Aquí estoy de nuevo, aprovechando esta tarde de sábado / mañana de domingo (no, no es que no sepa en que día vivo, ni si es por la tarde o por la mañana; es porque, aunque empiezo en la tarde del sábado igual se alarga la escritura y no lo termino hasta mañana), para escribir sobre mis lecturas (si, si, ya se, que llevo varias prometiendo escribir sobre otras cosas, pero… en fin, que “no me da la vida” que, al parecer dicen algunos grupos de jóvenes, y no tan jóvenes).
El caso es que ha sido un mes bastante interesante para mi
vanidad ya que un par de personas con las que trabajo habitualmente, ellos en
el papel de mis jefes y yo en el papel de experto (en mis cosas), me han pedido
si querría darles cursos o charlas de formación. Es algo que en gran medida me
ha sorprendido mucho ya que pese a que cada vez que me preguntaban algo yo les
contaba “un rollo” de los míos, contestando a su pregunta, pero también
comentando todo tipo de cuestiones colaterales, proporcionándoles opiniones
discutibles (refiriéndome con ello a opiniones no aceptadas, o no pensadas, por
algunos) y con sus toques de teoría y anécdotas que, seguramente, no venían al
caso. Bueno, que os voy a contar; ya sabéis, esa forma mía de contar según qué
cosas que es entre ordenado y disgregada, pero sobre todo verborreica por escrito y ellos jamás habían mostrado demasiado
interés en entrar en el debate que siempre propone uno cuando explica algo.
Vamos, que yo tenía mis dudas de que mis respuestas les parecieran ni tan
siquiera adecuadas, pero, mira tú por donde, parece que sí que se lo parecían y
que “les aclaraban” las cosas que preguntaba.
“… sorpresas te da la vida…”
que cantaban aquellos y aquel otro (que sí, que la versión original no es la
que yo canto imitando a la Orquesta
Platería, eso lo sabemos todos), antes de añadir “…si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos...:”
Claro, de momento estoy bastante contento, henchido de
vanidad (vamos, como siempre, que es algo que pese a mis inseguridades no me
falta), básicamente porque todavía no he dado ni el curso que me han pedido que
preparara (de momento solo he preparado el Syllabus que dicen los
profesionales) y tampoco he dado mi charla (clase magistral, prefiero llamarla
yo), aunque esta ya está preparada, y no solo en mi cabeza, a falta de pasarla
a limpio (que es cuando suelen darse las cosas por preparadas) sino que incluso
ya tengo la presentación (si, en PowerPoint, cual profesional).
Pues eso, que de momento todo bien… imagino que cuando de la
clase magistral (este jueves, justo antes de marcharme para Piles a descansar
un poco e incluso a ver si avanzamos con la contratación de la obra que
necesita la casa nueva) andaré menos contento ya que mis jefas (en este caso
ambas son chicas) habrán comprobado que igual no fue tan buena idea pedirme
esta cosa a mí, y que si al final lo del curso sale adelante pues igual y les
hacen una evaluación a los alumnos sobre el profesor (el que esto escribe) pues
igual me vuelven a suspender todos como en mi última participación en la EOI.
Ya os iré informando, si va bien… que, si va mal, pues me callare y lo dejare
correr para ir a lamerme las heridas de mi vanidad.
Eso sí… ahora me toca preparar un curso y conociendo lo que
me lleva a mi preparar este tipo de cosas pues… me temo que me he metido en un
buen berenjenal del que ya veremos cómo salimos, pero desde luego leyendo algo
menos y probablemente sin conseguir escribir de otras cosas que del curso… o
no, ya veremos, no adelantemos acontecimientos que luego las cosas funcionan de
formas muy raras, inescrutables que diría otros.
No todo han sido alegrías, sino que he recibido una mala
noticia, pero, como todavía no está confirmada al cien por cien, pues de
momento no os la comento ya que todas las decisiones son reversibles y puede
que al final la noticia no se produzca o que, pese a mis reticencias iniciales,
sea para bien.
Ya veremos, de momento solo puedo confirmar que este mes mis
lecturas no me han llenado de satisfacción, sino más bien todo lo contrario. Este
mes no he acertado con mis elecciones en mi librería de referencia de la
capital del Reino (del de esta España nuestra, digo) y mi primera elección Que no te quiten la corona que, así en
principio (sobre la base de la contraportada) no tenía mala pinta y podía
incluso tener un toque sesentero con su protagonista de edad madura y problemas
vitales por su alcoholismo y soledad , me ha resultado tan insoportable que la
he tenido que dejar poco después de pasar el limite teórico de las cincuenta
páginas. No sé, igual en algún momento le doy otra oportunidad a lo que parece
una aburrida historia centrada, por algún extravagante motivo, pero sin ninguna
gracia, en Cimino y Melville (ahí es nada, para que luego
digan de intensidad).
Tras esta decepción (siempre resulta penoso abandonar un
libro que uno ha escogido) volví a mi librería de referencia y cuando ya me
estaba yendo el hermano menor me dijo “has
visto la de LeCarre”, le dije que no, aunque la había visto de reojo y no
me había tentado mucho. Por mucho que lo intento no consigo pillarle la gracia
a LeCarre y la cotidianeidad de sus espías. En cualquier caso, al final cogí Proyecto Silverview, tanto por la recomendación
como por esa nostalgia de leer autores que gustaban a mis padres pese a que ya
sepa que no me gustan. Son cosas que no puedo evitar y menos en el caso de la gran novela postuma del autor, ya que
con eso uno entiende que no habrá más (ya veremos que esto de las herencias de
los escritores famosos es lo que tiene) y bueno, pues un último esfuerzo igual valía
la pena.
Es más, de lo mismo, de lo de siempre. Está bien escrita,
pero a mí no me ha despertado el interés. Eso sí, obviamente el homenaje a mi
madre queda servido solo con leer esta frase: “ya estaban en la cocina ayudando a su madre…. …Ocupándose además de que su madre tuviera en
todo momento un gin-tonic al alcance de la mano, porque no era que fuese alcohólica,
pero juraba ser incapaz de cocinar sin tener preparado algo fuerte que beber.”
Algo que también pasaba en mi casa con
mi madre, que siempre tenía un gin-tonic al alcance de la mano (además de otras
botellas para echarle a la comida ya que para ella todos los platos requerían su
poquito de coñac o de oporto o de cualquier otro licor) aunque en su caso no
creo que toda la frase sea aplicable.
Creo que Escombros
tiene una de las portadas más feas de los últimos tiempos y es casi un motivo
para no comprarla ya que parece una mierda de novela juvenil pero la verdad es
que a veces las portadas engañan y como era de un colombiano pues decidí darle
una oportunidad pese a ese aspecto de mala novela juvenil. La verdad es que no
es juvenil y tampoco diría que es mala, claro que tampoco diría que es buena o
no juvenil., creo que esperaba más del personaje principal que al final no ha
conseguido interesarme. Eso sí, me ha sorprendido mucho la información
contenida en esta frase: “así que mi viacrucis no fue maíz trillado como el de
Cristo que solo tuvo que subir un montículo, el Calvario, y con asistente, el Cirineo,
un judío muy bello, esterilizado, que le ayudaba a cargar la cruz”. No sé, en
mi imaginario personal y creo que en de todos está el de Cristo subiendo la
cruz hasta el Gólgota él solo, sufriendo bajo su peso y con una corona de espinas,
pero ¿ahora va y resulta que tenía un ayudante para llevar la cruz? Sorpresas
te da la revisión de la historia sagradas porque si, parece que lo del Cirineo (San
Simón de Cirene) es cierto, aunque no se sepa mucho de él, salvo que venia del campo. Ya ves tu, toda una
imagen tradicional queda subvertida.
Cuando tenía en mis manos El señor Wilder y yo, tenía muchas dudas ya que el titulo me parecía
curioso y con posibilidades de ser divertido (con Billy Wilder de coprotagonista, casi seguro sería divertido) pero
el autor… el autor me producía muchas dudas… estaba casi seguro que no me
gustaba., tenía la sensación de haber leído un par de novelas suyas que no me habían
hecho ninguna, o poca, gracia. Lamentablemente mi memoria tenía sus dudas sobre
el autor y al final decidí cogerlo. No es que fuera exactamente un error, pero
vamos, que me podía haber ahorrado la lectura de este libro en el que, desde mi
punto de vista, solo hay una historia razonablemente divertida: con Billy Wilder recorriendo granjas pro Francia
para tomar queso Brie y llegando tarde a un rodaje. Pero ya digo, solo
razonablemente divertida la mejor anécdota, el resto pues prescindible.
Los colores del adiós,
mi última lectura de este mes, es tal vez la que más se salva entre las
escogidas este mes y, creo, que es básicamente por ser un libro de cuentos, que
al ser más dispersos pues siempre hay más posibilidades de que haya algo bueno
en ellos. El caso es que si bien tengo la sensación de que me ha gustado no
consigo recordar ninguno de los cuentos y mucho menos nada especial de ellos
(no he marcado ni una sola frase) lo que, me parece a mí, no puede ser una
buena noticia respecto a la calidad del libro. Pese a todo, tengo la sensación de
que no me ha disgustado, pero, como digo, la verdad es que el listón estaba muy
bajo este mes.
En fin, pues eso que voy a ver si voy preparando mi curso
por si al final me lo contratan y vosotros pues ¡Divertíos asaltando el
castillo!
Lecturas
Que no te quiten la corona – Yannick Haenel
Proyecto Silverview – John Le Carré
Escombros – Fernando Vallejo
El señor Wilder y yo – Jonathan Coe
Los colores del adiós – Bernhard Schlink
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