domingo, 19 de mayo de 2024

Comentario de textos – abril 2024

Un par de semanas antes de mi intervención – en el periodo justo entre que el anestesista no le apetecía hacerla y cuando me llamo mi cirujana para decirme que si quería que me interviniera, casi ya mismo, que tenía hueco) volví a dar clases (había escrito ser profesor, pero luego me ha sonado excesivo y lo he corregido; si consigo que se repita el curso igual me vuelvo a adjudicar este título). Si, aunque hacía ya mucho tiempo que no daba clase a nadie, ni de nada (salvo mis charlas escritas cada vez que alguien me pregunta algo, en las que en lugar de contestar lo que me preguntan pues les cuento todo lo que me parece relevante, como un profesor o un anciano demente) me comprometí a dar clase durante una semana (cinco días), cuatro horas cada día (veinte horas para los que andéis perezosos) y me volví a enfrentar a intentar explicar un tema a un grupo de desconocidos (alumnos los llaman).

En este caso el tema era una parte, corta y práctica, de la Hidráulica: como hacer una línea Piezométrica de una estación depuradora, con ejemplos en Excel, que seguro que no os dice nada pero que es algo útil de saber si eres ingeniero de aguas.

Mis alumnos: siete técnicos superiores del Canal de Isabel II (CYII en corto), entre ellos: un profesor de hidráulica de una universidad (no diré que universidad por discreción); una chica que se apellidaba Osuna y que, efectivamente, era familia (lejana) de, posiblemente – como si fuera un anuncio de Carlsberg -  el mejor profesor de todos los que tuve en Caminos (excluyo al Compañero Fraile, aunque no tengo pruebas de que fuera familia del socialista al que le escribía Pablo Iglesias – el fundador del PSOE y no el otro – en una carta que tengo enmarcada en mi casa que también era un excelente profesor, casi al nivel de Osuna y también fumador, algo que  solo comento como anécdota pero… -que daba electrotecnia, una materia que sencillamente yo no he entendido nunca y que, me temo, ya no entenderé ni en esta vida ni en otra que tuviera); una chica que, tras acabar Caminos, había renunciado de forma increíble (con grandes dificultades administrativas, ya que le decían que lo que quería hacer era imposible, que nadie lo había hecho antes) a ser funcionara del ministerio de exteriores (donde tenía plaza de administrativa) para incorporarse a tareas algo más acordes a su nueva titulación; e incluso una que era bailarina profesional de danza española (con su carnet y todo).

El lugar: el aula de informática del propio CYII, en el fantástico parque que tienen encima del depósito de Santa Engracia, aula que, extravagantemente, no tenía ordenadores para los alumnos, solo uno para el profesor pero que no conseguimos hacer funcionar porque, pese a que había una clave apuntada en el propio ordenador esta no funcionaba y nadie se sabía la clave para arrancarlo (tardaron toda la semana en contactar con el departamento de informática y conseguir la supuesta clave que, he de reconocer, el ultimo día no me atreví a probar).

El desarrollo: pues entretenido y durante los tres primeros días conseguí mantener bastante bien su atención e incluso se les veía interesando, pero el jueves a mitad de la primera sesión, les perdí completamente y pese a que negaban que eso sucediera –afirmando categóricamente que seguían lo que les estaba contando – se veía claramente que ya no estaban mentalmente presentes en el curso. Puede que fuera el cansancio acumulado de tres días seguidos (casi llevábamos trece horas de clase y me pega a mí que eran supersticiosos) o puede que hiciera años que no tenían que estar concentrados entendiendo, aprendiendo, cosas durante tanto tiempo (al fin y al cabo, trabajan solo en jornada de mañana y como acertadamente me explico mi amigo Pedro – cuando trabajaba en otra institución similar con turno de mañana – “era por la mañana cuando el no trabajada, por la tarde es cuando no iba”) pero a partir de ese momento fue como si estuviera solo en el aula. Afortunadamente el viernes, que era todo práctica, les obligue a recuperar la concentración y acabamos en un buen

Los resultados: Sorprendentemente esta vez mis alumnos me han clasificado con cinco estrellas sobre cinco estrellas y al curso (pese a los evidentes problemas del aula) con más un notable alto (cuatro y medio sobre cinco). Todo un éxito de crítica y de público, ya que parece que ya hay apuntados para una repetición o igual dos. Si he usado el sorprendentemente al inicio de la frase, no es por humildad que ya se yo que soy un profesor excelente (hierático y paciente) sino porque en mi último curso en la Escuela de Organización Industrial los alumnos me puntuaron mucho menos (claro que a estos los había suspendido yo – si, a todos – antes de la evaluación y, otra cosa no, pero vengativos son todos los estudiantes, especialmente los de pago).

En general: La verdad es que una vez salvados los problemas de control de acceso – que no fueron pocos por varios provocados por los criterios variables según quien estuviera al mando del control de accesos – ha sido una experiencia muy agradable (si es que a mí lo de contar todo como si tuviera razón me gusta mucho, cosas de la vanidad) aunque he de reconocer que me sorprendió notablemente que mis alumnos, desde el primer día, se separaran por sexos, con los chicos a un lado del aula y las chicas al otro (siendo todos menos uno, al que, todo hay que decirlo, tenían un poco aislado, del mismo departamento). Hay cosas que parece que no cambian y las interacciones entre ambos bandos de la guerra de sexos eran pocas y escasas, pero, por ser justo, convivían con cordialidad, mejor que árabes e israelitas (o israelís, que ahora me entra la duda).

Aunque sobre este tema político/bélico de los árabes y los israelitas no voy a decir nada relevante (creo que ambos son unos enfermos mentales que mienten como bellacos, no solo al mundo sino a sí mismos) no puedo evitar recordar el Isarelites de  Desmond Dekker & the Aces, y solo por aquello de que creo que en el imaginario colectivo (por Malcom X y la Nación del Islam) todos pensamos que la población negra, se decanta por la fe musulmana esto no es del todo cierto ya que esta canción, de 1969, se escribió como apoyo explícito de los Rastafaris a las 12 tribus de Israel (claro que los rastafaris tenían, tienen, todo tipo de creencias extrañas en las que no tampoco entrare) y sigue siendo un tema excepcional.




En cualquier caso, esta revisión de mi trabajo como profesor me ha recordado que en mi última entrada se me olvido contaros que teníamos una porra sobre cuanto pesaría mi bulto de la espalda, o más bien cuanta pesaría la parte que me extirparan de la espalda. Es verdad que yo jugaba con algo de ventaja, no solo por ser el encargado de portar este bulto, sino, también, por mis dotes de profesor ya que en una ecografía inicial indicaban las dimensiones (medidas craneocaudal de 11 cm , transversal de 19 cm y anteroposterior de 6 cm) y se algo de geometría y densidades (que las medidas eran conocidas por otros participantes en la porra) por lo que tenía una estimación bastante decente de lo que pesaría el bulto. Aunque le conté a mi cirujana lo de la porra sobre el peso y le pedí que lo pesara solo me dio una idea aproximada: menos de medio kilo, un peso que es lo suficientemente aproximado a aquella famosa libra de carne de Shylock, aunque obviamente en mi caso este peso incluía la sangre, como para permitir esta referencia cultureta sobre mis cosas, justo antes de pasar a las lecturas de este mes, que ya va siendo hora.

La primera, McGlue, pues tenía buena pinta por aquello de que su protagonista es (según la contraportada) “un marinero rudo y canalla... en un estado de embriaguez intermitente… Es posible que haya matado a un hombre, y que ese hombre fuera si mejor amigo”. Pues ni tan mal, incluso prometía diversión con ese nihilista que también aparecía en la descripción de la contraportada. Claro que esta descripción también podía haberme hecho sospechar e incluso haberme recordado a aquello película de finales de los 90 con Rutger Hauer (el androide díscolo de Blade Runner) basada en un libro de Joseph Roth y que parecía prometedora (yo fui al cine a verla con interés) para ser un auténtico aburrimiento, francamente insoportable (aunque ganara en Venecia el León de Oro y otros cuantos premios más en otros festivales). Pues eso, este libro ha seguido, para mí, los mismos pasos que aquella película (que si estáis preguntándoos cual es, pues es La leyenda del Santo Bebedor, película que os aconsejo encarecidamente que no veáis), por muy culturetas que queráis aparentar, no merece la pena aburrirse tanto).

Mi siguiente lectura El futuro futuro, fue comentada acertadamente por mi sobrina de catorce años, Alicia, que nada más verla me dijo “eso parece un aburrimiento” y ciertamente acertó de pleno, eso es lo que es. Supongo que podrá leerse de formas intensas (ya no digo culturetas que no hay que abusar) y seguramente será una metáfora de los medios de comunicación, o de la desinformación o de alguna otra cosa pero que a mí me ha aburrido sobremanera y si la he terminado ha sido por los pelos. Eso sí, eso no quiere decir que, bajo ningún concepto, me vaya a fiar del criterio literario de mi sobrina predilecta ya que a ella – cosas de la edad – solo le interesan los romances y a ser posible con hombres lobo, vampiros, brujas pero que sucedan en la actualidad, preferentemente entre adolescentes y en el que todos sufran mucho y tengan muchos problemas. Esperemos que evolucione, aunque de momento tiene opiniones muy firmes sobre que solo lee en verano lo que hará que tarde más en descubrir cosas algo mejores, pero estoy seguro de que lo conseguirá pronto.


Tras estas dos decepciones, que no está mal para empezar un mes, pues decidí refugiarme en una novela japonesa corta (o un cuento largo que no se me la diferencia) y me leí Suzuran, la historia de una alfarera japonesa que, pues eso, no deja de ser un cuentecillo. Como siempre pues es curioso descubrir cosas de Japón, que en cierta medida lo igual al mundo occidental, aunque con alguna diferencia como eso de que “En Japón, las parejas casadas deben usar el mismo apellido. En la mayoría de los casos, la mujer toma el apellido del marido, pero en nuestro caso ha sido del revés.”, algo curioso que le da una cierta modernidad a esa sociedad frente a la nuestra en la que solo muy recientemente se puede elegir el apellido familiar.

En realidad, he de confesar que lo que más me ha sorprendido de este libro ha sido ese “Entona una vieja canción, Chocho; «Mariposa, mariposa, pósate sobre una hoja de colza. Si te cansas de es hoja, pósate sobre un cerezo»”, podría decir que, por la métrica, por el contenido, o por cualquier otra idiotez, pero para que mentir si todos basemos que lo que me ha sorprendido es que cierta palabra exista en japonés con otro significado cono el “chin-chin” nuestro allí y no precisamente por el hecho, sino por la palabra, signifique o no mariposa.

A Lorrie Moore le tengo mucho cariño desde la primera vez que leí un volumen de cuentos suyos, en los primeros ochenta y personalmente es una de mis cuentistas favoritas de esa época (y no lo digo como una cuestión de género, también está entre mis cuentistas favoritos, muy por encima de Carver y otros de ese momento), de hecho, hace algunos años le regale a mi hermana su Cuentos completo y es una de esos libros, o autora, que están en cartera para intercambiar con Maria de la O. Así que cuando vi Si este no es mi hogar, no tengo hogar (traducción que me parece un poco floja frente al título original I am Homeless If this Is Not My Home) no había ninguna duda sobre comprarlo y leerlo. Se lee bien, pero me ha resultado un poco decepcionante y me quedo con sus cuentos (sin ninguna duda, incluso a riesgo de que no hayan envejecido bien) y como dice una de mis frases favoritas del libro “La desilusión nunca me pillara desprevenida.”

En un momento del libro un personaje “había seguido un programa online de bienestar mental en el que una de cada tres preguntas pretendía de forma transparente tenderte una trampa. (1) A veces estoy triste y veo que caminar me ayuda. Sí. (2) Hablar con personas que me caen bien mejora mi estado de ánimo. Sí. (3) A veces puedo volar por la habitación, pero no se lo cuento a nadie.”, algo que así descrito parece increíble pero que me recodo mucho, mucho, a un examen psicotécnico que realice en la primera promoción de controlador de accesos (portero de garito) y en el que todas las preguntas eran básicamente de este estilo. Las preguntas, o las respuestas, eran tan obvias que resulto misterioso que alguien pudiera suspender un examen como ese. El caso es que bastante gente lo suspendió (afortunadamente supongo ya que había que ser verdaderamente necio para suspenderlo o tener graves problemas mentales, de intransigencia, y no es lo mejor para trabajar en un puesto sensible como es la puerta de un garito). Como curiosidad – sin querer aportar ninguna prueba concreta de los problemas mentales de un colectivo – os contare que de los muchos porteros que han hecho este examen para el Wurlitzer todos los vegetarianos (si, hemos tenido varios) lo han suspendido más de una vez y, añadiría, que son los únicos que lo han suspendido. Como decía aquel “no digo más”, cada uno que saque sus conclusiones basado en sus propios prejuicios.

Los alemanes, mi siguiente lectura del mes, recoge un hecho del que yo no tenía ni idea y es la llegada (en 1916) de dos barcos con seiscientos alemanes procedentes de Camerún que establecen una importante colonia alemana en Zaragoza, con sus propias fábricas y lo que es más sorprendente con su propio club de futbol, el Camerún Football Club que posteriormente se fusionaría con el otro club de la ciudad para dar lugar al Zaragoza. Claro que, para sorprendente el nombre del otro club de futbol: que no era el Zaragoza, ni el mañicos, ni algo de ese estilo, sino el Bilbao F.C. (si, parece que porque así se llamaba la calle en la que estaba el campo de futbol). Cosas locales que supongo alguna fricción crearía con los de Bilbao que en algún momento reclamarían el nombre (pero de esto no se habla en el libro).

Aparte de eta curiosidad – añadida a la curiosidad de todo el hecho de alemanes de Camerún en Zaragoza – me han gustado mucho un par de frases con las que identifico: “Gabi solo hablaba de vosotros para burlarse, como hacía con todo lo que le dolía” que creo que (burlarse del dolor, no de vosotros) es una actitud muy práctica; y cuando afirma que este mismo personaje no era “lo bastaste generoso para pasar de la caricatura a la simpatía.”, porque si hay que saber pasar de la caricatura – que esa muy bien – a la simpatía por el caricaturizado (por lo menos a veces), yo procure tener cierta simpatía con todos los comportamientos que caricaturizo, o eso me gusta creer (claro que también creo que soy hierático).

Además, he aprendido (a mi manera, esa de olvidarlo instantáneamente) como se dice que te jodan en hebrero que copio aquí en la confianza de ampliar el saber lingüístico de Alvaro (que el si lo recordara) y pueda sorprender a un par de conocidos judíos: “Lech tizdayen”, por si os interesa y queréis o tenéis oportunidad de usarlo, aunque tal y como están las cosas yo solo lo usaría en confianza.

Volviendo a los japoneses (que ya sabéis que me interesan y que un viaje que tengo pendiente) igual os sorprende saber que de los dos premios Nobel de literatura japoneses (tres si contamos a Ishiguro – y si no me equivoco – pero que para mí es ingles ya que se mudó a Inglaterra con seis años y, como dicen en mi pueblo “uno no es de donde nace, sino de donde pace”, algo que me niego a aplicarme a mí mismo que me defino como asturiano, pero es que además su novela más conocida es precisamente sobre el servicio doméstico británico) pues solo había leído a uno de ellos (si, a Oe, que aprovecho para decir que me apasiona) así que le tocaba el turno a Kawabata y su Dientes de León. Leído, a falta de leer más, he de decir que este cuento largo no me parece que justifique para nada un premio Nobel, pero lo digo desde la ignorancia y pese a que me encante su “Para mí no hay recuerdo de Ineko que me resulte fútil e insignificante, incluso cuando si lo pueda ser para otros. Porque a mí me llegara siempre como un menaje de amor. Cualquier anécdota ingenua de su infancia me llegara a los oídos como una canción de cuna. ¿no es un ejercicio de amor compartir recuerdos, no los más reveladores sino precisamente los más inanes?” que creo que es verdaderamente revelador, en cierta medida en amor consiste (entre otras muchas cosas) en querer conocer esas cosas pequeñas que han conformado a la persona amada, y viceversa: en dejar conocer esos pequeños recuerdos (los inanes que dice el Nobel, que todavía hay clases) a la persona amada (con esa idea – sin realizar – es con la que nació este blog y algún día, poco a poco, lo hare).

Curiosamente esta idea no está en contra de esa otra que también recoge de “No hay nadie que le cuente absolutamente todo a otra persona, ni siquiera a su ser amado. Eso no significa que este ocultando cosas.” Si, nos son excluyentes y creo que no tengo que explicároslo.

Por supuesto es un libro bastante japonés (aunque no del tipo japonés al que me refiero otras veces, el desquiciado) y refleja el machismo de la sociedad japonesa con ese “Quiero decir que moldees a tu esposa tu gusto. La mujer que se deja moldear es feliz. Un hombre que no sabe moldear a una mujer as gusto no es un hombre.”, que creo que podría haber firmado El Fary y también cuenta con una de esas máximas incomprensibles “Entrar en el mundo Buda es fácil. Entrar en el mundo de los demonios es difícil.” Que a saber que quiere decir exactamente pero que podría formar parte del estribillo de alguna canción de cualquier grupo moderno.

Tras alguna decepción, de la que todavía estoy recuperándome, he de decir que ya con el final de su trilogía, ese Ciudad en Ruinas, pues estoy prácticamente recuperado y vuelvo a pensar que es un gran escritor al que merece la pena seguir y que por lo menos yo voy volver a esperar sus novelas con interés. Es verdad que creo que no ha llegado al nivel, de ritmo sobre todo, de sus primeras obras pero empieza a estar cerca y frases como “Señoría, el letrado de la defensa acaba de contar literalmente el viejo chiste del niño que mata a sus padres y luego pide clemencia alegando que es huérfano”, que podría ser aplicable a la situación creada por Hamas pero mejor no entrar en esto; o esa otra de “Soy de una ciudad donde los tíos, cunado van a confesarse se acogen a la Quinta Enmienda. «Perdóneme, padre, porque he pecado. Y creo que conoce usted a mi abogado, el señor O’Neill»”, o que decir de esa otra de “Como reza la vieja fabula, para hacer una tortilla de jamón y queso, la gallina se implica y el cerdo se compromete.”, pues obviamente son una gozada de leer, más en una historia que se sostiene y en la que los personajes son creíbles.

En cualquier caso, la mejor de todas que creo imprescindible como consejo paternal, o fraternal o relacional, es “Voy a darte dinero suficiente para que hagas algo – añadió su padre – pero no el suficiente para que no hagas nada. Así que, ¿Qué te apetece hacer?”

Solo me queda añadir que parece que los de Boston tienen claro quién es el Atlético de Madrid en la liga de béisbol con ese diálogo en el que uno afirma “Ser católico y forofo de los Sox es cuestión de fe y sufrimiento. De mucho sufrimiento. Hay que ser muy masoquista para ambas cosas”, que ya sería suficiente, pero al que se añade la continuación de “Danny solo bromeaba a medias al decir lo de las cosas que importan en la vida, porque la lealtad es una de las cosas más importantes, y siendo de los Sox aprendes a ser leal a base de perder.” Una alegría ver a Winslow recuperado.

Para acabar el mes pues empecé Tengo algunas preguntas para usted, una de esas novelas de crímenes en las que el principal sospechoso, o el principal sospechoso de la protagonista que es una autora de podcast, pues parece tener los mismos motivos para ser el asesino que para no serlo. En cierta medida la típica técnica Agatha Christie en la que todos pueden se culpables o no serlo ninguno, o serlo uno que de repente aparece al final del todo, vamos, uno que solo pasaba por allí (como si estuviera en esa canción de Aute que tanto me gustaba de adolescente). Me atrevería a decir que no está mal y que si a mí no me ha gustado especialmente se debe fundamentalmente a dos factores: el primero ya lo he dicho y es que acababa de leer una muy buena novela y el segundo es que hacia la mitad del libro fue cuando me llamo mi cirujana ofreciendo fecha, y por decirlo en lenguaje torero estaba en capilla para mi operación por lo que realmente igual no soy muy objetivo con esta lectura pero, siendo Orteguiano, pues yo soy yo y mis circunstancias (no confundir con las circunstancias del tradicional chiste de Forges que eran una sueca – casi seguro – espectacular) pero no puedo decir que me haya gustado.

Eso sí, señalo un homenaje que quiero entender le hace a los Villacis con los que tengo trato (la doble A) con ese “Él, que solía aceptar retos como mezclar batido de chocolate, salsa picante, aliño ranchero y zumo de naranja en un vaso del comedor y bebérselo de un trago, había acabado teniendo un paladar exquisito.”, que es uno de esos misterios – junto con el de leer horas en el baño, o su incapacidad para irse a dormir aunque estén agotados – que no dejara de sorprenderme: como son capaces de comerse las combinaciones más deleznables de alimentos y, pese a ello, mantener un buen paladar, un paladar educado diría incluso.

Pero bueno, de estos y otros misterios hablaremos más otro día que va siendo hora de dejar esto y despedirme con el deseo del viejo Max, o de Max el milagroso: ¡Divertíos asaltando el castillo!

 PS: este jueves (23 de mayo) mi hermano Rafael (el de sangre, y no mi otro hermano Ricardo) presenta su ultima novela "Cualquier cosa pequeña" en la librería La Mistral (en el centro de Madrid). No se la hora (apostaría que a las siete de la tarde) y ni siquiera es seguro que pueda acudir (lo intentare fuertemente) pero... quien sabe, si vamos ambos es posible que coincidamos y nos veamos... y si no pues mi hermano si estará y le hará ilusión (o se enfadara porque me leáis a mi, aunque sean estas chorradas, que nunca se sabe entre hermanos)

Lecturas

McGlue - Ottessa Moshfegh

El futuro futuro - Adam Thirlwell

Suzuran - Aki Shimazaki

Si este no es mi hogar, no tengo un hogar - Lorrie Moore

Loa alemanes - Sergio del Molino

Dientes de león - Yasunari Kawabata

Ciudad en ruinas - Don Winslow

Tengo algunas preguntas para usted - Rebecca Makkai

sábado, 11 de mayo de 2024

Comentario de textos – marzo 2024

La verdad es que iba a empezar esta entrada (ya lo había hecho) contado mi periplo médico, del que algo avance en la última entrada, pero he me he dado cuenta de que llevo mucho retraso con esta entrada (e incluso con la siguiente) y tengo mis dudas de que mis cuitas medicas tengan algún interés salvo el de mostrar alguno de esos absurdos del mundo medico en el que un médico piensa que tu bulto de la espalda es “casi una minusvalía” y al siguiente medico (mas especialista) tienes que explicarle donde esta y de qué tamaño es ya que él no parece darse cuenta; o que durante casi doce años te hayan estado prohibiendo la cafeína y casi cualquier estimulante (lo que, extravagantemente, incluye tanto el regaliz como la tónica) para que un nuevo endocrino te diga que “eso no está nada claro, que no hay relación entre café y tensión” y que “un par de cafés al día, no son ningún problema”; o que si tienes un problema de azúcar que antes nadie había visto (si, es inevitable que si vas al médico te “encuentren” algo nuevo; es como era antes llevar un coche al mecánico, ibas porque tenías una rueda pinchada y te decían que lo que era preocupante era el ruido que hacia el carcomino flautico, que diría el excepcional Forges) lo que debes hacer es zamparte medio kilo de fruta diario porque claro la fruta no tiene azúcar; o que eres perfectamente apto para que te operen con una anestesia general (si, sorprendentemente lo soy) pero que como a el (al anestesista) no le viene especialmente bien el día que a elegido la doctora (justo después de la semana santa) pues que te vayas a ver a otro especialista (al endocrino para que te ponga a regimen ya que pese a ser apto así eres inoperable. Si, ya nada significa lo que significa: las notas son de 1 a 14 - el cero no existe - y se aprueba con un cuatro) solo para al final acabar operándote solo con anestesia local y con otro anestesista. En fin, todo bastante delirante pero demasiado cercano para aplicarle el humor necesario.

En cualquier caso, he decidido no entretenerme comentando los detalles de la profesión médica y de mis relaciones con ellos (ya, si eso, otro día hago un monográfico) y solamente informar a aquellos posibles lectores con los que no tengo un trato periódico que me han operado de un bulto que tenía en la espalda (ese que para algunos médicos era causa de incapacidad y para otros pues ilocalizable sin indicaciones precisas) y que todo ha ido estupendamente aunque me temo que es posible, probable, o incluso seguro que me quede una estupenda cicatriz en la espalda. 


Ahora, a la espera de que este lunes que quiten todos los puntos, grapas realmente, y que se me cure la incomodidad de tener un número elevado de ellas en la espalda (nada comparado a haber pasado una semana con una botella de drenaje colgada del costado) pues ando pensando en que historia inventarme para justificar, en el futuro, esta cicatriz, que como la han hecho tan recta no puedo atribuirla al ataque de un cocodrilo en una visita al saneamiento de Madrid o al de NYC y atribuirla a la clásica puñalada por la espalda pues no parece lo más acertado. Acepto ideas al respecto.

Y ya puestos a poner fotos impropias en esta entrada, para que valoréis vosotros mismos si merecía la pena quitarme el bulto, si es que se notaba o no, si podía servir como inspiración para el personaje de Alíen, pues os comparto una visa de perfil y otra de espaldas del bulto sacadas de una resonancia (que como había tiempo ya que al anestesista no le apetecía trabajar a la vuelta se semana santa) encargo mi cirujana (pero que no supo mirar ya que su ordenador no le dejaba descargar las imágenes).







Pues eso, que, en cualquier caso, en un par de días, el tema de mi bulto ya será un asunto completamente zanjado, incluso conociendo mi memoria en un par de meses ya no debería ni acordarme de este episodio, si no fuera por la única secuela es previsiblemente me quedara (salvedad hecha de la cicatriz) sera la de tener que seguir viendo al endocrino para que me prohíba todas las cosas que dan satisfacciones en esta vida. Así que (para no seguir retrasado) a por las lecturas, no de este mes, sino del anterior: de marzo.

Pues mis dos primeras lecturas son cortesía de mi amiga Maria de la O, con la que pude tomar un café a finales de febrero, con la que espero tomar otro en breve y mantener esta agradable actividad muchas más veces y que esta vez además de nuestro intercambio tradicional pues me dejo otro en préstamo: Xandru de un paisano asturiano (que sí, que yo soy de Cangas de Onís, igual que mi hermano es el mejor escritor asturiano para los periódicos locales, de allí, aunque un conocido mío – de familia de Cangas pero no nacido allí – me obligara una vez a enseñarle mi carnet de identidad para verificarlo, creo que porque le parecía fatal que yo lo fuera y el no).

Sobre esta primera lectura pues no sé si decir si me ha gustado o no; algo que para los más críticos será un claro indicador de que no me ha gustado pero que para los que me conocen pues sabrán que es algo que ya me ha pasado con muchos otros libros y que no significa nada especial. En este caso es la base de la historia – que es una especie de saga familiar o histórica, pero basada en la reencarnación de los personajes – lo que menos me ha gustado ya que me resulta confusa y desorientada.

Además, aunque sea una perogrullada, se nota que el escritor es “de letras” cuando escribe esta frase: “Pretender reconstruir el pasado a partir de los escasos testimonios y restos arqueológicos que nos han llegado equivale a calcular el tamaño de un iceberg a partir de la pequeña porción de hielo flotante que pasa ante nosotros: el naufragio está servido y con él, de propina, la hipotermia.” En fin, precisamente el tamaño de un iceberg es lo único que puede calcularse a partir de la parte que asoma, lo que no puede calcularse en la forma o hacia qué lado se extiende que probablemente sea la cusa de ese futuro naufragio, pero, el tamaño, el tamaño sí que se puede calcular.

También se nota, se le ve un poco el pelo, que su cultura musical contemporánea (entendiendo como contemporánea de los años setenta; que ya ves tú lo que tiene de contemporáneo: que la distancia temporal entre ahora y los setenta es como la que había entre los ochenta y los años treinta y nadie, en los ochenta, clarificaría de contemporánea la música de finales de los años 20) pues tampoco es muy convincente aunque se atreva a mencionar “… desde que oí por primera vez Ziggy Stardust, adquirí la convicción de que David Bowie era un dios. Si me hubiera criado en otro barrio, sin la presión de tener que robar o mendigar, a lo mejor no me hubieran sorprendido tanto aquellos guitarrazos desinhibidos, pero en mi ambiente la guitarra eléctrica era un instrumento que se tocaba casi con respeto y yo diría que, al revés, separando las cuerdas de la caja y haciendo que su vibración se apartara lo más posible del instrumento…”. Es verdad que Bowie tiene guitarrazos desinhibidos pero contemporáneo a sus arañas de marte pues estaba el inicio del punk donde dejabas de ser punk si se te ocurría tocar la guitarra de otra forma que no fuera rasgando todas las cuerdas hacia abajo; rasgar hacia arriba o evitar las cuerdas superiores ya se consideraba virtuosismo. Pero bueno, el seria de otro barrio o, más probablemente, de otra aldea (lejana y aislada).

Si este primer libro era con vuelta, ya que era de su hermana (creo que incluso recomendado por la hermana) el libro que me intercambio fue Apiste para codornices, una colección de cuentos de Saki que pese a este nombre de pluma y de ser birmano de nacimiento es uno de esos escritores del clásico humor inglés (si no lo conocéis pues pensad en Roald Dahl, que es mucho más que un escritor de cuentos infantiles, y si lo conocéis también, que siempre hace bien pensar en los cuentos de Dahl). Este libro, característico del autor, incluye unos dieciocho cuentos en poco más de ciento cincuenta paginas lo que hace que, ya puestos a decir analogías musicales – chorradas -  se pueda decir que Saki es, algo así, como los Ramones: todos los cuentos tienen una rapidez envidiable y todos (o casi todos) una idea excelente (como la del tipo que viaja para tatuarse con un artista muy famoso y al que luego no dejar salir del país porque está haciendo contrabando de arte) y hacen una lectura ideal para cualquier momento (ideal para tener en el cuarto de baño para las visitas que tengan un apretón) que siempre pueden dejarte una frase excelente como ese: “Desde luego, era deplorable que alguien tratase la verdad como un artículo temporal del que se hubiesen agotado ya disculpablemente todas las existencias” (frase que es buena pese a la deficiencia de la traducción ¿articulo temporal? ¿disculpablemente?, no sé, no se).

He de reconocer que no sabía que las últimas palabras de Saki fueron “Put that bloddy cigarette out!, que no las dijo por ninguna cruzada antitabaco (no era tan moderno y estoy convencido de que era fumador de puros o de pipa) sino porque estaba en una trinchera en plena guerra mundial, razón por la que fueron sus últimas palabras, ya que le voló la cabeza un francotirador alemán (que no era un francotirador muy bueno, ya que no acertó al que estaba fumando sino a Saki, que estaba al lado, pero cosas que pasan y algunos, las estadísticas seguro, dirán que fue otra víctima prematura del tabaco: que el tabaco le mato con tan solo 43 años).

Tras estas dos lecturas y habiendo visitado mi librería de referencia para abastecerme (el plan perfecto para cualquier día y hora: visita a Méndez a por libros y a El Riojano a por una palmera de chocolate, todo en la calle mayor y ambas con puerta de calle) empecé El Valle, he de reconocer que con Trevanian en la mente, por aquello de que era un thriller ambientado en los pirineos (ya, ya, es una referencia excesivamente culta pero así es uno, tiene estas extrañas asociaciones así que no os preocupéis si no la habéis captado).

Como novela, pues no está mal (nada que ver con Trevanian, eso que quede claro, si tan siquiera con algunas de las más flojas) pero no me parece un autor para recordar y buscar. Es posible que tenga una opinión sesgada porque hay un primer error demasiado pronto en el libro cuando el protagonista, que va a recorrer una amplia zona de los pirineos, “en una tienda de souvenirs y de deporte adquirió un mapa topográfico 1:25 y una brújula de senderismo...:”. En fin, con esa escala no necesitara un mapa si no la tradicional guía de los taxistas (antes de la llegada de los móviles) y probablemente varios tomos (algo incómodo para hacer senderismo, creo).

Tras este error cuando un poco más adelante proporciona una estadística que parecería prometedora, a la par que redonda, como “la producción mundial de cemento es de un metro cubico por habitante cada año” que merecería la pena recordar si no hubiera tenido el error anterior, pero a estas alturas uno tiene sus dudas y decide olvidar este dato inútil y ya ni meterse con Morrissey (el líder de los Smiths y el vegano mediático por excelencia) con ese “Con la edad, Morrissey se había vuelto un imbécil” que se queda corto por la imbecilidad y largo por el plazo (es más que un imbécil y en menos tiempo) hace recuperar a este lector la alegría por el libro.

Con todo he de reconocerle que, pese a que la historia es la típica de asesinatos cuasi rituales, deja un par de frases buenas como esa “Irene era un poco como esos jefes que afirman que quieren fomentar la participación, pero que imponen su punto de vista desde el principio de la reunión y luego demuestran cierta predilección por las intervenciones que lo avalan.” y que se consideran modernos y que hacen brainstorming (que consideran algo muy moderno, como, digamos, el kale); o esa otra que podría explicar, en parte, porque cierto tipo de ejecutivo joven tienen problemas para pensar adecuadamente ya que “Martin había leído en alguna parte que las corbatas eran nidos de microbios y también que comprimían en exceso las arterias del cuello, reduciendo por consiguiente el flujo de la sangre al cerebro.”

Pues con esto llegue hasta el inicio de la semana santa que a la luz de que mis problemas médicos no avanzaban decidí irme a Piles a leer y hacer mis cosas (o sea a hacer nada) y allí empecé La Luz de Norte, una novela cuya premisa solo puede ser fruto de un japonés: un arquitecto – tras la crisis – diseña y construye una casa que le llena de satisfacción y de reconocimiento pero, al cabo de un tiempo se entera de que la casa esta vacía, de que la pareja que se la encargo no vive allí… así que decide investigar que ha pasado y porque no viven en esa casa.

No solo es japonesa la premisa, sí no que también lo es la relación de las personas con el trabajo como la del padre que, siendo encofrador, en presas, consideraba que él era una parte importante del proceso de construcción, que él había construido la presa, se sentía como un héroe por participar en la construcción y consideraba que “Construir presas era conquistar la naturaleza… Una presa es como la mano de Dios: recoge y almacena cada gota de lluvia y nieve que cae en las montañas y la reparte generosamente entre todos nosotros.” aunque esto más que exclusivamente japonés es simplemente de otra época, de la época en la que no solo se podía, si no que había, que conquistar a la naturaleza (como si ya ni hubiera que hacerlo) y sentirse orgulloso y parte principal del trabajo que se hacia colectivamente.

Aunque no estoy muy de acuerdo con la respuesta (creo que es demasiado ilusoria) uno de los personajes se hace una pregunta que yo diría debemos hacernos todos de vez en cuando, cuando pensamos en otras personas de ámbitos diferentes, para probar eso de la empatía: “¿Qué clase de vida llevaría yo si hubiera crecido y nacido en aquel barrio? Sin duda una vida en la que habría podido conservar todo aquello de lo que no quería desprenderse, pero sin poder huir de las cosas que quería dejar atrás.”

Con todo, mi frase favorita de toda la novela, porque, aunque todo el mundo me vea de otra forma, yo soy un tipo sensiblero (aparte de hierático) e incluso a veces llorica (de interior, o por lo menos del interior de mis habitaciones privadas), es “las lágrimas tiene el poder de arrastrar hacia fuera toda clase de emociones.”, razón por la que ,a veces en la intimidad (como el que habla catalan) lloro de risa, de pena y por emociones estúpidas.

Hace poco, ya he hablado de ella un par de veces, descubrí a la escritora canadiense Louise Penny que se ha convertido en una de mis autoras favoritas (con Rozan y Larson, creo, aunque seguro que me olvido a alguna) así que fue ver su nueva novela, El reino de los ciegos, y cogerla para reservarla para un buen momento (Piles por ejemplo)

Realmente no sé si asunto de la traductora o de la novelista, pero leer una versión de una frase que en mi casa era casi un mantra (sin la referencia al resentimiento, ni al hermano) como “seguro que abrigaba algún resentimiento hacia un hermano que había nacido con estrella… mientras que él había nacido estrellado.” en un personaje de Canadá me reafirma en mi predilección por esta escritora, o por la traductora.

Pero no solo esa, sino “El desorden de los cajones contrastaba con la pulcritud de su escritorio. La vida de mucha gente era así: una habitación ordenada y un armario revuelto; una encimeras impecables y caos dentro de los armarios de la cocina.” Que me parece una descripción perfecta de la vida de mucha gente que conozco y sobre todo de sus cerebros, junto con esta que te puede sacar de dudas: “Por regla general, si tienes que mentir es que estas haciendo algo malo.” Para mí, de momento, entre mis escritoras favoritas, mis descubrimientos, de los últimos años.

Empiezo a pensar, agradezco incluso, que hay un boom de la literatura japonesa en España, o por lo menos que empieza a haber muchas más traducciones de clásicos y de no tan clásicos (en el sentido temporal) por lo que este mes he podido incluir a dos japoneses (además de un tercero que fue el que intercambie con Maria de la O) y mi siguiente lectura fue Nowaki. Se trata de una novela interesante pero más clásica en sus formas y en su planteamiento, en el que, según la que escribe la introducción, hay tres tipos de personalidades (personajes): “el socialista aboga por un cambio radical en el sistema político y económico de Japón; el joven disoluto busca confort material y experiencia sensual y los antepone a la actividad productiva; el joven angustiado abraza una versión nihilista sobria cuestionado la importancia de todo sistema moral de cara a un mundo sin esperanza.” Casi nada, ¿Cómo os quedáis? Pues eso, para que luego digan que yo soy más de novelas de crímenes o entretenimiento; que no, que también leo cosas de pensar o eso cree la de la introducción.

Es verdad que como yo no soy tan intenso como para hablar de estas cosas lo que he señalado ha sido las medidas de un tatami, cuya “superficie estándar en Tokio es de 1,76 x 0,88” lo que a) que es como 1,5 metros cuadrado y b) que parece que es variable; y también, que, al parecer, Banzai! no significa Victoria ni nada semejante (que era lo que yo siempre había pensado por las películas bélicas de mi infancia) si no que viene a ser un ¡Viva! y, literalmente, según la traductora, “diez mil años”, algo que tiene un extraño parecido con el brindis italiano de “cien años” que sale en el padrino (una de esas películas que prueban que no siempre es mejore el libro) y otras películas de mafiosos. Curioso, diría.

Otra frase con la que no consigo decidir si estoy de acuerdo o no es “Presentar a una mujer bella a un hombre solitario no puede considerarse un acto de buena voluntad. Muy al contrario, es un auténtico crimen.”, supongo que depende de las circunstancias específicas, pero es verdad que, en algunos casos, más de los deseables, es lo segundo.

Mi última lectura de este mes fue A cuerpo de Rey, una novela de detectives, diría canónica, en la que lo más sorprendente es que uno de los personajes de llama Alfred Xavier Quller (nombre que supongo que al autor le resulta sumamente exótico y de malvado malvadísimo, o no, que no hago spoilers).

Coincido plenamente (salvo por lo de estimulante, que cuando lo tienes que hacer año a año, deja de serlo) con su explicación de que “hacer obsequios supone uno de los enigmas más estimulantes de la era moderna. La mayoría de la gente no sabe cómo pedir lo que quiere; la mayoría ni siquiera sabe que es. Se pasan vidas enteras buscando, encontrando y luego dejando atrás lo que todo, desde los textos sagrados a la televisión, les han inculcado que querían. Unos quieren hijos, pero se dan cuenta, cuando ya es demasiado tarde, de que a menudo los hijos no los quieren a ellos. Hombres y mujeres buscan el amor, lo encuentran y luego despiertan una mañana para encontrarse con la cruda realidad de que se dejaron el frasco abierto y la preciada pasión se ha evaporado. Los monjes meditan sobre mantras consagrados con la esperanza de alcanzare la iluminación y luego caen en la cuenta de que la plena conciencia no cambia nada.”

Pero me gusta incluso mas esta de “El maestro demoniaco tenía los ojos oscuros fijos en mí. Sus palabras eran una especie de examen, aunque no alcanzaba a discernir de que asignatura.”, tal vez porque hace unas semanas estuve de profesor en un curso (20 horas en cinco días) en el que cada vez que preguntaba algo a algún alumno tenía una sensación de que no sabían ni de que asignatura les estaba preguntando (y eso era fácil ya que solo había una) y que igual pensaban en mi como “demoniaco” (quiero pensar que no ya que luego les hicieron que me evaluaran y la verdad es que salí bastante bien parado, con notable algo de promedio y con sobresaliente en algunos aspectos pero… vete a saber)

En fin, pues eso, hasta aquí mis penas (tratara con médicos) y mis alegrías (leer y tratar con otras personas) por lo menos hasta la semana que viene que intentare ponerme al día ya sin mis puntos y con los resultados de una biopsia de mi alien que la médico ha decidido hacer, o está obligada a hacer por protocolo y cuyos resultados no preocupan lo más mínimo. Son cosas de médicos y de protocolos, médicos que, lamentablemente, son muy distintos de aquel que le escribió a Churchill para una visita a estados unidos durante la ley seca una receta (un certificado medico, realmente) que tenia que tomarse como mínimo un tercio de botella de alcohol con cada comida.


En fin, como no creo que yo consiga algo así de ningún medico actual, que parecen mas centrados en las prohibiciones y las dietas que en mejorar la vida del paciente, pues ¡Divertíos asaltando el castillo!

 

Lecturas

El ojo vago - Xandru Fernandez

Alpiste para codornices -  Saki

El Valle - Bernard Minier

La luz del norte - Hideo Yokoyama

El reino de los ciegos - Louise Penny

Nowaki - Natsume Soseki

A cuerpo de rey - Walter Mosley