jueves, 17 de agosto de 2023

Comentario de textos – Julio 2023

 Pues, aunque tengo algo de trabajo, aprovecho que es la mañana de la fiesta “de todas las vírgenes”, unos de los días del año en los que más fiestas hay en España y, por tanto, en los que menos se trabaja para intentar ponerme al día con mis lecturas antes de volver a acumular retrasos inexplicables.

El trabajo que tengo ahora mismo básicamente no tiene un plazo concreto – lo que para alguien como yo acostumbrado a trabajar solo lo necesario pues es un problema, ya que resulta muy difícil ponerse a ello y no dedicarse procrastinar.

Aunque no os interese nada (como este es mi blog) pues os cuento en las cosas en las que ando enredado para que entendáis porque en lugar de ponerme a trabajar pues me pongo, un día como hoy, a escribir este blog (además de porque me apetece ahora mismo escribirlo). Ahora básicamente me dedico a:

  • ·    Preparar trabajos que posiblemente me encarguen y no tengo ni idea de cómo hacer (aprendizaje propio): ya que, más o menos, me he “comprometido”: una administración me pidió mi opinión sobre un problema que tienen y yo ni corto ni perezoso (aunque sea ambas cosas) mantuve una reunión (de esas telemáticas) con ellos (realmente eran ellas, dos ellas para ser concreto) y les conté como lo veía yo y lo fácil que podía ser la solución: solo había que hacer unos modelos de elementos finitos para analizar el problema y, bueno, pues volver a modelizar soluciones. Además de que creo que pasaron un buen rato en la reunión (algo que es muy importante y de lo que tengo constancia porque la reunión la tuve en Piles y las risas de mis interlocutores, al parecer, se oían desde el patio de abajo donde me esperaban mis tradicionales tostadas con mantequilla) decidieron que sacarían un concurso para poner en practica mi solución y que, por supuesto esperan, que yo lo gane. El único pequeño problema es que nunca he hecho esto (siempre he querido aprender a hacerlo, pero nunca he tenido el tiempo, ni la motivación, para aprender a hacerlo); ni siquiera se usar las herramientas necesarias para hacerlo (ya puestos ni siquiera estoy seguro de que sea fácil de hacer o de que las herramientas existan). Así que ahora he de aprender a hacerlo antes de que saquen el concurso, no vaya a ser que de verdad tenga que hacerlo.
  • ·         Reconstruir mis métodos de cálculo para otros asuntos ya que nunca estoy contento con las hojas de cálculo que preparo (siempre he pensado que debería tomarme un año sabático para “preparar” una herramienta que, básicamente, hiciera los proyectos por mí, con una intervención mínima ya que, pese a trabajar de ingeniero, con el ingenio (que es lo que los ingenieros pensamos de nuestro trabajo), gran parte de mi trabajo – salvo , realmente, algunas cosas importantes– pues es casi metódico (que es lo que piensa la gente de los ingenieros). Pero como no lo hago – lo de tomarme el año, o años, sabáticos, para desarrollar esto bien – pues voy “trampeando” mis métodos de cálculo y ahora estoy en una revisión importante por lo que tengo bastante lio.
  • ·         Formar a amigos: varios de mis conocidos están intentando “intrusismo” en áreas que son de mi conocimiento, pero, desgraciadamente no del suyo (lo que finamente se llama reciclaje profesional pero que a los cincuenta y muchos, y cuando quieren reciclarse en lo tuyo, pues… eso). El caso es que por su edad y formación pues en seguida creer haberlo entendido todo lo que les explicas para, luego en cuanto algo cambia, pues han de volver a “revisar” lo que han hecho o intentado hacer con, más o menos acierto. Así que cada dos por tres pues me veo en el papel de profesor (si, vale de profesor chiflado) bien con amigos y conocidos o bien con empresas o instituciones (de hecho, acabo de acodarme de que para el aperitivo tengo una de estas visitas de “revisión”)

Ya, yo también – igual que cada uno de vosotros – tengo clarísimo que el final me acabara pillando el toro en el tema del aprendizaje propio, que me retrasare o no terminare la reconversión de mis métodos de cálculo y que o me pongo ya a escribir sobre mis lecturas o al final tampoco acabare de comentarlas hoy con el apoyo a los amigos. Así que a por ello.

Empecé el mes con lecturas que todavía provenían de mis compras en caseta de mi librería de referencia en la feria del libro y la primera fue Maleantes, que es una recopilación de escritos para revistas, de perfiles, pues de eso maleantes por un autor del que me había gustado mucho la primera novela que leí (sobre unas irlandesas del IRA) y menos la segunda (sobre las grandes farmacéuticas y el negocio de las drogas) por lo que aunque fuera de no ficción pues decidí darle una oportunidad (ya sabéis que yo prefiero que todo sea mentira, sinceramente creo que la realidad está sobrevalorada). Una vez en casa me pues a mirar el índice y para mi sorpresa, el ultimo capitulo estaba dedicado a Anthony Bourdain. ¿Anthony Bourdain en un libro sobre maleantes? No daba crédito, pero entonces me fijé en el subtítulo del libro –Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores – y pensé claro por eso ha tenido que meter lo de rebeldes, para poder añadir este perfil (que ya tenía escrito).

Un total de doce historias – once perfiles de maleantes y el de Bourdain – entre los que hay un poco de todo, desde nombre que todos conocemos (El chapo Guzman o el mismísimo Trump) a otros que serán muy famosos, pero de los que yo no había oído hablar nunca. Pero si hasta e una de las historias (Una sobre traficantes de armas en Marbella) va y sale “... un funcionario de antiterrorismo llamado Jose Manuel Villarejo” que supongo es el ínclito “comisario Villarejo”

A mí me ha parecido que una de las historias más flojas es, precisamente la de Bourdain (que, por cierto, no sé si os he contado que yo comí en Les Halles cuando el todavía era el chef allí; ya, si eso, os lo cuento otro día) y la parte más sorprendente – en la historia de los atentados del maratón de Boston, y la monja que interpreta Susan Sarandon en Pena de muerte,  la película de Tim Robbins, que ya os habréis dado cuenta se parece mucho a mi – es enterarse de esa particularidad de la selección de jurados en estados unidos “Si el jurado hubiese sido seleccionado entre una muestra representativa de bostonianos, habría habido pocas posibilidades de que se dictaminara la pena de muerte. Pero la selección del jurado en los casos de pena de muerte implica un procedimiento conocido como ‘death quailification’, en el que a los posibles integrantes se los interroga acerca de sus opiniones sobre la pena capital, y quien se opone por principio a la práctica es descartado.”. Si esto es sorprendente, no lo es menos que al autor le parezca que “Esto no carece de sentido, porque una condena a muerte ha de ser unánime; con que un único miembro del jurado objete desde el principio, todo el procedimiento acaba siendo una pérdida de tiempo”. No sé, no lo acabo de ver…igual del revés también sería una pérdida de tiempo, pero igual sería mejor.

Mi siguiente lectura, Los destrozos, la compre en gran medida con mi hermano en mente ya que (por razones que, creo, ya os he contado, pero, si no fuera así, pues, ya si eso, otro día hablamos de esto) tenemos una discusión histórica sobre la primera novela del autor (no sobre las demás que ambos creemos que son malas, incluso muy malas) además esta se supone que “volvía” a esa época (a los personajes y la esencia de la primera) y, por supuesto, la editorial decía que era lo mejor que había escrito. ¿La verdad? Infumable, no he conseguido acabármela y donde la primera tenia aciertos esta está llena de demasiado protagonismo del autor y es insoportable. Pese a todo yo me mantengo en mis trece y creo que la primera era buena (igual no tan buena como me pareció a mí en su momento, pero a años luz de este tocho infumable) pero puede que mi hermano crea que esta es buena. Yo no se la voy a recomendar, porque yo no recomiendo libros.



La verdad es que El número uno me apetecía desde el primer momento ya que conocía al autor (solamente por Manhattan Transfer) y la verdad es que una historia sobre un político americano – aunque sea de Oklahoma y en los años 30 – pues podía tener cierto interés, al fin y al cabo, la política no ha cambiado tanto (creo) y los políticos americanos si nacen y crecen en los estados. Es entretenida de leer, pero no apasionante y tal vez la parte más divertida es esa comparación los rojos (en los treinta) con las ideas católicas “tengo la profunda convicción, senador, de que en la Biblia hay ideas económicas más radicales que las que hayan podido imaginar estos rusos rojos” algo que no por obvio sigue resultando incomprensible, quiero decir es incomprensible como mucha gente de religión católica sigue despotrican de las ideas económicas de los rojos, supongo que hay partes de la Biblia que no es necesario leerse para ser un buen católico.



Mi japonés del mes – bueno el primero de dos ya que Maria de la O duplico unilateralmente el intercambio de libros y me paso otro – ha sido Los misterios de la taberna Kamogawa que tiene una premisa de esas que solo pueden plantearse un japonés donde un ex policía y su hija dirigen una taberna que realmente es una agencia de detectives privados en la que se dedican a “localizar” recetas de comida de las que la gente recuerda la sensación, pero ha olvidado, o desconoce, la receta original. Ellos no solo localizan la receta, sino que como prueba pues preparan el palto del recuerdo (la madalena de Proust) en dos semanas para – obviamente – satisfacción del cliente, curiosamente no ponen precio a sus servicios, sino que lo dejan a la discreción del cliente y su satisfacción o no con la receta elaborada.

Aunque no se aprende nada de comida japonesa – salvo los nombres de algunos platos caseros, que son los que en general se han perdido, aunque más que el plato es la sensación lo que se ha perdido por lo que en casi todos los casos lo que tiene que recrear es la situación en la que se comían estos platos, además del plato en si– si tiene sus curiosidades como “Bien dicho: en la cultura japonesa no existe esa cosa llamada ‘postre’, ¡eso hay que dejárselo a los franceses!” al parecer los japoneses en lugar de postre, toman mizugashi que una búsqueda en internet da como resultado que son o fruta de temporada o dulces lo que hace que sea todo bastante extraño especialmente cuando luego el mismo personaje añade “… los detalles importan. El desmoronamiento de una cultura empieza por la perversión del lenguaje. ¿Qué va a ser de nuestra repostería wagashi si toleramos que se la compare con simples ‘postres’ y ‘dulces’”. Pues eso, que no me queda claro si el mizugashi es el concepto genérico de postre o no. Y sobre todo un concepto que yo no sabía que existía y que he de mantener alejado de mi sobrina Alicia (o cerca si de verdad se vende) ya que reúne dos de sus cosas favoritas, aunque no queda claro si produce estupor o es correcto “¿quiere sazonar la comida con sal de té marcha, señora Tae?” Alicia casi seguro que sí.

De vez en cuando hay que leer novelas de género, así que este mes elegí el género de terror, terror gótico según la contraportada, y me leí La chica que vive al final del camino. La verdad es que no me parece que sea ni de terror, ni gótica, aunque sea entretenida de leer ya que es la historia de una chica pre-adolescente (trece años) que vive sola en una casa en un pequeño pueblo porque parece que su padre ha desaparecido (¿lo ha matado ella?) y que al final acaba cometiendo otro asesinato, para proteger u intimidad. Ya digo, es entretenida, pero creo que en un momento dado (no os diré cual ya que igual lo he leído mal) el misterio de la desaparición del padre se resuelve por las acciones de la chica y su compañero de aventuras; pero igual no.





Mi intercambio con Maria de la O me proporciona Winesburg, Ohio que pese que el nombre del autor suena a autor que uno debe de haber leído y conocer lo suficiente, pues yo no había leído nada suyo (pero si debe de ser verdaderamente “un clásico” ya que en otro libro que acabo de leer hacen referencia a él como clásico, lo que siempre es una buena confirmación del estatus). Así es la vida. Se trata de libro de relatos cortos que, obviamente, tienen el nexo común de localizarse todos – ser los personajes de – un pequeño pueblo rural de los estados unidos (si, el del título, claro). Un lugar y una época en la que realmente no pasa nada, salvo la vida cotidiana, un lugar en el que “Casi todos los chicos tienen épocas en las que les gustaría tener una muerte gloriosa en lugar de ser vendedores en una verdulería y seguir con su monótona vida.”, algo claramente educacional que me gustaría pensar que se está borrando ya que, creo, que ya no hay tantos juguetes bélicos como cuando yo era niño (que prácticamente todos eran juguetes bélicos) pero sobre lo que tengo mis dudas y creo que ahora simplemente la guerra ha cambiado de patio y ya no es entre potencias sino con las fuerzas del orden (que, mira tú qué cosa, pues quieren que cumplamos, que no hagamos,  las cosas que están prohibidas por las leyes vigentes) y así todos quieren ser narcotraficantes o agitadores clandestino, que no deja de ser otra forma de guerra con un trasfondo moral (en muchos casos) basado en el egoísmo de yo hago lo que quiero.

Como he descubierto “el amable muchacho de ojos azules de Ohio era un completo egotista. No quería tener amigos por la misma razón que no quieren tenerlos los niños. Quería que todo el mundo se plegara a sus caprichos, que fuese gente con quien pudiera hablar, a quien pudiera sermonear y regañar cuando quisiera, en definitiva, que fueran siervos de su imaginación. Entre aquellas personas siempre se sentía seguro. Podían hablar, desde luego incluso tener opiniones propias, siempre que el tuviera la última palabra. Era como un escritor rodeado de las creaciones de su cerebro…”, creo que cada vez está más representado en nuestra sociedad (Igual por mí el primero) de lo recomendable.

No puedo dejar de citar su opinión sobre los artistas (de los que cada vez hay más, ahora ya casi todo el mundo es artista (e influencer) con la que estoy totalmente de acuerdo: “Todo el mundo sabe lo parlanchines que son los artistas. A lo largo de la historia de la humanidad, siempre se han reunido para hablar. Hablan de arte y lo hacen con un apasionamiento casi febril. Le conceden mucha más importancia de la que tiene.”

Un libro muy entretenido y tal vez mi única pega sea el que no lo haya transformado en una novela, uniendo un poco más las historias, pero, eso es solo porque yo prefiero las novelas a los cuentos.

Me compre Lucy y el mar, por las razones de siempre (el titulo tiene relación con el agua) sin fijarme mucho en que era una novela pandémica (es decir que va sobre el periodo de la pandemia) algo que, en general, me hecha un poco para atrás ya que me parece demasiado reciente como para tener la perspectiva suficiente para poder interpretarlo correctamente. De forma general es una historia en la que la protagonista vive la pandemia sobre la base de decisiones que ella no toma (las toma su ex marido y, en cierta medida, sus hijas; no me refería al estado opresor capitalista y manipulador) y en la que el mar no juega ningun papel, salvo el de decorado de fondo.

Con todo tiene frases interesantes como “todos vivimos con personas, y sitios, y cosas a los que hemos dado gran importancia, pero, al final nosotros no importamos nada” con la que es difícil no estar de acuerdo en según qué ocasiones., o en una línea de razonamiento parecido también vivimos con nuestros recuerdos ya sean verdaderos o falsos (básicamente lo segundo) por lo que cualquier ayuda para distinguirlos es bienvenida, aunque sea la que propone de  “Una de las razones por las que creo que este recuerdo es verdadero es, en primer lugar, porque es muy raro” que a veces es algo sensato (los recuerdos triviales – como decían en Blade Runner – tienen posibilidad de ser falsos).

De todas las leídas me quedo con la más positiva con la que estoy de acuerdo y que me gustaría practicar más: “Cuando una persona se entusiasma de verdad con algo puede ser contagioso”, tanto lo del contagio como lo del entusiasmo.

La cigarra del octavo día, mi segunda japonesa del mes, y con una secta de por medio ¿Qué más se puede pedir? Bueno, tal vez un título no tan filosófico y aunque la historia inicial no me parecía demasiado interesante (una mujer despechada secuestra a la hija recién nacida de su amante, a la sazón casado, y huye con ella) la verdad es que se deja leer bastante bien.

Tras algunas peripecias, muchas propias de una maternidad fingida, recala en una comunidad de mujeres (vamos, una secta) en la que “Las mujeres que vivimos aquí, entre cuarenta y cincuenta, tenemos algo en común, un rasgo unificador de nuestro carácter. No creo que sea casual, sino más bien producto de vivir en este lugar: ninguna de nosotros piensa mucho, no tenemos dudas, no tenemos opiniones. Con la perdida de carácter desaparecen los sentimientos negativos, la malevolencia, el odio.” Un par o tres de cosas sobre esta afirmación:  con carácter no se refieren a mal carácter, creo más bien que es a personalidad; puede que sea cierto que así - dejando de pensar, de tener dudas – desaparecen algunas cosas malas (yo tengo mis dudas) pero al precio de que desaparecen todas las cosas buenas de una persona; y, como se descubrirá más tarde no era este el principal rasgo unificador – la razón por la que les dejaron unirse a la secta – no, para nada; era otro.

En la segunda parte – sí, este libro tiene dos partes – la hija ya ha crecido y, como ha crecido aislada en un edificio, con acceso a conocimiento muy limitado, con una experiencia limitada a un entorno especifico, cuando escapa le sorprende todo y a su madre le da por pensar y darse cuenta de que “Es cierto, creo que nunca antes había visto una estrella; solo el cielo nocturno enmarcado por una ventana. No conoce esta oscuridad. No solo es: no conoce más que ese edificio blanco. Solo ha visto las cosas de este mundo en su libro de ilustraciones: la ciudad, el mar, el cielo, la montaña, la luna llena, las cuatro estaciones, el tren, los parques, el parque de atracciones, el zoológico, el supermercado, la juguetería… Nada real. Le he robado todas esas experiencias.” Creo que por posibilidades como estas – que los padres, o el entorno, limiten la experiencia de los niños creciendo – no se debe permitir a los padres ser la única fuente de experiencia de los niños y que la crianza en casa – aislados del resto de la sociedad – debería estar prohibida y por eso la escolarización debe de ser obligatoria. No se puede dejar que tarados críen tarados sin intentar evitarlo eso no es libertad.

Como en todos los libros japoneses se aprende alguna curiosidad, de este me quedo con aprender que “el dia de hoy esta señalado como butsumetsu, el dia mas funesto según el calendario budista” por aquello de que tengan un día así aunque no se parezca nada a ese nuevo concepto de Blue Monday y sea más como Viernes Santo (calculo yo, si mis conocimientos de religión no me fallan)) ya que al parecer es el día que murió Buda (aunque según Wikipedia esto se produce uno de cada seis días (redondeando, aunque como 28 no es divisible entre 6 pues no es tan fácil) ya que el cálculo del rokuyō – el numero que incida el nivel de fortuna de un día en concreto - consiste en sumar el día y el mes del calendario lunisolar, dividir dicha suma entre 6 y quedarse con el resto, de forma que el día 1 del primer mes siempre es senshō (resto 2), y a partir de ahí los días siguen el orden indicado, siendo el 5 el butsumetsu). Raritos que son los japoneses para todo.

 

La última lectura del mes – sí, ya vamos acabando – fue Mateo perdió el empleo, que se supone que son una serie de historias enlazadas que (según la contraportada) “conducen al mismo sitio, al personaje central”. Yo he debido perderme algo, porque salvo por la tontería de que un personaje que aparece en una historia empieza (más o menos) la siguiente poco más “conduce” hacia el personaje central, que de central pues tiene verdaderamente poco; vamos que en cierta medida algo parecido – sin forzarlo y , en consecuencia de mejor forma – es lo que pasa en el libro de Sherwood Anderson, ya comentado.

Las historias todas tienen un punto de absurdez (que supongo es lo que – según la contraportada – Le Figaro lo clasifique de “un Kafka portugués”) y así en una un personaje se tatúa en Braille la tabla periódica de los elementos químicos: “Allí estaba, completa, la tabla – y actualizada siempre que fuera necesario -, la tabla periódica de los elementos químicos”. Si ya es algo raro tatuarse la tabla periódica, la aclaración de que “se actualiza” pues ya es bastante rara porque no es una cosa que cambie mucho (vale, en 2015 se añadieron 4 nuevos elementos, pero poco más ha cambiado, ni se espera que cambie); en otra un personaje decide construir rotondas con una isleta cuadrada (en lugar de circular) en el centro. Algo que, innecesario es decirlo, es la mayor majadería desde la proliferación de las rotondas para todos los casos que ha tenido lugar últimamente.

En otro de los cuentos – o viñetas, más bien – dos personajes se pierden en un laberinto lo que claramente me ha llevado a recordar ese principio topológico que tienen los laberintos por el que siempre se puede salir de ellos (tardando más o menos) siguiendo la regla de la mano derecha (también valdría la mano izquierda) porque, aunque casi todo el mundo lo dude hasta la topología tiene utilidades en la vida real, o por lo menos en la vida real con laberintos (que muy real, muy real, pues no es).

Hecha mi reivindicación del conocimiento variado (incluso de la topología) voy a prepararme para irme a Piles otros días a – además de leer y tele trabajar, digo por decir que luego ya veremos lo del teletrabajo – pues me voy a releer Godel Escher y Bach (puede que no lo acabe y que deje allí una copia para seguir leyéndola en ratos libres) porque ya se me ha olvidado casi todo. Vosotros pues ¡Divertíos, asaltando el castillo!

 

Lecturas

Maleantes - Patrick Radden Keefe

Los destrozos - Bret Easton Ellis

El número uno - John Dos Passos

Los misterios de la taberna Kamogawa - Hisashi Kashiwai

La chica que vive al final del camino - Laird Koenig

Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson

Lucy y el mar - Elizabeth Strout

La cigarra del octavo día - Mitsuyo Kakuta

Mateo perdió el empleo - Gonzalo M. Tavares

2 comentarios:

  1. Me alegra que te pongas al día, Forajido. En Octubre a ver si nos vemos. Será fácil, vivo a unos pocos minutos de Méndez. 1 abrazo.

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    1. Pues en Octubre no ha sido pero... a ver si lo conseguimos este año... aunque por alli ya no hay quien pase... sino pues en los primeros del año que viene intentamos tomarnos un cafe y nos saludamos... si nos reconocemos...

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