sábado, 21 de enero de 2023

Comentario (atrasado) de textos – octubre 2022

Pues aquí estoy, pasada la mitad de enero e intentando recordar algo sobre mis lecturas de octubre, o sobre octubre (así en general), y la verdad es que me resulta difícil. En general ya me resulta difícil acordarme de los libros que he leído a final del mes siguiente para intentar escribir estos comentarios, así que imaginaros con un trimestre de distancia. Incluso con los libros que todavía tengo delante se me hace difícil (mas cuando curiosamente ninguno de ellos tiene ni una sola marca, algo que es muy mala señal) por no hablar de los que no tengo delante (los que he leído en Piles y he dejado allí, tras fotografiar portadas, contraportadas y las paginas en las que debería haber puesto marca (en este caso tampoco hay ninguna, lo que obviamente es otra mala señal).

Vamos que todo parece indicar que a) posiblemente (luego ya veremos) seré breve por la ausencia de recuerdos de las lecturas y b) que nada de lo que he leído me ha impactado muy favorablemente (aunque seguro que hay excepciones), es decir, que este octubre no ha sido un buen mes en cuanto a lecturas.

Extrañamente el mes, teóricamente, empezaba bien ya que, por fin tras la pandemia esta, volvíamos a viajar a NYC e incluso este año volvia a combinar este viaje con mi viaje “de trabajo” a WEFTEC, este año en Nueva Orleans (o como la han renombrado ahora NOLA).

El “teóricamente” anterior tiene su justificación en que al final, más bien al principio, el viaje se torció un poco ya que mi hermana se rompió el hombro, prácticamente el primer día, algo que, si bien nos permitió comprobar el funcionamiento de la sanidad en NYC, y visitar el hospital de Bellevue (una visita no especialmente turística y creo que una, de las muchas, cosas que nos quedaban por hacer en NYC tras muchos años de visitarla) pues condiciono un poco el resto del viaje. Hacer una vida normal con un hombro roto pues no es fácil y disfrutar de unos días de vacaciones que, en nuestro caso, consisten simplemente en vagar sin rumbo por la ciudad pues se complica mucho. También es cierto que este accidente nos obligó a cosas que normalmente no habríamos ni imaginado como tener que hablar con un médico del seguro (yo creo que era veterinario) que estaba en Miami (parece que no había uno en NYC) para convencerle de que nos diera una receta para algo “más fuerte” que una aspirina que al fin y al cabo era una rotura de hombro (que prácticamente requería una operación pero que por fechas pues se hacía difícil) y surrealistamente explicarle que no necesitábamos una receta para Ibuprofeno de 600 ya que el de 200 nos lo vendían sin ningún problema por lo que, amablemente le explicamos, que para tomar uno de 600 nos bastaba con tomarnos (bueno, tomárselo Helena) tres de 200. Increíblemente no se le había ocurrido antes y, aunque le parecía que podía ser una idea, tenía ciertas reticencias sobre que esto fuera posible y adecuado.

He de decir que la ausencia de drogas se vio paliada gracias a la previsión (o drogadicción, nunca quedara claro) del buen amigo Bermejo que llego unos días después y, sin saber nada, de esto traía una provisión razonable de drogas de farmacia españolas que, al compartir amablemente, ayudaron mucho a la mitigación temporal de los dolores de Helena y que, más o menos (más bien menos) pues permitieron que hiciéramos algunas actividades necesarias como cenar en  nuestro italiano favorito (del que no doy el nombre que ya es bastante difícil conseguir mesa como para que mis cientos, miles, decenas o  unidades de lectores, inlfuencer que es uno, se dediquen a visitarlo y complicar nuestras visitas).

El caso es que ha sido un viaje raro que requerirá una venganza (un viaje adicional en cuanto Helena este recuperada ya que este no puntúa, o no del todo… ya que pese a cumplir las principales tradiciones – inmersión de Alicia en nata – le falto mucho disfrute) ya que como cantaba el Aviador (en su canción para mi mas DEVO, a los que, por cierto, y por presumir, un año vimos tocar en plena calle de NYC): “la única solución es la venganza” que para los que madrugabais, ni aguantabais de empalme, para ver  La Bola de Cristal los sábados por la mañana tuvo este lamentable video:


En cualquier caso, pese a las dudas de si quedarnos a ayudar a Alvaro con el cuidado o si esto íbamos a molestar, a hacer sentir más culpable a la parte dañada, y esas cosas pues Bermejo y yo nos marchamos a NOLA a visitar, mejor dicho, con la excusa, de visitar WEFTEC.

A mi NOLA no me gusta mucho – es la segunda vez que iba – ya que se me parece demasiado a un parque temático cuyo único interés es el de que esta permitido beber en la calle y que todos los bares tienen “la obligación” de tener música de jazz o géneros similares. Además, esto yo no lo sabía, a Bermejo este tipo de música si le gusta mucho por lo que aunque la primera noche conseguí evitar la visita al Preservation Hall (más que nada porque no estaba claro cómo se entraba o si era posible entrar… al parecer solo dejan entrar cada 45 minutos y con una lista estricta, cuesta una pasta y parecía que no daban bebidas) la segunda noche y por cortesía de la delegación asiática nos regalaron dos entradas para visitarlo (invitados por la mencionada delegación asiática) con la indicación de que era algo muy exclusivo y evidentemente tuvimos que visitarlo y estuvo muy bien, he de decir. Es un sitio pintoresco, con una banda que, supongo que eran músicos excepcionales, pero que también daban espectáculo y que actuaban como en el salón de casa (como puede verse en la figura A). Además, cortesía de la delegación asiática, pues había bebidas (cerveza) y los 45 minutos de espectáculo resultaron entretenidos, sospecho que más entretenidos que verlo sin una mísera cerveza.

El resto del viaje a NOLA pues con sus luces y sus sombras… hicimos algún contacto interesante, pero nos costó encontrar sitios para comer y cenar ya que por falta de previsión no reservamos mesa ninguna noche y, claro, la ciudad estaba hasta arriba de gente y los restaurantes totalmente desbordados; con todo cenamos una noche a los cuidados de un camarero que, claramente, acababa de salir de la cárcel y todavía estaba con libertad condicional y estaba sufriendo muchísimo con mantener las formas y no mandar a todos los clientes de visita a su pantano natal para usarnos como carnaza para los cocodrilos locales (que conste que nosotros ya habíamos comido recientemente cocodrilo por lo que habría sido un poco de canibalismo por parte de los cocodrilos del pantano pero me parece a mí que esto no les habría preocupado lo más mínimo a esos animalillos).

El caso es que volvimos a NYC, bueno, volví yo que Bermejo se quedó en el aeropuerto y como todos sabemos, eso no puntúa, y disfrutamos de unos días más en NYC donde, entre otras cosas mi queridísima y brillantísima sobrina tuvo lo que, solo ella, clasifico de otro accidente: cuando tras meterse en el interior de unas fuentes circulares – que estaban preparadas y sincronizadas para que estuvieras dentro sin mojarte y salir cuando se apagaban – decidió unilateralmente para la sorpresa de todos atravesar la fuente cuando estaba en pleno funcionamiento, no ya mojándose si no pues como si se hubiera (que es exactamente lo que había hecho) sumergido en una fuente, o en la propia bahía del Hudson. Ya digo, brillante… y pese a todo creo que es la más brillante de mis sobrinos y sobrinas… en fin, sin comentarios… pongo la foto solo para avergonzarla un poco.


En cualquier caso, normalmente de este tipo de viaje anual suelo volver con un par de libros leídos ya que están los aviones y alguna noche en la que yo me quedo tranquilamente leyendo, sin embargo, esta vez ni siquiera conseguí acabarme el libro que me había llevado desde España: This is memorial device. Aunque no creo que ninguno tenga la memoria suficiente, yo obviamente no y es algo que solo he descubierto al intentar guardar una copia de la foto de portada, es un libro que ya me había leído cuando se lo regalamos a Álvaro en el 2008 (porque tenía una portada bonita, que no es la de esta edición) y que ya en su día no me había gustado nada. Ahora me lleve porque nos lo había regalado Lindsay y, porque no tenía ni idea de que ya me lo había leído, pero el caso es que esta segunda lectura no ha hecho que mejore nada, nada de nada.

Una de las visitas obligatorias en NYC es la librería papelería Kinokuniya, en parte por alucinar con lo frikis que son los japoneses con los artículos de papelería y en parte para descubrir a autores japoneses o para completar colecciones de los mismos. Una de mis primeras compras fue Three Assasins ya qua había leído un libro anterior del autor (Tren Bala) y me había parecido bastante divertido. Cuando un autor desconocido tiene un gran éxito – especialmente si es con un primer libro – en breve acaban saliendo otros libros del autor, en mi opinión libros que previamente habían sido rechazados por las editoriales y que el autor tenia metidos en un cajón para evitar que cogieran polvo pero que gracias al éxito del libro publicado alguien decide que es el momento de aprovechar y que, bueno, tan malos no serán si el autor ha triunfado con uno. Normalmente es un error y estos libros deberían seguir en el cajón, pero como hay gente como yo que se deja llevar pese a saber que por algo estaban en un cajón pues tienen éxito editorial. Este es un caso claro y la verdad es que el libro sin ser malo no tiene especial interés.

Obviamente Confessions of a Yakuza proviene de la misma la librería y pese a que su título e incluso la estructura de la historia, en la que un viejo Yakuza le cuenta historias al doctor que le está cuidando en sus años finales (que es el autor del libro, que realmente es doctor) la verdad es que el libro no acaba de arrancar y no cumple con las expectativas que yo tenía para el mismo. No sé, supongo que realmente solo le cuenta parte de las historias (algunas del servicio militar que tienen poco interés) y al final pues no hay mucho que comentar y no recuerdo ninguna historia de las que cuenta que sea impactante o que merezca la pena recordar. Puede que solo sea así, que la vida real es menos interesante que la ficción o que la vida ficcionada. No sé, pero por eso prefiero leer ficción que cosas basadas en historias reales.

Para mi cumpleaños mi hermano me regalo “un comic”, entrecomillas ya que imagino que es Fatty. El primer rey de Hollywood entra más en la categoría de “novela gráfica” que de comic (sin que yo sepa muy bien explicar la diferencia entre ambos). Además, hilando con el párrafo anterior, pues es basada en la vida real de un director de cine, un director sin lugar a dudas muy importante y que tiene su hueco en la historia de Hollywood, incluso de un Hollywood de excesos, de cine podríamos decir.  A ver, interesante es, pero no ha despertado especial interés en mí: alguien que no es un fanático de las novelas gráficas (salvo de la colección grandes joyas literarias que si diría que marco mi infancia y de la que todavía guardo algunos ejemplares con mucho cariño), ni especialmente fanático del cine ni de las biografías, ni, en general, como ya he dicho de las historias reales. A mi darme ficción que creo que es mucho más real.

Tras mi cumpleaños mi marcha unos días a Piles para ver si conseguía que la obra de remodelación de la casa empezaba, que es la única forma de conseguir que algún día termine, aunque de momento esto pues no parece que vaya a suceder pronto. Ya, si eso, hablaremos de la obra en otra entrada que ahora mismo no tengo claro que contar de la misma (salvo que a mí, pese a no ser lo que yo quería y esperaba, me está gustando).

Allí, directamente desde Kinokuniya, empecé a leerme The Decagon House Murders, que es claramente una variación o adaptación de Diez Negritos (que curiosamente en una cena familiar – creo que por el cumpleaños de Maite – algunos de mis hermanos comentaban si tendrían que cambiarle el título a la novela por racista, a lo que como todavía me acordaba por la lectura de esta en la que se menciona el titulo original de la de Agatha Christie me permití aclararles que no había necesidad ya que el original no tiene mención a afroamericanos, ni a mucho menos a negritos, ya que se llama “And Then there were none”; vamos un simple y clarificador “Y no quedo ni uno”). En cualquier caso, eso es lo que es: una novela de crímenes clásicos en un entorno cerrado con la diversión de esa casa en forma de decágono con todas las habitaciones que dan a una zona central.  Por lo demás, pues no aporta nada, pero se deja leer con entretenimiento.

Orbital Cloud es una entretenida novela de ciencia ficción, que sorprendentemente está ambientada en el 2020, en la que hay una trama de terrorismo islámico utilizando basura espacial, o algo que parece basura espacial pero que realmente no lo es si no que es un arma creada por alguien sin medios en un país tercermundista. Ahí es nada ¿no? Si bien puede parecer confusa la verdad es que se deja leer bastante bien y tiene partes entretenidas, pero… no acaba tampoco de convencer.

La única novela en español que leí este octubre (quitando la mencionada novela gráfica, o comic) fue Un verdor terrible. Novela que procede de la recién inaugurada tradición de intercambio de novelas con Maria de la O. y que realmente no es una novela. Se trata de una serie de historias sobre algunos descubrimientos científicos (o científico técnicos) que, como todos los libros de historias, o de cuentos para el caso, pues las tiene buenas, malas e incluso muy buenas. Entre las muy buenas pues están las de química, desde el azul de Prusia al Zyklon-B (la B creo que se la he añadido yo, que creo recordar que él se queda en el original); entra las que son un poco más flojas están las de matemáticas y entre las que menos me han gustado la de Schrödinger. Si el orden fuera otro (digamos: química, física, matemáticas) me sentiría tentado de decir que mi predilección viene marcada por mis conocimientos ya que se podrían ordenar de esta forma pero no estoy seguro, aunque algo de verdad hay ya que conozco historias más interesantes de matemáticos que las que se cuentan en el libro;  y el gato de Schrödinger es una historia que siempre me ha interesado, o fascinado,  y de la que el autor no cuenta justo la parte que a mí siempre me ha parecido más relevante, la de que (o así tengo entendido) Schrödinger planteo el tema del gato poniendo delante algo parecido a un “sería tan estúpido como considerar que..:” algo que para mí, sin cambiar la historia, cambia toda la relación de los protagonistas con la historia.  En cualquier caso se trata de una lectura suficientemente entretenida para que se mantenga mi interés en el seguimiento de estos intercambios lectores y me estoy pensando incluso a ampliarlos a más gente ya que me parece una forma excelente de conocer nuevas lecturas y de pasar un buen rato con amigos.

Fish Swimming in Dappled Sunlight es una novela bastante japonesa en su trama: dos personas que viven juntas están pasando su última tarde juntos ya que van a dejar de hacerlo. La razón por la que dejan de vivir juntos tras una excursión por las montañas cada uno de ellos está convencido de que el otro asesino al guía que les acompañaba en la excursión. Durante esa última noche cada uno de ellos quiere que el otro “confiese” el asesinato del guía y el autor va descubriendo porque uno sospecha del otro, y el otro del uno, lo que ha sucedido y… bueno, teóricamente (Según la contraportada) pues tiene un final impactante. Yo esto del final no lo recuerdo especialmente y creo que le falta en algún momento un poco de “punch” pero, como ya he dicho al principio, hace tres meses que la leí y mis recuerdos son escasos.

Curiosamente mi última lectura de este mes, The final girl support group también podría ser japonesa en su premisa si no fuera porque se refiere a un concepto demasiado peliculero: la chica que sobrevive a una masacre (tipo matanza de Texas y películas similares). La idea está por lo tanto a medio camino entre la realidad y la ficción con la existencia de un grupo de autoayuda formado por este tipo de supervivientes lo que hace que sea una idea con un potencial fascinante. La historia, sin embargo, aunque no se desarrolla mal, con sus sospechas de falsas supervivientes o de posibles asesinas infiltradas, a mí no me ha acabado de convencer y me ha resultado en algunos momentos excesivamente retorcida a la par que simplista. No sé si me explico.

En cualquier caso y por volver a citar a los Monty Python (algo que ha hecho varias veces esta semana) en la película homenaje al primer miembro de los mismo caído (muerto, quiero decir): “One down, two to go” y ya solo voy con dos meses de retraso. Vosotros, pues eso, “Divertíos asaltando el castillo”.

 Lecturas

This is memorial device - David Keenan

Three Assassins - Kotaro Isaka

Confessions of a Yakuza - Junichi Saga

Fatty. El primer rey de Hollywood - Nadar & Julien Frey

The Decagon House Murders - Yukito Ayatsui

Orbital Cloud - Taiyo Fujii

Un verdor terrible - Benjamin Labatut

Fish Swimming in Dappled Sunlight - Riku Onda

The final girl support group - Grady Hendrix