Pues aquí sigo incumpliendo mis propósitos de escribir sobre mis lecturas antes de que acabe el mes siguiente al de las lecturas; por no hablar de aquello de escribir de otras cosas por lo menos una vez al mes. La verdad es que creo que no tengo excusa aunque ha sido un mes bastante tenso, este octubre, con la compra de la parte de arriba de la casa de Piles (y lo que nos queda, ya que todavía hay que hacer la obra para adecentarla, o incluso hacerla vivible) pero como somos una familia extraña pues esto le ha tocado más a la menor de la familia (si, no se porque supongo que en otro tipo de familias esto es más cosa de los hermanos mayores, no justo de la menor; pero, lo dicho, cada familia es cada familia).
También podría ponerme la excusa del trabajo, pero a eso sí
que sería hacerse trampas al solitario. Aunque ahora tengo trabajo – suficiente
y no con excesos – que me mantienen entretenido e incluso me obliga a salir de
casa para visitar obras, pues la verdad es que tampoco es agobiante. Así que
tampoco va a ser por eso.
Por supuesto que esta la excusa COVID, de estar hasta los
mismísimos de tanta inconsistencia, de tanto “vamos a morir todos” o de tanto
“libertad para los patos” y cosas similares, pero espero que no sea esto ya que
esto tiene pinta de ir a durar y de que nosotros, digo, como sociedad no como
nosotros en plan mis lectores y yo (que igual somos solo un par) no vamos a
prender a gestionarlo.
En fin, que no sé qué ha sido pero aquí estoy en la mañana
del último domingo de mes y con pocas ganas de hacer una introducción (No, lo
de antes no se puede considerar introducción sino, que es tan solo un desbarre)
así que me paso a comentar las lectura de este mes y , si surge algo, pues se
quedara entre los comentarios.
Si, a mí también me resulta extraño el hecho de haber
comprado El imperio del dolor que
según su propio subtitulo es “la historia
secreta de…”, frase que ya tiene dos de esas palabas odiosas para mí: “historia” en el sentido de verdad, de
historia real, que mira que me gustan a mi poco las historias de verdad; y “secreta” en el sentido de oculta, algo
que esconde otra cosa y pese a que si estoy más a favor de los secretos (que de
la historia) en el contexto actual de paranoia social este tipo de secretismo
suena siempre a conspiranoia, que
pese a tener un punto de diversión acaba deformando el cerebro. ¿Por qué lo
compre, entonces? Pues simplemente porque había leído otro libro del autor,
también de “no ficción” sobre Irlanda
y la verdad es que me gusto bastante.
Para ser de “no ficción” la verdad es que, salvo algunos
trozos, se deja leer bien sin abrumar con información (aunque resulta
interesante saber que Lou Reed
recibió una terapia de electrochoque en 1959, lo que puede explicar porque
todas sus canciones son básicamente la misma canción, más o menos ralentizada)
centrando la historia casi siempre en personajes lo que hace que la puedas leer
como un libro de ficción, como cuando lees las prácticas médicas para el
tratamiento de enfermedades mentales “la
única forma de curar la locura era extrayéndole los dientes al enfermo. Cuando
los pacientes no parecían reaccionar de manera favorable a ese tipo de
tratamiento, él iba más allá y seguía extrayéndoles las amígdalas, el colon, la
vesícula biliar, el apéndice, las trompas de Falopio, el útero, los ovarios, el
cérvix… “
También sorprende (bueno, no es que sorprenda exactamente ya
que ¿Qué otra opción había, un químico malvado en un laboratorio en el corazón
dela selva amazónica?) que fuera Bayer quien inventara la heroína como
sustituto de la morfina y que se dedicara a comercializarla en masa “en unas cajitas con un león impreso en la
etiqueta” (esto sí que parece un objeto de coleccionista) y afirmando que
ahora “El género humano podría disfrutar
de todos los beneficios terapéuticos de la amapola del opio, sin ninguno de los
inconvenientes” porque de esto puedo dar fe la morfina es una cosa
estupenda (en pequeñas cantidades imagino y si no la usas lo suficiente para
crearte adicción; vamos en el entorno controlado de un hospital y por una buena
causa como quitarte los dolores de cabeza de un derrame cerebral. Doy fe, es
una cosa estupenda en estos casos. De lo mejorcito que yo he probado e imagino
– como dice Keith Richards – que algo
parecido pasa con la heroína de grado medicinal y no esa mierda que tomaban sus
amigos músicos yonkies de menos recursos
económicos, que no musicales, como Gram
Parsons, y que le acabarían costando la vida por comprar mierda de
cualquier calidad a cualquiera, por ser pobre).
También es muy educativo el riesgo de alguna de las
informaciones o contraindicaciones de los medicamentos. “Ingerir los comprimidos de OxyContin partidos, mascados o machacados
puede inducir una liberación rápida y la absorción de una dosis potencialmente toxica
de oxicodona”, contraindicación que como cualquier cartel de “No abrir” hizo que este fuera el método
favorito de toma para provocar ese subidón rápido y que igual pues la gente
habría tardado un poco más en averiguar cómo tomarlo (lo habrían averiguado
tarde o temprano pero tampoco había porque darles las ideas).
Ya saliendo del mundo de la farmacología me gusta la
reflexión que hace un senador americano sobre las sanciones económicas, y
solamente económicas, del gobierno a las grandes empresas esto es como si
estuviera emitiendo unos “permisos muy
caros de mala praxis delictiva”. Porque sencillamente así es en muchos
sectores, si solo existe una multa pues tan solo se trata de echar bien las
cuentas e incluir el coste de estas posibles sanciones en el balance económica
de la empresa, como puedes incluir cualquier otro impuesto o, digamos, tasa de
extorsión, soborno o mordida similar. Esto hace que no tengas porque solucionar
el problema, basta con asumirlo económicamente.
Aunque un poco pesado, incluso en peso físico, la verdad es
que tiene parte entretenidas y supongo que proporciona una visión “secreta” del
negocio farmacéutico y de la familia Sackler.
Ahora que repaso mis lecturas pienso que es posible que la
falta de tiempo para escribir antes se deba a que este octubre ha habido dos
buenos puentes que por aquello de intentar arrancar la obra de Piles pues hemos
pasado allí. Pienso esto hasta que me doy cuenta que no existe mucha relación
entre que octubre haya tenido puentes y que yo no haya encontrado el tiempo
para escribir en noviembre. Es uno de esos razonamientos que pueden colar hasta
que lo verbalizas y ves que obviamente no tiene ni pies ni cabeza.
Lo que si tiene sentido es que leyera Gancho Ciego en Piles, siendo una novela muy adecuada para leer en
un sitio de playa, aunque sea en otoño. Es la típica novela de marrulleros en
un puerto – que pese a que no lo diga en ningún momento yo estoy convencido de
que se trata de El Ferrol - en la que hay todo tipo de timadores y vividores
engañándose unos a otros o intentándolo ya que al final casi todos los que
creen estar engañando a alguien son engañados por otros. Se trata de una
lectura agradable de leer, entretenida y lo único que le falta es alguna frase
memorable, que le dé un toque un poquito más negro. Pero, ya digo, es una buena
novela policiaca.
En Piles y aprovechando alguno de los dos puentes, no estoy
seguro de cual me leí también Gran Hotel
Europa que a) tiene un título pésimo y que parece copiado directamente de
otro libro o película; b) a ratos no es una novela sino una diatriba en contra
del turismo de masas, como si existiera otro tipo de turismo y no se tratara
solamente de que el turismo de masas es lo que hacen los demás mientras que el
turismo de verdad, o incluso el no-turismo, es lo que hacemos cada uno de
nosotros individualmente y c) tiene reflexiones interesantes recogidas en
buenas frases por lo que me resulta un poco difícil clasificarla de buena o de
mala. Tiene cosas muy buenas y cosas verdaderamente muy malas.
Ahora que parece que viajar es casi una obligación social y
que te tiene que gustar viajar, algunas de sus reflexiones sobre lo que la
gente busca en el viaje, porque es tan enriquecedor, me resultan excelentes “si pregunta a los viajeros más curtidos por
sus mejores experiencias viajando, muchos le dirán que para ellos viajar es una
forma de olvidarse temporalmente de sus problemas y no pensar en nada. No voy a
negar que eso pueda ser agradable, pero no creo que estimule el crecimiento
personal o conduzca a reflexiones valiosas.” No, yo tampoco lo creo, lo del
crecimiento personal viajando, digo, por eso dudo de toda esa gente que afirma
que viajan para mejorar como seres humanos
más bien creo que ahora viajar es algo parecido a los “versos del décimo octavo canto del Purgatorio, en el que condenan a
correr eternamente a una turbamulta de pecadores acusados de vacuidad y exceso
de tiempo libre”. La cita de Dante obviamente no es mía (es de Dante y del
autor, que por supuesto la cita primero en su idioma original) pero creo que se
aplicaría también a todos esos aficionados al deporte como método de crecimiento personal y, en general a
muchas otras actividades de este estilo.
Aparte de las reflexiones sobre viajeros – de las que hay
muchas – me encanta una sobre los malentendidos idiomáticos que creo que
últimamente me sucede mucho, en mi propio idioma, a la hora de proponer alguna
solución a un problema que me plantean: “Los chinos, aunque lo más probable es
que entendieran una solución totalmente distinta para un problema que nosotros
casi con toda seguridad habíamos interpretado mal, sonrieron agradecidos.”
Y por supuesto esa característica de las teorías
conspirativas o conspiranoicas en las
que se ofrece “la improbabilidad de la
hipótesis como prueba más concluyente de su validez”; nada que añadir salvo
tal vez que “La gente tiende a
externalizar sus problemas. Si podemos echarle a alguien la culpa de nuestros
males, parece que ya hemos encontrado la mitad de la solución”.
La chica numero 11
es una de esas novelas policiacas de las que ultima disfruto poco ya que estas
todo el tiempo esperando a ver cuál es el siguiente giro de la historia, porque
sabes que lo habrá y eso en cierta medida no te deja disfrutar de la historia.
Todo el libro gira entre dos teorías contradictorias y lo único divertido es
como se dosifican para que a cada rato mires hacia el otro lado: ahora es más
probable lo primero, ahora es menos probable. No sé, son como libros margarita
que al final te resultan algo indiferentes, especialmente si no hay algún
personaje o un lenguaje que te resulte especialmente atrayente.
La verdad es que con Queridos
Niños me he reído a ratos, con ese escritor de discursos de campaña que en
cierta medida me recordaba a mi hermano que trabajo en algo parecido en algún momento
de su vida y pese a que la política española está muy lejos de la política
americana (que es en la que se mira, intentando es una especie de versión de El
ala Oeste, pues e queda muy lejos de ello por falta del material de base). Si
como concepto me recuerda a mi hermano la verdad es que su personaje principal
casi me recuerda más a mi (o a la idea que yo tengo de mí, que a saber cuánto
tiene de real ya que al parecer ni siquiera soy hierático) cuando habla de “yo me había construido una soledad a mi
medida. Muchos consideran la soledad una anomalía, pero yo te dije que para mí
la anomalía era lo contrario. EL ser humano es un animal indefenso, que precisa
del entorno para su protección y su crianza. La soledad es el triunfo de la
madurez. Es un oasis de felicidad…”; o incluso en esa forma de afrontar
algunas decepciones, de amores o de amistad frente a las que “Pero disimulaste bien. Formaba parte de esa
tristeza que guardabas dentro, como todo ser inteligente”. Porque a quien
le gusta otorgarse a si mismo esa independencia y ese estoicismo frente a la
vida, por mucho que todo sea una fachada y que realmente necesite que su
soledad no sea solitaria y estaría encantado de poder sacar esa tristeza de su
interior, pero “La mayor forma de
generosidad es dejar que los demás hagan algo por ti. Te lo digo yo porque no
lo he permitido jamás. Soy el ser más egoísta del mundo porque quise ser
independiente. Eso me alejo de todos, me convirtió en una isla.” Pese a que
también soy un abusón que deja, incluso a veces obliga, a algunas pocas
personas a hacer cosas por mí.
Y si todas estas reflexiones no son aplicables a mí, mucho
menos lo es esa de “reconozco que tener
los peores profesores del mundo fue una bendición. Fomento mi espíritu crítico
en la edad en que los niños se hacen crédulos y respetuosos de la autoridad.
Ahora todo es demasiado blando, y cuando los chicos buenos salen a a la calle,
se echan a llorar al descubrir que el mundo es malo y despiadado.” No, creo
que no sería justo decir que tuve los peores profesores del mundo – a ninguna
edad, menos a la que los recuerdo – pero tal vez mi cinismo venga de algo de
este estilo porque buenos, buenos hasta muy tarde no fueron mis profesores.
La afirmación que sí que es cierta es que “Si algo había logrado a lo largo de mi vida
es jamás pisar una ciudad con un plan de visita previsto, lo turístico me
resultaba abominable. Caminar, entrar en un bar, tropezarte con una estatua o
un edificio singular sin haberlo buscado y tratar de entender, en la medida de
lo posible, como vivía una persona corriente en esa ciudad que te es extraña
era mi única idea de viaje” por eso me resulto muy curioso que un amigo me
regalara un libro de viajes como Comer,
Viajar, Descubrir por mucho que fuera del gran Anthony Bourdain, en cuyo restaurante de NYC he comido, cenado,
precisamente porque salimos del hotel un día que llovía y nos pareció (bueno,
le pareció a L) que podía ser un buen sitio para tomarse una sopa de cebolla y
entrar en calor pero sin tener ni idea que era su restaurante y un templo
gastronómico. Una sorpresa muy agradable de esas que te pasan por ir andando
sin ningún tipo de plan.
Confesare, aunque creo que no hace falta, que no tengo ni
idea de porque cogí Hamnet – supongo
que, porque me lo recomendarían en mi librería de referencia de la capital, ya
sabéis, la librería Méndez en la calle mayor – pero obviamente una especie de
versión paralela de la vida de Shakespeare (o tal vez una versión real de la
vida del mismo, que sabré yo) y de porque escribió Hamlet pues no es mi tipo de lectura. Con todo es una novela
interesante más centrada en la mujer de El
Bardo, y en su vida en el pueblo que el abandona por la capital que en el
que se supone debería ser el personaje principal. No me atrevo a decir que sea
ni buena, ni mala. Está bien pero tampoco creo que tenga nada reseñable, por lo
menos para los que tenemos una incultura enciclopédica; igual para gente de más
cultura pues, no sé, igual aporta algo.
Por algún extraño motivo mi amigo Bermejo paso uno de los
puentes de este mes en Cantabria y en Galicia y decidió traerme Torres Quevedo, inventor del futuro,
una especie de panfleto libro tras visitar el museo que parece que allí existe
sobre este insigne ingeniero (no, lo de extraño no lo digo por que pasara el
puente en Cantabria y Galicia, que es algo normal, si bien no es tan normal que
acabara comprándose una casa ese puente, o el siguiente, así como quien no
quiere la cosa, sino lo de traerme ese panfletillo). La verdad es que es que
Leonardo Torres Quevedo es todo un personaje, un ingeniero inventor que
construyo el trasbordador de las cataratas del Niagara, autómatas de ajedrez lo
que lleva al autor a casi nombrarle padre
de la inteligencia artificial, y al parecer el mando a distancia (algo que
a mi padre nunca le pareció que tuviera ningún interés para cambiar de canal de
televisión, en parte supongo porque tampoco había tanto y sobretodo, como
decía, por qué para eso tengo hijos). Realmente no se puede clasificar esta
lectura como libro, no pasa de panfleto de exposición, pero es entretenido y
educativo. Curiosamente una de las cosas que más me ha llamado la atención es
por qué pudo dedicarse a la invención – recibió una herencia considerable que
le dejo sin preocupaciones económicas – en lugar de tener que dedicarse a la
ingeniera como era esperable y como la mayoría de las personas tienen que
hacer. Sin tener que trabajar es más fácil dedicar tu tiempo a otros menesteres
(digo esto sin quitarle merito, ya que perfectamente podría haberse dedicado a no inventar).
Aunque he aprendido mucho sobre Torres Quevedo he de
reconocer que la historia que más me ha sorprendido es el de Roebling – el diseñador y constructor
del puente de Brooklyn, un verdadero ingeniero – que tuvo un accidente en 1869
(un ferry le aplasto un pie) y que eligió
como tratamiento médico la terapia de
agua, que básicamente consistía tan solo en echarse agua continuamente
sobre el pie, lo que hizo que muriera en 24 días de una infección de tétanos (aunque
el autor dice que se negó a recibir tratamiento médico creo que es necesario
señalar que no sería hasta 1930 cuando se empezaría a aplicar la vacuna del tétanos,
por lo que no tengo claro que tratamiento médico se negó a utilizar,
seguramente la amputación del pie. Digo esto para que nadie le tome por un negacionista
anti vacunas).
Mi última lectura del mes fue Segunda Casa, una novela corta en la que una mujer americana en
plan mecenas invita a un pintor a pasar una temporada en su casa con la idea de
que se sienta tan impresionada como ella con el paisaje y que incluso la vuelva
a impresionar con una nueva visión de ese paisaje bajo la mirada y la realización
técnica de sus cuadros que tanto la habían conmovido. He añadido el detalle de
que la mujer era americana para poder hacer la pregunta retórica de ¿Qué podría
salir mal? Ya que sin el dato de la nacionalidad – digamos con un español o
sudamericano – la respuesta es tan obvia que la novela carecería de sentido. Todo,
todo podría salir mal como si uno saca un virus de la Antártida que lleva
siglos congelado y lo descongela, como si uno lanza un cohete para que impacte
contra un meteorito, en fin, como cualquiera de las ideas que tienen ahora los políticos
o científicos que parecen no haber visto nunca una película de catástrofes.
La historia se espesa a ratos, por lo menos para sabemos que
es lo más probable que pase, y solamente me ha dejado una reflexión buena “Únicamente los tiranos desean el poder por
el poder, y para la mayoría de la gente la paternidad es la única oportunidad de
ejercer la tiranía”.
Pues con esta reflexión sobre la maternidad o paternidad (que
ahora me acuerdo de ser igualitario) os dejo con la intención de conseguir este
mes lo no conseguido en el año. Vosotros ¡Disfrutad asaltando el castillo!
Lecturas
El imperio del dolor – Patrick Radden Keefe
Gancho Ciego – Antonio Fernandez Lage
Gran Hotel Europa – Ilja Leonard Pfeijffer
La china número 11 – Amy Suite Clarke
Comer, Viajar, Descubrir. Una irreverente guía gastronómica
– Anthony Bourdain
Hamnet – Maggie O’Farrell
Torres Quevedo, inventor del futuro. Manuel de La Fuente
Meras
Segunda casa – Rachel Cusk