Ahora que había conseguido ponerme al día de mis lecturas he tenido un enero de muchas lecturas – ya que me marche unos días a Piles, en gran medida para descansar de todo, o de nada, que no lo tengo claro, pero también porque habían surgido algunos problemas con una puerta y nuestros futuros nuevos vecinos – y ahora febrero se me plantea lleno de trabajo e incluso de la necesidad de estudiar ya que he ofertado un trabajo que tengo claro que ahora mismo no sabría hacer pero que puedo, y me apetece aprender (aunque soy como soy lo he ofertado con la esperanza de que no me lo adjudiquen; quiero aprender a hacerlo pero no sé si tengo el tiempo, las fuerzas o la edad para hacerlo. Ya veremos, si se da el caso). Vamos que o me pongo hoy a escribir o ya se me hará tarde y encima pues las lecturas son muchas.
Así que, aunque debería ponerme directamente con las
lecturas, no puedo comentar la noticia más curiosa que he leído últimamente (o
que recuerdo en este momento) y, como contrapunto mi mayor enfado de este mes
(no, no es que tenga tantos enfados como para hacer un ranking mensual, de
hecho, hacia bastante que no me enfadaba tanto por nada).
La noticia más curiosa es una de las primarias, republicanas
y en colorado (creo), donde solo se presentaba una candidata y…. ha perdido.
Ya, ya lo sé, yo pensé lo mismo cuando lo leí ¿Cómo puedes perder si eres el
único candidato? Pues el caso es que, en estas elecciones, que son nominales,
además de los candidatos (en este caso solo uno) hay otra opción que es
“ninguno de los anteriores” y esta fue la opción ganadora con ¡más del 60% de
los votos! No quiero ni imaginarme si aquí, en esta España en la que casi todo
el mundo vota en contra del resto, se implementara una opción como esta, aunque
resulta fácil de imaginar que se provocaría el colapso de la democracia. En
fin, igual habría que probarlo, aunque fuera solo por curiosidad estadística.
En cuanto a mi mayor enfado, pues ya he cambiado de opinión
y casi que paso de contarlo. Baste con decir que hace bueno, o malo, ese refrán
de “de buenas intenciones está el infierno lleno”, sin hacer buena la siguiente
parte de aquella canción sobre el mismo que decía “a falta de razones nos basta
con querernos”. Pero por no ser críptico os diré que mis buenas intenciones han
sido completamente malinterpretadas y me han sido devueltas casi en forma de
infierno. Pero, bueno, digamos que son solo los nervios de algunos momentos y
dejémoslo correr. Así que a las lecturas.
He de reconocer que hace ya mucho tiempo que Vargas Llosa –
que en su día creo que fue un buen, muy buen, escritor – me decepciona y si
sigo comprando sus libros es solo por ese cariño a sus primeras obras, o al
recuerdo de su lectura en mi adolescencia, pero de su último libro Le dedico mi silencio, lo único bueno
puedo señalar es la nota final en la que dice que escribirá un ensayo sobre
Sartre (algo que, como no leo ensayos, no me afecta) y que “Sera lo último que escribiré.” Visto lo visto es una gran noticia,
a menos que haga un Stephen King y siga diciendo que cada novela es la última
que escribe, pero luego, cada año, saca una o dos. Confiemos en la palabra de
Vargas Losa y esperemos no tener que volver a leer algo tan malo de alguien que
fue tan bueno.
Mi siguiente lectura, La
última colonia, casi hacia buena la novela de Vargas Llosa ya que, aunque
por los pelos, la de Vargas Llosa puede considerarse una novela, pero esta…
esta es una tesis doctoral publicada, y publicitada, como una novela sin ningún
desparpajo. Es verdad que me podría haber ahorrado la compra si me hubiera
fijado en que de las trescientas páginas que tiene las ultimas cien son cosas
como notas al pie de página, bibliografía y cosas parecidas. Obviamente puede
tener mucho interés para estudiosos del proceso colonial, pero… por el amor de
dios no puede editarse como una novela. No he conseguido pasar de la página
cien.
Es verdad que una crítica parecida la podría hacer de una
parte de Illuminations.Stories (el último
libro de mi viaje a NYC que me quedaba por leer, del que en enero solo me
quedaba la mitad) ya que tiene un cuento (una story), de unas doscientas
cincuenta páginas de cuatrocientas, que es una versión de la historia del
comic. Pero, con la gran diferencia de que esta historia es parcialmente
ficticia (o por lo menos lo es para un lector que no sepa mucho de ese mundo y
sea incapaz de identificar a los retratados, que todos, supongo, tienen un
nombre cambiado, igual Thunderman es SuperMan o igual no) lo que le quita
todo el peso de la realidad (y las cien páginas de citas y notas) ; encima está
llena de reflexiones y frases ingeniosas y bueno no es la única historia del
libro.
Respecto a la parte de Thunderman
pues recoge ese debate que parte de la sociedad conservadora y normalmente
bíblica, tuvo (o tiene) sobre si los comics (o el rock o los videojuegos) incitan
a la juventud a cometer las tropelías que muestra al que se responde que “... no more than the bible is encouraging
its readership to massacre the innocents or have sex with their daughters or go
crucifying people…” Creo que con eso queda dicho todo, señoría.
También, pese a que pueda resultar raro para los lectores
serios que reniegan de los comics por su calidad, me encanta su comparación de
los contenidos actuales de la televisión con los de algunas series de comics: “if we looked at what is happening on TV
from any sort of editorial perspective, this was well beyond the point there
he’d have called the writer in to have a serious discussion: this was
irredeemable and utter narrative collapse. This was American
reality become a crappy superhero comic book, in the last senseless issue
before abrupt cancellation.” Claro, que esto hay que mirarlo con perspectiva ya que ese punto
se alcanzó en la televisión hace muchos años y no solo parecen haber despedido
al guionista sino haberle ascendido.
Sabiendo – dentro de lo poco que se de comics – que Allan
Moore si participo en algunas series de superhéroes, donde seguramente tenia
presiones para ciertas líneas argumentales, también tiene bastante gracia la
afirmación: “If anybody at that Company
had seriously wanted to cheat gravity, then they had only to put down the massive burden they were shouldering. Then they’d have kwon was flying was.” Un
buen consejo que siendo el tipo raro que es igual siguió, ya que lo normal es
no seguir los consejos propios.
También me gusta su crítica a las bibliotecas, o librerías
que solo tienen autores “serios” y en las que “there’s no crime fiction, there’s no science fiction, nothing there by
anyone who’s’ black or Asian. And for saying there were never more
than one or two blokes in the Panacea Society, there’s nothing here by women.
If you walked into a bookshop and this was their catalogue, you’d walk straight
out again. I’ll probably get rid of them as a job lot and then have a
flat-screen installed. That’s more me, if I’m truthful”.
Con todo,
mi parte favorita es cuando un serafín (diría yo) está hablando de la creación
y del creador “I used to sit there in the corner with a bag of sweets and watch him
done all the gene-editing and that. He’d swear and kick things when he made a
typo, got his guanine mixed upon with his adenine, but I was only, what, three
or four million, typical kid, so I just thought it was a laugh. I realized
later that Dad was dyslexic, but back then, in the Precambrian… you have to
understand it was a difficult time. We didn’t have the same awareness about
learning difficulties, and so he was half-way through production on marsupials,
before anything noticed anything was wrong.” Me encanta este concepto de un dios
disléxico, posiblemente la única explicación para el ornitorrinco y otros
animales como el extinto pájaro Dodo. Brillante, casi tan brillante como ese: “Perhaps fascism was always weaponized
nostalgia?” que completa al tradicional “la
nostalgia ya no es lo que era”.
Ya digo, nada que ver con las dos anteriores.
El caso es que me había quedado sin nada que leer y las
calles estaban atestadas de personas comprando o devolviendo regalos de navidad
y reyes por lo que no podía acercarme a mi librería de referencia (si, repito,
aunque seguro que ya la visitáis: Méndez en la calle mayor) pues aproveche para
robarle a Alvaro el libro que le habían regalado por navidad, Holly, a la espera de que se despejaran
las calles.
La verdad es que aparte de un libro biográfico sobre su
forma de escribir, y tal vez algún cuento, creo que no había leído nada de
Stephen King y esta, cuya portada “brilla
en la oscuridad” y que parecía alejarse del clásico terror por el que es
famoso pues no parecía mala opción (lo del brillo en la oscuridad si parecía
mala opción).
Es una entretenida y muy correcta historia de detectives que
tiene bastantes curiosidades, algo que siempre entretiene. La mayor curiosidad
es que cite a Juan Ramon Jimenez, “Si os
dan papel pautado, escribid por el otro lado.”, que me parece muy buena y
casi una canción de Kiko Veneno.
Como curiosidad no se queda lejos el refrán sobre la
depreciación de una fruta a la que tengo mucho aprecio: “Las naranjas son oro por la mañana y plomo por la noche”., que
pese a ser un poco menos completa que la de nuestro plátano (de canarias, digo)
la verdad es que me ha dolido más y me ha estropeado el postre invernal de
varias cenas bajando mucho mi media de raciones de frutas y verduras (aunque he
de decir que solo hasta que me olvide de la misma, algo que, espero, no tardara
en suceder y vuelva a tomar naranjas de postre de la cena).
Por otra parte, me ha hecho tener que mirar Wikipedia para confirmar algo que había
dicho (erróneamente) sobre la novela de título racista de Agatha Christie que sí, que inicialmente se llamaba Diez negritos (Ten Little NIggers) y que antes las protestas racistas primero
cambio de diez indiecitos (Ten Little
Indians), algo que seguía siendo igual de racista, aunque sobre otra raza y
ya finalmente a ese título menos racista que tiene ahora. Así que mis disculpas
no por el tema racista sino por
haberos dado información falsa, que espero no hayáis usado.
En un momento de la novela parece que se hace apología de
ser carnívoro (en contra de los vegetarianos) con ese “Me consta que uno siempre puede encontrar un texto sagrado en el que
sustentar sus creencias, y esa gente encontró textos de sobra. En Romanos se
dice que las personas débiles solo comen verdura. En el Deuteronomio, el Señor
promete comeréis carne. En Corintios dice: comed todo lo que este a la venta en
el mercado de carne.” pero luego (ojo spoiler) es más bien del canibalismo
con ese otro: “El musculo y la medula
ósea humanos curan la artritis y la ciática; el médico español Arnau de
Villanova ya lo sabía en el siglo XIII. El papa Inocencio VIII comía los sesos
en polvo de chicos jóvenes y bebía su sangre. En la Inglaterra medieval, la
carne de los reclusos ahorcados se consideraba una exquisitez.”
Supongo que igual me decido a leer otra novela de Stephen
King en cualquier momento, supongo que antigua ya que es de los que no piensa
escribir nada mas (desde hace ya varias novelas).
Como era una buena novela pues me la termine antes de que
las calles estuvieran lo suficientemente vacías como para poder cruzar la
puerta del Sol y llegar a la librería Méndez a reponer existencias, así que me
vi obligado a tomar prestada una novela que alguien compro como regalo de
navidad y se dejó olvidada en el Wurlitzer (tengo dudas de si sería un regalo
de navidad ya que el ticket de compra que estaba dentro de la novela era de
mediados de noviembre y no sé, pero tanta previsión para luego dejársela
olvidada, pues, como que no me encaja mucho): La Secta.
Curiosamente es de otro autor (autora en este caso) muy, muy
famoso (venga famosa), pero del (vale, de la) que tampoco tengo conciencia de
haber leído nada antes, pese a su fama, su nacionalidad (sueca) y su estilo
(policiaco). Antes de nada, he de decir que es una especie de segunda parte, o
secuela, por lo que cuando la juzgo como floja lo hago sin haber leído la
primera y siendo consciente de que segundas
partes nunca fueron buenas. Esta no es especialmente buena, correcta como
mucho.
De toda la novela lo que más me ha inquietado ha sido la
percepción de lo que es una ola de calor en Suecia, toda la novela pasa durante
una y prácticamente en cada página se menciona este hecho, cuando en la primera
página se nos da un dato verdaderamente importante: “El sol del verano le abrasa la cara. Deben de estar por lo menos a
veintinueve grados en la calle.” ¿En serio, veintinueve grados y es una ola
de calor insoportable? Uno no puede más que preguntarse ¿Cómo sobrevivían las
suecas en la España del final del franquismo, principios de la transición? O
¿Por qué venían a este calor plenamente inaceptable para ellas? No sé, supongo
que serían cosas del destape ese, o de puro masoquismo que los suecos, ya digo,
son muy raros.
Como aprendiz de mago que fui durante un tiempo y al que,
inevitablemente, le pedían de vez en cuando que hiciera juegos para niños,
pensando que es la forma más sencilla de magia. Al fin y al cabo, mucha gente
piensa que es más fácil engañar a un adulto que a un niño (como si la magia
tratara de engañar al espectador) cuando realmente no es nada fácil, es mucho
mas dificil, ya que no tienen ni idea de las leyes de la naturaleza “… los niños aun no conocen esas leyes. Para
ellos el mundo es un vasto territorio inexplorado, y no hay ninguna razón para
que no exista la magia.”, de hecho, en la mente infantil no hay ninguna
razón para que alguien no vuele o para que los objetos cambien de sitio y de
color. Sencillamente no les sorprende, como mucho le llama la atención, pero no
les parece gran cosa.
A mi sin embargo hasta esta frase “Loke, su asistente, se encargaría de suturar la incisión en forma de I
que ella había abierto en el cadáver” me llama la atención ya que no me
queda claro si existen dos técnicas de autopsia o si es un problema de
traducción o del auto corrector (yo solo conocía la incisión en forma de Y)
Como en muchas novelas más o menos modernas hay personajes
con graves problemas mentales, en esta, entre otros, una inspectora obsesionada
con la limpieza, aprensiva a cualquier tipo de suciedad o contaminación (como
si se tratara de un cirujano con alergia a la sangre) pero con la que en un
momento dado coincido plenamente: “¡Y
pensar que había empresas que presumían de vender yogur con bacterias vivas!
¡Qué asco! Mina esperaba que todo lo que hubiera en su comida estuviera
convenientemente muerto.” Ya te digo, mi comida también la quiero completamente
muerta y por poco moderno que sea cocinada a ser posible.
En la contraportada de El operador de radio se puede leer “… una red de espías nazi activa en Nueva
York durante los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial”. No se
vosotros, pero yo, al leer esto (espías nazis, nueva york) pues ya tenía
ganador para mis compras. Pues si sois como yo solo puedo daros un consejo:
leer las frases enteras antes de comprar ya que realmente es la historia de un
inmigrante alemán que realmente no tiene nada (salvo tangencialmente y sin
ningún interés) con una trama de espías nazis y solo parte de ella pasa en
nueva york.
Aunque no me ha gustado como novela (ha decepcionado mis
expectativas) es verdad que me ha producido una sensación extraña saber que en
el mismo año en Nueva York podían coexistir en el escaparate de una librería Mi Lucha y Las uvas de la ira (aunque una es anterior, pero no os diré cual ni
tampoco cual vendió más copias en américa en 1939)
Igualmente, curioso, y un poco inquietante, es enterarse de
que “Lindbergh pertenecía a un comité que se autodenominaba Estados Unidos
Primero” y que no quería que estados unidos entrara en la guerra (en 1940).
Curioso, ¿casual en nombre? Vete a saber.
En un momento dado se describe la sensación que el
protagonista tuvo al llegar a la ciudad en términos que todos hemos sentido (o
por lo menos las personas sensibles, que hay cada animalillo campestre que cree
que NYC es feo) “Las fotos no le habían
preparado para aquella visión, para la grandeza y majestuosidad de aquel lugar.
Por fin comprendió para que servían los ojos.” Desde luego yo sentí algo
parecido la primera vez, todavía siento algo muy parecido, y es algo sobre
equiparable al día en que sales a la calle con tus primeras gafas graduadas que
casi se me escapo un “hostias, que bonito
es todo”; casi equivalente a ese así que para esto servían los ojos.
Todavía es pronto para saberlo, pero El movimiento del cuerpo a través del espacio puede que se haga,
pese a su título, con el premio a la novela más divertida de este año, o al
premio protagonista con el que más me identifico (algo que sería sorprendente
teniendo en cuenta que con el personaje con el que digo identificarme es una ex
deportista casada de más de sesenta años) o con el de autora favorita sobre
temas de nutrición o de adicciones (yo no lo recordaba pero en 2014 ya me había
leído otra novela de esta autora en la que tocaba temas parecidos), todo
dependerá de las categorías finales, si es que las hay pero igual no son esas
En cualquier caso creo que ya queda claro que me ha parecido
una gran novela pero añadiré que refrendo muchas de las opiniones que la autora
(a través de sus personajes) pone en el libro, entre otras: “que mujer se moriría por follar con un
hombre que se deseaba a si mismo”; “Nancee
era víctima de una moda que, a la hora de ponerles nombres a los hijos,
celebraba como signo de originalidad la incapacidad de escribir sin faltas de
ortografía.”; “La gente va soltando
jerga de moda y se cree moderna, pero no se puede ser moderno e imaginativo. Se
puede estar fuera de onda y ser imaginativo, o bien ser moderno y conformista.”
He de reconocer que incluso – antes de que le diera el
ataque de locura deportiva que sufre el marido de la protagonista – me siento
identificado con este marido y su incredulidad cuando en un delirante juicio
laboral por acoso lo acusan de violento y tras citar en su defensa la
definición de violencia del diccionario le dicen “Bueno, esa es la definición del diccionario” con el fin de
quitarle la razón dando a entender que esa es tan solo una opinión y el ya
estalla respondiendo incrédulo a la vez que indefenso antes semejante respuesta
“…pero la palabras tienen que significar
algo en concreto, de lo contrario, es inútil emplear al lenguaje para
comunicarse.” Increíble si no fuera porque yo también he oído como defensa
ese equivalente de “eso es una cuestión
semántica”. Menudo mundo, pues claro que es semántico, si es el
significado, ¿Qué iba a ser?
El caso es que al fin en la novela pues hay casi dos
sociedades (como ya sabéis yo prefiero decir que “hay 10 tipos, los que
entienden el binario y los que no”, y lo seguiré repitiendo aunque solo me haga
gracia a mi) o en palabras de la autora: “la
humanidad quedaba dividida en campos mutuamente hostiles: los que saltaban de
la cama y los que se iban a dormir a las tantas. La distinción no era solo
cuestión de horario. Noctambulo era sinónimo de maldades, imaginación,
rebelión, transgresión, anarquía y excesos, por no decir drogas, alcohol y
sexo. El madrugador evocaba valores protestantes tradicionales como la
obediencia, la laboriosidad, la disciplina y la frugalidad, pero también, a la
visa de la alegría que les provocaba levantarse a saludar al nuevo día, la
determinación militar e incluso fascista de mirar el lado bueno de las cosas.”
Yo no tengo ninguna duda sobre en cual de esas mitades me clasifico, incluso
cunado me levanto antes de que salga el sol o me acuesto temprano, que eso al
fin y al cabo son detalles y como decía un nacido en Soria: “yo soy vasco, que los de Bilbao nacemos
donde queremos”. ¿vosotros?
También, por la parte que me toca al ser clasificado, en
ocasiones, de ermitaño receloso he de señalar que estoy de acuerdo con que
estamos (obviamente quiero decir están) completamente incomprendidos,
caracterizados con mezquinos sociales faltos de generosidad sentimental, cuando
“… lo propio de los ermitaños recelosos
era entregarse generosamente y por completo una vez caídas las imponentes
barreras que tenían por costumbre levantar ante todos los demás.”
Por ultimo señalare que me encanta esa estadística
(posiblemente falsa pero plausible y puede que tal vez escasa) de que “… la superficie de piel norteamericana
estampada con hobbits, alambre de espino, códigos de barras, ojos, tigres,
motivos tribales, escorpiones, calaveras o superhéroes equivale a la del estado
de Pensilvania.”
En mi top ten desde primeros de año, y muy bien se tiene que
dar para que no aguante en el mismo.
La niña de oro es
una novela que se supone policiaca en la que se cometen unos crímenes contra
albinos, que según el autor encima se dan en más (los albinos, no los crímenes)
en ciertas zonas desfavorecidas lo que se supone sirve para añadir cierta carga
social a la novela. Además, de repente aparecen referencias a una religión
africana por supuesto excluida del entorno social (supongo que también para
criticar algo cultura, probablemente el colonialismo) pero nada de todo esto
cuaja y es uno de esos casos en los que si uno intenta hacer un spoiler pues no
sabe que poner ya que toda la historia se resuelve, o no, no estoy seguro, sin
dejar ninguna huella. Lo mejor, puede que incluso lo único bueno es una cita
ajena, que si tiene su gracia: “En la
facultad leyó a Bertrand Russell, eso de que el ateo simplemente cree en un
dios menos que el cristiano. La diferencia entre ambos es cuantitativa, no
cualitativa.”
Me he olvidado de mencionar que la novela anterior era
argentinísima (con modismos casi ilegibles a ratos) y mi siguiente lectura (la
única que me quedaba en Piles, donde estaba) pues también era Argentina: La llamada. Un retrato. SI la anterior
era un desvarío disfrazado de novela policiaca sin mayor interés, esta era una
historia de una presa de la dictadura (y de su entorno) que acaba exiliada en
Madrid. Se cuentan torturas y cosas chungas como violaciones y sin embargo yo
no consigo empatizar en ningún momento con la protagonista que desde el principio
me acaba pareciendo la típica argentina pedorra, rica y que se cree lo
siguiente a hermosa y que eso le permite cierta promiscuidad. A medida que
avanzó en el libro cada vez me parece más odiosa la protagonista y casi
entiendo a todos los argentinos exiliados que le hacen el vacío en Madrid. Es
verdad que la tesis de “si sobreviviste
es que colaboraste” por la que le hacen el vacío, a ella y a otros
represaliados no es justa, ni veraz ya que como explica en Ronin (una película con excelentes persecuciones de coches y
bastante buena) Robert de Niro a un chuleta irlandés que se cree preparado para
resistir interrogatorios “nadie resiste
indefinidamente” (el personaje de Robert de Niro confiesa que después de torturarle durante un
tiempo el acabo rindiéndose por un grasshooper,
el coctel no el pequeño saltamontes). Olvidable (la novela, digo) aunque bueno
siempre está bien tener más razones para “odiar”
a las argentinas exiliadas o, ya que nos ponemos, a cualquier otro grupo de población.
Para la vuelta de Piles – a finales de mes – ya no me
quedaba nada de lectura así que, como siempre voy con tiempo a la estación,
pues pude comprarme Tres enigmas para la
Organización, una novela de ese Eduardo Mendoza divertido y delirante,
estilo casi Jose Luis Cuerda, que a veces aparece. Un divertimento
verdaderamente divertido es todo lo que debería decir, pero… el caso es que
entre los diálogos delirantes hay varios que suscribo. Como ejemplo ese
protagonista al que le preguntan ¿Qué sabe hacer? Y responde “Bien, lo mío. Mal, lo que me manden:”
que, en mayor o menor medida todos suscribimos (salvo, tal vez, el histórico, o
cinematográfico, Cid del que decían aquello de “que buen vasallo si tuviera buen señor”).
En esa misma línea está la obtención de “… la recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo
aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una
vulgaridad sin paliativos” que a ninguno nos gusta suscribir, pero a la
que, en parte, no le faltaría razón si no fuera porque precisamente de eso va
la vida, de aprender (como lo de los hippies y el camino, eso de que lo
importante no es el destino, sino el viaje)
Pues eso, un mes con altibajos – como casi todos – que no
debe quitarnos la idea de ¡Divertíos asaltando el castillo!
Lecturas
Le dedico mi silencio - Mario Vargas Llosa
La última
colonia - Philippe Sands
Illuminations.
Stories - Alan Moore
Holly -
Stephen King
La Secta -
Camilla Läckberg
El operador de radio - Ulla Lenze
El movimiento del cuerpo a través del espacio - Lionel
Shriver
La Niña de Oro - Pablo Maurette
La llamada. Un retrato - Leila Guerreiro
Tres enigmas para la Organización - Eduardo Mendoza