Tengo la sensación de que ha sido un mes bastante raro y lo
más curioso es que no tengo mucha idea de porque ha sido tan raro. Supongo,
pero es solo un suponer que se ha debido a la tensión creada por varios asuntos
relacionados con el Wurlitzer, al fin y al cabo estábamos metidos en unos
cuantos temas que se debían de resolver durante este mes de Septiembre.
Por una parte teníamos en marcha una ampliación de aforo que
nos había preparado un estudio de arquitectura, (digo lo de estudio por que es
como a ellos les gusta denominarse pero para los demás es lo que viene siendo una pandilla de arquitectos. Y no, no
añado el calificativo de negados al título
de arquitectos, ya que – no solo como ingeniero, si no como ser humano que ha
tratado con arquitectos – se, todos sabemos, que, salvo honrosas excepciones
añadir este adjetivo no aporta nada ya que va implícito en el titulo), ampliación
que después de realizar las obras propuestas por la caterva de negados, el técnico
del ayuntamiento, con más razón que un santo, había considerado que no era
aceptable, que era casi un “fraude de
norma” y la había denegado.
Como consecuencia de esta negativa del ayuntamiento (que habíamos
conseguido parar y que no fuera una negativa formal, si no provisional) habíamos
preparado, nosotros esta vez, otra solución con un poco más de obra y el técnico
tenía que venir a revisar, lo que obviamente creaba una cierta tensión. Si
bien, como todos los que me conocéis sabéis, mi vanidad es tal que obviamente
no debería preocuparme lo más mínimo que la solución fuera aceptada ya que yo había
participado en definirla por lo que, por definición, tenía que estar bien, lo
que si me preocupaba es que no cumplía con lo que decían las normas: no cumplía
la norma ya que esta norma (escrita por arquitectos) no era interpretada por
los arquitectos (ni los de la pandillita ni los del ayuntamiento) conforme a lo
que pone si no a lo que al parecer querían haber puesto en la norma y que
debido a su incapacidad habían escrito mal pero que afortunadamente todos ellos
interpretaban igual de mal (aunque con variantes).
Por otra parte teníamos que resolver un asunto laboral, o por
decirlo más claramente: un asunto de chantaje laboral en gran medida respaldado
por la ley. Un asunto sobre el que la verdad es que todavía no me apetece
extenderme pero que también era una importante fuente de tensión, más incluso que
el de la licencia ya que en este caso las opciones no estaban tan claras y
todas salvo una opción, una posibilidad remota (pese a ser la que se ajustaba a
la realidad) eran malas y esta única opción no dependía de nosotros sí no de la
posible interpretación de las posibles mentiras que determinadas personas
pudieran contar (corrijo: de las mentiras que esas personas ya iban contando y
que, para bien o para mal, incluso algunos conocidos, casi hasta amigos, se
estaban creyendo a pies juntillas, e
incluso iban repitiendo. No, no daré nombres porque ¿para qué? Ellos saben quiénes
son, yo sé quiénes son algunos y los demás casi seguro que también).
El caso es que fue un principio de mes, con cierta tensión y
con muy pocas lecturas ya que me faltaban las ganas de acercarme a mis librerías
de referencia pese a que tras el verano no me quedaba nada que leer y no fue
hasta que no a la vuelta de un viaje decidí pasarme por la librería del Circulo
de Bellas Artes que casi me pillaba de camino desde Atocha a casa y me compre
dos libros para saciar mi necesidad lectora.


La verdad es que con solo estas dos novelas, me había
plantado casi en el día veinte de septiembre y ya estaba pensando en un viaje
que tenía que hacer a Nueva Orleans para un congreso y que me tenía un poco
tenso. No solo por el hecho de ir solo y tener que pasarme todo el día hablando
en ingles en distintas reuniones sí no que además tanto a la ida como a la
vuelta tenía que hacer escala (lo que viene siendo hacer transbordo en otros
medios de transporte como el metro) y cambiar de avión que es algo que me
molesta bastante porque siempre creo que voy a perder la conexión (por mucho
tiempo que tenga) y que me acabare quedando atrapado en el aeropuerto,
completamente perdido y, ya digo: solo. Por supuesto que nunca me ha pasado
nada parecido y siempre he hecho las conexiones de vuelos sin ningún problema, pero es algo a lo que no consigo acostumbrarme
a cambiar de avión y cada vez – con todas las malditas e inútiles medidas de
seguridad – me crea más tensión.
Me habría gustado llegar al viaje con algún libro, ya que a
diferencia de otros aeropuertos en el de Madrid no hay una buena librería (solo
hay un puesto de venta de prensa con algún libro) en la que entretenerse un
rato mirando libros para acabar comprándose uno bueno.

Como alguno habréis supuesto mi plan era pasear por Nueva
Orleans – además de acudir a unas cuantas reuniones que tenía y que eran por
las que me pagaban el viaje – buscando lo de siempre: librerías, tiendas de
discos, tiendas de ropas, curiosidades; además de por supuesto tomarme unas
cervecitas y disfrutar de la ciudad. Obviamente suponía que Nueva Orleans tendría
buenas librerías por lo que no andaba preocupado por no tener nada que leer
(salvo terminar el libro que había comprado en el aeropuerto); lamentablemente
o no lo es o yo conseguí esquivarlas todas (esta es una habilidad que
curiosamente tengo: la de esquivar cualquier cosa que esté buscando en una
ciudad. Soy tan hábil que puedo recorrer veinte manzanas de NYC sin encontrar
un StarBucks o similar).
Pese a que la feria y sus actividades sociales me tenían
bastante entretenido por el día desde un ahora bastante temprana al segundo día
ya andaba un poco desesperado por localizar una buena librería. El tercer día,
domingo, estaba pensando en asaltar una Little
Free Library y llevarme prestado uno o más libros sin dejar ninguno, como
si fuera un atentico español (bueno, no del todo autentico porque para un auténtico
español cogería todos los libros sin tener ninguna intención de leerlos – solo porque
estaban allí – y yo quería leer alguno) pero me contuve pensando en que no era
la mejor forma de participar en este proyecto (algo que tengo intención – ya veremos
en que queda - hacer en Piles el próximo verano instalando mi pequeña librería gratuita).
Como no robe ninguno y tampoco encontré ninguna librería interesante
acabe llegando al aeropuerto de Atlanta – para hacer transbordo hacia Madrid – sin nada que leer (una vez más) pero
llegue confiado de que era un aeropuerto importante en el que seguro que había
una buena librería o por lo menos un puesto de Hudson News bien equipado en el que abastecerme además de chucherías
para el viaje (y para Alicia) de algún libro.

Nada más volver y para terminar el mes lo único que quedaba
era celebrar el aniversario, el décimo del Wurlitzer, y por si os lo estabais
preguntando con todos los asuntos arreglados: con el aforo ampliado hasta un
nivel que parece increíble y que esperamos por una parte esperamos no tener que
usar pero por otra esperamos que nos sea necesario muchos días, sobre todo en
muchos conciertos; y con el tema del chantaje zanjado y camino del olvido.
Escribo esto a día doce de octubre y he de confesar que de
momento solo me he leído un libro este mes
por lo que parece que también será un mes tranquilo en cuanto a lecturas
aunque ya veremos que en un par de días me marcho a NYC y McNally Jackson me estará esperando con novedades, clásicos y otros
libros tentadores para el otoño invierno (o eso espero; eso y encontrar alguna librería
nueva tentadora que sustituya a las que han ido cerrando estos años). Ya os
contare, ahora solo decía esto por daros un poco de envidia.
Por la mañana me habré ido – Adrian McKinty
Jaque al Rey – Michael Dobbs
El Murciélago – Jo Nesbo
The Drifter – Nicholas Petrie