En fin, pues, aunque no lo parezca por el retraso que llevo en comentar mis lecturas no ha sucedido nada raro y todo está bien a este lado de la pantalla. Mi tardanza en escribir solo se debe a que estoy algo desbordado de trabajo y, lo que es peor, de un trabajo que me induce a procrastinar ya que no es especialmente interesante y en el que además dependo del trabajo de otras personas que no están bajo mi control lo que me crea demasiada tensión ya que a) odio a la gente y b) la gente cada día trabaja peor, con el mínimo interés, creyendo que lo saben todo pero demostrando un desconocimiento básico de casi todo, probando, una vez más, la veracidad del efecto Dunning-Kruger, lo cual hace que se refuerce la “a” anterior y me tengan un poco, mucho, hasta los mismísimos y me hagan, en lugar de trabajar menos, tener que trabajar más ya que primero me toca revisar lo que han hecho, abroncarles por las mierdas que preparan para finalmente tener que acabar haciéndolo yo casi desde cero. En fin, supongo que son o cosas de los tiempos que corren o cosas de la edad que voy teniendo y de la perdida de la escasa, casi nula, paciencia que me caracteriza.
En fin, que como voy bastante tarde con mis comentarios y
habiendo ya despotricado del mundo exterior y de los personajes que lo habitan
pues, sin más preámbulo ni introducción, me paso a los comentarios del mes
anterior (en breve, espero, los de este mes).
Empecé el mes sin nada que leer, pero resulto que en el
Wurlitzer se habían dejado – además de la tradicional multitud de prendas de
ropa propias del invierno y de diversos artículos electrónicos y no – un par de
libros y dio la casualidad, no recuerdo porque, que pase por allí y me los
lleve para aprovecharlos y saber qué tipo de cosas lee el público, o más bien
el público poco cuidadoso con sus cosas, o con sus libros.
El primero era Llenos
de vida, que se supone es una sátira de la sociedad americana de los
cincuenta y que hoy encajaría en algún genero de esos de auto ficción o como se llamen cuando uno novela una historia en la
que los personajes se parecen demasiado a los de du propio entorno y el
protagonista es casi identificable con el autor, en este caso un escritor que
va a ser padre y pues tiene una especie de crisis/cambio de su pasado rebelde a
su vida convencional (o creo que eso es lo que intenta contar el
autor/protagonista). El caso es que no me ha interesado lo mas mínimo y no creo
que tenga nada destacable.
El otro libro olvidado
era La campana de cristal, que
curiosamente también pasa en los años cincuenta, lo que me hace sospechar que
igual los olvido la misma persona, ya que es mucha casualidad que los dos
retraten la misma época, aunque igual no, ya que este está dedicado por ser un
regalo de cumpleaños y el otro no. Por este si sentía curiosidad ya que la
autora es uno de esos lugares comunes de las feministas de la que yo, creo, no había
leído nunca nada (hasta ahora no sabía bien porque). Teóricamente – según la
contraportada – pues es “un clásico de permanente actualidad, certero en su
retrato de la enfermedad mental y la alineación moderan”, pero una vez más debe
de ser que yo no lo he captado en su verdadera magnitud y me ha aburrido
bastante y me ha parecido una novela insignificante de la que solo salvo una
frase en la que una atea cuenta que hablo con un cura: “le conté que yo creía en el infierno, y que cierta gente, como yo, tenía
que vivir en el infierno antes de morir, para compensar que después se lo perdían
porque no creían en la vida después de la muerte”. Supongo que es un
pensamiento excesivamente católico para mi gusto con el que no estoy nada de acuerdo,
pero, oye, me parece curioso.
Leídos los dos olvidos,
teniendo en cuenta que la persona que los olvido
nunca volvió a por ellos pues cada vez estoy más convencido de la premeditación
del dicho olvido y que no se trata de poco aprecio a los libros sino casi de lo
contario.
Tras estas lecturas extemporáneas pues ya era hora de
visitar mi librería de referencia (ya sabéis, pero yo, cual influencer, si bien sin nadie en quien
influir, que publicita cosas lo repito, Librería
Méndez en la calle mayor) y hacerme con algo que me apeteciera y, con un
poco de suerte y con la ayuda en la selección previa de mis libreros, incluso
bueno, muy bueno o excepcional. Vete a saber.
Mi primera lectura fue El
misterio de la mujer tatuada, que puntúa para mi japonés del mes y que
encima, oh sorpresa, es de detectives con una mujer involucrada, que encima
esta tatuada (y todo esto sin spoilers de ningún tipo). La verdad, aunque nada sorprendente
en la propia historia, es una novela que se deja leer muy bien y que además de
curiosidades que yo desconocía como que el rey Jorge V de Inglaterra y el zar Nicolás
II tenían tatuajes hechos en Japón (para que luego digan que los tatuajes históricamente
son barriobajeros) y de frases curiosas pero ciertas como “la distancia más corta entre dos puntos puede resultar ser un circulo”
(referido en este caso a las investigaciones por asesinato pero ampliable a
otros geometrías o sistemas con restricciones) junto con algún otra negligencia
matemática cuando “Takezo había legado la
mitad de su propiedad a su hermana menor, HIsashi, y un tercio a Knue Nomura”
que igual no es negligencia pero que deja abierta la duda de que paso con el
resto (que os invito a calcular cuánto es, y si tiene sentido que sean los
impuestos y en ese caso a cuánto ascienden)
por supuesto también tiene frases sobre los tatuajes como esa de “No quería hacer como esas cobardes que
empiezan a hacerse un tatuaje y luego abandonan porque no aguantan el dolor.
Tatuarse es como vivir una historia de amor: hay que llegar hasta el final sin
importar cuando duela.”
Con todo, casi por lo que me toca, mi parte favorita es esa
de “En el corazón de cada hombre se
oculta al menos una pizca de maldad, y las personas que expresan esos impulsos
oscuros a través del habla tienen menos posibilidades de que ese veneno
espiritual los invada por dentro y los lleva cometer un crimen, como sucede en
ocasiones con los tímidos y los conformistas que un día cualquiera cogen un
puñal o una pistola y hacen estragos.”, así que ya sabéis, mejor que aguantéis
mi sarcasmo y/o mi lengua viperina ya que la opción, que a veces sopeso, pues
igual os resulta desfavorable.
No tuve tanta suerte con mi siguiente elección, La ballena varada, que sinceramente no conseguí
que me interesara nada y creo que su única virtud es la de ser corta y uno de
sus grandes defectos es el uso del gaélico en el texto sin traducir y sin
anotar. Completamente olvidada.
Si me ha gustado bastante Silencios que matan, en la que la
protagonista es una abogada que trabaja para una red de solucionadores de
problemas, básicamente una agencia de comunicación, pero con ramificaciones un
poco menos limpias que se van sabiendo a medida que avanza la novela, y que se
dedica a arreglar escándalos y a evitar, o mantener (no lo tengo claro) esa
frase que todos sabemos que es cierta en la mayoría de los escándalos de
famosos (ya sean sexuales o de dineros): “Nadie
habla, pero todo el mundo cuchichea.”, que realmente es el motivo por el
que no hay más escándalos pero los que hay son como más grandes. Hablar más,
cuchichear menos; es mi recomendación.
Sobre el tema de los escándalos diré que estoy de acuerdo
con los personajes y los sexuales no me interesan, ya que “la vida sexual de los demás es como sus sueños – repone Mae -. Solo me
interesan si salgo en ellos.”, y con los de dinero pues me cuesta, a veces,
entender las cantidades y necesito ponerlos en perspectiva con cosas como “¿sabes cuál es la diferencia entre un millón
y mil millones? Un millón de segundos son once días. Mil millones de segundos
son treinta y dos años.”, vamos, que hay cifras económicas que no puedo ni
imaginarme lo que representan.
También me siento muy identificado con esa frase de “Pero si algo me ha enseñado esta vida, te
lo juro por Dios, es que existe algo llamado “libre albedrio”. Tenemos libre
albedrio. El problema es que no todo es mundo está por la labor de respetarlo.”,
que obviamente puede leerse de dos formas: que no lo ejercemos o que no nos
dejan ejercerlo, y no se cual es más habitual.
A priori casi nadie dudara de que un libro que se llama Café y cigarrillos tiene grandes
papeletas para gustarme, aunque la verdad es que a mí el café, como café, pues
no me gusta especialmente (lo que me gusta del café es el concepto, no el
producto) y la verdad es que me ha gustado, aunque no sea una novela ni tampoco
una recopilación de cuentos.
Tiene cosas muy curiosas como ese “Mark Twain supuestamente dijo que renunciaría al cielo si allí no se podía
fumar. Tenía razón. Las cosas solo se pusieron interesantes cunado Adán y Eva
comieron el fruto del árbol del conocimiento y fueron expulsados del paraíso:
por fin termino ese aburrimiento infinito, ese vacío mental y ese regocijo
constante. Los dos se convirtieron en seres humanos y a partir de entonces
pudieron conocer el mundo y a sí mismos.”, pero dudo de si estoy de acuerdo
ya que igual sería mejor que estuviera prohibido y acabaran expulsándote; o el
origen del color magenta que, según el autor, viene de una ciudad de Lombardía
donde “el 4 de junio de 1859, murieron
tantos soldaos que el suelo se tiño de rojo. De allí proviene el nombre del
color magenta”, o del de Barcelona “los
argonautas perdieron un braco aquí durante una tormenta: el noveno, de diez en
total. Heracles lo encontró destrozado en la costa y en ese lugar fundo una
ciudad: Barca Nona, «el noveno
barco»; Barcelona.”, ambas bastante dudosas, casi tan dudosas
como indiscutible la de “se había dado
cuenta de que la palabra listen, «escuchar», tenía las mismas letras que
silent, «callado»”.
Mi última lectura del mes ha sido Un puente sobre el tiempo,
que es una novela de viajes en el tiempo en la que, para evitar esa paradoja típica
de que uno se encuentre con alguien o que cosas que se hagan puedan cambiar el
pasado, pues se limitan a traer al futuro a personas que poco antes de que
vayan a morir con lo cual es como si hubieran muerto. La idea no está mal, pero
si algo me ha enseñado su lectura es que las buenas novelas de ciencia ficción no
suelen encontrarse en editoriales de literatura convencional. Esta está editada
en Salamandra por lo que, lamentablemente, pues no es buena.
En fin, como veis hoy he sido breve, pero espero poder
volver pronto para ponerme al día con las lecturas del mes vencido, mientras
tanto ¡Disfrutad asaltando el castillo!
Lecturas
Llenos de vida - John Fante
La campaña de cristal - Silvia Plath
El misterio de la mujer tatuada - Akimitsu Takagi
La ballena varada - Elizabeth O'Connor
Silencios que matan - Susan Harper
Café y Cigarrillos - Ferdinand Vom Schirach
Un puente sobre el tiempo - Kaliane Bradley