Hay que matar a Lewis Winter – Malcolm Mackay
El matón que soñaba con un lugar en el paraíso – Jonas Jonasson
Memoria
total – David Baldacci
Entry
Island – Peter May
No tengo ninguna gana de escribir esta entrada sobre libros,
preferiría escribir sobre otras cosas que tengo en la cabeza pero tampoco me
siento con ganas de escribir sobre ellas, o mejor dicho: tengo ganas de
escribir sobre ellas pero no sé cómo hacerlo, ni siquiera tengo claro si sería
capaz de escribir sobre ellas. Sospecho que no, que no, que no sería capaz de
escribir y que si supiera hacerlo no me gustaría escribirlo.
Lo que me gusta de escribir, como de casi todas las cosas,
es que alguien se ría, que sea un poco más feliz, aunque sea durante unos
breves segundos; si tengo la posibilidad de hacer un chiste, lo intentare: la
posibilidad de hacer una broma es para mí como el color rojo para los toros (en
la cultura popular ya que al parecer en la realidad los toros no reaccionan
especialmente al color rojo).
Para mí el mejor momento de escribir es cuando veo a alguien
– generalmente a mi hermana Helena – leyendo mi blog en su móvil y le sube una
sonrisa a la cara o dice una de esas frases que prácticamente usa siempre
conmigo (aunque no solo conmigo) y que forman casi el noventa por ciento de los
comentarios que me dedica, tipo “eres más
tonto” o “menuda chorradas que dices”.
Sin embargo creo que últimamente tengo “menos gracia” y cada vez son más
escasas las sonrisas que arrancan mis lecturas en mi hermana… necesito
recuperar el buen humor que he perdido.
Por supuesto también son grandes momentos cuando alguien
deja un comentario, aunque en general sea para decir que lo que cuento no sucedió
como lo he contado, que ellos estaban allí (problemas de poner nombres completos
de los protagonistas y de esa afición que
casi todos compartimos de buscarnos de vez en cuando en la red) y que nada de
aquello sucedió como yo lo recuerdo. Lo cual me extraña mucho porque en general
yo también estaba allí y os puedo asegurar que las pocas historias que os he
contado sucedieron como os he contado (igual con algún detalle no del todo
correcto). Todos sabéis de mi afición a la verdad (a los paréntesis) y a los
datos verificados y sobretodo mi casi total, absoluta y literal memoria.
Tal vez por ello no quiera, no pueda o no sepa contar esas
otras cosas que ahora están alojadas en mi cabeza; porque no hay casi ninguna
forma de extraer una sonrisa de ellas y porque no quiero mencionar a ninguno de
los personajes ya que son cosas que requieren un cierto control del flujo de información
(que dicen en los libros que venden en los aeropuertos y que tanto daño han
hecho a una generación convencida de convertirse en grandes gestores, bueno, en
aquellos que no incrementan las capacidades psicológicas de sus lectores con
una colección de tópicos de preescolar).
Sin embargo siento que por lo menos tengo que comentarlo
para evitar que se quede estancado en mi cerebro (algo que en las opiniones
medicas consultadas, y de acuerdo con estrenos TV, nunca no es una buena cosa) y
aunque no lo cuente para comentarlo con nadie igual puede ayudar a justificar
un poco de mi mal humor o de mi concentración de estos días (o de los próximos).
En fin, vamos a intentarlo.
Hay gente a la que nos resulta difícil etiquetar como amigos
(no, no hablo del Facebook donde para etiquetar a alguien de amigo no necesitas
nada especial; si no de la vida real), no son gente a la que llamarías un día
que estas un poco abatido para salir a tomar una cerveza ni a la que llamarías para
contarles un problema que sepas que no pueden solucionar y que sin embargo
conoces desde hace más de la mitad de tu vida, los ves ocasionalmente y te
preocupa que las cosas les vayan bien. Son ese tipo de gente que si te llaman
para tomar una cerveza, aun cuando no sepas si están abatidos, quedas con ellos
inmediatamente; ese tipo de gente que si te llama para pedirte que les
soluciones un problema que tú no puedes solucionar, no dejas de intentarlo por
esa pequeñez de que no puedas aportar nada. Ese tipo de buena gente con la que
has tenido una cierta conexión pero que sin embargo no has llegado a conectar
totalmente ya que vuestras vidas son completamente diferentes.
Incluso dentro de este grupo de gente hay categorías por lo
que para terminar de definir a nuestro protagonista hay que decir que siempre
le has tenido especial aprecio, un aprecio casi heredado ya que casualmente tu
padre era amigo (amigo de los de verdad) de su padre y que habiendo muerto su
padre hace mucho tiempo, cuando el protagonista era poco más que un chavalín y
tu aun no le conocías, esa amistad de
los padres, esa preocupación de un padre por el hijo de un amigo, ese cariño
(digamos) lo habías heredado, lo que le confiere cierto estatus especial en esa
categoría.
El caso es que esta semana habíamos quedado a comer, con más
gente ya que no llegamos no llega a existir esa amistad que te permite quedar
de uno a uno, para charlar un poco de todo tipo de tonterías, y para arreglar
el mundo o por lo menos para decidir que ya no tiene arreglo. Como siempre fue
una comida, digamos agradable si bien como todas las reuniones de gente que se
conoce desde hace mucho tiempo pero que no tiene tanto en común, digamos que
confusa. Fue agradable y confusa hasta que nuestro protagonista hizo una pausa
para contarnos que los problemas de huesos que últimamente le molestaban al
jugar al paddel (somos hijos de los
ochenta y esto se nota hasta en los deportes que practicamos, o en los que no
practicamos), si bien si eran de huesos no eran cosas de la edad y de aquello de
seguir haciendo deporte como si no hubieran pasado los últimos veinticinco años
por sus articulaciones. No, se lo habían confirmado: tiene cáncer de medula ósea.
Medula ósea, lo que lo hace inoperable aunque por supuesto tratable y él está
convencido de que lo va a superar.
Nosotros, yo por lo menos, también estoy
convencido, no sé si de si lo va a superar pero por lo menos de que no le va a
quitar las ganas de seguir viviendo y viviendo con calidad, viviendo como él
quiere vivir.
Estoy convencido por que no puedo estar otra cosa, porque
estoy seguro de que no se dedicara a la medicina alternativa (como el tonto el
haba ese que acaba de morir por no tratarse el cáncer y confiar en los remedios
naturistas) pero la verdad es que se me ha quedado estancado en la cabeza y no sé
cómo sacar el dolor que ahora mismo siento, por él, por su mujer, por sus niños,
y si también, egoístamente, por sus amigos o por los que no llegamos a ser
amigos, amigos.
Estoy convencido y sin embargo me he quedado un poco
abotargado (u otra cosa) y no puedo dejar de darle vueltas a ciertas cosas. Pero
no sirve de nada pensar más en ello, así que a las lecturas que es a lo que
hemos venido.


La verdad es que este mes he leído poco y de hecho llegue
casi hasta Jueves Santo con tan solo estos dos libros, pero el miércoles por la
tarde cuando estaba intentando hacer la compra para el puente decidí que en
lugar de comprar comida me compraba un billete de tren y me marchaba para Piles
a tomar un poco el sol o simplemente a cambiar de escenario ya que estoy un
poco atorado últimamente.
El caso es que si bien podía cambiar fácilmente la comida
por el billete de tren no tenía absolutamente nada que llevarme para leer en
Piles y ya era tarde para visitar mis librerías de referencia así que solo disponía
de lo que pudiera encontrar en la tienda de la estación de Atocha (aunque podía
haberme dado tiempo a pasar por la Cuesta de Moyano y comprar unos libros de
segunda mano, la verdad es que no me apetecía).

La verdad es que como todo Baldacci se lee bien y
entretiene e incluso, aunque desde el otro lado del espectro tinesico me siento
identificado con algunas descripciones del estado del protagonista: “un okupa vivirá en mi mente de por vida, y
da la casualidad de que soy yo”.
Con todo mi parte favorita procede que el hipertinesico además
tiene otra tara mental que es la de que ve colores según su estado emocional
(tiene un nombre pero no lo apunte y como buen atinesico no tengo memoria de
cual es) lo que le lleva a realizar el siguiente comentario (que suscribo porque
realmente tengo problemas con ese color): “El
amarillo no era ambivalente. El amarillo es hostil, malicioso. A veces los
colores eran certeros, tan bien definidos como los números, de hecho”.
Hablando de colores, nunca os preguntáis
¿Si los daltónicos que toman ácido también ven colores lisérgicos y psicodélicos,
o se pierden esta parte de la experiencia? Lástima no conocer ningún daltónico aficionado
a las drogas recreativas, me quedo con la duda o espero vuestros comentarios daltónicos.

La explicación, o la que da la novela, está en que durante
la hambruna de la patata no solo emigraron los irlandeses, más o menos por
voluntad propia, si no que los nobles escoceses decidieron que lo mejor era que
sus campesinos embarcaran por la fuerza a las colonias canadienses para dejar
de dar la lata y para no tener que preocuparse por darles de comer o
mantenerlos o puede que más probablemente por evitar una revuelta social.
La verdad es que la novela no es buena pero me ha encantado
la descripción de alguien que no es demasiado sincero como alguien que “en ocasiones es un tanto conciso a la hora
de decir la verdad” y también esta reflexión sobre la cultura actual (o
sobre la perdida de la misma): “había
encontrado por encontrar un sitio en un mundo que vive solo para el presente,
en el que la cultura es un bien prescindible, por muchas generaciones que se
hayan necesitado para darle forma”.
En fin, aunque dudo que haya algo en esta entrada que haga
ni tan siquiera sonreír a Helena, o a otro lector, por lo menos es una entrada
algo más corta que las habituales lo que seguramente agradeceréis ya que sin
humor mejor brevedad.