Ya, ya lo sé: es casi septiembre y aquí estoy todavía sin
actualizar las lecturas de Julio. Demostrando una vez más mi incapacidad para
cumplir con los plazos y obligaciones que yo mismo me impongo. Supongo que,
como todos, soy demasiado permisivo conmigo mismo – aquello de la paja y la
viga en los ojos – o tal vez es que pese a todo no considero esto una
obligación y por lo tanto me permito retrasarla hasta que encuentro el momento
adecuado, en el que me apetece, ponerme a escribir sobre mis lecturas. Añadiría
sobre mis cosas, pero visto lo visto en las múltiples entradas anteriores
añadir esto seria, probablemente, inexacto, ya que al final casi nunca hablo de
otra cosa que no sean lecturas. En fin, es lo que hay. Lo intento, pero la
verdad es que se hace difícil. Sobre todo, empezar, elegir una historia que
contar y seguir con ella o coger una chorrada y a partir de ellas buscar una
historia. Dejar que las cosas, la historia se vaya enredando ella misma,
empezando por algo pequeño (digamos algo como que estoy timándome una bebida
completamente rosa que mi sobrina compro en su visita a esta parte del mundo) y
como tampoco es un color muy normal para alguien que no sea especialmente
aficionado a los cocteles (e incluso siendo aficionado debería decir aficionada
ya que extrañamente los cocteles de colores creo yo que sí que tienen ideología
de género) intentar recordar otras bebidas razonablemente rosas, como digamos
la sangría al final de una fiesta adolescente y a partir de ahí, yo que sé,
empezar a hablar de fiestas adolescentes. O podría obviar lo del color y
contaros que este mes he tenido la visita de mi hermana, Alvaro y obviamente
(esto ya debería haber quedado claro) de mi sobrina Alicia. Incluso podría
contaros que también – con la misma excusa – pues he aprovechado para visitar
Sydney e incluso contaros que cada vez me siento más como un viejo enfurruñado
ya que (sinceramente y que Susana me perdone) me ha parecido una ciudad
lamentable, sin nada digno de mención (salvo la existencia de un Kinokuniya,
que incluso es excesivo) y es que últimamente no me gusta nada o a todo le
encuentro pegas y cada día me siento más ajeno al mundo que me rodea. No, no
ajeno; más bien completamente indiferente. Pocas cosas consiguen despertar mi
interés últimamente. Podría, partiendo de esto intentar reflexionar sobre
cuando, o donde, he empezado a perder el interés en la mayoría de las cosas… en
fin, podría hacer muchas cosas, pero, todos sabemos que al final me voy a
limitar a comentar las lecturas y a prometer que otro día, ya, si eso, pues
hablaremos de esas otras cosas.
Llevaba ya un tiempo viendo Milkman en las librerías de la zona (dicho así, parece que sean muchas,
pero, ya sabéis que no) y nunca me había decidido a comprarlo por varias
razones, básicamente que tenía aspecto de ser un poco truño, una especie de
historieta de amor en la Irlanda de los conflictos. Supongo que al final me
decidí a comprarlo por no encontrar nada con un aspecto mejor y por darle un
voto de confianza a la escritora de la que ya había leído otro libro (ya
comentado en este blog) y que me había gustado, o eso creo recordar. El caso es
que la cotidianeidad de la violencia que en su anterior libro aportaba un punto
de reflexión aquí al identificarla en una sola persona – ese milkman, que es un nombre en código
genérico para un cargo, poco claro, del IRA
– pues queda un poco difusa y pierde interés, o más que interés pierde ese
estar en todas partes que tenía la violencia en la otra novela. Como curiosidad
mencionare que en un momento dado en un refugio del IRA hay una serie de
carteles de mujeres “inspirational,
prototypal past and present wonderwomen” tan variada que incluye desde
Marie Curie o Florence Nightingale hasta Dolly Parton y en medio de ellas a
Mariana Pineda. Extraña y sobre todo variada selección de posters para un
refugio de terroristas o de luchadores por la libertad o por ser más precisos
de “renouncers”
Y así, con este escueto comentario de este primer libro, como
quien no quiere la cosa resulta que ya ha pasado una semana y ya es septiembre
(7 para más señas) por lo que lo de cumplir el plazo, ya casi, como que no va a
ser posible.
Otro que tampoco tenía buena pinta era An American Marriage ya que, según la contraportada, se trata de la
típica historia de
joven-hombre-negro-con-prometedor-futuro-encarcerlado-injustamente y las
tribulaciones para mantener su vida, su matrimonio y ya puestos su cordura (lo
de típica obviamente no es lo que decía la contraportada que obviamente la
clasificaba de extraordinaria, explosiva y cosas similares). El caso es que,
pues es eso, le pongas los adjetivos que le pongas y para los cuales pues ya he
dado mi opinión: típica y sin mayor interés. Lo más divertido una anécdota que
se supone recuerda el protagonista de las navidades con su padre sacando
figuras de las cajas de mierda navideña que toda familia acumula: “Daddy extracted Balthazar – the swarthy
wise man – and stuffed the others back where they came from. What he planned for the six discarded white kings, I had no idea”. Digo
divertido pero lo digo solo por no decir curioso ya que si de verdad no quería
los reyes blancos – algo que puedo comprender perfectamente – ¿para qué volver
a guardarlos en la caja, encima junto a Baltasar, para tener que volver a
separarlos al año siguiente? Porque tal y como lo cuenta parece ese recuerdo de
todas las navidades que todos
tenemos, vamos, una especie de tradición.
Aunque por
supuesto la frase que mas me ha llamado la atención es: “the large orange clock over the sewing machine announced that it has
three thirty, a perfect right-angle o´clock.”. ¿En serio? ¿Las tres
y media, un ángulo perfecto de 90 grados? No, hombre no (dejar de mirar
vuestros relojes para comprobarlo), a las tres y media las agujas no forman un ángulo
perfecto de noventa grados. De hecho, si lo forman a las tres y no hay nada que
justifique la necesidad de añadir esa media hora extra para cargarse toda la geometría
y el funcionamiento de un reloj. Ni siquiera suena especialmente mejor.
Supongo que a estas alturas se hace necesario (o no) soltar
un pequeño micromachismo para explicar la compra de Disappearing Earth. Allá vamos, a ver… como lo digo… es tan raro
ver una novela de crímenes (actual, no hablo de los clásicos) en la Women´s Bookstore y casi increíble ver
una escrita por una mujer casi como encontrar un unicornio. Bueno, de hecho, es
más fácil encontrar alguna representación de un unicornio en la librería de
mujeres, ya que, bueno, eso, ya sabéis es una librería de mujeres. Sobre la
novela en si pues me temo que es un unicornio de la única manera que existen
los unicornios y, para entendernos, sería mejor describirla como un rinoceronte
que, aunque sea realmente un unicornio pues no tiene el mismo cache. Al fin y
al cabo, vivimos en el mundo de la imagen y un unicornio gordo y gris parece
que no es unicornio pese a que por definición lo es, y encima existe. Bueno,
que divago, y pese a no tener nada en contra de los rinocerontes, sí, estoy
usando el termino despectivamente para decir que no es nada buena.
Otra que lamentablemente tampoco es nada buena es The Bad Seed. Igual debería decir que The Night Book, que es la primera de las
dos novelas que vienen en este tomo es la que no es nada buena; de la segunda, Soon, pues no tengo opinión ya que la he
empezado, pero no he conseguido acabármela pese a intentarlo varias noches, aun
a riesgo de que se me callera el libro sobre la cabeza, ya que encima ambas
novelas son largas. Según la contraportada ahora ambas son una serie televisiva
pero por lo que yo he leído, más que serie yo hablaría de culebrón, de culebrones
de esos en los que de repente alguien descubre que la hija que dio en adopción ha
sido adoptada por unos amigos suyos (que por supuesto no saben nada de esa
hija). En fin, un poco lamentable, pero como todo libro, o casi todo, pues
tiene alguna cosa buena: “Natural means
letting nature takes its course. And nature doesn´t care about
healthy outcomes for all, only for the strongest. Nature says, if you´re
vulnerable, you die”. Pues eso otra razón para estar bastante en contra de
las cosas naturales y ya van no sé cuántas. Suficientes espero, pero me temo
que no.
Tras estos últimos fracasos y como el tiempo no acompañaba –
aquí es, era, invierno – pues me acerque a mi otra librería local, Unity Books, para re-abastecerme. La
razon para compárame Call Him mine,
es obvia o debería serlo con esa portada de narcotraficante con su monja en
armas pese a lo amarillo de la misma. Pues como anuncia la portada es
obviamente una historia centrada en los narcotraficantes mejicanos, algo que
siempre tiene su punto (pese a estar un poco demasiado explotado últimamente)
pero que lamentablemente no tiene la suficiente presencia como para enganchar y dejarte con esa sensación de
un buen libro. Se deja leer, pero poco más. Ningún personaje acaba de aportar
nada especial a la historia que por otra parte es la típica historia de unos
periodistas de investigación que son asesinados por los narcos y nadie le
importa.
La portada de A
mistake más que la portada de un libro pues parece la de una cajetilla de
tabaco. Pero a diferencia de lo que pasa con las cajetillas de tabaco, en las
que las fotos se supone que representan los daños del tabaco, lo malo que es lo
que hay dentro – si bien extrañamente casi todas las fotos de las cajetillas de
tabaco están retocadas digitalmente, lo cual pues dice poco sobre la publicidad
fiel e las mismas – pero sin especial relación (desde mi punto de vista) pues
en este caso si tiene relación con el libro ya que va – en teoría – sobre un
error médico en una operación. Digo en teoría porque realmente una de las tesis
del libro (para mi) es como cosas que en principio podrían parecernos buenas
pueden ser utilizadas, o tener resultados realmente desastrosos. Así, si bien,
en principio la publicación de un listado de errores médicos e incluso la construcción
de una métrica para medir como de bueno es un doctor parece una buena idea –
obligando a los médicos a tener cierta responsabilidad sobre sus capacidades y métodos
y permitiendo retirar a aquellos que pudieran no estar ejerciendo la profesión con
la calidad suficiente – puede (y por lo tanto, lo hará) convertirse en otro
factor de discriminación ya que los que puedan elegir – los ricos – elegirán a
los doctores con las mejores puntuaciones (no, no es que no lo hagan ya, que
soy consciente de que lo hacen) dejando a los médicos de mayor riesgo solamente
para aquellos pacientes que no pueden pagar a los otros médicos, a los de los
buenos resultados. En palabras
de la autora: “There are simple problems, complicated problems, and complex
problems. And then there´s just chaos”.
Por otra parte, como no sé nada de moda, pues me ha
sorprendido mucho que exista un nombre para “the
space between the rake of a shirt collar and the suit lapel” y más todavía
que el nombre es esto sea “the credibility
gap” (aunque no sé si esto es cierto o no, ninguna de las dos cosas, digo).
Todo puede ser, incluso que yo me compre dos libros con
portadas amarillas en el mismo mes (de hecho, pese a que odio el color amarillo
en general no preocupa nada más que para la ropa y puedo soportarlo en muchas
otras cosas, que quede claro) pero mi última lectura, Gun Love, pues también tiene una portada de ese color, combinada
con un morado desapacible. La verdad es que me lo compre por una frase de la
primera pagina “She knew all the songs. So
why would she get mesed and stirred up with this man” que me pareció muy
realista, como pese a las cosas que sabemos, con los libros, películas,
canciones, historias que hemos asimilado seguimos (unos más que otros) pues
cayendo en los mismos engaños. No sé, son de esas preguntas que uno siempre se
hace, como “even Hitler had a girfriend,
so why can´t I?” o aquello de “¿escucho
música pop porque estoy triste, o estoy triste porque escucho música pop?”.
Grandes preguntas sin respuesta.
Por cierto, que el libro no intenta responder a esa primera
pregunta ya que hay cosas que sencillamente no tiene respuesta y se limita a
contar una historia interesante reformulando mejor algunas reflexiones que
siempre me he hecho: “One day a scientist
is going to hear everything the plants are saying. Just wait for the day
when trees can tell us what it´s like to have their branches cut back. That day
is coming soon. Then the world Is going to have a real shock”.
Imagino que especialmente ciertos veganos, vegetarianos o
similares que descubrir que ahora mismo la única diferencia con los omnívoros/carnívoros
que comemos de todo es que ellos solo se alimentan de seres de movilidad alternativa
reducida (vamos, paralíticos que no pueden echar a correr por tener raíces) que
es como normalmente planteo yo esta reflexión.
Y también incluye
otras que no se me habían ocurrido pero que comparto, como está especialmente:“one of the things that are so troubling
about old photographs is that you know what happened afterward. It´s as if you
look at the photo and then zoom, just like a movie, you know what´s coming”.
Probablemente la razón por la que no me gustan demasiado las fotografías
antiguas, son pocas las historias que acaban bien.
En fin, pues aquí lo voy a dejar que según el calendario ya,
casi mañana mismo, tengo que ponerme a escribir las lecturas de agosto que si
no luego se me acumulan y es peor ya que voy atropellado y no es cuento nada de
mi vida aquí en Aotearoa (que tampoco es que haya nada que contar y si lo hay
pues ya os lo contare en vivo y en directo cuando pase – en breve – por los
madriles.
Lecturas
Milkman – Anna Burns
An american marriage – Tayari Jones
Dissapearing
Earth – Julia Phillips
The bad
seed (The night book and Soon) – Charlotte Grimshaw
Call Him
mine – Tim MacGabhann
A mistake –
Carl Shuker
Gun Love –
Jennifer Clement
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