sábado, 26 de marzo de 2022

Comentario de textos - Febrero 2022

Pues pese a que me duela ya empieza a ser costumbre esto de encontrarme en el último fin de semana del mes siguiente con “la tarea” de escribir la tradicional entrada de mis comentarios de texto y, lo que es peor, sin haber escrito ninguna otra entrada (de otros temas que es lo que divierte).

Me gustaría decir que he tenido un mes muy complicado, haciendo muchas cosas, pero, aunque he tenido bastante trabajo este mes creo que la principal causa de mi retraso se debe a la cantidad de “marcianadas” que últimamente suceden en mi entorno. Ninguna de estas marcianadas me quita especial tiempo, por lo que su utilidad como excusa es baja, pero me llevan a un estado mental en el que me “desfondo” y al final, y tras pasar casi todo el día sentado ante las pantallas (si, así en plural; que ahora tengo dos para hacer multitarea o más bien para procrastinar el doble al poder tener dos temas abiertos en el ordenador y no avanzar en ninguno) pues se me hace cuesta arriba el seguir sentado en el ordenador y, pues me cambio de silla o sillón o sofá y ya me desconecto.

¿Qué marcianadas han surgido este mes (o en los últimos meses, que el tiempo es relativo y mi memoria, cuando menos, liquida sino directamente gaseosa)? Pues de todo un poco, desde una misteriosa herencia que parece que ha aparecido, pasando por relaciones con un delegado de personal que da mala fama (o la fama que los empresarios les suponen) a todos los sindicalistas del mundo aprovechando todo para su único beneficio, sin olvidar los lentos, inexistentes, avances con la obra de Piles, las sorprendentes decisiones de algunos familiares, ofertas de trabajo verdaderamente marcianas (que ya os contare si avanzan) y, en fin, de todo un poco, desde una sobrecarga de trabajo hasta que, así sin más, el itunes de mi ordenador haya dejado misteriosamente de funcionar (algo que me tiene ahora mismo bastante mosqueado y a punto de reiniciar este ordenador para ver si se recupera o si tengo que, utilizar un método todavía más clásico, como empezar a golpear fuertemente en el lateral del mismo para que arranque).

En fin, nada realmente importante pero muchas cositas pequeñas que, a algunos al menos, pues nos descentran y, a veces, desfondan. Pero, a lo que vamos en esta entrada: mis lecturas del mes.

Empecé el mes con retraso lector ya que no tenía absolutamente nada que leer hasta que Bermejo me presto Castellano, un libro que decía que le estaba gustando y que tenía tanto en digital (formato en el que estaba leyéndolo el) como en formato físico (vamos, el libro) que no estaba leyendo.

Es uno de estos libros que son como un dos en uno: en los capítulos pares te cuenta, con la precisión y a ratos el aburrimiento de un libro de historia, de la historia de los comuneros de castilla, esos que conforman parte del barrio de salamanca; y en los capítulos impares pues anécdotas biográficas del propio escritor. He de reconocer que, a mí, los capítulos pares me han superado (ya que nunca me ha interesado la historia, a menos que este muy bien novelada, que no es el caso, aunque no esté mal) pero me he divertido sabiendo que los que juzgaron a los comuneros “en pena de su maleficio” los condenaron “a pena de muerte natural” lo cual, así, en principio, pues no parece tan grave hasta que uno reflexiona que si a uno, digamos, le dan garrote vil, o lo matan por cualquier otro medio pues puede, en un sentido amplio considerarse natural que se muera. En estos capítulos también aparece la frase “algo que tiene la barbarie es que crece y se reproduce a medida que se ejercita” que es una buena forma de expresar un hecho innegable.

Respecto a los capítulos impares me quedo con los primeros en los que cuenta como el adquiere un espíritu castellano cuando se marcha a vivir a Cataluña y cuando descubre a, oye una cinta de Nuevo Mester de Juglaría en un viaje en coche (si es que alguna música hace mucho daño; menos mal que no tenía una cinta de Joaquin Diaz. LO digo con conocimiento de causa que en casa estaban, en vinilo, tanto la cinta que Lorenzo Silva oye en el coche en su viaje epifánico, como, ya digo, cosas más duras como el ya mencionado Joaquin Diaz, al que yo vi actuar en una iglesia de un pueblo de Segovia – Sotosalbos, creo que se llamaba – un día, de los escasos, en que mis amigos me llevaron engañado de excursión al campo, pero, eso, ya si eso, lo explico otro día).

También, uniendo la parte personal con la parte histórica, me ha gustado recordar (que sí, que lo sabía) que Madrid debe su nombre a que “Para abastecerse de agua, dada la poca que le podía aportar el rio Manzanares y el desnivel favorable para traerla, recurrió a un tipo de conducción subterránea desarrollado por los aqueménidas, que los árabes importaron de Persia y llamaron mayrat, cuyo plural dio la palabra Mairit” y que es lo que algunos, en el sector, llamamos “los viajes del agua” de Madrid. Vale, no sabía los detalles, como que los desarrolladores se llamaban aqueménidas pero si sabía la historia y siempre está bien reconocer historias que conoces, aunque sean tan inútiles y absurdas, o de tan poco interés general, como estas.

Antes he mentido un poco y la verdad es que me quedaba un libro por leer de los que había comprado el mes anterior en mi librería de referencia (por si os habéis olvidado, y ahora que habrá cambios en mis librerías de referencia, Méndez en la calle mayor donde ya están todos esperando vuestras visitas) y que, es posible, que incluso hubiera empezado antes de que Bermejo me prestara este, pero con el que no había conseguido avanzar. El libro en cuestión se llama Nostalgia pero que realmente es una especie de recopilación de cinco cuentos o novelas cortas. ¿Por qué había comprado este libro, que así, de primeras ya tenía aspecto de ser bastante infumable? ¿es que estaba loco? ¿es que había desabastecimiento y era lo único que quedaba? No, nada de eso (o si, quien sabe). La verdad es que lo compre porque (para los que no lo sepáis) me pase un año, o algo más, prácticamente a caballo entre Madrid y Braila (una pequeña, pero no pintoresca, ciudad del este de Rumania). Iba y venía lo suficiente como para que me compensara tener tarjeta de viajero frecuente de Tarom (las líneas aéreas rumanas), lo suficiente incluso para coincidir con varios de los acordeonistas que asolaban las calles de Madrid por aquella época y nunca (creo) había tenido la oportunidad de leer a ningún autor rumano (ni siquiera estaba seguro de que este concepto existiera), añadiría actual pero no es necesario. Es decir: sentía curiosidad por intentar entender un poco más a algunos de los conocidos que deje allí y, ya sabéis mi extraña teoría, de que se prende los libros. El caso es que no conseguí acabármelo (afortunadamente me prestarían otro libro a tiempo) y aunque puede que le de otra oportunidad en alguna tarde de desesperación no parece algo probable.

Pues eso, que cuando estaba atascado en la lectura del rumano anterior, Alvaro se acabó Project Hail Mary, un libro de ciencia ficción que le había regalado por navidad, y me lo paso. Salvado por la campana, menuda diferencia. Todo lo malo, o intenso, que era el anterior, lo tiene este de entretenido, incluso de ligero pese a que casi toda la ciencia que le aporta a la ficción (suficiente pero no en exceso) es bastante creíble y viable. Alguna es clásica como eso de pensar que si hay vida alienígena no tiene por qué parecerse en nada a nosotros, ni siquiera sus condiciones de vida han de ser similares, o compatibles con las nuestras; otras son simplemente reflexiones tan cotidianas que sorprenden como la del astronauta que se pone a pensar en algo y “I tried to scratch my head, but the vinyl suit got in the way” y, que a mí por lo menos, me hace pensar en cómo se verían limitados en algunas circunstancias comportamiento tan sencillos y tan interiorizados como rascarse la cabeza para pensar; otras sencillamente geniales basadas en la premisa del libro (la potencia del sol está disminuyendo y la tierra se va enfriando lo que nos lleva a la destrucción) y que crean un dilema moral a algunos cuando otros proponen cosas como “derretir los polos con explosiones nucleares” ya que si el problema es el enfriamiento de la tierra la solución es fácil:  “Humanity has been accidentally causing global warming for a century. Let’s see what we can do when we really set our minds to it… I care about saving humanity. So get me some greenhouse effect”.; otras son más personales cuando a los astronautas que irán en una misión especial, probablemente suicida, les consultan sobre como (si llegara el caso) les gustaría morir y la respuesta de una de ellas (la rusa) da lugar al siguiente dialogo:

“Heroin”. She shrugged. “I have been good girl all my life. No drugs. Limited Sex. I want to experience massive pleasure before I die. People die from heroin all the time. Must be nice.”

I rubbed my temples. “You want to die… from a heroin overdose?”

“Not immediately,” she said. “I want to enjoy. Start with normal effective dose. Get High. Addicts all agree first few uses are best. Then downhill from there. I want to feel those first few doses. Then overdose when time is right”.

“I guess. We can do that,”

Y por supuesto, para mí la mejor, la relativa a la capacidad inteligente de la especie humana “We’re as smart as evolution made us. So we’re the minimum intelligence needed to ensure we can dominate our planets”. Ese nivel de inteligencia, pero parece que ni una gota más de la necesaria y cada vez menos. Verdaderamente entretenida y si yo fuera ese tipo de persona, os la recomendaría, incluso bastante.

En fin, siguiendo con las cosas extrañas que últimamente pasan o que han pasado a raíz de la pandemia mi amigo Table me trajo un librillo, que ha editado el mismo en el que recopila una serie de conversaciones por correo o algún otro medio tecnológico con sus compañeros de oficina. Camera Café lo ha llamado ya que es el grupo que solía tomar café prácticamente todos los días en la oficina y con el que yo, los años que trabaje en la misma oficina, pues también tomaba café. La verdad es que es una lectura extraña en la que se puede comprobar, o más bien reafirmar las características que uno ya le había asociado a cada uno de los personajes (personas) que conforman un grupo heterogéneo dentro de un grupo básicamente homogéneo. Aporta ese punto nostálgico de recuperar el contacto con conocidos con los que has compartido desayunos durante bastante tiempo y que ya no ves, y sobre todo las instrucciones claras del juego con el que veíamos quien pagaba el desayuno que, sencillamente, yo nunca legue a entender, ni mucho menos, aplicar bien de puro freak que era (o es, que igual el grupillo lo ha retomado ahora que ya hay actividad presencial).

Como veis a base de préstamos y regalos, ya había pasado más de la mitad del mes, pero aún me quedaba un puente en Piles (para conseguir dar luz al piso de arriba, aunque sea en precario, a la espera de avanzar con la obra necesaria) así que ya se imponía la visita a la librería Méndez para acaparar lecturas ya que, aunque he escrito puente se trataba de la semana blanca, o de la semana de carnavales y había que rellenar la bolsa con lecturas.

Pero no, no os asustéis porque pese a que fuera a pasar cinco o seis días en Piles (lo que obviamente representa cinco o seis libros, como mínimo) mi torpeza al empacar hizo que me olvidara de mis marcadores por lo que tras el tiempo trascurrido desde la lectura mis comentarios serán breves ya que se basaran en lo que recuerdo, sin ningún apoyo memorístico.

Empecé por Enterrador, que empecé antes de marcharme a Piles en parte porque una vez comprado (leída la contraportada con calma) era el que menos me apetecía ya que no es una novela sino una especie de memorias de un empresario de pompas fúnebres, y, a mí, las historias reales me interesan mucho menos que las inventadas. No está ni bien, ni mal; se deja leer, pero tiene poco que aportar. Le falta la gracia, el humor negro si quieres decirlo así, que uno esperaba de las historias de un enterrador (que resulta que no lo es, que es un empresario de pompas fúnebres y no, no es lo mismo). Si me gustó mucho (Lo suficiente para hacerle una foto mientras leía) la frase “Matar a alguien de la misma especie – a uno mismo o a otro – requiere verdadera resolución y un silencio de muerte, aunque sea momentáneo, de todas las voces que se levantan en contra.” Ojalá la gente escuchara más y no se encerrara en sus silencios voluntarios.



Si eres como yo y tienes una pilita de libros entre los que hay uno que se llama Empezamos por el final está claro por cual empezaras, no, no hay duda. Tampoco hay duda de que esta novela es melodrama en toda regla, con sus buenos, muy buenos, con sus malos, incluso con una niña y su abuelo, con muchos problemas familiares y de identidad. En fin, que tiene todo para ser un melodrama y lo es. Ninguna duda al respecto, pero, a mí, me ha gustado, incluso me ha gustado mucho. Puede que sea que me voy haciendo mayor o que siempre me han gustado los melodramas escritos (no en la vida real, que no los soporto) y bueno, por supuesto el personaje del abuelo, pues que voy a decir que quien no querría ser un abuelo así, quien no cree que el sería un abuelo así, aunque este muy lejos de serlo.

Un libro con un mago o con cartas en la portada siempre llama mi atención y si va sobre artistas de variedades (incluyendo en esto a magos que no son estrellas) pues tiene todas las papeletas como le ha pasado a Bueno, aquí estamos. Aquí también hay bastante melodrama, con niños desplazados de la guerra, aunque esta vez para bien ya que se trata de un desplazamiento dentro de la propia Inglaterra a una familia que siente más cariño por el desplazado que la propia pero básicamente es la historia de un triángulo amoroso que está bien pero que no acaba de convencer, al menos a mí no me ha convencido.

Cuando le tienes cariño a un autor, cuando además coincides a veces con él por el barrio e incluso has tomado alguna cerveza con él, aunque sospeches que su nueva novela no va a ser buena pues la compras y te arriesgas. Esto es lo que ha pasado con Una historia ridícula que solo la compre por el autor y la verdad es que no me ha convencido nada, pero seguiré comprando lo que publique Landero ya que cuando es bueno es muy bueno y cuando no lo es, tampoco es tan malo. Siempre se deja leer.

La verdad es que intente no leerme Bobby March vivirá para siempre en Piles, con la intención de traérmela de vuelta Madrid ya que es la tercera de una serie que me está gustando bastante y, no sé, porque estuvieran todas juntas. Lo primero que tengo que comentar es que obviamente el titulo no está bien traducido. A ver, está perfectamente traducido pero la traducción estricta hace que se pierda la gracia de la serie: la primera se llamaba enero no sé qué, la segunda algo de febrero y esta… esta, en inglés, si se llama marzo no sé cuántos, pero claro en español ese marzo no se lee como un mes. Dicha esta tontería la verdad es que es una buena novela policiaca, no estrictamente negra, que está compuesta de varias historias que parecen completamente desparejas, pero. sin spoilers… de momento por mi puede seguir con más meses que las estoy disfrutando.

Bueno, estoy tentado de repetir alguna de mis promesas de que escribiré más y de otras cosas, pero… ya sabéis lo que digo y dicen: “si te engañan una vez, no es cumpla de nadie a todos nos pueden engañar; si te engañan una segunda vez es porque el que te engaña es muy bueno; si te engañan una tercera… es que eres tonto y (casi) mereces que te engañen”. Así que, no digo más que decía aquel y ¡Disfrutad asaltando el castillo!

 

Lecturas

Castellano – Lorenzo Silva

Nostalgia – Mircea Cartarescu

Project Hail Mary – Andy Weir

Camera Café (o semanario de una pandemia) – Fernando Mesa

Enterrador – Thomas Lynch

Empezamos por el final – Chris Whitaker

Bueno, aquí estamos – Graham Swift

Una historia ridícula – Luis Landero

Bobby March vivirá para siempre – Alan Parks