domingo, 5 de junio de 2022

Comentario de textos – mayo 2022

Hoy sí que tengo que saltarme la tradicional introducción porque este mayo he pasado dos puentes largos en Piles y mi lista de lecturas se ha disparado, casi de una forma disparatada. Aun no me he acostumbrado a hacer otra cosa en Piles que no sea leer; espero que en el próximo viaje (para huir de la semana del orgullo; semana de diez días, como si hubieran aprendido a contar con El Corte Ingles o, como si, directamente, no supieran contar o, tal vez, sea por reafirmar que el tamaño sí que importa. Vete tú a saber, el caso es que yo huiré del barrio a Piles esos días… pero esta vez con el ordenador para intentar hacer algo más que leer. No prometo nada, pero si intentara. Ahora a empezar con lo “obligatorio”.

Ella entró por la ventana del baño al parecer toma su título de una canción de los Beatles, que al parecer se basa en una historia real: “una muchacha se coló en la casa de Paul McCartney por la ventana del baño y la torcieron; la morra confesó que era su fan y que solo quería ver cómo vivía; al beatle le simpatizo y de allí nació la rola.”, que según la canción “iba protegida por una cuchara de plata”. En fin, sin entrar en el tema principal – que, obviamente, es que tipo de protección te ofrece una cuchara, o que tipo de cuchara es la que ofrece protección, o incluso como de colgado has de estar para pensar que una cuchara ofrece alguna protección – me centrare en el tema secundario que es el del idioma. Si bien en esta frase se consigue entender la historia, la verdad es que hay que hacer un esfuerzo de contexto en casi cada una de las paginas para entender, o imaginar, que hablan en el mismo idioma que nosotros, pero “como sea hay que estar bien truchas; y si entiendo bien nos toca mover. Is barniz.” que ya es un poquito más difícil de interpretar y no la es más difícil. Con todo es una historia entretenida, aunque es posible que me haya perdido algún matiz de la historia.

Creo que ya he contado muchas veces que no soy nada aficionado a la historia, por lo que tampoco suelen interesarme mucho las biografías (realmente la verdad es algo que no me importa mucho, y no estoy aceptando que en ninguna de las dos cosas – la historia o las biografías – exista demasiada verdad; que no creo) y La diagonal Alekhine es básicamente una historia biográfica de Alekhine, de la parte de su vida relacionada con la Alemania nazi,  de cómo mientras espera, o más bien intenta evitar, la revancha con Capablanca pues se convierte en colaborador de Goebbels a la vez que ve como los grandes maestros judíos caen bajo el régimen del que el participa.

Con todo lo dicho si bien no me ha gustado, reconozco que se deja leer y que tiene algunas frases buenas, como esa, parece, cita de “La riqueza es un valioso cuchillo, quien lo tiene debe usarlo para repartir su pan, no para herir”.

También creo que es muy válida la reflexión sobre el antisemitismo de un judío “Spielmann solía considerar el antisemitismo un cumplido. Los antisemitas le recordaban a esos hombres que insultan a las mujeres demasiado hermosas para ellos, a las que intentan vejar para resarcirse de la frustración de no poder estrecharlas entre sus brazos.” que ciertamente se parece, en cierta medida, al machismo pero para la que todavía es más aplicable la continuación de la reflexión: “Pero con los nazis y la guerra, con las leyes raciales y el Anschluss, el cumplido ya no era de recibo. Spielmann había tenido que huir y pasar vergüenza de forma sistemática. Había empezado a avergonzarse de todo y ante todos.”, algo que también me pasa a mi cuando veo el nivel de machismo a mi alrededor (si, antes de que lo digáis mi nivel no lo noto, aunque debería), como se pierden derechos y libertades por el mundo y como algo que podría ser considerado como un cumplido ya pasa a ser un abuso o directamente un acoso.

Si la decisión de comprar el libro anterior es poco explicable, conociendo mis gustos, la de comprar El idealista solo la puedo explicar por haber pasado cincuenta días en Vietnam (no, no es que los contara, pero sé que fueron los que estuve ya que fue los que me pago el Banco Mundial que es una forma no muy fina de hacer namedroping para quedar como un consultor de prestigio mundial).

La verdad es que es una novela que me ha aburrido y que no ha conseguido despertar mi interés, creo que en ningún momento. O eso creo recordar, igual no es tan mala pero ahora mismo no recuerdo – ni he marcado – nada especial en toda la novela y prácticamente la he olvidado del todo.

La verdad es que antes de irme a Piles había hecho un poco de trampa y de mi compra en la librería Méndez (ya sabéis, en la calle mayor y ahora mismo también en la feria del libro) me había reservado la última novela de Winslow: Ciudad en llamas que, como ya es casi un imperativo, pues ya se anuncia como la primera de una trilogía; ¿es que ya nadie puede escribir una sola novela sin pensar en dividirla en partes o pensar en las secuelas o precuelas de la historia? ¿tan difícil es encontrar un punto de final o de inicio de una historia y dejarlo así?

Si no fuera de Winslow diría que es una buena novela, pero… esperaba más de una historia de la mafia portuaria irlandesa, aunque esto es básicamente solo el telón de fondo de la novela que realmente, como las buenas novelas, va de otra cosa (dudo que tenga parecido con La Iliada, como sugiere la contraportada; pero he de reconocer que no me acuerdo los suficiente de La Iliada) entre las cuales las más relevante el daño que las falsas acusaciones tienen, vamos de los actos tienen, o pueden tener, consecuencias importantes por lo que hay que medir las mentiras que uno cuenta.

Como pasa entre irlandeses, fuera de Irlanda, una de las partes más divertidas es la descripción de algunas características absolutas de los irlandeses, entre ellas “¿has odio hablar del Alzheimer de los irlandeses? Se les olvida todo, menos los rencores.” que vale tanto para los irlandeses como para Puerto Hurraco y, así, en general, para la mitad, o más, de la población.

Pues con esta lectura ya estaba casi preparando el segundo puente de mayo, mi segunda visita en el mes a Piles para intentar hablar con constructores para ver si conseguimos solucionar lo del piso de arriba. Esto parece una tarea imposible, en mi opinión por el carácter de los lugareños y lo huevones que son; pero no desistimos y algún día conseguiremos que empiecen las obras y nos quede una casa conjunta verdaderamente habitable.

Poco antes de ir, esta vez en coche yo solo, había empezado Tren Bala que es una novela con una de esas premisas muy japonesas: meter en un recinto muy cerrado a un puñado de asesinos cada uno a cumplir una misión que, en cierta medida, es contraria a la de los demás y donde cada uno tiene sus características: siendo el protagonista alguien a quien las cosas se le complican continuamente, pese a lo que va sobreviviendo y avanzando en la historia. Vamos, que es como una vuelta de tuerca (o dos) a una novela de Hitchcock o de Agatha Cristie.

La verdad es que tiene partes muy divertidas como cuando uno de los asesinos (el que hace las veces de supervillano, que entre los asesinos hay de todo) justifica la posibilidad de matar a alguien a quien tiene secuestrado “El pequeño Wataru, que ahora mismo solo respira, dejaría incluso de hacer esto. Si tenemos en cuenta el hecho de que con ello ya no exhalaría mas CO2 en la atmosfera, podría decirse que estamos siendo ecológicamente responsables. Matar al Pequeño Wataru Kimura, pues, no sería un pecado, sino una medida sostenible”

Es cierta medida es un razonamiento impecable, pero creo que si se le explicara a cualquier gobierno una medida parecida para mejorar la resiliencia o salvar el planeta (que realmente solo significa salvarlo para la humanidad; que hagamos lo que hagamos el planeta no necesita que nadie lo salve, él se salvara con o sin nosotros, por lo menos, hasta que nuestra tecnología avance lo suficiente para hacerlo explosionar. Aunque la humanidad o el 80% de las especies se extingan, el planeta seguirá sin ellas, tan ricamente) la rechazaría. Probablemente no tanto sobre base morales sino por esa característica de los políticos (y otras personas) que “Está acostumbrado a dar órdenes y exigir cosas, Los consejos y las opiniones de otros no llegan a sus oídos. Lo único que necesita de ellos son informes”; a lo que yo añado “para poderlos ignorar”.

Yo me he divertido bastante leyéndola, solo me falta añadir esa pregunta que se hace: “si le decimos a alguien que es libre para hacer lo que quiera, ¿Qué cree que haría primero?” a la que me temo que la respuesta dada por el villano también es acertada para una proporción absurda de la gente (diría que más del 90%): “Mirara a su alrededor para ver que están haciendo los demás…. ¡A pesar de haberle dicho que puede hacer lo que quiera! Aunque se le conceda carta blanca; seguirá preocupándose por lo que hacen los demás. Y los imitara sobre todo en aquellas cuestiones que sean importantes, pero, a su vez, carezcan de respuesta clara.”

Pasar de esta historia dinámica, casi un divertimento, a una de esas novelas (que se suponen) de corte clásico en la que el asesinato se comete por la existencia o publicación de Los cuadernos perdidos de Proust, pues es difícil, o directamente injusto para la segunda. No hay color, no tenía ninguna oportunidad pese a ser una novela (que no pasa de ser) correcta y que igual en otro momento se hubiera leído con menos pesadez. La única idea divertida en la novela tiene que ver con ese dicho que todos seguimos usando cuando nos perdemos por una ciudad y decimos algo como “Tras haber rodado en círculos durante media hora – cosa paradójica en una región donde todo está rectilíneamente dividido en cuadrados y rectángulos” que carece de sentido en casi cualquier ciudad (salvo algunos pequeños centros urbanos).

Mi siguiente elección, Caza al amanecer, tenía bastantes probabilidades de no gustarme ya que leí la primera del autor y pese a venderse como un nuevo género (country noir) no consiguió interesarme ni por la curiosidad de pasar en West Virginia (el primer sitio que visité de los EEUU) donde también pasa esta, ni por ninguna otra razón. Para mí lo mejor (o lo peor, no lo tengo claro) es que de los dos caballos de uno de los protagonistas, uno se llama Wurlitzer (el otro Pinky) lo que por lo menos me proporciono una sonrisilla.

Es verdad que aquí vuelve a aparecer una crítica al fracking (a la fracturación hidráulica) aunque he de reconocer que esta vez ni siquiera he entendido una de las frases del autor que en un momento dado piensa en “hacer retroingeniería con los desperdicios de la fracturación” y no consigo imaginarme que podría querer hacer ni a que podría referirse. Supongo que es una de esas cosas que le sonaban tan bien y no pudo evitar ponerla, aunque no se sepa lo que puede significar.

Aunque parecía que mis lecturas iban de mal en peor y debería ponerle remedio, en lugar de eso decidí arriesgarme con la lectura Stitch, pese a que el resumen de la contraportada (un escritor americano en Venecia y en horas muy bajas, se relaciona con otros personajes para lo que la única duda que hay es si están en horas más bajas o solamente parecidas a las de escritor). Es decir, algo que tenía todas las papeletas para ser un pedorrez. En ese sentido no defrauda y si no la deje a medias fue solo por cabezonería y porque en Piles todavía no tengo localizada librería de referencia en la contorná y siempre da miedo quedarse sin lectura y tener que acudir a The Rise and Fall of the Roman Empire que creo es lo único que me queda por leer en Piles ya que nadie más parece dejar libros por allí.

Es verdad que me quedaba La calle de los espías, la cuarta entrega de esos espías excesivamente peculiares (esos caballos lentos) dirigidos por el todavía más particular Lamb que para mí va mejorando en cada entrega. En esta se enfrentan a un atentado en Londres que lleva “el terrorismo a otro nivel porque esos chavales recibieron una invitación” siendo los chavales las víctimas del atentado y consistiendo la invitación en una convocatoria por redes sociales para un flashmob algo que sería otro motivo para prohibir esa práctica tan de los noventa, afortunadamente desaparecida.

También es muy divertida la reflexión sobre los terroristas y como se les puede considerar al estudiar su comportamiento y si ante sus errores uno puede preguntarse “¿un error de aficionado? Una pregunta sin sentido. Cuando se trataba de terroristas suicidas, todos eran novatos en el oficio.” Obviamente ningún terrorista suicida pasa del paso de novato, a menos que cometa un error tan grande que no merezca la calificación completa de terrorista suicida.

Como en todas las de la serie es la dinámica entre los personajes y sus idiosincrasias lo que le proporciona a la novela su gracia. Pese a ello me quedo con el texto de un cartel que debería adaptarse para muchas obras “Estamos examinando las tuberías de agua en este sector. En algunos momentos puede dar la impresión de que no se realiza trabajo alguno” ya que como dice el lector del cartel “Nada mejor que preparar tu coartada de antemano”.

Para ese puente también me había llevado una novela que se compro mi sobrina Alicia en una mini-feria del libro que organiza su colegio: The fountains of silence y por la que sentía curiosidad. Más que por la propia novela, sentía curiosidad por el motivo que podía haber llevado a mi sobrina a comprarla (que de momento no ha sido suficiente para leerla) e incluso por la razón por la que esta novela podía haber llegado a una mini-feria escolar.

Respecto del segundo motivo probablemente se debe a que en algún momento se cita a Montessori en el libro (e igual algún profesor lo supo y se lo compro) y respeto al primero pues supongo que leyó la contraportada y le pareció que había una gran historia de amor y, bueno, está en esa edad.

A mí me inquietaba un poco el titulo ya que me recordaba demasiado a una canción de Glutamato Ye-Ye que, obviamente, va sobre la muerte. Esta:


En fin, el caso es que si… que es un auténtico dramón (aunque no mueren todos y casi tiene un final feliz) con todos los tópicos posibles de la España franquista: un americano rico en un hotel con su familia y queriendo ser fotógrafo, una camarera de piso hermosa y encantadora, un amigo de la familia que quiere ser torero para olvidar su paso por un hogar social directamente sacado del tebeo Paracuellos, sus guardias civiles… en fin, todo…

A ver si Ali se lo lee y podemos comentarlo ya que siento verdadera curiosidad por ver que “se le queda” de la historia, si es que se le queda algo.

La verdad es que sobre Caso clínico tengo una duda sobre si me ha gustado o no. Por una parte tengo la sensación de que no me ha parecido gran cosa pero, por otra parte, tengo marcadas tres frases que ahora que releo me hacen pensar que puede que estuviera bien.

La primera no es especialmente buena pero como se refiere a un padre, ingeniero de camino, que no salimos demasiado en las novelas (los ingenieros de caminos, digo, menos en las traducciones que tienden a usar el término ingeniero civil; que los padres si salen mucho) en el que una hija rememora a su padre “Hasta hace poco impartía conferencias en asociaciones de ingenieros de caminos. Estas charlas – a las que con frecuencia nos llevaba a Veronica y a mi de niñas – se celebraban en salas de reuniones o en espacios parroquiales con las paredes forradas de madera y eran regentadas exclusivamente por hombres de pelo blanco con chaquetas y prendas de tweed”. Algo que me atrevería a clasificar de topicazo, sino fuera porque estaba hablando de otro país ya que, en esta España mía, esta España nuestra, no existen asociaciones de ingenieros de caminos así en plural. (que aquí solo existe el colegio y sus demarcaciones).

Pero el topicazo se completa con “Todas sus charlas empezaban de la misma manera: «La diferencia entre un ingeniero y un poeta es que para el ingeniero, el puente era una cuestión matemática, mientras que para el poeta constituía un símbolo». Él era ingeniero, proseguía, y consideraba que había poesía en las matemáticas”, conjunto de frases que tiene tanto tópicos que no sabría ni por done empezar a criticarla.

Otra es esa larga reflexión sobre el suicido, o más bien sobre el no suicido: “Si hay algo que me ha salvado hasta ahora, es que siempre he sido terriblemente perezosa. No tengo fuerza de voluntad para aplicarme con diligencia a una tarea, la que sea. El aletargamiento no parece, sin embargo, razón suficiente para no matarse a una misma. Que una siga adelante por el mero hecho de ser demasiado vaga como para hacer lo contrario no es ni noble ni romántico. Aun así, se diría que este es el punto al que he llegado: ya no me importa a seguir viviendo, pero tampoco tengo lo que hace falta para poner fin a mi vida. Aun incluso en este estado de absoluto agotamiento en el que me encuentro soy capaz de reírme de la ironía. En la vida un sigue por defecto. Si no se interviene, la vida sigue, como si fuera una entidad que existe con independencia de su custodio, Poner fin a una vida requiere fuerza de voluntad, El suicidio (si, por una vez hemos de llamarlo por su nombre) requiere cierta determinación. Requiere planificación y firmeza. Estas son cualidades de las que carezco por completo. El suicidio no es para indecisos, y yo siempre he sido una indecisa.” Que explica porque no hay más suicidios, aunque que quede claro que, para mí, uno ya es demasiado.

Pero, por supuesto, la palma se la lleva “La imagen que yo tenía del interior de un pub londinense se asemejaba a un cuadro de El Bosco, poblado de prostitutas, estibadores, dipsomaniacos y maricones, todos ciegos de alcohol y entregados a actos licenciosos de la peor índole” que define más a la protagonista de clase media y mojigata del libro, que a un pub londinense (o por lo menos a la mayoría de los que yo conozco. No, nunca he conocido uno que respondiera a esa descripción, aunque seguro que los hay o ha habido).

Mi última lectura del mes, La buena gente del campo, me llego como regalo de una nueva tradición que acabo de iniciar en mis relaciones con una conocida del ámbito laboral con la que de vez en cuanto tomo café para pedirle favores o comentarios profesionales. La tradición consiste en que en cada reunión nos regalamos un libro – que hayamos leído, nos haya gustado y pensemos que puede gustar a cualquiera ya que tampoco conocemos nuestros gustos (todavía). En esta primera reunión ella me regalo este cuento corto sobre un timador del sur de estados unidos (cuando el sur era el sur) y que pese a su longitud deja algunas cosas brillantes como esa en la que me siento en gran parte identificado: “La señora Hopewell tenia cada año la impresión de que cada año se parecía menos a la demás gente y más a sí misma.” Y con otra que ya me gustaría poder aplicarme: “Un genio de verdad podía llegar a hacer entender una idea hasta a un cerebro inferior” pero que me temo no lo será, aunque ya veremos si al final vuelvo a dar clases si lo consigo.

En fin, pues eso que un mes largo de lecturas que solo puede acabar de una forma ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Ella entró por la ventana del baño – Élmer Mendoza

La diagonal Alekhine  Arthur Larrue

El idealista – Viet Thanh Nguyen

Ciudad en llamas – Don Winslow

Tren Bala – Kotaro Isaka

Los cuadernos perdidos de Proust – Estelle Monbrun

Caza al amanecer – Tom Bouman

Stitch – Richard Stern

La calle de los espias – Mick Herron

The fountains of silence – Ruta Sepetys

Caso clínico – Graeme Macrae Burnet

La buena gente del campo – Flannery O’Connor