícil ponerse a ello y no dedicarse procrastinar.

Aunque no os interese nada (como este es mi blog) pues os cuento en las cosas en las que ando enredado para que entendáis porque en lugar de ponerme a trabajar pues me pongo, un día como hoy, a escribir este blog (además de porque me apetece ahora mismo escribirlo). Ahora básicamente me dedico a:

  • ·    Preparar trabajos que posiblemente me encarguen y no tengo ni idea de cómo hacer (aprendizaje propio): ya que, más o menos, me he “comprometido”: una administración me pidió mi opinión sobre un problema que tienen y yo ni corto ni perezoso (aunque sea ambas cosas) mantuve una reunión (de esas telemáticas) con ellos (realmente eran ellas, dos ellas para ser concreto) y les conté como lo veía yo y lo fácil que podía ser la solución: solo había que hacer unos modelos de elementos finitos para analizar el problema y, bueno, pues volver a modelizar soluciones. Además de que creo que pasaron un buen rato en la reunión (algo que es muy importante y de lo que tengo constancia porque la reunión la tuve en Piles y las risas de mis interlocutores, al parecer, se oían desde el patio de abajo donde me esperaban mis tradicionales tostadas con mantequilla) decidieron que sacarían un concurso para poner en practica mi solución y que, por supuesto esperan, que yo lo gane. El único pequeño problema es que nunca he hecho esto (siempre he querido aprender a hacerlo, pero nunca he tenido el tiempo, ni la motivación, para aprender a hacerlo); ni siquiera se usar las herramientas necesarias para hacerlo (ya puestos ni siquiera estoy seguro de que sea fácil de hacer o de que las herramientas existan). Así que ahora he de aprender a hacerlo antes de que saquen el concurso, no vaya a ser que de verdad tenga que hacerlo.
  • ·         Reconstruir mis métodos de cálculo para otros asuntos ya que nunca estoy contento con las hojas de cálculo que preparo (siempre he pensado que debería tomarme un año sabático para “preparar” una herramienta que, básicamente, hiciera los proyectos por mí, con una intervención mínima ya que, pese a trabajar de ingeniero, con el ingenio (que es lo que los ingenieros pensamos de nuestro trabajo), gran parte de mi trabajo – salvo , realmente, algunas cosas importantes– pues es casi metódico (que es lo que piensa la gente de los ingenieros). Pero como no lo hago – lo de tomarme el año, o años, sabáticos, para desarrollar esto bien – pues voy “trampeando” mis métodos de cálculo y ahora estoy en una revisión importante por lo que tengo bastante lio.
  • ·         Formar a amigos: varios de mis conocidos están intentando “intrusismo” en áreas que son de mi conocimiento, pero, desgraciadamente no del suyo (lo que finamente se llama reciclaje profesional pero que a los cincuenta y muchos, y cuando quieren reciclarse en lo tuyo, pues… eso). El caso es que por su edad y formación pues en seguida creer haberlo entendido todo lo que les explicas para, luego en cuanto algo cambia, pues han de volver a “revisar” lo que han hecho o intentado hacer con, más o menos acierto. Así que cada dos por tres pues me veo en el papel de profesor (si, vale de profesor chiflado) bien con amigos y conocidos o bien con empresas o instituciones (de hecho, acabo de acodarme de que para el aperitivo tengo una de estas visitas de “revisión”)

Ya, yo también – igual que cada uno de vosotros – tengo clarísimo que el final me acabara pillando el toro en el tema del aprendizaje propio, que me retrasare o no terminare la reconversión de mis métodos de cálculo y que o me pongo ya a escribir sobre mis lecturas o al final tampoco acabare de comentarlas hoy con el apoyo a los amigos. Así que a por ello.

Empecé el mes con lecturas que todavía provenían de mis compras en caseta de mi librería de referencia en la feria del libro y la primera fue Maleantes, que es una recopilación de escritos para revistas, de perfiles, pues de eso maleantes por un autor del que me había gustado mucho la primera novela que leí (sobre unas irlandesas del IRA) y menos la segunda (sobre las grandes farmacéuticas y el negocio de las drogas) por lo que aunque fuera de no ficción pues decidí darle una oportunidad (ya sabéis que yo prefiero que todo sea mentira, sinceramente creo que la realidad está sobrevalorada). Una vez en casa me pues a mirar el índice y para mi sorpresa, el ultimo capitulo estaba dedicado a Anthony Bourdain. ¿Anthony Bourdain en un libro sobre maleantes? No daba crédito, pero entonces me fijé en el subtítulo del libro –Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores – y pensé claro por eso ha tenido que meter lo de rebeldes, para poder añadir este perfil (que ya tenía escrito).

Un total de doce historias – once perfiles de maleantes y el de Bourdain – entre los que hay un poco de todo, desde nombre que todos conocemos (El chapo Guzman o el mismísimo Trump) a otros que serán muy famosos, pero de los que yo no había oído hablar nunca. Pero si hasta e una de las historias (Una sobre traficantes de armas en Marbella) va y sale “... un funcionario de antiterrorismo llamado Jose Manuel Villarejo” que supongo es el ínclito “comisario Villarejo”

A mí me ha parecido que una de las historias más flojas es, precisamente la de Bourdain (que, por cierto, no sé si os he contado que yo comí en Les Halles cuando el todavía era el chef allí; ya, si eso, os lo cuento otro día) y la parte más sorprendente – en la historia de los atentados del maratón de Boston, y la monja que interpreta Susan Sarandon en Pena de muerte,  la película de Tim Robbins, que ya os habréis dado cuenta se parece mucho a mi – es enterarse de esa particularidad de la selección de jurados en estados unidos “Si el jurado hubiese sido seleccionado entre una muestra representativa de bostonianos, habría habido pocas posibilidades de que se dictaminara la pena de muerte. Pero la selección del jurado en los casos de pena de muerte implica un procedimiento conocido como ‘death quailification’, en el que a los posibles integrantes se los interroga acerca de sus opiniones sobre la pena capital, y quien se opone por principio a la práctica es descartado.”. Si esto es sorprendente, no lo es menos que al autor le parezca que “Esto no carece de sentido, porque una condena a muerte ha de ser unánime; con que un único miembro del jurado objete desde el principio, todo el procedimiento acaba siendo una pérdida de tiempo”. No sé, no lo acabo de ver…igual del revés también sería una pérdida de tiempo, pero igual sería mejor.

Mi siguiente lectura, Los destrozos, la compre en gran medida con mi hermano en mente ya que (por razones que, creo, ya os he contado, pero, si no fuera así, pues, ya si eso, otro día hablamos de esto) tenemos una discusión histórica sobre la primera novela del autor (no sobre las demás que ambos creemos que son malas, incluso muy malas) además esta se supone que “volvía” a esa época (a los personajes y la esencia de la primera) y, por supuesto, la editorial decía que era lo mejor que había escrito. ¿La verdad? Infumable, no he conseguido acabármela y donde la primera tenia aciertos esta está llena de demasiado protagonismo del autor y es insoportable. Pese a todo yo me mantengo en mis trece y creo que la primera era buena (igual no tan buena como me pareció a mí en su momento, pero a años luz de este tocho infumable) pero puede que mi hermano crea que esta es buena. Yo no se la voy a recomendar, porque yo no recomiendo libros.



La verdad es que El número uno me apetecía desde el primer momento ya que conocía al autor (solamente por Manhattan Transfer) y la verdad es que una historia sobre un político americano – aunque sea de Oklahoma y en los años 30 – pues podía tener cierto interés, al fin y al cabo, la política no ha cambiado tanto (creo) y los políticos americanos si nacen y crecen en los estados. Es entretenida de leer, pero no apasionante y tal vez la parte más divertida es esa comparación los rojos (en los treinta) con las ideas católicas “tengo la profunda convicción, senador, de que en la Biblia hay ideas económicas más radicales que las que hayan podido imaginar estos rusos rojos” algo que no por obvio sigue resultando incomprensible, quiero decir es incomprensible como mucha gente de religión católica sigue despotrican de las ideas económicas de los rojos, supongo que hay partes de la Biblia que no es necesario leerse para ser un buen católico.



Mi japonés del mes – bueno el primero de dos ya que Maria de la O duplico unilateralmente el intercambio de libros y me paso otro – ha sido Los misterios de la taberna Kamogawa que tiene una premisa de esas que solo pueden plantearse un japonés donde un ex policía y su hija dirigen una taberna que realmente es una agencia de detectives privados en la que se dedican a “localizar” recetas de comida de las que la gente recuerda la sensación, pero ha olvidado, o desconoce, la receta original. Ellos no solo localizan la receta, sino que como prueba pues preparan el palto del recuerdo (la madalena de Proust) en dos semanas para – obviamente – satisfacción del cliente, curiosamente no ponen precio a sus servicios, sino que lo dejan a la discreción del cliente y su satisfacción o no con la receta elaborada.

Aunque no se aprende nada de comida japonesa – salvo los nombres de algunos platos caseros, que son los que en general se han perdido, aunque más que el plato es la sensación lo que se ha perdido por lo que en casi todos los casos lo que tiene que recrear es la situación en la que se comían estos platos, además del plato en si– si tiene sus curiosidades como “Bien dicho: en la cultura japonesa no existe esa cosa llamada ‘postre’, ¡eso hay que dejárselo a los franceses!” al parecer los japoneses en lugar de postre, toman mizugashi que una búsqueda en internet da como resultado que son o fruta de temporada o dulces lo que hace que sea todo bastante extraño especialmente cuando luego el mismo personaje añade “… los detalles importan. El desmoronamiento de una cultura empieza por la perversión del lenguaje. ¿Qué va a ser de nuestra repostería wagashi si toleramos que se la compare con simples ‘postres’ y ‘dulces’”. Pues eso, que no me queda claro si el mizugashi es el concepto genérico de postre o no. Y sobre todo un concepto que yo no sabía que existía y que he de mantener alejado de mi sobrina Alicia (o cerca si de verdad se vende) ya que reúne dos de sus cosas favoritas, aunque no queda claro si produce estupor o es correcto “¿quiere sazonar la comida con sal de té marcha, señora Tae?” Alicia casi seguro que sí.

De vez en cuando hay que leer novelas de género, así que este mes elegí el género de terror, terror gótico según la contraportada, y me leí La chica que vive al final del camino. La verdad es que no me parece que sea ni de terror, ni gótica, aunque sea entretenida de leer ya que es la historia de una chica pre-adolescente (trece años) que vive sola en una casa en un pequeño pueblo porque parece que su padre ha desaparecido (¿lo ha matado ella?) y que al final acaba cometiendo otro asesinato, para proteger u intimidad. Ya digo, es entretenida, pero creo que en un momento dado (no os diré cual ya que igual lo he leído mal) el misterio de la desaparición del padre se resuelve por las acciones de la chica y su compañero de aventuras; pero igual no.





Mi intercambio con Maria de la O me proporciona Winesburg, Ohio que pese que el nombre del autor suena a autor que uno debe de haber leído y conocer lo suficiente, pues yo no había leído nada suyo (pero si debe de ser verdaderamente “un clásico” ya que en otro libro que acabo de leer hacen referencia a él como clásico, lo que siempre es una buena confirmación del estatus). Así es la vida. Se trata de libro de relatos cortos que, obviamente, tienen el nexo común de localizarse todos – ser los personajes de – un pequeño pueblo rural de los estados unidos (si, el del título, claro). Un lugar y una época en la que realmente no pasa nada, salvo la vida cotidiana, un lugar en el que “Casi todos los chicos tienen épocas en las que les gustaría tener una muerte gloriosa en lugar de ser vendedores en una verdulería y seguir con su monótona vida.”, algo claramente educacional que me gustaría pensar que se está borrando ya que, creo, que ya no hay tantos juguetes bélicos como cuando yo era niño (que prácticamente todos eran juguetes bélicos) pero sobre lo que tengo mis dudas y creo que ahora simplemente la guerra ha cambiado de patio y ya no es entre potencias sino con las fuerzas del orden (que, mira tú qué cosa, pues quieren que cumplamos, que no hagamos,  las cosas que están prohibidas por las leyes vigentes) y así todos quieren ser narcotraficantes o agitadores clandestino, que no deja de ser otra forma de guerra con un trasfondo moral (en muchos casos) basado en el egoísmo de yo hago lo que quiero.

Como he descubierto “el amable muchacho de ojos azules de Ohio era un completo egotista. No quería tener amigos por la misma razón que no quieren tenerlos los niños. Quería que todo el mundo se plegara a sus caprichos, que fuese gente con quien pudiera hablar, a quien pudiera sermonear y regañar cuando quisiera, en definitiva, que fueran siervos de su imaginación. Entre aquellas personas siempre se sentía seguro. Podían hablar, desde luego incluso tener opiniones propias, siempre que el tuviera la última palabra. Era como un escritor rodeado de las creaciones de su cerebro…”, creo que cada vez está más representado en nuestra sociedad (Igual por mí el primero) de lo recomendable.

No puedo dejar de citar su opinión sobre los artistas (de los que cada vez hay más, ahora ya casi todo el mundo es artista (e influencer) con la que estoy totalmente de acuerdo: “Todo el mundo sabe lo parlanchines que son los artistas. A lo largo de la historia de la humanidad, siempre se han reunido para hablar. Hablan de arte y lo hacen con un apasionamiento casi febril. Le conceden mucha más importancia de la que tiene.”

Un libro muy entretenido y tal vez mi única pega sea el que no lo haya transformado en una novela, uniendo un poco más las historias, pero, eso es solo porque yo prefiero las novelas a los cuentos.

Me compre Lucy y el mar, por las razones de siempre (el titulo tiene relación con el agua) sin fijarme mucho en que era una novela pandémica (es decir que va sobre el periodo de la pandemia) algo que, en general, me hecha un poco para atrás ya que me parece demasiado reciente como para tener la perspectiva suficiente para poder interpretarlo correctamente. De forma general es una historia en la que la protagonista vive la pandemia sobre la base de decisiones que ella no toma (las toma su ex marido y, en cierta medida, sus hijas; no me refería al estado opresor capitalista y manipulador) y en la que el mar no juega ningun papel, salvo el de decorado de fondo.

Con todo tiene frases interesantes como “todos vivimos con personas, y sitios, y cosas a los que hemos dado gran importancia, pero, al final nosotros no importamos nada” con la que es difícil no estar de acuerdo en según qué ocasiones., o en una línea de razonamiento parecido también vivimos con nuestros recuerdos ya sean verdaderos o falsos (básicamente lo segundo) por lo que cualquier ayuda para distinguirlos es bienvenida, aunque sea la que propone de  “Una de las razones por las que creo que este recuerdo es verdadero es, en primer lugar, porque es muy raro” que a veces es algo sensato (los recuerdos triviales – como decían en Blade Runner – tienen posibilidad de ser falsos).

De todas las leídas me quedo con la más positiva con la que estoy de acuerdo y que me gustaría practicar más: “Cuando una persona se entusiasma de verdad con algo puede ser contagioso”, tanto lo del contagio como lo del entusiasmo.

La cigarra del octavo día, mi segunda japonesa del mes, y con una secta de por medio ¿Qué más se puede pedir? Bueno, tal vez un título no tan filosófico y aunque la historia inicial no me parecía demasiado interesante (una mujer despechada secuestra a la hija recién nacida de su amante, a la sazón casado, y huye con ella) la verdad es que se deja leer bastante bien.

Tras algunas peripecias, muchas propias de una maternidad fingida, recala en una comunidad de mujeres (vamos, una secta) en la que “Las mujeres que vivimos aquí, entre cuarenta y cincuenta, tenemos algo en común, un rasgo unificador de nuestro carácter. No creo que sea casual, sino más bien producto de vivir en este lugar: ninguna de nosotros piensa mucho, no tenemos dudas, no tenemos opiniones. Con la perdida de carácter desaparecen los sentimientos negativos, la malevolencia, el odio.” Un par o tres de cosas sobre esta afirmación:  con carácter no se refieren a mal carácter, creo más bien que es a personalidad; puede que sea cierto que así - dejando de pensar, de tener dudas – desaparecen algunas cosas malas (yo tengo mis dudas) pero al precio de que desaparecen todas las cosas buenas de una persona; y, como se descubrirá más tarde no era este el principal rasgo unificador – la razón por la que les dejaron unirse a la secta – no, para nada; era otro.

En la segunda parte – sí, este libro tiene dos partes – la hija ya ha crecido y, como ha crecido aislada en un edificio, con acceso a conocimiento muy limitado, con una experiencia limitada a un entorno especifico, cuando escapa le sorprende todo y a su madre le da por pensar y darse cuenta de que “Es cierto, creo que nunca antes había visto una estrella; solo el cielo nocturno enmarcado por una ventana. No conoce esta oscuridad. No solo es: no conoce más que ese edificio blanco. Solo ha visto las cosas de este mundo en su libro de ilustraciones: la ciudad, el mar, el cielo, la montaña, la luna llena, las cuatro estaciones, el tren, los parques, el parque de atracciones, el zoológico, el supermercado, la juguetería… Nada real. Le he robado todas esas experiencias.” Creo que por posibilidades como estas – que los padres, o el entorno, limiten la experiencia de los niños creciendo – no se debe permitir a los padres ser la única fuente de experiencia de los niños y que la crianza en casa – aislados del resto de la sociedad – debería estar prohibida y por eso la escolarización debe de ser obligatoria. No se puede dejar que tarados críen tarados sin intentar evitarlo eso no es libertad.

Como en todos los libros japoneses se aprende alguna curiosidad, de este me quedo con aprender que “el dia de hoy esta señalado como butsumetsu, el dia mas funesto según el calendario budista” por aquello de que tengan un día así aunque no se parezca nada a ese nuevo concepto de Blue Monday y sea más como Viernes Santo (calculo yo, si mis conocimientos de religión no me fallan)) ya que al parecer es el día que murió Buda (aunque según Wikipedia esto se produce uno de cada seis días (redondeando, aunque como 28 no es divisible entre 6 pues no es tan fácil) ya que el cálculo del rokuyō – el numero que incida el nivel de fortuna de un día en concreto - consiste en sumar el día y el mes del calendario lunisolar, dividir dicha suma entre 6 y quedarse con el resto, de forma que el día 1 del primer mes siempre es senshō (resto 2), y a partir de ahí los días siguen el orden indicado, siendo el 5 el butsumetsu). Raritos que son los japoneses para todo.

 

La última lectura del mes – sí, ya vamos acabando – fue Mateo perdió el empleo, que se supone que son una serie de historias enlazadas que (según la contraportada) “conducen al mismo sitio, al personaje central”. Yo he debido perderme algo, porque salvo por la tontería de que un personaje que aparece en una historia empieza (más o menos) la siguiente poco más “conduce” hacia el personaje central, que de central pues tiene verdaderamente poco; vamos que en cierta medida algo parecido – sin forzarlo y , en consecuencia de mejor forma – es lo que pasa en el libro de Sherwood Anderson, ya comentado.

Las historias todas tienen un punto de absurdez (que supongo es lo que – según la contraportada – Le Figaro lo clasifique de “un Kafka portugués”) y así en una un personaje se tatúa en Braille la tabla periódica de los elementos químicos: “Allí estaba, completa, la tabla – y actualizada siempre que fuera necesario -, la tabla periódica de los elementos químicos”. Si ya es algo raro tatuarse la tabla periódica, la aclaración de que “se actualiza” pues ya es bastante rara porque no es una cosa que cambie mucho (vale, en 2015 se añadieron 4 nuevos elementos, pero poco más ha cambiado, ni se espera que cambie); en otra un personaje decide construir rotondas con una isleta cuadrada (en lugar de circular) en el centro. Algo que, innecesario es decirlo, es la mayor majadería desde la proliferación de las rotondas para todos los casos que ha tenido lugar últimamente.

En otro de los cuentos – o viñetas, más bien – dos personajes se pierden en un laberinto lo que claramente me ha llevado a recordar ese principio topológico que tienen los laberintos por el que siempre se puede salir de ellos (tardando más o menos) siguiendo la regla de la mano derecha (también valdría la mano izquierda) porque, aunque casi todo el mundo lo dude hasta la topología tiene utilidades en la vida real, o por lo menos en la vida real con laberintos (que muy real, muy real, pues no es).

Hecha mi reivindicación del conocimiento variado (incluso de la topología) voy a prepararme para irme a Piles otros días a – además de leer y tele trabajar, digo por decir que luego ya veremos lo del teletrabajo – pues me voy a releer Godel Escher y Bach (puede que no lo acabe y que deje allí una copia para seguir leyéndola en ratos libres) porque ya se me ha olvidado casi todo. Vosotros pues ¡Divertíos, asaltando el castillo!

 

Lecturas

Maleantes - Patrick Radden Keefe

Los destrozos - Bret Easton Ellis

El número uno - John Dos Passos

Los misterios de la taberna Kamogawa - Hisashi Kashiwai

La chica que vive al final del camino - Laird Koenig

Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson

Lucy y el mar - Elizabeth Strout

La cigarra del octavo día - Mitsuyo Kakuta

Mateo perdió el empleo - Gonzalo M. Tavares