Creo que esta vez sí que voy con retraso, puede que, incluso batiendo un record de retraso, aunque también es posible que no. Desde luego si es un record, es un record personal ya que el record de retraso lo tiene el carpintero de Piles del que empiezo a sospechar que su trabajo anterior estuvo relacionado con el monasterio de El Escorial. ASi de mal van las cosas, ya que además ahora tiene excusa puesto que en Piles hasta septiembre no se puede hacer obra. En fin, que ando muy deprimido con este asunto, sobre todo con la imposibilidad de avanzar, pero también con la gestión de estas cosas, en tratar con gente, que es algo para lo que soy un negado.
Es verdad que Piles está quedando bastante bien, incluso
excelente en mi opinión (pero yo soy parte implicada, así que mi opinión vale
poco). Ya solo falta que Constantin (el maldito carpintero) acabe, arregle todo
lo que ha hecho mal y… pues ya veremos si pintamos o lo de jamos con el aspecto
actual de loft, o más bien de nave industrial, con sus rozas por las paredes,
sus cables colgando y bueno, ese tipo de cosas.
Lo básico esta (casi todo, falta alguna cama y alguna
lámpara), incluso ya tenemos una nevera pequeña arriba para tener unas
cervecitas, agua y alguna que otra cosa para desayunar o para mientras jugamos
al billar, vemos una película en una pantalla de n pulgadas tirados en un
fenomenal sofá (respecto a si colocamos una diana de dardos, todavía hay cierto
debate; igual que sobre la máquina de flipper
o de marcianitos que es una cuestión generacional).
Y aunque todo esto está bien, incluso muy bien, lo más
importante para mí ha sido una compra que hicimos en el Lidl de una hamaca con su soporte de terraza con la que he vuelto
a descubrir no ya lo que me gustan las hamacas si no lo feliz que me hace estar
tumbado en una. No se explicarlo, me proporciona una sensación de ingravidez
que me fascina y me reconecta con toda mi adolescencia, una gran parte de la
cual me la pase tumbado en una hamaca en la terraza de Nicasio. He de reconocer
que es una de las cosas que más me gusta del mundo, no sabía que me gustaba
tanto, aunque como ya digo podía sospecharlo ya que el trozo de la terraza de
Nicasio en el que teníamos la hamaca era mi espacio personal en el que me
tumbaba a leer, a escuchar la radio (el golpe de estado del 23-F estaba tirado
en la hamaca cambiando de emisora cuando empezaron los tiros) o a hacer que
tocaba la guitarra para mis vecinas de la residencia de monjas que había justo
enfrente.
De verdad, una hamaca es lo mejor que hay, salvo tal vez...
dos hamacas… no por tener compañía, que es algo que no se necesita en una
hamaca, si no por tener repuesto si ocurre la tragedia de que se rompa (algo
que sucedió en la de Nicasio pero que se solucionó robando la que tenían mis
hermanas y nunca usaban).
En breve me marchare otra vez a mi hamaca, pero de momento
vamos con las lecturas, no del mes pasado si no del anterior, que así de mal
vamos (bueno, voy… que mis escasos lectores no lleváis retraso).
Ya conté el año pasado que me había reconciliado con la
Feria del Libro, así que este año también me acerqué por allí, dos veces. La
primera para descubrir que ahora (igual siempre aunque yo tengo un recuerdo
distinto) la feria cierra a mediodía y lo que es pero cierra en su totalidad
como un solo hombre, cierran todas las casetas y casi le ponen puertas al campo
(si, para mí el retiro es campo, campo abierto) casi intentan desalojarla; y la
segunda, tras ese primer fracaso, pues a visitar a mi librería de referencia y
a visitar alguna editorial con la alegría de descubrir que Sajalin (la que edita a Offutt)
tenía caseta propia y ahcerme con alguna otra novela.
Mi primera lectura, Ciudad
Muerta, obviamente fue de esa editorial, pero no de la América profunda,
como las de Offutt o el resto del country noir que está de moda ahora, si
no de una América más cercana (fílmicamente) como es la de la mafia de Nueva
Jersey y eso, pues, se nota. Desgraciadamente se nota para mal, ya que si bien
no es una mala novela es, en cierta medida, más convencional con sus pequeños
mafiosos intentando escalar posiciones en la mafia. Unos mafiosos, alguno de
los cuales “… en menos que canta un
gallo, acabo meando fuera del tiesto. Pero al dueño del tiesto no le hace
gracia.” Mientras que otros, los jefes, tienen las cosas mucho más claras “El éxito en los negocios, según Joe Zucco,
solo era posible mediante una combinación de miedo y respeto: miedo a la
traición y respeto por las consecuencias. Estaba convencido e que sin aquellos
dos pilares el crimen organizado sería una quimera.” Y claro, esta
combinación de mear fuera del tiesto con la necesidad de miedo y respeto pues
siempre permite crear alguna historia buena, pero en este caso no excelente. Se
queda en buena, aunque resulta curioso saber de “la mosca española”, una
especie de viagra natural cuyo nombre es, cuando menos, curioso.
A primeros de mes, también coincidí con mi amiga Maria de la
O en un evento “de trabajo” y, ella,
que sabía que coincidiríamos (yo también lo sabía) hizo una reunión unilateral
de nuestro pequeño círculo de lectores (más bien una línea que es lo más que se
puede hacer con dos puntos) haciendo, lo que podríamos llamar trampa, se
presentó con Tres veces al amanecer para
prestármelo (esta vez con retorno, ya que era la copia de su hermana). YO
recordaba al autor por su novela más famosa, Seda, que leí hace muchos años y de la que – como ya os imagináis –
no tengo un recuerdo especial, o no lo suficientemente especial como para
haberla mantenido ni en mi cabeza ni en mi biblioteca (seguramente ahora este
en una biblioteca de una residencia de la tercera edad en Castilla León). Se
trata de tres cuentos cortos, los tres con una pareja protagonista, que según
el libro son la misma pareja todo el tiempo (aunque unas veces tengan la misma
edad y otras diferentes, al parecer esto es por “…una lógica temporal que no es la que se manifiesta en nuestra rígida
realidad, sino que sólo resulta viable en la privilegiada mecánica de la
ficción”, así que yo, en mi simpleza, pues me las he leído como tres
historias diferentes, con la rígida lógica de la realidad propia de un
ingeniero. Las tres historias están bien pero solo eso, bien, incluso pese a
esta reflexión sobre la maldad con la que coincido plenamente: “… hay que ir con cuidado con la maldad
porque de joven parece un lujo que uno puede permitirse, pero la verdad es
otra, y es que la maldad es una luz fría en la que todas las cosas pierden su
color y lo pierden para siempre.” Y no, no me refiero (creo que el autor
tampoco) a un rollo del karma (que al fin y al cabo no es más que el miedo a la
venganza, del universo, pero venganza, al fin y al cabo) sino que más bien es
como esa frade de “Anger Is an acid that can
do more harm To the vessel in which it’s stored than to anything on wiich it’s
poured”. Sí, hay que tener cuidado con algunas cosas – como la ira y la
maldad – ya que a quien más daño hacen es a quien las ejerce o práctica.
Leídos estos tres cuentos era momento de pasar a La Furia, aunque solo fuera porque
pasaba en Irlanda, en un tiempo justo después de que, al parecer, según la
contraportada, los años de dinero a
espuerta y de una Irlanda prospera han terminado, algo que ya suena un poco
a ciencia ficción o a error tipográfico ¿una Irlanda prospera, sería un periodo
muy corto, no? El caso es que pronto salen personajes bastante creíbles como el
irlandés al que le llevan una botella de Jameson y saluda con un “- sean bienvenidos, usted y el señor
Jameson. – James siempre le insistía en que no era alcohólico – Esos pobres
cabrones – le dijo una vez a Tidey – tienen algo en el cuerpo, no pueden
elegir. Yo, en cambio, he escogido beber demasiado. Se lo que me hace, y no me
importa.”
Por supuesto, siendo Irlanda, además de no-alcohólicos hay
monjas y que aclaran grandes debates teológicos y los problemas de pederastia,
y otros excesos, en la iglesia irlandesa “Cuando
era una niña, los sacerdotes nos contaron como reconocer la línea que separaba
el pecado venial del pecado mortal, que ponía tú alma en peligro ¿te ha
proporcionado placer? Esa era entonces la medida de las cosas. Tu instinto te
podía extraviar. Pero el problema de verdad era cuando te daba placer. Creo que
es esa manera de pensar lo que condujo a algunos sacerdotes a hacer lo que
hicieron. Se decían que era algo que no podían evitar, una maldición de la
carne. Luchaban contra el demonio, y siempre y cuando pudieran convencerse de
que eso no les proporcionaba placer…” todo muy teológico, casi jesuítico.
En fin.
Pero toca otros temas interesantes como ese de “Cuando aceptamos algo sin hacer preguntas,
no es periodismo, es taquigrafía”; tan aplicable a estos debates que hemos
tenido y a si los periodistas pueden decirle a alguien “usted está mintiendo” (no solo pueden, deben); o el tema de los
músicos de versiones con ese “El pianista
interpretaba una versión con demasiadas notas de una canción de Sinatra”
que para desgracia de los oyentes es algo que les pasa a muchos músicos; o la
reflexión sobre los tratos con los abogados “Por
encima de todo, no había que aceptar el reto del abogado de la otra parte para
ver quien mea más lejos: lo abogados viven en los urinarios, y se las saben
todas.” En general, pues una buena novela.
En nuestro intercambio anterior Maria de la O me había
dejado El peon y me había comentado
que le había regalado a Cabut :14 de
abril, así que ya que lo tenían en la caseta de mi librería de referencia
(en la feria del libro, digo; ni en la cuesta de Moyano, donde tienen caseta,
ni en la calle mayor donde están las cosas mejor colocadas) y puesto que el
anterior me había gustado me decidí por seguir probando suerte. A ver, me ha
gustado, pero dudaría bastante de a) clasificarlo como novela, ya que es más
una colección de historias con un nexo, obvio, en común; y b) clasificarlo como
“No ficción” ya que por mucho que se haya documentado el autor creo, me temo,
que existe bastante ficción en el libro, en cada una de esas vidas truncadas o
modificadas ese día (en las que se echa de menos alguna historia de, llamémoslo
asi, “el otro lado”, que entiendo que existía).
Con todo, mi parte favorita, aceptándola como cierta, es la
capacidad para titular un fanzine (bueno, según el autor, un periódico) de Ramon Acín nada mas o nada menos que “La Ira. El órgano de expresión del asco y
de la cólera del pueblo”. Ahí es nada y luego dicen de los nombres de los fanzines punkies.
El detective Salvaje,
es una historia de esas en las que tiene más peso lo extraño de algunos
personajes que la propia historia (muy al estilo del autor) y aunque a veces
esto funciona, incluso muy bien, en este caso la verdad es que, a mí me parece
que, no funciona. Se deja leer, pero no aporta nada, en parte porque ni los
personajes ni las situaciones son los suficientemente absurdas (el protagonista
tiene una Zarigüeya, como mascota diríamos; algo que en principio es bastante
exótico, pero es que casualmente en mi siguiente lectura también sale una
zarigüeya como elemento raro, lo que ya deja de convertirla en algo raro). La
verdad es que no he conseguido destacar nada que me haya llamado la atención de
este libro (quitando lo ya comentado de la zarigüeya).
De mis compras de la feria del libro todavía me quedaba por leer la última de Offutt: El buen hermano en la que tenía puestas muchas esperanzas ya que, ya lo he dicho, me había gustado todo lo que había leído de él y bueno, podría ir de relaciones fraternales, teme que para los que tenemos hermanos pues siempre aporta algo. Se me ha quedado “muy escasa” y la verdad es que no me ha convencido nada, incluso creo que si hubiera empezado por esta pues es muy posible que no hubiera leído nada más del autor, o no lo habría leído con muchas ganas. La frase más divertida es esa de “Sorprende la cantidad de neoyorquinos que viven en Montana. El Oeste es lo que tiene, cualquiera puede venir y encajar, porque no hay mucho donde encajar” aplicable a Montana y, en mi opinión, a casi cualquier sitio rural, desde castilla la mancha hasta nueva Zelanda.
He de confesar que una de las cosas que menos me ha gustado
es que en la misma página aparezca “una egagrópila de búho” (con estas palabras
y no con tora cualquier para describir lo que regurgitan los búhos) cuando los
dos personajes que ven “la egagrópila” son del tipo de “… llevaba una escopeta
y derribo el árbol a tiros” ¿de verdad ese tipo de persona puede usar la palabra
egagrópila? No sé, se me hace muy raro, pero… igual Montana es así,
contradictoria.
La verdad es que ha hecho mucho calor y muy pronto por lo que pese a quedarme sin
lecturas antes de acabar el mes no me atrevi a cruzar el solar que es ahora la
puerta del sol y llegarme hasta mi librería de referencia y tuve que robarle a
mi hermana mi última lectura: Obras
escogidas. Novena Selección de Cornell Woolrich (AKA William Irish).
Obviamente, por aquello de ser ya la novela selección, no es lo mejor de
Woolrich (no es la venta indiscreta
ni la novia vestía de negro) pero la
verdad es que casi todos los cuentos se dejan leer muy bien y son
suficientemente entretenidos y con personajes interesante como ese detective al
que van a contratar y dice “es la clase de asunto que me gusta. Son ustedes
honrados los dos. Por lo que a usted se refiere, caballero – sus ojos se
clavaron bruscamente en Durand -, la cosa no ofrece dudas. Solo un hombre
honrado puede comportarse de un modo tan estúpido como usted parece haberlo hecho
– Durand enrojeció, pero no dijo palabra-. Y yo mismo soy un estúpido. Hace más
de una semana que espero en vano un cliente. Pero si su caso me disgustara por
uno u otro motivo, no vacilaría en rechazarlo.” Con el que me siento
identificado cada vez que rechazo un trabajo y que creo que diferencia a un
profesional de un mercenario, o a una persona de un abogado (según que
abogado).
También es muy divertida esa frase que le dice a un testigo
que tiene que identificar a una mujer “fea”, de la que le enseñan una
fotografía, y a otra “extremadamente guapa”., a al que solo le describen
someramente, y que solo acierta a recordar a la guapa ya que “La gente solo ve con la sangre, con los
latidos de su corazón. Ya que aquella que solo podía describirle con palabras
la recordó inmediatamente y sin duda la recordara hasta el fin de sus días.
Pero aquella cuya fotografía tuvo delante de sus ojos, es incapaz de
recordarla…”, en mayor medida esto nos pasa a todos.
En fin, pues hasta aquí hemos llegado y yo voy a pensar en
mi siguiente viaje hacia mi hamaca, pero vosotros que sois más activos pues ¡Divertíos
asaltado el castillo!
Lecturas
Ciudad Muerta - Shane Stevens
Tres veces al amanecer - Alessandro Baricco
La Furia - Gene Kerrigan
14 de abril - Paco Cerdá
El detective salvaje
- Johnathan Lethem
El buen hermano - Chris Offutt
Obras escogidas - Novena Selección - Cornell Woolrich
Me alegra que vuelvas, forajido. Poned la diana de dardos. Son muy divertidas. 1 abrazo.
ResponderEliminarUna alegria saber que tu tambien sigues... la diana caera casi seguro... ya tuvimos una de pequeños y realmente es muy divertido y... encima parece que es un deporte... asi que si... casi seguro... cuidate anonimo Arbesu
EliminarEn 14 de abril hay un pasaje en el que el padre Coloma dice a Alfonso XIII: la muerte está cerca. Y tan cerca, que puede estar a la distancia de diez minutos, de media hora, de veinte días, de veinte años, de treinta, de sesenta, de setenta lo más; y todo ello es cerca, y la gran prueba de que todo es cerca está en que siempre parece demasiado pronto.
ResponderEliminarInventado o no inventado, es magnífico.
¡Asaltaremos esa hamaca de tu castillo!
Si, esa frase la tuve marcada para "publicarla" pero, al final, como no era del autor pues no me decidí a incluirla. Siempre es demasiado pronto, salvo cuando es tarde.
Eliminar