domingo, 28 de noviembre de 2021

Comentario de textos octubre 2021

 Pues aquí sigo incumpliendo mis propósitos de escribir sobre mis lecturas antes de que acabe el mes siguiente al de las lecturas; por no hablar de aquello de escribir de otras cosas por lo menos una vez al mes.  La verdad es que creo que no tengo excusa aunque ha sido un mes bastante tenso, este octubre, con la compra de la parte de arriba de la casa de Piles (y lo que nos queda, ya que todavía hay que hacer la obra para adecentarla, o incluso hacerla vivible) pero como somos una familia extraña pues esto le ha tocado más a la menor de la familia (si, no se porque supongo que en otro tipo de familias esto es más cosa de los hermanos mayores, no justo de la menor; pero, lo dicho, cada familia es cada familia).

También podría ponerme la excusa del trabajo, pero a eso sí que sería hacerse trampas al solitario. Aunque ahora tengo trabajo – suficiente y no con excesos – que me mantienen entretenido e incluso me obliga a salir de casa para visitar obras, pues la verdad es que tampoco es agobiante. Así que tampoco va a ser por eso.

Por supuesto que esta la excusa COVID, de estar hasta los mismísimos de tanta inconsistencia, de tanto “vamos a morir todos” o de tanto “libertad para los patos” y cosas similares, pero espero que no sea esto ya que esto tiene pinta de ir a durar y de que nosotros, digo, como sociedad no como nosotros en plan mis lectores y yo (que igual somos solo un par) no vamos a prender a gestionarlo.

En fin, que no sé qué ha sido pero aquí estoy en la mañana del último domingo de mes y con pocas ganas de hacer una introducción (No, lo de antes no se puede considerar introducción sino, que es tan solo un desbarre) así que me paso a comentar las lectura de este mes y , si surge algo, pues se quedara entre los comentarios.

Si, a mí también me resulta extraño el hecho de haber comprado El imperio del dolor que según su propio subtitulo es “la historia secreta de…”, frase que ya tiene dos de esas palabas odiosas para mí: “historia” en el sentido de verdad, de historia real, que mira que me gustan a mi poco las historias de verdad; y “secreta” en el sentido de oculta, algo que esconde otra cosa y pese a que si estoy más a favor de los secretos (que de la historia) en el contexto actual de paranoia social este tipo de secretismo suena siempre a conspiranoia, que pese a tener un punto de diversión acaba deformando el cerebro. ¿Por qué lo compre, entonces? Pues simplemente porque había leído otro libro del autor, también de “no ficción” sobre Irlanda y la verdad es que me gusto bastante.

Para ser de “no ficción” la verdad es que, salvo algunos trozos, se deja leer bien sin abrumar con información (aunque resulta interesante saber que Lou Reed recibió una terapia de electrochoque en 1959, lo que puede explicar porque todas sus canciones son básicamente la misma canción, más o menos ralentizada) centrando la historia casi siempre en personajes lo que hace que la puedas leer como un libro de ficción, como cuando lees las prácticas médicas para el tratamiento de enfermedades mentales “la única forma de curar la locura era extrayéndole los dientes al enfermo. Cuando los pacientes no parecían reaccionar de manera favorable a ese tipo de tratamiento, él iba más allá y seguía extrayéndoles las amígdalas, el colon, la vesícula biliar, el apéndice, las trompas de Falopio, el útero, los ovarios, el cérvix…

También sorprende (bueno, no es que sorprenda exactamente ya que ¿Qué otra opción había, un químico malvado en un laboratorio en el corazón dela selva amazónica?) que fuera Bayer quien inventara la heroína como sustituto de la morfina y que se dedicara a comercializarla en masa “en unas cajitas con un león impreso en la etiqueta” (esto sí que parece un objeto de coleccionista) y afirmando que ahora “El género humano podría disfrutar de todos los beneficios terapéuticos de la amapola del opio, sin ninguno de los inconvenientes” porque de esto puedo dar fe la morfina es una cosa estupenda (en pequeñas cantidades imagino y si no la usas lo suficiente para crearte adicción; vamos en el entorno controlado de un hospital y por una buena causa como quitarte los dolores de cabeza de un derrame cerebral. Doy fe, es una cosa estupenda en estos casos. De lo mejorcito que yo he probado e imagino – como dice Keith Richards – que algo parecido pasa con la heroína de grado medicinal y no esa mierda que tomaban sus amigos músicos yonkies de menos recursos económicos, que no musicales, como Gram Parsons, y que le acabarían costando la vida por comprar mierda de cualquier calidad a cualquiera, por ser pobre).

También es muy educativo el riesgo de alguna de las informaciones o contraindicaciones de los medicamentos. “Ingerir los comprimidos de OxyContin partidos, mascados o machacados puede inducir una liberación rápida y la absorción de una dosis potencialmente toxica de oxicodona”, contraindicación que como cualquier cartel de “No abrir” hizo que este fuera el método favorito de toma para provocar ese subidón rápido y que igual pues la gente habría tardado un poco más en averiguar cómo tomarlo (lo habrían averiguado tarde o temprano pero tampoco había porque darles las ideas).

Ya saliendo del mundo de la farmacología me gusta la reflexión que hace un senador americano sobre las sanciones económicas, y solamente económicas, del gobierno a las grandes empresas esto es como si estuviera emitiendo unos “permisos muy caros de mala praxis delictiva”. Porque sencillamente así es en muchos sectores, si solo existe una multa pues tan solo se trata de echar bien las cuentas e incluir el coste de estas posibles sanciones en el balance económica de la empresa, como puedes incluir cualquier otro impuesto o, digamos, tasa de extorsión, soborno o mordida similar. Esto hace que no tengas porque solucionar el problema, basta con asumirlo económicamente.

Aunque un poco pesado, incluso en peso físico, la verdad es que tiene parte entretenidas y supongo que proporciona una visión “secreta” del negocio farmacéutico y de la familia Sackler.

Ahora que repaso mis lecturas pienso que es posible que la falta de tiempo para escribir antes se deba a que este octubre ha habido dos buenos puentes que por aquello de intentar arrancar la obra de Piles pues hemos pasado allí. Pienso esto hasta que me doy cuenta que no existe mucha relación entre que octubre haya tenido puentes y que yo no haya encontrado el tiempo para escribir en noviembre. Es uno de esos razonamientos que pueden colar hasta que lo verbalizas y ves que obviamente no tiene ni pies ni cabeza.

Lo que si tiene sentido es que leyera Gancho Ciego en Piles, siendo una novela muy adecuada para leer en un sitio de playa, aunque sea en otoño. Es la típica novela de marrulleros en un puerto – que pese a que no lo diga en ningún momento yo estoy convencido de que se trata de El Ferrol - en la que hay todo tipo de timadores y vividores engañándose unos a otros o intentándolo ya que al final casi todos los que creen estar engañando a alguien son engañados por otros. Se trata de una lectura agradable de leer, entretenida y lo único que le falta es alguna frase memorable, que le dé un toque un poquito más negro. Pero, ya digo, es una buena novela policiaca.





En Piles y aprovechando alguno de los dos puentes, no estoy seguro de cual me leí también Gran Hotel Europa que a) tiene un título pésimo y que parece copiado directamente de otro libro o película; b) a ratos no es una novela sino una diatriba en contra del turismo de masas, como si existiera otro tipo de turismo y no se tratara solamente de que el turismo de masas es lo que hacen los demás mientras que el turismo de verdad, o incluso el no-turismo, es lo que hacemos cada uno de nosotros individualmente y c) tiene reflexiones interesantes recogidas en buenas frases por lo que me resulta un poco difícil clasificarla de buena o de mala. Tiene cosas muy buenas y cosas verdaderamente muy malas.

Ahora que parece que viajar es casi una obligación social y que te tiene que gustar viajar, algunas de sus reflexiones sobre lo que la gente busca en el viaje, porque es tan enriquecedor, me resultan excelentes “si pregunta a los viajeros más curtidos por sus mejores experiencias viajando, muchos le dirán que para ellos viajar es una forma de olvidarse temporalmente de sus problemas y no pensar en nada. No voy a negar que eso pueda ser agradable, pero no creo que estimule el crecimiento personal o conduzca a reflexiones valiosas.” No, yo tampoco lo creo, lo del crecimiento personal viajando, digo, por eso dudo de toda esa gente que afirma que viajan para mejorar como seres humanos más bien creo que ahora viajar es algo parecido a los “versos del décimo octavo canto del Purgatorio, en el que condenan a correr eternamente a una turbamulta de pecadores acusados de vacuidad y exceso de tiempo libre”. La cita de Dante obviamente no es mía (es de Dante y del autor, que por supuesto la cita primero en su idioma original) pero creo que se aplicaría también a todos esos aficionados al deporte como método de crecimiento personal y, en general a muchas otras actividades de este estilo.

Aparte de las reflexiones sobre viajeros – de las que hay muchas – me encanta una sobre los malentendidos idiomáticos que creo que últimamente me sucede mucho, en mi propio idioma, a la hora de proponer alguna solución a un problema que me plantean: “Los chinos, aunque lo más probable es que entendieran una solución totalmente distinta para un problema que nosotros casi con toda seguridad habíamos interpretado mal, sonrieron agradecidos.”

Y por supuesto esa característica de las teorías conspirativas o conspiranoicas en las que se ofrece “la improbabilidad de la hipótesis como prueba más concluyente de su validez”; nada que añadir salvo tal vez que “La gente tiende a externalizar sus problemas. Si podemos echarle a alguien la culpa de nuestros males, parece que ya hemos encontrado la mitad de la solución”.

La chica numero 11 es una de esas novelas policiacas de las que ultima disfruto poco ya que estas todo el tiempo esperando a ver cuál es el siguiente giro de la historia, porque sabes que lo habrá y eso en cierta medida no te deja disfrutar de la historia. Todo el libro gira entre dos teorías contradictorias y lo único divertido es como se dosifican para que a cada rato mires hacia el otro lado: ahora es más probable lo primero, ahora es menos probable. No sé, son como libros margarita que al final te resultan algo indiferentes, especialmente si no hay algún personaje o un lenguaje que te resulte especialmente atrayente.






La verdad es que con Queridos Niños me he reído a ratos, con ese escritor de discursos de campaña que en cierta medida me recordaba a mi hermano que trabajo en algo parecido en algún momento de su vida y pese a que la política española está muy lejos de la política americana (que es en la que se mira, intentando es una especie de versión de El ala Oeste, pues e queda muy lejos de ello por falta del material de base). Si como concepto me recuerda a mi hermano la verdad es que su personaje principal casi me recuerda más a mi (o a la idea que yo tengo de mí, que a saber cuánto tiene de real ya que al parecer ni siquiera soy hierático) cuando habla de “yo me había construido una soledad a mi medida. Muchos consideran la soledad una anomalía, pero yo te dije que para mí la anomalía era lo contrario. EL ser humano es un animal indefenso, que precisa del entorno para su protección y su crianza. La soledad es el triunfo de la madurez. Es un oasis de felicidad…”; o incluso en esa forma de afrontar algunas decepciones, de amores o de amistad frente a las que “Pero disimulaste bien. Formaba parte de esa tristeza que guardabas dentro, como todo ser inteligente”. Porque a quien le gusta otorgarse a si mismo esa independencia y ese estoicismo frente a la vida, por mucho que todo sea una fachada y que realmente necesite que su soledad no sea solitaria y estaría encantado de poder sacar esa tristeza de su interior, pero “La mayor forma de generosidad es dejar que los demás hagan algo por ti. Te lo digo yo porque no lo he permitido jamás. Soy el ser más egoísta del mundo porque quise ser independiente. Eso me alejo de todos, me convirtió en una isla.” Pese a que también soy un abusón que deja, incluso a veces obliga, a algunas pocas personas a hacer cosas por mí.

Y si todas estas reflexiones no son aplicables a mí, mucho menos lo es esa de “reconozco que tener los peores profesores del mundo fue una bendición. Fomento mi espíritu crítico en la edad en que los niños se hacen crédulos y respetuosos de la autoridad. Ahora todo es demasiado blando, y cuando los chicos buenos salen a a la calle, se echan a llorar al descubrir que el mundo es malo y despiadado.” No, creo que no sería justo decir que tuve los peores profesores del mundo – a ninguna edad, menos a la que los recuerdo – pero tal vez mi cinismo venga de algo de este estilo porque buenos, buenos hasta muy tarde no fueron mis profesores.

La afirmación que sí que es cierta es que “Si algo había logrado a lo largo de mi vida es jamás pisar una ciudad con un plan de visita previsto, lo turístico me resultaba abominable. Caminar, entrar en un bar, tropezarte con una estatua o un edificio singular sin haberlo buscado y tratar de entender, en la medida de lo posible, como vivía una persona corriente en esa ciudad que te es extraña era mi única idea de viaje” por eso me resulto muy curioso que un amigo me regalara un libro de viajes como Comer, Viajar, Descubrir por mucho que fuera del gran Anthony Bourdain, en cuyo restaurante de NYC he comido, cenado, precisamente porque salimos del hotel un día que llovía y nos pareció (bueno, le pareció a L) que podía ser un buen sitio para tomarse una sopa de cebolla y entrar en calor pero sin tener ni idea que era su restaurante y un templo gastronómico. Una sorpresa muy agradable de esas que te pasan por ir andando sin ningún tipo de plan.



Confesare, aunque creo que no hace falta, que no tengo ni idea de porque cogí Hamnet – supongo que, porque me lo recomendarían en mi librería de referencia de la capital, ya sabéis, la librería Méndez en la calle mayor – pero obviamente una especie de versión paralela de la vida de Shakespeare (o tal vez una versión real de la vida del mismo, que sabré yo) y de porque escribió Hamlet pues no es mi tipo de lectura. Con todo es una novela interesante más centrada en la mujer de El Bardo, y en su vida en el pueblo que el abandona por la capital que en el que se supone debería ser el personaje principal. No me atrevo a decir que sea ni buena, ni mala. Está bien pero tampoco creo que tenga nada reseñable, por lo menos para los que tenemos una incultura enciclopédica; igual para gente de más cultura pues, no sé, igual aporta algo.

Por algún extraño motivo mi amigo Bermejo paso uno de los puentes de este mes en Cantabria y en Galicia y decidió traerme Torres Quevedo, inventor del futuro, una especie de panfleto libro tras visitar el museo que parece que allí existe sobre este insigne ingeniero (no, lo de extraño no lo digo por que pasara el puente en Cantabria y Galicia, que es algo normal, si bien no es tan normal que acabara comprándose una casa ese puente, o el siguiente, así como quien no quiere la cosa, sino lo de traerme ese panfletillo). La verdad es que es que Leonardo Torres Quevedo es todo un personaje, un ingeniero inventor que construyo el trasbordador de las cataratas del Niagara, autómatas de ajedrez lo que lleva al autor a casi nombrarle padre de la inteligencia artificial, y al parecer el mando a distancia (algo que a mi padre nunca le pareció que tuviera ningún interés para cambiar de canal de televisión, en parte supongo porque tampoco había tanto y sobretodo, como decía, por qué para eso tengo hijos). Realmente no se puede clasificar esta lectura como libro, no pasa de panfleto de exposición, pero es entretenido y educativo. Curiosamente una de las cosas que más me ha llamado la atención es por qué pudo dedicarse a la invención – recibió una herencia considerable que le dejo sin preocupaciones económicas – en lugar de tener que dedicarse a la ingeniera como era esperable y como la mayoría de las personas tienen que hacer. Sin tener que trabajar es más fácil dedicar tu tiempo a otros menesteres (digo esto sin quitarle merito, ya que perfectamente podría haberse dedicado a no inventar).

Aunque he aprendido mucho sobre Torres Quevedo he de reconocer que la historia que más me ha sorprendido es el de Roebling – el diseñador y constructor del puente de Brooklyn, un verdadero ingeniero – que tuvo un accidente en 1869 (un ferry le aplasto un pie)  y que eligió como tratamiento médico la terapia de agua, que básicamente consistía tan solo en echarse agua continuamente sobre el pie, lo que hizo que muriera en 24 días de una infección de tétanos (aunque el autor dice que se negó a recibir tratamiento médico creo que es necesario señalar que no sería hasta 1930 cuando se empezaría a aplicar la vacuna del tétanos, por lo que no tengo claro que tratamiento médico se negó a utilizar, seguramente la amputación del pie. Digo esto para que nadie le tome por un negacionista anti vacunas).

Mi última lectura del mes fue Segunda Casa, una novela corta en la que una mujer americana en plan mecenas invita a un pintor a pasar una temporada en su casa con la idea de que se sienta tan impresionada como ella con el paisaje y que incluso la vuelva a impresionar con una nueva visión de ese paisaje bajo la mirada y la realización técnica de sus cuadros que tanto la habían conmovido. He añadido el detalle de que la mujer era americana para poder hacer la pregunta retórica de ¿Qué podría salir mal? Ya que sin el dato de la nacionalidad – digamos con un español o sudamericano – la respuesta es tan obvia que la novela carecería de sentido. Todo, todo podría salir mal como si uno saca un virus de la Antártida que lleva siglos congelado y lo descongela, como si uno lanza un cohete para que impacte contra un meteorito, en fin, como cualquiera de las ideas que tienen ahora los políticos o científicos que parecen no haber visto nunca una película de catástrofes.

La historia se espesa a ratos, por lo menos para sabemos que es lo más probable que pase, y solamente me ha dejado una reflexión buena “Únicamente los tiranos desean el poder por el poder, y para la mayoría de la gente la paternidad es la única oportunidad de ejercer la tiranía”.

Pues con esta reflexión sobre la maternidad o paternidad (que ahora me acuerdo de ser igualitario) os dejo con la intención de conseguir este mes lo no conseguido en el año. Vosotros ¡Disfrutad asaltando el castillo!

 

Lecturas

El imperio del dolor – Patrick Radden Keefe

Gancho Ciego – Antonio Fernandez Lage

Gran Hotel Europa – Ilja Leonard Pfeijffer

La china número 11 – Amy Suite Clarke

Comer, Viajar, Descubrir. Una irreverente guía gastronómica – Anthony Bourdain

Hamnet – Maggie O’Farrell

Torres Quevedo, inventor del futuro. Manuel de La Fuente Meras

Segunda casa – Rachel Cusk

domingo, 24 de octubre de 2021

Comentario de textos – Septiembre 2021

Supongo que a todos nos pasa (a mi ciertamente si, o por lo menos si últimamente) que los días se nos hacen largos pero las semanas, los meses e incluso los años son tan cortos que ni siquiera sabemos dónde se han metido, como han pasado tan rápido y que hemos estado haciendo mientras tanto, donde han ido nuestras buenas intenciones, esas cosas que queríamos empezar en aquellas que parecían “las próximas” semanas.

No tengo ni idea y aquí estoy, casi al final de octubre, y sin haber escrito sobre mis lecturas de septiembre ni, por supuesto, sobre otras cosas, sobre esas cosas que de verdad me apetecía haber empezado a escribir en este blog. No tengo ni idea de dónde han ido todos estos días, a que he dedicado el tiempo, cual es mi excusa para no haber avanzado en casi nada. Porque la verdad es que creo que no he avanzado en ninguno de mis “nobles” propósitos y salvo haber escrito un articulillo para la revista Cemento y Hormigón (dos de las muchas cosas del mundo ingenieril de las que no se nada) creo que no he hecho nada especial, aunque he de reconocer que los cambios normativos semanales de la Comunidad de Madrid me han entretenido lo suficiente pensando y charlando con Alvaro y L para ver qué cambios eran necesarios en el Wurlitzer, como entender eso de que solo se puede consumir si estas en una mesa (en la que puedes estar de pie; lo cual contradice la propia idea de estar en una mesa) o en la barra donde has de estas sentado (lo cual pues no es muy de barra) pero no puedes beber si estas de pie sin mesa (¿a cuanta distancia has de estar de una mesa para que se considere que estas en una mesa?). Pero la verdad es que hablar de lo que he colaborado en estas conversaciones para justificar lo que he hecho estos meses es un poco hacerse trampa al solitario ya que no habrán sido más de unas horas. No, no tengo ni idea de donde se me va el tiempo y porque no consigo acometer mis buenos propósitos.

Peor ojalá fuera solo esto....

También sé que he visto algunas cosas muy interesantes que me apetecía comentar en esta entradilla: como que pese a lo que afirmara la ministra del ramo en televisión realmente el precio de la luz no es más barato en las horas valle que en las hora llano, incluso a veces ni siquiera que en las puntas y sin embargo sigue habiendo un debate social, alentado por nuestros políticos, sobre la hora de poner la lavadora (como si uno pudiera elegir; quiero decir uno que no tiene servicio veinticuatro horas y quiere dejar dormir a sus vecinos o simplemente cumplir con la normativa de ruidos municipal); o de esa grafica que elaborada con los datos del  National Oceanic and Atmospheric Administration  que muestra la temperatura global de la superficie y que parece contradecir lo que toda la prensa da por sentado – y por supuesto el desinteresado IPCC y todos los contertulios televisivos – ya  que se ve que si bien desde 1979 (e incluso antes) la temperatura media global ha aumentado significativamente, desde el 2016 está disminuyendo, lo que parece mostrar que, una vez más, “no vamos a morir todos” (aunque esto sea obvio y, si, vamos a morir todos) pero probablemente no de esto y que parece que no, no estamos acabando con el planeta como los catastrofistas pronostican; o algunas otras cosas que me inquietan y que han ocurrido durante este mes.

 Lamentablemente, tampoco he seguido mi buen propósito de tomar notas (con lo que siempre me ha gustado – teóricamente, digo, ya que soy incapaz de sacar un cuaderno en público y carezco de la concentración para hacerlo en casa – escribir en un cuaderno) de estas cosas para comentarlas en este blog. Así que ahora incluso me encuentro sin ningún tema para tratar aquí por lo que pasare a las lecturas de este mes manteniendo mis buenos propósitos para próximas entradas.

Cogí La Deriva en la esperanza que fuera lo que decía la contraportada, una novela rio, sobre una familia en un país, un continente, del que no tengo mucha idea: el África negra (ya, ya sé que el continente es África, sin racismos específicos, probablemente porque todos los aborígenes de allí pueden ser clasificados como negros – aunque de distintas tonalidades – pero ya sabéis a que parte me refiero y también sabemos, o intuimos, todos que son completamente diferentes). El caso es que empecé a leerla y pese a encontrar en ella cosas que incluso me trajeron recuerdos de mi infancia; (no, no de mi infancia en el África negra, donde nunca he estado sino de Valencia y del Puig por una mención a la tristeza de los cítricos – un hongo – de la que Bautista e Ismael – padre e hijo que cuidaban de la finca y de sus naranjales – hablaban con mi padre y mi abuelo con terror ya que echaría a perder toda la producción de naranjas) e incluso alguna frase buena “La historia, en resumen, era la crónica del bravucón en el campo de juego” no consiguió interesarme y confesare que la he dejado a mitad, incapaz de seguir leyéndola.

Si hay una frase: “llego a incluir unos cuantos errores en sus deberes, cosa que solo demostraba su inteligencia: no es fácil hacer creer que te has equivocado” que por una parte es algo que yo sigo aplicando a mis informes, cuando sé que van a ser revisados por alguien con exceso de celo crítico (alguien que no descansara hasta encontrar algo que criticar) en los que siempre incluyo un error, o dos, fácilmente localizable para que esa persona que está buscando el error pueda relajarse, al encontrarlo, a riesgo de que se le acaben pasando otros importantes y lea sin seguir buscando más errores, para que pueda seguir leyendo poniendo su voluntad en entender lo que estoy intentando contar y no en el erro a localizar.

Por otra parte, aunque es fácil equivocarse aposta (igual de fácil es dar la respuesta correcta que la equivocada, si sabes cuál es la correcta) como tuve que explicarles a los secuestradores de la cruz roja cuando me obligaron a hacer un examen que según ellos era obligatorio aprobar para seguir secuestrado haciendo la prestación social sustitutoria pero que a la vez era imposible suspender (siempre según ellos, lo que ya de por si elimina el objetivo propio del examen). Evidentemente yo quería suspender el examen, como había prestado atención (sí, me gusta aprender hasta las cosas que no me interesan y si me tienen encerrado mientras me cuentan cosas, pues mi cerebro acaba prestando atención, igual que a la televisión en un día de resaca), y como, realmente, las respuestas correctas a las preguntas eran básicamente obvias pues sabia las respuestas correctas por lo que para asegurar el suspenso bastaba con marcar otras respuestas. Así de simple, como comprobaron cuando todas mis respuestas estaban mal. Aun así, me dieron el aprobado en técnico de primeros auxilios con el que podían justificar el mantenerme secuestrado durante algún tiempo, algo de lo que posiblemente se arrepintieran con el tiempo por otras historias que tienen como protagonista mi resistencia pasiva, de saboteador, y que, ya, si eso, comentamos otro dia.

Como digo, es fácil equivocarse aposta, lo difícil es hacer creer que no lo has hecho aposta y que tu examen sea aceptado como lo mejor que has podido hacer. Hace muchos años mi amigo Jacobo, tras múltiples suspensos en el colegio en el que ambos estudiamos unos años, fue expulsado de este colegio y se marchó al Colegio Cumbre. Allí le iba ligeramente mejor, pero seguía suspendiendo metódicamente las matemáticas, básicamente porque no le interesaban nada.

Yo había intentado darle algunas clases particulares (después de mis éxitos con Susana, preciosa e inteligente – un amor de criatura – pero incluso más bajita que Jacobo, pero por poco, como descubrí al describírsela al mismo levantado la mano hasta la altura que yo calculaba que tenía Susanita diciendo “es muy bajita, será como así de alta” y notar Jacobo que mi mano estaba solo ligeramente, discutiblemente incluso, por debajo de su tupe, provoco una mirada furibunda, todo tipo de insultos y proalmente un par de hostias amistosas, y a la que le daba clase en la plaza de Tribunal tirados en el suelo, bebiendo litronas y fumando porros; e incluso con Gemperle, alto y no demasiado inteligente pero buen borracho de buena familia al que le daba clases en el sótano de su casa mientras bebíamos cervezas alemanas – su padre era, es espero, Alemán por lo que siempre había un buen surtido de cervezas – para al terminar la lección irnos al Urumea donde apuntábamos varias rondas de consumiciones de más elevada graduación etílica en su cuenta hasta que yo decidía que era el momento de subirme a mi bicicleta e irme a casa, que dese detrás del Bernabéu se tardaba un rato haciendo pequeñas eses hasta mi casa).

Pero me disperso… el caso es que como mis lecciones no hacían mella en Jacobo y seguía suspendido Matemáticas al final no nos quedó otra solución que recurrir a la suplantación.

En principio no parecía nada fácil ya que Jacobo y yo no nos parecíamos nada, yo no conocía a ninguno de sus compañeros de clase e incluso suponía que sus profesores le conocerían, al menos de vista. Era un plan bastante arriesgado por no decir altamente arriesgado bordeando lo imposible. Pero ¿Quién dijo miedo? (vale, yo lo dije y lo sentí muchas veces; pero eso es otra historia). El caso es que lo hicimos, una mañana me acerqué yo al Colegio Cumbre, me metí en el aula en la que era el examen, me senté y me pues a hacer el examen bajo seudónimo. Empecé leyéndome todas las preguntas del examen, lo que me creo un estado de pánico total: aquellas preguntas eran imposibles de contestar mal, el nivel no es que fuera bajo, estaba bajo mínimos. Contestar aquellas preguntas correctamente no podía llevar más de diez minutos, e incluso para ello tendría que pasarme cinco mirando al resto de compañeros de clase y no recuerdo que hubiera ninguna chica lo que obviamente cancelaba esta posibilidad. No, no iba a pasarme diez minutos mirando a los mastuerzos compañeros de Jacobo que parecían en o bien destinados a terminar enyoncados en el trullo o bien a terminar en el consejo de administración de la empresa familiar y más posiblemente ambas cosas sucesiva y alternativamente. Pero tampoco podía marcharme en cinco minutos y con todas las respuestas correctas, si hacia eso sabrían que el examen no lo había hecho Jacobo y lo repetirían seguramente con medidas más estrictas (posiblemente a él solo con el profesor, por lo que la suplantación no valdría para nada). No, el reto estaba en contestar lo suficientemente mal para que fuera creíble pero lo suficientemente bien como para asegurar el apurado raspado (tampoco valía contesta al azar, que es muy traicionero y que, sospecho, era el método habitual de Jacobo, pero con mala suerte pero que a mi podía aprobar e incluso con buena nota). Tenía un poco de reto, el encontrar ese equilibrio y incluso el hacerlo lo suficientemente despacio y con la suficiente expresión de concentración como para no levantar sospechas. La verdad es que cuando al final salí del examen, después de que hubieran salido un cierto número de compañeros, pero no todos, esperaba que me dieran un Oscar por mi interpretación, pero me conforme con irnos a tomar unas litronas y algunas otras sustancias para celebrar que habíamos aprobado (de eso no tenía ninguna duda) y que habíamos llevado a cabo la suplantación sin problemas (esto estaba por ver), vamos, que no nos habían pillado.

Así, que no, en mi experiencia creo que no es fácil equivocarse lo justo. Nosotros lo conseguimos (años después conocería una historia similar en Caminos, donde dos amigos intentaron llevar a cabo algo parecido pero les pillaron – parece que los profesores de caminos, incluso con más alumnos reconocían a los suyos – y la historia acabo con la explosión de la carrera y el veto para estudiar en la escuela para una de las partes, el que realizo el examen, mientras que el otro se libró completamente) , Jacobo aprobó, ambos disfrutamos del resto de una mañana (y parte de la tarde con total seguridad) estupenda, como siempre y Jacobo acabo el COU y se matriculo en una especie de escuela de negocios (más bien de marketing o publicidad, que ciertamente era más apropiado para el) donde volvería a tropezar con las matemáticas y sobre todo con el desinterés. Pero eso, eso ya es otra historia.

Tras el abandono de mi primera lectura (K.O. por aburrimiento antes del quinto asalto) decidí ir a lo fácil y empecé La virgen negra, que tenía la pinta de una novela trivial de crímenes, ambientada (en parte) en el final de la segunda guerra mundial y (en parte) en la actualidad. No podía ser muy mala, como mucho típica e incluso puede que estuviera bien, invocando a fuerzas sobrenaturales en plan Connolly (no era tan descabellado ya que había una virgen negra en el título y una esvástica) pero no, no estaba bien. Se deja leer y poco más, a la historia le falta tensión, personajes, malicia y al libro le falta el impulso necesario para seguir leyéndolo. Si me lo he acabado es solo porque ya había dejado uno a mitad y bueno, porque no era tan malo, simplemente indiferente. Una novela para leer en el verano o en un puente en la playa (no puente físico, entendedme; de los otros), sin más.



 Si no se nada del África negra (como ya he confesado) tampoco es que sepa mucho (vamos nada) de Egipto y de la revolución de primavera (hay tantas cosas de las que no se nada que puedo decir que tengo una incultura enciclopédica) por lo que me sentí tentado por La republica era esto. No porque de verdad quisiera aprender de Egipto y de su revolución, que para aprender igual debería haber cogido un libro de historia o de geopolítica, sino porque creo que una novela situada en un contexto histórico, más si es una novela coral (no de coral de mar, sino del otro, del de coro) pues aporta el barniz de conocimiento de la situación (vale, solo desde el punto de vista del escritor) suficiente para entender no la geopolítica pero si las reacciones de las personas y los arquetipos de personas involucradas (siempre con las limitaciones de un único punto de vista).

La verdad es que es una historia entretenida, con algunos personajes creíbles y con otros, que sinceramente, no lo son tanto. ¿de verdad tiene que ser una de las revolucionarias la hija del general torturador? ¿de verdad todos los personajes tienen que estar tan relacionados? ¿no puede haber más personas normales sin relación tan directa con los hechos? No sé, esta sobrecarga de casualidades de la narración puede que sea necesaria, no lo sé, pero la verdad es que para mí le quita credibilidad e interés. Sobretodo interés, la credibilidad es la que yo le pongo al autor ya que desconozco completamente el tema. Con todo, me ha gustado y he disfrutado leyéndola.

Piel quemada si es lo que promete su contraportada, una novela negra razonablemente canónica (si bien le faltan algunas frases contundentes para ser completamente canónica, aunque alguna tiene “De hecho, así es como se siente: dura pero frágil. Es lo que tiene ser dura de verdad, que cuando te rompes te haces trizas” – vamos que se supone que, si eres dura, resistente, te falta resiliencia de esa; algo que es completamente falso, tan falso como que la resiliencia exista o sea un concepto separado de la resistencia– y supongo que el hecho de que la protagonista sea una chica y no un detective pues la saca del canon, cosa que por otra parte entiendo es lo que quiere la autora. Y no me parece mal). Por supuesto tiene su pelirroja, que sería de una novela negra sin pelirroja, o de una novela negra en la que el color de pelo de una mujer no se convierta en una característica intrínseca de una personalidad concreta. Esto es algo que me sorprende mucho ya que, en mi modesta experiencia, el color de pelo de una mujer puede ser casi tan cambiante como su estado de ánimo por lo que me resulta muy difícil verlo como una característica intrínseca (aunque si, nuestro imaginario colectivo iguala los colores del pelo de las mujeres – también de los hombres – a características concretas: rubias, tontas, pelirrojas, malvadas; morenas, taimadas y astutas; pelo blanco, maternales y reflexivas; castañas, ni idea, la verdad es que imagino que este el color por defecto, que no tiene nadad concreto asociado. El castaño es un poco como el sabor a pollo de Matrix, un sabor que le pones a las cosas que no saben a nada, por bueno y diferente que pueda ser el sabor a pollo. Esto es así, lo que no sabes a que sabe, sabe a pollo… la mujer sin características especiales, castaña).

Con todo, mi parte favorita es la que decida al lenguaje de las camareras de bar de carretera americano que por algún motivo extraño prefieren recordar, apuntar y/o comandar “Adán y Eva en una balsa, whisky a saco” que huevos escalfados con tostada de centeno. A mi me resulta incomprensible pero igual es que no valgo para camarera de bar de carretera, por esto y porque seguramente no podría vivir de las propinas.

Mi última lectura (si, pese a no tener constancia de haber hecho mucho este mes el caso es que tampoco he leído demasiado. Ni idea de donde se me ha ido el tiempo esta vez). Ha sido Dejar el mundo atrás, que tiene una premisa curiosa: una pareja y sus dos hijos adolescentes, alquila  una casa para un fin de semana en un lugar remoto de Long Island (me gusta pensar que cerca el Port Jefferson que conozco, por un par de veranos en los que visite a Rafa cuando era profesor allí, aunque todo en la historia indica que sería en la parte que no conozco, la parte rica, más cerca de los Hamptons) pero al poco de instalarse – en noche cerrada – se presentan los dueños que estaban cerca y han oído que un apagón ha colapsado toda la ciudad, todo NYC; por lo que deciden ir a su casa de campo. Obviamente se crea un pequeño conflicto ya que los acogidos (que son negros) son realmente los dueños, mientras que los anfitriones (que son blancos) pues son realmente los inquilinos. Unos saben dónde está todo, de hecho, tienen raciones de emergencia para una catástrofe (incluyendo, por supuesto, productos de delicatesen y buenos vinos y licores. Ya digo que seguramente es en los Hamptons). Esto da lugar a situaciones y relaciones curiosas que hacen la novela entretenida.

Salvando las distancias hay una frase en la novela, pronunciada por los negros (negros ricos hay que decir) que me recuerda y con la que en cierta medida identifico a Piles y a sus lugareños donde “La población era desconfiada, con una combinación de resentimiento y dependencia respecto a los ricos, los de fuera” (la población de Port Jefferson y de zonas cercanas) que en el caso de Piles se traduce en una negativa a tratar bien a los foráneos, limitándose a soportarlo, aunque en el caso de Piles creo que se debe a que la mayoría de la población se dedica a actividades dudosamente legales que les proporcionan los fondos suficientes para no tener que preocuparse de la que, en general, es la principal industria legal de la zona: el turismo, que requiere tratar a los foráneos – en el caso de Valencia, fundamentalmente del foro – con un mínimo de cortesía e interés.

También es curiosa la reflexión sobre determinados libros (y películas juveniles) que hace “… en sus libros las niñas de su edad tenían mucho corazón y una enorme sed de aventuras. Realizaban proezas insólitas, casi temerarias, afrontando sus miedos más recónditos y luego se daban castamente la mano con niños de bonitas pestañas. Estos libros le habían mostrado un mundo que se podía conquistar a base de coraje. Los libros eran la perdición de todo el mundo.” Ahí queda eso, por eso hay que leer a Goldman, incluso de niño ya que “la vida no es justa Princesa. Y quien diga lo contrario o miente o está intentando venderte algo”.

Venga, divertíos asaltando el castillo.

PS: había pensado no ponerlo ya que es una relectura que no he comprado pero en algún momento entre el final de agosto y septiembre me quede sin lecturas y cogí El hombre anumérico que es un alegato sobre la necesidad de tener conocimientos de matemáticas, que a ratos es entretenido y a otros un poco aburrido debido pero siempre interesante ya que explica cosas fáciles de entender como porque llevar uno una bomba en una avión no disminuye las posibilidades de que haya otra bomba o ese clásico - que yo sigo sin entender del todo -  de porque es mejor cambiar de elección en un juego de elegir puertas la segunda vez. (entiendo la demostración pero la verdad es que sigo sin creer que sea cierta... no se porque).

Lecturas

La deriva – Namwali Serpell

La virgen negra – Ilaria Tuti

La republica era esto – Al Aswani

Piel Quemada – Laura Lippman

Dejar el mundo atrás – Rumaan Alam

El Hombre Anumérico. El analfabetismo matemático y sus consecuencias - John Allen Paulos















lunes, 27 de septiembre de 2021

Comentario de textos Agosto 2021

Extrañamente estoy empezando a escribir esto en la mañana de un lunes. Sí, debería estar trabajando en lugar de dedicado a estos menesteres, pero… se ya ha pasado el último fin de semana del mes siguiente a mis lecturas; así de mal de tiempo voy.  ¿Cómo es que voy tan mal de tiempo? Pues la verdad es que ni idea, imagino que es tan solo por pequeñas cosas que me van entreteniendo ¿Qué cosas? Pues anda que no queréis detalles, ni idea… pequeñas cosas que se suman unas a otras, o tal vez solo sea mi pereza característica. Pereza reforzada por el hecho de que cada ve entiendo menos el mundo que me rodea.

La verdad es que me gustaría haber escrito antes, no para hablar de Afganistán (como todo el mundo ha hecho este mes, hasta el volcán de canarias, cuando ya ha quedado relegado otra vez al olvido) o de lo que sube el precio de la energía (sin entrar en sus causas), sino para hablar de cosas mías (de las taras incomprensibles de algunos amigos, de que ahora ya pasada, holgadamente, la cincuentena, todavía algunos estén con problemas de patio de colegio; aunque seguramente tampoco hablaría de esto ya que es muy difícil hablar sin nombres y más peliagudo incluso es proporcionar los nombres reales. Eso ya convertiría todo en un patio de colegio y no es la idea).

No, lo de Afganistán pues siendo la gran tragedia que es, es algo que no me apetece comentar porque, en cierta medida – que los retrógrados den pasos hacia atrás – era previsible y la única “sorpresa” es que realmente veinte años no hayan servido para cambiar la mentalidad de un pueblo ¿Quién iba a decir que en menos de una generación las cosas pueden cambiar y una parte de la especie evolucionar? ¿Quién, me pregunto (retóricamente, por si alguno tiene duda))? No, lo que, si me tiene muy preocupado, por su falta de repercusión y por su impacto, es Texas… estos, también retrógrados, pero parte de una democracia teóricamente avanzada, estos sí que me preocupan. Me preocupa mucho que se apruebe una ley que permite llevar armas sin ningún tipo de permiso (siempre y cuando las lleves a la vista, que, para llevarlas ocultas, al parecer, si se necesita un permiso administrativo) y solo puedo pensar que si aquí se permitiera algo parecido pues en breve sí que tendríamos una pandemia que diezmaría la población. Y con lo preocupante que una noticia así puede ser, resulta que van y aprueban una ley anti-aborto que limita las posibilidades de abortar a “cuando técnicamente puede oírse el latido”, lo que al parecer medicamente es en el entorno de seis semanas (plazo en el que puede que ni los implicados sepan lo que ha pasado) y eso incluso en caso de violaciones, menores o abusos. Pero es que no solo es esto, sino que se aprueban recompensas para cualquiera que denuncie un caso y castigos para cualquiera que colabore, entendiendo como colaboración casi cualquier cosa (por ejemplo, pueden acusar a un taxista de colaborar si lleva a una embarazada – de menos de seis semanas – a una clínica abortista) y pueden darle una recompensa económica a quien denuncia a este taxista. Esto sí que me parece escalofriante. Vale, no será peor que lo que va a pasar en Afganistán, pero es que estamos hablando de Texas, estamos hablando de un sitio en el que se supone hay gente normal, de gente que debería entender que una ley del aborto no es para promover el aborto, que nadie quiere eso, que nadie aborta porque si, que el aborto es un trauma para todos los implicados. No lo sé, la verdad es que, como decía, cada vez entiendo menos el mundo que me rodea (sí, soy así y creo que Texas forma parte del mundo que me rodea; de Afganistán ya no estoy tan seguro, tan seguro de que forme parte del mundo que me rodea, digo).

En cualquier caso, paso a comentar mis lecturas que agosto es un mes de verano en el que pase tiempo en Piles por lo que tengo tarea por delante (aunque como deje bastantes libros en Piles, pues tampoco tanta ya que sin tenerlos delante los recuerdo, todavía, peor por increíble o imposible que pueda parecer).

El principio de mes me pillo en Piles, con todas mis lecturas agotadas, así que mi primera lectura fue Sangre Turbia que Alvaro y Helena aportaron tras una visita a Gandía y que tenía una pinta entre decente y dudosa, vamos el típico Best-Seller de verano, lo suficientemente largo como para pasar unos días leyendo y lo suficientemente bien escrito como para leerlo con gusto, pero no lo suficientemente bien como para disfrutarlo. La verdad es que si me ha gustado la descripción de si misma de la protagonista “había quedado seducida por la idea de convertirse, a los treinta años, en una mujer sofisticada completamente distinta de la boba jovencita demasiado corta para darse cuenta de que, entre lo que su marido decía que le encantaba y lo que en realidad le gustaba llevarse a la cama, había tanto parecido como entre un higo y una granada de mano” (que así, sin pensarlo mucho diría que es incluso menos que entre un huevo y una castaña).

Aunque no sea relevante en ningún sentido (salvo para todos los que tenemos prejuicios, es decir, todos) es inevitable mencionar que esta serie (si, ya nadie escribe una sola novela, todo el mundo escribe series) está escrita por la autora de Harry Potter y no deja de sorprenderme el nivel intelectual (bajo, o muy bajo) que asocia a su protagonista femenina la cual considera una tarea titánica una “que venía a ser como resolver una ecuación lineal especialmente difícil. Se pasó cerca de cuarenta minutos…” ¿una ecuación lineal, en serio, cuarenta minutos? En fin, casualmente este mismo mes he leído otra novela (ya llegaremos), está escrita por un hombre en el que las protagonistas femeninas son capaces de resolver la trayectoria de un misil balístico solo con la ayuda de una “regla de cálculo y un libro de logaritmos” en menos tiempo. Pero no quiero hacer comparaciones ni profundizar en el tema del machismo femenino, que se alargaría mucho esta entrada.

Si en verano hay que leer best-sellers también hay que leer novelas de esas muy simples y divertidas, así que no se si consciente o inconscientemente la otra aportación de Alvaro y Helena fue Transbordo en Moscú que es exactamente eso, un divertimento, una novela que intenta mantenerte con una sonrisa durante toda la lectura, ya sea recurriendo a chistes clásicos, como el de que cuenta un Guardia civil en Ibiza “En esta isla hay un solo cabo y muchos golfos” o más rebuscados como el de San Estanislao de Kotska que como parte de su camino hacia la santidad “se quedó paralitico de todos los miembros. Menos del viril, porque en ese no manda Dios, si no el demonio. Estanislao lo soporto con entereza y hasta con alegría y murió en olor de santidad”.

Pero es que además de sus chistes, y de sus personajes creíbles en su esperpento, tiene reflexiones muy acertadas como “lo mejor de Barcelona son los interiores: la luz a través de las persianas, el olor de las cocinas. Somos un país de mercaderes: lo bueno se queda en casa y al forastero le vendemos las apariencias” dos afirmaciones con las que estoy de acuerdo: Barcelona no tiene nada en sus exteriores y si, somos un país de mercaderes (por lo menos, o más que ninguno, los levantinos); o sus curiosidades léxicas como “sufrí un episodio de lo que ahora llaman depresión y en mis tiempos llamábamos acedia” que por mucho que suene a nombre de planta o a pescado es un estado espiritual en el que resulta muy fácil caer y al que, al menos yo, tengo cierta tendencia, ya sabéis apatía, tedio, aburrimiento, abatimiento, un “estado de inquietud e incapacidad para trabajar u orar” (según The Concise Oxford Dcitionary of he Chrsitian Church; o eso dice Wikipedia); a la telegráfica historia de Sor Sonrisa, esa monja belga precursora de otras cantantes con temas pegadizo que “Al cabo de poco se eclipso su fama, ella colgó los hábitos, se emparejo con otra mujer y acabó suicidándose en 1985” ya que el “mundillo de la música moderna es una cueva de drogotas. De ahí no se salva nadie. Ni siquiera la Hermana Sonrisa”.

Pues eso, una gran lectura veraniega, o de entretiempo.

Mis obligaciones laborales- escasas – hicieron que fuera necesario que volviera a Madrid por lo que para el tren de vuelta era hora de comprar algún libro y pese a cogerlo en Valencia y no en Gandía (con eso de la pandemia Renfe había decidido reducir de dos a uno diarios los trenes de Gandía a Madrid, por lo que no había plazas) había pocas opciones por lo que al final me decidí por coger Cuentos completos de Piglia, pese a que sospechaba que me los había leído prácticamente todos ya que es uno de esos autores de culto que me descubrió mi hermano Rafa (AKA el librero tarambana) y del que creo tengo sus obras completas (además de ser casi iguales de espaldas como prueba el cuadro de mi tío Ricardo, AKA Cabut). Probablemente esta es una de las pocas ventajas de carecer de memoria, que puedes volver a leer libros de cuentos como si no los hubieras leído antes (o por lo menos una gran parte de ellos; con las novelas es distinto ya que hay un momento en el que te suenan demasiado y eso te crea mucha inquietud).


Una vez en Madrid, con Piglia a medio leer (por lo que luego volveremos a él) y con mi librería de referencia cerrada por vacaciones (la de Madrid, ya sabéis Librería Méndez en la calle Mayor; la de Cercedilla, Librería Fuenfria, pues supongo que abierta, pero a una distancia inalcanzable para mi alma urbanita) decidí acercarme a la casa del libro a ver que podía comprarme para mi vuelta a Piles. Una primera vuelta resulto completamente infructuosa por lo que tuve que acercarme a la parte de libros en Ingles donde para mi sorpresa y alegría encontré V2.

En principio la historia de las bombas, o misiles balísticos, V2 no me interesaba nada, pero Harris siempre es Harris, siempre aporta un punto de vista interesante y, a mí, me gusta como escribe, incluso cuando no me interesa de lo que escribe. En este caso la historia se centra en una unidad de mujeres británicas cuya misión es la de calcular los puntos de lanzamiento de los misiles – que son móviles – a partir de los impactos que se producen en Londres. Para ello tienen seis minutos y solo cuentan con una regla de cálculo y un libro de logaritmos con los que deberían hacer el cálculo inverso de la parábola de tiro para poder enviar a un escuadrón de bombarderos a “devolverles el ataque” y acabar con las plataformas de lanzamiento antes de que las muevan de sitio. Si lo consiguen cambiaran en curso de la historia y la visión de los alemanes de la mujer en la guerra ya que “It would seem we have been betrayed not by women in brothels, but by women employing the laws of mathematics”

Una gran diferencia con la empanada protagonista de la de la novela de Rowling que necesitaba cuarenta minutos para resolver “una ecuación lineal especialmente difícil”. NI que decir tiene que esta es una historia verídica, como es la del papel de las mujeres en el desciframiento de la maquina Enigna (que fue otra novela de Harris), y que ciertamente lo acaban consiguiendo usando solamente útiles similares a los que se ven en la foto (sí, soy el tipo de persona que no solo tiene una regla de cálculo en casa, sino que también tiene un libro de logaritmos, ¿Qué pasa, vosotros no? Que poco preparados os veo).

Otra curiosidad que aporta el libro es que, pese a su fama como arma final de los alemanes, estas bombas mataron a unas cinco mil personas, que son muchas, pero no tantas cuando tienes en cuenta que en la construcción de las bombas murieron cerca de veinte mil personas. Es verdad que los muertos en la fabricación no eran alemanes pero la verdad es que resultan sorprendentes estas cifras, que el poder destructivo en la fabricación sea cuatro veces superior a su poder destructivo (calculo que hago de cabeza y sin usar la regla de cálculo).

También tenía muchas ganas de leer The Dirty South, por aquello de continuar con la serie de Connolly, especialmente ahora que se suponía volvía a los principios. He de reconocer que me ha decepcionado un poco, pero solo por culpa mía. Me explico, por alguna razón pensaba que la novela pasaría antes de la primera, antes de presentar al detective en sociedad, antes de que su mujer y su hija fueran brutamente asesinadas. Pensaba que el libro iba a presentar a Charlie Parker, antes de que sucediera todo, antes de que se convirtiera en Charlie Parker; supongo que incluso esperaba algún incidente que ofreciera una explicación de porqué el, de porque le había pasado lo que le paso. Es algo que creía sin ningún motivo, pero que me decepciono al descubrir que no, que se trata del primer caso ya siendo Charlie Parker., ya iniciada su caza del culpable y, así en un sentido general, del mal. Quitando esta decepción, que se debe solamente a mi mala interpretación de un anuncio, la novela no decepciona y es lo que uno puede esperar de esta serie. La próxima parece que explicara – o eso he entendido yo, que ya veis de los que me entero – la relación entre Charlie Parker y sus dos amigos que siempre acaban salvándole a tiros con todo tipo de armas. Le tengo ganas, aunque ya veremos de que va al final.

Al final, un poco desesperado de no encontrar nada tentador en español en la casa del libro, me decidí (por fin) a coger una edición de bolsillo de Patria, ese fenómeno editorial que parece haber gustado a todo el mundo, razón que para mí la convertía en una novela sumamente sospechosa, con grandes posibilidades de no convencerme nada, pero oye, era barata y larga, algo bueno para el verano en Piles. No me ha parecido mala, pero tampoco me ha parecido buena. SI me ha parecido tramposa y excesivamente acumulativa: no basta con la relación entre las dos familias, la relación con la violencia etarra y con sus perpetradores, sino que hay que poner a una paralitica y añadir todo tipo de cosas que distraen de, más que complementan, la historia central: esa de la terquedad y la persistencia en la defensa de acciones incomprensibles e inaceptables solo por el vínculo de la sangre. Si bien no le quito méritos, se deja leer bien y la historia no es mala, ahora que ha sacado otra que encima para en Madrid la verdad es que no siento ninguna tentación de leerla, por lo menos de momento ya veremos para el verano que viene.

Acabadas mis últimas compras era el momento de volver a Piglia y seguir leyendo lo que no me quedaba después de un Valencia-Madrid en tren, es decir bastantes de sus cuentos completos incluso algunos que estaba seguro de no haber leído (como los casos del comisario Croce).

Ya he dicho otras veces que los libros de cuentos son difíciles de valorar ya que hay de todo, los hay excelentes y los hay que no son tan buenos. Con todo, la verdad es que siempre (pese a que en los primeros es excesivamente argentino) tiene grandes frases como “… sentía un vacío porque estaba todo menos él. La ausencia era eso. Un lugar que uno conoce y recuerda de memoria, como si fuera una foto, donde uno falta.”

También me gusta mucho está esa otra reflexión, que puede ser suya o de un tal Jakobson “Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Valdimir Naboov, dijo; Señores, respeto el talento literario del Señor Nabokov, ¿pero a quien se le ocurre invitar a un elefante a dar clases de zoología?” que es tan cierta en casi todos los temas docentes.

Por supuesto que cuando lees todos los cuentos seguidos notas que algunas reflexiones se repiten, como lo hacemos todos al contar historias, especialmente las que el autor considera brillantes como “El matrimonio es una institución criminal, dijo después. Una institución pensada para que con sus lazos se ahorque uno de los cónyuges. Ese es el sentido de la sentencia «hasta que la muerte nos separe». El crimen femenino es su resultado lógico. Las suicidas como Madame Bovary o Ana Karenina, dijo Steve, son utopías masculinas. Proyecciones invertidas del terror que provoca a os hombres captar la mirada asesina e sus mujeres. ¡Entonces las convierten en suicidas! Esas historias son cuentos de hadas para varones, fabulas tranquilizadoras, parábolas con moraleja. Cuentos contados entre hombres en la intimidad del vagón de fumar del expreso Paris-Moscú”. Digo esto inconscientemente, y siendo consciente, de que en general la violencia no se ejerce en el sentido en el que refleja esta cita y que existe más crimen masculino que femenino, que nadie me malinterprete o malinterprete a Piglia que creo que es consciente de esto, pero es lo tiene querer hacer una buena frase, que, a veces, obliga a reinterpretar la realidad.

Por acabar con los cuentos de Piglia he de señalar que me ha dado ganas de volver a hacer lectura retrospectiva y descubrir ese “La tumba sin sosiego” de Connolly, que obviamente no parece el mismo Connolly de Charlie Parker, y desconozco, y no me apetece inventarme (o todavía peor) buscar si hay relación entre ambos.De vuelta en Madrid, otra vez sin lecturas, encontré un libro en casa de Alvaro y Helena que alguien le debió regalar (a Alvaro, casi seguro) una navidad ya que me extrañaría mucho que se lo hubiera comprado el, excesivamente parecido a los pocos libros / revistillas que había en casa de mi abuela, una recopilación de cuentos, un Alfred Hitchcock presenta: cuentos que mi madre nunca me conto. Pues eso, que tiene cuentos de Roald Dahl, de Ray Bradbury y de otros dieciocho autores (otra vez puedo calcular, sin regla de cálculo, que son veinte cuentos) con su poco de mala sangre y en general, con sorpresa final. Entretenido de leer, pero tampoco ninguno especialmente destacable.



Ya casi, a finales de agosto, pude acercarme por mi librería de referencia de los Madriles (no os repito cual es, para no alargar esto, pero ya sabéis visitar ambas) y hacerme con lecturas y con poco fe pero por recomendación del hermano mayor de los Méndez (según mi teoría familiar, que no tiene por qué tener que ver nada con la realidad) cogí El Gabinete de los ocultistas. Pese a su título, no tiene nada que ver con el ocultismo y es una entretenida novela policiaca que se deja leer y en la que cada vez que ser reúnen los trece miembros del gabinete, uno aparece asesinado, lo cual no deja de ser divertido desde un punto de vista supersticioso, pero que tampoco me parece como para andar recomendándola.




Otra de mis compras y, si, por fin, mi última lectura de este mes fue Delatora. Si, la compre solo porque la autora es uno de esos nombres que siempre aparecen en las conversaciones sobre libros y que no recordaba haber leído nunca, no sé, es una de esos nombres que uno se supone tiene que conocer e incluso haber leído (o eso me parece a mí, que igual me confundo con otra). El libro es, en cierto modo (en ese apego entre verdad o familia), justo lo contrario de Patria, aquí una hermana delata a sus hermanos que han cometido un asesinato racista y tiene que vivir con las consecuencias familiares y sociales de eso, de ser una delatora. ¿en qué otra cosa se diferencia? Pues en que esta es una gran novela, centrada en lo que quiere contar y añadiendo solo las distracciones precisas.

Habla de las relaciones, de las que parecen complicadas vistas desde fuera, como la de los padres de uno :“Ahora que soy mayor he llegado a entender que su conexión estaba como las raíces de los árboles, llena de nudos, y era subterránea e invisible”; de esos recuerdos distorsionados que todos tenemos: ”un delicioso aroma ardiente, el aliento de papa, feroz e inconfundible, aunque yo no tenía in idea del porqué, no tenía ni ida de que había estado bebiendo(whisky), pero sabía que aquella ferocidad era el verdadero aliento del padre, el aliento del varón”; pero sobretodo del esfuerzo personal y emocional de hacer lo correcto. Me alegro de haberla leído y ahora le daré una oportunidad a sus cuentos u a lo que vea de ella.

Una buena forma de acabar el mes y, como siempre, ya sabéis mi consejo ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Sangre turbia – Robert Galbraith

Transbordo en Moscú – Eduardo Mendoza

V2 – Robert Harris

The Dirty South – John Connolly

Patria – Fernando Aramburu

Cuentos Completos – Ricardo Piglia

Alfred Hitchcock presenta: Cuentos que mi madre nunca me cono – Varios Autores

El Gabinete de los ocultistas – Armin Öhri

Delatora – Joyce Carol Oates

domingo, 22 de agosto de 2021

Comentario de textos Julio 2021

 “La masa cerebral se compacta como si fuera un bloque de cemento. Al seccionarlo, en el microscopio, se observa que cada una de las neuronas esta apelotonada, igual que una araña cuando la pisas. Cien mil millones de neuronas petrificadas una a una. Puede que se tratara de un suicidio celular masivo desencadenado por el pánico, pero nadie lo sabía en realidad.”

Así describe Rafa la neuronecrosis causada por las “misteriosas capsulas verdes” que aparecían hace veinte años en Sangre a borbotones y que, cortesía de la reedición de Tusquets, pues he vuelto a leer, a releer como intelectualillo que soy, y con la que diría que me he vuelto a reír como la primera vez, aunque, claro, encontrar esta referencia a la apoptosis e incluso aquel personaje, Don Jotabé, que: “Decía sufrir ataques elípticos. «¿No serán epilépticos, don Jotabé?» «Ni hablar: son puramente elípticos. Me olvido siempre de lo que más me conviene, ¿Qué pasa?» con los que, en cierta medida, me identifico ahora (que no entonces, que entonces, como todos me identificaba más con aquel “un tipo se toma un whisky y ya es otro hombre, pero es que es otro hombre también necesita una copa, ¿no? Es lo lógico, tiene derecho. Y así sucesivamente, que le vamos a hacer.”) indudablemente me ha hecho leerla de otra manera, no diría como una novela de anticipación, pero ciertamente de otra manera.

Igual alguno de vosotros, escasos lectores míos, tiene la tentación de releer el ejemplar, que seguro ya tenéis en casa, pero yo os recomiendo que os compréis esta nueva edición, no para que mi hermano suba como la espuma en las listas de éxitos y le lluevan los derechos a autor (algo que no va a pasar) sino básicamente porque en esta edición (en el epilogo) me hermano me menciona dos veces y mi vanidad me obliga a mencioanarlo ya que es algo que en sí mismo resulta sorprendente, pero es que como además no lo hace para insultarme o para quejarse de cualquier cosa de nuestra infancia o juventud, resulta doblemente sorprendente. Encima las dos cosas que cuenta son ciertas y, aunque él no lo cuente y sea difícil imaginarse como están relacionadas, las dos tienen relación a través de un juego de ganzúas. No digo más (que decía el otro) y si queréis saber porque me menciona mi hermano, a visitar vuestra librería de referencia o incluso las mías: ya sabéis Librería Méndez en la calle mayor de Madrid, o si andáis por el campo pues la Librería Fuenfría en Cercedilla donde el propio autor seguramente pueda ampliaros mis apariciones estelares en el epilogo.

En fin, con esta introducción y por aquello de que es verano y he pasado un par de semanas en Piles, lo que implica un montón de lecturas, pues hoy no hago ninguna reflexión de entrada y paso directamente a comentar mis lecturas que puede que esto sea largo (o puede que no, que no he tenido mucho acierto en alguna de mis selecciones).

Compre Trio porque pensaba que el autor era otro autor. Ya, ya lo sé, basta con leer la solapilla, en la que mencionan sus otras obras, para poder darse cuenta de que no era el que yo pensaba, pero es que tampoco estaba seguro de en quien pensaba (ya que también compre otra que, pese a ser de un autor diferente, pensaba que era del mismo autor; no del mismo que Trio sino del mismo que yo pensaba que era el autor de Trio pero que tampoco era el que yo pensaba. Ya, confuso o incluso un poco elíptico). El caso es que ahora mismo, un mes y medio después de haberla leído no consigo recordar absolutamente nada de esta novela. Cuando digo nada, es nada; así que no sé qué deciros salvo que diría que no merece la pena ya que no me ha dejado ni el más mínimo recuerdo ni tengo nada marcado para recordar. Podría ser excepcional, pero, sinceramente, lo dudo y me decanto más bien por un “Podría ser aceptable, dejarse leer” y poco más.



Tokio Redux la compre sabiendo, recordando incluso, que el autor no me convence y que prácticamente siempre que he leído una novela suya me he arrepentido de haberla comprado e incluso con la duda de si ya la había leído (no, había leído Tokio Year Zero, título que podrían haber traducido mal en este). Era la última oportunidad que le daba al autor y solo lo hacía porque me gustan las novelas que pasan en Japón – preferentemente las escritas por japoneses – para entender sus costumbres ya que creo que son el último país exótico (mucho más exótico, interesante y divertido, que cualquier tribu amazónica; donde va a parar).

Lo más curioso del libro es descubrir que hay costumbres locales que compartimos, y que están entre mis favoritas como la de “los precios escritos con lápiz en la parte trasera de cada libro” si bien con la diferencia de ubicación – aquí suele estar escrito en la primera página, de hecho, este lo tiene – y es una de esas costumbres que a mí me siguen fascinando y que no puede ser, espero que no lo sea, sustituirse por el código de barras ni por imprimir el precio en la contraportada. No, creo que los precios de los libros tienen que estar escritos a lápiz en la primera página, esta costumbre tiene que mantenerse cueste lo que cueste (aunque sospecho que el librero tarambana no la tiene).

También me ha resultado curioso, a nivel personal ya que puede que fuera el que diera nombre al colegio en el que estudio Alvaro, enterarme de quien era Willoughby y que tuviera relación con Japón: “el general de división Charles A. Willoughby, Sir Charles en persona – cuyo nombre de nacimiento era Adolf Karl von Tescheppe und Weidebach, también conocido como barón Von Willoughby – objeto de numerosas burlas, pero siempre a sus espaldas. Mano derecha de MacArthur, su «fascista favorito», el jefe de Inteligencia contaba con la confianza absoluta del comandante supremo y, por tanto, con carta blanca para hacer lo que le viniese en gana a quien quisiera”. Vamos, así, en principio, un tipo de lo menos recomendable para dar nombre a un colegio, salvo que hablemos de un colegio de corte militar.

Dicho esto, y sin que sea una mala novela, o casi tres separadas en el tiempo, pero conectadas por el mismo asesinato, creo que ya no le voy a dar más oportunidades al autor.

Mi otra confusión de autor fue Las furias invisibles del corazón, aunque por aquello de decir la verdad no fue totalmente una confusión ya que la lectura de la solapilla me aclaro que para nada se trataba del autor del que yo pensaba puesto que sé que no he leído la única novela, best-seller, que nombran en esta solapilla y que nunca me ha interesado lo más mínimo leer ese “El niño con el pijama de rayas”. Es decir, en este caso mi confusión duro poco y se resolvió antes de que comprara el libro, decidiéndome a comprarlo porque pasaba en Irlanda (aunque luego mucho no pase en Irlanda) y más que “un retrato magistral de la historia de Irlanda en las últimas siete décadas” es un retrato más amplio en forma casi de folletín con sus hijos bastardos y sus problemas de rechazo a la madre, en general a la mujer, pero también de los hijos adoptados y, ya puestos, a los homosexuales.

Pese a ser eso, un folletín, la verdad es que tiene descripciones alucinantes por realistas de algunas actitudes como la del padre (adoptivo) que “A veces me pregunto en qué me he equivocado. No lo crie precisamente para que respetara a las mujeres”; o la del funcionariado (ampliable, en mi opinión, a la empresa privada) en ese “tengo que volver al despacho. Alguien tiene que pasarse la tarde mirando por la ventana”, o de temas más extravagantes como ese “nadie debería casarse con la chica con la que ha perdido la virginidad. Es como aprender a conducir en un cacharro destartalado y aferrarte a él, el resto de tu vida, cuando ya sabes conducir un BMW en hora punta por una autopista atestada de vehículos”

La verdad es que, pese a su carácter de folletín, la he disfrutado y puede que incluso sea una buena novela ya que “Todo es posible – dije -. Aunque la mayoría de las cosas son improbables.”

Llegado a este punto del mes decidí marcharme unos días a Piles, a disfrutar de la playa, comer arros al horno, hacer poco (aunque me lleve el ordenador), pasar las tardes (parte de la mañana e incluso de la noche, para que engañarnos) leyendo, tomar el aperitivo y otras cervezas que la tradición y las costumbres locales dictan y poco más por lo que volví a avituallarme a la Librería Méndez (que no estaba el tiempo, ni uno es proclive, para acercarse a Cercedilla).

¿Una nueva novela de una serie de espías disfuncionales? Dicho y hecho, Tigres de verdad, sería la primera lectura de esta visita a Piles, para reencontrarse – entre otros – con esa cocainómana que “tampoco era una consumidora habitual, de los fines de semana no pasaba: de jueves a martes y punto.”, de ese jefe al que al salir por casualidad de una iglesia y cuando le pregunta que hace contesta “Visitar una iglesia, ¿y tú? ¿Cuándo dejaras que Jesucristo entre en tu vida? Hace visitas a domicilio, pero nunca está de más acercarse a su garito para saludarlo.; en fin, de esos caballos lentos tan diferentes de los caballos rápidos de LeCarre o Highsmith y otros autores, con los que comparten destino ya que “incluso los caballos rápidos iban a parar al matadero, pero el hecho de que los lentos llegaran antes era una de las pequeñas paradojas de la vida.”

De momento, con tres novelas de la serie leídas, a mí me parece una buena serie con ese punto de tristeza que viene de “la peor jugarreta que te gastaba la vida era dejar que la luz entrara en ella lo justo para que vieras lo maravilloso que podía ser todo para después apagarla de golpe, sin previo aviso” que en cierta medida hemos sufrido casi todos (por no decir todos los mayores de una cierta edad) y con esas descripciones de algunos grupos, digamos humanos pero con dudas, como “los conspiranoicos de internet, cuyo usuario promedio parecía ser el resultado de mezclar ADN de un hijo único, un suscriptor del Daily Mail y un bacilo toxico. El resultado final era un organismo egocéntrico, rebosante de rabia acumulada con el paso de los años y capaz de exudar mierdas venenosas por todos sus poros. Entre sus rasgos podía destacarse la propensión a escribir en MAYÚSCULAS, el más absoluto desprecio hacia los usuarios con otros puntos de vista – a los que consideraba como perros al servicio del poder – y la más absoluta ignorancia de que existía una cosa llama la navaja de Ockham.” de los que todos tenemos ejemplos cercanos que nos gustaría mantener lejos pero se resisten a ser expulsados.

La elección de Tres se debió sobre sobre todo a la editorial – y la serie – en la que estaba publicada ya las novelas negras en esta serie de Anagrama suelen dar muy buenas sorpresas (como la primera de Keer) ya que suelen ser novelas negras que se salen del canon convencional de la novela negra, aportando algo más. Esto pasa aquí. No os puedo contar mucho sin hacer demasiados spoilers de esos, pero se trata de una novela bastante fascinante sobre la seducción, o lo que seduce, y la dominación que a mí me ha gustado pese a no tener ninguna frase (creo) de novela puramente negra.

La escritora es un título malo, más que malo poco tentador, pero como no me suena haber leído casi nada escrito por islandeses (salvo algún cuento en un libro que se llama Hijas del frio que recuerdo con mucho apego) aunque según la autora al parecer la poesía islandesa es algo realmente importante tanto que en Islandia “los hombres nacen poetas. A la edad de hacer la confirmación ya cumplen con su inherente papel de ser unos genios. Da igual que escriban libros o no. En cambio, las mujeres alcanzan la pubertad y tienen hijos, lo cual les impide escribir”, puede que sea cierto lo de la poesía, pero lo que se trasluce en esta frase (y en general en el libro) es un machismo que uno – por lo menos yo – tiene dificultad de asociar con Islandia. Claro que mi desconocimiento de Islandia es total, enciclopédico diría si no fuera porque dudo que todo el conocimiento posible de Islandia de para una enciclopedia, tal vez para una pequeña adenda. Ni siquiera sabía que habían conseguido la independencia en 1944, ni siquiera sabía que eran “dependientes”, ni tampoco de quien dependían (parece que de los daneses) y lo único que al ver la portada era mi posible solidaridad con “uno de los miembros del jurado de Long Island dijo que el nombre completo de Miss Islandia sonaba como una cascada de piedras cayendo en un fiordo” ya que no tengo ni idea de cómo se pronunciaría el nombre ni, ya puestos, de cómo suena una cascada de piedras cayendo por un fiordo pero me parece probable.

Sobre Friday Black solo os puedo decir que es una recopilación de relatos (cuentos) y que es de lo peor que he leído últimamente. Carece totalmente de interés y encima los cuentos son tan aburridos y tan obvios que no hay por donde salvarlos. No, ni siquiera está bien escrito; una completa decepción. (Nota: no debo de ser el único que piensa que es mala ya que me ha costado lo suyo encontrar la portada en español de este libro, algo que no suele pasarme)

Como me marchaba a Piles, donde siempre me falta lectura y no hay demasiadas opciones de compra, pues cogí El Hijo del Chofer, pese a que estaba casi seguro que no me iba a gustar; muy difícil parecía que una crónica sobre la transición en Cataluña me gustara por mucho que anunciaran que “se lee como un thriller” (si, puede que se lea como un thriller, pero como un thriller de los malos, sin especial interés). Aunque como mi conocimiento de la transición en Cataluña, o en toda España, es solamente un poco mejor que mi conocimiento de la independencia de Islandia pues me he llevado alguna sorpresa como la de “el diario que impulsa Fraga, el diario que debe orientar el cambio político. Ya tiene nombre, El País, pero aún no tiene permiso.” Sorpresas te da la ignorancia – que no la vida – ¿Fraga era un impulsor de El País? Imagino que para algunas personas es una historia entretenida y que para los que conozcan el nombre de Quintà, alguien que “tal vez no haya otra voluntad que hacer daño cuando está en mano. Dañar. Intoxicar todo lo que pueda. Convertir la realidad en el cenagal donde habita su conciencia” les parezca interesante – puede que fuera uno de esos poderes facticos de los que tanto se habla – pero a mí me resulta indiferente y solamente me ha gustado la frase que le dice un conocido al que siempre ha despellejado y puteado (vamos una especie de archienemigo) cuando, tras caer en desgracia, le pide que le ayude, que le de trabajo: “siempre he pensado que es bueno tener un enemigo. En mi caso eres tú. Me gusta que siga siendo así.” Que me ha parecido una elegante forma de mandar a alguien a tomar por culo.

Con Irvine Welsh siempre tengo mis dudas: Trainspotting me gusto, pero porno no me gusto y Skagboys no conseguí leerla (pero esto fue, básicamente, culpa mía por comprarla en escoces; algo que la hace ilegible salvo para los locales de Glasgow o Edimburgo). En este Artista de la cuchilla, el protagonista es Begbie, posiblemente uno de los personajes más odiosos de Trainspotting, o más odiosos a priori y equiparable a un Martinez el Facha pero escoces y violento de verdad. Han pasado años y, extrañamente reformado, vive en california con su mujer y su hija habiéndose convertido – para su extrañeza – en un artista plástico cotizado cuando se ve obligado a volver a casa para el funeral de un hijo al que no ha conocido, pero al que se siente en la necesidad de vengar (tras aclarar su muerte). La verdad es que se lee bien y llega incluso a ratos llega a ser bastante divertida. Para mí la mejor reflexión fue algo que sentí en Nueva Zelanda “el hecho de conducir por la izquierda no le molesta tanto como el de estar sentado en ese lado del vehículo” que es algo que resulta difícil de explicar pero hasta como copiloto (en el asiento de la muerte) te sientes verdaderamente extraño en un coche que circula del revés de lo que debería (como les decía a los Neozelandeses y otros que me preguntaban, “Maybe you don’t drive on the wrong side of the road, but certainly you do not drive on the right side. Case settled”).

Como siempre mi carga para Piles se me quedo corta y me quede sin lectura. Además este año, para mí, es una tortura ir a tiendas ya que no soporto la mascarilla por lo que estaba a punto de ponerme a trabajar por la falta de lectura cuando Alvaro (que es un tío detallista y que está pendiente de estas cosas) me trajo – creo que del supermercado, aunque no estoy seguro de cual – Las Doncellas, que no tenía mala pinta y que venía avalado por Baldacci (lo que ya he dicho otras veces que no es una garantía no mucho menos; que estas cosas que ponen  en la faja no son de fiar). A ver, no es un mal libro y se deja leer, pero abusa de esa característica de estar esperando al giro final, durante toda la historia te presenta a un culpable viable, casi aporta pruebas (por supuesto retorcidas y no vinculantes) para convencerte de que este es el culpable, para en los últimos capítulos dar un giro casi total y sacarse un nuevo culpable que no te esperabas pero que tampoco podía ser otro ya que no hay demasiados personajes en la novela. Si no es uno, pues casi que será el otro y no, ni siquiera se te queda la cara de tonto ya que dices “pues vale”.

La verdad es que leído este Alvaro y Helena, en una visita a la casa del libro de Gandía para acompañar a Alicia a que se comprara cosas de adolescente – ni idea de que se compraron – volvieron con otros dos libros, pero… creo que estos ya se corresponden con el mes de agosto, aunque podría estar equivocado, pero así lo he decidido, así que hasta la próxima entrega no los comento. De momento, lo de siempre: 

¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

Sangre a borbotones – Rafael Reig

Trio - William Boyd

Tokio Redux – David Peace

Las furias invisibles del corazón – John Boyne

Tigres de verdad – Mick Herron

Tres – Dror Mishani

La escritora – Audur Ava Ólafsdóttir

Friday Black – Nana Kwame Adjei-Brenyah

El Hijo del Chofer – Jordi Amat

El artista de la cuchilla – Irvine Welsh

Las Doncellas – Alex Michaelides