Imagino que estáis pensando que este mes no tengo ninguna
excusa para escribir tan tarde, al fin y al cabo, llevamos ya más de un mes “confinados” lo que, en principio,
parece que debería proporcionar tiempo más que suficiente para escribir antes
de llegar casi a final de mes, de mes vencido por así decir. Pues os equivocáis
completamente, yo soy un profesional y siempre, siempre puedo y debo encontrar,
por lo menos, una excusa para mis acciones por injustificables o estúpidas que
estas sean.
Además, en este caso las excusas son múltiples: empezando
por el propio hecho del “confinamiento”
que por no ser elegido y decidido por uno pues le sume a uno en un estado de
apatía más o menos total del que es difícil salir, y que hace que se requiera
más voluntad, o tener algo de lo que escribir para sentarse; pasando por el
hecho de que puestos a escribir parece inevitable hablar de la situación
actual, algo que resulta difícil de hacer en este momento ya que por muchas
palabrotas que uno diga en su vida cotidiana, no es lo mismo decirlas que
escribirlas; que al fin y al cabo mis padres gastaron mucho dinero en llevarme
a un colegio de pago y no es cuestión de decepcionarles; y terminando por el
hecho de que se trata de un confinamiento “expandible
a poquitos” (supongo que para no asustar a la población, a los niños de
papa estado) pues uno no sabe qué hacer, que tiempo tiene por delante y que
actividad empezar, si es que uno quiere empezar alguna durante este periodo.
Excusas, explicaciones siempre hay y si no las hay, uno
siempre puede buscarlas y encontrarla; incluso alguien como yo que solo respeta
este confinamiento de forma parcial y solamente por imperativo legal como si fuera un independista jurando un cargo
estatal.
La verdad es que para mí la razón fundamental para no
ponerme a escribir se debe a la necesidad de comentar sobre la situación actual
de la que estoy tan cansado, por lo estúpido de la misma, que me resulta
sumamente difícil saber por dónde empezar a comentar o hacerlo sin ponerme a
insultar a diestro y siniestro. Todo me resulta tan absurdo que se me acumulan
las cosas, las estupideces, los cinismos, las falsedades que comentar.
Supongo que en este caso lo mejor sería empezar por el
principio, aunque sea casi imposible encontrar el principio de esta historia.
¿Cuál es el principio?
Es posible empezar la historia en China con los primeros
casos “informados” (y hablar de la
escasa capacidad de intervención de esas autoridades internacionales, la OMS en
este caso, para ejercer un cierto control sobre esta, ahora pandemia) o puede
empezarse mucho antes con los casos que, al parecer, existían con anterioridad
a las fechas “oficiales”. Ahora parece
que todo el mundo está de acuerdo en que los casos empezaron mucho antes, ahora
parece que ya en enero había casos en NYC, lo que me permitiría empezar por mis
sospechas de haber pasado esta enfermedad en NYC en mi última visita, ultiam
por ahora y, me temo, por bastante tiempo, aunque debido a que yo a) yo no
tengo termómetro (ni siquiera en mi casa, mucho menos cuando viajo) no puedo
confirmar que tuviera fiebre durante mi enfermedad
en NYC; b) como fumador activo que soy, para mí no es tan raro que un catarro
me dé con tos seca y c) posiblemente por esta misma cualidad activa (una de las
pocas cualidades activas que tengo) pues mi sentido del olfato y del gusto
tampoco es que sea gran cosa, así que me resulta imposible decir si he tenido
los síntomas necesarios, que todo dicho son especialmente vagos y difusos por
no hablar de que, al parecer ahora, uno puede haber tenido la enfermedad, esta
enfermedad que al parecer tanto nos preocupa,
sin tener ningún síntoma (de hecho ya se habla de que en NYC puede que
más del 30% de la población ya haya pasado la enfermedad de forma asintomática,
es decir sin enterarse. Algo que no deja de ser raro para una enfermedad que
nos estamos esforzando porque cambie nuestra forma de vivir).
Pero también podría empezarse la historia mucho antes y
plantearse si no sería necesario obligar a nuestros políticos y a nuestros
científicos a leer más o ir mas al cine (dos ámbitos en los que la posibilidad
de una pandemia de este estilo – bueno, por razones de dramatismo artístico, en
general mucho peor – ha sido contada mil veces) o tal vez incluso bastara con
que en lugar de ir al cine se leyeran los informes que ellos mismos encargan (al
parecer prácticamente todos los organismos oficiales – de casi todos los países
y a casi todos los niveles- tenían encima de sus mesas informes indicando no
solo que esto podía pasar si no que seguramente volvería a pasar (al fin y al
cabo ya habíamos sufrido varias similares, pero con la principal diferencia de
estar acotadas a esos otros mundos que pese a estar en el nuestro preferimos no
recordar que existen) y que en caso de que pasara, cuando pasara más bien,
nuestra preparación para afrontarla no es que fuera deficiente, es que era
inexistente. Pero si hasta el tontorrón de Bill-Puertas ya había dado
conferencias en las que (para escurrir el bulto de los efectos de los posibles virus
informáticos) indicaba que era mucho más posible la existencia de un escenario
con un virus letal físico y lo poco preparados que estábamos. Tal vez la
historia podría empezar por aquí, de que sirve pedir informes para ignorarlos,
leer o ir al cine para no enterarse y no reflexionar un poquito (y digo esto
sin considerar necesario hacer un cine fórum de las películas basadas en
novelas de Chrichton, por poner un ejemplo).
Obviamente se puede empezar la historia en otro sitio,
especialmente si uno es aficionado a las teorías conspiranoicas y buscarse un laboratorio secreto en una base naval
americana desde la que el virus se distribuye al mundo para desestabilizar
economías, o buscarse un laboratorio en Wuhan desde el que – por incompetencia
de los chinos, a diferencia de la simple maldad de la teoría anterior – el
virus es liberado con efectos devastadores, u otros muchos inicios. Pero como yo
personalmente soy partidario de la teoría del maya disléxico que apunta a un
error de transcripción en la fecha del fin del mundo, que quedaría prevista
para el año que viene, eso me parece retrotraerme mucho en el tiempo.
Y si la historia se puede empezar en muchas partes pues
obviamente se puede centrar en muchas cosas: ¿hablamos del lenguaje belicista
de nuestro “comité de comunicación”
gubernamental, parecido en su lenguaje y analogía bélica al de otros países,
pero con mejores chascarrillos como ese “en
la guerra todos los días son lunes”?
Supongo que sería mejor no entrar en esto, ya que de hacerlo
sería necesaria recordarles que no parece que esto sea una “guerra” que vayamos a ganar en ningún caso: incluso cuando el
virus – como cualquier gripe – desaparezca no habremos ganado ya que todo
parece indicar que el virus – o las fuerzas ocultas que lo han creado – habrá
conseguido cambiar nuestra forma de vida de maneras que ninguno deseamos
incluyendo un distanciamiento social (que
no deja de ser una brecha en la sociedad), una posibilidad cada vez más cierta
control y censura estatal (si incluso se habla de un pasaporte sanitario,
inmunológico; cuando aún no se sabe si los que han sido infectados son
realmente inmunes) e incluso vecinal (basta fijarse en esos comités de
acusadores de balcón que proliferan hoy en día) y una subversión del contrato
social dando más poder a las grandes corporaciones sobre el individuo (con esa
casi obligatoriedad del pago con tarjeta, de compras por la red, en general de
cosas que dejan una traza que puede ser analizada para clasificar a las
personas) que habrán dejado un reguero de pobreza y sufrimiento social
aumentando esa brecha social entre los que tienen rentas por su trabajo y los
que tienen rentas de propiedades, y si, no me olvido (aunque no me parezca tan
relevante como a otras personas) el virus habrá dejado un número significativo de muertes.
Pero si quisiéramos entran en la analogía bélica, creo que
sería más sincero aclarar que esta es seria una guerra en la que estamos
luchando realmente mal, casi de la peor forma posible: sin equipamiento o con
un equipamiento que desconocemos si es el adecuado, sin información del enemigo
y rodeado de quintacolumnistas. No sé, igual esta es la mejor forma de luchar
en una guerra moderna – que sabré yo, que ni siquiera he hecho la mili (como
varios de los ministros de defensa de previos gobiernos de este país – pero
así, a priori, más parece que estemos pelando al azar que de forma ordenada.
Al fin y al cabo parece que no solo estamos enviando a las
tropas sin pertrechos (si bien, creo necesario señalar que parece que nuestras
tropas necesitas, casi quieren, mas pertrechos de los que son necesarios y
todos quieren llevar desde su rifle reglamentario hasta un lanzallamas o un cuchillo
Bowie de supervivencia), si no que ni siquiera nos habíamos preocupado de
adquirir los pertrechos básicos por si esto ocurría. Ya sabéis, la típica guerra
en la que uno no se plantea que igual tiene que mandar médicos al frente para
intentar salvar a los heridos (en este caso contar con un sistema sanitario que
pudiera hacer frente a esta incidencia).
Igual de lamentable es que tenemos la osadía de pensar que
vamos a ganar sin tener un sistema de información básico (lo que en una
analogía bélica sería un servicio de espionaje) que nos permita definir los
movimientos, las fortalezas y las debilidades de las tropas enemigas. Parece
que hemos (los estados, casi en masa salvo algunas excepciones que merecerían
mi aplauso por hacerse los suecos) decidido que basta con esconderse en una
cueva mientras inventamos una bomba atómica (una vacuna) para acabar la guerra.
Se trata solo de atrincherarse y resistir, de resistir como podamos con
cualquier sacrificio, hasta que una corporación nos de la herramienta definitiva y entonces, asumiendo que podamos pagarla la
usaremos y volveremos a nuestra vida normal o ya no tan normal. Porque pese a
que cada vez parece más claro que todo el tema del confinamiento tiene como
objetivo el colapso de nuestro sistema sanitario más que el de la propia lucha
contra la enfermedad estoy casi seguro de que no lo reforzaremos en la medida
de lo requerido una vez pase esto.
Sí, es verdad que gran parte de la comunidad científica está
volcada en buscar el arma definitiva,
envuelta en un supuesto clima de cooperación cuyo único objetivo es ser los
primeros para acceder a los beneficios de su venta y mientras tanto… mientras
tanto, pues desconocemos todo sobre ese enemigo.
¿Cómo se transmite, cuanto contacto es necesario, como nos
protegemos de sus ataques? Esta información, básica en cualquier campaña bélica, como no reportara dinero
a la industria pues la ignoramos, de hecho, como el ignorarla reportara más
dinero a ciertas industrias pues mejor que mejor y nos ponemos a jugar al juego
de las sillas creando confusión.
Así se nos dice, se nos obliga (por ley o socialmente) a
llevar mascarillas y ponernos guantes cuando desconocemos si el virus se
transmite por los aerosoles en cuyo las mascarillas podrían tener algún sentido
en algunos casos (no, no las que nos hemos inventado ahora – las higiénicas -
para poder producirlas y proporcionar a todas esas personas tan interesadas por
mostrar su participación en la lucha un acto que les permita demostrar su
compromiso en público aunque toda la comunidad científica sepa que no sirven
para nada), o si el virus se transmite
por gotas mayores (no os diré su nombre técnico, que lo tienen y es divertido)
que están sometidas a la ley de la gravedad (combinada con la ley de Stockes y
la de Newton, para los puristas de la física) hasta que se depositan en las
superficies desde las cuales el siguiente podría cogerlas, en cuyo caso los
guantes podrían tener algún sentido, pero no las mascarillas (excepto para los
más bajitos a los que podría llegarle las gotas de los altos).
Tampoco parece necesario estudiar, ya que no hay dinero para
ganar en este estudio, cuanto permanecen estas gotas o aerosoles en las
superficies o en el aire (respectivamente) y por lo tanto cuales son los riesgos
de tocar algo después de que este objeto haya quedado contaminado, o como de
seguro es pasar por donde alguien ha estornudado al cabo de diez minutos.
No, en lugar de esto nos inventamos una norma de distancia
social que cada vez vamos aumentando (empezamos en un metro que parece una
distancia razonable para los típicos perdigones de hablar que ya hemos
aumentado a dos metros por los estornudos y que hay gente que quiere aumentar
más ya que al fin y al cabo hay expertos en lanzamiento de huesos de aceitunas
que llegan a casi la decena de metros) pero que es una distancia estática ya
que el pasar por el mismo sitio cinco segundos después de un estornudo, al
parecer, no supone ningún riesgo, siempre que hayamos estado a más de dos
metros del estornudo (algo que en el caso de aerosoles pues parece difícil de
creer).
De verdad que no puedo con tanta tontería, no, no estudiemos
las fortalezas y debilidades del virus, sus vías de ataque, las concentraciones
necesarias, lo que esto significan.
Que decir de la lucha contra los quintacolumnistas, esos que
difunden falsos rumores o invenciones sobre la fuerza de ese enemigo invisible
(que es seguro que ignora que es nuestro enemigo y que es invisible;
seguramente a su escala él podría, si pudiera, considerarse visible) y que
desgraciadamente parecen estar infiltrados entre los asesores del gobierno. Me
encantaría conocer a quién se la ha ocurrido la majadería de que lo mejor es
estornudarse en la parte interior del codo, conocerle y ver si alguna vez pasea
al lado de su abuela, o de cualquier persona mayor, que lo primero que hará es
colgarse de su brazo apoyando sus cariñosas y ancianas manos en esa zona. Sí,
es la mejor de las ideas, mucho más que digamos ponerse la mano delante al
estornudar, o tal vez, y solo tal vez, estornudar apuntando hacia el suelo y
con toda la fuerza posible para conseguir que el enemigo invisible se quede
arrastrado en el suelo de la calle que al fin y al cabo no solemos tocar.
Puede que si exista cierta lucha cuando todos comentamos, nos
sorprendemos y escandalizamos ante las ocurrencias de “Mr. T.” y su comité unipersonal de expertos (del nuestro, nuestro
comité de expertos, que debe de ser secreto por razones de inteligencia militar para no ser atacado por el virus algo que no
está funcionando bien ya que de los cinco primeros portavoces del comité
comunicación, el virus ya ha localizado y atacado a casi todos pues prefiero no
comentar). Pero, ya digo, poco o ninguna ya que los grupos de cuñados siguen a
la orden del día, apoyados por unos medios de comunicación que solo hablan de
esto consultando cada vez a expertos con especialidades más cripticas y más
alejadas de lo necesario que parecen decir cosas que parecen elegir al azar,
sin ninguna reflexión o base, pero que son tomadas como ciertas por el
siguiente medio de comunicación como una verdad comprobada y, sobre todo,
apoyadas por un gobierno dedicado a hacer spoilers de sus propuestas de ley.
Spoilers gubernamentales que obviamente son dados por verdad por todo el mundo,
aunque luego las escenas, o temas, a los que se refieren estos spoilers
desaparezcan del montaje final (de la ley publicada) y dedicado a tergiversar
las cifras para su beneficio, especialmente las de su apoyo económico que no me
atrevo a clasificar de insuficiente porque no quiero ser tachado de estar a
favor del gobierno al ser insuficiente un adjetivo generoso en este contexto.
Pues sí, en esta guerra henos decidido que nos basta con
hacer gestos estúpidos como mantenernos separados unos de otros en la calle
(incluso aquellas personas que conviven y que probablemente hayan estado
abrazándose, o haciendo solo Dios sabe que en la intimidad de sus hogares); si,
basta con ir separados, aunque nos movamos, ponernos unos medios de protección
que no sabemos si nos protegen o de qué, y que parece que mal usados (algo que
parece más habitual de lo que uno podría sospechar si consideramos que el SUMMA
– el servicio de emergencias del ayuntamiento – lleva a un hombre limpio, cuya única función es la de recordarles al resto de
los miembros como y que deben de ponerse en cada momento; o si miramos las
estadísticas de contagiados de la Unidad Militar de Emergencias o, si , lo
siento, de los sanitarios, incluso cuando estos si tienen mas riesgo que la UME
o el SUMMA, por aquello de la proximidad a casos infectados) pueden hacer más
daño que bien, mantenernos en una incertidumbre global sobre lo que sucederá en
las próximas semanas, o meses, rellenos de frases peligrosamente vacías
(eslóganes increíbles sacados de malas películas: “no dejaremos que nadie se quede atrás”, “juntos venceremos” o
similares.), con eso nos basta.
Con eso y con esperar
el arma definitiva confiando en que
tendremos el dinero para fabricarla y que llegue a todo el mundo (algo que
parece técnicamente inviable, considerando que las armas definitivas contra otros enemigos conocimos, pe.e malaria pues
no han llegado a todos salvo al primer
mundo).
Mientras tanto atrincherémonos, cambiemos toda nuestra forma
de vivir, pero llevemos una camiseta de “Keep
Calm and Carry On”.
Una gran forma de librar una guerra, de ganarla (quiera
decir eso lo que quiera decir en este caso): sin pertrechos, sin información y rodeados
de quintacolumnistas; solo con buenas palabras. Pues vale, lo dicho a ganar, “oooheee, ohhhheee” (o como se vocalice
este canto de victoria) y a prepararnos para el partido de vuelta.
En fin, por esto no quería ponerme a escribir, que me
caliento y se me va de las manos. Incluso habiendo dejado fuera cientos de
cosas que me resultan incomprensibles de esta situación ya que ha quedado un
post demasiado largo.
Así que, a los libros, ya, si eso, seguimos charlando sobre
esto en otra ocasión o incluso sobre otros países como Suecia o de que como
vamos a salir de esta (si, vale, con mucha precaución, pero ¿Cómo? Si lo que
hay que conseguir es la inmunidad de grupo – de rebaño que se dice ahora en
parte por traducción del inglés y en parte porque sí, porque somos, para
algunos, un rebaño – y no salimos a contagiarnos… no sé, parece difícil); si,
también podríamos hablar de la saturación del sistema sanitario y de esos “héroes dormidos al volante, héroes al
frente de sus tanques” que cantaba Glutamato y a los que al parecer es
socialmente necesario aplaudir todos los días, solamente por hacer su trabajo.
Pero, ya, si eso, pues otro día… ahora a las lecturas… que
son pocas.

Otra cosa que me ha sorprendido ha sido algunas decisiones
del traductor (no, no voy a añadir o traductora ya que he comprobado que, al
menos de nombre, se trata de un hombre) como la de decidir traducir M&Ms (estoy casi seguro) por Lacasitos (que seguro no era la marca
comercial original). La verdad es que no se si estoy de acuerdo con esta
traducción, que obviamente acerca el texto al público español de cierta edad, a
costa de añadir una cierta incredulidad en el lector aficionado a los M&Ms (que sí, que es mi caso).

Aquí he de hacer un breve interludio solamente para daros
envidia y confesar que ya he leído, no uno si no dos borradores de la nueva
novela de Rafa, que antes del estallido de la pandemia estaba en espera de ser
publicada en mayo pero que posiblemente se retrasara. No puedo decir nada mas
ya que me reservo mis comentarios para la lectura de la obra editada
formalmente pero ya sabéis: dentro de poco deberéis comprarla si es que queréis
disfrutar de una buena novela (que lo es, pero ya he dicho demasiado sobre
ella).

Si eso es divertido, casi lo es más descubrir que existe
algo denominado “conciencia escatológica”
y que escatológica no se refiere a lo que todo buen valenciano cree y practica
si no que “escatológica, otra palabra de
lo más útil, relativa a las cuatro cosas ultimas: la muerte, el juicio el cielo
y el infierno”. Siempre es apasionante educarse un poco y llenar, aunque
sea mínimamente, esa incultura enciclopédica que uno tiene y encima cree no
tener (ya que yo tenía claro lo que era la escatología hasta ahora). Tanto es
así, de enciclopédica mi incultura de mis conocimientos, que seguía teniendo
dudas de que al fin y acabo no estuviéramos hablando de pedos y similares y tan
solo se tratara de una mala traducción por lo que he consultado el Roca-Barcia (ese Primer Diccionario
General Etimológico de la Lengua Española de 1880-1881 que tanto lustre da a mi
hogar) y que recoge escatología como “Doctrina
de las cosas que deben suceder en la consecución de los siglos, o fin del
mundo”. Fascinante, realmente fascinante y nada que ver con el
caca-culo-pedo-pis que estaba, y sigue, en mi cerebro asociado a la
escatología. Tendré que preguntar cómo se ha pasado de un significado al otro
ya que es un salto muy grande.
El libro además está lleno de otras grandes frases
aplicables a la juventud (católica e inglesa en este caso, pero no
exclusivamente) “El más allá figura en
sus pensamientos como una especie de jubilación: se trata de algo para lo que
hay que estar asegurado, pero no es un asunto al que uno le de muchas vueltas
al principio de su carrera”; e incluso consejos para escritores que, como
lector de escasa memoria, suscribo: “resulta
excesivo presenta a diez personajes al mismo tiempo” ya que, por lo menos
yo, tiendo a perderme si se me presentan todos los personajes a la vez.
Fue a mitad de esta lectura cuando se empezó a hablar de
decretar el estado de alarma si bien era el momento en que no estaba claro que
era esto o cuando, de empezar, empezaría; por lo que no me di suficiente prisa
en ir a visitar a mi librería de referencia capitalina, que os recuerdo para
cuando se acabe esta situación es la Liberia
Méndez en la calle Mayor para que paséis a visitar a los hermanos (que
posiblemente no lo sean) y comprar los libros que no habéis podido comprar este
tiempo o incluso alguno más ya que seguramente andarán muy apretados y nos
necesitaran a todos. Eso sí, sin olvidar que, si decidís salir al campo (los
aficionados a esto) elegid Cercedilla para vuestra primera salida y visitar a
mi hermano en la Librería Fuenfria
que, si bien es posible que aún no tenga ejemplares de su nueva novela necesitara
el apoyo de todos. O, si lo preferís y lo consideráis excluyente, visitar
vuestras librerías de referencia, pero por favor no os acostumbréis a comprar a
multinacionales o por la red por mucho más baratas y cómodas que os hayan
parecido durante este extraño periodo, o, al menos, compaginar ambos tipos de
compra.
Y después de esta pausa publicitaria….volvemos con la programación
habitual…

Hoy no os digo que os divirtáis asaltando el castillo ya que
de momento ni eso se puede; bueno, o no podemos la mayoría que no tenemos un
castillo en el patio o en el salón de casa y a los que nos resulta más fácil
solidarizarnos con los niños confinados que a nuestras novelescas infantas, o
princesas; como se diga.
Lecturas
Lo que sembramos– Regina Porter
Un plan sangriento. El caso Roderick Macrae – Gramee Macrae
Burnet
Almas y Cuerpos – David Lodge
Ducks, Newburyport – Lucy Ellmann