jueves, 2 de enero de 2020

Comentario de textos Noviembre 2019

Treinta y uno de diciembre y por fin me siento a escribir sobre mis lecturas del mes de noviembre; como tardare más de un día en terminar esta entrada y, obviamente, mañana no será un día operativo (la única “operación” que realizare será la de meter las sobras de lasaña en el horno en algún momento del día) y luego hasta que no consiga una conexión a internet (ahora mismo en casa no tengo) pues esto no verá la luz hasta el año que viene y creo que batiré mi propio record de tardanza. 

El año que viene espero hacerlo mejor – no en el sentido de tardar más, todavía más; sino en el contrario: en el de escribir más a menudo y sobre más cosas que solamente libros; ya sabéis, la idea inicial de recopilar recuerdos y cosas de ese estilo. Digamos, por decir, que ese es uno de mis propósitos de año nuevo (aunque realmente no lo es, que yo eso de los propósitos lo veo un despropósito) junto con organizar un poco mi vida (no, no es que este desorganizada pero ahora mismo está en un momento extravagante, en el que vuelvo a tener que decidir qué hacer, así con el futuro me refiero).

En cualquier caso, acabo de tomar la decisión que más que propósitos para el año nuevo voy a tomar un propósito para lo que queda de año. Uno sencillo e incluso alcanzable: acabar es escribir esta entrada antes de que acabe el año, de hecho, antes de que empiecen las celebraciones, los preparativos e incluso las pre celebraciones. Parece un propósito modesto, pero por algo hay que empezar. Así que a la tarea de comentar las lecturas de este mes.

Mi primera lectura del mes fue The Memory Police, novela de una japonesa que no conocía pese a que según la contraportada es una de las autoras más conocidas en Japón y que encontré en la librería de Auckland que no he conseguido que me gustara. Obviamente con mis problemas de memoria el titulo ya llamo mi atención y aunque la premisa se me antojaba un poco incomprensible: en una isla de Japón van desapareciendo cosas, categorías enteras en plan las rosas, y no solo desaparecen las cosas sino incluso los recuerdos de las mismas y por supuesto pues hay una especie de grupo disidente que mantiene algunos recuerdos vivos, e incluso algunos objetos que se supone que han dejado de existir, así como la policía de los recuerdos que da título al libro.

Se trata de una premisa tan absurda que solo puedo pensar que se trate de una de esas metáforas que yo, en mi simpleza, no acabo de captar verdaderamente y que leídas literalmente resultan, pues eso, absurdas. Es verdad que como indica el protagonista, a veces, incluso cuando has perdido el recuerdo de algo, cuando ya no recuerdas, queda la sensación del recuerdo:

 “my memories don´t fell as though they´ve been pulled up by the root. Even if they faced, something remains. Like tiny seeds that might germinate again if the rain falls. And even if a memory disappears completely, the heart retains something. A slight tremor or pain, some bit of joy, a tear”.

A mí esto me pasa con los libros de los que apenas recuerdo nada, pero de los que, si me queda esa sensación de alegría, ese sentimiento de si me gustaron, incluso de si me emocionaron o me parecieron una autentica bazofia. Ese sentimiento sigue allí pese a que yo sea incapaz de recordar nada del libro en cuestión incluso cuando empiezo a volvérmelo a leer es posible que no tenga ningún recuerdo hasta la mitad el libro, o incluso hasta las últimas páginas del libro, momento en el que de repente recuerdo todo del libro. Algo que no tiene ningún mérito ya que no recuerdo la primera lectura si no esta segunda, o tercera lectura, y es algo similar a mis recuerdos de infancia que no los recuerdo hasta que no veo una foto o una de las antiguas películas de súper 8 y de repente me digo, anda mira si me acuerdo de eso, sin saber si realmente recuerdo lo que paso o haber visto la fotografía, o la película, antes. Con todo me gusta pensar que los recuerdos están en alguna parte esperan solamente a esa lluvia para germinar de nuevo, pero creo que solo quiero pensar eso porque es una frase bonita con obvias reminiscencias de esa otra de Blade Runner (ya sabéis cual).

Aunque todavía no está lista para ver la luz ya he tenido el placer de leer un primer (o segundo) borrador de la nueva novela de mi hermano Rafa (como buen hermano prefiero llamarle Rafa que sé que no le gusta nada, para eso están los hermanos) y cuando me pregunto que me había parecido me habría gustado contestarle ese “I couldn´t posible say” que le contesta uno de los personajes, un ávido lector, a un escritor cuya escritura le gusta. Me gustaría haberle explicado que “If you read a novel to the end, then it´s over. A will never want to do something as wasteful as that. I´d rather keep it here with me, safe and sound, forever” que me parece una frase muy elegante, pero he de decir que yo me termine la novela de Rafa y de momento me ha gustado bastante, aunque, ya, si eso, reservaremos los comentarios para la versión final o para otra lectura posterior.

Aunque no sea relevante no puede evitar mencionar una curiosidad que he aprendido sobre la vocales en Japonés, que si bien son las mismas que en español por algún extraño motivo que no alcanza a comprender su orden natural es diferente al nuestro; algo que he descubierto gracias a las pruebas de escritura que lleva cabo la protagonista del libro: “To warm up my fingers, I tried writing a, i, u, e, o. Then, taking care to match the size of the characters to the lines on the paper, I continued with ka, ki, ku, ke, ko”. Inquietante, cuando menos.

Ni el título, ni la portada de First Cosmic Velocity dejan ninguna duda sobre el tema general del libro: la carrera espacial rusa, si bien no muestran la premisa básica del libro que es la de la existencia de una conspiración global en la carrera espacial mediante el uso de gemelos para mandarlos al espacio: mandan a uno y luego cuando la nave se destruye en la reentrada pues sacan al otro gemelo (o al doble de la perra Laika) para apuntarse un logro respecto a la exploración espacial. Una parte del libro – la de quien es más héroe, si el que va al espacio o en que se queda en tierra – me recuerda inevitablemente (aunque con un poco más pobremente) a aquella historia que contaba Goldman sobre Un puente muy lejano y como la gente percibía que los mas valientes eran los que cruzaban el rió en la primera barca sospechando que los alemanes estaban al otro lado del puente dispuestos a ametrallarles – y los ametrallaban a todos – pero se olvidaban del valor de los que iban en la segunda (y sucesivas) barcas y me no es que sospecharan que al otro lado estaban los alemanes, no, para ellos no era una sospecha, era una certeza – lo que obviamente requiere más valor, rayano en la insensatez me atrevo a afirmar – pero que sin embargo no son percibidos como los héroes y no son recordados. Los héroes, para el imaginario colectivo, son los primeros, aunque requiera más valor ser el segundo.

El libro me ha parecido flojillo, falto de desarrollo y de personajes con personalidad si bien la descripción de la expresión de la abuela (aplicable, en mi experiencia más a madres) es sencillamente indiscutible “He recognized the expression from Grandmother, one he has always identified as concern mixed with happiness at having something to be concerned about.” ¿Quién no ha visto, no reconoce, esta expresión en su madre? Esa alegría por la preocupación con un menor o mayor toque de preocupación real.

Creo que ya comenté que desde mi punto de vista una de las razones por las que la trilogía de ciencia ficción de Cixin Liu ha tenido tanto éxito es porque se mete bastante con el régimen comunista chino y algunas de sus estupideces como querer cambiar el color de los semáforos para que el rojo represente avanzar. De lo que no estoy seguro es de si comente que también tenia algún debate sobre so la teoría de la relatividad era capitalista o comunista pero como este debate vuelve a surgir en este libro aprovecho y os dejo esta reflexión:

“relativity is both supremely individualistic and perfectly socialist. My perspective is essential, but only to me. I do sometimes think that´s something Marx didn´t understand. Community is a myth, a convenient, perhaps essential one, but what community can there be if no two people see light the same way? So the idea of community is what let us rationalize our selfishness as something noble, when in fact we are stuck with our own internal logic. The math of logic is universal. We´re all looking at the same numbers, but the equation is unique for each of us”.

A mi esto razonamiento, más que para la teoría de la relatividad me parece que sirve mejor para explicar porque en las elecciones todos los partidos ganan mientras que todos sus adversarios siempre pierden: los numero son los mismos pero la ecuación para interpretarlos es única para cada uno. Algo verdaderamente sorprendente y un completo sinsentido aunque no deja de sorprenderme el parecido fonético entre algunos números en ruso con los nuestros como puede verse en esta cuenta atrás que se incluye en el libro, que yo de ruso… entre poco y nada: “pyat, chetirii, trii,dua, odin” (el parecido de dos y tres es sorprendente y no pienso mencionar nada sobre ese Odín que se desdobla como uno y dios mitológico, lo que no deja de ser sorprendente que en una religión con muchos dioses haya uno que sea el uno).

Por último y dadas mis circunstancias personales he de reconocer que en cierta gran medida coincido con esa otra excelente frase de “I now know that leaving one place is not the same thing as returning to another”. Por segunda vez en un año he abandonado un lugar, pero aún no se si he vuelto a otro, ya veremos cómo discurre el inicio del año para averiguar si he vuelto a algún sitio o si he llegado a uno nuevo.

A mitad de mes ya estaba decidida mi vuelta y finalmente me marche de Auckland sin pasar The Women´s Bookstore para despedirme o provererme de libros ya que confiaba que con Chances Are y con algún best-seller de aeropuerto pues podría llegar a casa sin demasiado exceso de equipaje. A mi Richard Russo me gusta porque sus novelas suelene tener un ritmo muy pausado en el que la acción, si es que la hay, discurre bien lentamente o bajo la superficie de unas comunidades por lo demás tranquilas y apacibles. Nada parece alterar el orden de unas vidas que están completamente alteradas por algo que en parte solo se adivina. En esta la acción, o el hecho, esta más visible ya que hay una perdida en el pasado de los amigos sexagenarios que se reúnen de nuevo. Una perdida, una muerte cuyo recuerdo es una sombra sobre todas las relaciones y sobre la visión del mundo de cada uno de esos sexagenarios. Perdita que deja esta frase con la que coincide plenamente, y que consider applicable en demasiadas ocasiones: “He will lose her, of course, because that´s how these things worked. What you can afford to lose is precisely what he world robs you of. How it knew what you needed the most, just so it could deny you that very thing, was a question for philosophers.”

Además, uno de los personajes sufre una serie de micro derrames cerebrales, algo que suponiendo bien documentado a Russo me permite ponerle a mi condición un nombre propio de una deplorable agencia de detectives de tebeo (que no de comic): “The initial diagnosis is a TIA, what they call a ministroke. Apparently he´s been having them for a while”. QUE si bien me tranquiliza ya que suena mejor sufrir una TIA que un derrame, a la vez me intranquiliza ya que parece que no es un episodio aislado y que se pueden tener asi en un pequeño grupo o durante cierto tiempo.

El libro también deja una variación de esa frase que, desgraciadamente, cualquier persona con empleados o con gente a su cargo (léase hijos y similares) se ve obligada a decir, o al menos pensar, de vez en cuando y que en distintas variaciones significa que solo hay una forma de hacer las cosas la mía (ya sea en ese “a mi manera o carretera” o en ese “puedes hacerlas como yo, o hacerlas mal” o su variación “hacerlas como yo, o hacerlas bien”) y que en este caso se transforma en “You always have a choice. You can do things his way, or you can wish you had.” Que es todavía más paternal que cualquiera de las anteriores.

Mis lecturas de avión se debían completar con la lectura de un best-seller de aeropuerto y esta vez le tocó en suerte a Agent Running in The Field. Puede que fuera el cansancio del viaje – al fin y al cabo, es casi un día de viaje – o más probablemente fuera que LeCarre es de esos escritores a los que nunca he conseguido cogerles el gusto y que solamente compro por aquello de intentarlo (porque era uno de los autores favoritos de mi madre) pero el caso es que el libro se ha quedado a mitad sin poder, ni querer, terminármelo en el último vuelo. Algo que, ya digo, igual no es culpa suya, pero, como decía aquel, tampoco puede ser la culpa mía.

Nada destacable en el libro, en su primera mitad, que reseñar, ni una sola frase marcada en el mismo. Supongo que pese a ello seguiré intentado que me guste LeCarre algún que otro dia pero, ya lo veo difícil.

De vuelta en casa, pese a tener por delante unos cuantos días de pereza que teóricamente debía empezar a mezclar con visitas y retomar el contacto con la gente (algo que de momento solo he hecho parcialmente excusándome en las navidades y en la promesa de un nuevo año, como quien dice, a la vuelta de la esquina) retome la lectura de The Future is Female! que es un libro de cuentos de ciencia ficción escritos por mujeres que llevaba leyendo intermitentemente desde el año pasado (Intermitencia permitida por ser un libro de cuentos).

La verdad es que es un libro fascinante con 25 cuentos variados en temática y sobre los que no sé si será políticamente correcto que se ve la sensibilidad femenina en los mismos o que no, que esta sensibilidad no se ve y que son indistinguibles de, digamos, cuentos escritos por hombres. Así que por no meter mucho la pata en este fin de año diré que ni lo uno ni lo otro, y las dos cosas al mismo tiempo ya que se trata de veinticinco autores diferentes y por lo tanto de distintas visiones y sensibilidades. Hasta aquí puedo leer.

Terminado el libro mi hermana Helena me paso Una Odisea, libro que al parecer le habían recomendado fervientemente mi hermano Rafa y, si no lo entendí mal, incluso mi hermana Maite. Con solo mirarlo y leer el subtitulo ese de “Un padre, un hijo, una epopeya” que resultaba incluso malo para anunciar una película de serie Z resultaba claro que iba a ser difícil de digerir y si no hubiera sido por las recomendaciones no le habría dedicado más de cinco minutos. Desgraciadamente para mí, por la recomendación, le he dedicado el tiempo necesario para leerlo o más bien para ser torturado por la lectura de esto que, como tesis doctoral moderna sobre la Odisea puede tener un pase – dudosamente – pero que como libro resulta francamente insoportable, al menos para, digamos, personas normales que ni se saben la Odisea de memoria ni les ha creado un impacto vital.

Como curiosidad mencionar la etimología que cita el autor para travel (al parecer dudosa, al menos según mi hermano Rafa – posiblemente también para el propio autor - ya que cuando la mencioné en una comida dio lugar a una pequeña discusión en la que yo fui incapaz de citar la fuente de la que procedía esta información, pese a que no hacia ni un par de días que había acabado el libro) y con la que, en gran medida coincido. 

“Hoy, al oír la palabra pensamos en algo placentero, algo que hacemos en nuestro tiempo libre, el nombre de una sección del periódico que solemos hojear los fines de desaman. ¿Cuál es su relación con trabajoso? Ocurre que travel es prima hermana (como trabajo en castellano) de travail, que según un voluminoso diccionario – que mi padre me compro hace casi cuarenta años, hallándome yo en vísperas de mi primer viaje importante, de la periferia de Nueva York a la universidad de Virginia, de norte a sur, del instituto a la facultad – es ‘esfuerzo doloroso o laborioso’. El dolor, en efecto, se atisba, como un palimpsesto, insinuándose tras las letras de travail, merced a la extraña etimología de la palabra: procede, vía el inglés medieval y una reconfortante parada en el francés antiguo, del latín medieval trepalium, ´instrumento de tortura´. Así, pues, travel sugiere la dimensión emotiva del viaje: no sus accesorios materiales, ni el tiempo que puede llevarnos, sino lo que experimentamos. Porque en los días en que la palabra adquirió su forma y significado, travel implicaba, más que ninguna otra cosa, penas, dificultades, esfuerzo, algo que casi todo el mundo rechaza enérgicamente”.

Desde mi punto de vista los viajes, que parecen el nuevo opio del pueblo o la nueva religión ya que a todo el mundo parece encantarle viajar, que viajar es lo más, están completamente sobrevalorados y en muchos casos se acercan más a un trabajo y cada vez más a una experiencia delirante en la que uno es sometido voluntariamente a todo tipo de procedimientos absurdos (a menos que uno viaje en business o superior, que entonces como he podido comprobar gracias a las políticas de overbooking de las compañías aéreas y a la acumulación de puntos, es otra historia) que solo son aceptables porque uno quiere llegar al destino. Destino que para mí se basa simplemente en una ciudad en la que uno puede vivir unos días mejor de lo que vive cotidianamente, digamos a NYC. En ningún caso para ir a ver lugares más pobres que el de origen, la discutible naturaleza que siempre sale mejor en fotografía que en la realidad o por el mero placer del viaje. El viaje en si mismo, por mucho que digan los hippies, no es para nada una actividad placentera ni mucho menos el fin en si mismo.

Dicho esto, y terminadas los comentarios de mis lecturas a tiempo – aún no ha terminado el año ni empezado los preparativos o las pre celebraciones (que habrán terminado y empezado cuando publique esto) voy a empezar a pensar en mi próxima visita a NYC, obviando el viaje, o puede incluso que en ese viaje prometido (a mí mismo) a Japón.

Pues eso, feliz año, y ya, si eso, seguimos otro día.

Textos:

The Memory Police – Yoko Ogawa
First Cosmic Velocity –Zach Powers
Chances Are – Richard Russo
Agent Running in the field – John Le Carré
The future is female! – Edited by Lisa Yaszek
Una Odisea – Daniel Mendelsohn