Una Juventud – Patrick Mondiano
La noche del ilusionista – Daniel Kehlmann
Irène – Pierre Lemaitre
Cuentos completos – Kingsley Amis
Otro tiempo, otra vida – Leif GW Persson
Perros de
paja – Gordon Williams
Harvard Square – André Aciman
Caza al asesino – Jean-Patrick Manchette
El Reino de la noche – William Hope Hodgson
Crónicas de la era K-pop – Fernando San Basilio
Ya, ya, yo también me he dado cuenta: obviamente en la última
entrada no puse todos los libros que me había leído en los meses anteriores ya
que no resulta creíble que me haya leído todo esto en este mes, considerando que
ya estoy instalado en mi casa, que tengo televisión y que pese a que cada vez
me parezca más aburrida (cuantos más canales hay, parece que hay menos variedad)
he visto bastante este mes.
Además, ahora al repasar las lecturas, resulta obvio que he
hecho dos visitas a mi librería de referencia de Madrid (si, a la librería Méndez de la calle Mayor; la
misma que la vuestra espero), aunque ninguna a mi referencia de la sierra (si, a
ese que también debe de ser la vuestra, si queréis que sigamos siendo amigos; la
librería Fuenfría de Cercedilla).
Esto último es algo imperdonable, sobre todo si os confieso que tuve que volver
desde Guadarrama a Madrid en autobús un día que me dejaron allí tirado después de
una visita de obra. En fin, menos mal
que el librero tarambana no lee este
blog porque si no se enfadara. Razón no le faltara.
No es solamente porque haya estado colocando mi casa y halla
visto, no ordenado ni releído, lo que podría llamar mi colección de libros de
magia (sí, soy tan prototípico que en mi adolescencia hacia magia, supongo que
con la intención de ser más sociable) si no porque creo que estas cosas soy
incapaz de evitarlas y si un libro tiene la palabra ilusionista (o similar) en
la portada o un fotograma de Melies pues yo voy y me lo compro sin dudar (o dudando).
La Noche del ilusionista tiene ambas
cosas y…. poco más. Creo. La verdad es que ahora miro la portada, lo abro al
azar, leo una o dos frases… y nada, nada
me viene a la memoria y lo que me viene hace que no me apetezca leerlo.
La verdad es que eso de abrir un libro que he leído hace
poco y ser incapaz de recordar nada es algo que siempre me ha pasado (vale,
ahora me pasa un poco mas) por lo que ya no me preocupa lo mas mínimo. Si no
consigo ni recordar la sensación de haberlo leído es que no merece la pena,
puedo no recordar la historia o recordarla mínimamente pero de los libros
buenos (buenos para mí, según mi criterio) siempre recuerdo la sensación de
haberlos leído. No me preocupa, en general no me preocupa. Me pongo un poco más
nervioso, mejor dicho, me preocupa un poco más cuando el libro es de un premio
nobel, de un premio nobel de literatura se entiende pero así es la vida. En
cualquier caso que Una juventud
tampoco me haya dejado ningún recuerdo me molesta un poco más que el caso del
libro anterior, incluso un poco más – no por lo del premio nobel – si no porque
sinceramente me apetecía y pensaba que podría ser bueno, que incluso podría, en
cierta medida, identificarme con alguno de los personajes. Pero no, se ve que
no.
Irène tiene una
premisa interesante: un asesino imitando crímenes e otras novelas policiacas,
de clásicos de la novela negra y es una pena que no consiga nada con esta
premisa. Con una premisa parecida, aunque a la vez muy distinta, Kerr consiguió montar una novela muy
entretenida en Una investigación filosófica;
pero Kerr es Kerr y… no es lo mismo, incluso son libros malos son mucho mejores
que este. Realmente creo que lo que más me molesta de este libro es que acaba
derivando hacia una especie de final de Hollywood tipo Seven sin desarrollar esa premisa que podría dar mucho juego si se
sabe usar.
Como todo buen recopilatorio, Cuentos Completos, tiene cosas que no están a la altura del resto y
que bajan un poco el nivel general del conjunto, más si el conjunto es de Amis
que siempre resulta entretenido (aunque a veces repetitivo). El caso es que me
deja una frase que me gustaría que tuvierais en cuenta al leer estos
comentarios: “seguro que ustedes considerarían
una farsa tener que tomarse en serio a un montón de esquimales que afirmaran
que alguien es un magnifico jugador de criquet. En fin, yo si lo haría”. Obviamente yo soy el montón de esquimales y la
frase es tan aplicable para las críticas buenas como para las malas.
Por supuesto varios de los cuentos tienen relación con la bebida,
hablamos de Sir Kingsley Amis, por
favor y pese a que muchos de ellos son de mediados de los sesenta o setenta,
algunas reflexiones siguen siendo totalmente ciertas y las subscribo y con
ellas mi manía por esta nueva cultura
de la cerveza (que no por la cerveza en sí, ni por su variedad): “el esnobismo del vino se está extendiendo
cada vez más: la gente bebe vino porque cree que le otorga cierta categoría.
Como la gente ‘equivocada’, sin clase alguna, está empezando a beber vino, los
pubs y la cerveza comienzan a considerarse una forma de distinguirse del vulgo”.
Y, añado yo, así se están cargando la paz espiritual de los que bebemos la
cerveza porque nos gusta, sin tener que recordar si las preferimos de fermentación
al bies o si preferimos el lúpulo de la Conchinchina.
Algunos solo queremos una cerveza, una cerveza normal, rica y fría, o casi
helada.
El caso es que terminados estos cuentos de Amis recuerdo
(si, aunque os parezca increíble aún recuerdo cosas, algunas, más bien pocas),
recuerdo que me había quedado sin nada para leer, algo que, en principio, me haría
visitar algunas de mis dos librerías de referencia pronto, si no fuera porque
ahora paso las mañanas de los sábados con mi sobrina Alicia y aunque nuestro
plan habitual incluye ir a comprar plantas de colores para plantarlas en mi
casa, condenándolas a una muerte anunciada, a veces consigo variar nuestra
rutina de carceleros de plantas variadas y llevarla a algún otro sitio; digamos
por ejemplo a la casa del libro (a la de la calle Fuencarral, que es la más
nueva de las nuevas. Tan nueva para mi que la verdad es que sigue siendo
Rodilla, La casa del libro de Rodilla).
Pues sí, un sábado conseguí llevarla (o que me llevara ella;
eso nunca queda claro) hasta la casa del libro y tras media hora viendo todos
los libros infantiles para elegir el que más “cositas de mover” tenía me permitió distraerme cinco milisegundos
para escoger yo, y eso de camino hacia la caja.
Tras aprovechar al máximo el tiempo disponible para esta
tarea agarre un libro de bolsillo de un autor que me sonaba había leído en la
esperanza de que no fuera este que cogía el que libro que ya había leído y que
mi difuso recuerdo del autor fuera porque me había gustado. Así fue como me
hice con Otro tiempo, otra vida, que
resultó ser la segunda parte de una trilogía pero que, afortunadamente o por ir
con Alicia, resulto que el libro que me había leído era la primera parte de la trilogía.
Así que todo estaba bien, de hecho estoy pensando en que en lugar de pedirle a
Alicia unos milisegundos para escoger un libro yo, dejarle que lo escoja ella
directamente y con la buena fortuna de los niños seguro que o coge la tercera
parte de esta trilogía o coge uno tan bueno o mejor que el que yo podría escoger,
incluso contando con todo el tiempo del mundo. Ciertamente leerme la tercera
parte de la trilogía no me molestaría nada ya que los dos primeros me han
gustado (creo) bastante. No geniales
pero si buenas, lo suficientemente buena como para copiar una frase: “Hay algunas verdades sobre otras personas
que solo podemos encontrar con ayuda de nuestra propia fantasía”.
Lo malo de la novela negra, de las buenas y en general de
las novelas buenas es que se leen rápido y claro, si solo te da tiempo a
comprar una pues enseguida te quedas otra vez sin lectura. Afortunadamente
Zippi por fin iba a presentar su primera novela Una gota de sangre en el Martini, por favor de la que tuve el
privilegio de leer el borrador y que me apetecía volver a leer en su versión final.
Así que, sin traicionar a mis librerías de referencia, me acerque a la presentación
en la librería Cervantes y Compañía para felicitar y acompañar al autor, aunque
esto último no era necesario ya que Zippi siempre está bien acompañado y en
este evento más. Allí estaba el todo Malasaña.
Algunas personas pensaran que es de mala educación comprar más
libros que el presentado cuando se va a una presentación, es posible; pero yo
tengo una incapacidad para estar en una librería y comprar un solo libro por
mucho que sea una presentación.
(Nota: igual os estáis preguntando porque no está el libro
de Zippi entre la lista de leídos esta vez. Por si acaso, os contare la verdad:
pues no me lo he vuelto a leer. No porque no me apeteciera, si no porque al
poco era el cumpleaños de mi sobrino Rafa y aproveche que no me había dado
tiempo a que Zippi me lo dedicara (ya os digo que estaba el todo Malasaña formando
cola para la dedicatoria) para regalárselo a mi sobrino, que para algo estudia,
o dice que estudia, Filología, y a mí no se me ocurría nada mejor. Así que, Zippi, si lees esto: ya sabes, guárdame un
ejemplar que me he quedado sin)
Afortunadamente, debido a mi taradez, el regalar el libro de Zippi no me dejaba sin lecturas ya
que también había comprado Perros de
paja. Si, se trata de ese Perros de
Paja, el de la película de Peckinpah, que obviamente yo desconocía que
estaba basada en un libro. Podríamos entrar en el debate de si el libro es
mejor que la peli, si eso siempre es así o no, pero, si eso ya lo comentamos
otro día. En este caso los dos se parecen y a la vez son completamente
distintos. El problema que plantean, ese problema tramposo de si los pacifistas
lo son cuando les toca a ellos o solo lo son cuanto las cosas conciernen a los demás,
es el mismo pero las diferencias en la raíz y la forma del conflicto hacen el
caso completamente diferente. Se trata de dos situaciones no equiparables y que
pese a ser parecidas no tienen nada que ver. Pero es un buen libro y, por
cierto a mí también me parece que es una buena película.
Si antes he dicho que podría dejar a Alicia elegir los
libros que me compro, la verdad es que lo he dicho en serio porque mi última
compra no ha sido nada acertada. De hecho uno, El reino de la noche, que se supone es una obra de terror y ciencia
ficción que “inspiro a grandes autores
del género” tuve que dejarlo a medias; otro, Harvard Square, sobre una amistad imposible en Boston entre un árabe
y un judío me costó acabarlo y es como si no me lo hubiera leído salvo por el
tiempo perdido; otro, Caza al asesino,
se deja leer pero desde luego el personaje del asesino está muy lejos de ser un
personaje carismático, a años luz de buenos personajes de Goldman, de Trevanian, o
de Baldacci, lo que obviamente
desilusiona hasta sabiendo que es una novela francesa (la verdad es que decepcionan más las críticas de la contraportada que
demuestra un grado de desconocimiento de la literatura bastante deprimente); y
el ultimo Crónicas de la era K-pop
es tan malo como seria esperable, como yo esperaba quiero decir y solo lo
compre porque pensaba que el san Basilio podía ser nuestro viejo amigo Samba y sentía
curiosidad. Ahora espero que no sea Samba ya que si le veo tendré que disimular
o directamente mentir. Tampoco se trata de hacer daño por hacer daño.
Pues para tu información tu intuición fue buena Fernando San Basilio es el amigo Samba
ResponderEliminar