The
expendable man – Walter Mosley
The
education of a poker player – James McManus
El invierno del dibujante – Paco Roca
Capitalismo canalla – Cesar Renduelles
El invierno del Dibujante - Paco Roca
Capitalismo canalla - Cesar Renduelles
El sanador místico – V.S. Naipaul
Villain – Shuichi Yoshida
Those we left behind - Stuart Neville
Darkness & Dawn - George Allan England
Really The Blues - Joseph Koening
The big Whatever - Peter Doyle
Tokio - Nicholas Hogg
The Killing Kind - Saul Black
Johannes Cabal. The Necromancer - Jonathan L. Howard
No sé qué me sucede últimamente que me encuentro, además de
con mi tradicional apatía, algo así como enfadado. No enfadado por nada en
concreto, ni con nadie especialmente, es tan solo un sentimiento de enfado
generalizado. Supongo que puede ser que en lugar de estar convirtiéndome en un
viejecito entrañable, o en un viejo verde, las dos posibilidades que manejaba
para mi vejez cuando pensaba en ella cuando como algo teórico y después de
haber desechado el convertirme en un “niño secreto” como Groucho en aquel tebeo
de “gruñidos en el desierto” me esté convirtiendo en algo más habitual en mi
familia y que es el modelo viejo gruñón. Supongo que esta es una probabilidad a
la que mi material genético apuntaba desde hace tiempo, sobre la base de los
antecedentes familiares. No tanto por mi padre que si bien tras toda una vida
de ser una persona amable, que le valió incluso el mote profesional de Don Pimpón, se volvió un viejo gruñón en
los últimos años de su vida (aunque justificadamente ya que sufrió una
hemiplejia en su última operación a corazón abierto) si no por el ejemplo del
padre de mi padre, mi abuelo paterno, que ciertamente siempre tuvo mal carácter
y era realmente, o al menos en mi recuerdo de él, lo que se podría denominar un
viejo gruñón en toda regla. Supongo que mi esperanza estaba en que todos mis
mayores afirmaban que yo era igual que mi abuelo Benito, mi abuelo materno, del
que la práctica ausencia de recuerdos, ya que murió de cáncer cuando yo era
bastante pequeño, unido a la leyenda familiar de que era un tipo afable (lo
suficiente para haber aguantado a mi abuela hasta morirse; o de haberse muerto
antes de amargarse aguantándola) me permitían imaginarme como un viejecito
entrañable. Sin embargo, pese a ese parecido legendario me temo que cada día
estoy más cerca de convertirme en un viejo gruñón, con o sin excusa, a menos
que consiga solucionar mis problemas de actitud o que el cáncer que ayude a
dejar una leyenda de mi persona.
Pero este no es el tema de hoy ya que, igual alguno lo ha
notado, no he escrito nada desde hace dos meses, habiéndome saltado un
comentario de textos, y habiéndome dejado algunas historias interesantes en el
tintero ya que parece que este año es un año de celebraciones que habrían dado
(algún día lo darán) para un par de post divertidos ya que además de cumplir
medio siglo resulta que también he cumplido un cuarto de siglo como Ingeniero
de Caminos (Canales y Puertos, incluidos) lo que ha producido algunos
reencuentros interesantes o cuando menos anecdóticos. Pero, si eso, ya os lo
cuento otro día.
Como ahora se me han juntado dos meses de lecturas este
deberia ser un post largo pero gracias a mi carencia de neuronas dedicadas a
recordar cosas a corto plazo prácticamente ya no tengo recuerdo de alguna de las
novelas que he leído lo que probablemente lo convierta en más corto de lo que
debería. Ya veremos.

En algunas historias la ausencia de un dato relevante, o
teóricamente irrelevante, hacen que toda nuestra percepción de la historia sea
diferente, cambiando totalmente la forma en la que percibimos la historia. Esto
es exactamente lo que pasa con el principio de
The expendable man donde un médico recoge una autoestopista en una
carretera de estados unidos y él está sumamente preocupado por este hecho, por
lo que le pueda pasar o lo que la gente pueda pensar y el lector no acaba de
entender que es lo que le preocupa, salvo que el medico vaya a resultar ser un
asesino en serie y por eso este preocupado porque le hayan visto recoger a la
joven autoestopista o porque la vean con él en el coche. Hay un cierto
desasosiego por parte del lector que se debe solamente al hecho de que el autor
nos ha ocultado, no lo ha considerado relevante, comentarnos que el medio es…
negro, siendo la autoestopista blanca y joven. De hecho este dato se revela de
forma implícita cuando conocemos a la familia del médico, no siendo para el
autor necesario mencionarlo explícitamente lo que obviamente a mí me recuerda a
un amigo de Álvaro que se pasó un día que por el
Morgenstern y que tras haberme dado todo tipo de datos sobre de que
conocía a Álvaro para que le diera recuerdos mientras nos tomábamos una
cerveza, solo en el último momento y como un hecho irrelevante que podía no
haber notado o no pensar en utilizar como forma de identificación, me dijo
“por cierto, soy negro”. Anda carajo,
pues menos mal que lo has mencionado; nunca se me habría ocurrido mencionar
este particular para describirte, tan irrelevante como si fueras pelirrojo. En
cualquier caso, la historia está bien escrita y luego se complica porque
obviamente la chica aparece muerta y tras haber sufrido un aborto lo que
obviamente deja al médico negro en una situación bastante delicada que le
obliga a investigar por su cuenta antes de que le acusen o directamente le
linchen ya que pese a pasar en California lo hace en un momento en el que los
problemas raciales tienen tendencia a resolverse de manera expeditiva. Como
curiosidad del libro resulta necesario, aunque irrelevante, constatar que por
lo menos en aquel momento Whopper aún no era la marca comercial de hamburguesas
que es hoy en día, si no que se refería a una mentira grande e infantil como en
“This was a child, telling her whoppers,
expecting them to be believed”. Curioso que eligieran ese nombre como marca
comercial de una
hamburguesa icónica.

Si el libro anterior ocultaba un dato durante gran parte de
la narración mi siguiente lectura tenía un título,
The education of a poker player, que para nada se correspondería
con el contenido del libro que básicamente trata sobre la infancia de un niño
católico en Chicago y que prácticamente no tiene ninguna mención al poker en
sus páginas. Es verdad, lo he comprobado
a posteriori ya que a priori parecía totalmente innecesario, que la contraportada
deja claro de que va el libro por lo que no puedo culpar totalmente al editor
del libro aunque algo de culpa tiene ya que la portada sí parece relacionarse
con los naipes. Definitivamente me tengo que fijar en más cosas antes de
comprar un libro ya que no solo es que no tratara de lo que yo pensaba si no
que ciertamente tampoco es un libro, en sentido estricto, sí no de una
recopilación de artículos/cuentos publicados en revistas y agrupados en forma
de libro. No están mal pero tampoco son especialmente buenos, faltándoles la
coherencia que uno espera en un libro (quiero decir en una novela) pero
tratándose de católicos por supuesto aparece el tema del destino y de las
coincidencias (o no) que le sirve para dejar una interesante frase sobre las
mismas:
“Timming was why anything big
ever happened, not to mention all the huge things that don’t”. Una forma de
ver el destino, tan culpable de lo que sucede como de todo lo que no sucede, es
decir, en gran medida indiferente a lo que sucede o deja de suceder.
Lo que si resulta innegable es que algunas cosas suceden
cuando no es el mejor momento: si un mes cualquier, de esos que me quedo sin
libros, y me veo obligado a ir a buscar cómo ir a mi librería de referencia del
campo, la librería Fuenfira de Cercedilla, sin conseguirlo para acabar
traicionado a mi hermano yendo a mi otra librería de referencia en Madrid, la
librería Méndez de la calle Mayor, me regalaran libros sería una cosa estupenda
pero si eso mes es justo octubre que es cuando todavía tengo la mesa llena de
los libros importados clandestinamente de NYC pues no es lo mejor, aunque
siempre es agradable.
Es verdad que siempre
es agradable que te regalen cosas aunque a veces la primera reacción sea de
estupor, o directamente de terror preguntándote para tus adentros “¿Por qué? ¿Por qué esto?”. A este
estupor, a estas preguntas uno se acaba acostumbrando cuando el regalo se lo
hace la familia ya que es normal que la familia de uno sea “extraña” y
realmente no acierte con los regalos, es algo que forma parte de la tradición y
de la naturaleza. No resulta preocupante ya que al cabo de unos cuantos años
uno ya ha asumido que la familia no tiene ni idea de cómo es uno, de que cosas
le interesan o le gustan, o bien ha asumido que estas cosas no le importen a su
familia. Si es un poco más inquietante cuando el regalo proviene de un amigo ya
que entonces uno no puede evitar preguntarse o bien “¿Cómo puede verme interesado en esto un amigo?” o bien “¿Cómo puede mi amigo tan raro?”
incluso, más normalmente, ambas cosas a la vez.

Sin embargo algunas veces uno no se hace ninguna de esas
preguntas y las cosas son más o menos normales y explicables como que Borja te
regale un comic,
El invierno del
dibujante, ya que a) los comics le gustan a todo el mundo y b) Borja es un
artista (artista gráfico convertido en pintor hiperrealista, con un pasado como
músico, y jugueteando a ser tatuador entre otras cosas). Además siendo un comic
español y sobre escritores / dibujantes de comics pues todo encaja y aunque
para mí la historia del comic español pues no me sea algo que me interese
especialmente pues todo encaja y encima se disfruta leyéndolo.

Algo parecido ocurre si Minguito te regala
Capitalismo canalla, ya que él es un
tipo muy concienciado y creo que incluso un poco “concienciador” (palabra que
diría que no existe pero que viene a ser como misionero o proselitista de las
ideas anticapitalistas).Que el libro pudiendo ser bueno, con una idea que
podría considerarse buena, sea malo, incluso muy malo no es culpa suya aun
cuando si sea el regalarlo tras habérselo leído. Incluso el hecho de que sea
malo le da más valor al regalo ya que obviamente cumple plenamente una de las
premisas (para mi) de un buen regalo: que sea algo que seguramente no te
cumplirías (aunque incumpla la básica de que te pueda interesar). En cualquier
caso puede que el libro no sea tan malo como me ha parecido a mí, que por
momentos me ha recordado a
American
Psycho salvando la distancia de el de Ellis parece un catálogo de marcas
comerciales y este simplemente un catálogo de títulos variados de libros, más o
menos, conocidos pero sin entrar en nada interesante. Los dos son libros
vacíos.

Obviamente las preguntas volvieron con toda su fuerza cuando
Samba me regalo
El sanador místico
ya que al ver la portada me pareció que efectivamente se había vuelto loco y
que por fin alguien había hecho feliz al tarado
Hare-Krishna de
“se te ha caído…. La sonrisa” de la
calle Fuencarral al comprarle un libro. De hecho al principio pensé que era una
venganza porque al final resulto que Samba sí que es el escritor de un libro
(algo de la
era k-pop) que había
comentado, no muy favorablemente en este blog (que no es de libros). Tanto me
debió de sorprender la portada que pese a ser yo claramente hierático – una
esfinge, casi – pues se me debió quedar tal cara de alucinado que intento
tranquilizarme por todos los medios posibles, asegurándome que no era lo que
parecía que le diera una oportunidad… y se la di…. Y me sorprendió… no era tan
malo como yo había pensado. Vale, tampoco era excelente pero si que resultaba
entretenido y curioso pese a ir de sanadores indios, ya que básicamente va
sobre una pelea entre dos sanadores por motivos espurios. Incluso tiene frases
buenas como
“un hombre puede aguantar
cosas grandes. Son las cosas pequeñas las que te desarman” con la que coincido
plenamente no solo en cuanto a los problemas si no en cuanto a las soluciones
ya que como dice Rafa
“es fácil dar un
cheque en blanco pero a veces solo se necesita calderilla, y esa casi nadie la
tiene”. Una agradable sorpresa que (no) me obligara a darle otra
oportunidad como escritor al bueno de Samba con el fin de confirmar si es solo
una buena persona o si también puede ser un buen escritor.
Además de regalos extravagantes en cuanto a libros mis
amigos y conocidos – convocados para mi cumpleaños – me dejaron otros cuantos
regalos incluso más extravagantes y sorprendentes, si bien la presencia de
algunos ya fue algo suficientemente extravagante y sorprendente. Pero, si eso,
ya os lo cuento otro día.

Cuando compro libros en NYC suelo tener mucho cuidado al
elegirlos, vale, no tanto como ya he comentado al hablar de otros, pero si el
suficiente para evitar comprar libros que ya me he leído. Esto es algo que
parece fácil pero que considerando las limitaciones de mi memoria no siempre
consigo, sobre todo si han cambiado la edición y eso es justo lo que me paso
con
Villain. Si, lo compre pensando
que no lo había leído y cuando llevaba unas cincuenta paginas me di cuenta de
que si lo había leído, incluso diría que no hacía mucho claro que como tengo la librería desordenada
pues no estoy totalmente seguro ya que no he podido comprobarlo físicamente
(tengo que acordarme de mirarlo). Así que de momento me salto la crítica de
este libro del que sí que recuerdo que me gusto, aunque no lo suficiente para
volver a leerlo por lo menos mientras tenga reservas, limitándome a dejar
constancia de mi estupidez.

No siempre me olvido de todo, hay veces que recuerdo al
autor e incluso recuerdo si me gusta o no me gusta. Claro que hay otras veces
en las que recuerdo al autor pero mi opinión sobre el mismo no es clara ya que
algunas de sus novelas me han gustado y otras pues no tanto o directamente no
me ha gustado. ¿Qué hacer entonces? ¿Compro su nuevo libro o lo dejo pasar?
Pues, aunque os sorprenda ya que como me conocéis sabéis que soy un tipo
metódico (como buen ingeniero), unas veces decido que compro y otras pues lo
contrario. No tengo claro si tengo algún criterio, supongo que sí, pero
posiblemente no. El caso es que con Neville, el que ya había leído tres (creo)
novelas, aunque eran de una serie, pues decidí darle otra oportunidad y compre
Those we left behind sobre todo porque
así podría decidir si era un autor destinado a pasar a mi lista de obligatorios
o si lo dejaba en el olvido y solo para casos de necesidad. Por increíble que
pueda parecer no me ha valido de nada y aun no se en que categoría
clasificarlo. A ver, el libro es correcto y entretenido, un best seller
convencional con unos niños y una policía y sin embargo ahora a un mes de
habérmelo leído creo que podría volver a leérmelo sin problema ya que no me ha
dejado ningún recuerdo y poco, o nada, puedo comentar del mismo. Supongo que
eso es bastante malo pero igual no lo suficiente; ya veremos en el siguiente.

Una serie que se llame
Doomsday
Classics es algo que obviamente atrae la atención y una novela
protagonizada por un ingeniero y su secretaria que se despiertan como únicos
habitantes de un NY post-apocalíptico resulta una premisa cuando menos
tentadora tanto por lo de que sea un ingeniero como por la previsión del autor
de dejarle con su secretaria que como todo el mundo sabe son absolutamente
necesarias, especialmente para un ingeniero.
Si además le añades el factor saldo ya que no se trata de una novela si
no de tres novelas en un solo tomo pues comprar
Darkness & Dawn resulta casi inevitable para casi cualquiera.
Bueno, pues este tipo de cosas es las que hay que evitar a toda costa; las
gangas nunca son buenas y escribir sobre ingenieros puede tener su gracia
siempre y cuando se trate de un ingeniero de verdad y no de un mecánico sin
especial interés. No es que estuviera a punto de dejarla a medias, es que
estuve a punto de dejarla en cada una de
las mitades de las novelas e incluso entre novelas pero confiaba – inútilmente
– que en algún momento la historia mejorara para poder ser clasificada como un
clásico incluso por un editor poco escrupuloso. No hubo suerte.
Really the blues
tiene otro de esos argumentos que casi te obligan a comprarlo: un músico –
aunque sea de Jazz – en el Paris ocupado por los nazis se ve envuelto en una
trama de asesinatos complicada con la resistencia. Pues, ¿cómo no vas a comprar
algo así? A poco bien que esta llevada la historia tiene que resultar
entretenida, y lo es… pero la verdad es que resulta pobre o por lo menos a mí
me ha dejado indiferente ya que ninguno de los personajes tiene la enjundia
suficiente para dejar la huella suficiente que te haga recordar la novela
especialmente.

Aunque pueda parecer que me dejo llevar mucho por los temas
de los libros tal y como los presentan los editores en las contraportadas la
verdad es que no lo hago especialmente y es más bien que me dejo llevar por
todo tipo de tonterías como, por ejemplo, que una novela pase en un país del
que no se nada o prácticamente nada, como es el caso de Australia y la razón,
además del título, por la que compre
The
big whatever ya que, al menos conscientemente, no soy capaz de nombrar un
escritor australiano y mucho menos un escritor de novela negra (casi
pulp) de las antípodas. Bueno, esto lo escribo
a posteriori ya que la verdadera razón por la que compre este libro
es porque me equivoque de Doyle y estaba convencido de que este era el de
La mujer que se chocaba con las puertas
(o un título parecido) que fue una novela que me gustó mucho en su día aunque
no tengo tan claro si otras suyas de (Peter Doyle, creo) que gustaron o no. En
cualquier caso la primera explicación es mucho mejor – me hace quedar mejor –
así que la mantengo y aprovecho para añadir este otro Doyle a la lista de
autores de los que merece leer otro libro antes de tomar una decisión
definitiva sobre ellos. Es una buena novela, en su género, que se lee
estupendamente y que resulta sumamente entretenida.

Hablando de títulos:
Tokio,
así a secas no tiene por qué ser un gran título ni un título pésimo, es más
bien un título un poco indiferente, pero si en la contraportada hablan de
sectas – de sectas suicidas, para más señas – poco importa que también hablen
de dos historias que entrelazan el presente y el pasado, algo que obviamente no
es tentador, la idea inicial mejora y aunque uno piense que para leer sobre
Japón es mejor leer a autores japoneses que a extranjeros hablando de una
cultura que no entienden pues uno se decide a darle una oportunidad si el libro
está en
Kinokuniya ya que es una librería
de referencia. Como era previsible, con sus pros y sus contras, es un libro que
no llega a estar bien del todo - la historia de la secta se queda sumamente
corta – pero que se deja leer pero uno se queda con la sensación de que lo tenían
en
Kinokinuya solo porque la librería,
la de Tokio, sale en la novela lo cual resulta un poco decepcionante.

Algunos libros no cumplen las expectativas depositadas y
otros si las cumplen, siendo casi exactamente lo que uno espera de ellos. En
este último grupo esta
The Killing
Lessons, no porque sea especialmente bueno si no porque es exactamente lo
que uno espera del título: un best-seller de asesinos en serie sin especiales
complicaciones pero de lectura entretenida. Un poco excesivo en cuanto a la capacidad
de aguante de sus personajes que están más cercanos a los superhéroes, o
superheroinas en este caso, que al común de los mortales que no encajaríamos tan
bien tantos golpes como ellos. Puede que más que una virtud del libro el
cumplimiento de las expectativas se deba a la actitud del lector ya que tampoco
esperaba mucho de el, salvo una historia razonable y razonablemente contada
aunque el encontrar una frase que poder decirle a Alvaro, que es incapaz de
irse a dormir a la cama por cansado que este, pues siempre alegra la lectura:
“Not sleeping in your bed when you could was
like not drinking from a wáter hole where you were lost in a desert”.

Y para acabar estos dos meses de lecturas – o para darlos por
acabados ya que aun estamos a veintiséis y seguramente aun leeremos algo mas –
que mejor que acabar con una serie ya conocida y de lectura agradable:
Johannes Cabal, The Necromancer. Si
bien no es el mejor de los títulos de la serie, la verdad es que las aventuras
de Cabal siempre resultan agradables incluso cuando como en este caso se trate
de una absurda apuesta con el Diablo y parezca un poco escrita rápidamente y
sin los detalles que le daban color al resto de la serie y la hacían algo
especial y de más divertida lectura. La verdad es que si no me equivoco esta es
la primera de la serie por lo que igual mi juicio de que le faltan los detalles
y se ha escrito rápidamente es un poco injusto y realmente es que poco a poco a
mejorado su escritura o por lo menos la mejoro en la segunda no siendo tan
buena en la tercera, pero puede que me equivoque y que realmente este bajando
la calidad de la serie, con la siguiente lo averiguare.
En fin, como es tiempo de promesas y compromisos (por eso
del fin de año) yo haré la mía en este blog que es la de intentar escribir más
a menudo y no hacerlo sobre libros si no sobre mi pasado y mis paranoias que al
fin y al cabo eran el motivo de iniciar el blog. Espero que no sea como vuestra
promesa de ir al gimnasio o de dejar de fumar y/o beber o este tipo de
promesas. Aunque nunca se sabe, si eso, ya os lo cuento otro día.