domingo, 27 de octubre de 2024

Comentario de textos - Septiembre 2024

 Otra vez voy tarde, muy tarde, en mis comentarios de este mes; casi tan tarde que so no avanzo hoy (quiero decir lo escribo hoy) pues se me juntara con la siguiente ya que en lugar de a primeros de mes ya estamos casi a final de mes.

Realmente podría culpar al aniversario del Wurlitzer (dieciocho años ya, pero todavía no es mayor de edad para dejarlo salir solo) o a mi tradicional visita de NYC (a la que me mantengo fiel desde ya no se ni cuantos años) de este retraso, pero ninguna de las dos tiene la culpa y además espero que ambas se mantengan durante muchos más años por lo que me niego a culparlas de nada, salvo tal vez de hacerme feliz. Ambas cosas me proporcionan felicidad, incluso me atrevería a escribir esa palabra con mayúsculas. Así que culpare al trabajo que, últimamente, me tiene demasiado entretenido, pero también satisfecho. De momento parece que no me faltara en los próximos cuatro o cinco años (vamos a renovar algunos contratos de larga duración) y la verdad es que incluso ya estoy diciendo que no a algunos trabajos porque no quiero agobiarme, que como sabéis yo, a veces, que agobio mucho con intentar terminar cosas o quedar bien en mi trabajo.

Pero bueno, como voy tarde, pues hoy no me extenderé en comentar la guerra que se avecina (no, no las guerras que ya están y que parece que van a ampliar su marco, como la de Rusia Ucrania, ahora con la participación de tropas de Corea del Norte; no la árabe israelí, que parece que seguirá ampliándose a otros países, sino la que más me fascina que es la que puede que se declaren Canadá y la India. Que me fascina); ni el lema de una manifestación que el otro día recorrió Fuencarral bajo el inquietante lema “No al trabajo asalariado” (que como tras cosas que pasan en la calle Fuencarral, desde las colas de jóvenes para comprar ropa en tiendas que parecen en obras, hasta los pedigüeños de ONGs o esos otros que quieren que se prohíba la experimentación de fármacos en animales, no sé si prefieren que se experimente con pobres o con extranjeros o, tal vez, que no se experimente y se pruebe directamente sin experimentar) y que me hace dudar de que están a favor ¿de la esclavitud?; y por supuesto tampoco entrare en el tema de final de mes del niño pervertido aunque a este respecto solo repetiré aquel dicho “dime con quién andas y te diré quien eres” y obviamente alguien que se rodea de skinetos (si supongo que antifascistas, pero igual de skinetos) pues ya demuestra una cierta “catadura moral” por muy pacifista, integrador y feminista que sea su discurso público.

No, no comentare nada de esto y ni tan siquiera os contare mis paseos por NYC o mis compras (libros y papelería, básicamente) pero si os contare que este año una de nuestras tradiciones (estampar en la cara de mi sobrina un plato de nada en Peter Lüger) fue un éxito de crítica y público y ha incorporado (esperemos que no como tradición) el lanzamiento de nata desde el dorso de una mano a la boca, golpeando la mano de la nata con la otra y cazando la nata al vuelo gracias al consejo de una lugareña (cuya pareja era probablemente un actor famoso) que tras ver el espectáculo no pudo menos que acercarse a felicitar a los participantes y comentarle a mi sobrina que eso era lo que ella hacía. Obviamente mi sobrina intento hacer este malabarismo con un éxito nulo hasta que su tito favorito (aka yo, ducho en diferentes artes circenses) le explico que para que funcionara era necesario hacer el ruido de lanzamiento con la boca, que era la única forma de que funcionara. Tras ser víctima (yo, no mi sobrina) de varias insinuaciones sobre mi imbecilidad acompañadas de risas, mi sobrina intento un nuevo lanzamiento, haciendo el ruido obligatorio, con tal éxito que no fue capaz de atrapar la nata que sobrevoló por encima de su cabeza para, casi, alcanzar a un camarero que pasaba por detrás de ella y que se quedó casi tan estupefacto como sus padres que dudaban de mi sabiduría circense. (ya, ya os veo a los más incrédulos dudando una vez mas de esta anécdota… pero, os aviso, esta todo grabado en video y si supiera donde pues lo pondría aquí, o no, que al fin y al cabo me parece feísimo que dudéis de mis historias).

Así que sin contar nada de esto y sin aportar las pruebas documentales paso a mis comentarios de las lecturas de este mes que empiezan con Biografía de X, una novela que me compré con muchas dudas, pero a la que decidí darle una oportunidad por ser una biografía de un personaje inventado. A mime ha parecido una mala novela (aunque curiosamente el otro día estuve con un muy buen amigo y hablando de esto y aquello, me comento que se había leído una novela que le había encantado. Casualmente yo también la acababa de leer, es una del mes pasado, pero me había parecido una autentica bazofia; así que ya veis). Uno de los grandes defectos para mí de esta novela es que la susodicha X, pues parece estar en todos los movimientos artísticos y no artísticos, es casi como si fuera el Forest Gump de la época artística que intenta retratar la autora, pero es que además la autora se inventa como cuarenta páginas de referencias que no tienen ni pies ni cabeza (para mí, pero igual me he perdido algo de la parodia o lo que sea).

La verdad es que, si no lo deje a medias, o antes, no fue por algo que la misma autora explica de un libro (37 es su título) de X “¡Me cautivo tanto que 37 no dejara de ser malo en ningún momento que no pude parar de leerlo, no fuera que le diese la espalda y el libro se levantara a apuñalarme!”, pero puede que algo de este miedo a los objetos inanimados siempre exista.

Si me han gustado algunas frases como esa sobre “Que cerca discurre nuestra vida de otras; por qué poco nos convertimos en quienes somos y no en otro adyacente al azar, otro que está cerca y a la vez demasiado lejos.”, que me gusta menos que aquello tesis de Rafa (mi hermano, al que por cabrear llamo con un diminutivo) de que todos somos asesinos en serie de distintas versiones de nosotros mismo, ya que cada decisión que tomamos elimina a todos aquellos que podríamos haber sido tomando una decisión diferente; y también esa otra (ampliable, desde mi punto de vista, a otras relaciones) de “… tampoco tiene sentido intentar escribir la autopsia de matrimonio; cada lado es una isla rodeada de falsedad.”

Casualmente tras esta lectura estaba sin reservas, a la espera de volver a visitar mi librería de referencia (eso es, Méndez en la calle mayor; no os olvidéis de visitarla) pero curiosamente andaba mirando mi librería seleccionado mentalmente alguna gran lectura en inglés para mi amiga Maria de la O (que preparando un cambio de trabajo – la traidora – a exteriores, me comento que quería leer en inglés) y cuando ya llevaba una pequeña pila de selección mi mirada encontró Good Benito. Un libro que solamente compré, obviamente, por el título ya que no tenía ni idea del autor ni de su obra anterior (en la portada lo anunciaban como el autor de Einstein’s Dream; también un buen título) y que encontré en una cadena de librerías que ya no existe.

Es un libro que en su día me gusto (de hecho, acabe comprándome el que anunciaban en la portada que también me gusto) imagino que en parte porque su protagonista me gusto, me gustaba pensar que se parecía a mí, o que yo podía parecerme en algo a él, sobretodo es eso de “… took more pleasure in being wrong than right, when he was wrong, he learned something new.” Obviamente una falsedad ya que todos los que me conocéis sabeis a) que nada me gusta más que tener razón y b) que nunca esto equivocado (por lo que no aprendo nada). La relectura me ha vuelto a gustar.

Cabeza de serpiente es una de esas extrañas concesiones que hago a la lectura periodística y solo porque la primera novela que leí de este periodista me gustó mucho (una sobre el IRA) e incluso pese a que la siguiente (una sobre la industria farmacéutica) y la siguiente (una de perfiles de famosos) no me acabaron de convencer. Pero, este tema la inmigración, o la emigración o la migración (que entiendo que la nomenclatura depende del punto de vista) pues es interesante y de actualidad. Además, el hecho de que empezara con una anécdota sorprendente y desconocido como el de que un barco de emigrantes chinos embarcara en 1993 en la costa de Nueva York (en Rockaway, ya famosa por una canción de los Ramones) me parecía sumamente interesante y sorprendente; ¿cómo acaba un barco desde China en New York?, no parece una ruta ni medio probable.

La verdad es que toda la historia de la inmigración china (igual de muchas otras) es sorprendente, desde el principio hasta el final cuando en 2007 el autor está reunido con la policía de Bangkok para hablar del contrabando chino de seres humanos y este le responde “¿Gente que intenta entrar en China? ¿en busca de trabajo? Si, es un problema.” Ya digo, una cuestión de perspectiva, en este caso temporal, pero en otros igual moral como ese “La Biblia es el manual definitivo sobre la inmigración – declaro Joan Maruskin al Baltimore Sun -. Moisés era un delincuente extranjero que volvió a Egipto para conducir a toda una nación de ilegales a la tierra prometida. Jesus era un refugiado sin papeles. ¿Qué habría sido de la cristiandad si lo hubieran metido en una cárcel del SIN?”

La verdad es que está lleno de anécdotas divertidas, como el nacimiento de los bazares chinos para blanquear el dinero de la trata (si, la emigración es una trata) pero que “Estos negocios no eran exactamente tapadera. Tener un negocio tapadera que no de beneficios por cuenta propia seria, desde el punto de vista de un fujianes, un desperdicio imperdonable.”, que no deja de contrastar con ese personaje de la noche madrileña que abrió un negocio que él esperaba que fuera deficitario para poder blanquear dinero pero que tuvo tanto éxito que no solo no cumplió su objetivo, sino que ha tenido que abrir otro para blanquear el dinero de ambos.

Otra de mis cosas favoritas, sin ninguna relación con la inmigración y que igual debería saber, es enterarme de que “El rio Niagara tiene una longitud de cincuenta y cinco kilómetros.”, pese a que yo siempre lo había imaginado como un rio que cruzara casi todo Canadá, o gran parte, y es un rio miserable (en longitud). Toma sorpresa.

La otra es descubrir que la fama del Origami chino – que sí, que existe y se trata de un origen modular muy divertido – viene precisamente de este naufragio y de cuanto “en la cárcel del condado de York, un recluso alto y ligeramente taciturno llamado Yang You Yi, cogió una revista que estaba leyendo y empezó a arrancar las páginas de papel satinado para plegarlas en triangulitos de papel. Hizo cada vez más triangulitos, hasta que tuvo un montón impresionante. Luego empezó a entrelazarlos y armar estructuras que conformarían una escultura más grande.”, ya que, aunque me habían contado la historia siempre la había situado en la costa Oeste y mucho antes. Lo que no deja de inquietarme es la cara que debían de poner los funcionarios de prisiones mientras este chino se dedicaba metódicamente a hacer triangulitos y triangulitos de papel… debían de estar completamente acojonados, no solo al principio sino cuando se le unieron más y más chinos haciendo lo mismo ya que se convirtió en un negocio y los reclusos cavaron haciendo dieciséis mil esculturas, que vendieron por treinta y cinco mil dólares y que a los mejores les valió para salir de la cárcel con visados especiales para “extranjeros con aptitudes artísticas especiales”.

Tras esta novela, o reportaje periodístico, de gran longitud pues mi siguiente lectura era cortita, poco más que un cuento y que compre, por el título, Primero estaba el mar, pero también en palabras de la contraportada va sobre “J. y Elena deciden poner fin a la vida bohemia y desordenada que llevan en la ciudad y empezar de nuevo en un rincón remoto en la costa”, vamos casi sobre malasañeros medios que de repente deciden dejar de serlo (por edad o por una pandemia). Obviamente esto nunca acaba bien, pero en el caso de la novela es ya sumamente exagerado y en palabras de uno de los malasañeros retirados al campo “si no me voy rápido, me alcoholizan.”

La verdad es que se trata de una historia tan exagerada que en gran medida se pierde el sentido y acaba quedándose a mitad de camino – malamente – entre una historia de gente normal que podría haber sido interesante o Perros de Paja (la peli de Peckinpah) sin llegar a tener nada de verdadero interés.


Una tienda en Chicken Hill, parecía una de esas novelas que tienen mucha fama (creo que la fajilla decía que era la favorita de un Obama, no recuerdo de cuál de los dos) pero que se van a quedar en nada pero que pues uno tiene que acabar leyendo. Efectivamente es una novela que se queda corta en todo, no está mal pero tampoco está bien y podía haber dado más juego con mucha tensión racial y social con comunidades de negros y judíos y el Ku Kux Klan (marginalmente)pero que yo no recomendaría leer.

Si me ha resultado muy curioso leer cuales son “los siete requisitos para llevar una buena vida judía: sabiduría, mansedumbre, temor de Dios, amor a la verdad, amor a la gente, buena reputación y rechazo al dinero.”; no, no digo que no lo sean al fin y al cabo los diez mandamientos tampoco tienen mucha relación con gran parte de los católicos que yo conozco, pero ¿rechazo al dinero? No sé, es como esa otra parte en la que “Era un verdadero judío, un hombre de ideas e ingenio que comprendía el significado de la fiesta y la música y que sabía que la mezcla de ambas cosas significaba la vida misma.” Mira que no digo que no, pero me cuesta identificar, la unión de música y fiesta con el temperamento judío, mas allá de “El violinista en el tejado”. Yo los veo más como un pueblo triste, que quieres que te diga y les veo más identificados con “Una negativa no es un no. Es solo el comienzo de una negociación.”, aunque ahora mismo y en según qué temas esto no es ni planteable y coincido en que “no es no” (que quede claro) aunque en otros temas pues así es la vida.

Andaba ya justo pensando en volver a visitar mi librería de referencia cuando por recomendación de mi amigo Barcina compre por internet (en mi librería había preguntado y no lo tenían, aunque por supuesto me lo conseguirían en unos dias. Que además de una buena selección tienen buen carácter y colaboran por eso son de referencia) Morir en California, una novela que podría clasificarse de clásica negra en la que un granjero de Illinois viaja a California para aclarar que ha pasado con su hijo ya que le dicen que se ha suicidado y él no se cree esta explicación por lo que acaba involucrado con personajes completamente ajenos a su vida, a su mundo.

Entre ellos, por supuesto políticos, ese tipo de persona que “… tenía el talento de hacer que los otros se sintiesen importantes y apreciados, con lo cual el, a su vez, inspiraba automáticamente más simpatía.”, obviamente políticos distintos a los actuales que, sin embargo, también creen que “para salir mínimamente limpio en política tiene que ser uno el que enfranque al otro primero.” Y que para nuestro protagonista eran iguales ya que “Para el, progresista y conservador, marxista y anarquista eran palabras sacadas de la misma bolsa de basura, etiquetas pegadas en latas vacías, la táctica por delante de las medidas, un frenesí hueco.”; cuesta poco identificarse con el protagonista en estos temas.

Pese a que pasa en los sesenta, con lo que hay hippies, tampoco es difícil trasladar a día de hoy esa impresión de que “había algo triste en aquella generación para la que la vida se limitaba cada vez más a aparentar y disfrazarse… … el único problema de esa nueva tribu era que sus padres tenían que ser todos dentistas o corredores de bolsa o fontaneros: alguien lo bastante solvente para pagar las letras de una autocaravana.”

Tampoco hay mucho problema en trasladar sus reflexiones sobre los bovinos a los humanos ya que “El problema principal, por supuesto, era sencillamente la estupidez de la criatura bovina. Del mismo modo que, generación tras generación, los toros andaluces seguían sin ser lo bastante agudos para entender que su enemigo no era esa muleta reluciente sino el hombre que sostenía, la vaca Aberdeen Angus podía pasarse horas junto a una alambrada de espino, mirando fijamente la hierba más verde del otro lado, y no se le ocurría nunca bordear la alambrada en busca de una apertura. Había que llevarla.” No demasiado distintos de nosotros que ni entendemos quien es el enemigo ni hacemos nada por buscar la solución.

Por supuesto esto no lo digo por nadie en concreto y mucho menos por mí, ya que yo como otro personaje del libro, aun sin sus limitaciones, “soy una especie de minoría desfavorecida unipersonal.”

Con estas lecturas ya habíamos llegado a los días del aniversario del Wurlitzer y aunque me había quedado sin nada que leer pues el bueno de Lindsay le había traído a Alvaro The Voids, una novela que pasa por zonas abandonadas de Glasgow con un personaje que no deja de complicarse la vida, una vida de mierda; así que decidí cogérsela prestada con idea o de acabarla o de llevármela en el avión a NYC.

De forma general no me ha gustado, me ha parecido una lectura un poco irrelevante, un personaje sin demasiado interés en unos días poco interesante,  aunque si que me ha gustado esa idea de que “Everyone self-mythologises a little in life” que en cierta forma es como creo que todos vemos nuestros recuerdos o aquellos que contamos a los demás y esa de que “That nothing separates memories from ordinary moments. It’s only afterwards they become memories, due to the scars they leave.”; vale, no todos los recuerdos dejan cicatriz, también los hay buenos (incluso muy buenos como la nata y Peter Lüger) pero se entiende lo que quiere decir.

Y por supuesto, para una persona poco expresiva como, me temo (o dicen) que soy yo, hay frases que nos incitan a cambiar ya que esa falta de expresividad se debe a que tenemos esa creencia que es “But among the saddest and most fatal belief of all, is the belief that those we love or hate will be there when we finally decide the time is right for us to face them and tell them exactly how we fell.”, y si es verdad que frente a los que odio prefiero creer que siempre habrá tiempo para decírselo o que no pasa nada por no decírselo si me temo que igual debería decirles algo a los que de verdad quiero. Seguramente no lo haga lo suficiente, o casi nunca siendo sincero, pero aceptar esto como una forma de decíroslo. Mientras tanto, mientras intento renunciar a esta creencia pues “Divertíos, asaltando el castillo”.

  

Lecturas

Biografia de X - Catherine Lacey

Good Benito - Alan Ligtman

Cabeza de serpiente - Patrick Radden Keefe

Primero estaba el mar - Tomás González

Una tienda en Chicken Hill - James McBride

Morir en California - Newton Thornburg

The Voids - Ryan O'Connor