En fin, aquí estoy, a mediados de octubre (realmente mediados largos) sin haber empezado a escribir mis comentarios de las lecturas de… ¡Agosto!. Esto sí que es un retraso y no el retraso normal. Podría decir que es que he estado muy liado (que lo he estado, pero no tanto), sobre todo durante septiembre por lo que la escritura se retrasó hasta el aniversario del Wurlitzer y luego este ha enlazado con el viaje a NYC y a NOLA (esto, para los que no sois de siglas, es Nueva Orleans; Luisiana) y total que aquí estamos: un dia laborable, intentando avanzar en estos comentarios de textos, procrastinado del trabajo que debería estar haciendo (pero que no me apetece nada).
Además, como en agosto pase bastante tiempo en Piles, pues
mi lista de lecturas de ese mes es, me atrevería a decir, excesiva, o por lo
menos más larga de lo habitual.
Así que, aunque me gustaría contaros cosas de mi viaje (no
porque haya sido especialmente divertido, sino porque ha sido especialmente
extraño con visita a los servicios médicos americanos incluida) creo que
aplazare estas historias para otro momento en el que tenga menos lio de trabajo
(que lo de procrastinar está bien pero el trabajo al final hay que hacerlo) y
me dedicare directamente, sin más preámbulo, a los comentarios de textos.
Colombian Psycho
lo empecé en julio, así que para este mes solo debería contar la mitad del libro,
pero no creo que no se pueden comentar medios libros (salvo en el caso de que
los hayas dejado a mitad, o a menos de la mitad). Gracias al título no hace
falta comentar que es de un escritor colombiano (podría no serlo que al fin y
al cabo cualquiera puede poner el título que quiera sin necesidad de que haga
referencia a uno mismo) pero eso de meter al propio autor como personaje de la
propia novela pues que quieres que te diga, a mí me resulta muy sudamericano
(si es que se puede decir sudamericano hoy en día).
Claro que ese de meter a los sudamericanos en un solo lote
pues es raro ya que no es lo mismo un colombiano que un argentino, ni mucho
menos la visión que un español tiene de un argentino que la que un colombiano
tiene de un argentino y conforme al autor ni siquiera la que dos colombianos tienen
de un argentino ya que para uno “Era
argentino, señorita. Una persona educada y silenciosa.” Pero para otro “… y siguió hablando, era un tipo muy hablador,
muy argentino en eso, le gustaba oírse…” Eso es lo que pasa con los genéricos
que a veces son contradictorios.
En cualquier caso, hay que señalar que, aunque el libro está
lleno de “localismos” que a veces
hacen la lectura dificultosa resulta gracioso ver como el escritor se
sorprende, en palabras de uno de sus personajes, por el uso del verbo “mensajeo”
llegándose a preguntar si de verdad se dice así. Aquello de la viga y la paja
me viene a la cabeza.
La verdad es que es una novela un poco pesada, pero de la
que he adoptado esto de “Por cierto, ya
no se dice calvo. Se dice «persona
en situación de discapacidad capilar». O discapacitado capilar, más corto.”
que me ha encantado; pero la mejor frase me parece esa de “uno empieza a hacerse viejo cuando el mapa
de la memoria deja de coincidir con el de la ciudad del presente” que creo
que no puede ser más cierto y confirmo que mi mapa ya no coincide en nada con
el Madrid en el que vivo, ni siquiera con el NYC que visito.
Lejos del Bosque
estaba en mi librería de referencia (ya sabéis la librería Méndez de la calle
mayor) lo que podríamos llamar un poco “escondido, en una balda baja en uno de
los lados de la librería y no en el centro, pero me llamo la atención y me lo recomendó
al mayor de los (no hermanos. Se trata de un libro de cuentos sobre la américa
rural actual que, la verdad, tiene su punto, aunque le faltan algunas frases de
esas “certeras”. Tanto es así que en mi siguiente visita me compraría una
novela de este autor que me parece merece la pena seguir, al menos de momento.
Hermanas es un
buen thriller de esos de asesinatos extraños que vuelven a repetirse en el
tiempo (creo que actualmente es una categoría en si misma) y que se deja leer
pero que tampoco acaba de convencer o de dejar una huella especial (por lo
menos no a mi). Aunque la mejor frase del libro suena bien creo que no es
cierta “es peligroso actuar sin pensar, Martin,
pero de qué sirve pensar sin actuar”. La primera parte es verdad, pero la
segunda pues, como que no, de hecho, pensar sirve, entre otras cosas, para
saber si se ha de actuar o no actuar, además de servir por sí mismo.
Con todo me encanta leer que alguien tiene referentes
parecidos a los míos y que “cada vez que
entraba en la consulta de un dentista, recordaba sin poder evitarlo cierta
escena de Marathon man.”, aunque en mi caso, como pienso sin actuar, pues
solo el pensamiento de ir al dentista ya que recuerda a Marathon man y me evita plantarme en la consulta ante un nazi
torturador.
Por supuesto también me gusta leer cosas que me son
completamente ajenas, como las de ese internado de señoritas de Enredo en Willow Gable (y su continuación
Trimestre en Michaelmas en St Bride) que me resulta tan ajeno como la ciencia ficción.
De esta novela me ha resultado sorprendente – aunque ya lo sospechaba por las
amigas de mi infacia de residencias de monjas – la laxitud y la golfería que se
practica en esas “instituciones dirigidas con mano de hierro” en las que se
agudiza tanto el ingenio que al final se las saben todas y hacen de todo.
Aunque el libro no me ha interesado mucho, un poco
repetitivo, me ha encantado leer una de mis frases habituales: “no creas nada de lo que oyes y créete solo
la mitad de lo que ves”, creo que no puede haber mejor consejo contra la
cotilleria (lo que ahora se llaman fake news) y en general para tener una buena
visión, imparcial o plenamente parcial, del mundo.
Los abandonos,
tiene una premisa básica que es la del hombre que edifica toda su vida sobre
una mentira, o sobre un malentendido inicial, pero que al final de sus días
decide confesar la verdad, o por lo menos contar una versión distinta a la versión
oficial ya que el “Esta seguro de que no
ha dicho nada que no sea verdad. No ha mentido. Pero no sabe lo que ha dicho. A
lo mejor eso es lo que pasa cuando no se miente. No se sabe lo que se ha dicho.
Solo los embusteros saben lo que han dicho.”
Se trata de un personaje bastante depresivo, o deprimido,
que resulta triste cuando piensa que “sería
más fácil, más sencillo, que nada le procurase placer en estos últimos días, si
nada viniera a decirle lo que jamás volvería a sentir, y peor aún, lo que nunca
había sentido antes en la vida. Todo lo que ahora le da placer solo le recuerda
que en el pasado nada le daba placer y que pronto no sentirá nada en absoluto.
No porque su vida pasada y otra gente le fallara de alguno modo. No es porque
haya sufrido. Sino por la menguada calidad de su atención. Es posible que haya
desperdiciado la vida.” Que pese al lio de tiempo verbales resulta, pues
eso, lamentable, el no saber si es ahora o antes cuando no sentias placer por
las cosas.
Como mi librería de referencia estaba cerrada – que todo el
mundo tiene derecho a vacaciones, aunque a los demás nos incomode que no estén disponibles
– mi vi obligado a acercarme a una cadena de librerías para mi abastecerme de
cara a otra visita a Piles.
Hijo de esta tierra,
parecía tener buena pinta, aunque uno pudiera sospechar que igual era demasiado
partidista y que iba a retratar al protagonista como un inocente al que la vida
se le complica por el color de su piel, pero… no, la verdad es que el
protagonista es bastante tarado para merecer lo que le pasa independientemente
del color de su piel (que sí, que sí, que es un factor en todo lo que le pasa,
pero no el básico). De hecho, en sus propias palabras “Desde que tenía memoria, jamás se había sentido responsable ante
nadie. En el momento en que una situación llegaba al punto de exigirle algo, se
rebelaba. Así era como vivía; se pasaba los días tratando de sofocar o de
satisfacer unos impulsos poderosos en un mundo al que temía.” Y claro esta
no parece una buena manera de enfrentarse al mundo, ya seas blanco o
afroamericano (por no poner negro) y en gran medida son sus propias reacciones
(ya, ya, condicionadas por el entorno) las que le llevan a lo que le pasa.
Resulta divertida, o patética, la visión de los comunistas
de esa época y de la persecución de los mismos y del rechazo social que
conllevaba la misma: “Él no quería conocer
a ningún comunista. Los comunistas no tenían dinero. Terminar en la cárcel por robar
le parecía bien, pero ir a parar a la cárcel por tontear con rojos era una
estupidez.”; aunque bastante más patético es leer cosas sobre los intereses
del momento como “Le gustaba oír hablar de
la manera en que Japón había conquistado China, de cómo Hitler estaba arrasando
a los judíos, de cómo Mussolini estaba invadiendo España.” ¿de verdad, de
verdad esta era la visión del contexto del momento en América? Sorprendente,
verdad.
También me compre El
anillo perdido, que es una de esas historias “detectivescas” sin mayor trascendencia
ideales para un viaje o para un día en la playa pero que si no te la hubieras leído
pues tampoco habría pasado nada. No es ni buena, ni mala… es correcta y poco más.
Y mi última compra traidora
pues fue Utopia Avenue, que es una
historia entretenida sobre la ascensión y caída de una banda de música en el Londres
de los sesenta. Es graciosa a ratos, aunque se excede un poco en el meter a
personajes famosos compartiendo escena con los protagonistas del libro. Además,
tiene frases buenas, de algunas me gustaría decir que ya están superadas y que
solo responden a un anacronismo cultural de la época como “el matrimonio es una cárcel financiada por los propios presos”
pero creo que no puedo ya que conozco a gente que piensa esto; otras la voy a
adoptar para describir a gente que conozco y a las que se les puede aplicar ese
“es que vivís en el País de las Hadas.
No, en una celda acolchada del País de las Hadas…”; y en otras,
sencillamente me siento identificado, “Los
eventos sociales con un campo de tiro con arco y un examen de menoría” y
creo que todos lo estamos, aunque a algunos no se sientan tan incomodos en
medio de un campo de tiro.
Con mi librería de referencia ya abierta (solo se tomaron
una quincena de vacaciones) y yo de vuelta en Madrid pero de camino de nuevo a
Piles me compre Lugar seguro que pese a su simpleza de argumento y a la escasa
profundidad de sus personajes pues se deja leer e incluso tiene un concepto que
realmente me gusta ya que es como se practicaba el cariño, el afecto, en mi
familia “Que maravilla la risa compartida
entre padre e hijo cuando este ya tiene edad para bromas adultas y la risa se
convierte en otra forma de afecto. La risa entonces sustituye todos esos besos
y abrazos que dejamos de darnos padres e hijos al crecer.” Si bien en mi
casa esta risa estaba casi siempre asociada a la ironía o la burla de otros, y
de nosotros mismos, pero… la risa es la forma de afecto que yo he conocido o
que recuerdo ya que también coincido en ese “le
explique cómo es la memoria perdida de un enfermo: no es un bosque donde un
gran incendio avanza en un frente ancho y continuo abrasándolo todo, sino más
bien como un pirómano borracho que con un lanzallamas se moviese entre los
arboles sin un rumbo definido y dejando a los lados mucho terreno intacto que acabara
quemando cuando su deambular le acerque por allí de nuevo” y puede que solo
sea que no recuerdo otra forma de cariño o afecto que esas risas, esa ironía,
ese sarcasmo, a veces…
Ya en Piles pues me quede sin lecturas – algo previsible
contando el número de días que iba a estar y lo que me había llevado para leer
ya que lo de ir a trabajar a piles pues no resulta creíble por el momento – y
aproveche una visita a un supermercado para abastecerme de lecturas y me compre
La Trama, novela recomendada en la
portada por Stephen King (que ya sé que no quiere decir nada) pero era un
supermercado y las opciones no eran tantas.
Es una lectura entretenida con una trama interesante, aunque
pese a lo que los protagonistas de la novela y el autor pretenda, no es tan
sorprendente ni tan especial. Más bien lo contrario casi, creo que es una trama
clásica que está bien llevada. Lo que es insoportable es la traducción (o igual
me estoy volviendo muy maniático de estas cosas) pero leer cosas como “El
hombre evaluó la mano extendida de Jake y después, al parecer concluyendo que cumplía
con su estándar de higiene, se la encajo.” ¿en serio, la evaluó, la encajo?
Vale que se entiende, pero…
Me sorprendió mucho encontrar en el supermercado una novela
japonesa, Confesiones, era algo que
no me esperaba. Además, se trata de una novela que yo clasificaría como muy
japonesa, demencialmente japonesa. Desde la trama: la hija de una profesora
muere, supuestamente en un accidente, pero realmente asesinada por compañeros
de clase, y ella decide retirarse de la docencia, pero antes planea su venganza.
Hasta aquí normal, podría ser de cualquier sitio, pero el toque japonés es la
forma de venganza elegida…. Desquiciante es decir poco; hasta algunas
reflexiones como la del uso de los diarios: “Curiosamente,
el cerebro intenta memorizar lo que más te importa, pero una vez que lo pones
por escrito, te olvidas porque ya no necesitas retenerlo en la mente. Por lo
tanto, escribe las cosas malas para olvidarlas y poder recordar solo las
buenas.” Que tengo mis dudas funcione así en el mundo occidental en el que
el escribir te ayuda a recordar (por lo menos a mi); y por supuesto
curiosidades hasta en las notas al pie en las que uno descubre que “En Japón, el día de San Valentín las
mujeres regalan bombones a los hombres y no solo a sus parejas, sino también a
sus amigos, colegas o incluso familiares. Esta costumbre se originó en los años
setenta, a través de diversas campañas comerciales con el fin de popularizar el
chocolate.” Casi tan curioso como que el Kentucky Fied Chicken sea la comida favorita de navidad. Ya digo,
totalmente japonesa.
Mi última lectura del mes (sí, he ido muy rápido con las
lecturas pero lo de procrastinar tiene un límite) también es del supermercado y
fue El libro de los Baltimore, que compre por el autor, una de las suyas me había
gustado y la otra pues no tanto. Esta también esta entremedias, es correcta y
se deja leer bien. La historia de dos ramas de una misma familia a las que les
va de forma muy diferente en la vida, pero por razones que no son las que uno
espera. Tiene cosas curiosas como esa explicación que le da uno a su mujer
cuando esta le dice que la está engañando con otra (con Cassandra) a lo que la
contesta: “Cuando estoy con Cassandra no
te estoy engañando a ti. Estoy engañando a mi propia tristeza”, pues nada, todo aclarado, supongo.
También tiene varias reflexiones sobre la cultura actual,
pasada y puede que futura que pueen ser discutibles pero que aquí os dejo:
Pasado: “¡La gente ya
no quiere pensar, quiere que la guíen! Esta esclavizada de la mañana a la noche
y cuando vuelve a casa se siente perdida: su amo y patrono, esa mano
bienhechora que la alimenta, no está ahí para pegarle y conducirla.
Afortunadamente, esta la televisión. El hombre la enciende, se prosterna y le
entrega su destino. ¿Qué debo comer, Amo?, le pregunta a la televisión. ¡Lasaña
congelada! Le ordena la publicidad…” y así sigue un rato despotricando de
la televisión que, al menos a mí, tanta satisfacción me ha dado incluso cantado
“la televisión es nutritiva”.
Presente: “Hubo una
época en que las estrellas de Estados Unidos eran cosmonautas y científicos.
Hoy en día, consideramos estrellas a personas que no hacen nada y que solo se
dedican a hacerse fotos a sí mismas o al plato que tienen en enfrente”, con
la que, será por edad, si coincido en su perniciosidad.
Futuro ¿?: “miraran
los libros con la misma curiosidad con que nosotros miramos los jeroglíficos de
los faraones. Le dirán: «Abuelo,
¿para que servían los libros?», y usted contestara: «Para soñar. O para talar árboles,
ya no me acuerdo». Y entonces ya será demasiado tarde para despertarse: la
estulticia de la humanidad habrá alcanzado su punto crítico y nos mataremos
entre nosotros por culpa de la estupidez congénita”
En fin, no creo que llegue a tanto el futuro, pero por si acaso ¡Divertíos
asaltado en castillo!
Lecturas
Colombian Psycho – Santiago Gamboa
Lejos del bosque – Chris Offutt
Hermanas – Bernard MIner
Los abandonados – Rusell Banks
Enredo en
Willow Gables – Philip Larkin
Hijo de esta tierra – Richard Wright
El anillo perdido – Antonio Manzini
Utopia Avenue – David Mitchell
Lugar Seguro – Isaac Rosa
La Trama – Jean Hanff Korelitz
Confesiones – Kanae Minato
El libro de los Baltimore – Joel Dicker