Como novato en
esto de escribir me sigue resultando muy curioso cómo la gente interpreta lo
que escribo y encuentra cosas entre líneas que no tengo ninguna conciencia de
haber dicho. Ya, ya sé que no debería resultarme curioso, si al fin y al cabo
esto mismo pasa prácticamente con
cualquier conversación, como no iba a suceder algo parecido, pero ampliado, en este
monologo que es lo de escribir y más aún lo de que te lean sin poder ver las
caras que ponen al hacerlo (excepción hecha de mi hermana L a la que obligo a
leer esto que escribo delante mío para contabilizar sus risas… que cada vez son
más escasas, todo sea dicho).
En cualquier caso cuando escribía mi último comentario de
textos no estaba tan agobiado como algunos lectores han interpretado, aunque si
es cierto que este es el primer mes en los últimos ene años en el que por fin tenía
el suficiente trabajo para justificar el sueldo que me pago y claro después de
tanto tiempo perdiendo el tiempo uno no sabe cómo va a reaccionar, uno (por lo
menos uno como yo) siempre tiene dudas de su capacidad y de no ser lo
suficientemente listo, lo suficientemente competente, lo suficientemente llámalo-x
para estar seguro de que puede enfrentarse a lo que le viene por delante. Ya,
ya sé que muchas veces transmito esa odiosa seguridad de ser el más listo, el más
competente y el mas llámalo-x del mundo pero también es verdad que es una opinión
compartida que no lo soy, de hecho creo que es una opinión generalizada que
todos son más listos, más competentes, mas llámalo-x que yo y que si ellos
estuvieran en mi lugar todo funcionaria mejor porque ellos saben cómo hacerlo
todo mucho mejor, más competentemente, mas llámalo-x que lo que yo lo hago.
Pero no me lo tomo como algo personal ya que creo que piensan eso de forma
generalizada sobre todo el mundo, aunque la realidad parezca empeñarse en no
darles la razón.
En fin, el caso es que sí que he tenido trabajo este mes y
como además era un trabajo que no era de mis favoritos pues, sin llegar a estar
agobiado ni preocupado, y como hace años que no trabajo en serio (desde mi
derrame y el principio de la crisis) pues no tenía mis capacidades demasiado
claras y me faltaba un poco de esa seguridad que da la práctica cotidiana de
una actividad (vamos, lo mismo que me pasa con eso de ligar). Pero todo ha ido
bastante mejor de lo que esperaba, no había perdido tantas facultades y prácticamente
me ha dado tiempo a realizar un trabajo decente (no, excelente que yo no soy de
esos) e incluso a perder algo de tiempo con otros asuntos que tampoco podían esperar,
a procrastinar y a ver algunas series de televisión (en verdad de Netflix, más que de televisión, ya que desde
las navidades soy poseedor de un cacharrin
que no sé cómo se llama y tengo en préstamo una Tablet, o como se llame).
Lo que he hecho poco, supongo que en parte porque ya había
avisado y no quería quedar mal y en gran parte porque se empezaban a agotar mis
reservas de libros ha sido leer, sobretodo en la parte final de enero y en el
principio de febrero (como se verá más claro el próximo mes) y aunque no
estrictamente relacionado retrasarme con este blog y con mi otro proyecto de
escritura (ese famoso libro técnico que no acaba de avanzar. Bueno realmente yo
he avanzado mucho en una mitad: la que he subcontratado a Leticia, aunque ni
ella ni yo hemos avanzado casi nada con nuestras mitades). Pero algo hemos leído
y aunque sea más tarde de lo habitual vamos con esos comentarios de textos.
Aunque podría haber empezado el año leyendo el par de libros
que me han regalado por navidad la verdad es que lo empecé leyendo Eileen, o tal vez es que ya lo estaba
leyendo en diciembre y aun no me lo había acabado. Vete tu a saber, mi memoria
no llega a tanto y mis notas (que tomo en una libretilla, tipo Moleskine, del Maceratta Musei que me regalo hace tiempo mi hermana Maite) no lo
aclaran. Ni siquiera mis notas me aclaran si me gusto la novela o no, lo que conociéndome
quiere decir que no me gusto especialmente aunque tuviera cosas lo
suficientemente buenas como para apuntarlas. Entre ellas esta esa aversión que
una de las protagonistas siente (y que yo comparto totalmente) por los perfumes
que, con mucho acierto, le hace clasificar a las personas que los llevan como “These highly scented people are not to be
trusted. They are predators. They are like the dogs who
roll around in one another’s feces. It’s very disturbing”. Tambien tiene
esa diferenciación entre hombres y mujeres en función de su capacidad de
aguante: que le lleva a decir “A grown
woman is like a coyote – she can get by on very Little. Men are more like house cats. Leave them alone for too long and
they’ll die of sadness” Incluso tiene esa parte de chorrada cultural que
siempre resulta divertida que en este caso es el moto de Pall-Mall, en el que pese a ser la marca que fumaba mi madre durante
muchos años (antes de pasarse al tabaco light) yo nunca me había fijado pero
que dice “Per aspera ad astra” que
(supongo) puede traducirse como “por el
sendero áspero, a las estrellas” o incluso mas libremente como “a través del
esfuerzo, el triunfo” que obviamente refleja perfectamente la iniciación en
este rito de fumar que al principio cuesta pero que si persistes es
verdaderamente satisfactorio. Además gracias a la Wikipedia parece que esta
frase, que me ha encantado, inspiro un pasaje de la Regla de San Benito (algo
que pese a mi nombre, gracias a mi cultura enciclopédica, ni sabía que existía ).
Supongo que si pese a estas cosas no tengo un recuerdo claro
de la novela es que no debió de gustarme mucho, o tal vez es que simplemente
que mi memoria, mi capacidad de retener cosas nuevas especialmente, cada día está
peor. No sé qué habrá sido.
Aunque se trata de un libro de cuentos, que por lo tanto
puedes dejarlo y retomarlo con facilidad (creo que los libros de cuentos no
deben de leerse seguidos, si no por trozos e incluso si son lo suficientemente cortos
uno debe de leerlos en el baño, o por lo menos tener siempre uno ,o más de uno,
en el baño) como ya lo tenía empezado pues seguí con Make something Up. Stories you Can’t Unread que en cierta medida me
ha servido para reconciliarme con el autor que en sus últimas novelas flojeaba
bastante. La verdad es que tiene historias bastante graciosas: en una se pone
de moda entre la juventud lobotomizarse; en otra uno se ha creído eso de que la
risa cura todas las enfermedades y va a visitar a su padre enfermo de cáncer para
contarle chistes a ver si se cura; en
otro tres de los más listos de la clase hartos de que los más fuertes de la
clase abusen de ellos deciden repetir curso las veces necesarias para ser los más
fuertes de la misma y que no abusen de ellos; en otra se descubre que prácticamente
todos los pacientes de una clínica que tiene un método para curar la
homosexualidad son jóvenes heterosexuales que están engañando a sus padres para
que una vez curados les regalen lo que quieran y en el que uno de los que si
son homosexuales ante la pregunta de si no le da miedo ir al infierno por ser
homosexual responde tranquilamente y con más razón que un santo (que digo que
un santo, con más razón que el propio San Benito): “My idea of Hell would be going to Heaven and being forced to pretend I’m
like you for the rest of eternity”. Pues eso, historias divertidas y bien
contadas (por lo menos algunas de
ellas).
Creo que es sabido por casi todo el mundo que conoce mis
gustos sobre libros que salvo contadas excepciones (contadas incluso con los
dedos de la mano izquierda de un dinamitero jubilado y zurdo) no soy
especialmente partidario de las biografías ni en general de las historias
basadas en casos reales, que yo prefiero que todo sea inventado, que la
historia sea falsa, así que me sentí bastante sorprendido cuando por navidad me
regalaron dos biografías. Ni con mucho es el peor regalo que me ha hecho mi
familia, que un año, vete tú a saber si por olvido de mi cumpleaños o por que
otra razón solo me regalo una manzana y ni siquiera me la regalaron envuelta,
ni estaba recubierta de caramelo ni nada. No, una manzana, tal cual, cogida imagino
del frutero de casa directamente. Un año, que no olvido aunque no recuerde, ese
fue todo mi regalo de cumpleaños: una manzana. Así que supongo que han debido
de mejorar mucho nuestras relaciones familiares en estos años ya que además de
los libros tuve otros regalos y ¿Qué, si se trataba de biografías?. Detalles,
nimiedades, “odds and ends” que solía
cantar el ya premio nobel con The Band.
Cash, man in black
es, obviamente, la autobiografía de
Johnny Cash que podríamos decir es un artista total y extravagantemente reivindicado
dentro de un estilo totalmente vilipendiado por todo aquel que quiera ser no ya
hípster, sí no incluso simplemente
moderno. Desde hace unos cuantos años es un más que un artista es casi un icono
de la contracultura y a mi, la verdad es que me cuesta mucho, pero mucho
entender esta reivindicación o esta conversión en icono de alguien cuyo mayor
logro conocido (aparte de casarse con June Carter) es ser fotogénico, empeñarse
en vestir de negro (color que empezó a vestir porque empezó a cantar en
iglesias y era un color apropiado para la iglesia), haber grabado un disco, o
dos, en una prisión, o dos, (ni siquiera por ser el primero en hacerlo) y ser
un anfetaminico conocido, reconocido y convicto por ello. Supongo que si no
hubiera sido tan aficionado a las pastillas o tan fotogénico no sería
reivindicado si no que seguiría siendo un excelente cantante (en un estilo por
otra parte completamente odiado por casi todos los que lo reivindican a Cash)
pero con unas ideas cercanas a un Reagan y me temo que por el lado de Bush
(quiero decir incluso más a la derecha que Reagan). En cualquier caso la
lectura resulta un poco pesada ya que esta autobiografía está escrita una vez
rehabilitado de las drogas y estando en comunión con Dios (por gracia y empeño
de la Carter family) por lo que todas
las historias están filtradas por
esta conversión y rehabilitación.
La otra biografía, también autobiografía, es la de Oliver Sacks:
En movimiento. Leídas así juntas
resulta curioso que los dos fueran adictos a las anfetaminas, incluso resulta
ligeramente preocupante que mi familia decida regalarme libros de personajes
declaradamente drogadictos y encima con la misma adicción. Prefiero pensar que
existen otras razones que esta de la adicción para seleccionar estos dos
regalos pero por si acaso, por si alguien tiene dudas, volveré a aclarar que “no,
no soy ni he sido nunca aficionado a las anfetaminas y la verdad es que dudo
que me aficione en el futuro”. Si bien es verdad que he probado una cierta
diversidad de drogas, con cierta variedad añadiría, nunca he sido adicto a
ninguna sustancia ilegal (sí, soy adicto al tabaco, a la cerveza, al chocolate
y en algunas temporadas al ron e incluso durante un breve periodo a los Moscow Mule) pero por ser sincero el
tema de las adicciones si es un tema que me interesa, no así el de los adictos
que en general me parecen aburridos, monotemáticos incluso. Pero volviendo al
libro… he de reconocer que me he aburrido mucho y que más que una autobiografía
casi ha parecido un aburrido currículo, un currículo contado con poca gracia (diría
que le falta toda la gracia que aporta en las historias clínicas que le han
dado fama). Tanto es así que reconoceré que no me lo he acabado, así que igual
luego mejora mucho y el problema es solo que me he quedado antes dormido antes
de que llegue lo interesante. Para mí lo único gracioso no proviene de Oliver,
si no de su hermano y, por extraño que parezca, son sus últimas palabras desde
la cama del hospital: “me voy fuera a fumar”. Eso es irse con estilo, casi como
aquellas de otro Dylan de “dieciocho whiskys, creo que es todo un récord” (que
pese a que parece que no son ciertas yo siempre he dicho mal rebajando su
supuesto récords en el último whisky, supongo que sabiendo que seguro que se lo
dejo sin beber. No porque me parezcan muchos, que ya he demostrado en un par de
ocasiones que no son tantos, sí no porque me suena mejor diecisiete. No sé
porque.)
En fin, como ya avisaba he leído poco y este mes – ya estamos
a día diez y solo he conseguido dejar un libro a mitad – probablemente no
mejore mi media (por cierto el penúltimo de mi maleta neoyorquina lo que me
obligara a visitar una o mis dos librerías de referencia en breve y con el frío
que hace estos días imagino será la librería Mendaz de la calle mayor, ya que subir
hasta la librería Fuenfría de Cercedilla
parece algo difícil de conseguir). En cualquier caso, no adelantemos
acontecimientos, igual me lleno de anfetaminas en honor a mi familia y me pongo
a leer a toda velocidad lo que queda de mes… o a escribir… o a leer…. o a ambas
cosas… que los anfetaminicos somos así, de aquesta manera y a la vez de aquella
otra.
Eileen - Ottessa Moshfegh
Make Something Up. Stories You Can't Unread - Chuck Palahniuk
Cash. Man in Black - Johnny Cash
En movimiento. Una vida - Oliver Sacks
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