Pues, aunque tengo algo de trabajo, aprovecho que es la mañana de la fiesta “de todas las vírgenes”, unos de los días del año en los que más fiestas hay en España y, por tanto, en los que menos se trabaja para intentar ponerme al día con mis lecturas antes de volver a acumular retrasos inexplicables.
El trabajo que tengo ahora mismo básicamente no tiene un
plazo concreto – lo que para alguien como yo acostumbrado a trabajar solo lo
necesario pues es un problema, ya que resulta muy difícil ponerse a ello y no
dedicarse procrastinar.
Aunque no os interese nada (como este es mi blog) pues os
cuento en las cosas en las que ando enredado para que entendáis porque en lugar
de ponerme a trabajar pues me pongo, un día como hoy, a escribir este blog
(además de porque me apetece ahora mismo escribirlo). Ahora básicamente me
dedico a:
- · Preparar trabajos que posiblemente me encarguen y no tengo ni idea de cómo hacer (aprendizaje propio): ya que, más o menos, me he “comprometido”: una administración me pidió mi opinión sobre un problema que tienen y yo ni corto ni perezoso (aunque sea ambas cosas) mantuve una reunión (de esas telemáticas) con ellos (realmente eran ellas, dos ellas para ser concreto) y les conté como lo veía yo y lo fácil que podía ser la solución: solo había que hacer unos modelos de elementos finitos para analizar el problema y, bueno, pues volver a modelizar soluciones. Además de que creo que pasaron un buen rato en la reunión (algo que es muy importante y de lo que tengo constancia porque la reunión la tuve en Piles y las risas de mis interlocutores, al parecer, se oían desde el patio de abajo donde me esperaban mis tradicionales tostadas con mantequilla) decidieron que sacarían un concurso para poner en practica mi solución y que, por supuesto esperan, que yo lo gane. El único pequeño problema es que nunca he hecho esto (siempre he querido aprender a hacerlo, pero nunca he tenido el tiempo, ni la motivación, para aprender a hacerlo); ni siquiera se usar las herramientas necesarias para hacerlo (ya puestos ni siquiera estoy seguro de que sea fácil de hacer o de que las herramientas existan). Así que ahora he de aprender a hacerlo antes de que saquen el concurso, no vaya a ser que de verdad tenga que hacerlo.
- · Reconstruir mis métodos de cálculo para otros asuntos ya que nunca estoy contento con las hojas de cálculo que preparo (siempre he pensado que debería tomarme un año sabático para “preparar” una herramienta que, básicamente, hiciera los proyectos por mí, con una intervención mínima ya que, pese a trabajar de ingeniero, con el ingenio (que es lo que los ingenieros pensamos de nuestro trabajo), gran parte de mi trabajo – salvo , realmente, algunas cosas importantes– pues es casi metódico (que es lo que piensa la gente de los ingenieros). Pero como no lo hago – lo de tomarme el año, o años, sabáticos, para desarrollar esto bien – pues voy “trampeando” mis métodos de cálculo y ahora estoy en una revisión importante por lo que tengo bastante lio.
- · Formar a amigos: varios de mis conocidos están intentando “intrusismo” en áreas que son de mi conocimiento, pero, desgraciadamente no del suyo (lo que finamente se llama reciclaje profesional pero que a los cincuenta y muchos, y cuando quieren reciclarse en lo tuyo, pues… eso). El caso es que por su edad y formación pues en seguida creer haberlo entendido todo lo que les explicas para, luego en cuanto algo cambia, pues han de volver a “revisar” lo que han hecho o intentado hacer con, más o menos acierto. Así que cada dos por tres pues me veo en el papel de profesor (si, vale de profesor chiflado) bien con amigos y conocidos o bien con empresas o instituciones (de hecho, acabo de acodarme de que para el aperitivo tengo una de estas visitas de “revisión”)
Ya, yo también – igual que cada uno de vosotros – tengo clarísimo
que el final me acabara pillando el toro en el tema del aprendizaje propio, que
me retrasare o no terminare la reconversión de mis métodos de cálculo y que o
me pongo ya a escribir sobre mis lecturas o al final tampoco acabare de
comentarlas hoy con el apoyo a los amigos. Así que a por ello.
Empecé el mes con lecturas que todavía provenían de mis
compras en caseta de mi librería de referencia en la feria del libro y la
primera fue Maleantes, que es una
recopilación de escritos para revistas, de perfiles, pues de eso maleantes por
un autor del que me había gustado mucho la primera novela que leí (sobre unas
irlandesas del IRA) y menos la segunda (sobre las grandes farmacéuticas y el
negocio de las drogas) por lo que aunque fuera de no ficción pues decidí darle
una oportunidad (ya sabéis que yo prefiero que todo sea mentira, sinceramente
creo que la realidad está sobrevalorada).
Una vez en casa me pues a mirar el índice y para mi sorpresa, el ultimo
capitulo estaba dedicado a Anthony Bourdain. ¿Anthony Bourdain en un libro
sobre maleantes? No daba crédito, pero entonces me fijé en el subtítulo del
libro –Historias reales de estafadores,
asesinos, rebeldes e impostores – y pensé claro por eso ha tenido que meter
lo de rebeldes, para poder añadir
este perfil (que ya tenía escrito).
Un total de doce historias – once perfiles de maleantes y el
de Bourdain – entre los que hay un poco de todo, desde nombre que todos
conocemos (El chapo Guzman o el
mismísimo Trump) a otros que serán
muy famosos, pero de los que yo no había oído hablar nunca. Pero si hasta e una
de las historias (Una sobre traficantes de armas en Marbella) va y sale “... un funcionario de antiterrorismo
llamado Jose Manuel Villarejo” que supongo es el ínclito “comisario Villarejo”
A mí me ha parecido que una de las historias más flojas es,
precisamente la de Bourdain (que, por cierto, no sé si os he contado que yo
comí en Les Halles cuando el todavía
era el chef allí; ya, si eso, os lo cuento otro día) y la parte más sorprendente
– en la historia de los atentados del maratón de Boston, y la monja que
interpreta Susan Sarandon en Pena de muerte, la película de Tim Robbins, que ya os habréis dado cuenta se parece mucho a mi –
es enterarse de esa particularidad de la selección de jurados en estados unidos
“Si el jurado hubiese sido seleccionado
entre una muestra representativa de bostonianos, habría habido pocas
posibilidades de que se dictaminara la pena de muerte. Pero la selección del
jurado en los casos de pena de muerte implica un procedimiento conocido como ‘death
quailification’, en el que a los posibles integrantes se los interroga acerca
de sus opiniones sobre la pena capital, y quien se opone por principio a la
práctica es descartado.”. Si esto es sorprendente, no lo es menos que al
autor le parezca que “Esto no carece de
sentido, porque una condena a muerte ha de ser unánime; con que un único miembro
del jurado objete desde el principio, todo el procedimiento acaba siendo una
pérdida de tiempo”. No sé, no lo acabo de ver…igual del revés también sería
una pérdida de tiempo, pero igual sería mejor.
Mi siguiente lectura, Los
destrozos, la compre en gran medida con mi hermano en mente ya que (por
razones que, creo, ya os he contado, pero, si no fuera así, pues, ya si eso,
otro día hablamos de esto) tenemos una discusión histórica sobre la primera
novela del autor (no sobre las demás que ambos creemos que son malas, incluso
muy malas) además esta se supone que “volvía”
a esa época (a los personajes y la esencia de la primera) y, por supuesto, la
editorial decía que era lo mejor que había escrito. ¿La verdad? Infumable, no
he conseguido acabármela y donde la primera tenia aciertos esta está llena de
demasiado protagonismo del autor y es insoportable. Pese a todo yo me mantengo
en mis trece y creo que la primera era buena (igual no tan buena como me
pareció a mí en su momento, pero a años luz de este tocho infumable) pero puede
que mi hermano crea que esta es buena. Yo no se la voy a recomendar, porque yo
no recomiendo libros.
La verdad es que El
número uno me apetecía desde el primer momento ya que conocía al autor
(solamente por Manhattan Transfer) y
la verdad es que una historia sobre un político americano – aunque sea de
Oklahoma y en los años 30 – pues podía tener cierto interés, al fin y al cabo,
la política no ha cambiado tanto (creo) y los políticos americanos si nacen y
crecen en los estados. Es entretenida de leer, pero no apasionante y tal vez la
parte más divertida es esa comparación los rojos
(en los treinta) con las ideas católicas “tengo
la profunda convicción, senador, de que en la Biblia hay ideas económicas más
radicales que las que hayan podido imaginar estos rusos rojos” algo que no
por obvio sigue resultando incomprensible, quiero decir es incomprensible como
mucha gente de religión católica sigue despotrican de las ideas económicas de
los rojos, supongo que hay partes de la Biblia que no es necesario leerse para
ser un buen católico.
Mi japonés del mes – bueno el primero de dos ya que Maria de
la O duplico unilateralmente el intercambio de libros y me paso otro – ha sido Los misterios de la taberna Kamogawa
que tiene una premisa de esas que solo pueden plantearse un japonés donde un ex
policía y su hija dirigen una taberna que realmente es una agencia de
detectives privados en la que se dedican a “localizar” recetas de comida de las
que la gente recuerda la sensación, pero ha olvidado, o desconoce, la receta
original. Ellos no solo localizan la receta, sino que como prueba pues preparan
el palto del recuerdo (la madalena de Proust) en dos semanas para – obviamente
– satisfacción del cliente, curiosamente no ponen precio a sus servicios, sino
que lo dejan a la discreción del cliente y su satisfacción o no con la receta
elaborada.
Aunque no se aprende nada de comida japonesa – salvo los nombres
de algunos platos caseros, que son los que en general se han perdido, aunque más que el plato es la sensación lo que se
ha perdido por lo que en casi todos los casos lo que tiene que recrear es la situación
en la que se comían estos platos, además del plato en si– si tiene sus
curiosidades como “Bien dicho: en la
cultura japonesa no existe esa cosa llamada ‘postre’, ¡eso hay que dejárselo a
los franceses!” al parecer los japoneses en lugar de postre, toman mizugashi que una búsqueda en internet
da como resultado que son o fruta de temporada o dulces lo que hace que sea
todo bastante extraño especialmente cuando luego el mismo personaje añade “… los detalles importan. El desmoronamiento
de una cultura empieza por la perversión del lenguaje. ¿Qué va a ser de nuestra
repostería wagashi si toleramos que se la compare con simples ‘postres’ y ‘dulces’”.
Pues eso, que no me queda claro si el mizugashi es el concepto genérico de
postre o no. Y sobre todo un concepto que yo no sabía que existía y que he de
mantener alejado de mi sobrina Alicia (o cerca si de verdad se vende) ya que reúne
dos de sus cosas favoritas, aunque no queda claro si produce estupor o es
correcto “¿quiere sazonar la comida con
sal de té marcha, señora Tae?” Alicia casi seguro que sí.
De vez en cuando hay que leer novelas de género, así que
este mes elegí el género de terror, terror
gótico según la contraportada, y me leí La chica que vive al final del camino. La verdad es que no me
parece que sea ni de terror, ni gótica, aunque sea entretenida de leer ya que
es la historia de una chica pre-adolescente (trece años) que vive sola en una
casa en un pequeño pueblo porque parece que su padre ha desaparecido (¿lo ha
matado ella?) y que al final acaba cometiendo otro asesinato, para proteger u
intimidad. Ya digo, es entretenida, pero creo que en un momento dado (no os diré
cual ya que igual lo he leído mal) el misterio de la desaparición del padre se resuelve
por las acciones de la chica y su compañero de aventuras; pero igual no.
Mi intercambio con Maria
de la O me proporciona Winesburg,
Ohio que pese que el nombre del autor suena a autor que uno debe de haber leído
y conocer lo suficiente, pues yo no había leído nada suyo (pero si debe de ser
verdaderamente “un clásico” ya que en
otro libro que acabo de leer hacen referencia a él como clásico, lo que siempre
es una buena confirmación del estatus). Así es la vida. Se trata de libro de
relatos cortos que, obviamente, tienen el nexo común de localizarse todos – ser
los personajes de – un pequeño pueblo rural de los estados unidos (si, el del título,
claro). Un lugar y una época en la que realmente no pasa nada, salvo la vida
cotidiana, un lugar en el que “Casi todos
los chicos tienen épocas en las que les gustaría tener una muerte gloriosa en
lugar de ser vendedores en una verdulería y seguir con su monótona vida.”,
algo claramente educacional que me gustaría pensar que se está borrando ya que,
creo, que ya no hay tantos juguetes bélicos como cuando yo era niño (que prácticamente
todos eran juguetes bélicos) pero sobre lo que tengo mis dudas y creo que ahora
simplemente la guerra ha cambiado de patio y ya no es entre potencias sino con
las fuerzas del orden (que, mira tú qué cosa, pues quieren que cumplamos, que
no hagamos, las cosas que están prohibidas
por las leyes vigentes) y así todos quieren ser narcotraficantes o agitadores
clandestino, que no deja de ser otra forma de guerra con un trasfondo moral (en
muchos casos) basado en el egoísmo de yo hago lo que quiero.
Como he descubierto “el
amable muchacho de ojos azules de Ohio era un completo egotista. No quería tener
amigos por la misma razón que no quieren tenerlos los niños. Quería que todo el
mundo se plegara a sus caprichos, que fuese gente con quien pudiera hablar, a
quien pudiera sermonear y regañar cuando quisiera, en definitiva, que fueran
siervos de su imaginación. Entre aquellas personas siempre se sentía seguro. Podían
hablar, desde luego incluso tener opiniones propias, siempre que el tuviera la última
palabra. Era como un escritor rodeado de las creaciones de su cerebro…”,
creo que cada vez está más representado en nuestra sociedad (Igual por mí el
primero) de lo recomendable.
No puedo dejar de citar su opinión sobre los artistas (de
los que cada vez hay más, ahora ya casi todo el mundo es artista (e influencer) con la que estoy totalmente
de acuerdo: “Todo el mundo sabe lo parlanchines
que son los artistas. A lo largo de la historia de la humanidad, siempre se han
reunido para hablar. Hablan de arte y lo hacen con un apasionamiento casi
febril. Le conceden mucha más importancia de la que tiene.”
Un libro muy entretenido y tal vez mi única pega sea el que
no lo haya transformado en una novela, uniendo un poco más las historias, pero,
eso es solo porque yo prefiero las novelas a los cuentos.
Me compre Lucy y el
mar, por las razones de siempre (el titulo tiene relación con el agua) sin
fijarme mucho en que era una novela pandémica (es decir que va sobre el periodo
de la pandemia) algo que, en general, me hecha un poco para atrás ya que me parece
demasiado reciente como para tener la perspectiva suficiente para poder
interpretarlo correctamente. De forma general es una historia en la que la
protagonista vive la pandemia sobre la base de decisiones que ella no toma (las
toma su ex marido y, en cierta medida, sus hijas; no me refería al estado opresor
capitalista y manipulador) y en la que el mar no juega ningun papel, salvo el
de decorado de fondo.
Con todo tiene frases interesantes como “todos vivimos con personas, y sitios, y cosas a los que hemos dado
gran importancia, pero, al final nosotros no importamos nada” con la que es
difícil no estar de acuerdo en según qué ocasiones., o en una línea de
razonamiento parecido también vivimos con nuestros recuerdos ya sean verdaderos
o falsos (básicamente lo segundo) por lo que cualquier ayuda para distinguirlos
es bienvenida, aunque sea la que propone de “Una de
las razones por las que creo que este recuerdo es verdadero es, en primer lugar,
porque es muy raro” que a veces es algo sensato (los recuerdos triviales –
como decían en Blade Runner – tienen
posibilidad de ser falsos).
De todas las leídas me quedo con la más positiva con la que
estoy de acuerdo y que me gustaría practicar más: “Cuando una persona se entusiasma de verdad con algo puede ser
contagioso”, tanto lo del contagio como lo del entusiasmo.
La cigarra del octavo
día, mi segunda japonesa del mes, y con una secta de por medio ¿Qué más se
puede pedir? Bueno, tal vez un título no tan filosófico y aunque la historia inicial no me parecía demasiado
interesante (una mujer despechada secuestra a la hija recién nacida de su
amante, a la sazón casado, y huye con ella) la verdad es que se deja leer
bastante bien.
Tras algunas peripecias, muchas propias de una maternidad
fingida, recala en una comunidad de mujeres (vamos, una secta) en la que “Las mujeres que vivimos aquí, entre
cuarenta y cincuenta, tenemos algo en común, un rasgo unificador de nuestro carácter.
No creo que sea casual, sino más bien producto de vivir en este lugar: ninguna
de nosotros piensa mucho, no tenemos dudas, no tenemos opiniones. Con la
perdida de carácter desaparecen los sentimientos negativos, la malevolencia, el
odio.” Un par o tres de cosas sobre esta afirmación: con carácter no se refieren a mal carácter,
creo más bien que es a personalidad; puede que sea cierto que así - dejando de
pensar, de tener dudas – desaparecen algunas cosas malas (yo tengo mis dudas)
pero al precio de que desaparecen todas las cosas buenas de una persona; y,
como se descubrirá más tarde no era este el principal rasgo unificador – la razón
por la que les dejaron unirse a la secta – no, para nada; era otro.
En la segunda parte – sí, este libro tiene dos partes – la hija
ya ha crecido y, como ha crecido aislada en un edificio, con acceso a
conocimiento muy limitado, con una experiencia limitada a un entorno
especifico, cuando escapa le sorprende todo y a su madre le da por pensar y
darse cuenta de que “Es cierto, creo que
nunca antes había visto una estrella; solo el cielo nocturno enmarcado por una
ventana. No conoce esta oscuridad. No solo es: no conoce más que ese edificio
blanco. Solo ha visto las cosas de este mundo en su libro de ilustraciones: la
ciudad, el mar, el cielo, la montaña, la luna llena, las cuatro estaciones, el
tren, los parques, el parque de atracciones, el zoológico, el supermercado, la juguetería…
Nada real. Le he robado todas esas experiencias.” Creo que por
posibilidades como estas – que los padres, o el entorno, limiten la experiencia
de los niños creciendo – no se debe permitir a los padres ser la única fuente
de experiencia de los niños y que la crianza en casa – aislados del resto de la
sociedad – debería estar prohibida y por eso la escolarización debe de ser
obligatoria. No se puede dejar que tarados críen tarados sin intentar evitarlo
eso no es libertad.
Como en todos los libros japoneses se aprende alguna curiosidad,
de este me quedo con aprender que “el dia
de hoy esta señalado como butsumetsu, el dia mas funesto según el calendario
budista” por aquello de que tengan un día así aunque no se parezca nada a
ese nuevo concepto de Blue Monday y
sea más como Viernes Santo (calculo yo, si mis conocimientos de religión no me
fallan)) ya que al parecer es el día que murió Buda (aunque según Wikipedia esto
se produce uno de cada seis días (redondeando, aunque como 28 no es divisible
entre 6 pues no es tan fácil) ya que el cálculo del rokuyō – el numero que
incida el nivel de fortuna de un día en concreto - consiste en sumar el día y
el mes del calendario lunisolar, dividir dicha suma entre 6 y quedarse con el
resto, de forma que el día 1 del primer mes siempre es senshō (resto 2), y a
partir de ahí los días siguen el orden indicado, siendo el 5 el butsumetsu).
Raritos que son los japoneses para todo.
La última lectura del mes – sí, ya vamos acabando – fue Mateo
perdió el empleo, que se supone que son una serie de historias enlazadas que (según
la contraportada) “conducen al mismo
sitio, al personaje central”. Yo he debido perderme algo, porque salvo por
la tontería de que un personaje que aparece en una historia empieza (más o
menos) la siguiente poco más “conduce”
hacia el personaje central, que de central
pues tiene verdaderamente poco; vamos que en cierta medida algo parecido – sin forzarlo
y , en consecuencia de mejor forma – es lo que pasa en el libro de Sherwood Anderson, ya comentado.
Las historias todas tienen un punto de absurdez (que supongo
es lo que – según la contraportada – Le Figaro
lo clasifique de “un Kafka portugués”) y así en una un personaje se tatúa en
Braille la tabla periódica de los elementos químicos: “Allí estaba, completa, la tabla – y actualizada siempre que fuera necesario
-, la tabla periódica de los elementos químicos”. Si ya es algo raro
tatuarse la tabla periódica, la aclaración de que “se actualiza” pues ya es
bastante rara porque no es una cosa que cambie mucho (vale, en 2015 se
añadieron 4 nuevos elementos, pero poco más ha cambiado, ni se espera que
cambie); en otra un personaje decide construir rotondas con una isleta cuadrada
(en lugar de circular) en el centro. Algo que, innecesario es decirlo, es la
mayor majadería desde la proliferación de las rotondas para todos los casos que
ha tenido lugar últimamente.
En otro de los cuentos – o viñetas, más bien – dos personajes
se pierden en un laberinto lo que claramente me ha llevado a recordar ese
principio topológico que tienen los laberintos por el que siempre se puede
salir de ellos (tardando más o menos) siguiendo la regla de la mano derecha (también
valdría la mano izquierda) porque, aunque casi todo el mundo lo dude hasta la topología
tiene utilidades en la vida real, o por lo menos en la vida real con laberintos
(que muy real, muy real, pues no es).
Hecha mi reivindicación del conocimiento variado (incluso de
la topología) voy a prepararme para irme a Piles otros días a – además de leer
y tele trabajar, digo por decir que luego ya veremos lo del teletrabajo – pues me
voy a releer Godel Escher y Bach (puede
que no lo acabe y que deje allí una copia para seguir leyéndola en ratos
libres) porque ya se me ha olvidado casi todo. Vosotros pues ¡Divertíos, asaltando
el castillo!
Lecturas
Maleantes - Patrick Radden Keefe
Los destrozos - Bret Easton Ellis
El número uno - John Dos Passos
Los misterios de la taberna Kamogawa - Hisashi Kashiwai
La chica que vive al final del camino - Laird Koenig
Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson
Lucy y el mar - Elizabeth Strout
La cigarra del octavo día - Mitsuyo Kakuta
Mateo perdió el empleo - Gonzalo M. Tavares