domingo, 14 de enero de 2024

Comentario de textos diciembre 2023

Aunque no soy muy partidario (en este blog) de discutir temas de actualidad la verdad es que no puedo resistirme a comentar “el desastre ecológico de los pellets gallegos”, y no puedo resistirme porque pese a que abra – casi ocupe – todos los programas de noticias la verdad es que no he visto a nadie que lo ponga un poco en perspectiva. Que si, que es una catástrofe (o un accidente lamentable) pero ¿de verdad es tanto? ¿tiene tanta importancia como para pedir que se movilicen helicópteros, barcos, robots submarinos? ¿es comparable al desastre del Prestige?

Pues mira que yo tengo mis dudas, pero claro yo soy un tipo que duda y al que le parece demencial que si en Fukushima, por causa de un tsunami hay cerca de quince mil muertos, y este mismo tsunami provoca un accidente en una central nuclear para el que no hay ninguna muerte confirmada (vale, algunos hablan de poco más de cien como consecuencia indirecta) el incidente globalmente se considere “el accidente de la central de Fukushima”. A mí me parece bastante raro y con todo esto de “la marea blanca” de los pellets pues me quedo casi igual de perplejo.

¿comparar esto con el Prestige? Pues que quieres que te diga: esto ha sido un contenedor de 26 toneladas (o 26,2 creo que es la cifra exacta) del que no se sabe si todo o solo parte se “ha movilizado” (ha salido del contenedor). El vertido del Prestige fue de 63.000 toneladas de fuel, vamos como 2.400 veces este accidente. No sé, igual la comparación parece un poquitín exagerada ¿no? Como comparar lo que ganamos las personas normales con lo que ganan algunos anormales.

¿es tanto, es una cosa excepcional? Pues hombre, teniendo en cuenta que hay un informe del CEDEX (unos expertos en este tipo de temas) que cifra que el vertido de pellets a las costas españolas puede evaluarse en unas 5.710 toneladas anuales (solo de pellets, que incluyendo todo tipo de plásticos es de casi 11 mil toneladas) pues el vertido diario es de casi 15,5 toneladas de pellets a las costas españolas (al conjunto, no solo en Galicia) y este han sido 26 (o 26,2 si se quiere) pues tampoco es para mesarse los cabellos… un día malo en la oficina y poco más.

¿es súper toxico y vamos a morir todos por esto? Pues que quieres que te diga, parecería que por esto no… o ya habríamos muerto todos en una semana normal. De hecho, si imaginamos que todos estos plásticos se “diluyen” completamente en el mar, asumiendo que el 100% de sus compuestos son tóxicos y teniendo en cuenta solo la distancia a la costa a la que se produjo el accidente (unos 60 km) y la distancia a la primera costa gallega (unos 70 km) y pensando que se queda concentrado en este volumen (vamos que las corrientes no se los llevan) pues estamos hablando de que la concentración de tóxicos aumentaría del orden de 0,01 nanogramos por litro. Variación que es posible que se pueda medir pero que a todos los efectos es indetectable, homeopática casi.

Que si, que, como todos los accidentes, es lamentable, pero de ahí a que esta sea la noticia principal durante tanto tiempo y que sea un tema de debate nacional pues… no sé, igual hay un gran salto. Pero, divago, así que pasemos directamente a las lecturas del último mes del año pasado que, como me tome una semana de vacaciones en Piles, pues han sido bastantes.

Mi primera lectura, procedente de mi librería de referencia (ya sabeis, Mendez en la calle mayor que espera vuestras viisitas) tiene como título el nombre de uno de los primeros ordenadores, Maniac, y trata, muy marginalmente pese a lo que diga la contraportada, de ese otro tema tan en boga (si, la inteligencia artificial que ahora poseen desde las lavadoras a las bombillas y en breve tendrán hasta las piedras) y no de un maniaco asesino (o varios), aunque como salen desde Oppenheimer a Von Neumann, entre muchos otros implicados en la creación de la bomba atómica (el famoso proyecto Manhattan) pues igual el título tiene un doble sentido (incluso hace una breve aparición Oskar Morgenstern, famoso por ser uno de los creadores de la teoría de juegos – pese a ser, al parecer, el un tipo bastante aburrido – y no por dar nombre a un bar que todos conocemos; que no le homenajeaba a él, sino a él grande de William Goldman)

Por supuesto – en que libro sobre computación puede no hacer una aparición – también se cita a Turing: “para que las maquinas llegasen algún día a avanzar hacia la verdadera inteligencia, tendrían que ser falibles; capaces no solo de cometer errores y salirse de su programación original, sino también de tener comportamientos ilógicos y absurdos” que, en principio hace inviable la inteligencia artificial ya que difícil que un programa se salga de su programación (por muy avanzada e incomprensible que sea esta, siempre está sometida a las reglas de la lógica con la que se ha diseñado).

En este sentido el libro vuelve a citar a Turing afirmando que “probo matemáticamente: no hay manera de saber de antemano lo que hará un código a menos que lo ejecutes. Aunque lo mires y creas entenderlo a fondo porque tú mismo lo has escrito, es imposible.” Algo de lo que yo tengo mis dudas, aunque como todo el que ha realizado un programa alguna vez sospecha que a veces la maquina hace lo que le da la gana. Pero, dudo mucho de esta afirmación y de su prueba por parte de Turing.

Una última parte del libro está dedicada al juego del Go, comentando varias partidas entre un ordenador (Con el programa AlphaGo) y el campeón de Go que acabo ganando la maquina con, creo yo, la idea de demostrar la inteligencia de la máquina. La verdad es que lo único que acaba probando es que al tener menos prejuicios – en el sentido de ideas preconcebidas de lo que debe o no hacerse en cuanto a juego posicional – no tiene limitadas las jugadas y gana porque en un momento dado juega una jugada que va contra las reglas tradicionales pero que es una jugada completamente indiferente entre varias que tenían la misma valoración sorprendiendo al campeón y a todo el mundo. Simplemente, en un momento dado prueba una jugada “prohibida” por los prejuicios del juego.

También, porque se lo puede permitir, en algún momento hacia jugadas en las que parecía perder la ventaja posicional temporalmente, pero eso era tan solo porque “AlphaGo podía realizar algo de lo que ningún ser humano era capaz: calcular, con una precisión absoluta e infalible, exactamente cuánto territorio necesitaba para vencer, y conformarse con ello. ¿Para qué gobernar entonces enormes extensiones de territorio cuando no las necesitaba?” Esta es una gran pregunta y llamadme cínico, pero, para mí, precisamente prueba que en caso de ser algo es una inteligencia muy diferente de la humana ya que cualquier humano elegiría la vía en la que más humillado quede su contrincante, no valiéndole solo con ganar. Pero, esto también es programable.

Otra gran curiosidad, que tenía desde hace varios años por observarlo en varios viajes a NYC incluso en el avión, que ha satisfecho este libro es ¿Qué demonios es son ese cubo y esas correas que algunos judíos ultra ortodoxos se atan a los brazos? Pues ahora sé que es el cubo Tefilin “yo había visto utilizar a mi padre esas pequeñas cajitas, que contienen versículos de la Tora escritos en trozos de pergamino, todas las mañanas durante sus oraciones; él nos había enseñado la forma correcta de rodear el brazo con las tiras de cuero para formar las letras hebreas dalet y yud, deletreando Shaddai, uno de los muchos nombres de Dios.” Toma ya, lo que se aprende.

Obviamente todavía tenía algunas compras de mi vista a NYC por lo que mi siguiente lectura fue You Can’t win en la que me sorprendió (no me parece un apellido normal) que también hubiera un Oppenheimer, este de nombre Jakey y que nada tiene que ver (creo, aunque el libro no lo aclara) con el famoso Robert, ya que es un tipo que según el autor se vuelve loco cuando le ponen en la penitenciaria le pone una camisa de fuerza. Puede que Jakey ya tuviera cierta predisposición a la locura, pero como se trata de la autobiografía de un vagabundo reformado pues es un poco parcial en la visión de los métodos aplicados en las penitenciarías americanas (que no dudo de que fueran realmente inhumanos y que volvieran loco al más cuerdo, incluso aunque no tuviera un apellido propenso a la locura). Se trata de un libro interesante ya que describe un mundo especialmente marginal que posiblemente sigue existiendo, aunque no es una gran autobiografía.

Es verdad que si me ha gustado su referencia al uso excesivo del “por favor” por parte de algunas personas: “’please’ is a good word in its place; but it does not get one appointed to anything. It has a proper place in a small boy’s vocabulary. And it is also much used by a certain class of prisoners and supplicants who are always ‘pleasing’ somebody and are never pleasant to anybody.” ya que todos hemos visto un abuso de estos “por favor” que no se sienten realmente.

Estoy bastante seguro de que para el autor de Poeta Chileno (el último libro que he intercambiado, a mi favor, con mi amiga Maria de la O y que posiblemente marca otro intercambio a mi favor porque es bueno), esas dos palabras juntas no representan un insulto ya que en sus propias palabras “ser un poeta chileno es como ser un chef peruano, un futbolista brasileño o una modelo venezolana.”, vamos, algo intrínseco a la propia nacionalidad (ya, ya, a mí también me ha sorprendido mucho que lo de chef y peruano este tan unido; cosas de chilenos, supongo) pero para los demás (pese a tener mucho respeto por algunos poetas chilenos) esa conjunción es claramente o un insulto o una burla como “psicólogo argentino”.

Es verdad que resulta muy curiosa la diferencia entre profesiones que el autor pone de manifiesto al afirmar: “… poetas que tienen quince o veinte años más que él, y que si fueran futbolistas en lugar de poetas serían considerados futbolistas acabados, ya al borde del retiro, pero como son poetas todo el mundo los sigue llamando poetas jóvenes, porque el ejercicio de la poesía no da dinero, pero prolonga notablemente la juventud.” Algo dudoso eso de considerar que la poesía prolongue la juventud de los poetas, que en general ya parecen viejos cuando son jóvenes, frente a personas que lo único que hacen de mayores es seguir jugando con una pelotita como si siguieran en el patio del colegio.

Si en eso le falta razón, le sobra cuando refleja las dificultades de “fumar rabiosamente y aguantar las lágrimas, lo que no es fácil, porque fumar y llorar son actividades complementarias”, especialmente fumar rabiosamente. Que lo bueno de fumar es que se puede hacer de muchas y muy variadas maneras.

Mi siguiente lectura me mantiene en el cono sur y me lleva de los poetas a la reunión de los componentes de una banda de heavy metal argentina que, en cierta medida quieren vivir una segunda juventud y los que el dinero conseguido por uno de ellos – que se compra un club con este fin – les dará la oportunidad de intentarlo volviendo a reflota la banda: La Armada Invencible. Si bien es una novela entretenida la verdad es que, en cierta medida, es algo decepcionante si la comparamos con otras parecidas (como las de Hornsby, Nick) que reflejan está perdida de la juventud y ese intento de retorno en clave musical de una forma mucho mas acertada.

Tiene alguna frase buena como “El diablo ofrece esa ventaja sobre el Creador: no posee Iglesia o sacerdotes ni unos mandamientos que te impongan a gritos, y lo adoras sin saberlo, con acciones sencillas que realizarías de cualquier forma: emborracharte, fornicar, anhelar desgracias para los otros.”

Con todo, mi reflexión favorita toda la novela es la descripción – despreciativa – del trabajo que yo hago a veces: “lo único que hacía falta para ser un «experto internacional» era una conexión a red que te permitiera decir lo poco que sabias ante una audiencia equivocada. Si eras filipino, hablarías ante alemanes. Si eras alemán, ante ruandeses. Si eras ruandés, ante unos putos gringos. Nadie le creía una palabra al vecino que llevaba veinte años dedicado a aprender un arte, ciencia u oficio. No: necesitaban que un desconocido de las antípodas fuera y se lo contara todo.” Que por muy certera que sea he de decir que, obviamente, no es aplicable a mi caso; faltaría más, hombre.

De mis compras neoyorkinas ya solo me quedaban tres por leer, y entre ellas me decidí por Oh Go, The sun goes que tenía una premisa de ciencia ficción prometedora: un día, sin más, el sol desaparece, y como si fuera una canción infantil, “… nadie sabe dónde está o cuando volverá…” Pese a esta promesa la verdad es que se trata de un libro completamente desquiciado, en el que el mapa de una ciudad se convierte en una representación del cerebro por la que vaga un investigador que quiere saber lo que ha pasado con el sol. Dios Santo, tiene tanta pedantería que ni siquiera yo – pedante como soy – he podido terminar. Sencillamente me ha parecido infumable y a menos de la mitad me he rendido y he abandonado su lectura.

Después de esta brutal decepción pues quería leer algo “ligero” y cogí El castillo de Arena que es una novela policiaca japonesa que parecía entretenida, sin más pretensiones, pero que resultó ser una historia excesivamente rocambolesca e incluso, a ratos, un poco confusa pero entretenida.

Lo que más me ha impresionado de la novela ha sido, no voy a decir descubrir, pero si volver a constatar, el machismo intrínseco de la sociedad japonesa que, entre muchos otros momentos, lleva a una de las protagonistas a afirmar: “sintió lastima de si misma por obedecerlo siempre sin rechistar”.

Esta misma protagonista acaba suicidándose y cuando la encuentran muerta “Llevaba el pelo bien peinado y se había maquillado. Sabía que la vería mucha gente una vez muerta y se había vestido y arreglado para la ocasión. La habitación estaba limpia y ordenada.” Algo que inevitablemente me ha recordado a las conversaciones de mi madre y mi abuela sobre vestirse para ir al médico, incluso si había que ir de urgencias había que ir bien vestido.

Como curiosidad cultural japonesa he aprendido (bueno, aprendido no porque ese verbo conlleva el retener la información para un uso posterior) que existe una unidad de volumen “El hoku fue definido como la cantidad de arroz teóricamente necesaria para alimentar a una persona durante un año. Un hoku de arroz pesa cerca de 150 kg.” ¿150 kilos de arroz por persona al año? ¿casi tres kilos de arroz por semana? Desde Madrid, esta cantidad parece inviable pero mi experiencia de cincuenta días en Vietnam me dice que sim que es posible que sea una cantidad razonable y por supuesto igual es escasa en Valencia donde lo habitual no es que se elija la comida sino con que se va a tomar el arroz para comer. Pero ya digo ¿tres kilos de arroz a la semana por persona? Una barbaridad.

Este mes cogí La casa de caramelo ya que creía recordar que me había leído otra novela de esta autora (si, en septiembre) y que me había gustado (no, no especialmente) y si seguía entre los libros interesantes pues bien merecía una oportunidad. Pues lo mismo con la primera que leí, está bien pero no excesivamente, de hecho, diría que algo más floja ya que no se entiende bien y bueno, como ya comente, pues vuelve a salir ese garito de punk de San francisco que yo desconocía (Mabuhay Gardens) y el grupo de punk de excelente nombre (The Flying Dildos) aunque ninguna de las dos cosas aporta nada a la historia.

Es verdad que me gusta – porque la suscribo – la diferencia entre información y conocimiento que hace la autora en dos momentos de la novela, con un primer genérico “Según dicen, el conocimiento es poder… la mera posesión de datos, en si misma, no es útil ni predictiva” (es decir que no es conocimiento y es inútil) y con su segundo especifico de “Si bien el camino azaroso de un borracho posee interés geométrico, no puede predecirse donde dará el próximo tumbo” que en cierta medida supongo es lo que le pasa a los modelos predictivos de mi cuenta de Amazon que utilizo para cosas propias, para cosas de empresa, para cosas de mi sobrina y donde siempre pienso en hacer compras erráticas para confundir al algoritmo (igual que con las búsquedas de Google que de vez en cuando hago casi aleatoriamente solo por confundir al algoritmo ese).

También me ha gustado mucho el alegato a favor de la lectura cuando la protagonista, una adolescente con problemas, lee un libro (de adolescentes con problemas) y “… había descubierto que las mismas emociones que experimento después de un viaje a Londres con su padre, a los dieciséis, un viaje que la destrozo, las habían sentido también otras personas. No era única, pero tampoco estaba sola. Leer habría podido salvarla.” Al fin y al cabo, leer no es nada más que otra forma de entender – a través de los problemas de otros – tus propios problemas o tu forma de relacionarte con el mundo o en que forma el mundo se relaciona contigo.

De la lectura de este libro y dado como están ahora los tiempos me surge la pregunta ¿hablar de género no binario, o de personas no binarias, es machista? ¿deberíamos hablar, como hace el libro, en un momento dado, de “no binaries”? Yo no me lo pregunto en serio, pero no me extrañaría que ahora hubiera que usarlo así, en neutro.

Había dejado como última lectura en mi viaje a Piles At Swim-Two-Birds, básicamente porque pese a ser un clásico irlandés que uno tiene que leer (junto con Joyce y su ilegible, por mi Ulises; y Sterne, con su fascinante Tristram Shandy) no estaba seguro de que fuera capaz de leérmelo en ingles ya que es uno de esos libros que tienen fama de súper extravagantes, de ser de meta literatura y esas cosas ininteligibles.

Pues nada, ya me lo he leído y he de decir que si bien hay partes verdaderamente confusas en las que los personajes de un libro hablan de los personajes de otro libro que están escribiendo otro libro (y puede que incluso algún bucle adicional) pues tiene bastante gracia y salvo algún trozo – que no se entiende – la verdad es que se lee bastante bien y uno se divierte.

Es bastante divertida esa teoría de que la novela “… in the hands of an unscrupulous write, could be despotic” y que “It was undemocratic to compel characters to be uniformly good or bad or or rich. Each should be allowed a private life,self- determination and a decent standard of living. This would make for self-respect, contentment and better service. It would be incorrect to say that it would lead to chaos. Characters should be interchangeable as between one book and another…” y mucho mas en esta linea.

Pero es que hay otras partes sensacionales como ese personaje que no se solo lee libros encuadernados en verde – algo que, obviamente, le aleja de ser un erudito y ni siquiera le permite leer la biblia –  porque según el “All colours except green he regarded as evil…”

Extravagante es su distinción entre cuerpo y alma y su comparación con formas verbales cuando están pensado en hacer daño a Mr. Trellis física o espiritualmente:“Labyrinthine are the injuries inflictable on the sol. The tense of the body is the present indicative; but he soul has a memory and a present and future. I have conceived some extremely recondite pains for Mr. trellis. I will pierce with a pluperfect.”

Con todo, mi parte favorita es: “God is the root of minus one. He is to great a profundity to be compassed by human celebration.” Impecable, aunque hay gente que entiende muy bien los numeros complejos.

Ya de vuelta en Madrid me puse a leer otro de los regalos de mi cumpleaños, The second murderer que como era esperable por la existencia de ese subtítulo de A Phlilip Marlowe Mystery en un libro escrito por una tal Denise Mina y no por Chandler no estaría a la altura. Dicho y hecho, siendo una novela que podríamos clasificar de entretenida pues no llega a la altura de lo que el subtítulo reclama, ni en trama ni en ritmo, diálogos o frases para el recuerdo.

De mis compras en NYC ya solo me quedaba The Moviegoer, libro que había cogido como homenaje a mi tío (primo según él) Ricardo ya que si existiera equivalente en español pues sería de los primeros que me vendría a la cabeza para describirlo (por supuesto después de Cabut) pero cuyo protagonista no es especialmente aficionado a ir al cine (o si lo es, no se refleje en el libro).

Personalmente me ha encantado ver escrita, mucho mejor de lo que yo la expresaría, mi opinión sobre dios o la creencia en dios (en uno o en varios que para mí es lo mismo): “My unbelief was invincible from the beginning. I could never make head or tail of God. The proofs of God’s existence may have been true for all I know, but it didn’t make the slightest difference. If God himself has appeared to me, it would have changed nothing. In fact, I have only to hear the word God and a curtain comes down in my head.” (Vale, obviamente la parte final no es cierta ya que no desconecto al oir la palabra dios, pero lo demás impecable.)

En una línea parecida me encanta la visión cristiana, del pecado, en general: “Christians talk about the horrors of sin, but hey have overlooked something. They keep talking as if everyone were a great sinner, when the truth is that nowadays one is hardly up to it, y más en particular del de la envidia que, para mí, también tiene una vertiente hoy olvidada por los que creen que no comenten este pecado: “But envy is not merely sorrow at another’s good fortune: it is also joy at another’s misfortune.”

Hay pocas novelas buenas en español sobre timadores por lo que El Holandes, una novela sobre un timo de ventas inmobiliarias en Benidorm parecía sumamente prometedora e interesante. A ver, no está mal, pero tampoco está bien. Me ha resultado una lectura plenamente indiferente y prescindible. No consigue mantener el interés, aunque tampoco lo pierde totalmente. Nada que reseñar.

Libre. El Desafio de crecer en el fin de la historia (pongo el subtítulo para que nadie la confunda con otra novela del mismo título, algo que a mi hermano le parece fatal; no lo de confundirlas sino lo de que dos tengan el mismo título) es una novela que me ha sorprendido muy favorablemente habiéndome sorprendido como una biografía sobre una época y un país del que no conocía nada (excepto alguna frase chorra de mi sobrino rafa sobre que él era Hoxista, a la que nunca sabía que responder) como el comunismo y el fin del mismo en Albania ha mantenido mi interés y me ha gustado mucho.

La primera parte de la novela – centrada en las vivencias bajo el régimen comunista en la infancia de la autora – son reinterpretadas en la segunda parte por la propia autora una vez que el comunismo desaparece de Albania. Pero tanto la descripción de la primera parte como la revisión posterior del pasado se hace sin acritud ni traumas. Resulta fascinante, o a mí me lo ha resultado, y humorística en su mayoría recordándome a aquello que sobre los años de la guerra civil española decía un autor que había sido solo un niño en aquella época y que era algo como que “era el mejor momento de la historia para ser un niño.”

El tono general de la novela me ha encantado y aunque no creo que sea de las mejores cosas del libro (creo que el tono general es lo mejor) he marcado este pasaje que me hace gracia (obviando su machismo que la autora ya aclara antes de esta frase): “La relación de mi padre con las tareas domésticas era la misma que podía tener un niño con las coles. Sabía que eran buena para él, pero en el fondo le daban asco. Diré a su favor que lo único que usaba como excusa era su asma, nunca sus cromosomas.”

La gran sorpresa de este mes – posiblemente de todo el año – ha sido La Taberna de Silos que en principio podría parecer que iba a ser una versión hispánica de El nombre de la Rosa, con unos asesinatos vinculados a un manuscrito que está en un monasterio (Silos) enfrentado con otro (San Millán) entre otras muchas cosas por las regiones vitivinícolas a las que representan (Duero contra Rioja) y que como todas las versiones pues como mucho seria entretenida pero sin llegar a ser como el original (es verdad que de la original la mitad, por aquello de estar en latín, es ilegible para casi todos incluyéndome a mí, que solo he leído la mitad traducida) pero para nada. Se trata de una novela sumamente entretenida con mucho humor y ahora que miro el lomo y veo las marcas que he puesto durante su lectura dudo si a) copiarlas todas (aunque incluso asi faltarían) b) hacer una selección de mi selección o c) no copiar ninguna y dejaros con las ganas de leer este libro que a mí me ha divertido mucho.

Releo mis marcas y elijo tal vez

la más seria con la que me identifico más a medida que me hago mayor: “Nunca entenderé como hacen para caber estos días cada día más largos en estos años cada vez más cortos.” Seguida de cerca por esa otra de “uno que fabrica una mentira siempre es más fiel a ella que otros a la verdad a la tuvieron que resignarse.”

La más dura respecto al carácter de los castellanos que desgraciadamente no es exclusiva de esta comunidad: “un buen castellano se encarga siempre, y con extremo cuidado, de someter a las mujeres de su familia, pues sabe que son ellas, como esclavas principales entres sus posesiones, las enemigas naturales y más poderosas de su voluntad.”

La más relacionada con la fe (por aquello de que todo pasa en un monasterio): “Bienaventurados los pobres de espíritu que, sin ver nada, son capaces de creer. En cambio, que dignos de compasión quienes reclaman a un dios invisible la fe que no consiguen tener. O los peores de todos, dignos solo de menosprecio, quienes ni la buscamos ni la deseamos, y acaso ni siquiera la aceptaríamos sinos fuera dada.”

Sin olvidar, por supuesto, la mención a la regla de San Benito (Por motivos obvios, aunque la desconozca) que “obliga a beber vino antes de leer, para no andar sediento de voz ni pensando en la comida”; ni las referencias a Vespasiano y el impuesto sobre la orina y su “el dinero no huele”; ni la distancia segura para beber de un rio en el que descargan las letrinas (ocho millas, según los monjes en el caso de Silos)

 Pero me dejo varias, muchas, muy buenas. Un libro excelente, al parecer, de un monje que abandono el monasterio por una mujer pero que podría haberlo hecho por cualquier otro placer como el vino.

Pues eso, que para este año he leído un libro menos que el año pasado (o igual alguno menos ya que este año tengo la sensación de que he dejado más sin acabar que el año pasado) pero no hare un resumen de lo mejor (o no de momento) porque quiero ponerme con otros temas, pero vosotros ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Maniac - Benjamin Labatut

You Can't win - Jack Black

Poeta chileno - Alejandro Zambra

La Armada Invencible - Antonio Ortuño

Oh God, the sun goes - David Connor

El castillo de arena - Seicho Matsumoto

La casa de caramelo - Jennifer Egan

At Swim-Two Birds - Flann O'Brien

The second murderer - Denise Mina

The moviegoer - Walker Percy

El holandes - Elisa Ferrer

Libre - Lea Ypi

La taberna de Silos - Lorenzo G. Acebedo

jueves, 4 de enero de 2024

Aniversarios

Este primero de año se ha cumplido 25 años del peor primero de año de mi vida, de hecho, este año se cumplirán 25 años de muchas cosas, incluyendo algunas muy buenas y otras totalmente indiferentes, ya que ese primero de año supuso un cambio importante en mi vida, o, supongo que sería más correcto, en la forma en la que desde entonces he vivido mi vida.

La ausencia de una sensación especial ante el hecho de que se cumplan un número determinado de años en un día en concreto me ha llevado a plantearme porque se consideran tan importantes los aniversarios. los cumpleaños los entiendo, más o menos, e incluso, llego a entender la alegría ante la continuidad de una situación que hemos creado y nos llena de alegría. Sin embargo, los aniversarios, como tales, y especialmente los provocados por causas completamente ajenas a uno sinceramente no los acabo de entender, falta de entendimiento que aumenta cuando el aniversario es el de una muerte o un episodio traumático (o de varias) que es cuando mi falta de compresión se dispara. No, no es que crea que haya que olvidar las cosas que han sucedido – ni las buenas ni las malas – pero tampoco creo necesario hacer de estos días algo especial, que sean “aniversarios”.

Además, con los aniversarios tengo un pequeño problema matemático (mayor que con los cumpleaños) que procede de su propia acumulación: cuantos más años vives, más cosas buenas te pasan y también más cosas malas te pasan. Ambas opciones dan lugar a la creación de aniversarios con lo que al final, con tanto aniversario, la vida de uno se convierte casi en uno de esos libros de efemérides, o los propios aniversarios requieren un orden interno lo que le quita valor a unos frente a otros que puede llegar a ser variable con el tiempo. Por eso, procuro olvidar los días concretos en los que sucedieron las cosas, incluso a veces los años en que sucedieron.

Por otra parte, al menos en mi caso, la confluencia de aniversarios, digamos de muy distinto signo, en el mismo me confunde respecto a cómo me siento, a como debería sentirme, un determinado día por ser el aniversario de algo. Así por ejemplo el primero de enero podría clasificarlo como uno de los peores días de mi vida, por lo que sucedió hace 25 años, pero el uno de enero también es, de momento, el más feliz de mi vida por lo que paso hace 38 años y resulta muy duro elegir un estado de ánimo cada vez que se repite este día (cada año, por si alguno se ha perdido) ¿alegría, por el mejor día, o tristeza, por uno de los peores?

En el caso concreto del uno de enero mi solución, nada salomónica, ha sido la de “falsear” un poco mi propia realidad – el significado de la misma – y aunque el día más feliz de mi vida fue el uno de enero del ochenta y seis, también lo fue (en gran medida) el treinta y uno de diciembre del ochenta y cinco (estando la falsedad solamente en olvidar toda la angustia de las horas entre que bese a Lourdes por primera vez y la que la bese por segunda vez; horas que realmente no fueron las mejores de mi vida, por aquello de las dudas). Asunto solucionado, el treinta y uno es el que recuerdo como feliz, el uno el que recuerdo como triste (aunque no sea cierto)

Por otra, serán cosas de mi vida, pero algunos de mis aniversarios no coinciden con la realidad del aniversario del hecho a recordar. El peor día de mi vida sucedió un seis de agosto, el Hiroshima de mi vida y, sin embargo, para mí, nada sería real hasta el día nueve que, si sucedió mi Nagasaki particular (un guiño del destino o una explicación de mi fascinación por Japón) cuyo impacto, en mí, fue más que el acumulado por ambas detonaciones en el pueblo japonés y, posiblemente pensé en rendirme incondicionalmente el día quince.

En este caso ¿cuál es el aniversario real: cuando se produjo el hecho o cuando yo – cual observador de la tontería esa de Schrödinger – abrí la caja y me enteré?

Igual es mi subconsciente lo que califica de tontería el gato de Schrödinger (y hace que no me gusten nada los gatos) ya que en cierta medida me convierte en asesino por abrir la caja, pero… gilipolleces, ya que, por ejemplo no culpo a cajas, que incluso me gustan (hasta para meter gatos dentro, pero… sin veneno… o con veneno.. quien lo sabe, pero por si acaso no abráis cajas mías sin permiso) y es indudable que los hechos ya habían sucedido y que yo me enterara o no, no las cambiaria, igual que no las cambia el que piense que el hecho no sucedió y que fui, aun lo soy, víctima de una conspiración y que algún día desenmascarare a todos los culpables (algo que, aunque sea enfermizo, sí que hago cuando me agobia la tristeza, la desolación).

Hay muchos otros días que han marcado mi vida y cuya fecha he decidido olvidar, o he olvidado sin decidirlo, ya que el recordarlas no aporta nada a mi vida de hoy (si a lo que soy… y eso ya es inevitable, lo recuerde anualmente o no) y en parte también por aquel poema-chiste de Vallejo sobre el momento más grave de la vida.

En cualquier caso, volviendo casi al principio, este año se cumplirán veinticinco años de muchas cosas, y entre ellas si hay una que celebramos cuasi religiosamente, ya que el día de San Patricio se cumplirán veinticinco años de la apertura del Morgenstern, el primer bar que abrimos L, Alvaro y yo, día que ignoraremos al Santo de Irlanda y día que si será un aniversario a celebrar.

Así que, ojalá nos veamos la noche de San Patricio donde ya sabéis para celebrar este aniversario; mientras tanto pues ¡Divertíos saltando el castillo!