Estaba preparándome para empezar a escribir sobre lo poco
que he leído este mes: colocando los libros para intentar recordar de que iba
cada uno y buscando la libretilla que me regalo mi hermana y en la que tomo
notas para intentar completar estos recuerdos que se me borran continuamente
cuando… me ha entrado una crisis al no encontrar la libreta por ninguna parte.
Una crisis total ya que sin mis notas, mis recuerdos de los libros que he leído,
incluso de los que acabo de terminar (o de no terminar) son mínimos, o incluso
menos que mínimos, si esto es posible (algo que no tengo muy claro). He
revuelto mis montones de papeles, he mirado por todas partes y ya había llegado
a la conclusión de que estaba irremediablemente perdida cuando, como pasa
siempre en estos casos, he dejado de buscarla y ha aparecido delante de mis
narices, justo en el sitio en el que suelo dejarla pero que nunca recuerdo.

Localizada la libreta me doy cuenta de que tampoco era una perdida
tan grande ya que solo he tomado notas de uno de los tres libros que he leído este
mes. Solo tengo notas de
Rumbo al Mar
Blanco y si bien no necesito las notas para recordar que me ha parecido un
libro excesivamente complicado de leer, que he leído, hasta donde he podido, con
un cierto aburrimiento aunque como somnífero me ha parecido estupendo y creo
que durante un par de semanas he tenido que despertarme para no clavármelo
mientras dormía tras habérseme caído de las manos, si las necesito, en cambio, para
recordar algunas citas del mismo que me han llamado la atención. La primera
estoy seguro de que podría aplicarse a este libro y creo que es algo que
sospecho les ha pasado a muchos escritores (o al menos debería haberle pasado a
muchos, o por lo menos a los escritores que también son lectores, al menos en
el principio de su carrera):
“Si hubieras
pasado, como yo, por la experiencia de escribir un libro para descubrir luego
que ya lo había escrito otro, y mejor que tú, entonces tendría motivos para el
fatalismo”. Supongo que, además, es uno de los motivos por los que muchos
lectores ni siquiera pensamos en la posibilidad de escribir; todo lo que se nos
ocurre creemos que ya lo ha escrito alguien mejor que nosotros y claro, para
que ponerse a escribir si al final vamos a descubrir que eso ya estaba escrito,
que alguien no solo se nos había adelantado, lo había hecho mejor, si no que además
estamos demostrando nuestra incultura por no haberlo leído antes y dañando
nuestra vanidad que al fin y al cabo es el principio básico de la escritura: la
vanidad de que lo que quieres (tienes, para algunos muy volcados en su oficio)
contar es único, original e interesara a todo el mundo. Algunos lectores vencen
este miedo, vencen también el miedo a la página en blanco, se convierten en
escritores y nos proporcionan algo nuevo. Otros, lo intentan y no lo consiguen;
otros por citar reproduciendo una cita de Kafka que inicia un capitulo son
“… como un patinador novato, un novato que, además,
practica en un sitio donde está prohibido patinar”.
Ojo, que no digo que sea el caso, y que el libro sea malo, aunque
a mí a ratos me lo haya parecido pero solo porque se trata de un libro “denso,
denso” y estoy casi seguro de que me he perdido muchas cosas e igual hasta es
una obra maestra (como parecía pensar su autor) pero como dice el propio autor se
me ocurren, al menos, dos opciones: “Primero,
que lo que pudiera parecer sobrenatural, puede ser en realidad infra normal,
quiero decir con esto que un hombre medio desquiciado por una serie de
coincidencias inexplicables tiende a pensar que significan algo, y tener razón.
Pero lo que significan en realidad es que su apasionada atribución de un
significado a tales coincidencias ha despertado en el mundo infra normal un entusiasmo
similar por producirlas” o tal vez “Tercero,
que nuestra falta de inteligencia no es una medida de la inteligencia misma.”
(Las otras dos que cita el autor no vienen al caso).

Aunque seguro que ya todos sabéis que soy un poco (o más que
un poco)
snob, sin llegar a ser (espero)
oyente de las caras b de singles solamente editados en Japón, confesare públicamente
que hay libros que me he negado a leer solamente porque han alcanzado una fama
y una especie de consenso universal que me parecen altamente sospechosos. Uno de
los últimos de esta categoría es
Patria,
que por muy bueno que pueda ser, me da una pereza enorme ponerme a leerlo; algo
parecido me paso con
Crematorio de
Chirbes que afortunadamente ya había leído antes de que le llegara la fama
televisiva ya que es posible que se me hubieran quitado las ganas de leerlo, que
sin estar entre los mejores de Chirbes (ni con mucho) es suficientemente bueno
para merecer la pena vencer esta pereza; y también me paso con Gomorra la
novela que le dio fama mundial al autor de
La
banda de los niños y a la que decidí darle una oportunidad en mi última
visita a mi librería de referencia de la capital (ya sabéis, la librería Méndez
de la calle Mayor), oportunidad que no
estoy seguro de que le hubiera dado en mi librería de referencia extra
capitalina (que os recuerdo, porque me llegan rumores de que no la visitáis lo
suficiente – aunque parece que más que yo - es la librería Fuenfría de
Cercedilla).
Ya que andamos de confesiones, os diré que normalmente me
gusta mucho mas el segundo disco de un grupo que el primero (también me suele
gustar más la cara B que la cara A) y que de hecho creo que un grupo es excelente
si su segundo disco es mejor que el primero; si es igual o peor ya me entran
dudas sobre su calidad. Si bien al parecer esta no es su segunda novela he de
reconocer que me ha confirmado que, seguramente, hice bien en no leerme las
anteriores o por lo menos la que le dio fama. Me ha parecido sencillamente una
mala novela, sin ningún interés, sin ninguna credibilidad (aunque obviamente yo
no sé nada sobre la iniciación a bandas infantiles / juveniles en Napoles, por
lo que puede que todo sea muy creíble, o incluso cierto, a mí me parece una patraña
insostenible) y sin nada especial por lo que recordarla: no, ni siquiera es tan
mala como para recordarla.
Recordarán tu nombre
la empecé a finales de mes y en esta primera semana de octubre seguía leyéndola
hasta que me he rendido, me he rendido completamente a la evidencia de que a mí
me gustan las novelas, no la historia, y por mucho que el autor intente
convencerte en las primera páginas de que es una novela y no un libro de
historia, e incluso durante un par de capítulos hasta llegues a creértelo, se
trata de un libro de historia (puede que de historia imprecisa, eso me siento incapaz
de juzgarlo, y que algunos hechos no sean exactamente historia; pero eso no lo
convierte en una novela). En cualquier caso creo que sí que es una historia
interesante – si te gusta la historia – ya que se centra en los inicios de la
guerra civil, en Cataluña y en el papel de la Guardia Civil de Barcelona enfrentándose
a la sublevación militar. Resulta cuando menos de actualidad – por comparación –
y para mí ha sido una sorpresa saber que la Guardia Civil de Barcelona se opuso
a la sublevación, que se opuso lo suficiente como para que no triunfara, que en
gran medida fue la responsable de mantener a Barcelona en el bando republicano
(el bando de la legalidad en aquel momento). Supongo que es algo que debería saber,
que todos deberíamos saber, pero que creo que tras muchos años de una imagen de
cuerpo represor y franquista que todos hemos asimilado en nuestro imaginario
colectivo para la Guardia Civil resulta bastante increíble, casi como una ficción
totalmente inventada, el imaginarse, al menos a parte de, la Guardia Civil,
como sostenedora del orden republicano (en general como sostenedora del orden
que corresponda, ya sea el republicano, el constitucional o, desgraciadamente,
el franquista). Solo por eso creo que merece la pena haber leído al menos tres
cuartas partes del libro e incluso, si no odiara yo tanto la historia,
posiblemente el leerlo completamente.
En fin, esto ha sido todo por este mes de escasas lecturas (más
escasas si consideramos que dos de ellos no he conseguido acabarlos). Probablemente
esta semana me acabe mi última compra en mi librería de referencia, en un par
de vuelos, y en breve espero estar visitando mis librerías de referencia ultramarinas,
ya que me marcho a NYC a pasar unos pocos días.
Bueno, espero que sean unos días, aunque si al final estalla
esa guerra civil que los dos bandos catalanes y españoles parecen empeñados en
provocar es posible que aproveche y pida asilo político en NYC, algo que –
salvo por la parte de una contienda fratricida (la historia de España es como
la morcilla, que decía aquel) – no me parece un mal plan; de hecho me parece
una gran excusa para que me lo concedan.
PS: la verdad es que tenia la intención de meterme en algún berenjenal y hacer algún comentario sobre el "process", la cortedad de todos nuestros políticos, los referéndum (especialmente el de Quebec, donde por cierto las bolas de billar no son de marfil - o imitación - si no de plástico, y no veas como rebotan) , el cumplimiento de la ley, la equiparación de esta desobediencia con otras desobediencias civiles, la violencia policial esa "tan brutal", o la estupidez en general pero... no quiero poner en peligro mi solicitud de asilo político y tampoco quiero aburriros mas de lo necesario. Si eso, ya lo comentamos otro día.
Rumbo al mar blanco – Malcolm Lowry
La Banda de los niños – Roberto Saviano
Recordarán tu nombre – Lorenzo Silva
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