jueves, 17 de agosto de 2023

Comentario de textos – Julio 2023

 Pues, aunque tengo algo de trabajo, aprovecho que es la mañana de la fiesta “de todas las vírgenes”, unos de los días del año en los que más fiestas hay en España y, por tanto, en los que menos se trabaja para intentar ponerme al día con mis lecturas antes de volver a acumular retrasos inexplicables.

El trabajo que tengo ahora mismo básicamente no tiene un plazo concreto – lo que para alguien como yo acostumbrado a trabajar solo lo necesario pues es un problema, ya que resulta muy difícil ponerse a ello y no dedicarse procrastinar.

Aunque no os interese nada (como este es mi blog) pues os cuento en las cosas en las que ando enredado para que entendáis porque en lugar de ponerme a trabajar pues me pongo, un día como hoy, a escribir este blog (además de porque me apetece ahora mismo escribirlo). Ahora básicamente me dedico a:

  • ·    Preparar trabajos que posiblemente me encarguen y no tengo ni idea de cómo hacer (aprendizaje propio): ya que, más o menos, me he “comprometido”: una administración me pidió mi opinión sobre un problema que tienen y yo ni corto ni perezoso (aunque sea ambas cosas) mantuve una reunión (de esas telemáticas) con ellos (realmente eran ellas, dos ellas para ser concreto) y les conté como lo veía yo y lo fácil que podía ser la solución: solo había que hacer unos modelos de elementos finitos para analizar el problema y, bueno, pues volver a modelizar soluciones. Además de que creo que pasaron un buen rato en la reunión (algo que es muy importante y de lo que tengo constancia porque la reunión la tuve en Piles y las risas de mis interlocutores, al parecer, se oían desde el patio de abajo donde me esperaban mis tradicionales tostadas con mantequilla) decidieron que sacarían un concurso para poner en practica mi solución y que, por supuesto esperan, que yo lo gane. El único pequeño problema es que nunca he hecho esto (siempre he querido aprender a hacerlo, pero nunca he tenido el tiempo, ni la motivación, para aprender a hacerlo); ni siquiera se usar las herramientas necesarias para hacerlo (ya puestos ni siquiera estoy seguro de que sea fácil de hacer o de que las herramientas existan). Así que ahora he de aprender a hacerlo antes de que saquen el concurso, no vaya a ser que de verdad tenga que hacerlo.
  • ·         Reconstruir mis métodos de cálculo para otros asuntos ya que nunca estoy contento con las hojas de cálculo que preparo (siempre he pensado que debería tomarme un año sabático para “preparar” una herramienta que, básicamente, hiciera los proyectos por mí, con una intervención mínima ya que, pese a trabajar de ingeniero, con el ingenio (que es lo que los ingenieros pensamos de nuestro trabajo), gran parte de mi trabajo – salvo , realmente, algunas cosas importantes– pues es casi metódico (que es lo que piensa la gente de los ingenieros). Pero como no lo hago – lo de tomarme el año, o años, sabáticos, para desarrollar esto bien – pues voy “trampeando” mis métodos de cálculo y ahora estoy en una revisión importante por lo que tengo bastante lio.
  • ·         Formar a amigos: varios de mis conocidos están intentando “intrusismo” en áreas que son de mi conocimiento, pero, desgraciadamente no del suyo (lo que finamente se llama reciclaje profesional pero que a los cincuenta y muchos, y cuando quieren reciclarse en lo tuyo, pues… eso). El caso es que por su edad y formación pues en seguida creer haberlo entendido todo lo que les explicas para, luego en cuanto algo cambia, pues han de volver a “revisar” lo que han hecho o intentado hacer con, más o menos acierto. Así que cada dos por tres pues me veo en el papel de profesor (si, vale de profesor chiflado) bien con amigos y conocidos o bien con empresas o instituciones (de hecho, acabo de acodarme de que para el aperitivo tengo una de estas visitas de “revisión”)

Ya, yo también – igual que cada uno de vosotros – tengo clarísimo que el final me acabara pillando el toro en el tema del aprendizaje propio, que me retrasare o no terminare la reconversión de mis métodos de cálculo y que o me pongo ya a escribir sobre mis lecturas o al final tampoco acabare de comentarlas hoy con el apoyo a los amigos. Así que a por ello.

Empecé el mes con lecturas que todavía provenían de mis compras en caseta de mi librería de referencia en la feria del libro y la primera fue Maleantes, que es una recopilación de escritos para revistas, de perfiles, pues de eso maleantes por un autor del que me había gustado mucho la primera novela que leí (sobre unas irlandesas del IRA) y menos la segunda (sobre las grandes farmacéuticas y el negocio de las drogas) por lo que aunque fuera de no ficción pues decidí darle una oportunidad (ya sabéis que yo prefiero que todo sea mentira, sinceramente creo que la realidad está sobrevalorada). Una vez en casa me pues a mirar el índice y para mi sorpresa, el ultimo capitulo estaba dedicado a Anthony Bourdain. ¿Anthony Bourdain en un libro sobre maleantes? No daba crédito, pero entonces me fijé en el subtítulo del libro –Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores – y pensé claro por eso ha tenido que meter lo de rebeldes, para poder añadir este perfil (que ya tenía escrito).

Un total de doce historias – once perfiles de maleantes y el de Bourdain – entre los que hay un poco de todo, desde nombre que todos conocemos (El chapo Guzman o el mismísimo Trump) a otros que serán muy famosos, pero de los que yo no había oído hablar nunca. Pero si hasta e una de las historias (Una sobre traficantes de armas en Marbella) va y sale “... un funcionario de antiterrorismo llamado Jose Manuel Villarejo” que supongo es el ínclito “comisario Villarejo”

A mí me ha parecido que una de las historias más flojas es, precisamente la de Bourdain (que, por cierto, no sé si os he contado que yo comí en Les Halles cuando el todavía era el chef allí; ya, si eso, os lo cuento otro día) y la parte más sorprendente – en la historia de los atentados del maratón de Boston, y la monja que interpreta Susan Sarandon en Pena de muerte,  la película de Tim Robbins, que ya os habréis dado cuenta se parece mucho a mi – es enterarse de esa particularidad de la selección de jurados en estados unidos “Si el jurado hubiese sido seleccionado entre una muestra representativa de bostonianos, habría habido pocas posibilidades de que se dictaminara la pena de muerte. Pero la selección del jurado en los casos de pena de muerte implica un procedimiento conocido como ‘death quailification’, en el que a los posibles integrantes se los interroga acerca de sus opiniones sobre la pena capital, y quien se opone por principio a la práctica es descartado.”. Si esto es sorprendente, no lo es menos que al autor le parezca que “Esto no carece de sentido, porque una condena a muerte ha de ser unánime; con que un único miembro del jurado objete desde el principio, todo el procedimiento acaba siendo una pérdida de tiempo”. No sé, no lo acabo de ver…igual del revés también sería una pérdida de tiempo, pero igual sería mejor.

Mi siguiente lectura, Los destrozos, la compre en gran medida con mi hermano en mente ya que (por razones que, creo, ya os he contado, pero, si no fuera así, pues, ya si eso, otro día hablamos de esto) tenemos una discusión histórica sobre la primera novela del autor (no sobre las demás que ambos creemos que son malas, incluso muy malas) además esta se supone que “volvía” a esa época (a los personajes y la esencia de la primera) y, por supuesto, la editorial decía que era lo mejor que había escrito. ¿La verdad? Infumable, no he conseguido acabármela y donde la primera tenia aciertos esta está llena de demasiado protagonismo del autor y es insoportable. Pese a todo yo me mantengo en mis trece y creo que la primera era buena (igual no tan buena como me pareció a mí en su momento, pero a años luz de este tocho infumable) pero puede que mi hermano crea que esta es buena. Yo no se la voy a recomendar, porque yo no recomiendo libros.



La verdad es que El número uno me apetecía desde el primer momento ya que conocía al autor (solamente por Manhattan Transfer) y la verdad es que una historia sobre un político americano – aunque sea de Oklahoma y en los años 30 – pues podía tener cierto interés, al fin y al cabo, la política no ha cambiado tanto (creo) y los políticos americanos si nacen y crecen en los estados. Es entretenida de leer, pero no apasionante y tal vez la parte más divertida es esa comparación los rojos (en los treinta) con las ideas católicas “tengo la profunda convicción, senador, de que en la Biblia hay ideas económicas más radicales que las que hayan podido imaginar estos rusos rojos” algo que no por obvio sigue resultando incomprensible, quiero decir es incomprensible como mucha gente de religión católica sigue despotrican de las ideas económicas de los rojos, supongo que hay partes de la Biblia que no es necesario leerse para ser un buen católico.



Mi japonés del mes – bueno el primero de dos ya que Maria de la O duplico unilateralmente el intercambio de libros y me paso otro – ha sido Los misterios de la taberna Kamogawa que tiene una premisa de esas que solo pueden plantearse un japonés donde un ex policía y su hija dirigen una taberna que realmente es una agencia de detectives privados en la que se dedican a “localizar” recetas de comida de las que la gente recuerda la sensación, pero ha olvidado, o desconoce, la receta original. Ellos no solo localizan la receta, sino que como prueba pues preparan el palto del recuerdo (la madalena de Proust) en dos semanas para – obviamente – satisfacción del cliente, curiosamente no ponen precio a sus servicios, sino que lo dejan a la discreción del cliente y su satisfacción o no con la receta elaborada.

Aunque no se aprende nada de comida japonesa – salvo los nombres de algunos platos caseros, que son los que en general se han perdido, aunque más que el plato es la sensación lo que se ha perdido por lo que en casi todos los casos lo que tiene que recrear es la situación en la que se comían estos platos, además del plato en si– si tiene sus curiosidades como “Bien dicho: en la cultura japonesa no existe esa cosa llamada ‘postre’, ¡eso hay que dejárselo a los franceses!” al parecer los japoneses en lugar de postre, toman mizugashi que una búsqueda en internet da como resultado que son o fruta de temporada o dulces lo que hace que sea todo bastante extraño especialmente cuando luego el mismo personaje añade “… los detalles importan. El desmoronamiento de una cultura empieza por la perversión del lenguaje. ¿Qué va a ser de nuestra repostería wagashi si toleramos que se la compare con simples ‘postres’ y ‘dulces’”. Pues eso, que no me queda claro si el mizugashi es el concepto genérico de postre o no. Y sobre todo un concepto que yo no sabía que existía y que he de mantener alejado de mi sobrina Alicia (o cerca si de verdad se vende) ya que reúne dos de sus cosas favoritas, aunque no queda claro si produce estupor o es correcto “¿quiere sazonar la comida con sal de té marcha, señora Tae?” Alicia casi seguro que sí.

De vez en cuando hay que leer novelas de género, así que este mes elegí el género de terror, terror gótico según la contraportada, y me leí La chica que vive al final del camino. La verdad es que no me parece que sea ni de terror, ni gótica, aunque sea entretenida de leer ya que es la historia de una chica pre-adolescente (trece años) que vive sola en una casa en un pequeño pueblo porque parece que su padre ha desaparecido (¿lo ha matado ella?) y que al final acaba cometiendo otro asesinato, para proteger u intimidad. Ya digo, es entretenida, pero creo que en un momento dado (no os diré cual ya que igual lo he leído mal) el misterio de la desaparición del padre se resuelve por las acciones de la chica y su compañero de aventuras; pero igual no.





Mi intercambio con Maria de la O me proporciona Winesburg, Ohio que pese que el nombre del autor suena a autor que uno debe de haber leído y conocer lo suficiente, pues yo no había leído nada suyo (pero si debe de ser verdaderamente “un clásico” ya que en otro libro que acabo de leer hacen referencia a él como clásico, lo que siempre es una buena confirmación del estatus). Así es la vida. Se trata de libro de relatos cortos que, obviamente, tienen el nexo común de localizarse todos – ser los personajes de – un pequeño pueblo rural de los estados unidos (si, el del título, claro). Un lugar y una época en la que realmente no pasa nada, salvo la vida cotidiana, un lugar en el que “Casi todos los chicos tienen épocas en las que les gustaría tener una muerte gloriosa en lugar de ser vendedores en una verdulería y seguir con su monótona vida.”, algo claramente educacional que me gustaría pensar que se está borrando ya que, creo, que ya no hay tantos juguetes bélicos como cuando yo era niño (que prácticamente todos eran juguetes bélicos) pero sobre lo que tengo mis dudas y creo que ahora simplemente la guerra ha cambiado de patio y ya no es entre potencias sino con las fuerzas del orden (que, mira tú qué cosa, pues quieren que cumplamos, que no hagamos,  las cosas que están prohibidas por las leyes vigentes) y así todos quieren ser narcotraficantes o agitadores clandestino, que no deja de ser otra forma de guerra con un trasfondo moral (en muchos casos) basado en el egoísmo de yo hago lo que quiero.

Como he descubierto “el amable muchacho de ojos azules de Ohio era un completo egotista. No quería tener amigos por la misma razón que no quieren tenerlos los niños. Quería que todo el mundo se plegara a sus caprichos, que fuese gente con quien pudiera hablar, a quien pudiera sermonear y regañar cuando quisiera, en definitiva, que fueran siervos de su imaginación. Entre aquellas personas siempre se sentía seguro. Podían hablar, desde luego incluso tener opiniones propias, siempre que el tuviera la última palabra. Era como un escritor rodeado de las creaciones de su cerebro…”, creo que cada vez está más representado en nuestra sociedad (Igual por mí el primero) de lo recomendable.

No puedo dejar de citar su opinión sobre los artistas (de los que cada vez hay más, ahora ya casi todo el mundo es artista (e influencer) con la que estoy totalmente de acuerdo: “Todo el mundo sabe lo parlanchines que son los artistas. A lo largo de la historia de la humanidad, siempre se han reunido para hablar. Hablan de arte y lo hacen con un apasionamiento casi febril. Le conceden mucha más importancia de la que tiene.”

Un libro muy entretenido y tal vez mi única pega sea el que no lo haya transformado en una novela, uniendo un poco más las historias, pero, eso es solo porque yo prefiero las novelas a los cuentos.

Me compre Lucy y el mar, por las razones de siempre (el titulo tiene relación con el agua) sin fijarme mucho en que era una novela pandémica (es decir que va sobre el periodo de la pandemia) algo que, en general, me hecha un poco para atrás ya que me parece demasiado reciente como para tener la perspectiva suficiente para poder interpretarlo correctamente. De forma general es una historia en la que la protagonista vive la pandemia sobre la base de decisiones que ella no toma (las toma su ex marido y, en cierta medida, sus hijas; no me refería al estado opresor capitalista y manipulador) y en la que el mar no juega ningun papel, salvo el de decorado de fondo.

Con todo tiene frases interesantes como “todos vivimos con personas, y sitios, y cosas a los que hemos dado gran importancia, pero, al final nosotros no importamos nada” con la que es difícil no estar de acuerdo en según qué ocasiones., o en una línea de razonamiento parecido también vivimos con nuestros recuerdos ya sean verdaderos o falsos (básicamente lo segundo) por lo que cualquier ayuda para distinguirlos es bienvenida, aunque sea la que propone de  “Una de las razones por las que creo que este recuerdo es verdadero es, en primer lugar, porque es muy raro” que a veces es algo sensato (los recuerdos triviales – como decían en Blade Runner – tienen posibilidad de ser falsos).

De todas las leídas me quedo con la más positiva con la que estoy de acuerdo y que me gustaría practicar más: “Cuando una persona se entusiasma de verdad con algo puede ser contagioso”, tanto lo del contagio como lo del entusiasmo.

La cigarra del octavo día, mi segunda japonesa del mes, y con una secta de por medio ¿Qué más se puede pedir? Bueno, tal vez un título no tan filosófico y aunque la historia inicial no me parecía demasiado interesante (una mujer despechada secuestra a la hija recién nacida de su amante, a la sazón casado, y huye con ella) la verdad es que se deja leer bastante bien.

Tras algunas peripecias, muchas propias de una maternidad fingida, recala en una comunidad de mujeres (vamos, una secta) en la que “Las mujeres que vivimos aquí, entre cuarenta y cincuenta, tenemos algo en común, un rasgo unificador de nuestro carácter. No creo que sea casual, sino más bien producto de vivir en este lugar: ninguna de nosotros piensa mucho, no tenemos dudas, no tenemos opiniones. Con la perdida de carácter desaparecen los sentimientos negativos, la malevolencia, el odio.” Un par o tres de cosas sobre esta afirmación:  con carácter no se refieren a mal carácter, creo más bien que es a personalidad; puede que sea cierto que así - dejando de pensar, de tener dudas – desaparecen algunas cosas malas (yo tengo mis dudas) pero al precio de que desaparecen todas las cosas buenas de una persona; y, como se descubrirá más tarde no era este el principal rasgo unificador – la razón por la que les dejaron unirse a la secta – no, para nada; era otro.

En la segunda parte – sí, este libro tiene dos partes – la hija ya ha crecido y, como ha crecido aislada en un edificio, con acceso a conocimiento muy limitado, con una experiencia limitada a un entorno especifico, cuando escapa le sorprende todo y a su madre le da por pensar y darse cuenta de que “Es cierto, creo que nunca antes había visto una estrella; solo el cielo nocturno enmarcado por una ventana. No conoce esta oscuridad. No solo es: no conoce más que ese edificio blanco. Solo ha visto las cosas de este mundo en su libro de ilustraciones: la ciudad, el mar, el cielo, la montaña, la luna llena, las cuatro estaciones, el tren, los parques, el parque de atracciones, el zoológico, el supermercado, la juguetería… Nada real. Le he robado todas esas experiencias.” Creo que por posibilidades como estas – que los padres, o el entorno, limiten la experiencia de los niños creciendo – no se debe permitir a los padres ser la única fuente de experiencia de los niños y que la crianza en casa – aislados del resto de la sociedad – debería estar prohibida y por eso la escolarización debe de ser obligatoria. No se puede dejar que tarados críen tarados sin intentar evitarlo eso no es libertad.

Como en todos los libros japoneses se aprende alguna curiosidad, de este me quedo con aprender que “el dia de hoy esta señalado como butsumetsu, el dia mas funesto según el calendario budista” por aquello de que tengan un día así aunque no se parezca nada a ese nuevo concepto de Blue Monday y sea más como Viernes Santo (calculo yo, si mis conocimientos de religión no me fallan)) ya que al parecer es el día que murió Buda (aunque según Wikipedia esto se produce uno de cada seis días (redondeando, aunque como 28 no es divisible entre 6 pues no es tan fácil) ya que el cálculo del rokuyō – el numero que incida el nivel de fortuna de un día en concreto - consiste en sumar el día y el mes del calendario lunisolar, dividir dicha suma entre 6 y quedarse con el resto, de forma que el día 1 del primer mes siempre es senshō (resto 2), y a partir de ahí los días siguen el orden indicado, siendo el 5 el butsumetsu). Raritos que son los japoneses para todo.

 

La última lectura del mes – sí, ya vamos acabando – fue Mateo perdió el empleo, que se supone que son una serie de historias enlazadas que (según la contraportada) “conducen al mismo sitio, al personaje central”. Yo he debido perderme algo, porque salvo por la tontería de que un personaje que aparece en una historia empieza (más o menos) la siguiente poco más “conduce” hacia el personaje central, que de central pues tiene verdaderamente poco; vamos que en cierta medida algo parecido – sin forzarlo y , en consecuencia de mejor forma – es lo que pasa en el libro de Sherwood Anderson, ya comentado.

Las historias todas tienen un punto de absurdez (que supongo es lo que – según la contraportada – Le Figaro lo clasifique de “un Kafka portugués”) y así en una un personaje se tatúa en Braille la tabla periódica de los elementos químicos: “Allí estaba, completa, la tabla – y actualizada siempre que fuera necesario -, la tabla periódica de los elementos químicos”. Si ya es algo raro tatuarse la tabla periódica, la aclaración de que “se actualiza” pues ya es bastante rara porque no es una cosa que cambie mucho (vale, en 2015 se añadieron 4 nuevos elementos, pero poco más ha cambiado, ni se espera que cambie); en otra un personaje decide construir rotondas con una isleta cuadrada (en lugar de circular) en el centro. Algo que, innecesario es decirlo, es la mayor majadería desde la proliferación de las rotondas para todos los casos que ha tenido lugar últimamente.

En otro de los cuentos – o viñetas, más bien – dos personajes se pierden en un laberinto lo que claramente me ha llevado a recordar ese principio topológico que tienen los laberintos por el que siempre se puede salir de ellos (tardando más o menos) siguiendo la regla de la mano derecha (también valdría la mano izquierda) porque, aunque casi todo el mundo lo dude hasta la topología tiene utilidades en la vida real, o por lo menos en la vida real con laberintos (que muy real, muy real, pues no es).

Hecha mi reivindicación del conocimiento variado (incluso de la topología) voy a prepararme para irme a Piles otros días a – además de leer y tele trabajar, digo por decir que luego ya veremos lo del teletrabajo – pues me voy a releer Godel Escher y Bach (puede que no lo acabe y que deje allí una copia para seguir leyéndola en ratos libres) porque ya se me ha olvidado casi todo. Vosotros pues ¡Divertíos, asaltando el castillo!

 

Lecturas

Maleantes - Patrick Radden Keefe

Los destrozos - Bret Easton Ellis

El número uno - John Dos Passos

Los misterios de la taberna Kamogawa - Hisashi Kashiwai

La chica que vive al final del camino - Laird Koenig

Winesburg, Ohio - Sherwood Anderson

Lucy y el mar - Elizabeth Strout

La cigarra del octavo día - Mitsuyo Kakuta

Mateo perdió el empleo - Gonzalo M. Tavares

domingo, 6 de agosto de 2023

Comentario de textos – Junio 2023

Creo que esta vez sí que voy con retraso, puede que, incluso batiendo un record de retraso, aunque también es posible que no. Desde luego si es un record, es un record personal ya que el record de retraso lo tiene el carpintero de Piles del que empiezo a sospechar que su trabajo anterior estuvo relacionado con el monasterio de El Escorial. ASi de mal van las cosas, ya que además ahora tiene excusa puesto que en Piles hasta septiembre no se puede hacer obra. En fin, que ando muy deprimido con este asunto, sobre todo con la imposibilidad de avanzar, pero también con la gestión de estas cosas, en tratar con gente, que es algo para lo que soy un negado.

Es verdad que Piles está quedando bastante bien, incluso excelente en mi opinión (pero yo soy parte implicada, así que mi opinión vale poco). Ya solo falta que Constantin (el maldito carpintero) acabe, arregle todo lo que ha hecho mal y… pues ya veremos si pintamos o lo de jamos con el aspecto actual de loft, o más bien de nave industrial, con sus rozas por las paredes, sus cables colgando y bueno, ese tipo de cosas.

Lo básico esta (casi todo, falta alguna cama y alguna lámpara), incluso ya tenemos una nevera pequeña arriba para tener unas cervecitas, agua y alguna que otra cosa para desayunar o para mientras jugamos al billar, vemos una película en una pantalla de n pulgadas tirados en un fenomenal sofá (respecto a si colocamos una diana de dardos, todavía hay cierto debate; igual que sobre la máquina de flipper o de marcianitos que es una cuestión generacional).

Y aunque todo esto está bien, incluso muy bien, lo más importante para mí ha sido una compra que hicimos en el Lidl de una hamaca con su soporte de terraza con la que he vuelto a descubrir no ya lo que me gustan las hamacas si no lo feliz que me hace estar tumbado en una. No se explicarlo, me proporciona una sensación de ingravidez que me fascina y me reconecta con toda mi adolescencia, una gran parte de la cual me la pase tumbado en una hamaca en la terraza de Nicasio. He de reconocer que es una de las cosas que más me gusta del mundo, no sabía que me gustaba tanto, aunque como ya digo podía sospecharlo ya que el trozo de la terraza de Nicasio en el que teníamos la hamaca era mi espacio personal en el que me tumbaba a leer, a escuchar la radio (el golpe de estado del 23-F estaba tirado en la hamaca cambiando de emisora cuando empezaron los tiros) o a hacer que tocaba la guitarra para mis vecinas de la residencia de monjas que había justo enfrente.

De verdad, una hamaca es lo mejor que hay, salvo tal vez... dos hamacas… no por tener compañía, que es algo que no se necesita en una hamaca, si no por tener repuesto si ocurre la tragedia de que se rompa (algo que sucedió en la de Nicasio pero que se solucionó robando la que tenían mis hermanas y nunca usaban).

En breve me marchare otra vez a mi hamaca, pero de momento vamos con las lecturas, no del mes pasado si no del anterior, que así de mal vamos (bueno, voy… que mis escasos lectores no lleváis retraso).

Ya conté el año pasado que me había reconciliado con la Feria del Libro, así que este año también me acerqué por allí, dos veces. La primera para descubrir que ahora (igual siempre aunque yo tengo un recuerdo distinto) la feria cierra a mediodía y lo que es pero cierra en su totalidad como un solo hombre, cierran todas las casetas y casi le ponen puertas al campo (si, para mí el retiro es campo, campo abierto) casi intentan desalojarla; y la segunda, tras ese primer fracaso, pues a visitar a mi librería de referencia y a visitar alguna editorial con la alegría de descubrir que Sajalin (la que edita a Offutt) tenía caseta propia y ahcerme con alguna otra novela.

Mi primera lectura, Ciudad Muerta, obviamente fue de esa editorial, pero no de la América profunda, como las de Offutt o el resto del country noir que está de moda ahora, si no de una América más cercana (fílmicamente) como es la de la mafia de Nueva Jersey y eso, pues, se nota. Desgraciadamente se nota para mal, ya que si bien no es una mala novela es, en cierta medida, más convencional con sus pequeños mafiosos intentando escalar posiciones en la mafia. Unos mafiosos, alguno de los cuales “… en menos que canta un gallo, acabo meando fuera del tiesto. Pero al dueño del tiesto no le hace gracia.” Mientras que otros, los jefes, tienen las cosas mucho más claras “El éxito en los negocios, según Joe Zucco, solo era posible mediante una combinación de miedo y respeto: miedo a la traición y respeto por las consecuencias. Estaba convencido e que sin aquellos dos pilares el crimen organizado sería una quimera.” Y claro, esta combinación de mear fuera del tiesto con la necesidad de miedo y respeto pues siempre permite crear alguna historia buena, pero en este caso no excelente. Se queda en buena, aunque resulta curioso saber de “la mosca española”, una especie de viagra natural cuyo nombre es, cuando menos, curioso.

A primeros de mes, también coincidí con mi amiga Maria de la O en un evento “de trabajo” y, ella, que sabía que coincidiríamos (yo también lo sabía) hizo una reunión unilateral de nuestro pequeño círculo de lectores (más bien una línea que es lo más que se puede hacer con dos puntos) haciendo, lo que podríamos llamar trampa, se presentó con Tres veces al amanecer para prestármelo (esta vez con retorno, ya que era la copia de su hermana). YO recordaba al autor por su novela más famosa, Seda, que leí hace muchos años y de la que – como ya os imagináis – no tengo un recuerdo especial, o no lo suficientemente especial como para haberla mantenido ni en mi cabeza ni en mi biblioteca (seguramente ahora este en una biblioteca de una residencia de la tercera edad en Castilla León). Se trata de tres cuentos cortos, los tres con una pareja protagonista, que según el libro son la misma pareja todo el tiempo (aunque unas veces tengan la misma edad y otras diferentes, al parecer esto es por “…una lógica temporal que no es la que se manifiesta en nuestra rígida realidad, sino que sólo resulta viable en la privilegiada mecánica de la ficción”, así que yo, en mi simpleza, pues me las he leído como tres historias diferentes, con la rígida lógica de la realidad propia de un ingeniero. Las tres historias están bien pero solo eso, bien, incluso pese a esta reflexión sobre la maldad con la que coincido plenamente: “… hay que ir con cuidado con la maldad porque de joven parece un lujo que uno puede permitirse, pero la verdad es otra, y es que la maldad es una luz fría en la que todas las cosas pierden su color y lo pierden para siempre.” Y no, no me refiero (creo que el autor tampoco) a un rollo del karma (que al fin y al cabo no es más que el miedo a la venganza, del universo, pero venganza, al fin y al cabo) sino que más bien es como esa frade de “Anger Is an acid that can do more harm To the vessel in which it’s stored than to anything on wiich it’s poured”. Sí, hay que tener cuidado con algunas cosas – como la ira y la maldad – ya que a quien más daño hacen es a quien las ejerce o práctica.

Leídos estos tres cuentos era momento de pasar a La Furia, aunque solo fuera porque pasaba en Irlanda, en un tiempo justo después de que, al parecer, según la contraportada, los años de dinero a espuerta y de una Irlanda prospera han terminado, algo que ya suena un poco a ciencia ficción o a error tipográfico ¿una Irlanda prospera, sería un periodo muy corto, no? El caso es que pronto salen personajes bastante creíbles como el irlandés al que le llevan una botella de Jameson y saluda con un “- sean bienvenidos, usted y el señor Jameson. – James siempre le insistía en que no era alcohólico – Esos pobres cabrones – le dijo una vez a Tidey – tienen algo en el cuerpo, no pueden elegir. Yo, en cambio, he escogido beber demasiado. Se lo que me hace, y no me importa.”

Por supuesto, siendo Irlanda, además de no-alcohólicos hay monjas y que aclaran grandes debates teológicos y los problemas de pederastia, y otros excesos, en la iglesia irlandesa “Cuando era una niña, los sacerdotes nos contaron como reconocer la línea que separaba el pecado venial del pecado mortal, que ponía tú alma en peligro ¿te ha proporcionado placer? Esa era entonces la medida de las cosas. Tu instinto te podía extraviar. Pero el problema de verdad era cuando te daba placer. Creo que es esa manera de pensar lo que condujo a algunos sacerdotes a hacer lo que hicieron. Se decían que era algo que no podían evitar, una maldición de la carne. Luchaban contra el demonio, y siempre y cuando pudieran convencerse de que eso no les proporcionaba placer…” todo muy teológico, casi jesuítico. En fin.

Pero toca otros temas interesantes como ese de “Cuando aceptamos algo sin hacer preguntas, no es periodismo, es taquigrafía”; tan aplicable a estos debates que hemos tenido y a si los periodistas pueden decirle a alguien “usted está mintiendo” (no solo pueden, deben); o el tema de los músicos de versiones con ese “El pianista interpretaba una versión con demasiadas notas de una canción de Sinatra” que para desgracia de los oyentes es algo que les pasa a muchos músicos; o la reflexión sobre los tratos con los abogados “Por encima de todo, no había que aceptar el reto del abogado de la otra parte para ver quien mea más lejos: lo abogados viven en los urinarios, y se las saben todas.” En general, pues una buena novela.

En nuestro intercambio anterior Maria de la O me había dejado El peon y me había comentado que le había regalado a Cabut :14 de abril, así que ya que lo tenían en la caseta de mi librería de referencia (en la feria del libro, digo; ni en la cuesta de Moyano, donde tienen caseta, ni en la calle mayor donde están las cosas mejor colocadas) y puesto que el anterior me había gustado me decidí por seguir probando suerte. A ver, me ha gustado, pero dudaría bastante de a) clasificarlo como novela, ya que es más una colección de historias con un nexo, obvio, en común; y b) clasificarlo como “No ficción” ya que por mucho que se haya documentado el autor creo, me temo, que existe bastante ficción en el libro, en cada una de esas vidas truncadas o modificadas ese día (en las que se echa de menos alguna historia de, llamémoslo asi, “el otro lado”, que entiendo que existía).

Con todo, mi parte favorita, aceptándola como cierta, es la capacidad para titular un fanzine (bueno, según el autor, un periódico) de Ramon Acín nada mas o nada menos que “La Ira. El órgano de expresión del asco y de la cólera del pueblo”. Ahí es nada y luego dicen de los nombres de los fanzines punkies.

El detective Salvaje, es una historia de esas en las que tiene más peso lo extraño de algunos personajes que la propia historia (muy al estilo del autor) y aunque a veces esto funciona, incluso muy bien, en este caso la verdad es que, a mí me parece que, no funciona. Se deja leer, pero no aporta nada, en parte porque ni los personajes ni las situaciones son los suficientemente absurdas (el protagonista tiene una Zarigüeya, como mascota diríamos; algo que en principio es bastante exótico, pero es que casualmente en mi siguiente lectura también sale una zarigüeya como elemento raro, lo que ya deja de convertirla en algo raro). La verdad es que no he conseguido destacar nada que me haya llamado la atención de este libro (quitando lo ya comentado de la zarigüeya).


De mis compras de la feria del libro todavía me quedaba por leer la última de Offutt: El buen hermano en la que tenía puestas muchas esperanzas ya que, ya lo he dicho, me había gustado todo lo que había leído de él y bueno, podría ir de relaciones fraternales, teme que para los que tenemos hermanos pues siempre aporta algo. Se me ha quedado “muy escasa” y la verdad es que no me ha convencido nada, incluso creo que si hubiera empezado por esta pues es muy posible que no hubiera leído nada más del autor, o no lo habría leído con muchas ganas. La frase más divertida es esa de “Sorprende la cantidad de neoyorquinos que viven en Montana. El Oeste es lo que tiene, cualquiera puede venir y encajar, porque no hay mucho donde encajar” aplicable a Montana y, en mi opinión, a casi cualquier sitio rural, desde castilla la mancha hasta nueva Zelanda.

He de confesar que una de las cosas que menos me ha gustado es que en la misma página aparezca “una egagrópila de búho” (con estas palabras y no con tora cualquier para describir lo que regurgitan los búhos) cuando los dos personajes que ven “la egagrópila” son del tipo de “… llevaba una escopeta y derribo el árbol a tiros” ¿de verdad ese tipo de persona puede usar la palabra egagrópila? No sé, se me hace muy raro, pero… igual Montana es así, contradictoria.

La verdad es que ha hecho mucho calor  y muy pronto por lo que pese a quedarme sin lecturas antes de acabar el mes no me atrevi a cruzar el solar que es ahora la puerta del sol y llegarme hasta mi librería de referencia y tuve que robarle a mi hermana mi última lectura: Obras escogidas. Novena Selección de Cornell Woolrich (AKA William Irish). Obviamente, por aquello de ser ya la novela selección, no es lo mejor de Woolrich (no es la venta indiscreta ni la novia vestía de negro) pero la verdad es que casi todos los cuentos se dejan leer muy bien y son suficientemente entretenidos y con personajes interesante como ese detective al que van a contratar y dice “es la clase de asunto que me gusta. Son ustedes honrados los dos. Por lo que a usted se refiere, caballero – sus ojos se clavaron bruscamente en Durand -, la cosa no ofrece dudas. Solo un hombre honrado puede comportarse de un modo tan estúpido como usted parece haberlo hecho – Durand enrojeció, pero no dijo palabra-. Y yo mismo soy un estúpido. Hace más de una semana que espero en vano un cliente. Pero si su caso me disgustara por uno u otro motivo, no vacilaría en rechazarlo.” Con el que me siento identificado cada vez que rechazo un trabajo y que creo que diferencia a un profesional de un mercenario, o a una persona de un abogado (según que abogado).

También es muy divertida esa frase que le dice a un testigo que tiene que identificar a una mujer “fea”, de la que le enseñan una fotografía, y a otra “extremadamente guapa”., a al que solo le describen someramente, y que solo acierta a recordar a la guapa ya que “La gente solo ve con la sangre, con los latidos de su corazón. Ya que aquella que solo podía describirle con palabras la recordó inmediatamente y sin duda la recordara hasta el fin de sus días. Pero aquella cuya fotografía tuvo delante de sus ojos, es incapaz de recordarla…”, en mayor medida esto nos pasa a todos.

En fin, pues hasta aquí hemos llegado y yo voy a pensar en mi siguiente viaje hacia mi hamaca, pero vosotros que sois más activos pues ¡Divertíos asaltado el castillo!

 

Lecturas

Ciudad Muerta - Shane Stevens

Tres veces al amanecer - Alessandro Baricco

La Furia - Gene Kerrigan

14 de abril - Paco Cerdá

El detective  salvaje - Johnathan Lethem

El buen hermano - Chris Offutt

Obras escogidas - Novena Selección - Cornell Woolrich