sábado, 7 de octubre de 2017

Comentario de Textos - Septiembre 2017

Estaba preparándome para empezar a escribir sobre lo poco que he leído este mes: colocando los libros para intentar recordar de que iba cada uno y buscando la libretilla que me regalo mi hermana y en la que tomo notas para intentar completar estos recuerdos que se me borran continuamente cuando… me ha entrado una crisis al no encontrar la libreta por ninguna parte. Una crisis total ya que sin mis notas, mis recuerdos de los libros que he leído, incluso de los que acabo de terminar (o de no terminar) son mínimos, o incluso menos que mínimos, si esto es posible (algo que no tengo muy claro). He revuelto mis montones de papeles, he mirado por todas partes y ya había llegado a la conclusión de que estaba irremediablemente perdida cuando, como pasa siempre en estos casos, he dejado de buscarla y ha aparecido delante de mis narices, justo en el sitio en el que suelo dejarla pero que nunca recuerdo.

Localizada la libreta me doy cuenta de que tampoco era una perdida tan grande ya que solo he tomado notas de uno de los tres libros que he leído este mes. Solo tengo notas de Rumbo al Mar Blanco y si bien no necesito las notas para recordar que me ha parecido un libro excesivamente complicado de leer, que he leído, hasta donde he podido, con un cierto aburrimiento aunque como somnífero me ha parecido estupendo y creo que durante un par de semanas he tenido que despertarme para no clavármelo mientras dormía tras habérseme caído de las manos, si las necesito, en cambio, para recordar algunas citas del mismo que me han llamado la atención. La primera estoy seguro de que podría aplicarse a este libro y creo que es algo que sospecho les ha pasado a muchos escritores (o al menos debería haberle pasado a muchos, o por lo menos a los escritores que también son lectores, al menos en el principio de su carrera): “Si hubieras pasado, como yo, por la experiencia de escribir un libro para descubrir luego que ya lo había escrito otro, y mejor que tú, entonces tendría motivos para el fatalismo”. Supongo que, además, es uno de los motivos por los que muchos lectores ni siquiera pensamos en la posibilidad de escribir; todo lo que se nos ocurre creemos que ya lo ha escrito alguien mejor que nosotros y claro, para que ponerse a escribir si al final vamos a descubrir que eso ya estaba escrito, que alguien no solo se nos había adelantado, lo había hecho mejor, si no que además estamos demostrando nuestra incultura por no haberlo leído antes y dañando nuestra vanidad que al fin y al cabo es el principio básico de la escritura: la vanidad de que lo que quieres (tienes, para algunos muy volcados en su oficio) contar es único, original e interesara a todo el mundo. Algunos lectores vencen este miedo, vencen también el miedo a la página en blanco, se convierten en escritores y nos proporcionan algo nuevo. Otros, lo intentan y no lo consiguen; otros por citar reproduciendo una cita de Kafka que inicia un capitulo son “… como un patinador novato, un novato que, además, practica en un sitio donde está prohibido patinar”.

Ojo, que no digo que sea el caso, y que el libro sea malo, aunque a mí a ratos me lo haya parecido pero solo porque se trata de un libro “denso, denso” y estoy casi seguro de que me he perdido muchas cosas e igual hasta es una obra maestra (como parecía pensar su autor) pero como dice el propio autor se me ocurren, al menos, dos opciones: “Primero, que lo que pudiera parecer sobrenatural, puede ser en realidad infra normal, quiero decir con esto que un hombre medio desquiciado por una serie de coincidencias inexplicables tiende a pensar que significan algo, y tener razón. Pero lo que significan en realidad es que su apasionada atribución de un significado a tales coincidencias ha despertado en el mundo infra normal un entusiasmo similar por producirlas” o tal vez “Tercero, que nuestra falta de inteligencia no es una medida de la inteligencia misma.” (Las otras dos que cita el autor no vienen al caso).

Aunque seguro que ya todos sabéis que soy un poco (o más que un poco) snob, sin llegar a ser (espero) oyente de las caras b de singles solamente editados en Japón, confesare públicamente que hay libros que me he negado a leer solamente porque han alcanzado una fama y una especie de consenso universal que me parecen altamente sospechosos. Uno de los últimos de esta categoría es Patria, que por muy bueno que pueda ser, me da una pereza enorme ponerme a leerlo; algo parecido me paso con Crematorio de Chirbes que afortunadamente ya había leído antes de que le llegara la fama televisiva ya que es posible que se me hubieran quitado las ganas de leerlo, que sin estar entre los mejores de Chirbes (ni con mucho) es suficientemente bueno para merecer la pena vencer esta pereza; y también me paso con Gomorra la novela que le dio fama mundial al autor de La banda de los niños y a la que decidí darle una oportunidad en mi última visita a mi librería de referencia de la capital (ya sabéis, la librería Méndez de la calle Mayor), oportunidad  que no estoy seguro de que le hubiera dado en mi librería de referencia extra capitalina (que os recuerdo, porque me llegan rumores de que no la visitáis lo suficiente – aunque parece que más que yo - es la librería Fuenfría de Cercedilla).

Ya que andamos de confesiones, os diré que normalmente me gusta mucho mas el segundo disco de un grupo que el primero (también me suele gustar más la cara B que la cara A) y que de hecho creo que un grupo es excelente si su segundo disco es mejor que el primero; si es igual o peor ya me entran dudas sobre su calidad. Si bien al parecer esta no es su segunda novela he de reconocer que me ha confirmado que, seguramente, hice bien en no leerme las anteriores o por lo menos la que le dio fama. Me ha parecido sencillamente una mala novela, sin ningún interés, sin ninguna credibilidad (aunque obviamente yo no sé nada sobre la iniciación a bandas infantiles / juveniles en Napoles, por lo que puede que todo sea muy creíble, o incluso cierto, a mí me parece una patraña insostenible) y sin nada especial por lo que recordarla: no, ni siquiera es tan mala como para recordarla.

Recordarán tu nombre la empecé a finales de mes y en esta primera semana de octubre seguía leyéndola hasta que me he rendido, me he rendido completamente a la evidencia de que a mí me gustan las novelas, no la historia, y por mucho que el autor intente convencerte en las primera páginas de que es una novela y no un libro de historia, e incluso durante un par de capítulos hasta llegues a creértelo, se trata de un libro de historia (puede que de historia imprecisa, eso me siento incapaz de juzgarlo, y que algunos hechos no sean exactamente historia; pero eso no lo convierte en una novela). En cualquier caso creo que sí que es una historia interesante – si te gusta la historia – ya que se centra en los inicios de la guerra civil, en Cataluña y en el papel de la Guardia Civil de Barcelona enfrentándose a la sublevación militar. Resulta cuando menos de actualidad – por comparación – y para mí ha sido una sorpresa saber que la Guardia Civil de Barcelona se opuso a la sublevación, que se opuso lo suficiente como para que no triunfara, que en gran medida fue la responsable de mantener a Barcelona en el bando republicano (el bando de la legalidad en aquel momento). Supongo que es algo que debería saber, que todos deberíamos saber, pero que creo que tras muchos años de una imagen de cuerpo represor y franquista que todos hemos asimilado en nuestro imaginario colectivo para la Guardia Civil resulta bastante increíble, casi como una ficción totalmente inventada, el imaginarse, al menos a parte de, la Guardia Civil, como sostenedora del orden republicano (en general como sostenedora del orden que corresponda, ya sea el republicano, el constitucional o, desgraciadamente, el franquista). Solo por eso creo que merece la pena haber leído al menos tres cuartas partes del libro e incluso, si no odiara yo tanto la historia, posiblemente el leerlo completamente.

En fin, esto ha sido todo por este mes de escasas lecturas (más escasas si consideramos que dos de ellos no he conseguido acabarlos). Probablemente esta semana me acabe mi última compra en mi librería de referencia, en un par de vuelos, y en breve espero estar visitando mis librerías de referencia ultramarinas, ya que me marcho a NYC a pasar unos pocos días.

Bueno, espero que sean unos días, aunque si al final estalla esa guerra civil que los dos bandos catalanes y españoles parecen empeñados en provocar es posible que aproveche y pida asilo político en NYC, algo que – salvo por la parte de una contienda fratricida (la historia de España es como la morcilla, que decía aquel) – no me parece un mal plan; de hecho me parece una gran excusa para que me lo concedan.

PS: la verdad es que tenia la intención de meterme en algún berenjenal y hacer algún comentario sobre el "process", la cortedad de todos nuestros políticos,  los referéndum (especialmente el de Quebec, donde por cierto las bolas de billar no son de marfil - o imitación - si no de plástico, y no veas como rebotan) , el cumplimiento de la ley, la equiparación de esta desobediencia con otras desobediencias civiles, la violencia policial esa "tan brutal", o la estupidez en general pero... no quiero poner en peligro mi solicitud de asilo político y tampoco quiero aburriros mas de lo necesario. Si eso, ya lo comentamos otro día.

Rumbo al mar blanco – Malcolm Lowry
La Banda de los niños – Roberto Saviano

Recordarán tu nombre – Lorenzo Silva

No hay comentarios:

Publicar un comentario