Si, al final ha pasado lo que todos anticipábamos, algunos (los mas previsores, los que saben quien es el asesino desde la primera pagina de casi cualquier novela) desde la primera entrada de este blog, y me he saltado un mes de compartir mis
comentarios de textos, sin ningún motivo realmente especial.
Como digo, y por
vuestras muestras de apoyo e interés veo que ninguno de vosotros pensaba que hubiera motivo de preocupación, no ha habido ningún motivo importante para saltarme mi cita mensual:
no he estado incapacitado ni nada parecido pero vamos, que gracias por
preguntar, uno se siente más relevante cuando tras faltar a una cita recibe
mensajes de interés o apoyo. Ya, ya sé que “una sola falta” no es indicador de
nada pero si tienes una “regla” muy regular y una interesante vida sexual la
“primera” falta puede ser un indicio de preocupación. Como no es mi caso – por
lo de la vida sexual, digo – pues entiendo que no estuvierais preocupados y
para “quitaros” ese peso de encima este mes adelanto “mi regla” y escribo antes
de que se acabe el segundo mes.
Podéis estar tranquilos: parece que no estoy
embarazado aunque el viernes que viene tenga cita para hacerme una ecografía y confirmar este punto e incluso, si fuera el caso, el sexo de mi futuro retoño.
En cualquier caso este mes era el de volver a visitar mis
librerías de referencia – tras agotar mi pequeña maleta neoyorkina. Pese a
que el tiempo, extrañamente primaveral, podía/debería haber dirigido
acertadamente mis pasos hacia la Librería
Fuenfría de Cercedilla, que la verdad es que ya me vale y que espero que
vosotros menos sedentarios estéis visitando en mi nombre (aunque el librero
Tarambana no me ha informado de casi ninguna visita extravagante, por lo que
tengo mis dudas sobre vuestra actitud), pero mis ya tradicionales problemas de
movilidad y mi escaso interés por lo que viene siendo el campo hicieron que me
decidiera por acercarme a la calle Mayor, a la Librería Méndez a los que también tenía abandonados por aquello de
las lecturas en idiomas extranjeros.
Tan abandonados les había tenido que al entrar tuve la
sensación de que me había equivocado de librería ya que me parecía más luminosa
y todo estaba como un poco descolocado (respecto a su disposición habitual).
Cuando ya estaba casi convencido de que, por extraño que fuera, me había
equivocado de librería y que en lugar de en la Librería Méndez me había metido
en una nueva librería de esas más modernas que debían de haber abierto en la
misma calle mayor (porque de eso estaba seguro: estaba en la calle mayor) para
aumentar mi confusión me saludo uno de los hermanos Méndez y me percate de la
presencia del otro hermano Méndez al final de la librería. Algo extraño estaba
pasando. ¿Podía ser que mi memoria hubiera olvidado la disposición de la librería?
¿Podía tratarse de un truco de marketing de unos hípsters impostores? ¿Me había
desorientado y no estaba en la calle mayor o ni siquiera estaba en Madrid?
Parecían opciones poco probables (salvo la de haberme olvidado de cómo era la
librería, que eso podría ser) que se demostraron falsas cuando ambos hermanos
Méndez, con ayuda de un desconocido (para mi), se pusieron a intentar sacar una
mesa de la librería. En ese momento comprendí que igual solo habían hecho un
poco de reforma, o bastante reforma quitando un murete que había y dejando un
espacio bastante más diáfano que hace la librería más amplia.
Tranquilizado por la compresión de lo que había sucedido y
confirmado que efectivamente estaba visitando mi librería de referencia de
Madrid ya me pude dedicar a intentar ubicarme entre la nueva disposición de las
secciones de la librería (que finalmente no han cambiado tanto, o que
rápidamente han sido internalizadas por mi cerebro, pero que siempre son una
buena excusa para acercarse a visitarlas) y a seleccionar mis lecturas para el
futuro próximo.




Respecto a Berlín, pese a tener la compañía de Álvaro, que
si estaba convencido de que Berlín le iba a gustar (sus conocidos hacen
verdadero proselitismo de la misma) para pasear la ciudad (que nos cruzamos
andando de este a oeste y de norte a sur hasta salirnos del mapa por todos los
extremos) disfrutar de unas cuantas cervezas y de un par de comidas decentes yo
no he cambiado mi opinión y me parece una ciudad pobre y desangelada (eso sí,
tengo que reconocer que lo de poder fumar en los bares mientras bebes cerveza
es algo que alegra mucho las noches, puede que lo suficiente como para que
acabáramos desmontando ese mito de que en Berlín los bares nunca cierran y
acabaran prácticamente echándonos de un par de bares para poder cerrar).
La razón por la que me salte el comentario de textos de
Marzo es que este año la semana santa ha caído muy pronto, a primeros de abril,
y no me dio tiempo antes de irme a Piles a escribir mis comentarios ya que
había estado, y sigo, procrastinando con algunos trabajos que tengo que hacer.

Pero las mejores frases quedan reservadas a otros personajes,
uno de los cuales en sus propias palabras “Soy
(¡Gracias a Dios!) constitucionalmente refractario a la razón” refleja, desgraciadamente,
como es mucha gente en la actualidad, o aquel otro que aconseja “que vuestra fe sea como vuestros calcetines
y vuestros calcetines como vuestra fe. ¡Ambos sin mancha y preparados para
ponerse en cualquier momento!” que toma mucho más sentido, en mi caso, cuando
compruebas que la has leído con unos calcetines de estar por casa llenos de
agujeros, como era precisamente mi caso. Una relectura entretenida que obviamente me impulsara a buscar Robinson
Crusoe en mi biblioteca en la esperanza de no habérselo regalado a los
ancianitos de Castilla León que seguramente lo estarían usando para tomar
importantes decisiones vitales y aunque peor que con el I-Ching o el Tarot no les
puede ir, tampoco creo que les haga mucho bien (ni mucho mal). Es un libro que
merece la pena – un clásico, vamos – con una estructura interesante en la que
la historia se desarrolla en la voz de distintos protagonistas sucesivamente.
Obviamente irme a Piles con un solo libro, por gordo que
fuera el mismo y por mucho trabajo que me llevara para avanzar, no parecía una decisión
muy acertada pero, como ya he comentado, estaba cubierto por haber dejado allí el libro de Pulp Fiction que tenía casi sin empezar
(solo cuatro cuentos de los treinta y tres que tenía) así que estaba
razonablemente tranquilo ya que es una lectura entretenida y variada (bueno,
todo lo variado que llega a ser el Pulp). Me
lo leí entero y hay de todo, como en botica, crimen, mujeres fatales e incluso
un par de historias sobre vampiros y, como no, alguna frase verdaderamente
memorable: “Long ago I’d learned that
there was nowhere a man could be lonelier that at a party” que, al menos
para mi, es completamente cierta y la razón por la que no acudo a algunas
fiestas en las que se que no voy a estar a gusto ya que no hay nada peor, nada
que te haga sentirse más solitario, que estar en una fiesta en la que no
encajas o en la que no estas a gusto (también es la razón por la que ahora que prácticamente
no bebo tiendo a abandonar las fiestas y las reuniones sociales pronto).

Realmente he leído otra novela este mes de abril pero como
se trata de una novela que me ha gustado y cómo es posible que este mes de mayo
que empieza lea poco – debería dejar de procrastinar con mi libro y con otros
temas (como contar otras historias en este blog que no sean de libros o que lo
sean y terminar la revisión de mi biblioteca y de mi donación a los ancianitos
de Castilla León junto con la revisión de la discografía de Alvaro) – me la guardo
para el mes siguiente que espero no “tener falta” o que en caso de tenerla la ecografía
confirme que es mi hígado lo que da problemas (algo que yo, y todos salvo mi médico,
ya sabemos) y que no tendré faltas en los ocho-nueve meses siguientes.
Conclave – Robert Harris
Bajo los montes de Kolima – Lionel Davidson
La Pianola – Kurt Vonnegut
Una librería en Berlin – Francoise Frenkel
La Piedra Lunar – Wilkie Collins
El número 11 – Jonathan Coe