Pues miro el calendario y veo que voy muy apretado para ponerme al día de mis lecturas de este año (ya es el día antes de la lotería de navidad y todavía me quedan dos meses de lecturas por comentar); pero yo soy consultor así que realmente me queda tiempo de sobra, incluso me sobraría para procrastinar pero como tampoco se trata de eso, de hacer las cosas solo por hacerlas pues voy a apartar los trabajos que tengo y ponerme a la tarea de comentar uno de los dos meses atrasados (diciembre no ira atrasado hasta enero, listillos). Vamos, que voy a procrastinar en serio de los temas laborales e incluso de la preparación de la felicitación de navidad. Ya digo, a procrastinar como un profesional.
Octubre es el mes en el que (si todo se conjura
favorablemente) viajo una semana a NYC para visitar mis restaurantes, librerías
y otros comercios que necesito visitar para tranquilizarme y seguir pensando
que el mundo todavía es recuperable (aunque no del todo ya que ahora no visito
los bares de noche que solíamos visitar; cosas de la edad, de la mía y de la de
mi sobrina, que ambas influyen).
Pero antes de ir a NYC me leí El retrato de casada, uno de esos libros que resulta extraño que yo
me compre ya que por una parte se supone que es, más o menos, histórico; y por
otra parte era de una autora que de la que no me había gustado otra novela que había
leído (cosa, que ni decir tiene, que solo me he dado cuenta al releer con calma
la portada y comprobar in-situ mis lecturas anteriores. Ya sabéis como es mi
memoria). La verdad es que pese a ser una novela histórica – quiera esto decir
lo que quiera decir – es entretenida de leer y bastante sorprendente en la descripción
de las relaciones matrimoniales del siglo XVI (según la contraportada) pero que,
lamentablemente, algunos de los usos y costumbres que retrata es posible, incluso
probable, que sigan vigentes en la actualidad y no solo en sitios lejanos de
esos a los que a la gente le gusta turistear y que les parecen culturalmente
fascinantes pese a que los usos de esas culturas les parezcan aborrecibles en
el mundo actual pero “son tan auténticos”. Pero, divago, y no quiero meterme en
este tipo de debates ahora mismo.
Entre esas tradiciones y creencias tal vez una con la que sí
puedo coincidir (como una cuestión no ya de fe sino de planteamiento) es esa de
que “…médicos y sacerdotes por igual le
han grabado en la cabeza que el carácter de los hijos lo determinan los
pensamientos de la madre en el momento de la concepción.”, ya que mi casa también
se decía eso de “es que me hicieron con mucho cariño” que sin referirse a la
madre de forma exclusiva si se refiere a la relación entre ambos perpetradores
del acto que creo que si es relevante.
Hace unos cuantos años ya – antes de la pandemia –debieron
modificar la normativa de ocupación de las tiendas (la cantidad de espacio
libre para la circulación de los compradores) lo que a algunas tiendas
(abarrotadas completamente) les ha quitado parte de su encanto que era
precisamente la acumulación de cosas, mientras que ha hecho otras visitables
por personas como yo. Este es el caso de The
Strand, que pese a ser, desde siempre, una de las librerías más baratas de
NYC (ya que básicamente se dedicaba a vender copias de libros que enviaban a
lectores para reseñas o ediciones extravagantes de cosas sin derechos de autor)
yo nunca visitaba con comodidad por la cantidad de mierda acumulada en la
misma, y sobre todo porque había un baño que siempre estaba averiado y el olor
a saneamiento era absolutamente insoportable incluso para mi que estoy
acostumbrado a visitar obras de saneamiento y soy bastante insensible a dicho
olor (que a veces me huele a dinero). Ahora parece que han arreglado sus
problemas de saneamiento, han dejado mas espacio (y también se han dedicado a
fabricar merchandising) por lo que en
esta visita he pasado el tiempo suficiente para elegir algunos libros
extravagantes.
El primero de ellos fue Science
Fiktion, que es una serie de cuentos de esos interrelacionados de ciencia ficción
alemana, concepto que no tenía ni idea de que existiera, pero que. Por extravagante,
pues podía tener cierto interés y que he leído sin demasiado – casi ningún – interés.
Tal vez, su interés sea meramente académico pero la verdad es que a mí la
parodia de los dos bloques (este y oeste) en época de la guerra fría pues no me
ha capturado en lo más mínimo, me ha costado acabármela y me ha dejado sin nada
que aportar a este blog ni a mis recuerdos.
Yo creo que fue el mismo día que descubrimos que mi sucursal
de McNally Jackson había cerrado, algo
que no solo afecta a la compra de libros – algo que, por ejemplo, mi sobrina no
sentiría demasiado – sino que tiene una gran influencia en la espera que
podemos asumir para cenar en nuestro italiano favorito, que es una actividad a
la que no se puede renunciar (aparte de sus pizzas mi sobrina no perdona sus zeppolinis de postre), el día que
descubrimos una nueva librería con posibilidades de convertirse en una favorita
de nuestras visitas (The Mysterious
Bookshop, que nunca podrá quitarle a la ya cerrada Partners & Crime su status de librería de policíacas, novela
negra y similares, favorita de toda la ciudad). Creo que fue ese mismo dia – o igual
otro – en el que descubrimos (tras tantos años de visitar la ciudad) una calle
por la que no habíamos pasado nunca y que era prácticamente una selva tropical
de tantas floristerías y tiendas de todo tipo de plantas que tenían; también localizamos
una tienda de billares – y accesorios de billar - que podría sustituir a la que había en
Broadway (y a la que nunca entramos porque no teníamos billar) pero que parecía
demasiado formal para entrar a cotillear (tal vez en otra visita vuelva a
aparecer y, ahora que tenemos un billar me dedica a entrar).
En cualquier caso, que divago, compramos varios libros en
esta nueva librería y entre ellos creo que estaba una policiaca china: Bad Kids, que la verdad es que sin
estar excesivamente bien se dejaba leer, aunque como dice una de los
protagonistas esto de la lectura no es para tanto y nunca hay que caer en
ninguna de las dos valoraciones siguientes:“He
acts like he’s better than everyone else, but all he knows how to do is read
books. Books aren’t that great; they’re just dead trees.”; vale que no es
nada especial esto de leer, pero lo de los árboles muertos igual es excesivo.
Claro que los protagonistas son unos chiquillos poco centrados en la vida a los
que no se les ocurre mejor idea que chantajear a un asesino (solo ligeramente
menos mala que la de amenazar con delatar a Bruce Wayne, aka Batman).
Como hay que variar de idioma y como me quedaba un libro de
mi librería de referencia (ya sabéis, la Librería Méndez de la calle Mayor de Madrid)
pues decidí leerme el que me quedaba: Venganza
que probablemente podría haberme comprado en otra de mis librerías de
referencia de NYC, Kinokinuya que me
fascina (especialmente la zona de papelería del sotano). La verdad es que es
otro de esos libros de cuentos enlazados
que parecen ser la moda ahora y que pese a estar bien tampoco tiene nada especialmente
relevante. Por lo menos, nada que haya marcado como relevante ya que ahora al
cogerlo se ha abierto por la página de los últimos títulos de la editorial (Tusquets) y me ha saltado a la cara el número
1040 de la colección que podría estar escrito por un alter ego nazi de mi hermano ya que el autor es un tal Reich (o tal
vez se trate de Fernando Pessoa. ¿quién sabe?)
Curiosamente cuando ya llevan varios años huidos por tierras
americanas uno de ellos tiene una morrilla que “He even recalled with fondness the stink of the Thames at low tide the
sewage along the Strand” (ya, debería haber habría estado mejor comprar
esta novela en the strand y con su baño averiado pero no se puede tener de todo);
el caso es que echaba de menos el hedor de Londres y eso que aún estaba en 1660,
mucho antes de ese verano de 1858 que se llegó a conocer como “the great stink” y que obligo a rehacer
el saneamiento de todo Londres (curiosidad ingenieril que no puedo evitar
mencionar de vez en cuando).
También resulta curioso enterrarse de que los indios – o algunas
tribus indias, al menos – tenían la costumbre de incendiar todas las praderas
cuando llegaba el otoño, con la idea de que se regeneraran, pero formando un
interesante estropicio, que ahora cualquier grupo ecologista estaría en contra
(o a favor, que nunca se sabe).
Black wings has my
angel (que procede de una de esas colecciones que se encuentran en Strand)
es, al parecer, una novela de culto de la novela negra, de la que yo, por supuesto,
en mi incultura enciclopédica, no había oído hablar en la vida. Una vez leída
es una novela como muchas otras sin mucho de especial que cuenta la típica historia
de una pareja que se dedica al crimen (él se acaba de escapar de la cárcel;
ella es semi-prostituta) y por supuesto están pensando, más que en traicionarse,
en cuando les traicionara el otro (la otra, más bien) pero que pese a tener
esta relación extraña tienen alguna reflexión buena sobre la vida en pareja: “there’s something so comical about that
kind of possessiveness. Because you can’t own anybody by
shielding them and bullying them and spying on them. It’s just the other way ‘round.”
Aquí es necesario aclarar que el cierre de McNally- Jackson solo afecta a la que
era – por ubicación – mi sucursal favorita y que no se debe a que les haya ido mal
ya que han abierto otra pegada al Rockefeller, teniendo otra en la parte baja
de Manhattan. Si bien, la del
Rockefeller no la he visitado, este año si me he acercado a la de la zona del
puerto (el año pasado no me acerque ya que la mia estaba abierta). He de decir
que si bien su ubicación es mucho peor para mis planes habituales de cena, es
una librería preciosa y bastante completa. Un gusto de librería que seguramente
vuelva a visitar en mis próximas visitas (a menos que reabran la del Soho que seguirá siendo mi favorita,
aunque solo sea en mi memoria) y en la que esta vez, entre otras cosas, me
compre Small mercies, la última
novela de Lehane que me apetecía mucho
ya que es uno de esos autores de los que me ha gustado casi todo lo que he leído
(algunas, tal vez, un poco menos).
De esta, si yo hiciera recomendaciones, solamente podría decir
que es altamente recomendable y que me alegro de haberla leído en ingles ya que
hay frases que posiblemente no me sonaran igual de bien en español como esa característica
familiar que yo suscribo: “it’s a Coyne
family trait-if you fell happiness, duck. Because the only thing
that could possibly follow happiness is pain.” Pero, para mí, ese duck le da un toque especial a la frase que no quedaría igual con
un “escondete” o “acojonate” ni con nada (creo).
Por otra
parte, me siento personalmente retratado en algunos de sus personajes y en sus
miedos e inseguridades como y casi siempre me pasa esto mismo “… they both smile goofily and wonder if
they should try another kiss, he realizes that what scares him about her is
what scares him about all intelligent women- that she’s smart enough to see,
very quickly, how completely full of shit he is”
En mi próxima visita espero poder incluir estas nuevas, o
recuperadas, librerías entre mis visitas casi obligatorias. Como esto tardara en
suceder y como todavía me queda un mes que comentar antes de fin de año, pues
me despido por hoy y como a mí no me tocara la lotería (por la imposibilidad física
de no jugar ni un centavo este año) solo que queda desearos que sobreviváis a las
navidades, suerte en los juegos de azar y ¡Divertíos asaltando el castillo!
Lecturas
El retrato de casada - Maggie O'Farrel
Science
Fiktion - Franz Fühmann
Bad Kids -
Zijin Chen
Venganza -
Yoko Ogawa
Act of
Oblivion - Robert Harris
Black wings
has my angel - Elliott Chaze
Small mercies - Dennis Lehane
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