(Iba a poner un disclaimer
comentando que este es un post especialmente largo pero no lo pongo porque he
decidido dejar el trabajo a mitad de camino por lo que aun siendo excesivamente
largo no está ni mucho menos acabado. Eso si, sigue siendo algo largo).
En casa de mis padres, cada cierto tiempo, había que ponerse
a ordenar la librería del despacho (la de novela negra que estaba en la salita,
y a cargo fundamentalmente de mi madre no solia presentar este problema; las de
cada uno de los hermanos pues a su estilo) ya que a mi padre le gustaba tenerla
ordenada alfabéticamente pero no le gustaba mucho colocar los libros a medida
que los iba leyendo (realmente es algo que a nadie le gusta ya que cada poco
tiempo tienes que mover toda la librería para encajar un solo libro en su
sitio; si es de alguien por Z pues no pasa nada pero como te leas uno por la A
y no te quepa, ya puedes prepararte para ir moviendo libros de balda a balda
hasta el infinito y mas allá), simplemente mi padre (y todos) nos limitábamos a
dejar que los libros se fueran acumulando sobre los ya existentes, bien en
horizontal sobre los colocados o en un equilibrio estrictamente inestable en
una segunda fila hasta que tocaba reorganizarlo todo, generalmente cuando los
libros empezaban a caerse casi de forma continua (no achacable a la presencia de fantasmas, sí
no más bien fruto de su precario equilibrio) o cuando empezaba a formarse una
pila molesta en el suelo del despacho (con molesta, me refiero a que hacia
algunas estanterías inalcanzables).
Era una operación verdaderamente cansina. Afortunadamente no
tanto como la operación que mi padre intento montar cuando le dio su vena
informática y quería que creáramos bases de datos de todo (videos, libros,
etc.) que entonces no solo había que colocarlos, si no revisarlos y ponerse a
teclear toda la información, porque obviamente a mi padre no le valía solo con
el título y el autor; no señor, ya puestos había que meter todo tipo de
información sobre el libro y la editorial.
En cualquier caso la operación no resultaba cansina para mi
padre que como buen ingeniero básicamente se dedicaba a dirigir y subcontratar las
operaciones, si no para nosotros que éramos la mano de obra que debía realizar
esta y casi cualquier otra operación. De hecho mi padre solía comentar con sus
amigos que eso del mando a distancia de la televisión era una tontería, que no
acababa de verle al utilidad: al fin y al cabo él tenía hijos y si quería
cambiar de canal pues simplemente le bastaba con decir “cambia el canal” y el
canal se cambiaba (es verdad que esta actitud sobre las ventajas de la mano de
obra frente a la tecnología no era exclusiva de mi padre, sí no más bien sospecho
que era/es una predisposición genética ya que en su día, hace muchos, muchos
años, mi tío Pepe Armero – el comunista que trabajaba para la NASA desde su
nave al final de Alcalá – le comentaba a mi otro tipo Pepe – el rico, el que construyo
una planta para fabricar Carborundum, algo que no tenía ni idea para que servía
pero como le sobraba electricidad de un salto hidroeléctrico que tenía en
explotación, miro que era lo que más electricidad consumía en su fabricación y
se decidió por ello. Obviamente la casualidad quiso que resultara ser un
producto que le ayudaría a aumentar su fortuna ya que es uno de los abrasivos
más utilizados en construcción y que coloco en las bandas negras de todo el
metro de Madrid. Pues eso, que mi tío intentaba explicarle que estaba
desarrollando un sistema para que un coche te llevara a donde tu quisieras sin
necesidad de conducir, le explicaba las bondades del sistema, intentaba
convencerle de su utilidad, e incluso le comentaba las vías tecnológicas posibles
para llevarlo a cabo. Cuando mi tio Pepe acaba todas sus explicaciones, mi otro
tío Pepe “el rico” se limitó a
decirle algo así como: “muy bien, muy
interesante, muy interesante. Eso sí, le veo un problema”. Para añadir
antes de que mi tío Pepe pudiera preguntarle cual era el problema “para mí que eso ya está inventado, se llama…
chofer y yo ya tengo uno”. Ante esto mi tío Pepe Armero solo pudo darle la
razón ya que era un argumento irrebatible para cierto sector social – el único
que seguramente pudiera permitírselo – y aparco, sin sistema de navegación
especial, el proyecto de coche autónomo dejando, como luego se vería, el paso
libre para que ahora puedan intentarlo compañías como Apple, Google y similares
volviendo a poner sobre la mesa los problemas éticos de una decisión autónoma por
parte de una maquina en casos extremos (de hecho el MIT ha creado una
plataforma/juego en internet para intentar averiguar cuál sería el
comportamiento ético aceptado por las personas en casos como ¿si, en un paso de
cebra, tienes que elegir entre atropellar a distintos tipo de personas – por un
lado dos ejecutivos y por otro, digamos, una mujer embarazada (con muerte para
todos) - que elegirías? ¿y si algunos
solo acaban heridos y otros muertos? ¿Si algunos estaban cruzando bien y otros
mal? Y ¿si el accidente en un caso supusiera tu muerte pero salvar a tres
señoras embarazadas y dos niños?... Es fascinante…)
Podríais suponer que después de haber sufrido en carne
propia estas reordenaciones de librerías en cierta medida intento mantener mi
librería ordenada para no tenerme que enfrentar a ellas, pero os equivocaríais
ya que para no enfrentarme a reordenar mi librería, astutamente, me decidí hace
mucho por mantener la librería desordenada entre mudanzas (en cada mudanza se
produce un orden aleatorio de libros que se quedan como van saliendo de las
cajas) y ordenando los nuevos libros por orden de compra. Vamos que me limitaba
a poner las cajas de libros existente al azar y luego los libros nuevos en
cualquier sitio en el que pudieran encajar a medida que los compraba. Y tan
feliz, oye. Si, sé que así me resultaba muy difícil saber lo que tenía, por no
hablar de encontrar un libro para prestar o para releer, vamos que más que una
librería tenía un almacén de libros. Almacén, que todo sea dicho, empezaba a
resultar un poco excesivo para mi espacio de estantería ya que prácticamente
todas las baldas tenían dos filas de libros.
Este era el aspecto de mi librería principal (la poesía, los libros de Rafa, los libros de magia y algunos otros están en otras zonas) el otro día:
Obviamente estaba si ya que deshacerse de libros es algo difícil para los que
nos gustan los libros y nos da un poco de yu-yu
lo de tirarlos a la basura, alegre o tristemente: es un poco una especie de
pecado venial o mortal (depende del libro) y para evitar esto la última vez
organice una barbacoa en casa – cuando tenía una casa con terraza – en la que
cada invitado estaba obligado a
llevarse una caja, o una bolsa de libros, truco que me sirvió para deshacerme
de bastantes libros con la conciencia limpia, aunque sospecho que muchos de
ellos acabaron en Las Vistillas olvidados como parte de la resaca de las
fiestas y seguramente mezclados con todo tipo de basura en la recogida
selectiva del ayuntamiento.
Así que andaba yo pensando que hacer con los libros que
empezaban a no caberme y que incluso tampoco empezaban a caber en casa de
Álvaro y Helena, donde llevo años acumulando libros, fundamentalmente en
inglés, con la excusa de dejárselos para que los lean pero que nunca retiro una
vez se los han leído, conformando así lo que yo llamo mi librería alternativa, cuando como caída del cielo me surgió una
oportunidad mucho más que aceptable, imitando a Hernández o a Fernández: aun
diría más, me surgió una aceptable oportunidad, una oportunidad excelente: un
buen amigo mío tenía el compromiso de montar una librería en un centro de
ancianos, así que andaba buscando libros a ser posible gratuitos y necesitaba
como unos quinientos.
José Ramón, el amigo en cuestión, no tenía muchos requisitos
para los libros. Según él no había ningún requisito lo que prácticamente me
permitiría deshacerme (corrijo: contribuir a una buena causa) con un buen
puñado de libros liberando espacio para futuras adquisiciones o por lo menos
para reducir el número de baldas con doble
fila y ver un poco los libros que tenía, así que le dije que yo aportaba
los que pudiera… que tenía bastantes de los que no me importaría librarme, de
hecho lo agradecería aun cuando eso requiriera mirar los libros uno por uno
para ver cuales quería quedarme y cuáles no. Trabajo que parece sencillo pero
que no lo es – en muchos casos es difícil decidir si quieres quedarte o no un
libro – además de agotador ya que hay que mover todos los libros varias veces
pero, oye, todo sea por los ancianitos (y egoístamente por hacer hueco).
Pero ¿Quién dijo miedo? Yo no, así que el jueves por la
tarde empecé a mover los libros haciendo dos montones: por un lado los libros
que – por algún motivo – quería quedarme y por otro lado los libros de los que
no me importaba deshacerme, por el bien de los ancianitos (algo, el bien de los
ancianitos, que todo sea dicho no me permitía deshacerme de libros en ingles ya
que al parecer los ancianitos de Castilla León no están interesados – según
José Ramón – en leer en inglés, cosa que hará que mi librería quede un poco
idiomáticamente desequilibrada al poder deshacerme de todo lo que quiera en
español pero de nada en ingles).
Con todo y tras varias vueltas, al final el reparto ha
quedado razonablemente igualado, quedando para los ancianitos de Catilla León
unos doce metros lineales de libros y para mí, curiosamente, los suficientes
para que en mi librería haya sitio con una sola fila de libros por balda: vamos
que me he librado (perdón: he contribuido con y por el bienestar intelectual de
los ancianitos) de algo menos de la mitad de los libros que tenía.
Como ya los había movido todos, ya que estaba hecha la parte
más dura, pues me he dedicado a ordenarlos alfabéticamente (más o menos) antes
de colocarlos en su nueva ubicación.
Ordenar tu librería es una experiencia extraña, es un poco
como ir a una reunión de antiguos alumnos del colegio: hay algunas personas que
no te suenan de nada y que dudas mucho estuvieran contigo en el colegio, hay
muchos otros que te suenan pero de los que prácticamente no tienes recuerdos; están
las personas que compartían recreo contigo pero a las que siempre has odiado
por ser totalmente ajenos a tu forma de entender la vida; están los conocidos,
de los que tienes recuerdos agradables pero a los que nunca llamarías por
teléfono para ir a tomar unas cervezas; están algunos amores de esos que
estabas seguro serian eternos pero que ahora te resultan completamente
indiferentes, y entre ellos, por los rincones y alejados de los demás, están
esos amigos de toda la vida, a algunos de los cuales no has visto en años, algo
que no evita que sigan siendo tus mejores amigos, mientas que a otros los
vistes hace tan solo unos días y estas seguro de que volverás a verlos en un
par de días; pero también están las ausencias, todos aquellos que te gustaría que
estuvieran allí y que sin embargo no han aparecido, algunos sabes que tienen
excusa y que están en otro sitio atendiendo a otros compromisos, de otros no
sabes nada hace tanto tiempo que es posible que solo existieran en tu
imaginación, y hay otros que, simplemente, sabes que ya no estarán nunca aunque
para ti siempre estén a tu lado.
Sí, en una librería hay un poco de todo, como en botica que
diría aquel, y es posible que si la reunión tuviera lugar en otro momento de mi
vida la clasificación de cada uno de mis amigos, mis libros, cambiaria pero, de
lo que no hay duda, es que al cabo de
estar un rato entre todos esos conocidos es que, sin duda, son demasiados. Aunque
afortunadamente menos que antes de empezar la selección como puede verse en
esta foto del después de la librería:

Como alguien, un anónimo, me comento el otro día que porque
no hacia alguna lista de mis libros favoritos, o de mis libros favoritos de
este año y como no recibo muchas peticiones me he decidido no a hacer una lista
(que es algo demasiado complicado, además de ser una opción demasiado obvia para llevar a cabo por un Anonimo) si
no a hacer un resumen de esta reunión con mis viejos y nuevos amigos, conocidos
y desconocidos, eso sí, solo de los que he “salvado”
de los ancianitos de Castilla y León o, mejor dicho y puesto que se trata
de una causa noble: para los ancianitos de León. (de estos igual os hablo otro día
cuando José Ramón haya procesado la lista de títulos que les deberían llegar, aunque
puede que Rosa exija su diezmo y no todos lleguen a los ancianitos).
Así que prepararos porque resumir este tipo de reuniones es
un proceso largo, tedioso para todo el mundo incluso, aunque un poco menos,
para el que lo lleva a cabo y al que le gustaría haber pasado más tiempo con
alguno de los amigos de verdad rememorando cosas y eso teniendo en cuenta que
uno nunca ha sido muy sociable y que sobre muchos de ellos se reserva su
opinión (no solo sobre todos los que han sido descartados para el beneficio de
los ancianitos de Castilla León, sí no incluso de muchos de los que se quedan).
(digresión entre paréntesis: mientras escribo este, cuasi
eterno, post estoy sentado en casa oyendo discos de vinilo – sí, aunque me haya
quitado la barba algunas maneras de hípster siempre se quedan – y ahora mismo
escucho un disco del 91, Deliciosamente
amargo de La Granja, y me
sorprende mucho la letra de la última canción de la primera cara, Cucharas de
plata, esa que dice eso de “el futuro
está cada vez peor, que alguien me explique cómo hemos llegado hasta aquí”
y me sorprende pensando que las cosas siguen yendo a peor y entonces ya estaban
mal).
Así que con los libros ordenados por apellidos (que es la
forma en la que uno recuerda a los conocidos del colegio o de clase de la
universidad, por lo menos cuando pasaban lista en clase) detecto la primera
ausencia significativa al no poder localizar Ariadna en Naxos de
Azpeitia (Chavi para algunos, Javier o incluso Don Javier para el resto), un
libro que en mi recuerdo, al menos, es excelente a la par que educativo, en la
frontera entre ser un libro histórico y uno de mitología y cuya perdida no se
ve compensada por encontrar una copia de Hipnos junto a dos ejemplares, en
todas las clases hay al menos un par de gemelos y en esta no podía ser menos
(de hecho no son los únicos) de El impresor de Venecia (el ultimo de
Chavi) a los que resulta necesario separar por el bien de los ancianitos y
porque, total, visto un gemelo visto el otro.
Como no podía ser menos en la B se me acumulan un buen
montón de Baldacci, pero sé que no están todos ya que ni siquiera aparece Poder
Absoluto, libro absolutamente imprescindible (mejor que la película, lo
que siendo el guion de Goldman, William – guardado en la G - lo dice todo),
tampoco aparece Sombras verdes, ballena blanca ese excelente libro de Bradbury
sobre la preparación del guion de Moby
Dick para John Huston que es otro imprescindible, lleno de anécdotas de una
Irlanda que uno puede suponer bastante tradicional poblada de bebedores y
buenas gentes; y tampoco aparece Kitchen Confidential de Bourdain que
imagino como una visión realista del mundo de los cocineros – jugando a piratas
con sus cuchillos y preparándose rayas de cocaína en la máquina de cortar
fiambres, entre otras cosas – no solo por ser Bourdain un chef de reconocido
prestigio si no también por algunos de mis conocidos, aunque sea una versión diametralmente
opuesta a lo que hacen creer los programas de cocina de la televisión (por
presumir, aunque no venga a cuento, diré que sí, que he estado en el
restaurante de Bourdain, Les Halles
en NYC, aunque por aquello de decir toda la verdad reconoceré que fue una
casualidad debido a una lluvia persistente, su cercanía a nuestro hotel, un
inicio de catarro y la promesa de una sopa de cebolla y no por visitar un
restaurante famoso). Pese a ser libros todos ellos, para mí, imprescindibles
llevo bien su perdida porque estoy convencido, o quiero estar convencido, de
que están en mi librería auxiliar (la de casa de Álvaro y Helena) por lo que no
están realmente perdidos.
Pero no todo son perdidas, si no que como contrapartida ha
aparecido la primera edición de ¡Tierra! de Stefano Benni, que había
dado por perdida y repuesto con una nueva edición de bolsillo mucho menos
elegante, aunque mucho menos maltratada por las multiples lecturas, que ahora podrán disfrutar los ancianitos de
Castilla y León si es que entre ellos hay aficionados al género de Ciencia
Ficción o al de las novelas de humor ya que es una novela verdaderamente
divertida de viajes espaciales, o espacio temporales, y chorradas varias.
No podrán disfrutar sin embargo de las memorias de Burgess
ya que pese a ser yo más de ficción que de realidad (por lo que tampoco podrán
disfrutar de La Naranja Mecánica) y no recordar nada de lo que cuenta, he
considerado necesario quedármelo ya que creo que tiene uno de los mejores
títulos posibles para una autobiografía: Ya viviste lo tuyo.
Nunca he estado muy interesado en el futbol, ni en el
deporte en sí mismo, ni en casi nada de lo que le rodea, ni mucho menos en la intelectualidad del futbol que puso de
moda (creo) que un tal Valdano comentando de libros y de todo de tipo de cosas
desde la televisión como un verdadero
intelectual – cuando ser intelectual era cool – pero he de reconocer
que en su día Entre los vándalos de Bufford me sorprendió mucho con su
retrato tipo periodismo de investigación sobre el mundo de los Hooligans y sus
relaciones (supongo) humanas.
Un libro precioso, en un sentido literal ya que tiene
dibujitos acompañando a una serie de poemas, es La melancólica muerte de chico
Ostra, que me he quedado para evitar las tentaciones de que los
ancianitos de Castilla León les reciten poemas de Tim Burton a sus sobrinos más
pequeños y puedan asustarlos con estas historias de la chica cerilla, que
acabara achicharrada y similares (ya hay suficiente drama y maldad en las
versiones originales – pre Disney – de los cuentos clásicos, como para añadir más
al arsenal de los ancianos).
Con todo la mayor alegría en la letra B, me la ha
proporcionado reencontrarme con Balzac, pero estar tranquilos que no me refiero
a haber localizado cosas como La comedia
Humana o Eugenia Grandet. No, no
me refiero a estas grandes obras y a su valor literario (un par de ellas han
ido para los ancianitos de Castilla León, que seguro que saben apreciarlas) sí no
que estoy hablando de Cuentos libertinos, un libro que en
su día me regalo Jacobo y que puede que no tenga el valor literario de las
grandes obras de Balzac pero que para mí tiene mucho más valor que todas ellas
juntas. Cosas del cariño, que no del libertinaje, que conste.
Dos autores completamente diferentes, salvo por la letra de
ordenación, de los que me quedo todo lo que tengo (lo siento mucho por los
ancianitos de Castilla León) son Connolly y Chirbes y creo que lo tengo todo
(aunque en casa me faltan, por lo menos, uno de cada autor, de los que sé que he
tenido, que espero estén localizados en mi librería alternativa).
A Connolly (no confundir con Connelly,. Yo lo he hecho y
tengo una novela suya que, sin ser mala, no está a la altura de Connolly) hay
que leerle por su serie de Charlie Parker que mezcla novela negra con fantasía
y cuya primera novela (que por cierto esta entre las que he perdido, o,
sinceramente espero, está en mi librería
auxiliar) Todas las cosas muertas tiene uno de esos principios
verdaderamente brillantes (claramente entre los mejores principios que he leído:
un tipo – policía, para más señas - ha salido a tomar una cervezas después de
una discusión un poco acalorada con su mujer y cuando vuelve a casa tanto su
mujer como su hija han sido brutalmente asesinadas, siendo el obviamente el
principal sospechoso y siendo lector consciente de que él no ha sido) y no solo
eso, sí no que mantiene el ritmo y el nivel durante toda la novela y prácticamente
durante casi toda la serie (es verdad que tiene algún punto bajo que, al menos
yo, le he perdonado) pero también hay que leerle por su otra serie que es un
poco más infantil pero verdaderamente divertida (que recurre a las notas a pie,
como Morgenstern/Goldman recurre a
los paréntesis, para arrancar más carcajadas que las que ya de por si provoca
el texto) en la que un niño (Samuel) se enfrenta a diferentes fuerzas
infernales primero en la tierra (The Gates), luego en el mismísimo
infierno (The Infernals) y al fin del mundo de vuelta en la tierra (The
Creeps). Como casi todos están en ingles pues ya puestos también me
quedo los cuentos cortos que están en los volúmenes de Nocturnes.
A Chirbes, ya lo he dicho otras veces (siempre que puedo),
hay que leerle; sobre esto no puede haber discusión alguna, debería ser obligatorio
y a ser posible (no se me ocurre ningún motivo para que no sea posible, salvo
en el caso de los ancianitos de Castilla León que se quedan de momento sin sus
libros) leer algo más que Crematorio ya que por mucho que esta
sea la novela que le ha dado fama frente al gran público por una serie de
televisión (que yo, como cultureta
que soy no he visto) esta infinitamente lejos de La buena letra, de La larga
marcha (que es el que no tengo localizado) o de casi todas las demás (salvo
un par de excepciones).Obligatorio, ya digo.
En esta letra alguna cosa más hay, como las obras completas
de Lewis Carroll, The Complete Lewis Carroll, que a estas alturas no necesita
presentación y menos de mi parte, aunque diré que hay cosas que, entre tanta
obra, me han resultado imposibles de
leer como The hunting of the Sanrk ya
que mi ingles nunca llegara a ese nivel (ni ya puestos al de leer a gran parte
de Joyce); un único libro de Crichton, The Lost World, que no está a la
altura de otros suyos que realmente merecen la pena y que para mi siempre estarán
asociados a unas sesiones maratonianas de lectura que nos metíamos Lourdes,
Rafa y yo en la calle Lérida ; y por supuesto en esta letra también está la
serie de Howard, que yo he decidido unilateralmente y sin criterio, clasificar
en esta letra por el personaje principal y del que solo hay uno (de los cuatro)
en mi librería y ya ni siquiera recuerdo cual era, digamos que es Johannes
Cabal: The necromancer (aunque sospecho que no es este).
En la D obviamente era necesario mantener alejado de los
ancianos Jack el fatalista de Diderot ya que no se trata de que se
organice un motín en la residencia a la hora de la comida al clásico grito que
este prohombre de la ilustración ponía en boca de sus personajes, ese “comamos jesuita, comamos jesuita” que
siempre recordare como cantico de última hora de algunas noches de borrachera
inolvidables; y también por inevitable e inolvidable tengo que mencionar a
Dickens del que por diversión me quedo con Los papeles del club Pickwick,
dividido en tres tomos pequeños, casi a modo de fascículos, de la edición de
Alianza que aun estan localizados.
Tampoco estoy muy seguro del efecto que casi cualquier
novela de K. Dick (si, ordenado en la D, que la K es de segundo nombre) podría
tener en los ancianitos así que he decidido quedarme la colección cuasi
completa, incluyendo por supuesto ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas?
que todo el mundo ha llegado a conocer como Blade
Runner, pero también la única novela que no es de ciencia ficción de K
Dick, Ir tirando, que es una pequeña joya y por supuesto Fluyan
sus lágrimas, dijo el policía, que es uno de esos títulos que atrapan
(la novela también), por no entrar en muchas otras que hacen que K Dick sea uno
de los más grandes de la Ciencia Ficción y que he decidido que los ancianitos
de Castilla León no conseguirán apreciar.
Con Roald Dahl debería haber sido generoso y haber dejado
para los ancianitos algún libro que pudieran leerle a sus nietos, tipo Charlie
y la fábrica de chocolate, o Las Brujas, o incluso haberle dejado
alguna de las recopilaciones de cuentos adultos que destilan un humor inglés y
negro verdaderamente entretenido como Relatos de lo inesperado (en el que
creo que esta ese cuento de la pareja de ancianos que se van a ir en un crucero
de larga duración y él está todo el tiempo recordándole a ella que no se olvide
esto o lo otro y le anda metiendo prisa, a la vez que insiste continuamente en
que van a llegar tarde. Al final él se marcha antes mientras ella recoge unas
últimas cosas que el insistía que se le olvidarían y quedan en verse en el
barco. Cuando ella llega al barco no consigue localizarlo y piensa que al final
él ha perdido el barco…. ella hace el viaje con cierta preocupación y al volver
se entera de que su marido ha muerto atrapado en el ascensor cuando salida de
casa. O igual era al revés y era el ella la que se marcha antes porque teme
perder el barco… no sé, mejor leerlo que contado por mí ni se le parece; mejor
aún leed todo Roald Dahl porque puede que me equivoque de libro, o tal vez de autor
y este cuento en concreto sea de Sakui y no de Dahl) pero la verdad es que es
tan bueno que tendrán que perdonarme los ancianitos pero me los he quedado
todos.
Desde mi punto de vista (aunque puede estar mal ordenado)
esta letra también incluye a Fernando del Paso, cuyo Palinuro de México, me
parece una novela excepcional pero que por mucho que la recomiende (antes
recomendaba libros) no he conseguido encontrar a nadie que le guste ya que ni
siquiera le gusto a Lourdes cuando se lo deje (aunque puede que esto fuera por
dejárselo tarde y un poquito destrozado por lo que me lo acabo devolviendo
forrado aunque no feliz de su lectura), por supuesto del Paso también tiene
(aunque ahora mismo perdida de mi librería y creo que esta si está realmente
perdida para siempre) Linda 67, una novela policiaca que
tiene otro de esos principios que estarían entre los diez mejores que he leído
nunca (donde un tipo en un coche se enciende un cigarrillo y el olor tan
agradable del mismo le recuerda que ahora puede volver a fumar en su casa ya
que, al fin y al cabo, acaba de asesinar a su mujer que es a la que le
molestaba el olor del tabaco en su casa).
Por supuesto que de esta letra también estoy obligado a
quedarme y a mencionar a uno de esos autores que estoy seguro de que no he
entendido, De Lillo, pero que me gusta leer y del que prácticamente lo he leído
todo desde aquel Ruido de fondo que me recomendó mi hermano Rafa hace ya muchos
años y que primero me leí en inglés y como pensaba que me había perdido algo me
lo volví a leer en español por si era un problema de mi nivel de inglés, pero
no, no era eso. Es sencillamente que con DeLillo me quedo siempre con la
sensación de haberme perdido algo muy importante de la novela, algo se me
escapa en todas y cada una de ellas.
Hablando de mi hermano Rafa y de recomendar libros justo en
la letra E esta Menos que cero de Easton-Ellis, novela que como ya he contado
otra vez motivo una airada carta de mi hermano por hacerle gastar unos cuantos
dólares en ella en un momento en que andaba bastante apretado de fondos y que
creo todavía no me ha perdonado (o no del todo), razón por la que obviamente
tengo que quedármela aunque releída al cabo de unos años no me parezca
especialmente brillante, posiblemente ni siquiera buena.
La F por supuesto incluye a Flaubert, no por Madame
Bovary o La educación sentimental que obviamente están bien, si no que el
que se queda es la desternillante Bouvard y Pécuchet que seguro que
tiene muchas cosas, referencias culturales se llaman creo (burlas llanamente en
muchos casos), de las que seguro que me he perdido muchas pero que es
sencillamente divertida, divertida. Además de divertida, pues es de Flaubert y
leer a Flaubert siempre hace muy elegante y culto, así que ya sabéis.
También en esta letra era necesario conservar Una
habitación con vistas que es una referencia cinematográfica inolvidable
(diría que de cine de chicas porque al parecer a todas las chicas les gusta
Daniel Day-Lewis – desde Mi hermosa lavandería
, peli de culto del cine homosexual - , incluso o especialmente, cuando hace de
imbécil insoportable como es este caso, pero añadiría que de buen cine de
chicas ya que a mí me gusto bastante) para los que tenemos una edad (debería
serlo para cualquiera, chicas y chicos, pero imagino que no lo es) y ya que
andaba guardando referencias era inevitable recoger Belver Yinn que si bien
es una novela que a mí me pareció muy mala tuvo un gran éxito entre la mayoría
de las chicas que conocía en la época en la que salió (concretamente creo que
era la novela favorita de Isa, la hermana de Lourdes, a la que si no recuerdo
mal también le gusto. A mí me pareció una mierda pero que sabré yo).
Me habría gustado guardar Perdida que es una de
esas novelas excepcionales que verdaderamente sorprenden y que uno se
enorgullece estúpidamente por la casualidad (cogerla al azar en una librería)
de haberla leído varios años antes de que fuera conocida (sí, vale, yo no me he
leído Perdida, me he leído Gone Girl que es mucho más cool) pero como debe estar en mi librería alternativa he guardado
las que tenía y que los ancianitos no querrían por estar en ingles Sharp
Objects esperando que Dark Places este también en la
librería alternativa porque sin ser tan buenas, merecen la pena y tienen la
ventaja de ser anteriores lo que me permite decir que ya conocía y seguía a Gillian Flynn desde antes de su éxito.
Así llegamos a Goldman y por supuesto a Morgenstern, autor que para mi sorpresa si bien es conocido como
guionista es extrañamente poco conocido como escritor, especialmente por
escritores y estudiosos de la literatura como mi hermano Rafa o su amiga,
Lidia, una casi hermana por derecho propio y también por matrimonio con nuestro
casi hermano Claudio (algo que confunde mucho el árbol familiar y nos hace
parecer White Trash de la americana
profunda en la que cuasi hermanos se casan con cuasi hermanas; pero así son las
relaciones familiares) y digo esto porque sé que a los dos les descubrí yo a
Goldman (concretamente en un viaje a Maine y New Hampshire que ya, si eso, os
lo cuento otro día).
Me gustaría mucho que los ancianitos de Castilla León
pudieran leer a Goldman entero: desde The temple of Gold hasta Brothers,
pasando por Marathon man y Tinsel y por supuesto a la versión
reducida a la vez que ampliada del Morgenstern
de La
Princesa prometida o al de The silent Gondoliers pero no puedo
renunciar a ningún título de mi colección, ni siquiera o especialmente al que
aún me queda por leer: Wigger.
Creo que es el momento de parar aquí – que mejor que Goldman
– aunque amenazo con continuar revisando los libros que se han quedado en mi
librería en futuros posts (si hay demanda, o si no la hay y me apetece acabar
el trabajo que ya he avanzado hasta casi Pujol, Don Carlos Pujol que, creo y
espero, no tiene nada que ver con el jugador de futbol que es casi el único que
se encuentra en internet) aunque puede que en un formato un poco más compacto.